–Vicealmirante, estoy viendo la nave principal en el radar. Todavía estamos muy lejos para mandar un mensaje de voz, pero seguramente sus sistemas también nos han detectado. Toda la información que solicitaron de forma encriptada ya fue contestada, Señor.
–¡Excelente Teniente! Ni bien podamos tener alcance de comunicación, avíseme. Lo primero que debemos cotejar con el puente de mando del SDF-2 es el protocolo de acople entre ambas naves. Estaré en mi oficina.
Rick Hunter se alejó del puente. Estaba demasiado nervioso. Recién al pronunciar en voz alta que se comunicaría con el puente de mando del SDF-2, noto un imperceptible temblor en su tono su voz que casi lo traiciona, desenmascarando frente a su tripulación la ansiedad que lo embriagaba. Su posición como almirante y primero al mando del SDF-3 lo asumía con una alta responsabilidad. Todos veían a Hunter el almirante, duro como una roca, con temple de acero para decisiones difíciles e imperturbable durante las batallas. Esas eran cualidades que el ex-piloto replicaba del hombre que más admiraba, su mentor, el Almirante Henry Global.
Pero debajo de esa coraza de amianto estaba Rick, el hombre. Y lo único que intoxicaba constantemente los pensamientos de ese hombre desde hace días, era que en el SDF-2 se encontraba su viejo amor. Su gran amor. Su verdadero amor.
Estaba nervioso por reencontrarse con Lisa, la mujer que invadía sus sueños, la almirante de la flota interplanetaria que comandaba el SDF-2. Hace 7 años que Rick había dejado la Tierra, fijando su curso de navegación por los cuadrantes impares de la galaxia. En cambio el SDF-2 desde hace 12 años que estaba navegando por todos los cuadrantes pares. Por eso la comunicación entre ambas naves había sido casi nula durante estos años. La única información que Rick poseía sobre las noticias del SDF-2 era una esporádica actualización de su localización o una breve descripción de sus más significativas campañas ya que mantenían exclusivamente el contacto entre ambas gigantescas naves de manera triangular a través de la Tierra.
La nave que comanda el Almirante Hunter no llega a tener el tamaño de la vieja y destruida SDF-1, donde por accidente habían habitado dentro de la misma unas 70.000 personas que quedaron atrapadas allí, causado por una maniobra de transposición negligentemente ejecutada en la atmósfera terrestre. Tampoco llegaba a tener la grandiosidad del SDF-2 que actualmente alberga junto a sus naves anexas un total de 85.000 personas, pero aun así, 55.000 tripulantes a bordo del SDF-3 acarrea una enorme responsabilidad para Rick.
El Vicealmirante Hunter solo se permite bajar la guardia y mostrarse vulnerable y sin tabúes frente a su entrañable y viejo amigo Max Sterling. El General Sterling y su familia lo acompañan a bordo del SDF-3 y son su dique de contención. Cuando aparece la aplastante desazón de las terribles decisiones que por momentos Rick debe afrontar, siempre Max está como su pilar, su apoyo incondicional. Pero ni siquiera con ellos, Hunter se animaba a compartir la alta expectativa que se manifestaba en todo su cuerpo por el deseo creciente de reencontrarse con Lisa Hayes. Era su secreto mejor guardado. Soñaba con volver a ver su sonrisa, poder conversar con ella, incluso compartir sus silencios e hipnotizarse con su mirada profunda y su tímida sonrisa. Rick conservaba como un tesoro dentro de su cabeza muchas imágenes de innumerables momentos compartidos junto a esa mujer inteligente, cariñosa, sexy y también porque no, intransigente y perfeccionista.
El alma de Rick estaba marchita por la culpa que diariamente lo agobiaba de manera ininterrumpida por haber sido lo suficientemente estupido de quedarse en la Tierra en lugar de abordar el SDF-2 y marcharse al espacio con ella. Era una lucha diaria entre su mente y su corazón. La mente remarcaba la justificación de las razones por las cuales había elegido quedarse, pero su corazón dañado no le permitía olvidar el dolor que le provocaba la ausencia de no tener a su lado la mujer que amaba. Rick se sentía como un adicto, desesperado por la abstinencia de no tener lo que deseaba. Y su deseo era tener nuevamente a Lisa Hayes entre sus brazos. Tenía sed de ella. Quería poder besarla, tocarla, olerla, escuchar su risa y también su llanto. Ansiaba poder mimarla, consolarla e incluso desafiarla.
La culpa de haberla abandonado a su suerte lo envenenaba. El solo pensar que él había sido el causante de una nueva desilusión en el corazón herido de Lisa, lo angustiaba. Rickl había visto en carne propia el sufrimiento de Lisa por la ausencia de Karl Riber, y no quería convertirse en su próximo fantasma. La obligó a jurarle que ella se animaría a ser feliz. Que se olvidaría de él para siempre. Que ella lo borraría de su corazón para rehacer su vida. Lo último que Hunter quería, era que por culpa de su propia estupidez arrastrar a Lisa en un agobiante pozo depresivo. Ella no se merecía eso. Sin embargo, Rick no podía evitar desear de manera egoísta, aún ser el único dueño del corazón de Lisa Hayes.
Pero, ¿Lisa le habría hecho caso? ¿Estaría sola o en pareja? Una intranquilidad se agitaba dentro suyo. Apostaría su puesto de Vicealmirante a que Jack Archer había coqueteado con ella intentando seducirla. Sabía la vieja fijación que el Gigante Asesino tenía con la Reina del Hielo. Por cuentos de Roy Fokker, Rick sabía como Lisa había ignorado de manera sistemática a Archer en el pasado. Pero Jack tiene una reputación de casanova y seguro no dejaría pasar la oportunidad de enamorar a una vulnerable Lisa Hayes. Rick prácticamente le había entregado al intrépido mujeriego el corazón herido de Lisa en bandeja…
…–Almirante Global, vengo a presentar formalmente mi renuncia al cargo de Jefe del Mando Aéreo del SDF-2, señor.
El curtido almirante miraba a su subalterno con frustración, tristeza, y una pizca de pena.
–Está cometiendo un gran error, General Hunter –murmuró por lo bajo el Almirante acomodándose el bigote para apaciguar su disconformidad.
–Lo sé, señor –dijo Rick bajando la cabeza para ocultar su vergüenza por fallarle al hombre que todos consideraban como a un padre–. Le pido que considere al candidato que propuse para reemplazarme.
–¡No voy a permitir que un mercenario sea la mano derecha de Lisa! –replicó con fastidio el viejo oficial ruso.
–Pero señor –suplicó Hunter–, es el mejor piloto. No podría dormir tranquilo pensando que ella va a estar en manos de un grupo de novatos, totalmente desprotegida en la inmensidad del espacio. Necesita alguien con experiencia. Con valor y frialdad de acción. No puede enviar a una expedición de esta naturaleza a la Vicealmirante Hayes tan desguarnecida.
–Entonces únase a la expedición, General –expresó Global con vehemencia, usando su puño sano para golpear su escritorio con fuerza.
La otra mano del viejo almirante aún la tenía enyesada por las heridas recibidas en su cuerpo durante el ataque al SDF-1 un par de meses atrás. El silencio entre ambos hombres era ensordecedor. Sus miradas expresaban todo el descontento del cambio inesperado de Hunter al negarse a unirse al SDF-2.
La nueva nave había recibido varias embestidas en el último ataque que Kyron cuando el zentraedi hizo su embestida suicida colisionando contra el SDF-1. Pero los daños no habían sido tan graves, por lo que permitió que rápidamente se vuelvan a reparar dejando al SDF-2 listo para su inminente despegue.
–Archer es un piloto insubordinado, indisciplinado y arrogante –agregó Global.
–Con todo respeto señor, la Vicelamirante Hayes tiene alta experiencia en lidiar con pilotos como los de su clase.
Henry Global se rió resoplando por lo bajo, esbozando una oculta sonrisa por lo irónico de la obvio aclaración de Hunter. Lisa lideaba hace años con Hunter, poseedor de varios de los "defectos" que Global acabada de adjudicarle a Jack Archer.
–Recién me comunique con él y me informó que podría dejar Base 6 hoy mismo para llegar a tiempo a Ciudad Macross para el lanzamiento del SDF-2. Por favor, le pido que lo considere, y confíe en la capacidad de Lisa para manejarlo, señor.
–Ella necesita algo más que un eximio piloto que la proteja. Necesita alguien en quien apoyarse para repartir el peso de la carga que conlleva los momentos difíciles. Confío más en las capacidades de Sterling para ayudarla en ese rol que Archer.
–Coincido señor, pero los Sterling como familia aún no quieren dejar tan pronto la Tierra. Intenté convencerlos, pero fue imposible. Por eso creo que Archer termina siendo la mejor de las alternativas.
–Lo voy a considerar –dijo a regañadientes el viejo almirante…
…Rick Hunter tenía en brazos quizás por última vez a Lisa Hayes. Faltaban solo dos horas para el despegue, y ella aún estaba en la tierra junto a él. Era el momento de la despedida, y ninguno de los dos se animaba a romper el abrazo. El calor de su cuerpo, el perfume en su cuello, la suavidad de su cabello, eran una droga que Rick no quería soltar. Ambos tenían los ojos llenos de lágrimas. Rick acercó sus labios al oído de Lisa y comenzó a suplicarle en susurro.
–Por favor, Lisa. Necesito que me lo prometas. Necesito que me jures solemnemente intentar hacer lo que te pido.
Ella negaba con la cabeza. Se resistía al pedido de Rick. No quería sucumbir a sus demandas, porque su corazón se negaba a soltarlo, a dejarlo ir.
–Te amo. No puedes pedirme que deje de hacerlo. No quiero olvidarte jamás.
Ella ocultaba su rostro sobre el pecho de Hunter. No podía mirarlo a los ojos. Apoyando su oído sobre el pecho de Rick, Lisa sentía los latidos del corazón del piloto. Latía tan fuerte, tan convulsionado como su propio corazón.
–Por favor…–susurraba Rick, acariciando la espalda de Lisa intentando consolarla.
Ella sentía cosquilleos en todo su cuerpo por la cercanía del aliento de Rick en su oído. Su corazón temblaba por la proximidad del abrazo de Hunter. Él le pedía a ella que lo olvidara. Pero cómo lograr eso, si con tal solo al sentir el aliento de Rick en su oreja había generado una palpitación en su entrepierna, humedeciendose por completo. Cómo lograría olvidarlo sintiéndose así. ¡IMPOSIBLE! Luego de unos minutos interminables de silencio entre ambos, ella largo un fuerte suspiro de frustración desde el fondo de sus tripas.
–¡Lo prometo! –mintió–. Voy a olvidarte. Voy a evitar a amar a alguien más. Voy a cumplir mi deseo de formar una familia –recitó como una niña obediente frente a un listado de tareas. Luego casi con la voz quebrada, agregó–. Voy a emprender este viaje sin ataduras. Voy a lograr ser feliz, aún sin ti.
Una lágrima cayó por el rostro de Lisa, y Rick suavemente la secó con su dedo. Besando por última vez las humedecidas mejillas de la mujer que amaba, él se alejó de ella…
