4 años sin escribir media palabra de fanfic y llegó con uno nuevo, qué curioso, ¿no?
Dejando de lado mi ausencia digna de político latinoamericano, vengo con una nueva idea de historia que lleva en mi mente años. Sí, los mismos años que llevo sin actualizar El último caballero **Cof cof**.
El resumen de la idea de esta historia es el típico "Izuku tiene un quirk y algo pasa que no lo deja usarlo y blah", no muy original en un principio, pero trataré de darle bastantes divergencias a la historia.
El único ship confirmado es el IzuOcha, de resto irán saliendo sobre la marcha. Izuku no va a obtener One For All en un principio (probablemente no lo obtenga nunca). Además, estaré creando algunos oc's y exploraré/modificare algunos quirks de personajes conocidos.
No mucho más que agregar, así que comencemos.
ADVERTENCIA: Esta historia contiene violencia, pensamientos depresivos profundos, autolesiones y temas oscuros en general. Si usted es sensible a cualquiera de estos tópicos, leer bajo su propio riesgo o abstenerse de ello.
Capítulo 1: El día de mi suerte.
La selva es un lugar salvaje y oscuro, donde únicamente los más aptos sobreviven. Aquellos que menos corazón tengan mejor serán recibidos entre los árboles que tocan el cielo y las hojas que ocultan el infierno. No hay horror más puro como el de la naturaleza misma, ni muerte más honesta como aquel que perece ante las criaturas hermosas y asesinas que habitan en ella. Pero, ¿qué pasa cuando este horror puro es manchado por criaturas igual de crueles pero carentes de belleza?
La humanidad salió del bosque hace mucho tiempo, y nunca debió volver ahí adentro. Los montes solo sirven como cementerio para gritos de ayuda que jamás serán escuchados. Las hectáreas de tierra fértil ya no cultivan fruta y verdura sino huesos y carne podrida. Los campos no son para correr y oler las flores en dicha sino para tratar de huir de un cruel destino.
En estas tierras salvajes, las flores tienen más sangre que polen.
En vez del cantar de los pájaros, el sonido metálico de armas vaciando sus cargadores.
En medio de la selva, dos grupos indeterminados se enfrentaban; todos en trajes de soldados, portando fusiles, ametralladoras. Otros hacían gala de sus habilidades únicas obsequiadas por el mismo satanás. Y así el bosque ardía, y los árboles cobraban vida para atravesar cuerpos humanos mientras que estructuras de piedra intentaban parar la furia de las plantas.
El baño de sangre era el objetivo de este enfrentamiento, rociando los suelos llenos de hojas y extremidades de soldados sin nombre que jamás serán recordados. En medio de toda la sangre, los huesos cultivados en la tierra cobran vida, atravesando cráneos, torsos, manos, piernas y todo lo que estuviese a su alcance.
En medio de esa masacre, un hombre gritaba como un animal salvaje, recibiendo ráfagas de frío metal en su cuerpo, siendo apuñalado por cuchillos que parecían tener vida propia. El hombre hecho animal gritaba inmutable, avanzando a pesar del dolor.
Podías ver su expresión, la ira marcada, los ojos dilatados por el dolor y la adrenalina. Su cuerpo cubierto de sangre de pies a cabeza, inmutable ante el salvajismo que experimentaba y que se desarrollaba a su alrededor.
El grito de ese hombre se podía escuchar sobre el sonido de las armas, las explosiones, el fuego quemando carne, la carne siendo mutilada, los gritos de película de terror. La furia de aquel animal en cuerpo humano llegó más allá de los árboles hasta el cielo teñido de rojo.
Entonces hubo silencio.
Colombia, año 2250.
En una habitación oscura, sumida por el calor y la humedad, un hombre se levantaba exaltado, sentándose en su cama con su cuerpo totalmente cubierto de sudor. La expresión de su rostro era una extraña amalgama entre terror e ira. Pasaron un par de minutos hasta que el hombre pudo estabilizar su respiración. Sentándose en la cama y pasando sus manos por su cabello húmedo debido al sudor.
Con cuidado, se levantó de la cama, mostrando su cuerpo robusto y ancho, junto a sus 185 cm de altura. El hombre se dirigió hacia un baño desgastado, donde se lavó la cara y se detuvo un momento para mirar su reflejo en el espejo.
El hombre en cuestión aparentaba tener entre treinta y cuarenta años, su rostro era duro, con arrugas marcadas por el estrés y dos pequeñas protuberancias huesudas y puntiagudas en sus pómulos, una en cada mejilla; tenía una barba completa un poco desarreglada, tez morena y ojos de un café profundo que casi llegaba al negro del abismo. Su cabello castaño ondulado llegaba casi a los hombros y se notaba bastante desarreglado. Tenía bastante vello corporal, tanto en el pecho como en los brazos, dándole una apariencia que podría compararse a la de un oso pardo. Actualmente no tenía camisa, únicamente sus chapas del ejercito rodeaban su cuello y vestía unos shorts simples.
La habitación era rustica, como una pequeña cabaña, había ropa y botellas por todos lados y una pequeña hielera cuyo frío había abandonado hace mucho.
El hombre oso, sediento, buscó y buscó y encontró una botella de agua, la cual bebió con ansiedad pura debido a la temperatura del lugar. Luego, esculcando entre sus ropajes y mesas, encontró un celular simple. Al encenderlo, se encontró con algunas llamadas perdidas y un mensaje que le interesaba.
- "Es hoy". – Decía en el mensaje. El hombre grande se quedó mirando el mensaje con apreciación, sus ojos cafés no mostraban emoción, simplemente estaba juzgando algo imperceptible a la vista. Con un suspiro, guardó el celular.
Comenzó entonces a organizar sus cosas, tomando su ropa y doblándola con mesura, para luego meterla en una gran maleta de equipaje verde. Luego, fue a ducharse; la ducha no era para nada lujosa y el agua estaba fría, aunque dada las temperaturas esto último parecía más una ventaja.
Aquel hombre imponente pronto se encontró vestido de manera formal, con unos pantalones de vestir negros, zapatos elegantes, una camisa blanca, corbata negra y un chaleco negro abotonado sin mangas.
Se escuchó cómo tocaban su puerta.
- Coronel García, llegó su transporte. – Dijo una voz en español al otro lado de la puerta.
Tomó su maleta y se dirigió a la puerta.
Una vez abierta, se encontró con un soldado firme al lado del marco de la puerta saludándole. Entonces se pudo apreciar el lugar donde se encontraba; era una base militar rustica en medio del monte, todos los edificios eran cabañas. Soldados iban y venían en camionetas, marchando y haciendo ejercicio.
Frente a la cabaña, había un hombre en uniforme de soldado con una camioneta militar atrás de él. El llamado ahora coronel García se acercó al hombre, saludándolo con un leve asentimiento.
- Buenas mi coronel, teniente Torres a su servicio. Soy el encargado de llevarlo a la zona de extracción, allí nos espera un helicóptero que lo llevará a Bogotá. – Informó el teniente torres, ganándose un asentimiento del coronel quien ya había guardado su equipaje y se estaba montando al vehículo seguido de Torres.
Cuando Torres prendió el vehículo, el reproductor de música comenzó a sonar.
- Cuando niño, mi mamá se murió, solito con el viejo me dejó… –
Acompañado de la música, el viaje que no duró más de 10 minutos terminó. Llegaron a un área despejada que servía como helipuerto. Una vez allí el coronel García se bajó con su equipaje, acercándose al helicóptero que lo esperaba.
- Mi coronel, quiero que sepa que fue un honor luchar bajo su mando. Jamás olvidaré las veces que nos salvó la vida. Suerte en su nuevo viaje. – Dijo el teniente Torres, haciendo el saludo militar mientras que el coronel metía su equipaje. El hombre del cabello ondulado miró al joven soldado, reconociéndolo de muchas operaciones donde estaba bajo su mando.
- Que tengas mucha suerte, niño. – Fueron las primeras palabras pronunciadas en el día por el coronel, quien le puso una mano en el hombro al teniente antes de subirse al helicóptero.
A medida que la maquina se elevaba, el coronel miraba con ojos muertos los grandes cúmulos de fauna selvática. Allí se podrían hallar más cadáveres que en un cementerio. La mirada del castaño podría confundirse con nostalgia, pero nada más lejos de la realidad.
Después de un viaje largo de tres horas, los ojos del coronel avistaron grandes edificios y en consecuencia la gran urbe metropolitana que era Bogotá. Ahí donde el frío es siniestro y el aire es tan denso que costaba respirar, la bien llamada ciudad "nevera".
La era de los quirks había azotado a Colombia como al mundo entero. Cuando el primer caso de una habilidad super humana se registró en el país andino en Bogotá, en el año 2026, un año después que el primer caso en china. La guerra civil que desató fue de mayor magnitud que las que azotaron el país en el siglo 19 y el siglo 20. El mayor conflicto fue entre 2030 y el 2035, una guerra civil de 5 años que dejó a Colombia sin el 30% de su población. La llamada "Guerra Civil Meta-humana colombiana". Después de esa devastadora guerra, siguieron más conflictos "menores" en todo el país hasta la normalización global, donde una ONU reformada ayudó a poner orden a la mayoría de países para que regularan las habilidades meta-humanas, entre los años 2120 y 2130, después de un siglo de puro caos donde la población mundial se redujo en un 20%.
Actualmente, sigue habiendo conflictos dentro del país, sumado además a una guerra en contra del país gemelo Venezuela que ya había durado tres años y contando.
El helicóptero llegó directamente al aeropuerto El Dorado, donde al aterrizar fue recibido por una cara muy familiar.
Nada más bajar del helicóptero, gruñó por lo bajo. Delante de él, se encontraba una mujer alta, aproximadamente 170 cm, tez blanca, cabello oscuro y ojos verdes; la mujer vestía un traje particular, una especie de armadura al más puro estilo amazónico, con la particularidad de que la gama de colores era la de la bandera colombiana.
- ¿Disfrutó el viaje, mi coronel? – Preguntó la chica, con un tono un tanto burlesco mientras miraba al hombre barbudo con una sonrisa pícara. García la miró con cansancio mientras caminaba con equipaje en mano.
- Deje la huevonada, ¿qué hace usted aquí? – Preguntó con un tono casi amenazante, ganándose una mirada de miedo de parte de los demás hombres en traje que estaban presentes. La mujer, sin embargo, solo se rio un poco.
- ¿Acaso no puedo venir a despedir a un amigo y colega? – Preguntó con recelo sin dejar su tono burlesco.
- No somos amigos, y se me hace tarde pa' el vuelo. Si eso era todo, adiós. – Expresó el coronel con hartazgo, empezando a caminar con su equipaje. La mujer no lo siguió con la mirada a medida que el hombre siguió caminando detrás de ella.
- Vamos, Simón, no sea así. Vea que después de hoy no lo voy a ver más. – Dijo ella, finalmente volteándose hacia el hombre.
El ahora llamado Simón se detuvo un momento y suspiró. Miró a la mujer sobre su hombro.
- ¿Qué quieres, Isabella? – Preguntó cansado, ganándose una mirada victoriosa de parte de la mujer, quien caminó hacia a él.
- Ya te lo dije, decirle adiós a un amigo. Y tal vez comprender mejor por qué uno de los héroes más poderosos del país nos abandona para irse al otro lado del mundo. – La sonrisa de la mujer iba muriendo a medida que hablaba, quedándose finalmente con una mirada neutra y un ceño ligeramente fruncido.
Simón suspiró por tercera vez en el día, pensando un momento hasta que al fin se volteó para mirar a la mujer. Ojos cafés muertos chocaban contra los verdes llenos de vida de Isabella.
- Yo ya he hecho mucho por este pedazo de tierra, me llegó una oportunidad y la tomé. Así de simple. – Dijo el hombre con franqueza, sin dudar ni un momento. La pelinegra endureció un poco su mirada.
- En resumen, nos abandona en medio de una guerra. ¿Qué pudo ser tan jugoso que aceptó irse a china? – Preguntó la mujer en tono agresivo. Esta vez fue Simón quién endureció su mirada.
- A dónde voy y por qué no es tu asunto, Amazona. Tú dejaste la selva hace años, es tiempo de que la deje yo. – Proclamó el hombre, usando el nombre de héroe de la chica.
- Dejé la selva para ser la heroína número uno del país, tú de plano te vas del país, huevón. – Le reclamó con voz traicionada.
Isabella Delmar, mejor conocida como La Amazona Tricolor, es la heroína número uno de Colombia. Con su Quirk llamado "enchanted forest", capaz de manipular y crear la flora.
Simón gruñó cansado, viendo su celular notando que la hora de su vuelo estaba muy cerca.
- Escucha, Isabella, no tengo tiempo para discutir contigo. Piensa lo que quieras, he hecho más por este hijueputa país que cualquier otro héroe gonorriento. Llevo muchos años en servicio, me voy porque me lo gané. – Le dijo en tono cansado y harto el hombre mayor, mirando con furia a Isabella. La heroína se quedó callada, mirando pensativa al hombre.
Simón se hartó, y volviendo a coger su equipaje se volvió a poner en marcha hacia su vuelo, dejando a la mujer plantada.
- Si se te presenta una oportunidad como la mía, tómala. No desperdicies tu vida. Adiós, Isabella. – Dijo finalmente el hombre de cabellos ondulados sin dejar de caminar, hasta que al fin dejó atrás a la mujer pelinegra.
Después de pasar por todos los filtros, Simón se vio finalmente esperando su avión, dentro de un minibar. Tomaba whiskey mientras veía las noticias en el televisor. Pasaban un reportaje acerca de los héroes top 1 de cada país, quedando como siempre All Might (Japón) de primero, seguido de Stars and Stripes (Estados Unidos). La música del bar acompañaba el ambiente.
- A los 10 años papá se murió, se fue con mamá para el más allá… –
El reportaje terminó con una comparativa local entre Amazona Tricolor y Stars and Stripes, poniendo a la norteamericana a barrer el piso con la sudamericana en cuanto a estadísticas. Bufé un poco mientras terminaba mi whiskey y escuchaba el llamado de mi avión.
- Pasajeros del vuelo a Tokio, favor de abordar. –
Simón se dirigió a la zona de abordaje, enseñando su boleto. Para su fortuna, estaba en primera clase, después de todo era un vuelo de más de 24 horas.
Mientras caminaba al avión, su celular comenzó a sonar. Viendo el identificador, el hombre mayor contestó.
- Moshi moshi. – Respondió el Simón en japones, con voz ronca. Escuchó una risa aguda del otro lado del teléfono.
- ¡Jajaja! Practicando tu japones, por lo que veo. – Respondió aquella voz, también en japones. El castaño gruñó en respuesta.
- Apenas y tuve un par de meses para practicar. Odio su maldito idioma y sus kanjis estúpidos. – Respondió el castaño en un japones bastante atropellado.
- Pero mira lo bien que pronuncias los insultos, ¡Jajaja! Puedo cambiar a español o a ingles si se te hace más cómodo. – Respondió la voz entre carcajadas. Simón bufó, sentándose por fin en su lugar, uno bastante amplio con privacidad, hasta una puerta la cual cerró inmediatamente.
- No, tengo que practicar. De todas formas, en un día voy a estar allá y como no hay vuelo directo a Musutafu debo tomar el tren desde Tokio. – Respondió con lentitud el colombiano, volviendo a escuchar carcajadas del otro lado del teléfono, irritándolo aún más.
- Bueno, me alegra que estés tan contento, Simón. Solo llamaba para controlar tu trayecto, te estaré esperando. – Le dijo felizmente la voz.
- Sí, sí, lo que sea, rata careverga. – Respondió el castaño, diciendo lo último en español, colgando la llamada. Pronto se encontró en el aire, viendo por la ventana cómo la gran metrópolis bogotana se hacía más y más pequeña, hasta perderse en las nubes.
Al cabo de un par de horas, mientras se tomaba un vodka, revisó la trayectoria del avión. Notando que oficialmente había salido de Colombia. Miró por la ventana, y aunque solo podía ver nubes, se imaginó aquella tierra selvática en donde murió tantas veces alejándose en el horizonte.
Algo en su pecho se sintió más ligero, y dando un último trago de vodka, reclinó su asiento en forma de cama, se puso unos audífonos para escuchar algo de música y cerró los ojos.
- "No llores nene que tu suerte cambiará", ¿y cuándo será? –
Musutafu, Japón.
"No todos los hombres son creados iguales", esa era la conclusión a la que un simple niño peliverde llegó usando de evidencia su vida. En esta sociedad llena de superhumanos, donde es normal ver personas con extremidades extras, con formas extrañas, donde existen personas capaces de romper acero con las manos desnudas, capaz de controlar elementos fundamentales de la existencia como si de respirar se tratara, es difícil redefinir el concepto de lo "normal". A día de hoy, 80% de la población humana cuenta con un quirk, mientras que el otro 20% se mantiene como los humanos de antaño.
Ya a principios del siglo 21 lo que era considerado normal estaba cambiando, y con la llegada de los quirks, los filósofos y pensadores de las épocas siguientes quedaron perdidos en un océano de dudas.
¿Qué hace normal a una persona si todo parece anormal? ¿Si todos son especiales entonces nadie lo es? O tal vez, lo que te hace ser normal es la falta de anormalidad.
En la escuela intermedia de Aldera, en la ciudad de Musutafu, el mismo niño peliverde sufría las consecuencias de sus propias reflexiones, llegando a confundirlo y lastimarlo, tanto metafórica como literalmente.
- Bakugo, creo que te faltó una mancha a la izquierda, ¡jajaja! –
El niño que dijo eso se carcajeaba de la risa junto con sus demás compañeros, todos vestían uniformes negros de la escuela. ¿El motivo de la risa? Otro de los estudiantes, un rubio de cabello puntiagudo, cuyos ojos rojos fácilmente podrían confundirse con el de un gato acechando en la noche, tenía agarrado a otro estudiante de las piernas mientras lo usaba como trapeador para, literalmente, limpiar el piso del baño cubierto de fluidos amarillentos de asquerosa procedencia.
Aquel muchacho, de cabellos verdes ondulados y desordenados, trataba por todos los medios de erguirse de alguna forma, fracasando en el intento.
- Kacchan, por favor, basta. – Decía tembloroso el muchacho, tratando de mirar al rubio con sus ojos color esmeralda suplicando por piedad. Dichas suplicas fueron respondidas con una mirada de pura cólera, provocando que el rubio tallara con más fuerza la cabeza del niño ojiverde contra el suelo.
- ¡¿Cuántas putas veces te he dicho que dejes de llamarme así, Deku de mierda?! ¡Es Bakugo-Sama para ti, desperdicio de aire! – Gritó en suma cólera el estudiante rubio, generando explosiones de las palmas de sus manos para quemarle las piernas al niño desamparado.
Izuku Midoriya era el nombre de la víctima. Katsuki Bakugo era el nombre del victimario. ¿Por qué uno estaba siendo usado como trapeador y el otro gozaba de poder usarlo como trapeador? Simple:
"No todos los hombres nacen iguales."
Katsuki había sido bendecido con un quirk poderoso, su sudor era de hecho una sustancia idéntica a la nitroglicerina, por ende, podía generar explosiones con las palmas de sus manos al hacer estallar dicho sudor.
- No sé cuántas veces tendré que enseñarte a respetarme, Deku. Eres tan patético que no puedes seguir simples órdenes. A ver si con esta lección de hoy aprendes que, si te digo que tu cabello parece un trapeador, entonces tu cabello es un puto trapeador. – Escupió Bakugo, generando chispas en sus manos, listo para una explosión. El peliverde, al escuchar las explosiones, se tensó, y justo antes de recibirlas, sintió como todo su cuerpo temblaba. Cerró los ojos cuando la explosión finalmente llegó, pero cuando se dispersó el humo, Izuku ya no estaba ahí, para confusión de Bakugo y sus compañeros.
Una ceja le tembló a Bakugo cuando escuchó un quejido justo detrás de ellos. Al voltearse, todos vieron a Midoriya sentado contra la pared, sosteniéndose su brazo izquierdo mientras se quejaba de dolor.
- Tsk, parece que el cobarde se acobardó otra vez. – Gruñó el rubio por lo bajo.
- Jajaja, mira, otra vez se lastimó el brazo con su propio quirk, qué estúpido. – Se burló otro de sus compañeros.
Izuku se sostenía el brazo izquierdo, debido a que actualmente le estaba sangrando, manchando su uniforme. Katsuki bufó y se metió las manos en los bolsillos caminando hacia la salida siendo seguido por sus esbirros. Al pasar al lado del peliverde, este se tensó temblando de miedo.
- No sé ni por qué me molesto en sacarte la mierda si tú mismo eres tan imbécil que te lastimas solo. Ni para ser saco de boxeo eres bueno, pelos meados. Mejor matate de una vez, nadie te extrañará. – Dijo con fría malicia el rubio, saliendo del baño mientras sus compañeros se reían del nuevo apodo.
Izuku se quedó quieto un par de minutos, teniendo miedo de que volvieran. Una vez notó que nadie más entraba, se levantó poco a poco. Arremangándose la camisa, examinó su herida. Había una grieta en la carne de su antebrazo, el cual ya de por sí tenía varias cicatrices entre pequeñas y medianas a lo largo y ancho. Con agua se limpió la herida, y sacó unas vendas de su bolsillo trasero, cubriendo firmemente la herida y bajándose la manga.
Izuku se miró al espejo del baño. Sus ojeras eran tan pronunciadas que casi tapaban las pecas que tenía en cada mejilla, su rostro redondo solo expresaba tristeza y ansiedad. Su cabello, normalmente esponjoso, ahora estaba empapado de las mil porquerías que había en ese baño. Usando el jabón para las manos de manera desesperada, Izuku se lavó como pudo el cabello, no resultando muy efectivo. Se revisó las piernas y suspiró de alivio al ver que el uniforme no se había llegado a quemar.
Con pánico, recordó algo y se metió a una de las cabinas, viendo con éxito un libro flotando en el excusado. Con sutileza lo tomó, agitanándolo un poco para secarlo. El joven lo había forrado con anterioridad, prediciendo situaciones similares a la que acababa de vivir. En el título del libro se leía: "Análisis de héroe para el futuro. Edición No. 9".
Con el libro en sus manos, salió del baño con cuidado, notando como muchos estudiantes lo empezaban a mirar. Algunos con asco, otros con pena y otros con burla.
- Cuidado con mojar el piso, pelos meados. – Se burló algún estudiante, pero Izuku no se detuvo para ver quien era, simplemente fue a buscar su mochila. Para su suerte, pudo salir de la escuela sin ningún problema.
Izuku siempre había querido ser un héroe, desde que tuvo uso de razón, se había quedado fascinado con la idea de salvar personas. Se enamoró de la idea cuando, a los cuatro años de edad, vio el video del debut de All Might en japón. El que hoy en día es considerado el héroe más poderoso del mundo, salvaba personas mientras reía y sonreía. Aquella escena causó tal impresión en el peliverde que ser un héroe se convirtió en algo más que solo un sueño.
El peliverde deseaba tener su propio quirk para poder empezar su sueño de ser un héroe. Entonces, ¿qué fue lo que sucedió?
Él despertó su quirk.
Musutafu, Japón. Año 2241.
Cuando Izuku tenía cuatro años, por fin empezó a ir a sus sesiones medicas que lo ayudarían a determinar cuál era su quirk dado que a esa edad es donde usualmente las personas despertaban sus habilidades.
Todos los niños en el jardín de infantes ya poseían un quirk, y eso incluía al que era su mejor amigo, Katsuki Bakugo, o como Él lo llamaba, "Kacchan".
- Oye, Izuku, ¿cuándo va a despertar tu quirk? Ya todos en nuestra clase tienen uno, estoy cansado de esperarte. – Dijo el pequeño de ojos rojos, mirando con hartazgo a su amigo peliverde, el cual jugaba distraídamente con una pelota con la mirada baja.
- El doctor dice que sí voy a tener un quirk, pero que puede tardar un poco más por mi gene-genetita. – Le dijo el peliverde, trabándose en la última palabra. El rubio bufó.
- Se dice "genética", tarado. No es de extrañar que tu quirk tarde si ni siquiera puedes hablar bien, pareces retrasado. – Habló el niño con suficiencia, mirando hacia abajo al niño de ojos esmeraldas, el cual solo se sintió culpable, sintiendo sus ojos llorosos.
- Perdón, Kacchan. Te prometo que pronto tendré mi quirk y así podremos ser héroes juntos. – Exclamó con emoción el pequeño niño, ganándose un bufido del rubio.
- Más te vale. – Terminó por decir Bakugo.
Las semanas pasaron e Izuku seguía asistiendo a sus sesiones con el doctor, sin embargo, su quirk aun no despertaba, por lo que el pequeño niño comenzó a ponerse ansioso. Aquella situación preocupó a su madre, una bella mujer que era idéntica a su hijo, mismo cabello y ojos verdes, aunque los ojos de ella eran de un verde más opaco mientras que los de Izuku eran más brillantes.
- Doctor, sé que dijo que mi Izuku-chan iba a obtener su quirk pronto, pero ya han pasado varios meses y todos sus compañeros de salón obtuvieron su quirk. – Explicó la señora Midoriya, consternada con la situación.
El Doctor Tsubasa revisaba sus notas y registros, notándose un poco consternado con la situación, aunque sus razones diferían un poco de las de la madre.
- Bueno, señora Midoriya, su hijo de hecho tiene todo para despertar su quirk. Según los resultados de las pruebas de ADN, Izuku-chan posee el gen Q de manera activa, por lo que en cualquier momento debe poder despertar sus habilidades. – Explicó el doctor, mostrando los resultados del pequeño peliverde, el cual no entendía nada excepto que sí iba a conseguir su quirk.
- Pero, ¿cuándo será? – Preguntó el niño con una mirada de cachorro sosteniendo su figura de acción de All Might. El Dr. Tsubasa suspiró.
- Honestamente es difícil de decir cuándo pasará. El caso me tiene consternado, lo que me lleva a que sea un Quirk invisible o una mutación más avanzada. Después de todo, los exámenes físicos no revelan que su hijo vaya a heredar su telequinesis o la respiración de fuego de su marido. Solo hay que ser pacientes. – Terminó por explicar el médico, dejando al niño triste y a la madre preocupada.
Esa noche, de vuelta a casa, Izuku se pasó toda la madrugada viendo videos de All Might salvando personas, deseando con todas sus fuerzas que su quirk despertara. El pequeño peliverde se durmió entre llantos silencios, mientras que su madre preocupada no pudo dormir esa noche.
Los días pasaron, e Izuku trató de seguir con su vida, pero era difícil que todos en el jardín de infantes le recordaran su falta de quirk, inclusive le decían "quirkless" de manera despectiva.
- De verdad, Izuku, estoy empezando a pensar que nos estás mintiendo sobre tu quirk. ¿Acaso tienes miedo de decirnos que eres un patético quirkless? – Preguntó el rubio con burla mientras él, Izuku y otro par de compañeros caminaban a través de un bosque, con él liderando el camino.
- N-no es así, Kacchan. El Doctor dijo que puede tardar porque es una mu-mutación. – Tartamudeó el niño, nervioso ante las burlas de sus amigos.
- "El doctor dijo, el doctor dijo". Para mí que el doctor solo te está tomando el pelo. Asúmelo, eres un Deku. – Dijo el niño con sorna, haciendo que todos se rieran.
- ¿Deku? – Preguntó confundido el peliverde.
- Tu nombre, Izuku, se puede leer como "Deku", la palabra significa patético e inútil. – Explicó Katsuki con una sonrisa descarada.
- Kacchan, no seas así conmigo… – Pidió Izuku con tristeza en su voz, siendo contestado una vez más con solo risas.
El grupo de niños estaba cruzando un tronco enorme que hacía de puente entre sus extremos, debajo de dicho tronco había un río. Katsuki, distraído burlándose de su amigo peliverde mientras generaba explosiones para guiar el camino, tropezó y terminó cayendo al río.
- ¡Kacchan! – Gritaron todos, incluido Izuku, quien vio en cámara lenta como su mejor amigo caía en el río.
El peliverde sintió una corriente de energía por todo su cuerpo, sus ojos le picaron mientras veía la figura del rubio caer en el agua. En un momento, estaba encima del tronco con sus demás compañeros, y en otro instante, sintió como sus pies se mojaban y frente a él estaba Katsuki mirándolo con sorpresa. Izuku, sin entender muy bien, simplemente hizo lo primero que le dijo su instinto.
Le extendió la mano a Bakugo mientras lo miraba preocupado.
- Kacchan, ¿estás bien? – Preguntó el peliverde.
Katsuki no entendía, se quedó mirando la mano de Izuku y luego su rostro preocupado. Para el joven rubio, era un insulto que el peliverde pensara que él necesitara ayuda, sobre todo de alguien tan patético como él.
- ¿Qué carajo? ¡No necesito tu maldita ayuda! – Gritó Katsuki de repente, cacheteando la mano de Izuku con una explosión.
- ¿Cómo llegaste tan rápido abajo, Midoriya? Estabas con nosotros hace un segundo. – Preguntó uno de los compañeros confundido.
- Creo que vi por el rabillo del ojo cómo Midoriya se iluminaba y de repente estaba ahí abajo, como si se hubiera teletransportado. – Dijo uno de los niños, fascinado.
Izuku entonces lo entendió mientras se sobaba la mano. Sus ojos se llenaron de alegría y brillo, y sonrió de la manera más pura posible.
- ¡Ya desperté mi quirk! – Exclamó por todos los aires, ante la mirada enfadada de Katsuki.
Izuku no tardó en ir corriendo a casa. Cuando le contó que había despertado su quirk, se le echó a llorar en sus brazos. Inko simplemente lo arrullaba mientras le regalaba palabras tiernas que solo te puede decir una madre.
Una vez en el medico, pasó por todos los exámenes, e inclusive pudo teletransportarse un metro hacia su izquierda. Su quirk quedó registrado como "Teletransportación".
En el jardín de infantes, cuando trató de demostrarle su quirk a sus compañeros y maestros, pudo volver a hacerlo, esta vez un par de metros a la derecha, dejando sorprendidos a sus compañeros.
Todos parecían contentos con el peliverde. Todos excepto un rubio explosivo.
- ¿A quién carajos le importa tu quirk, Deku? Ese es un quirk de cobardes, lo único que puedes hacer es huir y ya, es patético. – Exclamó el rubio, liberando su furia contenida.
- Pe-pero Kacchan, a mí me gusta mucho mi quirk. Puede servir para ayudar a las personas, así si alguien está en peligro, puedo ir inmediatamente a ayudar, como contigo. – Exclamó el niño con ojos esmeraldas, sin saber el error que había cometido. Los ojos de Katsuki se le pusieron más rojos.
- ¿Peligro? ¿Yo? ¿Cuándo he estado en peligro, perdedor? ¡Tú eres el metiche que se metió donde no lo llamaban! ¡No necesitaba tu ayuda! – Fundido en cólera, Bakugo lanzó una explosión en la cara de Izuku, derribándolo en el piso mientras se agarraba la cara y gritaba de dolor.
- ¡AUH! Kacchan, ¿por qué me pegas? – Preguntó con dolor el pequeño, y aquello enfureció más al rubio.
Katsuki agarró del cuello a Izuku y comenzó a lanzar explosiones directo a su rostro, todo ante la mirada anonadada de sus amigos y los niños del parque.
- ¿Dónde está tu teletransportación, Deku? ¡Esquiva, teletranspórtate! ¡Haz algo, maldito inútil! – Gritó el niño fuera de sí, pateando al pequeño niño quien se retorcía de dolor por las quemaduras.
- ¡Kacchan, para por favor! ¡Me estás lastimando! – Gritó desesperado el niño, quien tenía toda la cara quemada, incluido el cuello de su camisa.
La vista solo enfureció más aun al rubio, quien empezó a cargar una explosión más potente en su palma derecha, con todo el sudor que tenía por el coraje iba a ser fácil. Se preparó para lanzar la explosión al pobre niño.
- ¡MUERETE! – Gritó el rubio.
Izuku vio en cámara lenta las chispas saliendo de la palma de su mejor amigo. Cerró los ojos con miedo.
La explosión fue bastante grande, Katsuki nunca había hecho una igual. Inmediatamente se quejó sacudiendo su mano, fue tanto que llegó a lastimarse un poco. Cuando el humo se disipó, no vio a Izuku en el piso.
- ¡Ay! ¡Mi brazo! – Escuchó un grito que lo hizo voltear.
A unos cuantos metros de donde estaba él, Izuku estaba en el piso, sosteniendo su brazo.
Izuku tenía una especie de corte en su brazo izquierdo, salía sangre a montones. Katsuki lo miró confundido por unos segundos, viendo como uno de sus amigos iba en busca de un adulto y los demás se interesaban en Midoriya.
Bakugo bufó y rio un poco.
- Ja, qué patético. Tu quirk de cobarde te lastima. De verdad, Deku, hubiera sido mejor que te quedaras quirkless. – Le dijo con sorna y malicia, señalándolo.
Izuku, en su dolor físico y emocional, notó como ahora los demás niños lo miraban también con burla o en su defecto duda.
Desde ese día desgraciado, Izuku no pudo volver a usar su quirk a voluntad, únicamente cuando estaba muy asustado.
La mayoría de las veces en las que estaba asustado era por Katsuki Bakugo. Cada vez que Izuku usaba su quirk para huir de su supuesto amigo, la mitad de las veces se lastimaba el brazo izquierdo o alguna otra parte del cuerpo al azar.
- Mami, ¿yo aún puedo ser un héroe? – Le preguntó el pequeño niño lloroso, postrado en una cama de hospital por decima vez debido a heridas autoinfligidas por el uso de su quirk. Inko, viendo a su bebé roto con mi mirada desesperada, no supo qué decir y simplemente se lanzó a su bebé para abrazarlo.
- ¡Oh mi Izuku, mi bebé, lo siento tanto! – Lloraba y se disculpaba la pobre señora, mientras que el peliverde menor simplemente miraba a la nada con ojos lagrimosos y expresión muerta.
No entendía por qué pasaba eso.
Nadie entendía.
A nadie le importaba lo suficiente para entender.
Tokio, Japón. Actualidad.
- Esperando mi suerte quedé yo, pero mi vida otro rumbo cogió… –
Simón se quitó los audífonos después de más de 24 horas de vuelo y de escuchar las mismas 20 canciones en bucle. Finalmente bajó del avión, Encontrándose con un Tokio de temperatura cálida debido a la época del año.
Pronto se sintió observado, no era normal ver a un hombre mulato occidental y sobre todo no a uno tan intimidante como él. Pasó por migración sin problemas, notando la mirada sorprendida del agente, quien le devolvió el pasaporte y la visa con una sonrisa.
- Bienvenido a Japón, García-San. – Le dio la bienvenida, pronunciado su apellido de una manera burda pero entendible.
Una vez obtuvo sus cosas y salió del aeropuerto a la zona de buses, su celular comenzó a sonar de nuevo. No tuvo que ver el identificador.
- Ya llegué, estoy esperando el bus que me dijiste por mensajes. – Respondió el mulato.
- Oh, eso ya no será necesario. Uno de mis empleados resulta estar por la zona, ya tiene que volver a Musutafu, así que le pedí el favor de que te recogiera. Creo que te gustará más viajar en auto particular. – Le explicó la voz risueña. Simón suspiró en alivio.
- Bien, ya me estoy estresando de que me miren tanto, no es como que nunca hubieran visto a un occidental. – Se quejó con su japones burdo, sin importar que le escucharan.
- Bueno, más que por ser occidental diría que es simplemente su presencia atronadora, señor Simón. – Dijo risueña la voz. El coronel ya estaba harto.
- Bien, ¿cómo reconozco al tipo? – Preguntó con cansancio.
- Oh, tranquilo, él te reconocerá. Tengo la sensación de que se llevarán muy bien… O tal vez muy mal. ¡Nos vemos luego! – Con eso último, colgó la llamada.
Simón guardó su celular y esperó pacientemente. En poco tiempo, un auto negro sencillo se aparcó frente a mí. Curioso, el coronel se acercó a medida que la ventanilla se bajaba.
- ¿Simón García? – Preguntó una voz cansada. Observó al hombre.
Era un hombre a principio de sus treintas, tenía una mirada cansada, ojos y cabello negro largo y un poco desordenado, junto con una típica barba japonesa, o como diría simón: "una barba de 3 pelos", aunque para los estándares japoneses el sujeto tenía bastante barba. Además, vestía una especie de bufanda gris que se notaba extraña, además de un traje completamente negro.
- Ese soy yo. – Dice el mulato, asintiendo. El hombre asiente y le permite meter su equipaje en la cajuela. Luego entró al coche en el asiento del copiloto. El hombre le mira de reojo, analizando al occidental.
- Shota Aizawa, un gusto. – Se presenta mientras arranca el coche. El castaño asiente.
- El placer es mío. – Responde Simón educadamente. Al colombiano le parece muy centrado su compañero de coche. Pasaron los minutos y pudo apreciar Tokio por la ventana. La ciudad era la metrópolis perfecta en muchos sentidos.
- ¿Cómo estuvo el vuelo? – Preguntó Shota de repente después de varios minutos en silencio.
- Dormí la mayoría del tiempo, o al menos eso traté. El resto del tiempo intenté ver películas, pero eran una mierda. – Se expresó lo mejor que pudo, pero terminó diciendo algunas palabras en inglés. Shota pareció entenderle de todas formas.
- Ya veo, por lo que entiendo vas a estar aprendiendo japones, ¿cierto? – Preguntó el pelinegro en inglés. El mulato se rindió y decidió hablar en inglés.
- Sí, eso y una especialización en educación en Musutafu University. – Respondió el colombiano. Shota asintió en comprensión.
- Es lo racional, no puedes enseñar si no pueden entenderte. – Respondió el ojinegro.
La interacción entre ambos murió de nuevo, por lo que el mulato decidió cerrar los ojos. Musutafu estaba a aproximadamente 2 horas y media en coche, en la prefectura de Shizuoka.
La próxima vez que Simón abrió los ojos, Shota le dijo que ya habían llegado a la ciudad. Vio entonces el que iba a ser su hogar hasta nuevo aviso. La metrópolis no se comparaba con Tokio, pero seguía siendo bastante grande sin duda.
Al cruzar toda la ciudad, por fin el mulato visualizó un enorme edificio, más grande que cualquier universidad de Colombia. La Academia U.A. para héroes, la escuela secundaria que se galardona de haber educado a los mejores héroes de la actualidad en japón y algunos del mundo, como el mismo All Might y Endeavor.
Shota entró por el parqueadero de maestros, por lo que se pudieron saltar todos los filtros de la entrada. Mientras el mulato recorría los pasillos de la escuela, admitiría que estaba bastante impresionado. Después de todo, él era un hombre nacido y muerto en la selva, y llevaba años sin estar activamente en la civilización.
Los estudiantes lo miraban con nerviosismo y curiosidad, tanto al colombiano por desconocimiento como al otro hombre de cabello largo. Al tener ambos hombres expresiones poco amistosas, tampoco es sorprendente que los jóvenes se aparten del camino al verlos. Muy pronto nos encontramos frente a la oficina del director. Aizawa tocó la puerta, siendo respondido por una voz chillona.
- ¿Soy un oso? ¿Un ratón? ¿Un perro? Mi verdadera identidad es… ¡el director de la U.A! – Gritó Nezu, el polémico animal que despertó un quirk capaz de hacerlo más inteligente que la mayoría de los humanos, además de ser el actual director de la academia U.A.
- ¿Tiene que hacer eso cada vez que conoce a alguien? – Pregunta Shota exasperado. El castaño mira con cierta intriga al animal, siendo él la causa de su estancia en japón y quien lo había guiado en todo su viaje.
- Finalmente nos conocemos, rata inmunda. – Dijo el mulato, diciendo lo último en español, ganándose una risa de Nezu y una mirada confundida de Shota.
- ¡Jajaja! Eso no es algo amable que le puedas decir a tu empleador, coronel. – Le dijo burlescamente el director.
- ¿Coronel? – Pensó curioso Aizawa, mirando al colombiano.
El castaño bufó.
- De todas formas, ya que nos presentamos, hablemos sobre mi estancia aquí. – Comenzó a decir el de ojos cafés.
- Oh, pensé que ya todo estaba claro. – Respondió Nezu mirándose curioso.
- No, no todo. – De repente, la temperatura de la habitación pareció disminuir cuando la mirada del extranjero se endureció.
Shota se tensó, poniéndose a la defensiva y casi activando su quirk, sin embargo, Nezu levantó una pata diciéndole que estaba bien.
- ¿Qué dudas tiene, coronel García? – Preguntó con honestidad la quimera peluda. Simón relajó su mirada un poco.
- Hice mi investigación, inclusive aquí en japón tienen una peste en su gobierno. La comisión de seguridad pública de héroes. Su país se jacta de tener una de las mejores regulaciones de profesionales del mundo, pero según mi investigación, es un poco alejado de la realidad. – Mencionó Simón, sacando una carpeta con información que lanzó hacia el escritorio del director. Nezu procedió a leerlo todo con una mirada imperturbable.
- Me sorprende que haya encontrado todo esto tan rápido, Simón. – Dijo Nezu, mirando al hombre.
- El gobierno colombiano está corrupto hasta la medula, e irónicamente tiene más poder del que la gente piensa, debido a su posición geográfica y a su riqueza en materiales. De todos modos, lo que me concierne es lo siguiente: estoy aquí para enseñarle a unos mocosos cómo no morirse en el campo de batalla, pero no quiero que la puta comisión toque mi puerta pidiendo o preguntando cosas. – Explicó el mulato con dureza. Nezu lo miró sin perder la compostura.
- Bueno, Simón-san, debido a que para su estancia en japón tiene un permiso de héroe profesional, no será raro que se le pida participar en alguna redada de vez en cuando a la par que desempeña sus labores como profesor. Durante los dos años que estará estudiando el idioma y la especialización, no será molestado directamente, pero se le proporcionará un permiso provisional que le permitirá actuar como héroe en situaciones que lo requiere. Además, debido a mi corazón de oro, aun sin ejercer, tendrá una mensualidad y vivienda totalmente paga mientras no pueda ejercer como profesor. ¿Todo claro? – Explicó el animal con tal diligencia que lo único que pudo hacer el mulato fue asentir con la espalda recta.
- Roger. – Respondió simplemente. Nezu puede parecer inofensivo, dada su apariencia y forma de ser, pero no hay duda de que es un sujeto de temer.
Sin nada más que discutir, Shota escoltó al occidental hacia el complejo de apartamentos donde se iba a quedar. Estaba cerca de la academia, que a su vez estaba cerca de Musutafu University. En dicho complejo se quedaban la mayoría de los profesores de la U.A. durante épocas escolares. Una vez llegó al apartamento, Shota le pasó su número al castaño en caso de necesitar algo y luego se fue.
El colombiano se quedó mirando su nuevo hogar. Era sencillo, pero bastante lujoso. Buenas vistas, aire acondicionado y calefacción, una sola habitación, sala de estar, un baño y un estudio equipado con escritorio y computador. Todo el apartamento ya estaba amueblado.
En el centro de la mesa encontró los papeles necesarios para la universidad, leyó su identificación y su horario de clases. Suspiró y los tiró a la mesa mientras se recostaba en al sofá. Se talló la cara y miró hacia la ventana.
- Después de viejo y me toca estudiar, qué gonorrea. – Se dijo así mismo el hombre, hablando en español en su soledad.
Pronto decidió irse a duchar, disfrutando de agua tibia, de calidad, y de un baño libre de hongos y arañas venenosas. Al salir del baño, deliberó si debería irse a dormir, pero el mulato realmente no tenía sueño. Decidió salir a caminar.
Estaba vestido con una camisa negra formal, con las mangas arremangadas, un jean negro y unas botas negras. El hombre salió de su apartamento, caminando sin rumbo.
Exploraba la ciudad, observando a la gente, los comercios y demás, sin demasiado interés más allá de simplemente conocer. Mientras compraba una manzana en un puesto de comida de una señora amable, comenzó a sentir que la tierra temblaba.
- ¿Terremoto? – Pensó el occidental. Entonces vio la fuente de dicho temblor. Por las calles de la ciudad, una rubia de 20 metros de altura vestida con un traje color morado y crema que hacía juego con su cabello, corría a toda velocidad hacia algún lugar. El colombiano notó la urgencia en su mirada, y lo confirmó al ver pasar algunas patrullas de policía en dirección a donde ella iba.
- Mm, interesante. – Susurró el hombre, pagando la manzana y comiéndosela mientras caminaba a la escena de la discordia y escuchaba algo de música con sus audífonos puestos.
Ciertamente no tardó mucho en llegar, y no se esperaba para nada lo que vería.
- Ahora me encuentro aquí en mi soledad pensando qué de mi vida será, no tengo sitio a donde regresar… –
Musutafu, horas antes.
Ya se había establecido que Izuku Midoriya no tenía la mejor de las suertes, pero hoy era un día en donde la paciencia y la poca, pero muy poca estabilidad mental del peliverde fue rota totalmente.
Caminando a casa, agradeciendo que no se volvió a encontrar con su amigo, bajo un puente un villano casi lo mata. Estaba hecho de una especie de baba o lodo verde, y al parecer tenía la habilidad de poseer cuerpo, ya que eso es lo que intentó con el joven de ojos esmeraldas.
Al parecer, el villano escapaba del mismísimo All Might, el cual llegó a tiempo para salvar al muchacho, poniendo al villano fangoso en una botella de refresco. Izuku, impresionado por su ídolo y el autógrafo que le dio, quiso hacerle una pregunta.
- ¡Bueno, joven Midoriya! Debo seguir mi camino. ¡El mal nunca descansa, y los héroes tampoco! – Exclamaba el rubio semidivino con júbilo, dando un salto para impulsarse en el aire. Lo que All Might no esperaba era ver al joven peliverde agarrado a su pierna.
- ¡Espere, All Might, necesito hacerle una pregunta! – Exclamaba con ansiedad y miedo. All Might trató de quitárselo de encima por puro reflejo.
- ¡Joven, amo a mis fans, pero esto ya es acoso! – Gritaba All Might regañando al muchacho.
- ¡Es-espere! ¡Si me suelto ahora voy a caer y moriré! – Explicó Izuku desesperado, dejando a All Might tieso. Ninguno de los dos notó que una botella se cayó del bolsillo del héroe corpulento.
All Might aterrizó en la azotea de un edificio, dispuesto a irse una vez dejó al joven en tierra firma.
- ¡Espere, All Might, de verdad necesito preguntarle algo! ¡Por favor! – Imploraba el niño congelado en su lugar viendo como el héroe le daba la espalda.
- ¡Lo siento, chico! El tiempo es oro. – Decía el héroe apurado, sintiendo como su cuerpo temblaba y algo de vapor comenzaba a desprenderse de sus músculos.
Izuku no podía dejar pasar esta oportunidad. All Might era su ídolo, su inspiración; gracias a él es que quiere ser un héroe, un héroe que salve a todos con una sonrisa, un símbolo de la paz.
- ¡¿Puede alguien con un quirk inútil y autodestructivo puede ser un héroe como usted?! – Gritó con todo el coraje que tenía, haciendo que el héroe rubio se detuviera de repente.
- ¿A qué te refieres con quirk inútil, joven? ¿Y autodestructivo? – Preguntó con curiosidad el hombre, mirando al joven deshacerse en su lugar.
- Yo-yo tengo un quirk de teletransporte, pero solo lo puedo usar cuando estoy muy asustado y cada vez que lo uso por algún motivo me lastimo. Yo si-siempre quise ser un héroe como usted, para ayudar a las personas, salvarlas con una sonrisa. Pero se me es imposible controlar mi quirk, todos me dicen que soy un inútil y que mi quirk es de cobardes, incluso mi madre no cree en mí. Yo solo… ¡Yo solo quiero saber si puedo ser un héroe! – Gritó al final con todo su corazón, derramando lagrimas por doquier. Cuando levantó la mirada, en vez de la figura imponente de sonrisa dorada, se encontraba una versión esquelética y demacrada de All Might, que además escupió un poco de sangre.
- ¿All Might? ¿Qué le pasó? ¿Está bien? – Preguntó el peliverde con preocupación en su rostro, no entendía si este era el verdadero All Might o solo era un imitador, pero de ambas formas era alguien que se encontraba mal y necesitaba ayuda.
All Might suspiró, sacó un pañuelo y se limpió la sangre de la boca.
- Estoy bien, chico. Te pido por favor que no le cuentes esto a nadie, parece un buen muchacho. ¿Puedo confiar en ti? – Preguntó el rubio demacrado. Izuku asintió dubitativo.
- Sí, señor. Simplemente no entiendo. ¿Cómo llegó a estar así? – Preguntó con honesta preocupación.
All Might murmuró por lo bajó y se alzó la camisa, revelando una grotesca cicatriz en donde debería estar su estómago.
- Hace tres años, tuve la pelea más difícil de mi vida con un villano. Le gané, pero me dejó esto como recuerdo. La mitad de mi estómago y mi sistema respiratorio están totalmente destruidos, un daño irreparable. Como consecuencia, solo puedo mantener mi forma de héroe alrededor de 5-6 horas al día, el resto del tiempo estoy así. – Contó el rubio, mirando cómo la expresión del joven pasaba por diversas atapadas, entre negación, comprensión y reflexión.
- Hace tres años… Recuerdo que se tomó dos meses de vacaciones, fue un shock porque usted nunca se había tomado más de un par de días de descanso. Fue por esto, ¿verdad? – Preguntó el niño.
- Buena conexión, muchacho. Sí, tuve que estar dos meses en rehabilitación, de hecho, a día de hoy sigo teniendo que ir a chequeos. – Explicó el héroe número uno. Izuku ahora veía a All Might con una nueva luz de admiración, ser capaz de seguir siendo un héroe aun en su condición, sin embargo, sintió que su pregunta había sido ignorada. Entonces All Might comenzó a caminar hacia las escaleras.
- De todas formas, confío en ti para que no se lo digas a nadie. Oh, y acerca de tu pregunta… – Comenzó a decir All Might, ganando la atención de Izuku, expectante.
All Might se paró a pensar por un momento, había llegado a ver las heridas de Izuku mientras dormía, quemaduras en el rostro y cicatrices recorriendo sus brazos. Era inusual que un quirk de teletransporte tuviese ese inconveniente, no eran muy comunes y podría ser un buen héroe, pero al ponerlo de esa forma…
Se giró a ver al niño, estaba tan expectante, lleno de ilusiones. De verdad quería ser un héroe, y es por eso que a All Might esto le dolía más que a nadie.
- No… Debo protegerlo de él mismo. – Se dijo a sí mismo.
- No creo que puedas ser un héroe apropiado si ese quirk tuyo te hace esas heridas, muchacho. Aun eres joven, sin embargo, puedes intentar controlarlo, pero si dices que nunca has podido, tal vez sea inteligente pensar en otras posibilidades. Está bien tener sueños, pero hay que mantenerlos en el marco de lo posible. – Le aconsejó el hombre rubio, quien una vez más se dirigía hacia las escaleras.
Sin haber visto la mirada en el rostro de Izuku.
- Si de verdad quieres ayudar a la gente, puedes ser policía o hasta médico, Dios sabe que no seríamos nada sin ellos. – Dijo por último All Might, perdiéndose en las escaleras satisfecho con su respuesta.
No sabía que Izuku había dejado de escuchar. Solo podía oír un pitido irritante en sus oídos, como si los tímpanos le fuesen a estallar de la presión. El sudor cubrió su piel al igual que sus lágrimas sus mejillas. El joven peliverde se dejó caer en el piso en posición fetal.
- ¡Lo siento tanto, Izuku! –
- Es un quirk de cobardes. –
- Debiste haberte quedado quirkless. –
- Patético, lamentable desperdicio de oxígeno. –
- Mejor matate de una vez, nadie te extrañará. –
- No creo que puedas ser un héroe... –
Izuku se quedó ahí por tantos minutos que ni se dio cuenta cuándo dejó de llorar. El pobre muchacho cuya vida convergía en la desgracia ya no tenía emoción alguna en su rostro. Se levantó poco a poco y se acercó al rejado. Vio su reflejo distorsionado en el metal, una forma extraña que se asemejaba a su rostro y por algún motivo lo encontró familiar.
- ¡AAH! – Se agarró el cabello en un grito de desesperación, y con sangre inyectada en sus ojos comenzó a golpear a puño desnudo los barrotes de metal.
Se imaginó a Bakugo golpeándolo todos los días solo por querer ser un héroe.
Sus nudillos estaban sangrando, sintió un dolor punzando en su brazo izquierdo, recordando la herida que se autoinfligió. Aquello lo hizo enojar más, y por consecuencia terminó forzando más golpes con su brazo izquierdo, empeorando sus nudillos y la herida en el antebrazo. Siguió golpeando y gritando con furia.
- ¡¿POR QUÉ?! ¡POR QUÉ YO?! – Gritaba de puro desespero.
Un puñetazo, se rompió los nudillos derechos.
- YO. –
Otro puñetazo, rompió la reja.
- SOLO. –
Otro puñetazo, se rompió los nudillos izquierdos.
- QUERÍA. –
Le da un cabezazo a la reja, causándole una herida en la frente.
- AYUDAR. –
Comenzó a dar golpes al azar entre puños y patadas.
- A LA GENTE. –
Golpe seco. Silencio.
Izuku se quedó respirando agitado, a medida que la adrenalina dejaba su cuerpo, comenzó a sentir dolor en sus manos y su cabeza. Notó entonces que estaba sangrando de la frente también.
Lo mejor que pudo, se vendó las manos y la frente, casi de manera automática. Se quedó en el borde de la azotea, mirando la ciudad, mirando hacia abajo. Estaba tan ido que ni siquiera le dio vértigo, todo lo contrario, solo encontró deseo en la imagen. Por un momento, imaginó su cuerpo desparramado en la acera, con las personas pasando a su lado mirándolo con asco como si fuera un ratón muerto en putrefacción.
- Solo un paso… Y se acabó, ¿no? – Empezó a hablar para sí mismo. Debatiéndose en la jugosa idea de simplemente dejar de pensar. Habían costado muchos años, el peliverde nunca había pensado en esa posibilidad sin importa cuantas veces Bakugo le dijera que lo hiciera o él mismo intentara hacer el trabajo.
A sus 13 años de edad, Izuku Midoriya consideró por primera vez el suicidio.
Dubitativo, trató de dar un paso hacia adelante, pero no podía.
Él tenía miedo.
- Inclusive para esto soy un cobarde. Kacchan tenía razón, siempre la tiene sobre mí. – Susurró con tristeza en su voz, a medida que una sonrisa apática apareció en sus labios.
- Nunca seré un héroe. – Concluyó en voz silenciosa mientras miraba la ciudad.
Entonces se escuchó una explosión que le atravesó los tímpanos. Muy cerca del edificio donde estaba, pudo ver humo saliendo a unas cuantas calles.
- ¿Qué pasa? – Se preguntó en voz baja. A pesar de su estado mental, algo en él le decía que tenía que ir a ver.
Rápidamente bajó las escaleras, y siguió al grupo de gente curiosa que también iba a ver qué sucedía. En una calle angosta, algo en medio estaba generando explosiones ardientes que quemaban toda la zona ante la mirada expectante de los civiles y algunos héroes.
Kamui Woods, un héroe cuyo cuerpo estaba hecho de madera, pudiendo generarla, clamaba impotencia al no poder luchar contra el fuego. Death Arms, un héroe con quirk de super fuerza, decía no poder acercarse con el fuego. Los demás héroes clamaban no tener quirks adecuados para enfrentar al monstruo en medio.
Era el villano fangoso, el Slude villain. Había poseído el cuerpo de un estudiante de escuela media, dicho estudiante estaba peleando para recuperar el control, pero se veía ahogado por el villano.
El estudiante era Katsuki Bakugo, su quirk: "explosion", estaba siendo usado por aquel villano para enfrentar a los héroes. La gente gritaba para que lo salvaran, los héroes llamaban por radio más apoyo. Por el rabillo del ojo, vio una figura familiar, era All Might en su forma demacrada, sosteniendo su herida mientras miraba impotente.
- Soy tan patético. – Se decía el héroe número uno, sintiéndose impotente.
- Todo esto es mi culpa. – Se decía el joven peliverde. No le fue difícil deducir que, gracias a él, la botella donde estaba el Sludge Villian se le cayó a All Might y de alguna forma terminó encontrando a Bakugo.
Izuku no estaba en el mejor estado mental, ese chico ahí lo había torturado, lo había hecho sentir como si su vida no valiera una mierda y por algún motivo lo seguía considerando un amigo. No quería que muriera, pero no había nada que pudiera hacer.
Entonces lo vio directamente a los ojos, luchando contra el villano fangoso. Esos ojos rojos que lo habían perseguido en pesadillas, que lo hacían temblar nada más mirarlos.
Esos ojos rojos pedían ayuda.
Algo se volvió a activar dentro de Izuku. No importa cuántas veces rompas el espíritu de un héroe.
- ¡Kacchan! –
Este siempre juntara los pedazos, para levantarse.
En un instante, Izuku estaba justo sobre el criminal asqueroso, con Bakugo mirándolo con ojos sorprendidos junto con todo el mundo que acababa de ver a un niño materializándose en frente del peligro.
Izuku no sintió dolor en ningún lado de su cuerpo, salió de su sorpresa y aprovechó la ventaja que tenía para lanzarle su mochila al ojo descubierto del villano, causando dolor en el mismo. Entonces el peliverde comenzó a escarbar entre lágrimas, con sus manos aun cubiertas de vendajes llenos de sangre mientras que Katsuki lo miraba entre sorpresa e ira.
- ¡¿Qué putas estás haciendo, Deku?! ¡No pedí tu maldita ayuda! – Gritaba con la voz quebrada. Los ojos esmeraldas lo miraron con lágrimas en los ojos, y una sonrisa asustada y nervioso apareció en el rostro del niño pecoso.
- Tus ojos… parecía que estaban pidiendo ayuda. – Dijo simplemente el joven, tratando aun de sacar al rubio.
En la multitud, un rubio esquelético veía la escena con shock total, habiendo escuchado las palabras del joven.
- Mi quirk es teletransporte, pero todos dicen que es un quirk de cobardes e inútil. –
- Solo lo puedo activar si estoy muy asustado, y a veces me lastima. –
- Yo soy… Patético. – Se decía así mismo el símbolo de la paz, viendo a un niño herido volar por encima de supuestos héroes profesionales, incluido él.
- No creo que puedas ser un héroe. –
- Yo dije eso… ¿para protegerlo? No, simplemente soy un hipócrita de mierda. – All Might estaba al borde del colapso, en cólera consigo mismo mientras vapor comenzaba a salir de sus músculos.
En la escena, el villano se había recuperado del golpe, lanzándole una explosión a Izuku que le dio de lleno.
- ¡Ya me tienes harto, maldito niño estúpido! – Gritó con furia el villano, a punto de lanzarle una gran explosión al magullado adolescente. Izuku vio todo en cámara lenta, sintió un cosquilleo y sus ojos picaron. Una gran explosión se escuchó.
Para sorpresa del villano, Izuku no estaba en ningún lado. Entonces sintió como algo le golpeaba la cabeza. El peliverde estaba detrás de Él, su cuerpo maltrecho por la primera explosión se notaba exhausto. El villano lo miró con cólera.
- ¡Te voy a matar maldito desperdicio de aire! – Gritó sin compasión, a punto de lanzar una explosión. Izuku la vio venir a un kilómetro, pero estaba muy cansado y malherido, no iba a poder esquivar ni a teletransportarse, aunque quisiera. El peliverde cerró los ojos esperando su final.
- Lo siento mucho, mamá. Nunca llegué a ser un héroe para nadie, soy tan… –
- Patético. –
Sin saberlo, los pensamientos de All Might se cruzaron con los del joven cuyos sueños había roto, pero justo cuando estaba a punto de saltar a la acción, notó que el joven Midoriya no estaba ahí una vez más.
- ¿Se teletransportó de nuevo? – Se preguntó All Might.
El villano fangoso gruñó de la ira, pensando que una vez más el moco se había burlado de Él. Lo que no espero fue ver a una figura alta y corpulenta cargando el pequeño cuerpo casi inconsciente del chico con ojos de esmeralda.
Aquella figura estaba frente a Mt. Lady, quien había llegado hace nada, pero decía tampoco poder hacer nada porque la calle era muy estrecha.
- Señorita gigante, cuide del muchacho. – Le dijo calmadamente, poniendo al niño en la palma gigante de la chica.
Izuku observó al hombre corpulento, lo veía un tanto borroso.
- ¿All Might…? – Susurró el pequeño. Pero entonces notó bien el rostro, no era All Might, pero bien podía haberlo sido ante sus ojos en ese momento.
Momentos antes.
Simón se esperaba de todo, excepto ver cómo un niño hacía el trabajo de los adultos. Se sintió asqueado al ver a los profesionales congelados mientras un mocoso adolescente se teletransportaba y recibía explosiones por el otro niño.
Así que tomó cartas en el asunto.
- Es una pena que hasta en Japón pasen este tipo de cosas. – Susurró mientras dejaba al niño en las manos de Mt. Lady.
- ¡Espera! ¿Quién eres tú? Los civiles no pueden participar en situaciones manejadas por héroes. – Le recriminó Kamui Woods. Simón lo miró con tanta furia que se tuvo que resistir el quebrarle el cuello. De su bolsillo trasero sacó su licencia provisional y la mostró.
- Para empezar, no soy un civil. Además, para ser una situación manejada por héroes, no veo a ningún héroe manejándola. – Exclamó con su Japones burdo pero directo.
El coronel se volteó hacia el villano, quien de verdad se veía furioso.
- ¡¿Quién te crees que eres, maldito bastardo?! ¡Muere! – Gritó, lanzándole una explosión directa al mulato. El humo se levantó junto con el fuego, pero al irse la suciedad, el hombre castaño no estaba ahí.
- ¿Decías algo, asqueroso hijueputa? – Gruñó una voz detrás del villano, pronunciado una palabra que no entendía, pero que sí sintió.
Simón no tardó en asestarle un golpe directo a los ojos que dejó al villano tonto. Katsuki miró al hombre erguido sobre el villano, era como una bestia. Su mirada dura, sus ojos carentes de piedad. Simón metió la mano en el villano, y agarrando al rubio del cuello comenzó a jalarlo con fuerza descomunal.
El villano fangoso se asustó y en un intento desesperado, con sus dos manos generó una explosión a quemarropa que lo lastimo tanto a él como a su presa, pero esperaba haber dañado al hombre bestial.
Pero el coronel estaba ahí, en la misma posición, mirando de la misma forma. Su camisa se había quemado, eso sí, pero de resto no tenía ni una herida. Con un gruñido, jaló al niño rubio mientras se impulsaba hacia atrás, dándole una patada quebrantadora al villano, de tal magnitud que le revolvió su cerebro gelatinoso.
Con el rubio liberado, el castaño lo arrojó lejos hacia la multitud donde estaban los supuestos héroes.
El villano, al verse sin su poder, miró al hombre bestial con miedo mientras intentaba golpearlo o apoderarse de él. Solo para encontrarse con una serie de puños en su cabeza y ojos que lo mandaron volando.
El Sludge Villain quedó inconsciente en el piso. Simón suspiró mientras veía cómo los héroes ahora sí se acercaban a apresar al villano mientras que los bomberos apagaban el fuego.
Todo esto fue visto por Izuku, quien había recuperado la plena consciencia, mirando fascinado al hombre desconocido. Mientras que Katsuki, aun atolondrado por haber estado cautivo, miraba al mulato con ira y confusión.
Mientras tanto, All Might miraba desde lejos con impotencia. Alguien actuó primero que él, el héroe número uno, el símbolo de la paz. No pudo moverse más rápido que un adolescente y un héroe desconocido.
- Si el destino me vuelve a traicionar, te juro que no puedo fracasar. Estoy cansado de tanto esperar... –
Mientras que la policía interrogaba a Simón y verificaban su identidad, Izuku era tratado de rapidez, siendo regañado por los demás héroes profesionales. Mientras que Bakugo, sin mayores heridas, fue felicitado por "aguantar como un héroe".
Pronto la prensa llenó el área, todos tratando de conseguir declaraciones del nuevo héroe.
- No sé japonés. –
Esas fueron sus declaraciones.
Izuku aprovechó esto para escabullirse y alejarse, sin saber que fue seguido por Bakugo. El hombre castaño vio esto de reojo y comenzó a escabullirse de la prensa.
No notó cómo un hombre rubio esquelético buscaba sin descanso a cierto peliverde.
Mientras Izuku caminaba, ya calmada la adrenalina, comenzó a sentir el picor de todas sus heridas, pero no importaba.
- No sé por qué me hago ilusiones, hasta All Might lo dijo, no puedo ser un héroe. Solo serví para distraer a los héroes. – Se recriminaba a sí mismo, simplemente deseando que el día acabara cuando el crepúsculo aparecía en el cielo bañando las calles de anaranjados tonos nostálgicos.
- ¡Deku! ¡Bastardo asqueroso! –
Izuku no pudo reaccionar cuando sintió una explosión en su espalda, y al darse la vuelta ahí estaban.
Esos ojos carmesí llenos de ira.
Bakugo lo agarró del cuello y comenzó a darle puñetazos en la cara y patadas en el vientre sin compasión hasta tirarlo al piso, donde comenzó a descargar su ira a puro puñetazo.
- ¡¿Te crees mejor que yo?! ¡Desde que éramos niños siempre te has creído la gran mierda, pero no eres nada! ¡No necesitaba ser salvado, no quería ser salvado! ¡Solo quiero que te mueras de una puta vez y te alejes de mi maldito camino! – Cada grito era un golpe.
Izuku ya no registraba el dolor. Otra vez el pitido en su oreja. Sentía que su cuerpo se ponía pesado, ya no podía mover ni un musculo.
Entonces no sintió nada, y lo siguiente que escuchó fue un quejido de Bakugo.
Aquel héroe corpulento había pateado a Katsuki con tal fuerza que le voló un diente y lo mandó a volar contra una pared. El rubio lo miró con ira, con sus manos chispeantes.
- Te recomiendo que no hagas eso. Soy un héroe extranjero con permisos en Japón, no solo te acabo de ver golpeando hasta la muerte a un civil, que además resulta ser alguien que te salvó la puta vida, sino que, además, si me atacas, se considerará asalto a un funcionario público. Eso en tu historial te pondría en la lista negra de las escuelas de héroes, ¿no crees? – Le dijo el hombre con voz calmada y un japones un tanto burdo.
Eso fue suficiente para que Katsuki se contuviera. Estaba temblando de la ira o del miedo, tal vez ambas. Eventualmente, se metió las manos en los bolsillos y se alejó sin decir nada. Todo ante la mirada severa del adulto.
- Niño, ¿puedes hablar? – Preguntó Simón, consternado acerca del estado del peliverde. El joven estaba hecho un desastre.
- Sí… Yo… Gracias por… Salvarme. – Alcanzó a decir el niño de ojos esmeraldas, tratando de sentarse.
Simón lo analizó detenidamente, este niño estaba más destruido mentalmente que físicamente.
- Yo sí me meto en maricadas. – Susurró en español.
- Niño, eso que hiciste atrás fue estúpido. Honestamente fue un milagro que no hayas muerto. – Comenzó a decir el hombre. Izuku agachó la cabeza, iba a recibir un regaño.
- Pero… Sin duda fuiste el más heroico de todos. –
Aquellas palabras hicieron que levantara la cabeza con los ojos abiertos, mirando al hombre de las protuberancias en las mejillas, lo estaba mirando con severidad, pero con calma a la vez.
- Todos esos inútiles que se hacen llamar héroes no pudieron mover el culo, y tú, un mocoso que ni puede controlar su quirk hizo más que todos ellos. Tienes agallas, niño. – Lo felicitó el colombiano.
Izuku estaba en shock. ¿Un completo desconocido le dijo que había hecho algo heroico?
- ¡Lo siento, Izuku!
- No creo que puedas ser un héroe apropiado. –
- Señor… ¿Usted cree que yo pueda ser un héroe? – Pregunté sin miedo ni tartamudeos en mi voz, mirando directamente los ojos cafés del hombre.
La esmeralda y el café se encontraron. El hombre colombiano observó con firmeza al niño japones.
- En ese momento, no lo comprendí. –
Simón se descruzó de brazos y se inclinó un poco a Izuku de manera casi amenazante, sin romper el contacto ocular, y pronunció unas palabras que el peliverde siempre recordaría.
- No lo sé, ¿puedes? –
- Esas no fueron las palabras que siempre quise escuchar. –
Izuku comenzó a llorar mientras se agarraba el pecho, se había desecho finalmente. Todo ante la atenta mirada del cafetero.
- Me tomó algo de tiempo entender… Que esas eran las palabras que necesitaba escuchar. –
- Pronto llegará el día de mi suerte, sé que antes de mi muerte, seguro que mi suerte cambiará. –
