LA PRIMER NOCHE

La puerta chirrió y la joven ingresó tímidamente, seguida por la mujer que le acompañaba. Observó detenidamente la habitación que tenía ante sí; blancas paredes completamente desnudas, una pequeña mesa para dos personas y sus respectivas sillas. Al fondo, una televisión de antigüedad considerable y a la derecha, una cocina integrada que contaba con el equipamiento mínimo necesario para poder cocinar, lavar y guardar los alimentos.

Con un profundo silencio que no permitía rebelar su estado de ánimo, se dirigió por el pasillo del fondo a la izquierda, el cual finalizaba ante dos puertas opuestas entre sí, una a la izquierda y otra a la derecha.

- Sé que no es mucho, pero es lo mejor que pude conseguir en tan poco tiempo, después podré ayudarte a conseguir nuevos muebles y a decorarlo un poco. - Comentó su compañera.

- Gracias pero no creo que sea necesario... - Respondió al tiempo que abría la puerta de la derecha, hacia el dormitorio, donde podía hallarse un armario empotrado en la pared del fondo, una cama matrimonial en el centro y un par de mesitas de noche, una cada lado de la misma - Es perfecto...

- Me alegra que te guste - Sonrío - Temía que fuera demasiado pequeño para tu gusto.

- No te preocupes, tiene el tamaño justo para mí. De hecho, algo más grande hubiese sido demasiado para una sola persona.

- Pero en cuanto consigas una pareja, empezará a quedarte pequeño.

- ¿Pareja? La verdad no pienso en eso por ahora, Marina.

- ¿No? - Le dijo extrañada la bella morena - Pero si no hay nada más lindo que despertar todas las mañanas y ver a tu lado a la persona que amas.

- ¿Te refieres a Perla?

Un ligero rubor se dibujó en el rostro de Marina.

- Bueno, puedo entender que por el momento no busques una relación - Dijo, eludiendo la pregunta - has pasado por mucho, no hace ni 24 horas que derrotamos a Pastec y escapaste del Metro Abisal. Debes estar muy cansada.

- No tienes idea... - Y pasó por su lado, abriendo la puerta restante. Dentro se encontraba un baño de un bello color pastel, primorosamente adornado y con sus respectivos inodoro, bidé, lavamanos y... ¡una bañera! Se quedó viéndola con una leve sonrisa en el rostro.

- Ah sí, el baño es ciertamente encantador. Tuve suerte en conseguir uno con bañera; las viviendas de ahora por lo general solo traen ducha; un verdadero horror, piensa en toda esa pobre gente que no puede relajarse con un buen baño de tinta caliente.

No le respondió, simplemente cerró la puerta y se dirigió nuevamente al living comedor, acompañada por la cantante.

- Es un departamento muy lindo, Marina. Te lo agradezco mucho, no era necesario, me apena pensar en lo que debes haber gastado por mi culpa.

- Ocho, tranquila, eres una heroína, te mereces todo esto y más.

- Todos hicimos nuestra parte.

- Aun así, no debes quitarte méritos, has hecho mucho y te mereces esto como recompensa.

- Estoy en deuda contigo.

- No, no lo estás y no temas en pedirme cualquier cosa que necesites, que para eso están las amigas.

- Amigas... - Una fugaz sensación de tristeza ensombreció su rostro por un instante, para ser reemplazada rápidamente por una sonrisa que evitase preguntas incomodas - Bueno, gracias. De todas formas, no quiero ser una carga; mañana mismo comenzaré a buscar un trabajo para poder ganarme el pan como es debido.

Marina río gentilmente y le dedicó una enternecedora mirada a la joven octoling que tenía delante. ¿Cuántos años tendría? Le otorgaba unos 17 o 18; ni mucho más, ni mucho menos.

No podía sino sentir una gran afinidad hacia ella, pues le recordaba a sí misma cuando tenía su edad; valiente, decidida, con la frente siempre en alto frente a lo desconocido. ¿Qué planes tendría antes de ser atrapada en el Metro Abisal? No pudo evitar sentir curiosidad...

- ¿Qué era de tu vida antes de conocernos?

Ocho le observó inexpresiva, aunque Marina pudo jurar que vio un destello de angustia en su mirada.

- No lo sé.

- ¿Cómo que no lo sabes? - Preguntó extrañada.

- No recuerdo mucho, sé que vivía en Distrito Pulpo - Sonrío como el quien sabe que ha dicho una obviedad - Y que estuve alistada en el ejército... resulta evidente que fui diestramente entrenada.

Marina asintió, por supuesto que lo era, eso quedó patente cuando la vieron superar las numerosas pruebas a las que fue sometida allí en las profundidades.

- Creí que habías recobrado tu memoria.

- ¿Eh? ¿Por qué lo creíste? - Y se dio cuenta - ¿Los pastirrecuerdos? Estos me permitieron recordar momentos fugases; personas y situaciones y todavía cabría aclarar que se tratan solo de algunas personas y situaciones.

- Entiendo.

- Ni siquiera puedo recordar mi propio nombre... - Sonrío resignada, dejándose caer sobre una silla.

Marina apoyó las manos sobre sus hombros.

- Tranquila, recobrarás tus recuerdos con el tiempo.

- Supongo que sí, no tengo que desesperar.

- Claro que no, mientras tanto dedícate a vivir en paz, que ya has sufrido bastante como para preocuparte por lo que no tiene remedio; ahora te toca descansar y no olvides que no estás sola, nos tienes a Perlita y a mí.

- Y al Capitán Jibión.

- Claro, a él también y a su Agente 3 - Aguardó unos instantes, pero la joven no respondió. - Bueno... supongo que deberemos seguir llamándote Ocho.

La joven octariana levantó la vista, clavando sus ojos sobre los de la bella DJ.

- Por favor, no me llamen así, se supone que ese es mi nombre en clave cuando estoy trabajando para el Escuadrón Branquias.

- ¿Y cómo quieres que te llamemos?

- Octo.

- ¿Octo? - Pausó unos instantes para pensar sobre ello - ¿Es por su parecido con el número?

- No, es por ser una abreviatura de Octoling; porque cuando desperté allí, en ese frío suelo del Metro Abisal, cuando no recordaba absolutamente nada sobre mí, ni sobre la vida que llevaba, la única certeza que tenía era justamente esa, que era una Octoling; es mi identidad, es lo que soy...

...

En ese mismo momento, en una zona del Distrito Pulpo donde, irónicamente, los pulpos no podían entrar, el Escuadrón Branquias se encontraba reunido, al abrigo de la noche, en la confortable cabaña del Capitán, disfrutando de una cena tras tanto tiempo sin verse.

Todos los presentes escuchaban atentamente al noble anciano, quien narraba con apreciable lujo de detalles los acontecimientos recientes. No omitió ninguno; mencionó la momentánea tregua con una joven octoling, las peripecias por el metro abisal, la inestimable ayuda de las Cefalopop (y los duelos de rap que entabló con Perla, para vergüenza de sus nietas), los curiosos octarianos que se encontraban allí abajo y como finalmente habían logrado salvar el día.

- ¡Vaya! - Dijo emocionada Mar - ¡Se lo han pasado en grande, abuelo! ¡La próxima vez que propongas una misión que consista en realizar un largo viaje, te acompañaré sin dudarlo!

- Es bueno ver tanta proactividad en ti, mi querida nieta.

- En todo caso - Acotó Tina - Está el tema de esos octarianos atrapados en el Metro Abisal, son un factor a tener en cuenta.

- Estoy completamente de acuerdo - Aprobó Jibión - De hecho, tenía pensado establecerme permanentemente allí, para vigilarlos de cerca.

- ¡¿Qué?! ¡Tina, el abuelo quiere volverse un vagabundo que duerme en los trenes!

- ¡Mar, cállate! - Dijo con reprobación, no tolerando semejante falta de respeto - Discúlpala, abuelo. Creo que es una gran idea, nosotras nos encargaremos de todo aquí arriba, aunque las cosas están bastante más tranquilas últimamente, las relaciones con los octarianos han mejorado mucho, si bien aún se mantienen algunas asperezas entre nuestros gobiernos.

- Ah sí, había escuchado rumores sobre algunos acuerdos...

- Son ciertos, todavía falta mucho por recorrer, pero parece que vamos en dirección correcta para finalmente entablar relaciones amistosas.

- Bien, me alegra mucho saberlo, mis recientes experiencias me han convencido de que Pulpos y Calamares debemos unir nuestros tentáculos.

- Y hablando de pulpos - Dijo con enigma Tina - ¿Qué haremos con la joven que te ayudó, abuelo?

- Oh, le ofrecí ser parte del escuadrón y aceptó, pueden llamarla Agente 8.

Mar, quien en ese entonces estaba bebiendo, no pudo evitar escupir todo el brebaje que tenía en su boca, mientras la Agente 3 por poco y se atraganta con el bocado que probaba. Solo Tina, que hace mucho tiempo había aprendido a controlar sus emociones, mantuvo la integridad.

- ¿Un Octariano como parte del Escuadrón Branquias? - Preguntó.

- Ella aún tiene amnesia y en parte me siento responsable por su situación, pues antes de despertar en el Metro Abisal, disputaba un combate con la Agente 3. No puedo abandonarla a su suerte. Además, se ha ganado nuestra confianza por todo lo que ha hecho.

- Supongo que tienes razón.

- Abuelo - Interrumpió Mar - ¿La traerás mañana para que la conozcamos?

Y ante esta pregunta, Jibión no respondió de inmediato, sino que cerró los ojos, pensativo, meditando concienzudamente lo que iba a decir. Todos en la mesa permanecieron expectantes, hasta que finalmente su líder pronunció:

- Ella es una joven tímida, además de tener un gran desconocimiento respecto a la cultura inkling. Esto, sumado a su amnesia, me hace temer que se sienta desbordada si la introduzco directo al Escuadrón. Creo que deberíamos ir despacio; he decidido que por el momento no debe formar parte activa del equipo, en su lugar tiene que familiarizarse con nuestros valores y cultura.

- Podría tomarle bastante tiempo - Señaló Tina - Hace poco leí un Artículo que señalaba que incluso Octarianos que llevan viviendo aquí hace unos cinco años (pueden imaginarse ustedes como habrán podido entrar) - La Agente 3 enfocó la vista a su plato, ya vacío, con un deje de amargura en su expresión, ella sí podía imaginárselo - Aún tenían problemas para integrarse. Los sociólogos consideran que esto se debe tanto al choque cultural, es decir demasiadas asimetrías entre ambas sociedades, como así también a su escasa integración en nuestra vida comunitaria, están separados en lo que serían básicamente guetos.

Jibión se llevó la mano al mentón, pensativo.

- Muy interesante, mi querida nieta. Tal vez sería conveniente dar un apoyo activo a la Agente 8; alguien que la contenga, que le ayude a comprender la forma en que los inklings tenemos de ver el mundo y de relacionarnos entre nosotros.

- ¿Una especie de guía?

- Una especie de guía, correcto. - Asintió - Y tengo a la agente ideal para este trabajo. Agente 3, a partir de ahora quiero que acompañes a la Agente 8, le ayudarás a integrarse en nuestra sociedad.

La respuesta de la Agente 3 fue completamente inesperada, incluso para ella, pues en vez del disciplinado "Sí, señor" o variantes como "A la orden Capitán" o un simple "Entendido", se levantó de súbito y apretando los puños (en un acto inconsciente), dijo en elevada voz:

- ¡¿Qué?! ¡¿Quiere que acompañe a la octariana?! ¡¿Por qué justo yo?!

- Eres perfecta para este trabajo, Agente 3. Además de mí mismo, solo tú la conoces dentro del Escuadrón. Esto es una ventaja que las Agente no poseen.

- ¡Apenas y la conozco!

- Agente 3, ¿te das cuenta que te estás negando a una orden directa? - Espetó Jibión.

La susodicha se quedó petrificada al tomar consciencia de su evidente insubordinación.

- Abuelo, es posible que su trabajo la haya vuelto octofóbica. - Lanzó, ponzoñosa, Tina.

La Agente 3 le miró de reojo, con indignación. Hace dos años había partido junto con el Capitán en una misión de gran importancia y, en ese tiempo, sin embargo, habíase mantenido al tanto de las noticias que llegaban desde Cromopolis. Sabía perfectamente de los cambios sociales de gran magnitud que habían acaecido en su ausencia; los inmigrantes lograron tener suficiente peso político como para que sus demandas fuesen finalmente escuchadas; en primer lugar, las políticas de inmigración fueron relajadas (medida con la que estaba en profundo desacuerdo), seguidas por una regularización de los octarianos que residían ilegalmente en Cromopolis. Luego, vinieron las leyes por las cuales se les permitía trabajar en la industria de extracción de huevecillos dorados, lo que era profundamente polémico, puesto que se les permitía a octarianos manipular armas. Pero la noticia más impactante, el culmen de la cuestión, aconteció poco antes de ser llevada al Metro Abisal, cuando se enteró que el parlamento había aprobado una ley que permitía a dicha población participar de los combates de tinta. Ello era completamente inaudito, pues era abrirles las puertas, a los pulpos, al corazón de la cultura inkling.

Por supuesto, con esa imparable reivindicación de derechos, vinieron los cambios políticos y sociales correspondientes; la izquierda se apropió de las luchas octarianas y capitalizaron las victorias políticas obtenidas en este sentido, mientras que la opinión pública dejó de tolerar ciertas opiniones, tachándolas como "discursos del odio" (aunque debía admitir que algunas de estas, sobre todo las más radicales, eran efectivamente eso, discursos del odio, pues solo alimentaban la hostilidad hacia los inmigrantes, en vez de proponer soluciones alternativas a los problemas aparejados con los extranjeros y/u objetar razonablemente algunos aspectos de las propuestas presentadas por otros) y nuevas palabras fueron creadas para referirse a ciertas conductas que ahora eran reprobadas por la sociedad; encontrándose entre ellas la "octofobia" y sus correspondientes derivados, que consistía, básicamente, en una variante de la xenofobia enfocada únicamente en los octarianos, una fuerte aversión hacia ellos.

Pero ella no era una octofóbica, no se consideraba como tal. Sí, por supuesto, estaba en contra de que se hubiesen relajado las leyes migratorias, pero esto se debía a que se facilitaba el ingreso de espías y demás elementos indeseables a Cromopolis, aun si estos fuesen minoría. En este sentido, sí estaba de acuerdo en regularizar a los octarianos ya residentes, pues permitía detectar más fácilmente a quienes constituían un factor de riesgo (y que, presumiblemente, tendrían un mayor interés en permanecer en la clandestinidad). En cuanto a las políticas que les permitían empuñar armas, le resultaban completamente indiferentes (pues el riesgo asociado no dependía tanto de estas como del control de las fronteras; ergo, en sí mismas no eran ni buenas ni malas en términos de seguridad nacional). Así, la Agente 3 entendía que era injusto ser calificada de octofóbica, pues no sentía una repulsión hacia los octarianos en general, sino una suspicacia frente al estado octariano, nada más.

- Capitán - Dijo - No es que sea octofóbica, usted ya conoce mi opinión al respecto. Pero debo recordarle que le he acompañado a una misión de dos años de duración y que terminó en el incidente del Metro Abisal. En este tiempo he estado lejos de casa, sin poder siquiera hablar con mi querida esposa y, lo que deseo, es un par de semanas de permiso para poder descansar y pasar tiempo de caridad con ella.

- Agente 3, entiendo tus objeciones y las encuentro razonables. Sin embargo, ya te he explicado que eres la indicada para esta misión y desgraciadamente no me queda otra alternativa, debes acompañar a la Agente 8 - Hizo una pausa, sabía que era injusto con su agente y quería encontrar la forma de compensarla - Mira, solo debes estar con ella de 8 a 18, no mucho más, como un trabajo normal. Quedas relevada de cualquier otra cuestión, así podrás pasar el resto de tu tiempo con tu esposa.

La Agente 3 no se encontraba del todo convencida, había dado mucho, sacrificado demasiado y sentía que no se lo reconocían. En vez de permitirle descansar, le mandaban a cuidar de una octariana de la que sabía poco y nada. ¿Es qué Mar o Tina no podían encargarse del asunto? ¿Había una radical diferencia entre desconocer completamente a alguien y apenas conocerlo? Además, la solución que el Capitán planteaba no era tal, un horario mayor que el de un oficinista y sin francos. Si debía dormir un mínimo de 8 horas, hacer las dos horas de viaje que constituía el ir y volver desde su casa a la de la Agente 8 y pasar con ella diez horas, lo que le quedaba eran cuatro horas diarias para pasarlo con su amada.

Naty era una mujer amable y comprensiva, entendía que debían estar separadas por dos años enteros sin poder comunicarse siquiera, pero todo tiene un límite. ¿Y si esta era la gota que derramaría el vaso? "¡Dos años hace que no nos vemos! ¡¿Y me dices que no podrás tomarte unas vacaciones porque el Capitán te ha ordenado acompañar a una suripanta de vestimenta provocativa a la cual conociste en un sucia estación de metro?! ¡¿Qué clase de misión es esa, Bebu?!" Así se imaginaba la reacción que tendría su mujer, entonces seguirían las típicas réplicas de "Ya no pasas tiempo conmigo", "No me valoras", "Lo único que te importa es el trabajo" y demás joyitas destinadas única y exclusivamente a hincharle los ovarios hasta convertirlos en un par de plasbombas a punto de estallar.

Era injusto, profundamente injusto, ¿pero que podía hacer? Tendría que afrontarlo, era su deber, callarse y obedecer.

- Entendido, Capitán, le acompañaré.

- Magnifico, Agente 3. Estoy seguro que la Agente 8 y tú se llevarán bien.

- Trata de no conducirla a la perdición, Agente 3 - Tina nuevamente, disparando sus dardos cargados de veneno - Ya sabes que cuidar de otros agentes no es lo tuyo.

La aludida no respondió, permaneció en silencio, mascando bronca.

...

Cerca de la media noche, Marina ya se había marchado, no sin antes entregarle un nuevo móvil a la joven Octo. "El pepinófono no servirá de nada fuera del Metro Abisal y es bueno que estemos en contacto" Le había dicho. "Es tarifa fija; ya está paga y con suficientes datos para que puedas divertirte a gusto".

Y siguiendo los dichos de la bella cantante, Octo procedió a divertirse a gusto. Era tarde y estaba cansada, la pelea contra el Almirante Tartar había sido ardua y tediosa, Marina tenía razón, debía descansar.

Comenzó navegando por la App Store. Desconociendo completamente la cultura inkling, decidió buscar por la lista de éxitos, encontrando rápidamente una aplicación que captó su atención, Squidify Music... bastante sugerente, ¿qué decía la descripción? Te da acceso instantáneo a millones de canciones... ¡Bingo! La descargó. La abrió. Rápidamente descubrió como era el asunto. Servicio pago; gracias Marina, en cuanto consiguiese trabajo, te lo devolvería.

Entonces buscó, no al azar, sino guiándose por los pequeños destellos de su cenagosa memoria y por el llamado de su innato instinto octoling, encontrando al primer intento el glorioso éxito del Gran Líder, tocado en vivo en el mítico concierto conjunto con las Calamarciñas.

La música inundó por completo la habitación. Subió al máximo el volumen y la inundación se extendió al departamento entero; que los vecinos lloraran, no importaba. Comenzó a moverse al son de la melodía y procedió a desvestirse.

Al hacerse consciente del opresivo cuero de su traje octariano de elite, y al compás de la música electrónica, vino a su mente un nuevo recuerdo, el primero tras abandonar el Metro Abisal. Veía a varias octolings como ella, amontonadas en una gran oscuridad, interrumpida por los relampagueantes parpadeos de una luz entre blanquecina y azulada, mientras se repetía en su memoria el mismo tema que escuchaba en el presente. Entonces se le acercó una de las fantasmagóricas sombras que constituía el recuerdo de una camarada que, hasta hace poco, creía olvidada. Le ofreció una pequeña pastilla azul con forma de oso. La ingirió, los sentidos enloquecieron y su percepción de la música se elevó a un nuevo plano existencial. Después, todo devino borroso.

Abrió los ojos, volviendo a la realidad; se encontraba en la bañera, sumergida hasta el cuello de relajante tinta caliente. La temperatura era ideal y, en estado de plena despreocupación, pensó en que mañana muy seguramente debería ir a Inkopolis Square y ganarse el pan. Confiaba en sus dotes para obtener el dinero suficiente como para vivir confortablemente, sin necesidad de depender de Perla o Marina.

¿Y después que seguiría? ¿Qué haría de su vida? Por ahora no lo sabía, pero no importaba, no era el momento, lo primero y primordial era establecerse, luego ya vería.

Y la música se interrumpió de pronto. ¿Qué ocurría? Un breve pitido, un poco de interferencia y la armoniosa voz de las Calamarciñas se hizo presente. ¿Por qué? Claro, lo había olvidado, era la versión sonada en el concierto de hace dos años y ella había tenido la oportunidad de presenciarlo. Cerró los ojos y se encontró nuevamente en aquel lejano instante y lugar, la multitud enloquecía ante el tema de las idols calamares y ella había enloquecido también. El Gran Líder manejaba su equipo diestramente, cual gran DJ que era, mas la joven inkling que le enfrentaba, regresábale todas sus envestidas. ¡El golpe final! El Gran Líder expulsado de su distinguido trono y ella, tal cual hizo con sus anteriores ataques, le devolvió violentamente al mismo. El concierto estaba a punto de finalizar. La joven inkling giró su cabeza y sus ojos hicieron contacto. ¿Le habría notado? Difícil, estaba muy lejos, pero ella sí pudo percibir su seria mirada anaranjada, perdiéndose de lleno en ella. Entonces el concierto terminó, la tinta lo cubrió todo y se hizo un gran silencio. Nunca más volvió a verla, hasta hace poco...

Agente 3, ¿Cuánto hacía que se conocían? ¿Desde los eventos del Metro Abisal? ¿Poco antes de los mismos? ¿O mucho tiempo atrás? ¿Habían sido solo enemigas o puede que alguna vez intercambiasen palabra? No recordaba, no podía recordar. Un profundo dolor de cabeza y veíase nuevamente en aquel concierto, pero ahora ya no más desde las gradas, sino en el mismísimo escenario. La música de las Calamarciñas sonaba alegremente. A lo alto, allá en el cielo, divisábase una sombra, la Agente 3. Esta volteó nuevamente, le enfocó con la misma seria mirada anaranjada que había mostrado antes y Se abalanzó sobre ella. ¿Por qué le prejuzgaba? ¿Por qué le consideraba una enemiga? ¿Por qué abrió fuego sin mediar palabra? ¿Solo por qué era una octoling? ¿No había otra alternativa? Pero a la Agente 3 no le importaban estas preguntas, disparó, diez segundos y después... silencio.

Octo despertó sobresaltada y se encontró nuevamente en la bañera. La música había cesado y reinaba la paz. Notó que la tinta ya estaba fría; se había quedado dormida. Se levantó y sacó el tapón de la tina, luego procedió a secarse. Cuando hubo terminado, fue al dormitorio y se rindió entre las sabanas...

...

La Agente 3 deambulaba por las oscuras calles suburbanas, el eco de sus pasos retumbaba lánguido en la soledad de las horas previas al alba, cuando las buenas almas se encuentran refugiadas en sus casas y los pecadores campan a sus anchas. Levantó la vista y divisó a las torres que se elevaban a lo alto, cual monumentos de granito negro, rasgando el desnudo cielo con sus finas antenas.

Dos años, habían pasado dos años y nada había cambiado; las torres continuaban, cual solitarias compañeras, abrigando bajo su sombra a una multitud de bajas casas y los suburbios conservaban esa aura melancólica amplificada por la mortecina noche. Era como si el padre tiempo hubiese marchado, olvidando lanzar el gélido soplido que resquebraja las paredes y oxida los materiales.

¿Y las personas? ¿Las personas también se habrían mantenido imperturbables ante el lento avanzar del anciano Cronos? ¿Cuánto podía ocurrir en la quinta parte de una década? Habría personas que vendrían y partirían, que nacerían y morirían, parejas que se formarían y se separarían, amistades que florecerían y marchitarían. Cambios, demasiados cambios seguramente habrían devenido, solo que aún no los conocía. ¿Habría cambiado también ella, la persona que tanto amaba?

Abrió la puerta del que había sido una vez su hogar, ¿seguiría siéndolo? Dentro todo permanecía igual, mismos objetos, mismos colores, mismos olores; fue hacia el dormitorio y grande fue su alivio al comprobar que en este aun había una cama y, sobre ella, una solitaria inkling que descansaba; Naty, su esposa, tan hermosa como el día en que le conoció.

Se sentó a su lado y acarició con dulzura sus largos tentáculos, eso también permanecía sin cambiar, ella nunca había aceptado la nueva moda que tenía la juventud de ahora de recortárselos (destrozarlos, según opinaba ella). Embriagada por un amor incontrolable, acercó los labios a su mejilla descubierta y en ella posó un cálido beso.

- Amor, despierta, soy yo. - Susurró al oído.

La inkling se revolvió en la cama y abrió lentamente los pesados párpados, para rápidamente volverlos a cerrar, ante el dolor que le infligía la luz del dormitorio. Volvió a intentar, poco a poco la vista fue acostumbrándose a la nueva claridad, hasta que finalmente pudo enfocar la visión ante el rostro que tenía delante. Su juicio, más lento en despertar que sus sentidos, no comprendió al instante el significado de aquello que tenía frente a sí, más con el transcurrir de los segundos terminó por espabilarse y la súbita sorpresa se dibujó en el rostro de la mujer.

- ¡Bebu! - Y se lanzó a su abrazo con tal fuerza, que la mencionada por poco y pierde el equilibrio - ¡Volviste!

- Sí, hoy mismo y quieran los dioses que no vuelva a marcharme.

- ¡Volviste, no lo puedo creer! ¡Ay, que felicidad!

Del abrazo pasaron a los besos, por tanto tiempo anhelados y, mientras sus labios continuaban ocupados, las caricias por todos los espacios se asomaron. Poco a poco, las ropas fueron cayendo, las respiraciones volviéronse más agitadas, permitiendo que se escapase algún gemido y luego otro y otro más, cada vez más frecuentes, cada vez más rápidos. El ritmo del amor aumentaba en intensidad, cada vez más veloz, hasta alcanzar el máximo y luego descender lentamente, para terminar en un ahogado suspiro.

Las dos mujeres yacían en la cama, exhaustas, observándose felizmente la una a la otra.

- Eso fue maravilloso - Comentó Naty.

- Lamento haberte hecho esperar dos años.

- No te preocupes, la espera valió la pena - Se dieron un corto beso.

- Te extrañé mucho, Amor. Durante estos dos largos años, cada noche miraba las estrellas y pensaba en ti, con tristeza. Me preguntaba, ¿qué estarías haciendo? ¿Estarías bien? ¿Me esperarías?

- Oh, Bebu, claro que te esperaría, mil años si hiciera falta, ¿Cómo puedes dudarlo?

- Tienes razón, amor mío - Y recordando aquellas solitarias noches, rápidamente pasó a las demás vivencias en aquel tiempo transcurrido, hasta llegar a unas pocas horas del momento presente. Su semblante se ensombreció.

- Bebu, ¿está todo bien?

- Sí, solo recordé que debo contarte algo. ¿Quieres tomar un café?

- Claro... - Dijo con curiosidad.

Y vistiendo una bata cada una, sentadas en la cocina, con una taza de café caliente en la mano de cada una, la Agente 3 procedió a contarle el sorpresivo desenlace que tuvo una misión que, hasta entonces, se había mantenido dentro del cauce normal. Confiando en su esposa, no omitió nada y en su lugar contó todo; sobre como peleaba contra una joven octariana a la cual, sorpresivamente, no podía vencer y como dicha batalla concluyó abruptamente por causa de una entidad extraña que les atacó. Sobre como despertó en un lugar extraño, completamente sola, sin rastro del Capitán Jibión, para luego descubrir que se encontraba en una instalación subterránea a ubicada a gran profundidad bajo el nivel del mar, el Metro Abisal, y sobre como, deambulando por sus infinitos túneles, en busca del Capitán, fue conociendo más sobre los secretos de Pastec, la lúgubre empresa que controlaba aquel lugar. Entonces, narró cómo, tras recibir una señal de emergencia, logró llegar a tiempo a donde se encontraba el Capitán y, contra todo pronóstico, la octariana, para salvarlos de una muerte segura. De lo demás, poco podía contar, pues perdió el conocimiento, despertando en un helicóptero cuando todo había terminado.

Lo que faltaba vino por boca de Jibión o, mejor dicho, de lo que él le había contado, sobre como la octariana había salvado el día, con ayuda de las Cefalopop, aquel dúo que tanto emocionaba a los jóvenes de hoy y sobre como la susodicha fue nombrada Agente 8 del escuadrón branquias.

- ¿Agente 8? ¿Una octariana como parte del Escuadrón?

- Inaudito, pero el Capitán dice que es de confianza.

- Pues por lo que me cuentas, Bebu, parece ser que ha hecho bastante por Cromopolis, como para poder confiar en ella.

- Efecto colateral, se podría objetar; nos ha salvado de una amenaza que hacía peligrar tanto a Cromopolis como a su tierra natal. Aun así, no tengo motivos para recelar de ella y podría darle una oportunidad - Y bajando la mirada, dijo en voz baja - Después de todo, quizás una octariana tenga mayor lealtad de la que supieron tener dos inklings a las que tenía en buena estima...

- ¿Dijiste algo?

- ¿Eh? No, nada. La octariana...

- ¿Cómo se llama? Suena un poco rudo que te refieras a ella como "La octariana".

- No lo sé, el Capitán Jibión solo le dice Agente 8, de todos modos tiene amnesia, es posible que no lo recuerde.

- Bueno, continúa.

- El caso es que el Capitán considera que esta chica, antes de hacer misión alguna para el escuadrón, debe acostumbrarse a la vida aquí en Cromopolis, así como a nuestra cultura y códigos morales.

- Suena razonable, seguramente debe ser un cambio radical para ella.

- Sí y el Capitán también piensa que se adaptaría más rápido si alguien le hiciese compañía, ser su guía.

- Claro, por lo que me cuentas, dudo que tenga amistad alguna aquí en Cromopolis, excepto las Cefalopop, pero ellas estarán muy ocupadas con su fama.

- Y no podrían mostrarle lo que es una vida normal. El caso es que, fuera de ellas dos, solo la conocemos brevemente el capitán y yo, las Agente no han tenido el placer.

- Más el Capitán que vos.

- Correcto, pero él está muy ocupado, además no creo que pueda aguantarle el paso a una jovencita como ella, ten en cuenta su avanzada edad.

- Sigue...

- Bueno, es por eso que me ha asignado la misión de ser su guía.

- Ajá...

La Agente 3 no pudo percibir emoción alguna de aquella pequeña palabra, mucho menos del tono en que fue pronunciada. Tampoco pudo notar cambio alguno en el semblante de su compañera; ni una mirada de sorpresa, ni un ceño fruncido, ni labios caídos, ni nada. Esto le intranquilizaba más que un disgusto evidente; la falta total de expresión le hacía suponer que su esposa estaba acumulando bronca que podía estallar en cualquier momento. De cualquier manera, era tarde para echarse atrás y prosiguió:

- Deberé estar con ella de 8 a 18 todos los días.

- Ya veo...

Su imperturbabilidad continuó; esto no le gustaba nada a la Agente 3, quién ya se alegraba de haber tenido relaciones poco antes; pues, por como venía la mano, estimaba que no volvería a tenerlas en una buena temporada.

- Le dije que hacía dos años que no te veía, que quería unas vacaciones para poder pasar tiempo contigo, pero era una orden directa y no podía desobedecer, lo siento.

- Está bien, Bebu, entiendo.

- ¿Segura? ¿No estás enojada?

- No, es tu trabajo, ¿qué otra cosa podías hacer? - Y esbozó una pequeña sonrisa - Bueno, ya es tarde y mañana tienes mucho que hacer, vamos a dormir.

Se levantó y dirigió al dormitorio, mientras la Agente 3 le veía partir, sabiendo que las piernas de su esposa se encontraban cerradas bajo siete llaves, con combinación y reconocimiento facial, incluidos. Se miró las manos vacías, sin esperanza, dándose cuenta que debería visitar nuevamente a su vieja conocida, Manuela Soledad de Las Palmas, siempre dispuesta a acudir en socorro de calamares desesperados.

- Si el Capitán me hubiese dicho, cuando nos conocimos, que la vida de un agente tendría estos sacrificios, hubiese dejado que Octavio sé quedase con el Volbagrezón desde el primer momento.

Resignada, se puso en pie y fue a la cama.

CONTINUARÁ...