Capítulo 1
"¡Es solo que no entiendo para que demonios necesitas tanto dinero!"
"¿Qué quieres decir con qué no entiendes? ¡Para tu hijo! Hay que alimentarlo, vestirlo, pagar sus gastos, el colegio, la niñera…"
"No necesita una niñera, yo puedo cuidar de él. Y con si gastos te refieres a pagar los pasajes de los viajes que haces con tu nuevo novio, ¿por qué no los paga él?"
"¡Eres insufrible!" – Elizabeth exclamó del otro lado de la línea. – "A él le gustan esos viajes…"
"Cuando lo llevas y no lo dejas con una extraña…" – No quería ser cruel, sabía que no debía reprocharle a Elizabeth sus cualidades como madre, pero últimamente lo sacaba de quicio.
"¿Cómo te atreves? Morwenna no es una extraña, y como si tu fueras el padre perfecto."
"Estoy intentando hacerlo lo mejor que puedo." – Ross se frotó la frente con los dedos y tomó una gran bocanada de aire para tranquilizarse antes se seguir. – "Mira, Elizabeth, ahora no tengo ese dinero. Hay una fecha de pago y sabes que siempre la he cumplido…"
"Bueno, no es suficiente…"
"Ese no es mi problema."
"Lo es. Es tu hijo."
"Lo haces sonar como si desearas que no fuera así." – Ross la escuchó resoplar. – "Tendrás el dinero a fin de mes, como siempre."
"Hablé con mi abogado, Ross. Vamos a solicitar el aumento de la cuota alimentaria, simplemente no es suficiente. Si no quieres pagar, bien, tendré que pedir la custodia exclusiva…"
"¡¿Qué?! ¿De qué diablos hablas, Elizabeth? No puedes hacer eso, ¡es mi hijo! Apenas si lo veo ahora…"
"Lo siento, Ross. Pero no me dejas otra alternativa."
"Conseguiré el dinero ¿sí? Solo dame algunos días y no metas a los abogados en esto, lo podemos arreglar entre nosotros." – dijo, pensando en que además tendría que pagar los honorarios del abogado con dinero que no tenía.
"George dice que nosotros no deberíamos hablar en absoluto, que tendríamos que tratar directamente a través de los abogados."
Pues George es un idiota. Pero Ross no iba a decir eso y empezar otra pelea.
"En ese caso tu tendrías que respetar los días en los que me corresponde verlo."
"Sabes que mis horarios son complicados."
Los horarios de tu novio, quieres decir.
"Aún puedo pasar por él este sábado, ¿verdad?"
"Sí, pero no vengas muy temprano. Y trata de conseguir el dinero para entonces. Tengo que cortar, Ross. Tengo una cita con la estilista y ya me tengo que ir. Adiós."
Una estilista que seguro pagaría con su dinero.
"Nos vemos." – Pero Elizabeth ya había cortado. Por supuesto cada vez que hablaban era para discutir sobre el dinero. Jamás le decía una palabra de Valentine, solo lo llamaba para decirle que necesitaba esto o aquello.
Todo se solucionaría si dejara que su hijo se quedara con él durante la semana. Estaba seguro que a su pareja no le hacía ninguna gracia que ella tuviera que viajar con Valentine cada vez que él tenía un viaje de negocios y ella iba con él. Pero Elizabeth no daría el brazo a torcer, aunque supiera que era lo mejor para su hijo. Lo hacía a propósito, para molestarlo. Porque por algún motivo todavía estaba resentida con él por no haber sido la clase de marido que ella esperaba. La clase con dinero, eso es.
Ross le dio arranque al auto y se puso en marcha. ¿De donde sacaría el maldito dinero?
Tenía que hablar con Dwight, decirle que aceptara cualquier tipo de papel que le ofrecieran. Otro audiolibro, probablemente. Eran rápidos de grabar y pagaban enseguida. Mierda. ¿Cómo había llegado a esto? Hacía años tenía una carrera, un futuro prometedor. Ross Poldark había sido nombrado el hombre más sexy de Reino Unido por dos años consecutivos. Ahora no se atrevía a mirar el reflejo de sus ojos cansados en el espejo retrovisor. En lugar de eso miró por la ventana.
Eso no ayudó tampoco.
En el carril de al lado, en un semáforo en rojo, frenó un colectivo de dos pisos. A un lado tenía pegada una gigantografia con una estrella de Hollywood, promocionando una fragancia de Dior.
Demelza lo miraba directamente con sus intensos ojos verdes, como si se estuviera burlando de él. Maldijo por lo bajo. Vaya coincidencia.
Pero no era una gran casualidad, no cuando toda la maldita ciudad estaba empapelada con su imagen. No sólo por el perfume, también por su última película que acababa de estrenarse. Ross volvió a mirarla una vez más antes de que él semáforo le diera luz verde. Se veía tan distinta a la Demelza que él había conocido. Y no distinta cómo él, ella se veía… espectacular. Pero claro, así debía lucir para semejante publicidad. Seguro llevaba cantidad de maquillaje y la foto estaba retocada, se dijo. Apuntando su enojo hacia ella, aunque ella no tuviera nada que ver. Aunque no la hubiera visto en años. Ross sintió una punzada de remordimiento. Que imbécil había sido años atrás. Y ahora. ¿Acaso estaba celoso de su carrera? Era bastante impresionante a decir verdad. Jamás se podría haber imaginado que se convertiría en toda una celebridad, de esas que no pueden caminar por la calle porque todo el mundo la reconocía. No, él no quería eso para su carrera, no a ese extremo. En realidad, no estaba seguro de lo que quería para su carrera. Actualmente quería trabajar y con eso era suficiente. Pero si pudiera volver al pasado, probablemente cuando terminó su serie, quizás no rechazaría tantos papeles como había hecho. Quiero decir, ¡miren a Benedict Cumberbatch o a Tom Hiddleston! Solía conocerlos, habían comenzado sus carreras prácticamente de la misma forma, tenían casi la misma edad, y ellos eran grandes estrellas de Hollywood y en Inglaterra también. El último trabajo de Ross había sido una serie de ciencia ficción que había sido cancelado después de una sola temporada, y eso había sido hacía más de un año. Ni siquiera estaba seguro si le gustaba actuar, pero no sabía hacer otra cosa. Comenzar una carrera nueva a finales de los treinta sin ningún otro talento aparente no era tarea sencilla.
Ross siguió conduciendo rumbo al oeste de la ciudad. Por el camino se cruzó con un par de carteles de Dior más, intentó ignorarlos. Llegó temprano, aún faltaban algunos minutos para que comenzara el horario de visita así que decidió llamar a Dwight, su representante. Ocupado. Genial. Le envió un mensaje diciéndole que lo llamara, que quería hablar con él. Cuando dieron las cuatro en punto varias personas que también aguardaban en la calle salieron de sus autos y se dirigieron a la entrada como él. Alguien pareció reconocerlo y él respondió saludando con un ligero movimiento de cabeza.
"Buenas tardes, Señor Poldark." – lo saludó una enfermera.
"Hola, Lucy. ¿Cómo está ella?"
"Perfectamente, sin novedades." – En ese lugar, 'sin novedades' eran grandes noticias. Ross respiró aliviado. Sabía que si algo ocurría sería el primero en enterarse, pero por algún motivo no podía quitarse esa inquietud de encima. Vivía preocupado, por Val y por ella.
Ross abrió la puerta de su habitación con cuidado en caso de que estuviera durmiendo, pero nunca lo estaba. Grace estaba sentada junto a la ventana observando ensimismada las flores del jardín que daban a su ventana.
"Hola, mamá."
La anciana se dio vuelta lentamente, mirándolo por un momento, buscando en la borrosa galería de rostros en su mente hasta que pareció encontrarlo y sonrió apaciblemente.
"¡Ross, querido! No sabía que vendrías hoy…" – dijo, y Ross se sintió inmediatamente reconfortado por su voz, que a pesar de todo no había cambiado con el paso de los años.
"Te envié un mensaje a tu teléfono. ¿Adonde está?" – le preguntó, acercándose a dar un beso en su mejilla y buscando alrededor por el teléfono celular que le había comprado para que pudieran estar en contacto todo el tiempo.
"Oh, no se como funciona esa maldita cosa."
Sí, eso no había funcionado muy bien. Ross encontró el teléfono en uno de los cajones del modular, estaba sin batería.
"Cuando de descarga debes enchufarlo y funcionará de nuevo. O debes decirle a Lucy, ella te ayudará." – su madre lo ignoró con un movimiento de su mano. – "¿Cómo estás, mamá?"
Después de enchufar el teléfono, Ross se fue a sentar frente a ella. Tenía una bonita habitación para ella sola en un hogar fuera de la ciudad, otra cosa nada barata que tenía que pagar todos los meses. Pero era lo que ella necesitaba. Su madre requería de cuidado las veinticuatro horas, ya no podía estar en Cornwall ella sola en esa gran y vieja casa. Y con su trabajo, tampoco podía dejarla en su pequeña casa en medio de la ciudad. Fue ella quien le había pedido que buscara un lugar donde cuidaran de ella. Por supuesto que Ross se dio cuenta de que no quería ser una carga para él, pero nunca podría serlo. Sólo se lamentaba de no poder pasar más tiempo con ella, de no poder ir con ella a vivir a Nampara como era su deseo. No podía dejar a Val.
"Igual que siempre, querido. No sucede mucho en este lugar. Aparentemente el Señor Richards al final del pasillo está al borde de la muerte, pero se rehúsa a irse todavía." – dijo algo decepcionada. Hacía semanas que le decía lo mismo del Señor Richards. – "Pero cuéntame tú. De seguro tienes algo más excitante que contar. ¿Has conseguido algún nuevo papel?"
"Traje los scons que te gustan." – dijo Ross, esquivando la pregunta.
"¿Y crema y mermelada?"
"También. Iré a pedir agua para el té."
Ross volvió de la cocina con una bandeja con dos tazas y una tetera con agua caliente. Cortó los scones a la mitad, y los untó como a su madre le gustaban.
"Te ves cansado, querido." – comentó su madre, observándolo por sobre su taza. Ross intentó sonreír, pero no hizo más que hacer más notoria su tristeza. Grace apoyó el plato y la taza sobre la mesita.
"Hice dos castings esta semana, uno era para una publicidad y no creo que la consiga." – odiaba contarle sus problemas a su madre, pero ella era la única que sinceramente se preocupaba por él.
"Mmmm… ya aparecerá algo. Es solo una mala racha. Tu padre siempre decía, después de una tormenta siempre sale el sol."
"…siempre sale el sol." – él dijo a coro también. Su padre era algo obvio ¿no creen? – "Supongo que tienes razón. Algo aparecerá tarde o temprano. Es solo que…"
"¿El pequeño? ¿Está bien?"
"Sí, Valentine está bien. Pero su madre…"
"Esa chica nunca fue buena para ti. Lo supe desde el primer momento que la vi."
"Podrías habérmelo advertido." – Bromeó él, dando un mordisco a su scon, la mermelada resbalando por su barbilla. Grace le alcanzó una servilleta.
"No era mi lugar. Tú parecías muy contento…" - Lo estaba. En ese momento. – "¿Quiere dinero?" – preguntó con seriedad.
A veces su madre lo desconcertaba por completo. Por momentos luchaba por recordar quien era, y en otros, como en ese instante, parecía completamente lúcida y capaz de resolver todos sus problemas.
Ross asintió. Ella movió la cabeza de un lado al otro, decepcionada.
"¿Todavía tienes tus ahorros?"
"Algo. Pero a este ritmo no van a durar mucho."
"¿No estarás pensando en…?" – su madre lo miró directamente a los ojos, y él tuvo que bajar la vista.
"Esta ahí, vacía."
"¡Es mi casa!"
"Es mía también." – dijo él, intentando mantener un tono tranquilo. – "No es que quiera hacerlo, pero no veo otra alternativa…"
"No vas a vender Nampara. ¿Para qué? ¿Para dársela a esa mujer? ¿Y después qué? No tendrás nada… No, Ross. No puedes hacer eso."
"No sin tu permiso."
"Pues no lo tienes. Ese es tu hogar, tu herencia, la de tus hijos."
"Solo tengo un hijo."
"Tendrás más."
Ross rio entre dientes. Se enderezó para mirarla. En ese momento no le pareció frágil ni enferma, le pareció testaruda igual que su padre. Igual que él.
"No te preocupes, mamá. Encontraré otra forma. Hablaré con Dwight, le diré que acepte cualquier papel que ande dando vueltas por ahí."
"Las cosas van a mejorar, hijo. Ya lo verás. Deberías buscarte una chica también, que te cuide. Que te quiera. Eso te haría muy bien." – Su madre dijo, estirando una mano. Él se acercó para que acariciara su mejilla.
Ross volvió a reír, más fuerte esta vez.
"Cuando conocí a tu padre, él estaba perdido y en la bancarrota. Pero nos queríamos y juntos construimos nuestro hogar. No puedes estar solo, Ross."
"Lo intenté, ¿lo recuerdas? Con Elizabeth."
"Ella no era la indicada para ti. Me gustaba mas tu otra novia, la pelirroja, ¿Cómo era su nombre?"
"Ella no era mi novia, mamá."
"Era tu esposa."
"Mi esposa de mentira, en un programa de televisión. Estábamos actuando."
"Ah, si, si. El otro día vimos una película donde ella estaba. Es muy bonita. ¿No sigues en contacto con ella? Tal vez pueda ayudarte, conseguirte algún personaje en una de sus películas."
Eso sería lo último que haría en la vida.
"Me las arreglaré."
"Cinco minutos más." – Lucy asomó la cabeza por la puerta de la habitación. Ross aprovechó para pedirle que la ayudara a su madre con el teléfono. Aunque probablemente Grace no lo usaría.
"No te preocupes, mamá. Ya encontraré alguna salida. El fin de semana vendré a verte con Val, ¿esta bien?"
"Sí, querido. Algo aparecerá, estoy segura."
Ross se despidió con un beso en su mejilla. Y se dirigió a su auto. ¿Cuánto le darían por él? Cuando estaba por subir sonó su teléfono.
"Dwight."
"¿Cómo estás, Ross? Estaba en una reunión antes…"
"¿Escuchaste algo de los castings?"
"No, nada por ahora."
"Necesito algo y pronto. Tal vez otro audiolibro, pero tiene que haber otra cosa…"
"¿Hablaste con Elizabeth de nuevo?"
"No quieres saber…"
"Ross… no puedes seguir así. Ni siquiera te deja verlo todas las veces que te corresponden. Tienes que hablar con tu abogado…"
"¿Y con que dinero voy a pagarle?"
"Bien. Veré que puedo hacer. Pero si es Bailando con las Estrellas no lo rechazarás de nuevo, de verdad creo que puedes ganar."
"Trata de que sea algo mejor que eso."
"Está bien, veré que hay dando vueltas."
