Sukzuni.

Capítulo 10.

EL SUEÑO Y EL ENTRENADOR.

Era de medio día, Sukzuni caminaba entre el sendero en medio de los árboles con la mirada perdida, y se sentía débil pero con rabia, una rabia solo capas de saciarse con sangre, sea cual sea, sangre inocente o no, seria un placer para ella derramarla. Ya habían pasado unas tres horas desde el ultimo suceso, Dratini caminaba detrás de ella, mirándola preocupadamente. De repente Sukzuni cae de rodillas al suelo.

Respiraba entrecortadamente, la mirada se le nublaba y traspiraba mientras ese insoportable dolor que llevaba sintiendo desde que salió de Skiathos le taladraba más que nunca la nuca.

Todo se oscurecía, ya no sentía sus rodillas ni sus manos apoyadas en la tierra, no veía nada, no sentía su cuerpo, estaba flotando en la nada. De repente aparece corriendo en medio de un bosque con su Katana desenvainada completamente, alrededor de varios samuráis más y todos con capas negras, ella corría en frente, mientras se abría paso entre los árboles con su poderosa Katana.

Izumi, donde crees que está? – Decía la grave voz de un samurai mientras seguían corriendo.

Cerca, esta llegando a Tribial. – Le salieron esas palabras de su boca, una voz muy parecida a la de ella, pero sin duda no era la suya.

De repente paran en medio del camino.

Descansen. – Dijo ella nuevamente con voz autoritaria al grupo con que corrían.

Estas segura que está cerca de Tribial? – dijo la misma voz del samurai anterior.

Si, La Dragon Heart se siente más fuerte que nunca... – Nuevamente le salen esas palabras de la boca de Sukzuni, mientras mira a la luz su Katana, una espada idéntica a la Dragon Heart con la diferencia que no era plateada, si no, de un fuerte rojo metálico, un rojo metálico color sangre.

Todo se oscurece nuevamente, Sukzuni abre sus ojos y se encuentra nuevamente en el sendero entre los árboles tirada en cuatro patas con la mirada hacia el suelo, estaba mareada, todo estaba borroso. No se había quedado dormida, simplemente había cerrado los ojos un instante y había visto eso. Una helada brisa refresca el rostro de Sukzuni haciéndola levantar la mirada del placer que daba sentir ese frió viento. Sukzuni se levanta y nota al frente de ella una bestia, algo, una criatura de un color azul brillante que la observaba a unos metros de ella. La criatura cierra su boca y la brisa se detiene, ella puede observarlo detenidamente, una celeste criatura, preciosa, ya la había visto antes, era la misma bestia que la había salvado el día que fue hacia casa de Kiezen. Pero que podría estar haciendo allí?

La criatura la seguía observando, mientras el viento hacia mover su fina capa color aureola que le cubría el lomo, la mirada se la bestia se volvió en un momento una miraba con tristeza, decepción. Sukzuni da un paso hacia delante intentando acercarse y la criatura lanza una ventisca que hace que Sukzuni no pueda seguir caminando ni tampoco ver nada, al detenerse aquel brutal viento, la criatura ya no estaba.

Sukzuni intenta calmar el dolor de su cuello poniendo una mano encima de el, y parte recordando el sueño.

Corriendo entre Samuráis de capas negras, podrían ser los Narihagachi, pero porque tendría que aparecer ella allí? Ella era una samurai de ellos, hasta tenia una espada como la Dragon Heart, pero no era ella, su voz no era la misma.

Sukzuni desenvaina su Katana y observa la empuñadura. No, seguía siendo plateada, pero tenia una sombra roja, la cabeza de dragón de la punta de su empuñadura era casi completamente roja, y ardía. Mirar su Katana le recordaba el placer que sintió al matar a los tres desgraciados que destrozaron su carta, ya la carta no le importaba, solamente el hermoso recuerdo de sentir el filo de su Katana atravesar por sus tibios cuerpos ya era suficiente. Sukzuni guarda rápidamente su Katana. Y ese dolor de la nuca aumenta. Que le pasaba? Desde cuando matar ha sido un placer? Algo pasaba, se sentía ajena a sus sentimientos. Parte recordando nuevamente el sueño... Quien demonios sería Izumi? Si ellos eran los Narihagachi, esa Izumi era la líder y estaban buscando a alguien que estaba llegando a Ciudad Tribial...

Sukzuni se gira y mira a Dratini.

MIERDA! DRATINI, RAPIDO, TENEMOS QUE LLEGAR A TRIBIAL LO ANTES POSIBLE! – Grita Sukzuni con todas sus fuerzas mientras el Dratini sube a su hombro. A Sukzuni le pareció ver una leve mirada y sonrisa de satisfacción de parte de su compañero.

Ella corría con todas sus fuerzas con su compañero en el hombro, los Narigahachi no estaban muy lejos, seguro, Sukzuni no tenía nada que probara que lo que vio era verdad, pero parecía tan real que era mejor no correr el riesgo de que fuera encontrada.

Llegar a Tribial lo antes posible, ir a ver a Shugo a la península e ir hacia el occidente... y al Centro Pokémon? O sea, además de huir de un clan samuráis que quien sabe cuentos serán que me persiguen para matarme, tengo que entrenar Pokémon... – Pensó Sukzuni jadeante mientras seguía corriendo, inmediatamente mira a Dratini en su hombro y sonríe... – Entrenar capaz que no sea tan malo, fue la pasión de mi papá... Pero porque Kiezen y Yamazaki se esfuerzan tanto para que valla para el Occidente? No lo sé, pero ese Shugo algo debe saber... – Sukzuni ve a lo lejos que el camino se divide y ahí mismo hay unas personas y el dolor de su cuello aumenta. Ella se detiene.

Sukzuni manda un resoplido, se da cuenta de que era un hombre y dos mujeres, estaban conversando o algo así y llevaban un carro con manzanas. Ella no tenía tiempo, que salieran de allí lo antes posible, que ella debía pasar. Le daba asco verlos ahí, pero al mismo tiempo se sentía impaciente, ella posa su mano derecha a su ardiente Katana que ardía cada vez más, como si las ganas de derramar sangre de la Dragon Heart contagiaran a Sukzuni... y ella no quería resistirse. Sukzuni mira a Dratini y saca la Dragonball y lo hace regresar.

Sukzuni desenvaina y corre hacia ellos, ella salta encima de las dos mujeres que estaban en frente y manda dos impulsos con la Katana antes de caer arrodillada detrás de ellas, Sukzuni mira de reojo para verlas caer lentamente desangradas mientras ella sigue sonriendo degeneradamente, al volver la mirada al frente se encuentra con el hombres con un palo en la mano listo para pegarle a Sukzuni a pocos centímetros de ella, ella agarra ágilmente su Katana con las dos manos en forma vertical y se la entierra completamente debajo de la mandíbula de aquel hombre traspasándole hasta el cráneo y haciendo caer boca bajo al suelo. La felicidad de Sukzuni era inmensa, gozaba esa sensación de cortar en dos el tibio rostro de aquel hombre para quitar la Katana de su cabeza y verlo morir sangrientamente.

Jack, onda trueno – Inmediatamente Sukzuni se ve enredada por pequeños truenos y siendo obligada caer de espaldas sin poder moverse – Regresa. – Se escucha de nuevo aquella voz desde los árboles seguido del sonido del láser de una Pokeball.

Quien es! – Grita Sukzuni desde el suelo, forcejeado inútilmente con el onda trueno.

Me llamo Akira, un simple entrenador Pokémon. – Dice un chico de una estatura mayor a la de Sukzuni, con tez blanca, ojos cafés y un pelo negro desordenado. Aparece desde la sombra de los árboles, estaba vestido de una manera muy especial, sin duda no era un rebelde, era del Occidente.

Atacando por la espalda eh? Que digno, espera a que salga de aquí para que te haga pedazos. – Dijo Sukzuni con una amenazante sonrisa mostrando los dientes.

Ja... – Dice sarcásticamente - No, solo me llama la atención ver a una chica como tu que use de esa manera tan espectacular la espada, pero también me decepciona que la uses con el mismo fin de los hijos de puta del Oriente. – Akira se cruza de brazos – No te ataco con mi Pokémon y seguro que no te hubiera podido detener... Pero bueno, así se trata a los salvajes... – Dice Akira con una mirada profunda.

Tu... Tu puedes atacar a los samuráis con tus Pokémon? – Dijo perpleja Sukzuni, recordando lo que le dijo Kiezen, que los Pokémon no podían atacar a los rebeldes, pero que ella era una excepción, nunca le dio las razones.

Si, al igual que tu con tu Dratini y con tu Houndour. – Dijo Akira simplemente.

Pero como... – Murmuraba Sukzuni sin entender. Como el iba a saber el eso de ella?

Solo te pido que reacciones, sé que tienes un poco más de razonamiento que los del Oriente, y si es que quieres ir al Occidente para encontrar lo que buscas, de esa manera no lograrás nada. – Akira se gira hacia el bosque y desde su cinturón saca una Pokeball y la lanza hacia el oscuro del bosque - No te dejes llevar por el poder, porque terminarás destruyéndote a ti misma. – Al terminar la frase se acerca unos pasos al bosque y mira de reojo nuevamente a Sukzuni – Se me olvidaba, para llegar a Tribial tienes que ir por el camino de la derecha. Nos vemos. – En ese momento se integra totalmente a la oscuridad del bosque y se ve una mancha café que sale volando desde la copa de los árboles a una gran velocidad.

Sukzuni no seguía forcejeando, lentamente los efectos del onda trueno desaparecían. Ella miraba perpleja hacia el oscuro del bosque por donde se había ido ese chico pensando en lo que le había dicho. Sukzuni se pone de pie y suelta un resoplido con una sarcástica sonrisa.

Imbesil... – Dice mientras recoge su Dragon Heart Katana del suelo y la guarda en su funda, que curiosamente, el rojo de su empuñadura era cada vez más notorio. – No sé porque no vuelvo a Skiathos a tomar el poder... – Murmura sonriente mientras saca una roja manzana del carro salpicado de sangre – Argh.... Maldito dolor... – Sukzuni cae de rodillas al suelo por el dolor de su nuca.

Sukzuni ríe, se pone de pie lentamente y manda un mordisco a la manzana y sigue camino...

Quien sabe? Podría encontrar a algún otro desgraciado con un carro de naranjas en medio del camino... – Dice Sukzuni a ella misma - Pero eso si es que no me pillan antes... - Piensa Sukzuni y parte aumentando la velocidad de sus pasos hasta nuevamente seguir corriendo. – No me puedo arriesgar a morir tan rápido, esto recién esta empezando... – Piensa nuevamente, mientras una malvada sonrisa se dibujaba nuevamente en su rostro en medio del atardecer.

Si, Sukzuni tenía razón, esto estaba recién empezando, pero de la peor manera que se puede imaginar.