Estaba nevando cuando todo sucedió. Su frágil cuerpo caía envuelto en un intenso rojo que en contraste con la blancura de sus ropas y del paisaje, creaba un dantesco espectáculo visual que me hizo temblar de pies a cabeza. Lo había hecho por mí, para salvarme la vida y sin embargo me había sumido en la peor de las pesadillas y en el más profundo de los abismos. Cuando la tuve en mis brazos pude sentir como la vida se le escapaba por cada poro de su cálida y suave piel, que ahora estaba fría como si se estuviera congelando por dentro. Sus negros cabellos estaban esparcidos por el lugar, como un manto oscuro que invitaba a cerrar los ojos y abandonarse al dolor que acuchillaba cada uno de mis sentidos, rompiéndome por dentro. Como si todo sucediera a cámara lenta, como si yo no estuviera dentro de mi cuerpo, observé como su delicada mano se alzaba torpemente hacía mi cara intentado, como un ángel, darme el consuelo que se había evaporado al igual que mi voluntad y mis ganas de vivir. Sus profundos ojos en los que yo podía perderme durante horas embriagado por su belleza, se apagaban como si fueran la tibia luz de una vela "atacada" por la cruel brisa invernal. Y fue en ese momento, cuando los cerró por completo que pude escuchar la melodía de su voz por última vez.
"Todo ira bien… no llores…"
Sus palabras llegaron a mis oídos produciendo una intensa reacción en mi cuerpo. Todo a mí alrededor se oscureció, envolviéndome en una noche eterna. Sólo podía percibir el hedor de la muerte, tan conocido para mí y odiado en este instante más que en toda mi existencia. Entonces se apoderó de mí el tormento de saber que ya no volvería a sentir el sabor de sus labios y de su piel, que me habían devuelto la dulzura perdida hacía tanto tiempo. Al igual que tampoco escucharía ya su aterciopelada voz diciéndome intensas palabras capaces de elevar mi espíritu alejándolo de la soledad y el dolor, antiguos compañeros en mi viaje. Mi cuerpo era incapaz de moverse, mi alma estaba rota y comprendí que por fin estaba en el infierno que tanto merecía. Un infierno tan devastador que era incapaz de reaccionar, cegado por el torbellino de amargura que me ahogaba. No sé cuanto tiempo pasé con ella entre mis brazos, estrechándola como tanto nos gustaba a los dos, dejándome envolver por el intenso frío que brotaba de mi mismo y sintiendo como la nieve me iba cubriendo, enterrándome como si supiera que eso era lo que deseaba, que estaba muerto… Cuando al fin me puse de pie, mi cuerpo se tambaleó sin poder encontrar el equilibrio y supe que así sería por el resto de mis oscuros días…
Notas de autora:
Pues la verdad no hay mucho que decir, estaba leyendo el tomo 24 del manga y de pronto sentí deseos de escribir esto (sí, así de rara soy). Es cortito pero en general siempre que escribo algo así, de repente, me sale corto y conciso. Espero que este decente, saludos a todos y que seais felices. )
