¡Hola!
Aquí tenéis el primer capítulo de la secuela de "No te acerques tanto a mí". Si alguien no la ha leído, recomiendo hacerlo antes de seguir con esta historia.
Cap 1. El "nuevo" profesor de pociones.
Severus Snape resopló enfurecido, mientras arrojaba con desdén la pluma con la que intentaba escribir, sin obtener ningún resultado aceptable. Hermione bajó el periódico que leía tranquilamente en el sofá, para observar a Severus por encima de él y dedicarle una gran sonrisa a su marido. Ya estaba más que acostumbrada a los arranques de furia de su esposo mientras escribía, así que casi ni se inmutaba, dejaba que se pasase la rabieta y todo volvía a su cauce.
Snape se levantó de la mesa malhumorado y fue a tomar asiento al lado de Hermione, tumbándose a lo largo del sofá, apoyando su cabeza en el regazo de su mujer, que se apresuró a arrojar a un lado "El profeta". Hermione acarició con la punta de los dedos la cicatriz de la mejilla de Severus con ternura infinita. Snape sonrió mientras cerraba los ojos para concentrarse mejor en las caricias de su mujer. Sintió como un calambre le recorría la espina dorsal, era casi increíble, pero a pesar del tiempo que llevaban juntos, Severus disfrutaba de sus caricias como al principio de su relación. El pasar por toda aquella situación, su separación traumática durante la guerra, y el hecho de que casi le mata Nagini, le había hecho valorar a esa increíble mujer que permanecía a su lado.
Aunque siempre la había valorado.
-Te voy a echar mucho de menos...- se quejó el hombre, abriendo de repente los ojos.
Hermione suspiró mientras entrelazaba sus dedos en la suave melena de Severus.
-Y yo también te extrañaré mucho... pero estamos cada vez más cerca, creo que esta vez daremos con ello.
-¿Cuánto tiempo te irás?- dijo con esa voz melosa que aún hacía estremecer a Hermione.
-Dos meses... tres como mucho.
-Menudo asco. Tú te vas a Francia, y Eileen se va al colegio la semana que viene... y yo me quedo aquí solo.- Quien se lo iba a decir, el solitario murciélago de las mazmorras, aquel hombre que había pasado la mayoría de su vida solo, quejándose... La idea de separarse de su familia le aterraba.
-¿Por qué no te vienes conmigo? Escribir, en realidad puedes hacerlo en cualquier parte...
Snape sonrió, la idea le tentaba. Casi nunca se habían separado durante largos periodos tiempo. Desde que finalizó la guerra contra quien-no-debe-ser-nombrado, sólo alguna que otra vez en los viajes que hacía Hermione para realizar o acudir alguna conferencia sobre medimagia. Los adelantos que había realizado sobre su investigación para curar a los hombres-lobos habían sido importantes, haciéndose un renombre en el mundo de la medimagia, tanto que acababan de concederle una beca de investigación en Francia. Pero la única condición es que tenía que marcharse allí una buena temporada.
Hermione y Severus intercambiaron una intensa mirada. Ya no les hacían falta las palabras, no tenían que hablar siquiera. Sintieron como sus almas se acariciaban, como se comunicaban, sintiéndolo en lo más profundo de su ser. Severus suspiró quejosamente mientras jugaba con un mechón rebelde de la extensa cabellera de Hermione. Su mujer inclinó la cabeza para besarle en los labios. Habían pasado ya dieciocho años desde que se casaron en el interior de la casa de los gritos, mediante un ancestral ritual que había formado una conexión entre sus almas, uniéndolas entre sí. Pero su pasión y su amor no se habían visto mermados con el tiempo: se querían cada día más si eso era posible...
Eileen Snape entró en la habitación como un huracán que arrasaba todo a su paso. Miró con fastidio como sus padres se daban el lote en el sofá, haciendo una mueca de asco. No podía creerse que esos dos llevasen dieciocho años casados y siguieran comportándose como adolescentes. Se cruzó de brazos delante del sofá donde estaban sus padres, aguardando. Pero ninguno de los dos se había percatado de la presencia de su hija. Eileen puso los ojos en blanco molesta y se aclaró la garganta, en un vano intento de llamar su atención. Sus padres seguían a lo suyo... Eileen no entendía por qué sus padres no podían estar casados como el resto del mundo, cuando se "conectaban" se quedaban alelados mirándose, ignorando el mundo que los rodeaba. O se pasaban el día besándose por todos los rincones de la casa... era insoportable vivir con ellos.
-¡Papaaaaá!- Gritó Eileen al sentirse ignorada.
Hermione se incorporó un poco en el sofá, claramente molesta.
-¿Qué quieres Eileen?- dijo su madre mientras seguía mesando el pelo de Severus.
Severus observó a su hija, que lo miraba fijamente con desaprobación, clavándole sus ojos de color miel, con las manos en la cintura, gesto claramente calcado de su madre cuando se enfadaba. No podía creerse que el tiempo hubiera pasado tan rápido. Le parecía ayer cuando se sentaba en su regazo y le gustaba que le leyera, o cuando la llevaba al parque a balancearla en un columpio, o pasándose horas contemplándola jugar en la alfombra de aquel mismo salón... Su hija había crecido tan rápido, convirtiéndose en una guapa jovencita, aunque para sus ojos seguía siendo la misma niña de siempre. Ese año acudiría a su último año en Hogwarts. Severus estudió a su hija por un momento... ¿Cuando había dejado de ser su niña para convertirse en la adolescente que tenía en frente? Eileen era larguirucha y delgada, como lo había sido su padre con su edad. Su piel era pálida, llevaba una larga melena de color azabache por la cintura, sus ojos eran un poco más oscuros que los de su madre y le gustaba mucho sonreír... menos ahora que tenía un enfado de mil demonios.
-No encuentro otra vez mis insignias del colegio...
Hermione desvió rápidamente su mirada a su marido, que se incorporó en el sofá irritado.
-¡Snape!
Severus frunció el ceño.
-¿Se puede saber por qué me miráis las dos así?- preguntó Snape cruzándose de brazos.
-¡Porque siempre eres tú papá!- dijo Eileen- ¡Soy de Gryffindor, supéralo de una vez!
Severus dejó escapar un gruñido mientras se levantaba del sofá. Aquello era como meter continuamente el dedo en la llaga, si había algo que le repatease, es que su propia hija hubiera acabado en la casa Gryffindor. Aunque de nada le servía irritase, porque aquello ya no tenía remedio.
Hermione cogió su varita de encima de una mesita cercana al sofá.
-Accio insignias.
Las insignias del colegio volaron a través de la puerta hasta su mano. Hermione las miró con cierta nostalgia, recordaba con tanto cariño su época de estudiante en Hogwarts… parecía ayer cuando Severus y ella escondían su amor en el interior del bosque prohibido, cuando se escabullía a través de la red Flu hasta el dormitorio de su temible profesor de pociones... Severus se volvió, sentía en su alma los recuerdos de su mujer y se volvieron a mirar intensamente, conectándose una vez más... Eileen suspiró con hastío, cuando se ponían así le entraba ganas de vomitar...
Una llamarada verde salió de la chimenea, apareciendo de repente la cabeza de Harry Potter entre las ascuas, Snape dio un pequeño respingo.
-¡Potter!- Snape se acercó a la chimenea- ¿Qué demonios?
-Perdone profesor, no era mi intención asustarle...
-¡Le he dicho millones de veces que ya no soy su profesor!- le advirtió. Llevaba años diciéndole que dejara de llamarle así, pero ese cabeza hueca parecía que lo hacía para fastidiar- ¿Ocurre algo?- Snape sabía que algo grave debía haber pasado para que Potter irrumpiera así en su chimenea.
Hermione y Eileen se acercaron, colocándose cada una a un lado de Severus, asomándose por el hueco de la chimenea.
-¡Hola Herms! ¡Hola Eileen!- saludó alegremente Harry a las chicas, que correspondieron inmediatamente al saludo. La cabeza de Harry se volvió a un lado- ¡No James! ¡Si tienes que decirle algo a Eileen mándala un mensaje, que no soy una lechuza!- La cabeza de Harry volvió a mirar a sus amigos- Hoy en la oficina de Aurores me he enterado que el profesor Slughorn falleció ayer... Pensé que le gustaría saberlo Snape.
-¿Horace? ¿Ha muerto Horace Slughorn?- preguntó incrédulo Snape. Slughorn se había quedado con el puesto de Snape cuando dejó años atrás la docencia, sustituyéndole como profesor de pociones y jefe en la casa de Slytherin.- ¿Cómo ha sido?
-No estoy muy seguro, pero creo que murió mientras dormía... al menos no tuvo una muerte violenta el pobre.
-¿Mi profesor de pociones? ¿Ha muerto mi profesor?- preguntó Eileen clavando sus ojos melados en su padre, que asintió con gravedad. A la chica se le llenaron los ojos de lágrimas, sentía mucha pena que hubiera fallecido su bonachón profesor de pociones...
Hermione besó con ternura la mejilla de su hija, ella también sentía que el viejo profesor hubiese fallecido. Snape se despidió de Harry, quedando que le avisarían mutuamente si se enteraban de donde se realizaría el funeral. Casi no se habían retirado de la chimenea cuando una gran lechuza gris entró volando por la ventana, dejando caer sin ceremonias en las manos de Severus, un sobre lacrado con el escudo de Hogwarts. En la parte frontal del sobre, estaba escrito con una magnífica caligrafía el nombre de Severus Snape.
Snape y Hermione intercambiaron una mirada y volvieron a posar sus ojos en ese misterioso sobre.
-¿A qué esperas Severus?- dijo con impaciencia Hermione- ¡Ábrela!
Severus rompió el sello que cerraba el sobre y comenzó a leer la carta con avidez. Su ceja derecha se disparó, incrédulo. Su mujer que se moría de curiosidad, daba golpecitos con el pie en el suelo, llena de impaciencia.
-Es... de la directora McGonagall.- dijo Severus con los ojos aún en aquel pergamino- Me pide un favor...- Severus le pasó la misiva a Hermione- Léela tu misma.
Hermione leyó con interés la nota de la directora de Hogwarts.
-¡No me lo puedo creer!- le dijo a su marido con los ojos muy abiertos- ¿Qué le vas a contestar?
-Naturalmente voy a rechazar su proposición...
-¿Por qué Severus? Sólo es este año. Además, se lo debes... Recuerda que Minerva te defendió apasionadamente en tu juicio... No puedes negarte.
-¡Yo no le debo nada a nadie! ¡Ya estoy harto que se me siga juzgando por lo que hice en el pasado!- espetó el hombre- ¿Acaso no hay nadie más para el cargo?
-Puede ser, pero tú eres la mejor opción, piénsalo... además sólo queda una semana para que comience el curso. No debe ser fácil buscar con tan poco tiempo.
Eileen resopló. Sus padres habían comenzado a comunicarse a través de telepatía. Lo hacían sobretodo cuando discutían algo frente a ella o para cuchichear en reuniones. Cosa que le molestaba enormemente, le parecía de mala educación que la excluyeran de ese modo... ¿Por qué sus padres no podían ser normales, como los de sus amigos? La chica observó cómo su padre se cruzaba de brazos y resoplaba, eso significaba que los argumentos que estaba empleando su madre eran válidos.
-¡Vale! ¡Tú ganas Hermione! Le escribiré ahora mismo a McGonagall aceptando el empleo.
Eileen abrió mucho los ojos.
-Mamá... ¿Qué es lo que me he perdido?
Hermione se reía.
-Te presento a tu nuevo profesor de pociones... y el nuevo jefe de Slytherin.
-¿Papá? ¿Me vas a dar clase?- La chica no cabía en sí de asombro.
Su padre estaba tomando asiento en su escritorio, se proponía a contestar si más demora. Los argumentos de su mujer eran muy válidos... primero no iba a dejar que cualquier mentecato le diera clase de pociones a su hija, más cuando ese año tenía que afrontar los EXTASIS. Su mujer iba a pasar una temporada fuera, así que no se quedaría solo en casa... además, siempre le producía un gran dolor separarse tanto tiempo de su hija. Estando en el colegio podría pasar tiempo con ella... y vigilarla de cerca. No le gustaba en absoluto el rollo que se traía con el hijo mayor de Potter.
-Eso parece...- dijo Severus con resignación.
-¡El murciélago de la mazmorra ha vuelto!- gritó divertida su mujer.
Severus fulminó con la mirada a Hermione, que había comenzado a reír a carcajadas.
El jefe de Gryffindor, arrojó al fuego aquella asquerosa invitación de boda. Su corazón estaba rebosante de amargura y una gran tristeza invadió su alma. Luna, la mujer de la que llevaba tanto tiempo enamorado se casaba... con otro.
Había sido un necio, un completo idiota. Había tenido tanto tiempo para confesarle sus sentimientos, para conquistarla de tantas maneras... pero siempre se había echado atrás. Su presencia, su risa, sus ojos del color del cielo, su mirada soñadora... Todo aquello lo había perdido para siempre.
Ya no tenía vuelta atrás.
Estúpido más que estúpido... Había estado enamorado de ella desde que fuera un simple niño, cuando la había conocido durante su etapa de estudiante en Hogwarts. Aún podía recordar con claridad el día que la vio por primera vez… había dejado pasar todos estos años, sin superar sus miedos pueriles, a pesar de tener ya treinta y cuatro años...
Y ahora, ya no tenía remedio, su corazón pertenecía a otro hombre.
Contuvo las lágrimas y salió de su despacho. En unas horas se celebraría el funeral de Horace, ese pobre si que ya no sufriría más...
Con pasos indecisos se dirigió al despacho de la directora, que por alguna razón lo había mandado a llamar. El castillo de Hogwarts estaba aún vacío de estudiantes, quedaba unos días para que se llenara de niños con ánimos de aprender magia, dándole vida a aquel triste lugar. Así que los pasillos estaban silenciosos y apacibles, solo interrumpía esa paz el dichoso fantasma Pevees, que como se aburría, intentaba provocar a todo el mundo. Se acercó a la gárgola de la entrada al despacho y susurró la contraseña.
McGonagall lo esperaba, sentada en su enorme escritorio, hablando animosamente con el retrato de Dumbledore a sus espaldas.
-¿Me has llamado Señora Directora?- preguntó Neville para hacerse notar.
Minerva se volvió, mirando a su profesor de Herbología.
-¡Neville! ¿Cuántas veces voy a tener que decirte que me llames Minerva?
Neville se limitó a encogerse de hombros.
-¿Querías contarme algo?
-¡Sí Longbottom! Al fin puedo estar tranquila... He encontrado por fin un sustituto a Horace. ¡Y no uno cualquiera! ¡Sino el mejor profesor de pociones que podíamos tener!
-¿De quien hablas, Minerva?
-De Severus Snape...
-¿Snape? ¿No dijo una vez que ni harto de whisky muggle volvía al castillo para estar rodeado de mocosos indeseables?
-Bueno sí...- dijo ruborizándose- Dijo eso y otras cosas peores. ¡Pero no podrás negar que es el mejor en su campo!
Neville vio pasar en su mente, ráfagas de sus años como estudiante de magia. Snape le había amargado la existencia desde el primer minuto que puso los pies en su asquerosa clase. ¿Snape de compañero de trabajo? Se dejó caer en una silla.
-¿Y quien va ha ser el nuevo jefe de la casa Slytherin?
-Naturalmente Severus...
Neville se pasó la mano por el rostro con ademanes cansados. Definitivamente ese era el peor día de su vida... Ahora sí que estaba jodido.
Hola a todos/as
No sé si era lo que esperabais,esto ha sido un poco introducción a lo que va ha ser el fic. Espero que le deis una oportunidad antes de maldecirme.
Besiños muy fuertes y espero vuestros crucios...
