CAPÍTULO 40

MI NIÑA VALIENTE

Ramiro descansaba con su cabeza reposando en el pecho desnudo de Ayagi, mientras que el Alfa mantenía su pierna sobre las del otro fuertemente apresadas. Ambos lucían enormes ojeras color púrpura, las cuales se habían intensificado; pues preocupados por el bienestar del omega y la niña, se habían pasado buscando a Haru, aunque sin éxito alguno.

Débiles y cansados no podían continuar con su tarea, así que en cuanto tuvieron la oportunidad de irse, gracias a Arisu, volaron a su departamento para recuperarse. Tomándose 120 minutos de descanso, seguido de una rápida comida, sexo que les dejó la mente en blanco y un par de horas más de sueño reparador. Eso sería más que suficiente para volver al ruedo vigorizados.

Profundamente sumergidos en el mundo onírico, un insistente sonido les hizo volver a la realidad.

—Atiende esa cosa – la voz ronca de Ayagi se dejó escuchar en el silencio con tono impaciente al tiempo que quitaba bruscamente al moreno de su pecho, envolviéndose cual oruga entre las cobijas.

El romance había salido disparado por la ventana cuando su sueño se vio perturbado, pero… ¿quién podría culparlo?

Ramiro, viéndose ahora en el suelo donde una almohada le salvó de golpearse su adolorido trasero, se puso de pie apoyándose de la cama. Bufando, cepilló su cabello con los dedos para quitar los mechones que caían desordenados sobre su cara.

Con los ojos entrecerrados, caminó hacia el móvil que no dejaba de timbrar; aunque en realidad el ruido más fuerte provenía de un par de gruñidos emitidos por la oruga Ayagi.

Tomó el aparato dejando salir un bostezo al tiempo que contestaba. Pronto, la voz del otro lado terminó por despertarlo.

—¿¡Qué?!, sí… no, estamos bien… lo haré ¿Dónde nos veremos?, ah… ya me llegó la ubicación. No tardaré, Adiós.

La conversación no duró mucho, pero sí lo suficiente para comunicar el mensaje.

Chihiro que tenía un lado tóxico muy bien desarrollado, en cuanto percibió que su hombre respondía el teléfono aguzó el oído.

Tras escuchar sus monosílabos, así como las palabras "dónde nos veremos" y "no tardaré", el Alfa aventó las colchas hacia un lado desdeñosamente y cual gato necesitado de atención, terminó por acercarse al moreno acariciando su espalda mientras que con sus labios besaba y mordisqueaba de su hombro hasta el cuello y de regreso.

—¿Quién era? – preguntó mirándolo a los ojos, dominante. Colocándose a horcajadas sobre el Beta.

Sintiendo el nuevo peso sobre sus piernas, Ramiro esbozó una media sonrisa, lo tomó del pequeño trasero y atrajo más hacia él de tal manera que ambos miembros se frotaron suavemente saludándose.

—Vaya, buenos días a ti también mi amor, amanecí muy bien. Gracias por preguntar, eres tan amable - el tono sarcástico y juguetón de Ramiro no pasó desapercibido para Chihiro, quien volteó la cara cuando el moreno lo atacó con una ráfaga de besitos melosos.

—Tch, ¡calla! si amaneces a mi lado es obvio que es un buen despertar para ti, además – hizo una pausa mirando la hora en el celular — sería "buenas tardes", casi "noches" – corrigió de lo más natural mientras movía sus caderas hacia adelante y hacia atrás suavemente.

Ramiro entrecerró los ojos mostrando un brillo lleno de lujuria —Ah… qué haré con este niño tan mimado – susurró pegando su boca a la oreja del menor mientras que un dedo travieso viajaba hasta trazar con la yema de sus dedos el anillo rosado que permanecía bien cerrado — Eres tan sexy, ¿por qué me torturas así?, ¿no te fue suficiente follarme como loco?

Ayagi sonrió socarrón despegándose un poco del otro para verlo mejor —Solo fue una vez – le recordó levantando una de sus cejas — Sí… qué te puedo decir, soy joven y estoy lleno de energía…

—Oh, ¿acaso estás diciéndome viejo?

El Alfa dejó salir un gemido cuando un dedo grueso ingresó sin permiso en su interior, Ramiro se estaba vengando.

Ese movimiento era peligroso, se estaba dejando llevar y aún Ramiro no respondía su pregunta. Así que, haciendo uso de la poca fuerza de voluntad que le quedaba tomó la mano del Beta y la hizo a un lado.

—Ya, es suficiente ¿quién era? – volvió a preguntar poniéndose de pie.

Ramiro suspiró decepcionado cuando su junior fue desatendido, aunque la decepción se vio cortada cuando el alfa corrió las cortinas dejando entrar la luz del sol que aún brillaba con suficiente fuerza como para cegarlo.

De inmediato se cubrió los ojos apretándolos incapaz de acostumbrarse rápidamente a la claridad, no sin antes dedicarle un "no chingues" de su banco personal de malas palabras.

—Mi precioso bebé, ¿podrías al menos avisarme antes de querer dejarme ciego? - entreabriendo un ojo pudo ver al delgado cruzado de brazos ignorando su comentario y esperando la respuesta a su pregunta. El moreno rio internamente ante el comportamiento posesivo de su Alfa. Le encantaba picarle la cresta porque sus reacciones le parecían encantadoras, al igual que halagadoras.

Disfrutando un poco de sus celos, se rascó la barriga fingiendo restarle importancia.

—Habla o tu café con leche y pan dulce mexicano se irán a la basura. Adiós conchas y marranito… cui, cui, cui – amenazó mientras caminaba hacia la puerta imitando el sonido del tierno animal.

—Como que amanecimos bravos hoy, ¿verdad? – quiso seguir jugando, pero aunque le pareciera de lo más divertido, su café con leche, el pan y sobre todo la tarea con la que había sido comisionado, requerían ser salvados y de atención inmediata.

— Era Takato, mi flaquito – de inmediato el Alfa se detuvo prestando toda su atención al beta — no tenía tiempo de hablar apropiadamente, así que solo me pidió que nos encontráramos con él a las nueve de la noche en Yamanashi, tengo la ubicación en el celular, pero antes tenemos que hacer algunas cosas. Así que a tallarnos hasta la conciencia, comer como reyes y a pisarle hasta el fondo al acelerador.

—wow, tiempo ¿Cómo es que salió del hospital?, ¿qué demonios piensa hacer en Yamanashi?, ¿siquiera está en condiciones de salir?, ¿qué rayos te pidió hacer?, ¿y si se volvió loco?, ¡ay no! Ahora sí se suicida, ¡rápido, cámbiate! Tenemos que ir al hospital ¡ahora mismo! – sus preguntas eran válidas, sobre todo después de haberlo dejado todo abatido. Para él, nada tenía sentido y lo único en lo que podía pensar era que Takato había terminado por perder la cabeza al no tener a Haru a su lado.

Ramiro lo tomó del brazo cuando este pasó por su costado directo al armario – Shh, tranquilo – pidió besando su frente. Él tenía las mismas preguntas, más no las respuestas, así que solo fue honesto — la verdad no tengo ni puta idea de qué sucede, pero… él se escuchaba muy tranquilo y seguro; además… creo haber escuchado en el fondo la voz del hijo de su…. difunta madre del Azumaya y también la del Oyabun Usaka.

Chihiro, rápidamente conectó los hilos —Crees que… tengan una idea para recuperar a…, eso es lo único que puedo pensar, de otra forma Takato no podría dirigirle la palabra a Junta.

—¡Ah huevo!, pos… ojalá así sea.

Ante el nuevo panorama, ambos tomaron asiento en la cama y dejaron volar su imaginación.

Chihiro fue el primero en romper el silencio. No importaba cómo habían llegado esos dos a un acuerdo, lo importante era que habían conectado neuronas y ahora podrían traer a la pequeña de regreso. Que si bien, nunca le decía que la quería, en su corazón tenía un lugar especial; por lo que, al igual que su amado, el saberla secuestrada era como una cuerda en su garganta que poco a poco lo iba asfixiando.

Pensando en la nena, sacudió su cabeza y golpeó sus palmas para salir de la ensoñación —En fin, no obtendremos respuestas quedándonos aquí. ¿Qué te pido Takato?

Ramiro se giró para mirarlo — Tenemos que pasar por una mierdecilla… - El mexicano acarició su barba y esbozó una sonrisa intimidante.

—Oh, entonces permíteme buscar mis mejores ropas – respondió el Alfa con un brillo sanguinario en los ojos, ese que aparecía cuando entraba en su papel de Yakuza que provocaba escalofríos a quien lo mirara.

Ambos ardían por dentro. Hoy sin duda traerían a Haru de regreso.

Una hora después, la pareja, impecables de pies a cabeza, tomaban el ascensor bajo la atenta mirada de los otros residentes.

Sí, los rasgos exóticos de Ramiro y su belleza varonil; más la elegancia y finura de Chihiro robaban el aliento a quien se topara con ellos, pero no solo su apariencia los hacía sobresalir, sino la actitud firme y decidida. Ellos estaban dispuestos a darlo todo, incluso sus vidas.

Mirando por el retrovisor, Usaka revisaba de vez en vez el estado de Junta y Takato. Uno seguía con una herida no cicatrizada, mientras que el otro comenzaba a ponerse nervioso por el encuentro que inevitablemente tendría que afrontar.

Después de que salieran del hospital, ambos sin la autorización del médico, se pusieron en marcha rumbo al departamento de Takato, mismo que no había sido visitado en un largo tiempo.

En cuanto entraron el omega soltó un quejido. El lugar estaba impregnado del olor de su cachorrita, dándole la bienvenida y al mismo tiempo sumergiéndolo en pensamientos autodestructivos llenos de reproches: "si tan solo…" era el que lo taladraba con cada paso que daba, pues los rastros de su apresurada marcha saltaban a la vista.

De no haber sido porque Junta lo abrazó por los hombros, habría seguido hundiéndose en sus remordimientos.

—Takato, hoy estará contigo – repitió el Alfa seguro de sí mismo. Esa misma confianza hizo que el omega asintiera creyendo en su palabra.

Pasar al departamento tenía varios motivos, el primero de ellos era tomar ropa para Takato y Haru; segundo, dejar encargado a alguien de confianza para que lo ordenara y tuviera listo para cuando volvieran a ocuparlo y tercero, platicar sin interrupciones sobre el plan que el Enigma había armado.

Al final los abuelos de Junta se encargaron de la casa, no sin antes movilizar a sus hombres para que estuvieran listos en el punto que se les había señalado. Takato, por su parte, llamó a Ramiro informándole a grandes rasgos y sin detalles lo que necesitaba que hiciera. Usaka hablaba con Hasegawa y Junta repasaba cada punto revisando que ni un solo cabo quedara suelto.

Cuando cada uno tomó su camino; Usaka, sus hombres, Junta y Takato se dirigieron al lugar que ninguno de ellos pensó pisar, pero que el destino, mismo que no se cansaba de jugar con ellos, los orillaba a tomarlo.

La pierna que rebotaba de vez en vez y las manos entrelazadas tomando fuerzas una de la otra, revelaba el estado en el que el omega se encontraba. Cada que el semáforo cambiaba a verde y el auto continuaba avanzando calle por calle dejando atrás los edificios y adentrándose más hacia un área menos poblada, el corazón de Takato se aceleraba.

Jamás creyó que volvería a encontrarse con el autor de sus desgracias. Ilusamente supuso que había superado sus traumas, pero no era así. Su estómago estaba hecho nudo, se sentía asustado y de la nada un gimoteo salió desde lo profundo de su garganta.

Usaka, sabiendo que en esos momentos lo que el Omega necesitaba era de privacidad y atención por parte del alfa, levantó la ventanilla que dividía el coche, dándoles así el espacio que necesitaban.

Desde que se manifestó su género omega, Takato solo había gimoteado cuatro veces en seis años. La primera vez ocurrió cuando Himura impidió que se suicidara, la segunda cuando fue confinado a la jaula después de haber intentado escapar con Haru. Su cuerpo fracturado, aunado a las heridas emocionales al verse de vuelta en su prisión y privado de su bebé lo quebró; sin embargo, sus lamentos no encontraron consuelo alguno, nadie vino a él para atenderlo. El terror, la soledad, miedo, desesperación e incertidumbre, fueron los únicos sentimientos que le acompañaron; el tercero, fue cuando su hija fue arrancada de sus brazos y el cuarto, ahora.

El gimoteo de un omega era doloroso para cualquier alfa que lo escuchara, en automático sus instintos protectores se activaban, pero para Junta fue aún peor, el que gimoteaba era su precioso destinado.

Que hiciera tal sonido solo podía significar que algo le dolía de una manera agonizante, que le incomodaba o le aterraba; en conclusión, no estaba bien y en tal estado podría incluso haberlo tomado y reclamado como suyo y este no habría puesto resistencia alguna.

Cuando el nombre del nosocomio al fin fue visible a la distancia, Takato tomó una bocanada de aire que no entró a sus pulmones. El miedo había vuelto a extenderse por sus extremidades paralizándolo.

De inmediato, Junta lo arropó entre sus brazos y lamió cada una de las lágrimas que bajaban por el rostro de Takato, de las cuales ni él mismo se había dado cuenta.

Ya había usado mucho sus feromonas, si volvía a hacerlo corría el riesgo de desmayarse y justo ahora no podía darse ese lujo, menos aun cuando ya le había prometido al omega que se cuidaría.

Con paciencia acarició su espalda subiendo y bajando la mano hasta ubicarla en la nuca de Takato que de inmediato reposó su cabeza en el cuello del Alfa.

El contacto de las manos calientes de Junta, aunado al aroma distintivo del hombre lo fue relajando hasta sentir cosquillas cada que la mano traviesa se colaba entre su playera masajeando su pequeña pancita. Cada uno podía sentir la respiración del otro, sumergidos en su propio mundo.

Junta estaba extasiado y por nada del mundo quería dejar que su amado volviera a su asiento. Tenerlo sobre su regazo, aunado a lo dócil que se comportaba era demasiado estimulante para su lado alfa. Sin pensarlo lo estrechó aún más contra él.

—No tienes nada que temer omega, yo estoy contigo y no permitiré que nada ni nadie te lastime – pronunció al tiempo que dejaba un beso sobre la frente del azabache — Haremos todo tal cual lo discutimos. Ese sujeto nunca más volverá a lastimarte. Lo juro.

Takato solo asintió mientras mantenía sus ojos cerrados.

Pronto el auto se detuvo a una distancia considerable detrás de unos contenedores de basura que lo ocultaban de cualquiera cámara o vigilante.

No pasó mucho tiempo cuando un sujeto con apariencia de civil tocó la ventanilla del coche.

—Oyabun – saludó reverenciando a Usaka, mismo que le regresó la atención —Los hombres de Hashiba han sacado al ex Oyabun Himura. Esperamos sus órdenes.

Ante la mención del nombre, Takato trató de no mostrarse afectado. Su rostro estaba inmutable, aunque demasiado pálido.

Junta notó el leve estremecimiento en el omega, por lo que con ternura posó su mano en su nuca, masajeando su cuello.

Usaka miró al alfa —Justo como dijiste.

El castaño asintió, para ahora dirigirse al otro sujeto.

—Vayan por ellos, quiero al líder de la operación y a Himura con vida.

Aunque no lo dijera textualmente, sus indicaciones eran claras, todos iban a morir.

Posiblemente en otro momento de su vida, Takato se habría sentido realmente enfermo por ello, habría juzgado a Junta y mil cosas más, pero no ahora. La vida le había enseñado que nada era totalmente blanco ni totalmente negro y esta vez quería que todos los que representaran una amenaza para su pequeña desaparecieran de la faz de la tierra y si eso lo convertía en un mal omega, entonces sería el peor omega que alguien pudiera conocer y no se disculparía por ello.

—¿Te sientes mal?, ¿quieres un poco de agua? – preguntó Junta acariciando el rostro de Takato esperando ver el precioso color rosa de sus mejillas.

Takato asintió —Mmh… solo me siento un poco ansioso – dijo mordiendo sus labios — necesito a mi hija.

Junta depositó un beso en la cabeza del azabache — La tendrás, precioso. Aguanta un poco más – prometió al tiempo que ponía en sus manos una botella con agua —Estás demasiado pálido, debiste comer un poco más – el entrecejo de Junta no podía estar más arrugado. Era inaceptable que su omega luciera así de enfermo cuando estaba a su lado. Se sentía como todo un alfa fracasado.

Takato no perdía de vista al hombre, desde que habían llegado a un acuerdo, este se había transformado por completo. Buscaba cualquier oportunidad para tocarlo o besarlo, pero podía decir sin temor a equivocarse, que cada parte de su rostro, a excepción de su boca, había sido mimada. Lo trataba con tanta ternura que su cerebro no podía procesarlo, y más sorprendente aún, era el hecho de que no le molestaba.

Dio un par de tragos sintiendo como el líquido bajaba por su garganta refrescándola —Si comparamos colores, en este momento tú estás más pálido que yo. No olvides que tu eres el que recibió el disparo. Deberías descansar tanto como puedas, duerme un poco…

Los bonitos ojos verdes de Junta resplandecieron al sentirse apreciado y eso no pasó desapercibido para Takato que decidió mirar hacia otro lado.

Sonrió —Haré lo que me digas – rápido dejó otro beso ahora en la mejilla del omega para después acomodarse en el asiento. Si bien la herida estaba muy bien cosida, vendada y el medicamento lo dopaba, sus movimientos se veían limitados, así como la cantidad de alimento que podía consumir; por lo tanto, Takato tenía razón en que debía aprovechar los pequeños momentos para recuperarse. Sobre todo, cuando sus niveles de feromonas estaban terriblemente comprometidos y ni qué decir de su "destino".

Una vez acomodado, Junta abrió sus brazos —Ven, tú también necesitas descansar – lo invitó esperando no ser rechazado.

—No quiero lastimarte – negó Takato manteniéndose en su lugar.

Sería mentira si Junta dijera que no se sintió decepcionado, pero no por ello obligaría a Takato a hacer algo que no quisiera solo para complacerlo. Suficiente era que este le permitiera tocarlo —Entiendo. Gracias, eres muy considerado.

Cerró un momento los ojos y nada se sintió tan bien como la cabeza que se recargó sobre su hombro.

—Puedo usar tu hombro, ¿verdad?, así no te dolerá.

Junta retuvo el aire mordiendo con fuerza sus labios y evitar lanzarse encima del omega. Su gesto le pareció tan adorable que solo quería besarlo —No lo eches a perder Junta, no lo eches a perder – se repitió a sí mismo hasta que el timbre de su celular lo interrumpió.

—¿¡Lo tienen?! – preguntó Takato impaciente.

—No, es Ayagi Chihiro – aclaró mirando a Usaka y Takato —Bueno, ¿todo en orden?

Aunque se encontraran a principios del verano, Aokigahara manejaba temperaturas templadas durante el día y por la noche frescas hasta a veces llegar a los 10° Celsius, sin contar las lluvias repentinas.

Por lo que caminar por sus veredas requería una vestimenta adecuada y un par de buenas piernas, ya que la mayor parte del camino se debía andar a pie. Mientras uno más se adentrara a sus entrañas, los senderos creados por la mano del hombre se iban difuminando hasta convertirse en un verdadero "mar de árboles", donde ni siquiera se podía mirar las nubes o estrellas.

Hashiba y Haru llevaban caminando alrededor de treinta minutos, cuando la pequeña comenzó a quejarse.

Después de la horrible experiencia de ser maltratada, había sido muy difícil consolarla, por lo que el ex Saiko Komon optó por llevarla a la ciudad más cercana, pasearla, comprarle un par de cosas y regresar. De todas formas estaba seguro de que nadie los buscaría allí ni tampoco la pequeña estaría reportada como desaparecida, pues sabía que al darle a conocer esto a la policía, tanto la niña como Takato serían fichados como pertenecientes a la "Familia" y cualquier cosa que les ocurriera sería publicada en los medios, y consiente estaba de que Takato lo último que quería era que Haru fuera asociada con la Yakuza. Además, cuando ocurrió la caída del Clan, la identidad de ambos fue altamente protegida y no se arriesgarían a tirarlo por la borda.

Haru miraba hacia todos lados tomada de la mano de Hashiba, nadie más los acompañaba y solo un mecate de color rojo brillante era lo que les ayudaba a no perderse en el camino.

Sus piernas le dolían por tanto caminar, su cabecita palpitaba por el cabello arrancado y el sudor solo lo empeoraba, pero no se detendría. No si eso significaba que tenía una oportunidad de volver con su mami.

Por lo que caminó y caminó hasta no sentir más sus piernas. No se quejó ni pidió ser cargada durante la hora y media que anduvieron hasta llegar a una moto cubierta por hojas y ramas.

No podía dar un paso más y estaba harta de escuchar a Hashiba contar historias del Clan que no entendía ni le interesaban.

Exhausta no supo más de sí misma, hasta que sintió que le colocaban algo encima de la cabeza. Lentamente abrió los ojos y parpadeó un par de veces hasta poder enfocar el rostro de Hashiba.

—Oh, ya despertó ¿tuvo un sueño agradable?

Llevó su mano hacia su cabeza sintiendo un cabello que no era suyo —¿Qué es esto?

Él sonríe restándole importancia a que su pregunta no fuese contestada —Es una peluca, su cabello negro es muy hermoso y nadie más puede verlo.

Nunca se era demasiado precavido, aunque tomó el riesgo de sacar a la niña, cuidaría que no fuera tan sencillo reconocerla.

—Me pica… - murmuró al tiempo que se rascaba.

—No, no, no. Si se rasca va a lastimarse, aguántela. Solo la llevará por un momento. Iremos a comer, compraremos lindos peluches y nos subiremos al teleférico, ¿qué le parece?, suena divertido, ¿no? – la tomó por el mentón y comenzó a pintar algunas pecas en su rostro.

Haru nunca le respondió, lo único que deseaba era salir pronto del carro y huir lejos de él. Ansiosa comenzó a morderse las uñas, un mal habito que desarrolló en los días que llevaba secuestrada. Era su manera de controlar el estrés que sentía.

—No, no muerda sus uñas – pidió el beta retirando la manita de su boca — tendré que ponerle un curita, ya se sacó sangre.

Al fin listos, la tomó de la mano y en cuanto pusieron un pie fuera del coche, Hashiba afianzó el agarre sobre pequeña, sintiendo como se tensaba.

El aire corría fuerte y el olor de la naturaleza se impregnaba en la punta de su nariz. El paisaje era maravilloso y la cantidad de gente que visitaba el lugar lo volvía más alegre. De haber sido otra su situación, definitivamente Haru lo habría disfrutado.

—Vamos a la tienda del teleférico. Ahí venden peluches del Monte Fuji.

Con cada paso que daban, Hashiba sonreía y fantasea como tonto. Imaginando el mismo escenario con Himura de por medio. Por su parte, Haru escrutaba el lugar con sus preciosos ojos dorados esperando ver algún policía.

—¡Ahí están! – señaló el Yakuza caminando hacia las repisas llenas de peluches —Hay de todos los tamaños, puede tomar el que más le guste.

Todo esto lo decía sin soltar la pequeña manita, misma que solo se mantenía afianzada por la fuerza que él imprimía en ella.

Entonces, cuando se acercó para tomar lo que se le ofrecía, pudo ver lo que tanto esperaba dirigirse hacia lo que parecían los baños.

—Hashi-san… - llamó la azabache tirando de la ropa de este.

—¿Qué pasa? ¿ya sabe cuál quiere? - preguntó sonriente colocándose de cuclillas para estar a su altura.

Haru cruzó sus piernitas bailando de un lado a otro —Quiero ir al baño.

De inmediato se puso de pie —Ya veo… – mirando al rededor desconfiado, revisando posibles amenazas — ¿no puede aguantarse?

Haru, por supuesto negó con fuerza exagerando sus movimientos —por favor... se me va a salir.

Hashiba asintió tomándola en brazos —De acuerdo, entonces busquemos el baño.

Cuando lo ubicó, caminó hacia este dispuesto a entrar con ella al de los hombres. Acción que se vio interrumpida por el grito de la niña.

—¡No! soy niña, no puedes meterme a ese baño – negó con su cabeza manteniendo su carita con una expresión de molestia —Yo voy sola.

Hashiba dudó, pero al ver que las personas se le quedaban viendo por lo que Haru dijo, accedió no sin antes advertirle.

—Mi pequeña señorita, estoy muy seguro de que entiende que no puede hablar con nadie – dijo clavando sus ojos en las orbes doradas — yo lo sé todo y escucho todo.

Aún no quería recurrir a amenazarla diciéndole que si no le hacía caso, su madre lo pagaría. Por lo que solo actuó firme agregando que la estaría esperando justo ahí.

Haru asintió. Apenas puso un pie en el suelo, corrió adentro. En su cabeza resuena fresca la advertencia de Hashiba. Tiene miedo, pero se sacude de un lado a otro y su instinto la mueve. No pudo acercarse al policía y ahora estaba atrapada en el baño.

Juega con sus dedos, muerde sus labios preguntándose si realmente Hashiba la podría escuchar —Mami, ¿qué hago?... – murmuró esperando escuchar la respuesta, pero esta no llega por medio de palabras, sino con recuerdos.

FLASHBACK

"Haru, pon atención – pide sentando a la nena frente a él — Aunque mi número y el de Ramiro estén guardados aquí – dice señalando el celular que cuelga de su cuello — debes aprenderlos de memoria.

—¿Por qué mami?...

—Porque tal vez se pueda presentar la ocasión en la que no tengas tu celular y quieras llamarme. Entonces, ¿cómo lo harías?

—Mmm, entiendo mami, lo haré.

No pasaron ni 5 minutos cuando la nena volvía corriendo hacia Takato que lavaba la ropa.

—¡Mami, mami! me los aprendí escucha...

—Wow, ¡bien hecho preciosa! ¡Mi bebé es tan inteligente! aprendiste tan rápido – Takato la felicitó al tiempo que cubría de besos las mejillas redonditas.

—Soy inteligente como mami – dijo orgullosa tocando la nariz del omega con la suya, compartiendo un besito esquimal.

—Eres más que yo, mi vida, mucho más.

FIN DEL FLASHBACK

Toma una decisión inhalando profundo y soltando el aire para darse valor.

Observa a dos chicas que platican entre ellas mientras se lavan las manos. Da un vistazo hacia atrás asegurándose de que Hashiba no la haya seguido y armándose de valor sacado del deseo de volver con su madre, habla.

—Señorita… un hombre malo me secuestró, ¿pu-puede prestarme su teléfono para llamar a mi mami? – su dulce voz temblaba al tiempo que su respiración se agitaba debido a la adrenalina.

Las chicas se quedaron desconcertadas con los ojos desorbitados sin poder creerle. Un niño no va por la calle hablando con desconocidos diciendo que está secuestrado y que desea hablar con sus padres antes que llamar a la policía.

—¿¡Qué?! dijiste ¿secuestrada? – preguntó incrédula la más bajita —Niña, no está bien que mientas – reprendió sintiéndose incómoda por la situación.

—¡No miento! – gritó desesperada, aunque al ver su error, cubrió de inmediato su boca mirando hacia la puerta asustada.

—Ibiki, detente – pidió la otra después de observar bien la apariencia de Haru —mírala bien.

—¿Qué podría verle? Vámonos o no podremos subirnos a… —¿Eh? ¿trae una peluca?

—Sí, mira… - indicó acercándose a Haru que se quedó congelada cuando la chica alta tocó el nacimiento de su cabello, así como su rostro — y estas pecas están pintadas – le aseguró barriendo con su pulgar algunas de ellas, notando en el acto las mejillas un poco hundidas, así como ojeras que no verías en el rostro de un niño que es debidamente atendido.

—¡No puede ser! ¿cómo te llamas? ¿cuántos años tienes? ¿de dónde eres? ¿debemos llamar a la policía no? —Preguntó Ibiki mirando a su amiga que asentía.

—Sí, pero primero hay que salir de aquí. Vi un puesto de vigilancia cerca. Si nos apura…

—¡No, no podemos salir! – las detuvo —él… me está esperando afuera.

La alta le extiende el móvil —¿Sabes usarlo o quieres que yo lo haga?

De inmediato niega —Yo puedo – asegura marcando el teléfono que tenía fresco en su memoria, pero este no se encuentra disponible —dice que no puede contestar.

Claro, ella no sabía que este ya no estaba en manos de Takato, sino sepultado entre tierra y hojas en el mismo lugar donde fueron encontrados por los hombres del Clan.

—Vuelve a marcarle. Ibiki, llama a la policía.

—No puedo, mi celular se murió… te dije que necesitaba cargarlo y no hay conectores por aquí.

Haru intenta una segunda vez y nada, su barbilla comienza a temblar y sus cejas se juntan, quiere llorar pero aguanta tanto como puede. Respira y a la tercera vez opta por llamar a Ramiro.

—No contesta, ¿puedo llamar a mi tío?

—Claro, hazlo – la sonrisa de Sanada se vuelve más amplia brindándole tranquilidad.

No tuvo que esperar mucho, al segundo timbre una voz familiar respondió del otro lado de la línea.

[—¿Quién habla?]

—¡Rami!, soy yo, ¡Haru!

[—¡PATRONCITA! – Chihiro, que estaba a su lado hablando con Hasegawa, enmudeció abriendo los ojos como plato. Acción que se repitió en el otro — ¿estás bien, mija?, dime ¿te lastimaron? ¿sabes dónde estás?]

—Ponla en altavoz – ordenó Chihiro impaciente mientras marcaba a Junta.

Haru comenzó a llorar cuando la voz familiar de acento marcado llenó sus oídos, sintiendo un alivio que no había experimentado desde que fue cruelmente separada de Takato.

Todos se estremecieron en cuanto la escucharon, su llanto transmitía demasiada tristeza, angustia y al mismo tiempo un dejo de alivio.

Ramiro al escuchar su llanto mordió sus labios y apretó su mano contra su pecho. Quería verla, abrazarla y reconfortarla, pero no podía.

[—No llores mi patroncita chula, no llores. Vamos a ir por ti. Dime dónde estás, mija]

Sanada, al ver que la niña intentaba hablar pero sin éxito alguno, tomó el celular y lo puso en altavoz con el volumen suficiente para que las tres escucharan.

Por su parte, la otra chica llamada Ibiki, misma que se veía muy desconcertada por la situación en la que se habían metido, tomó a Haru en brazos y limpió su rostro.

—Ho-hola, soy Sanada, la dueña del celular. La niña se acercó a nosotras, dice que fue secuestrada y le creímos, trae puesta una peluca castaña, le pintaron pecas y no se ve muy bien de su cara.

[Ramiro apretó la mandíbula molesto —Es cierto lo que dijo, dime ¿¡dónde están?! - Casi rugió al pedirlo, olvidando los modales y cortesía, no estaba para saludar ni agradecer, solo quería que le dijeran dónde demonios estaban]

Asustada la chica tartamudeó —Nos-nos encontramos en Kawaguchiko, en-en la tienda que hay antes de subir al teleférico.

—¿Pueden salir sin ser vistas? —Mientras Ramiro hablaba, Chihiro ponía al tanto a Junta y Takato, quien de inmediato pidió hablar con su hija.

Esto cambiaba sus planes por completo, jamás imaginaron que Haru podría comunicarse con ellos y ahora hasta su ubicación exacta tenían. Sonriendo de lado, Chihiro dejó salir un "ja" complacido —Ella es sin dudas muy inteligente - pensó sintiéndose como todo un tío orgulloso.

Hasegawa movilizaba a todos, apenas fueron conscientes de la ubicación, corrieron hacia los autos y salieron disparados.

—No podemos salir, la niña dice que hay un hombre afuera esperándola... nosotras no sabemos qué hacer y si sigue llorando nos puede escuchar – en su tono se notaba el nerviosismo y no era para menos. Tanto ella como su amiga solo habían querido pasar un fin de semana agradable, alejadas del estrés y los inconvenientes, pero un problema ¡y de los grandes! explotó justo en sus caras y ahora estaban metidas hasta el fondo.

[—Haru, mi amor... — la dulce voz de Takato se hizo escuchar, su corazón se desgarraba con cada sollozo de su bebé, pero había aguantado estoicamente poniendo toda su atención hasta que la chica terminara de informar para al fin poder hablar con su tesoro.

La pequeña se removió entre los brazos de Ibiki. Con un movimiento rápido tomó el celular entre sus manitas —¡Mami!

[—Sí, mi amor, soy mamá – Takato mordió sus labios para acallar el quejido que venía desde el fondo de su estómago atorándose en su garganta. Destellos del fatídico día en que la perdió lo atormentaron; el olor del hospital impregnado en sus fosas nasales y la montaña rusa de emociones que no lo dejaban en paz volvían a quebrarlo. Sin embargo, no se permitió mostrar ni un gramo de debilidad a su hija, no cuando lo que ella necesitaba era sentirse segura y tranquila. Pero hacerlo era realmente difícil, sobre todo cuando su mayor amor se oía tan indefensa. En este momento solo quería marcarla con su aroma hasta que se sintiera completamente segura en sus brazos]

—Te extrañé mucho Mami, ¡ven por mí, por favor! – la vocecita que antes se había mostrado firme, volvía a ser la de una cachorrita que esperaba desesperadamente ser mimada por su madre.

El rostro del omega estaba hecho un desastre bañado en lágrimas. Junta, al verlo, tomó la mano de Takato, quien sin resistirse permitió que la sostuviera. Sorbió su nariz y haciendo uso de todo su autocontrol, continuó.

[—Lo sé bebé, yo también te extrañé y extraño muchísimo. Ya voy por ti, mi amor. Estoy en camino… falta poco]

—¿De verdad? – Exclamó entre llanto y pucheros. Sus tupidas y negras pestañas estaban completamente humedecidas. Parpadeó intentando enfocar su vista. Los preciosos ojos dorados resplandecieron con un brillo de esperanza.

[—Sí, es verdad – Takato quería seguir diciéndole que pronto estaría con ella, quería consolarla, pero el tiempo era oro y si pretendía encontrarla pronto para tenerla de nuevo en sus brazos, debía como primer paso: ayudarla a calmarse o corría el riesgo de que la descubriera quien quiera que la estuviera esperando fuera — Shh, shh Cariño no llores, no llores, tú eres mi niña valiente, ¿recuerdas? y necesito que lo sigas siendo, ¿sí, mi amor? —tragó saliva esperando su voz sonara más estable]

El llanto era normal y en una situación como la que vivía estaba más que justificado, no quería reprimirla ni que su hija lo interpretara como si mostrar sus emociones fuera algo malo, lamentablemente no podía explicarlo. No podía darse ese lujo, no cuando la nena corría peligro.

Con sus pequeñas manitas, Haru limpió sus ojos asintiendo como si estuviera frente a Takato —Sí mami, hic, seré valiente.

La expresión del omega reflejaba todo el amor que tenía hacia su hija, lo que hizo que las entrañas de Junta se llenaran de odio hacia aquellos que los lastimaron, y él, tristemente era uno de ellos y jamás podría perdonárselo.

Takato se aferró al celular acercándolo como si se tratara de su niña.

[—Eres tan buena, tan obediente. Mi niña hermosa, fuerte y valiente. Te amo tanto Haru, tanto tanto… por favor, por lo que más quieras, cuídala —Eso último iba dirigido a la chica]

—Yo también te amo, mami… – miró a las muchachas con una sonrisa de oreja a oreja. Su pequeña nariz de botón, así como sus mejillas, estaban de un precioso color rosado. Tapó con su mano el micrófono del celular y dirigiéndose a las betas, agregó alegre en voz baja: – ¡mi mami ya viene! Él es muy, ¡muuuy bonito! y ¡tiene el cabello negro como yo!

Aún y cuando había cubierto el micrófono, todos tras la línea pudieron escucharla, así como las palabras de las mujeres, quienes dijeron que "si era como ella, seguro era súper bonito", provocando en el omega una ola de vergüenza; una risa aliviada y fresca de Ramiro, ojos volteados de Chihiro y una afirmación de cabeza por parte de Junta, quien con un movimiento de labios agregó: "hermoso" mirando a Takato.

La espontaneidad de Haru había logrado que los corazones ansiosos de todos se relajaran, pero el dulce momento se vio interrumpido cuando desde lejos se escuchó la voz del infeliz que se la había llevado.

—Haru chan, ¿ya casi terminas?

La voz sonaba melosa, pero para los oídos de todos, pareció totalmente repugnante.

Takato apretó los puños y dientes. Un gruñido primitivo de los omegas, mismo que usaban cuando sus crías se veían amenazadas, salió de su boca furioso, de no ser porque Junta alcanzó a silenciar su móvil, habría sido escuchado incluso por Hashiba.

Usaka y el conductor sintieron los vellos de su cuerpo erizados, jamás habían oído tal cosa salir de un omega; por lo que eso, más la contrastante apariencia delicada de Takato, les pareció irreal.

Sanada tomó de prisa el celular que le había pasado a Haru para quitar el altavoz. Estaba nerviosa y su amiga aún más, no sabían qué hacer y si no actuaban pronto, el hombre podría entrar en cualquier momento y descubrirlas.

—Él, abrió la puerta… pero no ha entrado – susurró indicándole con señas a su amiga que metiera a la niña en un cubículo e hiciera lo mismo.

—¡Alto! No puede entrar ahí.

Pronto, una conversación se dio afuera. Al parecer, el "policía", que en realidad era un guardia de seguridad del lugar, el mismo que Haru había visto antes, se acercó a Hashiba al notar que estaba por entrar al baño de las damas.

Hashiba giró poniendo su rostro de poker —No, no, está equivocado… espero a mi hija, es pequeña, por eso estoy preocupado ya que lleva un tiempo adentro….

El policía no se escuchaba convencido, así que le pidió se alejara hasta que él comprobara su versión.

Una indicación que Hashiba para nada estaba dispuesto a seguir.

—¡Escucha! – ordenó Junta a la chica – Si él se ve amenazado es capaz de cualquier cosa, ¡sal ahora! trata de actuar normal, pregunta que si la niña viene con él y dile que se hizo sobre la ropa, que necesita lavarse y cambiarse. Que está muy apenada, que vaya a comprarle ropa. ¡Ya, hazlo!

La chica apenas si pudo procesarlo, pero era lo suficientemente consciente de que si no lo hacía, lo más seguro era que el secuestrador también las atacaría a ellas.

Se armó de valor dispuesta a poner en práctica todo lo que había aprendido en los programas de televisión que tanto le gustaban, esos en los que hablaban sobre asesinos seriales, sobre cómo actuar ante una situación de peligro y salir victorioso. Aunque, verlo, decirlo y hacerlo eran cosas muy diferentes.

Hashiba estaba desesperándose. La sonrisa amable que esbozaba, poco a poco se fue convirtiendo en una línea apretada acompañada de unos ojos fríos y amenazantes que le provocaron escalofríos al de seguridad.

Este último no le quitaba un ojo de encima, algo le parecía extraño, sus sentidos desarrollados por la experiencia que dan los años se lo decían.

El Yakuza lo miraba de pies a cabeza, buscando si el hombre tenía manera de poner resistencia, pues en Japón el portar armas de fuego está penado.

Incluso dentro de las fuerzas policiales, no todos contaban con una, así que rio por dentro cuando vio que este solo traía un par de esposas. Claro, un guardia de seguridad de un centro turístico no estaba calificado para portar alguna.

—Espere aquí, yo sí estoy autorizado para entrar. Preguntaré por su hija, ¿cómo se llama?

—Hashiba dio un paso hacia él, no sin antes dar otro vistazo alrededor asegurándose que se encontraba en el punto ciego de las cámaras. Con movimiento lento llevó su mano izquierda hacia el bolsillo de su pantalón.

Hashiba sonrió maliciosamente tomando la navaja con firmeza, cuando el guardia al fin se giró para entrar —Haru, se llama Haru…

Cuando estaba por sacar la navaja y atacar cobardemente directo a la yugular, Sanada asomó la cabeza por la puerta. Dejando a los dos hombres congelados.

Miró al policía primero, luego al otro que la veía como si de basura se tratara.

Nerviosa agachó la mirada, apretó su blusa y se dirigió hacia Hashiba —Di-disculpe… es u-usted el papá de la niña… amh – hizo como que intentaba recordar su nombre, Junta le había encargado que hiciera tiempo y lo cumpliría tanto como pudiera —¿Haku?

Hashiba bufó y cepilló su cabello, se estaba desesperando y esa no era buena señal.

—Haru, no Haku.

La chica tragó en seco – ¡Oh, claro! Haru, así es… lo siento, mi memoria es muy mala… mmm, bueno… verá… – de nuevo se hacía la tonta, miraba de lado, se balanceaba hacia atrás y hacia adelante, juntaba las manos, rascaba su mejilla, pero no decía nada.

El guardia también comenzaba a desesperarse, pero como el servidor público que era, debía mantener su imagen intacta y la amabilidad a flor de piel —Señorita, ¿podría hablarle a la niña?, dígale que su padre la está esperando – pidió para agilizar las cosas.

La chica se lamentó por dentro. Tenía a una persona que se suponía debía cuidar de los ciudadanos en ese lugar, que estaba entrenado con un buen ojo para detectar situaciones de riesgo, pero no… justo atrás de él tenía a un secuestrador que parecía que de no haber salido, este lo hubiera atacado.

Quería gritarle que lo atrapara y sometiera para así poder terminar con esto de una vez por todas, pero las indicaciones del hombre del teléfono eran absolutas; no alterarlo, manejarse con naturalidad, hacer tiempo, alejarlo.

—¿Ha-hablarle a la niña?

El guardia no pudo evitar fruncir el entrecejo —Sí, a la niña. Dice que está adentro. Llámela por favor.

—¡Seguro!, pero… es que… ay, cómo le puedo decir…

Harto, Hashiba se acercó hasta quedar a unos pasos de la mujer. Pretendía intimidarla y el aura asesina que se cargaba no era una broma. Bastaba con que estirara el brazo para que su mano apretara con fuerza su cuello hasta asfixiarla.

Sanada dio un paso hacia atrás asustada, incapaz de continuar con su actuación. Cerró los ojos fuertemente, agarró aire y dejó salir todo.

—La niña está muy apenada, no alcanzó a quitarse la ropa, así que se hizo encima. La ayudé a limpiarse. Se terminaron mis toallitas húmedas, pero no fueron suficientes… necesito más y un cambio de ropa estaría bien, por supuesto – agregó mordiendo sus labios esperando que Hashiba se lo tragara y se fuera.

El guardia suspiró fastidiado alisando su uniforme —Por lo que veo no soy necesario aquí. Señorita, tenga un buen día y usted – dijo refiriéndose al Yakuza —, no vuelva a actuar de manera sospechosa. Ahora vaya a comprarle ropa a su hija. Aquí no venden más que souvenirs, así que tiene que ir a la tienda que se encuentra en la base de la montaña. No se preocupe, su hija se encontró con una buena señorita, ella la cuidará, ¿verdad? – dijo mirándola.

Esta asintió —¿Lo vio sospechoso y aun así lo deja ir?, ¿¡acaso no tiene sentido del deber?! – pensó entre gritos internos. En serio vivía algo irreal —Sí, vaya con confianza, aquí me estaré con ella hasta que vuelva.

Hashiba analizaba la situación, mostrando un lenguaje corporal en apariencia: mesurada y correcta; aunque por dentro hervía de coraje.

Una salida que iba a ser sencilla y divertida terminó siendo un maldito dolor de cabeza. Ahora tenía que dejar a Haru en manos de, a su parecer, una persona inmunda.

Su cabeza trabajaba lo más rápido que podía para idear un plan que le permitiera llevarse ya a la niña, al menos así fue hasta que se vio interrumpido.

—Disculpen, están en la pasada – Exclamó una mujer que intentaba entrar al baño, seguida de otro par.

Sanada y el policía se disculparon, Hashiba por el contrario solo se hizo a un lado, ni una palabra salió de su boca.

—Señor, si gusta puedo acompañarlo – amablemente el del uniforme se ofreció, cosa que le pareció aún más molesto al yakuza que estaba a nada de aventarlos y sacar a la niña, pero ahora había más testigos, pues gente seguía entrando y saliendo del baño.

Inhaló profundo al tiempo que apretaba los puños. Miró a la chica y le habló con tono de advertencia.

—Iré por cosas para mi hija, no se vaya a mover de aquí – sus ojos eran cada vez más siniestros, pero lo que dijo seguido le puso los pelos de punta —No me gustaría tener que perseguirla por todos lados, señorita.

La estaba amenazando y ella lo sabía — si yo me siento asustada, que soy una persona adulta, ¿cómo lo habrá pasado esta pobre niña?

Su alto nivel de empatía, el encuentro no deseado con el secuestrador y la interacción con la madre de la pequeña, le permitió ponerse en los zapatos de Haru y Takato; esto mismo le ayudó sobreponerse y continuar con su actuación. Ahora más que nunca no podía permitir que el sujeto malo se la llevara, no cuando pudo vislumbrar su maldad y sentido el ruego del omega poniendo sobre sus hombros la responsabilidad de mantener segura a la menor.

Tal vez las cosas no saldrían bien, pero al menos en la otra vida podría ver a sus seres queridos y decir que murió con honor protegiendo a una niña.

Decidida, asintió con seguridad e incluso le pasó su número para que la contactara cuando estuviera de nuevo en la entrada del baño.

Hashiba siguió al guardia de seguridad, no sin antes dedicar otro vistazo al lugar. Tal parecía que Haru estaba cumpliendo con lo que le había pedido, pues de no ser así "la perra" (como había bautizado a Sanada), no habría desaprovechado la oportunidad de señalarlo, ¿no es así?

—¡Ahh! – exclamó sanada dejando salir toda la tensión acumulada por el encuentro. Palmeó su rostro y de inmediato tomó el celular entre sus manos, mismo que se había mantenido sin cortar la llamada; permitiendo que los cinco que esperaban impacientes, escucharan todo sin perder detalle alguno —Li-listo, se ha ido… pero no tenemos mucho tiempo. La tienda que le dijo el guardia de seguridad está a 20 minutos caminando y como 5 en coche.

Junta puso en silencio el micrófono y habló con Usaka que iba como copiloto.

—Ya avisé a nuestros hombres, pero… están inmersos en el bosque. Tardarían incluso más que nosotros en llegar hasta ellas; además, si es que anda en coche, 5 minutos de ida, 10 minutos a lo mucho haciendo las compras, más otros 5 de vuelta no serán suficiente para nosotros. Estamos aún a 40 minutos de distancia.

—Tienen que salir de ahí, no hay de otra – Dijo el Oyabun —Primero pregunten a Haru si alguien más viene con ella y ese imbécil. Así sabremos si es seguro que salga de ahí.

—¿Hola?, ¿sigue ahí? – la chica demandó nerviosa.

Rápidamente, Junta retomó la conversación —Sí, aquí estamos ¿Ya estás con Haru?

De vuelta en la esquina del baño, Sanada le indicó a Haru y a su amiga que salieran. Algunas mujeres las veían extraño, pero nadie decía nada.

—Sí, estoy con ella, no puedo poner el alta voz porque hay más personas.

Su amiga, que todo el tiempo se la había pasado mordiéndose las uñas, no dejaba de verla con cara de "en qué diablos nos metimos", pero no era tan mala como para sugerirle que dejaran abandonada a una niña que se había acercado a pedir su ayuda.

[—Hola preciosa cachorrita – la voz de Junta era como miel, tan dulce que incluso Takato se sintió sumergido en ella]

—Mmm ¿Azumaya san?, ¡hola! ¿estás con mi mami?

El corazón de Junta se derritió cuando la nena dijo su nombre, aunque no fuera con la misma informalidad y familiaridad de antes. Eso era algo que tendría que ganarse.

[—Sí, preciosa. Estoy con tu mami – ansiaba poder seguir hablando tranquilamente con ella y disculparse por haberla arrastrado también en su venganza, pero hoy no sería ese día —Cachorrita, ¿quién más anda contigo y Hashiba?]

La sola mención de ese nombre hacía que a todos se les revolviera el estómago de coraje y como si eso hubiera activado un chip en sus cerebros, Ramiro aceleró.

—No, solo Hashi y yo. Estaba en una cabaña, pero… salimos porque mordí a Hashi en la mano y Yamada san se enojó, me jaló el cabello muy fuerte, mis pies colgaban y me dolió mucho la cabeza. Hashi lo regañó, pero yo no quería quedarme. Hashi dijo que me llevaría con papá… pero, pero yo no quiero Azumaya san, yo solo quiero a mi mami... – de nuevo la vocecita parecía quebrarse, pero de sus ojos no cayó una sola gota — Mami, ¿ya estás por llegar?

En ambos lados, el silencio reinó incapaces de digerir lo que acababan de escuchar. La otra chica, que tenía a Haru sobre sus piernas, le quitó con cuidado la peluca —¡Ouch! – La nena se quejó cuando la sangre coagulada y la pomada se pegaron al cabello falso estirando la piel adolorida.

Las chicas se llevaron las manos a la boca, pues una parte de la cabecita lucía terrible. Le faltaban mechones y una pasta blanca con rojo sobresalía con aspecto grotesco. De nuevo la niña había dicho la verdad. Ibiki la abrazó mientras Sanada sacaba un pañuelo para limpiarla.

Ramiro apretó el volante hasta que sus manos se pusieron blancas y dejó salir una sarta de cosas cual rosario, que aunque nadie las entendiera, su tono dejaba en claro que no eran bendiciones. Chihiro se recargó mejor en el asiento mirando hacia enfrente con un rostro serio que pocos habían logrado mirarle. Ese rostro decía que la muerte Ayagi venía por ellos.

Junta dejó ver sus caninos al tiempo que sus venas se hinchaban en sus brazos y cuello por la ira que intentaba reprimir. Su instinto de Alfa rogaba despedazar a quien se había atrevido a dañar a su cachorrita. Sí, su cachorra; pues aunque no compartiera su sangre la amaba porque llevaba la de Takato, porque se había ganado su corazón y porque había jurado que cuidaría de ella.

En cuanto Haru dijo que la habían lastimado, algo muy dentro de Takato despertó y emergió desde las profundidades como una avalancha hasta extenderse por todo su cuerpo acelerando su respiración.

Su hija había sido herida cuando él juró que jamás permitiría que ni Himura, ni nadie pondría una mano sobre ella, pero ahí estaba, atrapado en un coche y él no había podido hacer nada al respecto. La ira e impotencia que burbujeaba en su interior, más otra cosa que no podía explicar, lo envolvía cada vez más y este pequeño omega de ojos azules solo era capaz de ver en un solo color: rojo.

Usaka, que se percató de los ánimos exaltados del Alfa y Omega, miró hacia atrás por el retrovisor, teniendo que girar el cuello cuando creyó ver los ojos de una bestia en vez de humanos. Sin embargo, en cuanto lo hizo, el rostro de Junta lucía tan normal como siempre mientras abrazaba a Takato acercándolo hacia su cuello, envolviéndolo en feromonas. Sin olvidar hacerlo con moderación para no lastimar más su cuerpo.

[—Casi, mi amor – respondió apenas con un hilo de voz]

[—Falta menos, cachorrita. Podrías pasarme a…]

—Me llamo Sanada y mi amiga Ibiki. ¿Ahora qué hacemos?, de nuevo el baño se quedó solo.

Junta pensó muy bien su siguiente movimiento. El plan "B" se gestaba durante la marcha, el "A" permanecía sobre la mesa y el "C", era al que menos quería recurrir. Solo el destino determinaría cuál tendría que ser ejecutado.

[—Haremos lo siguiente…]

—¡Ay no! – Exclamó Sanada mirando hacia el frente – él, él…

Recargado en la puerta de la entrada, Hashiba miraba a las tres al tiempo que ponía el seguro con toda la paciencia del mundo —Oh, veo que han cuidado bien a mi hija… tan bien que hasta se dieron el tiempo de lavar y secar su ropa… cuánta habilidad – exclamó con sarcasmo —y más cuando no hay secadoras cerca… Creo que ya no necesitaremos esto, ¿verdad? – dijo extendiendo la manta que tenía en su brazo, colocándola en el suelo

La sonrisa siempre a flor de piel cambió a una gélida. Los ojos oscuros carentes de humanidad miraban a las dos chicas que en cuanto vieron que este se acercaba, colocaron a Haru atrás de ellas.

—¡No se atreva a dar un paso más! He- hemos llamado a la policía, ya están en camino. Ni crea que se saldrá con la suya – Gritó Ibiki, quien todo el tiempo había intentado mantenerse al margen, pero no más.

—Ay… mi pequeña señorita, le dije que no debía hablar con nadie, ahora su peluca está arruinada. Venga, es hora de irnos – indicó extendiendo su mano. Haru asomó la cabecita negando, aferrándose a la ropa de Sanada — ¿no?, pasaremos por un helado de fresa y te compraré un peluche, que tal un ¿neko?

—¡Maldito enfermo!, ¿acaso está sordo? No se la va a llevar, la policía no tardará en llegar y…

Un silbido suave cortó el viento tan rápido que no fueron capaces de evitarlo.

En un instante, el Yakuza había llegado hasta ellas —Odio a las perras que ladran – susurró Hashiba en el oído de Sanada al tiempo que clavaba con más saña la navaja en sus entrañas.

Si alguien los veía podía creer que se trataban de una pareja que compartían un abrazo íntimo, pero el único abrazo que se prodigaban era el de la muerte.

—Glrr… mal… mal-di-to – murmuró la chica sintiendo cómo el líquido rojo mojaba su ropa.

—¡Akemi! – gritó Ibiki con desesperación al percatarse de lo que realmente había ocurrido.

Sanada volteó a ver a su amiga dedicándole unas palabras con su último aliento —Ve… ve-te… co-corre con… ell…

Ibiki, pese al shock y su dolor, fue capaz de moverse gracias al instinto de supervivencia. No quería dejar a su amiga, no quería que el hombre se saliera con la suya, pero por ahora, lo único que podía hacer era correr.

Tomó a Haru en brazos, quien no entendía lo que estaba pasando, pero el olor familiar de la sangre llegó hasta su nariz, curiosa quiso voltear pero la manta que había dejado Hashiba en el suelo fue usada para envolverla.

Ibiki la cubrió para impedirle ver algo que seguro la perseguiría por siempre apareciendo en sus pesadillas.

Hashiba, cansado del ruido, movió la afilada navaja haciendo un corte vertical hacia arriba como si estuviera destajando a un cerdo. Al final de cuentas, lo que yacía frente a él no era considerado como un ser humano.

En cuanto este retiró su cuerpo, la chica cayó al suelo, convirtiéndolo de inmediato en un charco de sangre. El brillo de sus ojos se había ido por completo.

Mientras tanto, Ibiki intentaba abrir la puerta, pero no podía. Hashiba había puesto el seguro; además, sin que lo notaran, también había destruido la manija, por lo que era imposible salir, al menos no con su fuerza y menos cuando cargaba a la niña.

De vez en vez volteaba hacia su amiga, alternando la mirada entre ella y el Yakuza que se lavaba la sangre pacientemente, como si no tuviera prisa alguna.

Desesperada comenzó a gritar, pero pronto, las alarmas contra incendios se activaron.

Las lágrimas no la dejaban ver bien, la garganta le dolía y no podía creer que nadie la escuchara. Desesperada comenzó a gritar más fuerte por ayuda, Haru por su parte intentaba salir de entre las cobijas, los gritos de la chica le causaban escalofríos.

Pero de un momento a otro estos se detuvieron. Sintió cómo caía, pero de nuevo era tomada. Temblaba intentando comprender qué pasaba.

—MMm… ¿mami? – llamó esperando que Takato le respondiera, pero quien lo hizo fue otra persona.

—No y por favor no vuelva a decir esa palabra o me aseguraré de que no haya más "mami" a la cual llamar – dijo pateando la puerta para al fin abrirla.

—¡No!, ¡no quiero ir contigo, suéltame! – gritó histérica pateando a diestra y siniestra —¡Mami!, ¡mami ven!, ¡maaamii!

Por primera vez, Hashiba utilizaba un tono amenazante y frío hacia ella. El hombre estaba harto de este día. No solo había sido mordido, sino que tuvo que lidiar con el molesto guardia de seguridad al que le robó el uniforme y haciéndose pasar por un nuevo empleado, entró sin problemas a áreas restringidas comenzando un incendio, para después terminar con las dos brujas.

No había nacido ayer, sabía que los niños no podían guardar secretos y por más brillante que fuera Haru, ella no estaba exenta de esto; por eso, que la desconocida se aferrara a alejarlo era lo suficientemente sospechoso para él, por lo que dejar a Haru no era opción, pero les hizo creer que se había tragado el cuento.

—Ya no quiero a Hashi… - sollozó Haru al fin pudiendo sacar la cabeza. Sorprendiéndose al ver todo lleno de humo y caos.

Hashiba la miró con la misma sonrisa de siempre —¿No?, pero yo sí la quiero mucho. Todo esto lo hago por usted. Siempre la voy a cuidar y siempre estaré a su lado.

Haru quería llorar, pero había prometido a su mami que sería valiente. Ya no había visto a las chicas, pero sabía que algo les había hecho Hashiba, el olor de la sangre seguía impregnado en este. Por más que se hubiera lavado, ella lo percibía.

La desesperación comenzó a erizarle la piel, las chicas no estaban, no había más personas, todo estaba en llamas, su mami no había llegado y ahora estaba a punto de volver a la cabaña donde Yamada la había maltratado.

—La cubriré mejor, no saque la cabeza o el humo puede entrar en sus pulmones.

Afuera, las personas corrían alejándose lo más que podían de la zona de peligro. El personal intentaba calmar las llamas, pero estas solo crecían más y más devorando todo a su paso, incluidos los dos cuerpos desangrados en el piso del baño.

Haru, apenas vio el coche en el que habían llegado, un miedo terrible se apoderó de su cuerpo. El sudor frío comenzó a mojar su piel, su corazoncito latía a mil por hora y el aire le faltaba. Estaba teniendo un ataque de pánico al verse totalmente desesperada y sola.

—Señorita… ¡mi pequeña!, ¡respira!, ¡respira! – Hashiba no sabía que hacer, buscó una bolsa de papel y la colocó cubriendo la nariz y boca de la niña —Tranquila, respira, así…

Con cuidado de no salirse del camino, Hashiba manejaba colina abajo para volver a la cabaña, pero no contaba que su pequeño juego con el fuego provocaría un tráfico terrible que parecía ir a vuelta de rueda.

Las luces de los autos se podían apreciar hasta donde la vista llegaba y si seguían con el mismo ritmo, seguramente llegarían hasta la carretera principal en una hora.

Cansado de un día de perros, Hashiba decidió reposar un momento, no sin antes darle una ojeada a Haru, quien después de sufrir el ataque, cayó profundamente dormida.

Esbozó una media sonrisa imaginando su futuro. Tal vez para estos momentos Himura ya estaría camino a la cabaña y él le daría la mejor sorpresa de todas.

Impaciente tomó su celular para llamar al encargado de sacar a Himura del nosocomio, pero justo antes de marcar, recordó lo que la chica había dicho: "hemos llamado a la policía, ya están en camino"; sin embargo, ni una sola patrulla los detuvo en el camino y, solo los bomberos, control de desastres naturales y la agencia de seguros pasó cuesta arriba.

—El celular – pensó —no lo tomé… esas perras, ¿realmente llamaron?

Mientras su imaginación volaba, su pantalla se encendió y el mensaje que tanto había esperado al fin llegó.

"El festejado está conmigo, te mando imagen de él. También te manda decir que quiere que reúnas a todos, que nadie falte. Estaremos en el Hotel Moka, está algo cansado y solo pudimos completar habitaciones en este lugar"

Hashiba llevó una mano a su boca evitando que una carcajada eufórica saliera y despertara a la niña —¡Al fin!, ¡sí!, ahora volveremos a estar todos juntos, como la familia que somos. El Clan Himura resurgirá. Todos los que apoyaron al maldito de Azumaya y su puto omega suplicarán por sus vidas.

Mientras tanto, no muy lejos de ahí una docena de autos se estacionaban uno seguido del otro. El Alfa Enigma abría la puerta trasera extendiendo la mano para que un precioso Omega la tomara y descendiera.

La fiesta estaba por comenzar.