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Recuerden que InuYasha se encuentra en su faceta humana, pero con los ojitos dorados.

¿Una Broma? - Capítulo ocho.
Por Chiisana Minako.-

La lluvia parecía hacer estragos mayormente sobre la frágil figura de una niña. Está parada ahí desde hace horas, mirando el suelo, viendo cómo el charco de sangre iba disolviéndose con el agua que caía en forma de gotas. Gotas que ya parecían diminutas agujas al caer sobre las heridas que tenía en los hombros con irritante insistencia. En su rostro, no se diferenciaban las lágrimas, ya que sus mejillas estaban inundadas de gotas de lluvia. Su corta melena azulina estaba empapada, y se le pegaba al cuello y la cabeza. La única frase de su mente..

"Soy una inútil…" La palma de las manos de Miku tenían las marcas de sus garras, las que horas antes habían estado incrustándose en su piel. Ahora colgaban inertes a cada lado de su cuerpo, ya no tenía fuerzas para nada. Volteaba al cielo sonriendo con ironía, cerrando de vez en cuando sus ojos grisáceos y cristalinos por causa de las gotas de lluvia. Quería usar sus propias garras para quitarse la vida; su cuello contaba con varios cortes superficiales que manchaban su piel y parte de su cabello de sangre. Ya no era consciente de que sus ojos seguían derramando lágrimas, sólo tenía en su mente el sentimiento de culpa y de odio. Odio hacia ella misma por no poder vengarse, por no poder proteger a su hermana mayor, por ser una maldita inútil.

Había visto a la gran felina amarilla marcharse junto a sus demás compañeros, seguramente yéndose a la aldea más cercana. Y ella… ya estaba destinada a morir por el veneno ingerido mientras peleaba con esa estúpida miko. Quizás en unos minutos, en unas horas, en horas, semanas… ¿quién sabe? Y ¿a quién le importa? Ahora que nuevamente se había quedado sola en el mundo, sin tener una razón para luchar, sólo quería que su patética existencia acabara cuanto antes.

¡Es verdad…! Sin su fortaleza de hanyou no resistiría mucho más. "Lo siento, Naraku-sama… pero hay algo que tengo que hacer.." Se quitó las lágrimas frescas de los ojos con un movimiento algo brusco, y emprendió la marcha.


- N-No… ¡No fue nada de lo que piensa! -se defendió Kagome, sonrojada- ¡Sólo… sólo me aseguraba que se encontrara bien! -añadió, comenzando a desesperarse por la expresión de 'no-te-creo' que tenía Miroku en el rostro. Lo que acababa de decir era cierto, pero… omitía lo que sucedió después de eso..

- Ya déjela -intervino Sango, sentándose al lado de su amiga- No todos son tan pervertidos como usted¿sabe, Miroku-sama? -acabó diciendo; Kagome la miraba con los ojitos llorosos y muchos brillitos, murmurando un 'Muchas gracias..'

El monje sólo sonrió y soltó un suspiro. Como InuYasha aún no despertaba, el interrogatorio había caído con todo su peso en la quinceañera, quien se había defendido como podía ante las preguntas, contestando con evasivas. Él estaba seguro que había pasado algo más entre ellos en esa ocasión, quizás hasta… hasta…

Cortó sus pensamientos al ver la mirada asesina de Sango. Al parecer además de poner su cara libidinosa había estado tocando…

- ¡Pervertido! -su fuerte grito no fue competencia para el ruido de la bofetada en la cara del houshi, quien sólo murmuraba 'Mis manos tienen vida propia, mis manos tienen vida propia…', tirado en el suelo con la gran marca roja de una mano en una de sus mejillas. A la hora que a la exterminadora se le ocurre usar su boomerang, estaría sin cabeza.

Las voces y sonidos de la naciente discusión entre Sango y Miroku apenas comenzaban, pero Kagome ahora no les prestaba atención. Estaba preocupada por InuYasha… ansiaba que cambiara a su apariencia de hanyou para que recuperara su carácter normal y él dejara de reclamar respecto a su forma humana, o que al menos se levantara diciéndole '¡Feh! No voy a morir tan pronto' o una de sus típicas frases orgullosas tan de él. Se mantenía mirándole, sus ojos cerrados, su respiración forzada, las vendas en su rostro que ahora era aparentemente de tranquilidad, pero ella sabía que él estaba atormentado. Era algo que no podía explicar, sólo percibir. InuYasha estaba sentado contra la pared, le habían recomendado permanecer en esa posición para librarse más fácilmente del veneno. Los párpados de él temblaron un momento antes de abrirse con levedad, antes de que aquellos ojos dorados aparecieran en medio de su desordenada melena negra que cubría partes de su rostro. Fue casi automático.

- ¡InuYasha! -el ver el rostro de Kagome repentinamente le causó un respingo por acto reflejo, golpeando su cabeza contra la pared y murmurando un 'Mierda..' ¿Qué demonios hacía ella allí?- Al fin… pensé que algo grave te había sucedido.. -la expresión de él cambió radicalmente cuando vio los ojos de la chica, vidriosos, comenzándose a formar unas pequeñas lágrimas.

- Estoy bien -se apresuró a decir, intentando no verla. Pero sus ojos lo traicionaron y al verla tapándose la boca con las manos y derramando lágrimas con los ojos cerrados, su orgullo no pudo con él- … estoy bien… es en serio.. -el tono de voz que usó, era casi como una súplica para que dejara de llorar. El cambio en su voz quizás no era tan notorio, pero la quinceañera sabía diferenciarlo. Kagome sólo pudo abrir sus ojos cristalinos y mirarlo… agradeciendo a Kami porque siguiera con vida, porque siguiera bien. Sus labios fueron curvándose hasta formar una sonrisa, pero sus ojos aún no paraban de dejar caer lágrimas.

- Oye.. -InuYasha fue interrumpido por la cabeza de ella, apoyada en su pecho. Kagome aún estaba sentada a su lado, pero había curvado su cuello para apoyar parte de su frente y cabeza en el pecho de él, derramando unas últimas lágrimas que aterrizaron en el haori del chico humano. El ceño de InuYasha se suavizó aún más, junto con su boca, en un gesto de preocupación, la chica lloraba… por él. Hizo un esfuerzo por moverse, logrando poner una mano en su espalda, como consolándola. Ella fue acallando sus sollozos poco a poco, intentando respirar de forma tranquila.

Era una escena muy tierna. Era lo que pensaba Miku, espiando por un agujero de la cabaña, en el exterior. Estaba calada hasta los huesos, sus heridas le ardían, y aún no dejaba de llover. Pero todavía no se decidía a entrar. ¿Cómo lo tomarían…? En especial aquel chico de cabello largo, al que le gusta la muchacha de ropa rara. Seguro le daría un puntapié o algo, pero la verdad no le importaba que la calificaran de mala o lo que fuese, de todos modos pensaba irse a morir a otro lado, lejos de esa gente buena con la que había viajado un corto período. Quizás por eso tenía un cierto 'miedo' por lo que pudiesen decirle.

Unos cuantos minutos pasaron, la pareja seguía igual. Desde la distancia que estaba Miku, sólo podía ver cómo los labios de los dos jóvenes se movían de vez en cuando, hablaban en voz baja, hasta que la chica levantó el rostro de donde lo tenía y se lanzó a rodearlo con sus brazos, corriendo unas últimas lágrimas, pero ahora ella sonreía. Y él parecía estar reclamando, pero tenía las mejillas rojas, y la mano que antes tenía en su espalda, se mantenía allí. Pasados unos segundos pareció resignarse y cerró los ojos, todavía con el rubor en el rostro… ¿Las orejas estarían fallándole? La pequeña lamentaba el no poder escuchar nada, y eso que las orejitas de perro tenían una audición bastante aguda.


Kagura aprovechaba que Naraku la había enviado a 'vigilar' a una mocosa. Ese día en especial, hay mucho viento, junto con la lluvia. Pero la youkai usa la brisa para cubrirse del agua, siempre volando sobre su blanca pluma, recostada sobre ella. Al fin estaba en el exterior, lejos de ese apestoso castillo, lejos del imbécil de Naraku. ¿Es que nunca lograría su libertad? Sabía perfectamente que obedeciéndole o no, bien su vida podría acabar en cualquier momento, cuando a Naraku se le antojase o ella ya no le fuera de utilidad. De sólo pensar en eso sus puños se tensaban y esa gran frustración la invadía… mejor no pensar en eso, ya encontraría la forma de librarse de su 'creador', quizá con la ayuda de cierto Taiyoukai..

La llegada de unos Saimyôshô le recuerda que no está afuera para un paseo, sino porque tiene una misión que cumplir. Si no fuera por esa estúpida de Kanna… en fin. Se levantó quedando sentada en la pluma, e hizo unos movimientos con el abanico cerrado, para luego avanzar a mayor velocidad, sin que una sola gota de lluvia llegue a tocarla.

Desde la altura a la que se encuentra, Kagura divisa un cuerpo algo agonizante que se arrastra río arriba. Normalmente esas cosas no le importarían en lo más mínimo, pero un presentimiento le hace fijar su vista y descubrir que ese ser tiene la marca de una araña en la espalda. Disimuladamente desciende un poco, observando que el rojo líquido se escurría por las piernas de la mujer, e iba dejando pisadas de sangre al caminar. Algo le dice a Kagura que la situación no está bien, que hay algo raro en esta nueva creación de Naraku, excluyendo el que no estuviera enterada de su existencia, ya que sabía perfectamente que su querido amo no confiaba en ella en lo más mínimo.


- ¿No saben dónde está Miku-chan? -pregunta Kagome, preocupada por la desaparición de la niña, había pensado que podría estar en la aldea pero parecía no haber señas de ella. Los demás negaron con la cabeza. Sabían tanto de la pequeña como la misma miko.

- ¿No te has preguntado, InuYasha, qué parentesco tiene contigo? -interrogó Miroku, ahora con su semblante serio. Ya no era en afán de molestar, sino de indagar en un tema más serio.

- ¡Feh¡Por qué habría de hacerlo? -se cruzó de brazos- Esa mocosa no es nada mío.

- ¿Cómo puedes estar tan seguro? -irrumpió Sango- Todavía no sabes nada de ella -afirmó, apoyando lo que decía el houshi.

- Por otra parte, el color de su cabello es muy similar al de Kagome-sama, tiene orejas de perro como las que tú sueles tener y su carácter parece ser una mezcla del tuyo y el de Kagome-sama. -concluyó el monje, cruzándose de brazos, con los ojos cerrados, como para hilar bien sus ideas- ¿Qué tienes que decir?

- Que no entendí ni una maldita cosa de lo que quieres decir -respondió, ofuscado- Ya di las cosas por su nombre -soltó, impaciente. A todos (incluyendo a Shippou y Kirara) les corrió una gotita por la cabeza.

- Pero Miroku-sama¿no cree que es una conclusión precipitada? -intentó razonar Kagome, tratando de no pensar en lo que había dicho el monje, sabía a dónde quería llegar con sus conclusiones.

- Lo he pensado mientras la niña se ha encontrado con nosotros… -se levantó solemnemente con los ojos cerrados. De un momento a otro los abrió.- ¡InuYasha! -lo apuntó con el dedo- ¡Todo indica que la pequeña es una hija tuya y de Kagome-sama!

- ¿QUEEEEEEEEEEEEEEEEE? -el grito fue inmediato, sin embargo su cabeza tardó en asimilar lo dicho por el monje. Kagome… y él… ¡Nonononononono¡Era imposible! Todo su rostro iba ganando color, y él no podía hacer nada para evitarlo. No tenía el valor para ver a Kagome a la cara, no podía ser…

- Pero… pero… -la miko se cubrió las mejillas con las manos, sintiéndolas a muy alta temperatura. ¿Una hija¿Y con InuYasha…? Sólo miraba la cara de aterrado de él y no sabía como reaccionar. Y.. ¿Y cómo..¿Cuándo…¿Dónde.. Por qué..?

- ¿Miku no está muy grande? -todos fijaron sus miradas en el pequeño Shippou- Mis papis me dijeron que cuando una pareja se besa se hacen los niños… y yo vi a Kagome y a InuYasha sólo la semana pasad.. -el hanyou se había apresurado a taparle la boca al zorrito, y Kagome se hallaba un poco más atrás de él, se había levantado con las mismas intenciones.

- ¡No digas estupideces! -le gritó InuYasha, totalmente rojo, aún tapándole la boca.

- Me-Mejor déjalo como un secreto¿vale? -le susurró Kagome al zorrito, con la cara ardiendo.

- Así que fue incluso antes de lo que pensábamos -Miroku se limitaba a mirar a los histéricos jóvenes tratando de callar al pequeño youkai con una sonrisa maliciosa, disfrutando cómo contorsionaban su cara de los nervios y la vergüenza, mirándose el uno al otro en busca de una respuesta.

- ¡Feh! Son cosas que no te interesan. -le cortó el hanyou, cerrando los ojos y mirando hacia otro lado y soltando a Shippou, quien cayó al suelo absorbiendo grandes bocanadas de aire.

- Pero de cualquier manera, Shippou tiene razón -apoyó Sango, antes de otro indecoroso comentario del monje. El pequeño pudo articular un '¿En serio?' antes de que la exterminadora continuara- La niña aparenta tener mínimo unos cuatro años, y nosotros no conocemos a Kagome-chan de tanto tiempo, ni tampoco InuYasha.. -tanto ella como el monje tenían una mano sobre el mentón, pensando en cuál sería la explicación a tantas coincidencias. InuYasha y Kagome sólo suspiraron con cierto alivio.

- ¡Eso es! -Miroku golpeó una mano contra la otra, en el típico gesto de haber recordado algo- ¿Y qué tal si la pequeña viene de un futuro más lejano que el de Kagome-sama? -postuló, viendo como los demás se habían quedado mudos. En especial la nerviosa pareja que trataba de derrotar tan buen argumento.

- ¡Bah¡Ideas tuyas! -se cruzó de brazos el hanyou, aparentando molestia- ¿Quién querría ser familia de esa mocosa? -espetó recordando cuántas veces había peleado y se había ofuscado con una simple enana que le llegaba apenas un poco más arriba de la rodilla.

- InuYasha.. -cuando Kagome comenzó a regañarlo por la rudeza de su comentario, se vio interrumpida por las gotas de lluvia que le cayeron repentinamente en el rostro; la manta que cubría la puerta había sido arrancada.

Ahí, en la puerta y con aquella manta en la mano, se encontraba Miku. El flequillo de su cabello le cubría los ojos, pero era fácil notar que estaba llorando, aún estando mojada por la lluvia. Levantó su vista, clavándola en InuYasha, en ese muchacho de morenos cabellos y dorados ojos que la miraba algo extrañado. La mirada pretendía ser amenazante, pero sólo llegaba a ser desgarradora, con las mejillas y parte de los ojos bañados en sangre, una niña en tan deplorable estado sólo podía causar compasión, lástima o unas inmensas ganas de ayudarle. Las lágrimas corrían por su rostro rápidamente, pero no eran capaces de limpiar la mugre de su rostro, sólo de ser una pequeña muestra de su creciente agonía.

- ¡Ya sé que soy una torpe! -gritó de repente, en medio del silencio que se había creado debido a su repentina aparición- ¡Sé perfectamente que no merecía tener una familia como la que tuve, y es probable que por eso ya no la tenga! -tenía los puños apretados a cada lado de su cuerpo, pero luego liberó una de sus manos y se cubrió parte de la cara, limpiando sus lágrimas de forma brusca con el dorso de la mano y parte del brazo, manchándose más de sangre y soltando unos sollozos ahogados que no podía retener.

- Miku-chan… -Kagome se le acercó con expresión preocupada, alargando una mano hacia ella, pero la pequeña retrocedió un paso.

- Sólo vine… para.. -introdujo una mano dentro del cuello de su haori, como buscando algo, ante la sorprendida mirada de todos.


¿Crees que ya escapaste?

La joven de largos cabellos negros se detuvo, y miró con ojos ausentes a su alrededor, notando que no había nada. Cerró los ojos con cansancio y siguió avanzando entre las rocas que bordeaban el río de donde recién había logrado salir. Sus ojos tenían una tonalidad blancuzca que no era normal, ni siquiera para un youkai de raza indefinida.

Si obedeces, te dejaré vivir.

Por un segundo los ojos de la muchacha recuperaron esa tonalidad grisácea cristalina, pero luego el rojo demoníaco se apoderó de ellos. En su mente no habían más barreras, sólo la visión de lo que debía cumplir, robando y aplastando todos sus demás pensamientos, caminando por inercia, desangrándose poco a poco. La sangre escapaba a borbotones del estómago de ella, pero la joven no hacía nada por evitarlo. A cada pisada dejaba la marca de sus pies, como un tinte de sangre. Al igual que las posas que iban cayendo poco a poco, amenazando con acabar toda su sangre.

Mátalos.

Mátalos y tráeme sus cabezas.

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- Fin.. del capítulo ocho -
:Minako intenta dar la cara frente a la sarta de insultos que le llegan:

¡Lo siento¡De verdad que sí! Cuando fui a ver la fecha de la última actualización casi me voy de espaldas. Jamás creí que pudiera ser tanto.. ¿Pero saben una cosa? Escribir el último oneshoot largo (para mí) me ha hecho pensar que los demás capítulos eran muy cortitos.. por lo que me extendí un poquito más en este capítulo, ya maquinando las trampas para el siguiente.

¡Y además, al parecer ha despertado mi inspiración! (O al menos las ganas de escribir, no garantizo que haya quedado bueno n.nU) Hasta creo que me pondré a continuar "¿Una ilusión?" apenas pueda¡De verdad tengo muchas ganas de escribir, y de no detenerme!

Muchísimas gracias por vuestro apoyo.

Una vez más, muchas gracias por la paciencia.
Cualquier cosita, pueden escribirme a mi mail (se encuentra en mi perfil, esta página se está colocando arisca con todos los símbolos..), o más directo, mandarme un review. De verdad, sus opiniones son muy importantes para mí, así que cualquier dudita, reclamo, comentario, pensamiento, sugerencia, crítica constructiva.. ¿saben, no?

Encuesta: ¿Les simpatiza Miku, la detestan o simplemente les da igual?

Esta vez quisiera dedicar el capítulo a toda la gente bonita que me dejó un review expresándome su opinión.

Cuídense mucho y hasta la próxima.

Chiisana Minako.-