EN EL CAPÍTULO ANTERIOR: Los profesores sospechan, y Remus Lupin es encargado de investigar lo que le pasó a Dumbledore.
CAPÍTULO 6
Snape se echó en la cama rendido, después del peor lunes de su vida laboral. Dar dos materias a todos los cursos era un verdadero lío, por mucho giratiempo que tengas. Además había tenido la brillante idea de juntar en cada clase de defensa a dos casas, como en pociones hasta quinto curso, para tener menos clases que dar, y ya estaba arrepentido de haberlo hecho. Manejar dos grupos de alumnos en pociones no era difícil para él. Manejar dos grupos de alumnos con varitas era otra cosa. Además lo peor de todo había seco el giratiemmpo, que había tenido que utilizar tres veces ese día, una de ellas por error entrando en una clase en la que ya estaba, con el consiguiente susto de los alumnos, que ahora veían a Snape doble.
Después de las clases, estaban sus funciones como jefe de la casa Slytherin, vigilar la cena, y los análisis que estaba volviendo a hacer del té, las pociones y los caramelos, así como combinaciones de éstos, por si hubieran reaccionado entre sí.
- A este paso voy a morir muy pronto. - gruñó Snape - Vaya panorama que me toca éste año, ¿Por qué le diría a Dumbledore que hacía cargo de las dos asignaturas? Tengo que renunciar a una de las dos o sino me voy a ... – y empezó a roncar.
El día siguiente pasó lo mismo, con la añadidura de que se tenía que quedar vigilando a Dumbledore, así que después de asearse un poco, metió en una maletita su camisón gris y su gorro de dormir a juego, su cepillo de dientes y una muda para el día siguiente, y se encaminó hacia la torre más alejada de la zona habitada del castillo: la que esta orientada hacia el lago.
Cuando llegó a la torre, se encontró a Flitwick y a Sprout que había ido a verlo. También estaba el elfo Dobby, que le estaba dando de cenar.
- Es increible – decía Flitwick moviendo la cabeza de un lado a otro – Una de las mentes más grandes de nuestro tiempo reducido a esto.
- ¿ Me oyes Albus? - gritó Sprout moviéndole el brazo.
- Querida, que no está sordo. Sólo que no te entiende - le explicó Flitwick - Recogeré los libros y los devolveré al despacho de Albus. - Flitwick tenía la esperanza de que si Dumbledore veía sus antiguos libros, recobraría la normalidad, pero en cambio, Dumbledore los había deshojado, y los había utilizado para apilarlos en torres, y ver como se desplomaban después. Cuando esto ocurría aparecía un brillo de malicia en sus ojitos celestes.
- Severus, - lo llamó Sprout - ¿Ha habido algún progreso con el antídoto?
- Te he dicho un montón de veces, que el antídoto no se puede elaborar sin saber que es lo que causó esto. - dijo Snape impaciente - Todavía estoy tratando de averiguar, que es lo que lo puso así – señaló a Dumbledore con la mano, que levantó la cara para mirar al hombre de negro, y decir:
- Erus
Snape, Sprout y Flitwick, miraron a Dumbledore sorprendidos.
- Erus, Erus, Erus, Erus... - Decía Dumbledore mientras daba vueltas alrededor de Snape.
- ¡Severus! ¡Te reconoce! - dijo Flitwick.
- Esto es un paso adelante - dijo Sprout - Trata de hablar con él, Severus.
Snape no sabía que decirle. En realidad no sabía que decirle desde que Dumbledore estaba así, eso no importó la primera noche porque Dumbledore se la pasó durmiendo, pero ahora estaba despierto y parecía que no estaba dispuesto a irse a la cama.
- ¿Qué le digo? - Pidió auxilio a Flitwick.
Dumbledore cogió un libro y se lo dio a Snape, mientras le decía:
- Güento.
- ¿Güento? - dijo Snape mirando el título del libro. – No. Éste libro se titula "Plantas Africanas Venenosas" de Attu Bandii.
- Severus, ¡Eres tonto! - le dijo Flitwick - Quiere que le leas un cuento.
- ¿Yo?, ¿Un cuento? Yo no sé ningún cuento, y aunque los supiera me sentiría ridículo contándolo. Hacedlo vosotros.
- Güento - dijo Dumbledore con voz melosa y con su brillito malicioso en los ojos, dándole el libro a Snape.
- Quiere que lo hagas tú, querido. - dijo Sprout sonriendo – Seguro que de niño alguna vez te contaron alguno, y con esa memoria tan grande que tienes, seguro que lo recuerdas.
Snape refunfuñaba.
- Anda, no te hagas de rogar - dijo Flitwick deseando escuchar a Snape contar un cuento.
- ¡Güento! – Argumentó Dumbledore.
Snape gruñó.
- Güento - gimió Dumbledore.
- ¡Vale! Pero vosotros dos os marcháis de aquí ahora mismo, y os lleváis al elfo apestoso.
Flitwick, y Sprout se miraron desilusionados, pero sabían de antemano que Snape no los iba a dejar quedarse. Así que se marcharon con el elfo, y dejaron a Dumbledore y a Snape solos.
En la habitación habían colocado dos camas, y sobre la que no estaba deshecha, Snape colocó su maletín, sacó el camisón y su gorrito, y se cambió de ropa mientras Dumbledore lo acosaba pidiendo su "güento".
Luego se fue hacia el armario del fondo y sacó el que consideró el camisón menos hortera de Dumbledore, ¡y le costó decidirse!, uno amarillo con corazones de colores. Cuando se decidió llamó a Dumbledore.
- Albus, ven que te voy a poner el camisón de dormir.
Mientras lo cambiaba, Snape pensó en que precisamente ese hombre que ahora lo necesitaba tanto, había sido el único que había creído en su arrepentimiento. Una sombra de tristeza apareció en su cara cuando abrochaba el último botón. Levantó la mirada y vio a Dumbledore mirándolo con complacencia.
- ¿Albus? ¿Albus? - preguntó Snape esperanzado como si esa mirada fuera una señal, de que Dumbledore había recobrado su cabeza.
- Caamelo - Dumbledore le ofreció una caramelo como si fuera un tesoro, y con sonrisa incluida. Snape miró el caramelo, y luego a Dumbledore, y sonrió cogiendo el caramelo.
- ¡Venga! ¡A la cama! - Dumbledore obedeció y Snape lo arropó.
- ¡Güento!
- No se te ha olvidado. !Maldito diablillo! – dijo Snape sonriendo.
Pero a Snape ya se le había ocurrido uno. El más absurdo, dentro de los cuentos absurdos e ilógicos. Eso pensaba ya, cuando tenía seis años y su abuela se lo contaba. Era el único que le contaba, bien porque no sabía otro, o más bien porque tenía medio perdida la cabeza.
De todas formas nunca se cansaba de escucharlo:
Érase una vez una mamá cabra que tenía siete cabritillos.....
¡Ay, ay, ay, ay,...!
La profesora Sprout corría dando saltitos, por los pasillos abarrotados de alumnos, que debían estar en clase.
- Profesora Sprout - la llamó Filch - ¿Sabe usted que hacen todos éstos alumnos fuera de clase?
Sprout se detuvo y vio que estaba rodeada de alumnos.
- No lo sé, señor Filch. Se lo diré también a Minerva. Tengo que irme, que tengo prisa. - y siguió corriendo.
- ¿Y dónde va una chica tan guapa, corriendo tan temprano? – preguntó picaronamente Filch. Sprout no contestó, pero siguió corriendo hacia el aula de transformaciones con una sonrisa. Llegó sin aliento y sin llamar entró en el aula.
- Minerva – aspiración - ¿Puedes – aspiración – salir un – aspiración - momento?
MacGonagall se temió lo peor y salió precipitadamente con Sprout.
- ¿Qué pasa? - preguntó MacGonagall asustada.
- Fudge está aquí, y quiere ver a Dumbledore.
- ¿Dónde está? - Volvió a preguntar MacGonagall.
- En el despacho de Dumbledore.
- ¿Qué lo has dejado solo en el despacho, con todos los documentos que hay allí?
Sprout bajó la mirada y sollozó:
- Lo siento, es que yo estaba regando la Abubilla rosa del Cairo, que le regalé a Albus la semana pasada, y - sollozó - apareció Fudge dándome un susto de muerte. Es que yo había dejado la puerta abierta, y él no tuvo que decir la contraseña. - Más sollozos, MacGonagall se desesperaba.
- ¡Vamos a buscar a Severus! - dijo MacGonagall encaminándose a las mazmorras.
- ¡Espera! No está allí. Primero fui a buscarlo a él. Ha pasado la noche con Dumbledore.
- Sí. Pero ahora tiene clase de pociones con tercero - dijo MacGonagall lentamente para que Sprout lo entendiera. - ¿Y qué hacen todos éstos alumnos fuera de clase?
- Es lo que trato de decirte - dijo Sprout lentamente para que MacGonagall lo entendiera – Severus hoy no ha dado clase ni de pociones, ni de defensa. ¿No lo entiendes?
Se encaminaron a la torre dónde se encontraron con un concierto de ronquidos provenientes de las dos camas.
- ¡Severus! - Lo llamó MacGonagall - ¡!! Severus !!! - gritó. Snape abrió los ojos lentamente, y recién despertado, se encontró con una cara de enfado de MacGonagall, ¡con lo bien que había dormido! MacGonagall siguió hablando:
- ¡Severus! Te has quedado dormido, ¡Que vergüenza!, has faltado a tus dos primeras clases, que tienes a la misma hora, y para colmo se ha presentado Fudge que anda suelto en el despacho de Albus.
- ¿Eh?
- ¿Qué te pasa? ¿Se te ha pegado la estupidez de Albus?
Snape la miró con desprecio, aunque por la mañana, recién despertado, no le salían muy bien sus miraditas, y le dijo:
- Albus está enfermo. Aquí la única estúpida eres tú.
- Deja de hacerte el santo, que te conozco, y a ti eso no te pega.
Snape gruñó.
- Por favor, queridos, dejen esto para después y vamos a ver que hacemos con Fudge. - cortó la discusión Sprout.
Snape se levantó, cogió la túnica de Dumbledore, fue a vestirse al baño, y desde la chimenea llegó a la mazmorra a tomarse la poción.
A la hora del almuerzo, los cuatro jefes de las casas, la enfermera, y el guardabosques se sentaron juntos, dejando al resto de los profesores extrañados de lo poco sociables que se habían vuelto con ello.
- Severus, ¿Qué quería Fudge? – Preguntó Flitwick.
- Me dijo que se ha aplazado la reunión de ministros una semana, y también quería preguntarme en qué orden debe colocar a los ministros de magia en la reunión, para que no se enfaden.
- ¡Qué tontería! - dijo MacGonagall.
- ¿Y tú que le has dicho? - preguntó Hagrid.
- Que los coloque por orden alfabético. Es una estupidez, lo sé, pero así lo hacemos los profesores en los exámenes ¿no? – Se encogió de hombros – También me dijo cuando me vio aparecer por la chimenea, que las tenemos pinchadas, y que no las usemos.
- Tendremos que subir todas las escaleras a pie. ¡Grandioso! - Dijo Flitwick.
- ¿Por cierto? - dijo Snape sacando el caramelo que le dio Dumbledore, y poniéndolo sobre la mesa. - ¿Alguno de vosotros le está dando caramelos a Dumbledore? - Todos negaron con la cabeza.
Flitwick lo cogió, lo examinó, y dijo:
- Parece un caramelo muggle. Quizá se lo diera un elfo, aunque lo dudo. Lo averiguaré. Creo que deberías analizarlo.
- Lo iba a hacer. Total, por un análisis más no me voy a morir.
- Pero si te puedes quedar dormido como hoy. - dijo MacGonagall
- Tenemos que hablar de tu horario, Severus. – Le dijo Flitwick – Te has quedado dormido el segundo día de clases. No puedes llevar tantas clases, y fingir que eres Dumbledore. Tendrás que dejar las clases de Defensa.
- ¡Eso nunca! - Lo dijo tan alto, que dejó el comedor en silencio.
Snape y sus compañeros intentaron disimular comiendo de sus platos, mientras todo el comedor los observaba.
- Lo que está ocurriendo tiene que ver con Severus, - cuchicheó Vector a Sinistra, y ésta asintió con la cara mirando con disimulo a Snape.
Cuando volvieron a oírse conversaciones en el salón, volvió a hablar Snape.
- Dejaré pociones.
- Sé razonable, - dijo Flitwick - Es muy difícil encontrar un profesor de pociones.
- Pues encontrarlo, porque yo no dejo defensa ahora que la he conseguido por fin.
FIN DEL CAPÍTULO 6
