—Claro… —había dicho él—. Si no, sería súper extraño, ¿verdad?

—Sí —había respondido ella—. Sería… súper… extraño.

No obstante, si se trataba de un sueño tan absurdo, ¿por qué le había costado tanto despertar? Una parte de ella, además, sentía que aún permanecía allí, en aquel mundo de color de rosa, repleto de aquellos despertadores tan irritantes e incongruentes, pero tan perfecto, tan plácido y hermoso al mismo tiempo como si no hubiese existido jamás un lugar mejor.

Una parte de ella todavía sentía el corazón henchido de felicidad.

La otra lloraba amargamente por todo lo que había perdido.

En la oscuridad de su habitación, Marinette no podía dormir. Apenas habían pasado unas horas tras la derrota del Búho Sombrío. Apenas unas horas de aquel estúpido sueño compartido del que había dolido tantísimo despertar. Apenas unas horas de aquella conversación incómoda en la que ella y Cat Noir habían decidido que no tenía importancia y que lo mejor era no volver a hablar de ello.

No obstante, Marinette no podía quitárselo de la cabeza.

—Tikki —susurró.

—¿Sí, Marinette? —respondió ella en la penumbra.

—¿Existe alguna manera de modificar el poder de los prodigios? Quiero decir… que Cat Noir y yo fuimos golpeados por el poder del Júbilo, pero lo que vimos…

—No era real —completó Tikki.

—Ya lo sé —replicó Marinette con impaciencia. No necesitaba escuchar más veces aquella verdad tan obvia y tan dolorosa al mismo tiempo—. Me refiero a que… no era en realidad nuestro mayor deseo. Bueno, quizá en el caso de Cat Noir… —rectificó.

No terminó la frase. Recordaba muy bien las lágrimas de él al comprender que solo se trataba de un sueño, su rabia y angustia al despertar. Se ruborizó. Realmente él la amaba hasta ese punto, ¿verdad?

Sacudió la cabeza. Si había sido un engaño para ella, probablemente también habría sido así para su compañero.

—No lo sé, Marinette —contestó Tikki—. En teoría, nadie puede modificar el poder del prodigio de esa manera. Claro que tampoco se puede utilizar dicho poder sin poseer la joya en realidad, así que…, quién sabe.

—Claro —musitó ella.

Se abrazó al almohadón. No se trataba solo del sueño, pensó. Lo peor eran las emociones que había despertado en su interior. Porque aún recordaba perfectamente lo que era abrazar a Cat Noir, sentirlo a su lado, saber que estarían juntos para siempre. Y lo echaba tantísimo de menos que tenía ganas de llorar, de gritar, de destrozarlo todo.

—Si hubiese estado bajo el influjo del prodigio del cerdo —prosiguió—, el de verdad, quiero decir…, habría soñado con Adrián, ¿no? Porque yo nunca… nunca he deseado…

—¿Casarte con Cat Noir y tener hijos con él? —completó Tikki.

Marinette se ruborizó intensamente.

—¡No! Iba a decir… pasar el resto de mi vida a su lado.

Pero, dicho así…, si pasaba por alto los detalles incómodos, como aquella boda y su extraña y numerosa prole que, al parecer, se multiplicaba sin crecer ni desarrollarse…, en el fondo, aquel era el mensaje que subyacía en el sueño: que ella y Cat Noir estarían el resto de su vida juntos. Que lo quería a su lado, como compañero de camino. Para siempre.

Cerró los ojos. Realmente no podía imaginarse su vida sin él, pensó. Pero como amigo, claro. Como compañero de equipo…

Se encogió sobre sí misma. Podía intuir de dónde venía aquello. En los últimos tiempos, había estado a punto de perder a Cat Noir en varias ocasiones. Obviamente, temía que un día desapareciera de su vida y ella no volviera a verlo nunca. Era un efecto secundario de no conocer su identidad secreta, por supuesto: que, si lo necesitaba, no sabría dónde encontrarlo.

Aunque nunca le había hecho falta, en realidad. Porque él siempre acudía a su lado, pasara lo que pasase.

Quizá fuera eso. Se había acostumbrado tanto a su presencia que ya no concebía su vida sin él.

Un sordo rumor la distrajo de sus pensamientos. Alzó la cabeza. Fuera había empezado a llover, y las gotas de lluvia golpeaban con suavidad el tragaluz.

Evocó las lágrimas de Cat Noir, una vez más. «Pero yo no quiero perder todo esto», había dicho.

Y ella lo había besado. ¿Cómo no iba a hacerlo? Su gatito, tan dulce, tan generoso y tan leal…

Su mejor amigo. Su compañero. Su otra mitad, tal vez…

Sacudió la cabeza.

—Yo no estoy enamorada de Cat Noir —dijo en voz alta—. Si lo estuviese… me habría dado cuenta, ¿no? Quiero decir… habría tenido este tipo de sueños antes. Como los he tenido con respecto a Adrián, sin verme afectada por el poder del cerdo.

—No lo sé —comentó Tikki pensativa—. El poder del Júbilo te muestra el mayor anhelo de tu corazón. A veces, este está oculto en tu interior, a un nivel tan profundo que ni siquiera eres consciente de él…

Marinette miró a su kwami, alarmada.

—¿Quieres decir… que es posible que…? Pero no —insistió—. No, no puede ser. Ha sido un engaño del Monarca y ya está.

Se le quebró la voz al final de la frase, y fue entonces cuando se dio cuenta de que tenía las mejillas empapadas en lágrimas.

Se las secó con furia, pero se le humedecieron los ojos otra vez. Hundió la cara en la almohada y se echó a llorar con desesperación.

Lloró durante mucho rato, sorprendida de que tuviese tantas lágrimas que derramar. Aquel dolor desconocido e inesperado le oprimía el pecho de una forma tan angustiosa que sentía que ni aunque se pasase el resto de su vida llorando lograría hacerlo desaparecer.

Poco a poco, se fue calmando. Agotada, respiró hondo y reposó la mejilla sobre la almohada empapada de lágrimas.

Y entonces oyó un ruido fuera, como si algo hubiese caído en el tejado, justo sobre ella.

Se sobresaltó y se incorporó de inmediato.

—¿Qué ha sido eso, Tikki? —susurró.

Pero su kwami se había dormido hacía rato. También había sido un largo día para ella, por lo que Marinette decidió no despertarla. Tal vez no fuera nada.

Se levantó y abrió la ventana, desafiando a la lluvia. Asomó la cabeza fuera y miró a su alrededor.

Y vio la silueta de Cat Noir agazapada en el tejado, un poco por encima de ella. Parecía serio y pensativo, soportando la lluvia sin inmutarse, como una de las gárgolas de Notre Dame. Pero Marinette vio que tenía los hombros hundidos y las orejas gachas.

—Cat Noir… —susurró, creyendo en parte que se trataba de otra ilusión.

No obstante, él la oyó y se volvió hacia ella.

—¿Marinette? ¿Qué haces aquí?

—Es… esta es mi casa —acertó a responder ella—. ¿Qué haces tú aquí? Te estás mojando de los pies a la cabeza.

El superhéroe vaciló.

—Yo… lo siento. No pretendía despertarte. Estaba… estaba de patrulla.

—¿A estas horas? ¿Y con esta lluvia? —Cat Noir no contestó—. Gatito, ¿estás bien? —le preguntó, conmovida.

Él desvió la mirada.

—No podía dormir —confesó con la voz rota.

Marinette respiró hondo. Se moría de ganas de estrecharlo entre sus brazos y no dejarlo marchar nunca más. Era consciente de que se trataba de una de las consecuencias de lo que habían vivido aquella mañana, y de que estaba afectando a su compañero también.

Pero no podía dejarlo así.

—¿Quieres pasar un rato? —lo invitó.

Él se quedó mirándola, sin saber qué contestar.

—Solo hasta que deje de llover —aclaró ella—. Si no, acabarás por pescar un resfriado y no estarás en condiciones de patrullar, ni de pelear contra los akumas.

Percibió que él sonreía levemente en la penumbra, y se le aceleró el corazón. En cuanto lo vio asentir, se retiró de la ventana para dejarlo pasar.

Instantes después, Cat Noir aterrizaba sobre su cama. Marinette ya tenía una toalla preparada para él, y lo envolvió en ella de inmediato. El chico le dirigió una sonrisa mientras ella lo secaba con energía, frotando su cabello rubio hasta revolverlo todavía más.

—Tienes que cuidarte —le dijo con suavidad—. Puede que el traje te proteja de los golpes, pero no impide que te mojes, al parecer.

Él se dejó hacer, entre aliviado y aturdido, como un gatito perdido que hubiese encontrado un refugio cuando menos lo esperaba. Marinette alzó la cabeza para mirarlo a los ojos. Cat Noir le devolvió una mirada repleta de cariño, pero ella detectó el profundo sufrimiento que anidaba en el fondo de sus extraordinarios ojos verdes.

—No estás bien, ¿verdad? —susurró. Él desvió la mirada, turbado—. Dime, ¿puedo ayudarte de alguna manera?

Cat Noir suspiró con cansancio y se recostó contra la pared. Marinette se acomodó a su lado.

—¿Alguna vez has tenido un sueño… del que te ha costado despertar? —dijo él al fin.

Marinette tragó saliva y luchó por evitar que sus ojos se llenasen de lágrimas. Por suerte, su compañero no la estaba mirando, y no se dio cuenta.

—Sí —respondió en voz baja.

Cat Noir cerró los ojos.

—Un sueño tan maravilloso —prosiguió— que, cuando despiertas… tu vida real te parece triste y gris en comparación. ¿Cómo seguir adelante… sabiendo lo que pudo ser y nunca será? Ya no tengo fuerzas, Marinette —le confesó—. Ya era difícil antes, pero ahora… siento que la vida se vuelve insoportable.

—Oh, no, gatito —susurró ella, profundamente conmovida.

Abrió los brazos, y él dejó caer la cabeza sobre su hombro de buena gana. Marinette lo abrazó con fuerza y le acarició el cabello todavía húmedo. La familiaridad de aquel gesto le resultó dolorosa. «Lo que pudo ser y nunca será», había dicho él.

Inspiró hondo. Ahora le tocaba a ella ser fuerte por los dos. Al fin y al cabo, se lo debía. Si estaban pasando por aquel trance era porque ella no había sido capaz de cumplir su misión como Guardiana, y por eso su enemigo había podido utilizar el poder del cerdo contra ellos.

—Algunos sueños tardan en desaparecer, cuando te despiertas —le dijo—. Al principio te sientes raro, ¿verdad?, como si la realidad no fuese del todo real. Como si tuvieses un pie en cada mundo. Pero sigues adelante, y al final… todo vuelve a su lugar. Y el sueño termina por desvanecerse —concluyó en voz baja.

En aquel momento, con Cat Noir entre sus brazos, costaba todavía más acabar de despertar al mundo real. Suspiró, con el corazón roto. Nunca antes, hasta aquel mismo momento, había sido consciente de lo muchísimo que lo quería. Algo que iba más allá del simple afecto, comprendió. ¿Podía ser un sentimiento romántico? ¿O era simplemente un cariño que se había vuelto más y más intenso y profundo a medida que se iban conociendo mejor?

No lo sabía, y tampoco le importaba.

De todas formas, había sido un engaño del Monarca lo que había despertado aquel sentimiento. Así que acabaría por olvidarlo, tarde o temprano.

¿O no?

Empezó a llorar en silencio.

Cat Noir se dio cuenta y alzó la cabeza para mirarla, desconcertado.

—Marinette, ¿qué te pasa? —le preguntó, genuinamente preocupado—. ¿Estás bien? ¿He dicho algo… que te ha molestado?

—No, no. —Ella se secó los ojos y trató de sonreír—. Es solo que… yo también tuve un sueño que no puede hacerse realidad, y…

Él la contempló con simpatía y la envolvió entre sus brazos. Marinette se recostó contra él, hundiendo el rostro en su pecho. Aquello le resultaba tan familiar… la sensación de los brazos de él en torno a su cintura, los latidos de su corazón, el sonido de su respiración…, incluso su olor.

Toda una vida juntos en apenas unos segundos.

«Te quiero», pensó. Pero luchó por eliminar aquella idea de su mente antes de que lograra escapar de sus labios en forma de palabras. No solo porque aún estaba muy confundida al respecto, sino también… porque, después de todo, ella era Marinette, y él se había enamorado de Ladybug.

—¿Estás segura de que tu sueño no puede hacerse realidad? —le preguntó él entonces.

Marinette suspiró. Así era Cat Noir, pensó. Acudía a su balcón con el corazón roto, pero de inmediato apartaba a un lado sus propios sentimientos para tratar de consolarla a ella en cuanto la veía triste.

—No es algo… que dependa de mí —se limitó a responder—. O quizá sí, no lo sé. Pero sería muy mala idea, porque tendría consecuencias, y…, en fin. Es difícil de explicar. —Todavía le resultaba confuso y perturbador hablar del tema, puesto que ni ella misma lo comprendía muy bien. De modo que sacudió la cabeza y optó por volver a centrarse en él—. De todos modos, no era más que un sueño. Pero ¿qué hay del tuyo? ¿Cómo estás tan seguro de que nunca será real?

Se arrepintió de inmediato de haberlo preguntado, porque sabía perfectamente que aquello era hurgar todavía más en la herida. Pero una parte de ella deseaba conocer los sentimientos de Cat Noir al respecto.

Él le dirigió una sonrisa cansada.

—Ladybug no me quiere, Marinette —le recordó con suavidad.

Era tan sencillo como eso. Para Cat Noir, al menos. Porque él siempre lo había visto de aquella manera. Si dos personas se amaban, ¿qué importaba todo lo demás? No tenía en cuenta la misión, las identidades, secretas, la responsabilidad, el futuro del mundo.

Marinette cerró los ojos. «Ojalá fuera todo tan simple», pensó, evocando la fría mirada azul de Cat Blanc, en un futuro de pesadilla del que, por desgracia, ella tampoco había terminado de despertar del todo.

Cat Noir malinterpretó su gesto.

—Debes de estar ya aburrida de oírme hablar de mi amor imposible por Ladybug —sonrió—. Tengo la sensación de que siempre termino viniendo a tu balcón a contarte mis penas.

Marinette se rió con suavidad.

—Para nada, gatito. Yo tengo la impresión de que es exactamente al revés. Siempre soy yo la que acaba pidiéndote consejo a ti.

—Ah —recordó Cat Noir, y le dirigió una sonrisa llena de cariño—. Bueno, ¿y cómo te fue con… Pastelito? —le preguntó, y ella se ruborizó—. ¿Pudiste decirle lo que sentías?

Marinette hundió la cara entre las manos con un gemido mortificado. Visto en retrospectiva, toda aquella historia le parecía sumamente embarazosa.

—Qué va —confesó—. No encontré valor al final, y… bueno, casi mejor. Creo… creo que ese chico no me convenía.

—¿No? ¿Es que… se portó mal contigo, o algo parecido? —En la voz de Cat Noir había un ligero tono de enfado, y Marinette se apresuró a aclarar:

—¡No, no, para nada! No es culpa suya, él es… un chico estupendo, muy bueno y muy dulce. El problema soy yo. Siempre he sido yo —añadió en voz baja—. No soy capaz de comportarme con normalidad cuando él está cerca, y cometo errores, y provoco desastres… No es culpa suya —repitió—. Pero su presencia… no saca precisamente la mejor versión de mí misma, y… creo que es mejor para todos que seamos solo amigos.

«Y para el futuro de París también», añadió en silencio.

Cat Noir permaneció callado unos instantes, y Marinette se preguntó si se habría quedado dormido. Pero entonces él dijo:

—Creo que te entiendo. A mí me pasa algo parecido con Ladybug.

Ella lo miró con extrañeza.

—¿Qué quieres decir? Yo no… —Se interumpió para reformular la frase—. ¿Crees que lo que sientes por Ladybug… es problemático, de alguna manera?

—Muy problemático —confirmó el chico. Hizo una pausa antes de continuar—. No creo que se deba a mis sentimientos en el fondo. Ni siquiera el hecho de que ella no me corresponda. Eso le pasa a mucha gente, al fin y al cabo, ¿no? Es solo que, en nuestro caso…, en fin, se trata de Ladybug. Ella no puede… no puede amar a nadie —concluyó en voz baja.

Marinette sintió que se le secaba la boca.

—¿A qué… te refieres? —susurró.

—Me enamoré de ella el mismo día que derrotamos a Corazón de Piedra —prosiguió él—. Cuando dio aquel discurso en lo alto de la torre Eiffel… y se convirtió en un símbolo de París. Y por eso debería haber sabido que Ladybug no puede ser de nadie, porque pertenece a todos los parisinos. No puede amar a nadie, porque debe cuidar de todos. Su misión está por encima de cualquier sentimiento que pueda albergar su corazón.

A Marinette le costaba respirar. Había algo dolorosamente cierto en lo que Cat Noir decía, pero ella no quería aceptarlo.

—No me malinterpretes —añadió el superhéroe—. Debajo de la máscara de Ladybug hay una chica normal que tiene su vida, su familia, sus amigos…, y que probablemente se enamorará, y en el futuro formará una familia y será feliz… Pero será como ella misma, bajo su identidad real…, no como Ladybug.

Marinette inspiró hondo mientras iba asimilando las implicaciones de lo que él decía.

—Y tú… te has enamorado de Ladybug, claro —murmuró—. Que no puede corresponderte. Ni a ti ni a nadie.

—Yo no conozco a la chica tras la máscara, Marinette —le recordó él con suavidad—. Ni debo hacerlo, por seguridad. Ahora menos que nunca. Así que, ya ves… —Se rió con amargura—. Estaba equivocado, y lo estuve desde el principio. Creía que el hecho de que nos hubiesen elegido a los dos implicaba que estábamos hechos el uno para el otro. Y que acabaríamos por estar juntos. Pero es todo lo contrario, ¿no ves? Nos escogieron para una misión que es más importante que nosotros mismos y nuestros sentimientos. Y por eso debemos renunciar a ellos.

Se le quebró la voz. Marinette lo abrazó con fuerza mientras luchaba por controlar las lágrimas que asomaban a sus ojos.

—Lo entendí la noche en que perdimos los prodigios —prosiguió Cat Noir—. La vi tan perdida, tan desconsolada... No te imaginas lo muchísimo que se había esforzado por ser una buena Guardiana, por liderar el equipo y proteger París. Durante todo este tiempo ha cargado con todo ese peso sobre sus hombros, y yo no la he ayudado, solo… he seguido molestándola una y otra vez, insistiendo en mi amor por ella. Y no era eso lo que necesitaba de mí. Si yo hubiese estado a la altura…, si hubiese sido un apoyo para ella, en lugar de ponerle palos en las ruedas…, quizá no habríamos perdido los prodigios.

—¡Eso… eso no es verdad! —protestó Marinette—. Sé que Ladybug tiene una gran responsabilidad, pero sois un dúo. Si ella hubiese confiado más en ti, en lugar de mantenerte al margen…

Pero Cat Noir negó con la cabeza.

—¿Cómo no iba a mantenerme al margen? Lo único que yo hacía era distraerla de su misión, Marinette. Ella no tiene tiempo para juegos ni requiebros. No tiene tiempo para el amor porque no se lo puede permitir. Y yo no quería entenderlo. Porque no podía aceptarlo.

Marinette no supo qué decir. Quería replicar, decirle que estaba equivocado, que las cosas no eran así para nada. Pero una parte de ella sabía, en el fondo… que él tenía razón.

—Y me había hecho a la idea por fin, ¿sabes? —continuó él—. De que nos jugábamos mucho más que nuestros sentimientos, de que estábamos luchando por algo mucho más grande e importante que nosotros mismos. Había aceptado que seríamos compañeros de equipo, amigos como mucho, por el bien de la misión. Era lo menos que podía hacer para ayudarla, después de todo lo que había pasado. Y justo entonces… he tenido ese sueño…

Marinette sentía un nudo en la garganta. Tragó saliva y logró decir:

—¿Tan malo ha sido?

—¿Malo? —murmuró Cat Noir—. No. Era maravilloso. Y cruel. Porque en él vi… todo aquello a lo que estaba renunciando. Todo lo que nunca podré tener.

Marinette estaba llorando otra vez, pero él no se dio cuenta. Había apoyado la cabeza en su hombro y hablaba, ensimismado, como si estuviese muy lejos de allí.

—Éramos felices juntos —concluyó él en voz baja—. Ella parecía… muy feliz a mi lado. Y eso fue lo mejor y lo peor de todo, ¿sabes? Que en mi sueño… yo podía hacerla feliz. Y por eso sé… que todo era mentira.

—No —musitó Marinette, comida por la angustia—. Eso no puedes saberlo, gatito. Quizá vosotros dos…

—Ya no tiene sentido que siga engañándome a mí mismo, Marinette.

—¡Pero algún día derrotaréis al Monarca! Y recuperaréis los prodigios, y entonces, tal vez…

—Tal vez, sí —replicó él con un suspiro de cansancio—. O tal vez no. Pero el caso es que yo ya no tengo fuerzas para seguir soñando con imposibles. Ya solo quiero… despertar. Y enfrentarme a la realidad, por dura que sea. Asumir que hay cosas que no son, nunca han sido y nunca serán. Y superarlo de una vez.

Marinette no sabía qué decir, de modo que se limitó a abrazarlo con fuerza y a acariciarle el cabello, como si realmente estuviese tratando de consolar a un gatito perdido. Él cerró los ojos, apoyó la cabeza en su hombro y se dejó llevar por su caricia.

Estuvieron así un largo rato, en silencio, mientras la lluvia caía sobre el tejado, por encima de ellos. Cat Noir se relajó entre los brazos de Marinette y terminó por quedarse dormido. Pero ella se mantuvo despierta, pensando, mientras seguía enredando los dedos en el suave cabello rubio de su compañero.

Lo único que deseaba en aquel momento era ayudarlo de alguna manera, hacer cualquier cosa para que se sintiera mejor. Había descubierto que no soportaba verlo sufrir; que, aunque su tarea como Ladybug consistiese en proteger a todos los ciudadanos de París, aunque ella tuviese muchos seres queridos a los que cuidar, su mayor deseo en aquel momento era proteger y cuidar a aquel muchacho en concreto. «En mi sueño… yo podía hacerla feliz», había dicho él. Se estremeció. «¿Podría yo… hacerlo feliz a él?», se preguntó. Iluminar su mirada, hacerlo sonreír, borrar las nubes oscuras que nublaban su expresión…, extirpar para siempre el dolor de su corazón.

En la penumbra de su habitación, Marinette contempló a Cat Noir en silencio, con emoción contenida. Sus propios brazos, enlazados en torno al superhéroe, parecían demasiado frágiles. Ella misma era, probablemente, un escudo demasiado frágil. Cat Noir la había acompañado lealmente desde el primer día, la había seguido con fe inquebrantable, había confiado en ella…, pero ni Ladybug ni Marinette habían sido capaces de proteger su corazón de la angustia y el dolor. De hecho, sabía con certeza que, si se descuidaba un poco… ni siquiera estaría en su poder protegerlo de los akumas de su enemigo.

Se estremeció y lo abrazó con más fuerza, sin dejar de acariciarle el cabello. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el chico ronroneaba con suavidad, aún profundamente dormido.

Marinette sonrió, sintiendo que una oleada de ternura la invadía por dentro. «Voy a cuidar de ti, mi gatito», le dijo en silencio. «Tal vez no pueda darte el amor que mereces ni quererte como tú desearías, pero… haré todo lo posible por compensarlo. Te lo prometo».


Marinette se despertó horas más tarde, cuando Cat Noir se separó de su lado. Abrió los ojos, algo aturdida, y lo vio sonriéndole con cariño.

—Buenos días —saludó él—. Ha dejado de llover. Y pronto amanecerá, así que… tengo que marcharme.

Ella, aún medio dormida, alargó la mano para retenerlo a su lado.

—Pero… aún no ha sonado el despertador —murmuró.

La sonrisa de Cat Noir se apagó un poco, como si aquella palabra hubiese evocado un doloroso recuerdo en su memoria. No obstante, se las arregló para volver a la realidad.

—De todos modos, no puedo quedarme más. Muchas gracias por haberme dejado pasar la noche aquí, Marinette. Significa mucho para mí.

«¿Marinette?», se preguntó ella.

Hizo un esfuerzo para despejarse del todo. Comprendió por fin que aquella escena no formaba parte del sueño perfecto que había compartido con Cat Noir como Ladybug, sino que… había sido real.

Se incorporó para mirar a Cat Noir, con los ojos muy abiertos.

—De… nada —acertó a decir, aún tratando de asimilar lo que estaba pasando.

Él la contemplaba con una tierna sonrisa. Sus ojos verdes estaban tan repletos de cariño que a Marinette se le cortó la respiración. Y había una nueva luz en ellos, una chispa de ilusión que parecía haber sanado el profundo dolor que lo había torturado la noche anterior.

—Gracias por haberme ayudado a despertar de mi sueño —dijo él simplemente.

—De… nada —repitió ella, incapaz de reaccionar.

Cat Noir sonrió de nuevo y se inclinó para besarla en la mejilla.

Un momento después, se había ido.

Marinette sentía una dolorosa opresión en el pecho. Inspiró hondo varias veces, pero no pudo evitar que se le humedecieran los ojos.

—¿Marinette? —oyó entonces la voz de Tikki—. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estaba aquí Cat Noir?

Ella no se molestó en responder a aquellas preguntas. Su mirada estaba aún clavada en el tragaluz por el que se había marchado su compañero.

—Tikki —susurró—. Ya sé que todo fue un sueño, una trampa del Monarca. Pero el caso es que yo… no quería despertar —confesó.

Se abrazó a sí misma, como si así pudiese protegerse de todo lo que estaba por venir: del miedo, de la incertidumbre…, del amor.

Y murmuró, aún con los ojos llenos de lágrimas:

—No quiero… despertar.


NOTA: Esto es una pequeña historia que empecé a escribir después de ver el episodio "Júbilo", y que he acabado y retocado tras "Determinación". Ahora mismo no tiene continuación, porque no tengo ninguna trama preparada, así que por el momento se quedará como una historia suelta. Si más adelante, a medida que avance la temporada, se me ocurre cómo desarrollarla, entonces lo haré. Pero no es mi intención ahora mismo. Espero, de todas formas, que os haya gustado 😊.