EN EL CAPÍTULO ANTERIOR: Dumbledore ha sufrido un atentado, pero sigue vivo aunque con secuelas. Los profesores han decidido ocultarlo.


CAPÍTULO 3

Snape regresó a su despacho. Quitó los frascos de ingredientes peligrosos de su escritorio, y los puso bajo llave. Recogió los pedazos más grandes de taza que todavía estaban en el suelo, y los metió en un frasco grande. Los mandaría al laboratorio dentro de él. Tomó nuevas muestras de las pociones, y escribió todos los procedimientos e ingredientes que habían utilizado en las pociones sin finalizar. Por supuesto que también iba a mandar un frasco con el té.

Ya no tenía que enviar nada más (que él recordara), así que lo empaquetó todo, y lo llevó a la lechucería, dónde tendría que enviar a varias lechuzas para que pudieran con el peso de todo aquello. Lo iba a mandar a los laboratorios Miller, que era el más reconocido de todos, y dónde él mismo había hecho las prácticas de su carrera.

Cuando bajaba otra vez a las mazmorras, MacGonagall lo llamó:

- Severus, - se acercó a él con voz conspiradora - ¿Qué vamos a decir a la Orden? Hemos tomado una decisión muy rápido sin contar con ellos. Quizá no estén conforme.

- No tengo tiempo de ir a informarlos, pero no creo que debamos informar a la totalidad. En la Orden hay mucha gente válida, pero también hay mucho inútil que se puede ir de la lengua. Pienso que tendríamos que decírselo a Alastor Moody. Es el lugarteniente de Albus, y quién tiene que asumir el mando mientras él no pueda.

-Yo iré a decírselo, y también avisaré a Remus. Es un hombre muy sensato, y seguro que podrá ayudarnos mucho en esto.

- Está bien, Minerva - gruñó Snape - Se lo diremos al "sensato lunático".- Snape siguió bajando la escalera, haciendo revolear su túnica tras de él.

Ya en su despacho comenzó con los análisis. Primero con el del té de la tetera que dio negativo. No había rastro de ninguna sustancia ajena a la mezcla de la infusión. Siguió con la taza de Dumbledore. Tampoco había nada raro. Luego las tres muestras de las pociones. Estas le llevaron más tiempo, y ya era de madrugada cuando terminó de convencerse, de que no había nada raro en ninguna.

No había pasado nada por alto ¿o sí? Fue otra vez hacia los calderos que todavía tenían los restos de pociones ya resecos. Lo que contenían ya era inútil, y con el tiempo que ya había pasado ya no contenían las pociones originales, así que las hizo desaparecer y apiló los calderos para llevarlos mañana al almacén. Ahora estaba demasiado cansado y no pensaba con claridad.

No se quiso acostar sin visitar antes a Dumbledore que estaba todavía profundamente dormido. Se quedó un rato parado mirándolo, pensando en todo lo que había dejado por hacer aquel hombre.

- Albus ¡Vuelve a ser tú!

Se acercó a darles unas palmaditas en la mano, y vio que todavía tenía el asa de la taza en su mano. Snape la cogió, la miró un momento, y se la guardó en el bolsillo.


Es cierto que cuando dormimos nuestras mentes siguen funcionando, a veces mejor que cuando estamos despiertos, tal vez porque cuando estamos despiertos nos fijamos en lo que no tiene importancia, y pasamos por alto lo esencial. Ésta es la excusa que se dio a sí mismo cuando por la mañana se despertó diciendo:

- ¡Imbécil!

Descalzo, en camisón y con su varita, corrió hacia su despacho, se abalanzó sobre la papelera y la volcó. Allí no había nada. Miró el cubo por si se hubiera quedado pegado, pero ya no estaba allí la gragea que Albus había dicho que sabía a bilis. Intentando comprender lo torpe que había sido se levantó y comenzó a analizar la situación.

- El asesino ha tenido que llevarse la prueba. Ayer puse un hechizo protector a esa puerta, vamos, que aquí no ha podido entrar nadie salvo yo y...

Conforme Snape iba caminando hacia la cocina en busca de los elfos, iba pensando en lo lento que había sido. ¿Cómo no se le había ocurrido? Tal vez no todo estaba perdido. Sabía que algunos elfos reutilizaban la basura, pero esa era una pequeña posibilidad.

- Severus, ¡Ehy Severus! - Snape se volvió. Era Hagrid.

- Buenos días Hagrid - respondió Snape sin ganas y siguió caminando. El otro corrió para ponerse a su lado.

- ¿Dónde vas tan rápido? Ah claro, a la cocina. Yo voy a ver a Dumbledore. Lo vi ayer y está fatal. Fliwick me lo dijo ayer y me preguntó si había visto a alguien extraño, y yo le dije que no.

- Hagrid, ¿le diste tu los caramelos?

- ¿Eh? – dijo Hagrid. No entendía a Snape como casi siempre. Snape se detuvo y preguntó lentamente para que el otro lo entendiera.

- ¿Viste a Dumbledore antes de que enfermara?

- Sí, y le dije que tú habías llegado y que estabas en el desp...

- ¿Le diste tú la gragea que iba comiendo? – le preguntó impaciente Snape. Hagrid lo pensó un poco.

- Sí, sí,... eh, yo fui a llevarle los caramelos al despacho, cuando él llegó vía translator. Le dije que tú habías llegado y creo que... Sí, sí, cogió una gragea y se la guardó en el bolsillo.

Snape se detuvo y miró directamente a Hagrid antes de decirle:

- Hagrid, ve al despacho de Dumbledore y localiza esas grageas. Guárdalas en... no, mejor quédate allí hasta que yo llegue. Tengo que ir un momento a la cocina.- y los dos tomaron direcciones distintas.

Cuando terminó en la cocina, Snape se dirigió al despacho de Dumbledore. Los elfos habían ayudado a aumentar su mal humor habitual. En espacial Dobby. Él es quién se había encargado de vaciar la papelera y desaparecer todo lo que había en ella. Mientras subía las altísimas escaleras de Hogwarts, se acordó de que su padre solía colgar de los tobillos a los sirvientes inútiles, e imaginando a Dobby siendo torturado sonrió. Aunque un momento después se dijo para sí mismo:

- Pero ¿Por qué la voy a tomar con el elfo, si el que ha cometido el error he sido yo? Bueno, espero que ese maldito elfo no tenga muchos problemas para salir del barril de cerveza.

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- Aquí tienes el paquete de grageas, Severus – le dijo Hagrid recién entraba por la puerta del despacho de Dumbledore.

- ¿No abrió otro paquete además de éste? ¿Lo has comprobado, Hagrid?

- Sí, lo he comprobado, no hay otro paquete de caramelos, y ahora Severus, ¿Me vas a contar por qué tenías que ir a la cocina?

Snape le contó, algo avergonzado, lo de su desliz con el caramelito, y que hasta esa mañana no se había dado cuenta de lo que posiblemente había envenenado a Dumbledore. Hagrid no le dio mucha importancia. – No te preocupes Severus, yo cometo errores parecidos todo el tiempo, es humano equivocarse. Y ahora, si no quieres otra cosa, voy a ver a Dumbledore.

- Te acompaño.- Y los dos se marcharon a la enfermería.


Dumbledore se despertó mientras estaban en la enfermería, y se encontraba igual que ayer: solo balbuceaba palabras incoherentes. Fliwick y Sprout también fueron a verlo. Le llevaron un sonajero que Dumbledore no dejó de hacer sonar.

Pomfrey les hizo una señal a los cuatro jefes de las casas, así que estos la siguieron hasta un lugar más silencioso.

- Hay que buscar otro sitio para Dumbledore, y además tenéis que ayudarme a cuidarlo. Me ha dado mucha guerra ésta noche, y tenemos que turnarnos para cuidarlo, o yo perderé los nervios.

Resolvieron que cada noche se quedara uno de ellos, y de día se lo dejarían a un elfo bajo la supervisión de Pomfrey.

- Hoy Sábado, me quedaré yo – dijo Fliwick – mañana tú Hagrid, el lunes Minerva, Severus el martes...

- Yo me quedaré el miércoles ¿pero qué haremos con el jueves y el viernes? – preguntó Sprout.

- Yo me quedaré con él el viernes, come hice ayer – dijo Pomfrey.

- Si no hay nadie más, - dijo Fliwick – yo también me quedaré el jueves.

- Y ¿Por qué no se lo preguntamos a Filch? – Preguntó Sprout.

- Ya te he dicho que yo no confío en ese hombre. – le contestó MacGonagall.

- Ehh..., Os tengo que contar algo – empezó da decir Snape – Con todo el revuelo no recordé que Albus estaba comiendo una gragea de mil sabores, y luego la arrojó a la basura... – odiaba tener que admitir un error, así que intentó aparentar frialdad como hacía cuando no se sentía muy seguro -... y ésta mañana ya no estaba el caramelo en la basura porque la habían recogido los elfos.- terminó de soltarlo algo sonrojado. Los otros se miraron con preocupación. Fue Fliwick quién rompió el silencio.

- ¿Y la bolsa de grageas, la tienes?

- Sí, aquí esta. Está recién abierta. Me parece que sólo cogió un caramelo. Tengo la esperanza de que sean éstas grageas las que causaron todo, así que supongo que estén todas envenenadas. Sería muy raro que sólo hubiera una, y que esa fuera la que cogió Albus. Las mandaré ahora al laboratorio y – mirando a MacGonagall – cogeré algunas para analizarlas yo mismo.

- ¿Cuándo tendrás los resultados del laboratorio? – le preguntó Sprout.

- El lunes. No trabajan el fin de semana, pero yo mismo estuve analizando las muestras de té y de las pociones, y allí no había nada raro. Por eso, tengo esperanzas en las grageas.

- Bueno Severus, - le hablo Hagrid dándole palmaditas en la espalda – seguro que ésta vez tendrás suerte, y para el lunes por la noche, el profesor Dumbledore estará con nosotros para empezar el curso.

Después de enviar las grageas vía lechuza, se puso a analizar una con la que se había quedado. Cuando estaba terminando, entró MacGonagall. Le contó que había informado a Lupin y a Moody, y que éstos habían estado de acuerdo con lo que estaban haciendo.

- ¿Estos son los análisis de las grageas de mil sabores? – dijo MacGonagall con una sonrisa de burla en los labios.

Snape gruñó afirmativamente.

- No puedo creer que a un hombre de tu inteligencia, se le haya pasado algo tan evidente Severus. ¿En qué tenías la cabeza? Si tú eres es que siempre dice que hay que fijarse en los pequeños detalles, como cuando se hace una poción. Al menos eso era lo que me decías que era incapaz de hacer Longbottom.

MacGonagall no había ido a las mazmorras, cosa que odiaba, apara contarle lo de Lupin y Moody. Había ido para mortificarle por su error, y Snape lo sabía.

- Minerva ¿No tienes ninguna otra cosa útil que hacer, que venir a molestarme cuando trato de encontrar la solución a nuestros problemas? ¿No tienes que escribir alguna cartita? – dijo Snape volviéndose hacia ella, y con un brillito en los ojos.

En ese momento salió un humo anaranjado del pequeño caldero que estaba usando Snape.

- ¿Qué significa eso? – preguntó MacGonagall.

Snape se quedó callado.

- ¿Qué significa, Severus? – volvió a preguntar impaciente.

- Nada. No hay nada en esa gragea – le contestó desilucionado Snape.

- Pero todavía no tenemos los resultados del laboratorio. Tal vez ellos encuentren algo que tú no has sabido... ver – MacGonagall sonrió con un poquito de maldad, y se encaminó hacia la puerta. Snape sabía que sus análisis estaban bien hechos, y no tenía muchas esperanzas en los el laboratorio. Así que su ánimo no era el mejor.

Cuando MacGonagall iba a salir por la puerta, Snape le dijo:

- Minerva, tenemos que pensar que haremos si Dumbledore no se recupera.

- Fliwick y tú me convencisteis para que no dijera nada – protestó MacGonagall – y yo os he hecho caso en todo, y ahora que tus jueguesitos de química no te dan resultado me vienes con el ¿y ahora qué hacemos? –MacGonagall gesticulaba exageradamente - ¡Ahora tenemos que seguir con la farsa! – gritó a Snape – Me pregunto que dirían todos, si Albus Dumbledore no asistiera a la inauguración del nuevo curso. – y moviendo la cabeza disgustada, salió por la puerta.

- Y yo me pregunto que es lo que hará el señor oscuro si descubre que ya no tiene ningún obstáculo para vencernos.


FIN DEL CAPÍTULO 3.