Disclaimer: Los personajes de Fuego y Sangre pertenecen a Georige R.R. Martin, yo solamente los uso con fines de entretenimiento.
N/A I: Los personajes se pueden mostrar ooc.
El único movimiento que hay proviene de Viserys, quien estira de las sábanas de su cama para atraparlas entre las palmas de sus manos. Helaena mantiene la mirada sobre la de su hermana, observando la expresión de su hermana tras las últimas palabras que acaba de decir.
¿Ella le creerá si le cuenta sobre sus sueños? ¿O también le pondrá algún apodo? No deben olvidar que llegaron a este continente por un sueño. Las historias cuentan que los grandes señores de valyria se rieron de ellos y los llamaron cobardes y ahora ellos no existen. Tardó más de una década en hacerse realidad el sueño de Daenys, pero ocurrió.
En los siete reinos existen, solo los Targaryen son jinetes de dragones, también hay Velaryon que los montan, pero es porque están enlazados con ellos.
—¿Morir? —pregunta en valyrio. Demasiado peligroso para hablar en el idioma normal. Se levanta de la cama, la puerta de su habitación sigue abierta. Es precavida y se acerca hasta ella, puede verla como mira por ambos lados y cierra la puerta un segundo después—. ¿Por qué crees que voy a morir, dulce hermana? —El tono de su voz ha cambiado, ahora es más dura.
Se encoge de hombros, como si se sintiera regañada. No puede evitar comparar el tono de su voz con la de su abuelo cuando intenta sacarles todos sus secretos, pero su hermana no toca sus hombros y la estruja como él. Hay impaciencia en su rostro, pero tampoco la presiona con gritos para que le de respuesta.
—Antes del extraño, la muerte en vida nos espera. Nuestro destino —responde, cierra los ojos y piensa en los tres niños de cabellos plateados y ojos violeta. El niño con sus seis dedos en cada pie, la niña demasiado silenciosa y retraída, y el más pequeño con una sonrisa dulce—. La pérdida de un hijo lleva a la locura de la madre, no hay claridad para tomar decisiones sabias. La tristeza es abrumadora.
Su hermana traga en seco, Rhaenyra da dos pasos hacia ella y toma a Viserys, lo acuna entre sus brazos. Protegiéndolo, en sus sueños ella no pudo protegerlos.
—¿Estás segura, Helaena? ¿No es una fantasía tuya? ¿Una trampa? —Niega con la cabeza de inmediato.
—Mi madre y abuelo intentaron comprometerme con Aegon, lo han intentado durante años, pero padre se ha negado a concederlo —aún recuerda esa charla con su padre hace semanas en su habitación—. Tres vidas no vinieron a este mundo, pero aún hay dragones danzando en los cielos.
—Lo siento, hermana —dice Rhaenyra con una pequeña sonrisa. No los conoció, pero Helaena siente una pequeña opresión en el pecho, ya tendrá tiempo para llorar por los niños que no nacieron—. Mi esposo, no es muy creyente de profecías y sueños, él es más realista. Tendré que hablar con él, ¿te importaría reunirte con nosotros en caso de ser necesario?
—Rezaré a los siete para que no me vuelvan a encerrar.
—Ganemos el día de hoy —Vuelve a colocar a Viserys sobre su cama—. Para evitar que te vuelvan a encerrar y prohibir las visitas, ¿Puedes cuidar a mi hijo? ¿Puedo confiar en ti por la seguridad de mi hijo, hermana?
—Lo haré —Dice acariciando la cabeza de Viserys.
—Casi es hora de su siesta. Enviaré a mi doncella para que venga a hacerte compañía y también le pediré a Baela y Rhaena para que estén contigo aquí en tu habitación. También debo de saber en quien puedo confiar y quien me es leal. Hicieron un juramento de lealtad hacia mi hace años…
—Muchos de esos señores han muerto, ahora son sus hijos, incluso nietos, los que gobiernan.
—Entonces quizás debamos refrescar su memoria y recordarles a quien juraron lealtad. Que los señores de las grandes casas vuelvan a doblar la rodilla y repetir su juramento de ser necesario. No tendré la misma autoridad en la fortaleza en estos momentos que la mano o tu madre, pero no permitiré que te vuelvan a encerrar, Helaena.
—Gracias, Rhaenyra —dice con una sonrisa.
Rhaenyra se inclina para besar las mejillas de su hijo una vez más. Viserys chilla de emoción ante la atención de su madre. Rhaenyra se retira unos segundos después y ellos se quedan solos. Helaena toma las pequeñas manos del niño y cuenta sus diminutos dedos.
Cinco dedos en su mano derecha, cinco en su mano izquierda. Un niño sano, un niño con el nombre digno de un rey, un rey que no pudo brillar lo suficiente por la ambición del primogénito, una vez más. Sólo la misma casa puede destruirse.
Una generación de conquista, un reinado de crueldad, uno de paz. Una frágil paz es la que su padre intentó mantener, pero un mal paso y la guerra estallara. Esta es la guerra que dependerá del futuro de su casa.
A la princesa Rhaenys Targaryen le robaron el derecho de ser la reina, no puede suceder lo mismo con su hermana.
Los dragones no pueden dejar de existir.
Rhaenyra cumple con su palabra y minutos más tarde escucha de algunos golpes en la puerta. Baela y Rhaena entran a su habitación con Aegon y dos doncellas traen bandejas de bocadillos y té para ellas.
No han venido solas, por su puesto, algunos guardias se quedaron custodiando la puerta abierta. Se pregunta si fue decisión de su hermana o su tío, tienen que ser precavidos, sus hijos están al cuidado de la tía que han visto por primera vez en años. ¿Una muestra de desconfianza? Mejor ser precavidos ante todos.
Los niños comen galletas en su cama y las boronas se tiran sobre sus sábanas, no le agrada mucho la suciedad, pero lo deja pasar por esta ocasión. Su risa es demasiado dulce y le gusta convivir con ellos, le traen paz, es así como su familia debería de ser.
Su madre pegaría el grito a los siete si la viera en estos momentos.
Su abuelo se disgustará mucho con ella. Decide dejar de pensar en ellos y disfrutar del momento.
Después de casi tres días, disfruta de la libertad de salir de su habitación.
Salió de ella cuando insistió en llevar ella misma a los niños a los aposentos de su hermana. Afortunadamente ya no había ningún guardia fuera de su habitación, se despidió de todos con una pequeña reverencia, sintiéndose feliz por disfrutar de ese momento. Jacaerys se ofreció a acompañarla de regreso, pensó en declinar, pero luego lo pensó mejor y pensó en retomar la conversación del día anterior.
Cuando salen del pasillo, se dirige a una de las entradas que van en dirección al jardín y piensa en lo que ocurrió ese día. En otra vida jamás habría disfrutado de la compañía de todos ellos, eran familia solo por parentesco, pero nunca existió un verdadero lazo. Oh, cómo desearía que su madre deje atrás sus ambiciones y odio que tiene por ellos y pueda disfrutar de la compañía de sus nietos. Le gustaría ver a Aegon y Aemond entrenar de nuevo con Jacaerys y Lucerys como cuando eran niños, pero sin la intervención de Ser Criston Cole.
—¿Todavía te gusta cuidar de los animales, tía? —pregunta su sobrino cuando descienden las escaleras.
—Helaena —le pide—. No me digas tía cuando estemos solos, sobrino.
—Entonces dime Jace —responde él con una sonrisa—. No sobrino, no Jacaerys, sólo Jace.
—Suena bien, Jace.
Continúan el camino por el jardín, admirando como los árboles y plantas han crecido con el tiempo, no han venido nuevos viajeros a traer semillas para plantas nuevas y tampoco las ha explorado lo suficiente como antes.
—Quisiera disculparme por haber entrado a tus aposentos la noche anterior.
—No te preocupes, Jace —recuerda la conversación con su madre y el enojo por la carta ha quedado atrás—. Yo entiendo, no estoy molesta contigo ni con nadie. Debió ser muy extraño recibir de la nada un mensaje de la tía que ni siquiera les enviaba una felicitación por su onomástico.
—Nosotros tampoco enviamos los mensajes, pudimos montar en nuestros dragones y venir a verlos, pero nunca lo hicimos —un pequeño sonrojo aparece en sus mejillas y causa que de su boca salga una pequeña risa—, aunque no te lo dije personalmente, cada día de tu onomástico les agradecía a los dioses por un año más de vida.
—¿Te preocupas por mí? —le pregunta, una pequeña opresión en su pecho, anhelando que la respuesta sea positiva—. Nadie se preocupa por mí.
—Lo hago —responde de inmediato dando un paso hacia ella—. Puede que la relación con Aegon y Aemond se haya roto después de aquel ataque, pero nunca tuve mala voluntad contigo. ¿No recuerdas cuando tomábamos nuestras lecciones de historia y alto valyrio? —Ella niega con la cabeza, antes de prestar más atención a sus sueños la pasaba más concentrada en sus arañas y cuando sus lecciones terminaban se retiraba de inmediato—. Te recuerdo hablar un perfecto valyrio cuando el maestre se dirigía hacia a ti, siempre parecías distraída, pero respondías correctamente.
—Nunca me equivoque —dice con una pequeña pizca de soberbia causando que Jace se ría de su tono—. Nunca tuvimos una lección para ver a nuestros dragones. Me parecía injusto, aunque estaba triste de que Aemond no tuviera a su dragón, él siempre estaba con ustedes.
—Lo siento, aunque también nos separaron de Aegon y Aemond cuando pasó el incidente del cerdo.
—Una broma cruel.
—Intentamos disculparnos, madre nos regañó y nos castigó por burlarnos de él —No hay mentira en su voz, a pesar de los años transcurridos puede ver que él es honesto. Jace arranca la hoja de un árbol y la toma entre sus dedos—. Si yo hubiera estado en el lugar de Aemond, me habría dolido que se rieran de mí.
Helaena no le da una respuesta, pero suspira y recuerda las burlas que Aegon había infligido sobre ella durante todos esos años. A veces cuando estaba reunida en alguna lección de bordado en el salón principal rodeada de las hijas de otros nobles, Aegon borracho solía interrumpir y burlarse de ella, nunca le pasó desapercibido quienes se rieron de ella.
—Dejemos el pasado por hoy y concentrémonos en el presente que es lo importante —Un kiosco aparece a la vista y ella acelera el paso, es el lugar perfecto para una noche tan bonita. Le agrada la compañía de su sobrino—. ¿Han podido entrenar?
—Aemond acapara gran parte del patio —dice Jace recargándose en la barandilla, el viento moviendo levemente su cabello—, estamos cómodos siendo espectadores.
—Dile a Lucerys que lo intente —Jace frunce el ceño ante sus palabras—. Que no se desanime por todas las veces que Aemond le diga que no, mi hermano cederá. Aunque no lo creas, tiene un lado bondadoso.
—¿Es una broma? —pregunta sonriendo.
Helaena decide que se siente feliz esa noche en compañía de Jace.
Por un instante siente que la felicidad puede durar más tiempo de lo previsto cuando la lluvia hace acto de presencia e interrumpiendo el momento de tranquilidad. Ninguno ha traído alguna sombrilla. Jace se comporta como un caballero y se retira su capa para protegerla del agua. Sus cuerpos chocan cuando inician el recorrido de regreso a la fortaleza. No le molesta el toque de su sobrina y un deseo de estar más cerca de él crece dentro de su pecho.
No lleva sus botas por lo que sus zapatillas son más livianas y siente sus pies húmedos. Su vestido también se ha mojado y algunas gotas han caído sobre su rostro por el viento. Piensa en que deberá pedirle a su doncella que prepare un baño con agua caliente para evitar enfermarse.
Los guardias voltean a verlos, empapados por el agua. Antes de que puedan decir palabra alguna, Helaena toma la mano de Jace y se dirigen al pasillo de su habitación.
—Eso fue divertido —dice él cuando llegan a la puerta. Ella asiente emocionada. En otro tiempo hubiera detestado mojarse tanto—. Tengo que volver a mi habitación antes de que se preocupen, he estado mucho tiempo fuera.
—¿Podemos repetirlo mañana? —pregunta.
Él asiente y se despide de ella. Sólo unos segundos puede ver su cuerpo antes de que desaparezca en la oscuridad del pasillo. Toma la perilla de la puerta y entra a su habitación. Se recarga en la puerta e intenta recuperar la respiración por haber corrido.
—La traición se paga con la muerte —de las sombras de su habitación ve salir a Aemond, la seriedad en su rostro es notoria. Se ha quitado el parche que cubre a su ojo perdido, el zafiro brillando en la oscuridad—. ¿Eres una traidora, hermanita?
—¿Por qué esa pregunta? —se separa de la puerta y se acerca a su cajón en busca de una toalla seca—. ¿Me veo como una traidora?
—A la mano del rey no le gusta tu actitud —le dice, aún mantiene su distancia—. Has vuelto a desobedecerlo, deberías de estar enferma en cama, encerrada en tu habitación, no mojándote en la lluvia.
—Tu tampoco me defendiste —responde con tristeza—. Nadie me defiende. Sé que soy tu hermana mayor, pero no hiciste nada para evitar mi castigo. Nadie piensa en lo que quiero.
No le pasa desapercibida la mueca que aparece en su rostro, la desaparece de inmediato y su ceño se frunce.
—Es por tu bien.
—No, es por conveniencia de él.
—El abuelo te quiere, nos quiere —insiste. ¿Querer? Los pocos momentos de felicidad son contados y en cambio son más regaños y castigos los que hacen acto de presencia en sus recuerdos, en especial la presión que ejercen sobre Aegon—. ¿Por qué ahora, Helaena?
—¿Y por qué no? —Una sonrisa triste se cruza en su rostro—. Aemond, ha sido muy poco tiempo, pero me gusta estar con los bebés de Rhaenyra…
—Acepta que te desposen con Aegon entonces —la interrumpe, la furia en su voz es palpable—. El rey ya no se levanta de la cama y su consciencia se encuentra en otro lado, la noticia de su casamiento se la podemos dar después, estoy seguro de que madre puede organizar la boda en menos de una luna. Si quieres a los bebés de Rhaenyra ten a los tuyos propios. Su sangre será pura —El recuerdo de la niña con ojos tristes y que parece que nunca sonríe aparece en su mente.
Ella niega con la cabeza de inmediato.
—Hermano, no se trata solamente de eso. Hoy estuve platicando con Baela y Rhaena, no nos habíamos visto desde que fuimos a Driftmark al funeral de Lady Laena y yo ni siquiera les ofrecí mis condolencias por la pérdida de su madre. Además de ser mis sobrinas, también pueden ser mis amigas. Y no podemos olvidarnos de Jacaerys y Lucerys, ellos…
—¿Finalmente has perdido la cabeza, Helaena? —Él vuelve a interrumpirla. Se ha enojado con ella—. Son las hijas de Daemon Targaryen y él es una verdadera amenaza para nuestra familia. Él no dudaría en quitarnos del camino. ¿Qué no lo entiendes, Helaena? Esos lazos que quieres forjar son inexistentes, una fantasía de tu linda cabeza. No dimensionas el peligro en el que te has puesto a acercarte a ellos.
—Jacaerys y Lucerys… —insiste una vez más tratando de llegar a su hermano.
—Son bastardos —susurra, la furia es evidente en su voz—. No debes de juntarte con aquellos que son inferiores a ti.
—No son inferiores, son mi familia —El tono en su propia voz también ha cambiado—. Y no voy a escuchar más insultos sobre mis sobrinos, hermano.
