Chapter 9
Jane tomó de la mano a Elizabeth y la invitó a sentarse junto a ella en su cama. "Lizzy, debo decirte que fue una gran sorpresa enterarme de que tenías un entendimiento con el señor Dalton."
"Lo sé, yo había querido hablarte de él pero con todo lo de tu boda hemos tenido muy poco tiempo para conversar."
"¿Eres feliz? Te conozco y sé que si lo has aceptado es porque probablemente lo admiras mucho," dijo Jane sonriendo un poco nerviosa.
"No sólo lo admiro, Jane. Yo estoy enamorada de él pese a que nos conocemos sólo hace unas cuantas semanas. ¿Sabes, él y yo somos tan similares y distintos a la vez que siento que nos complementamos perfectamente." Elizabeth habló por varios minutos de William y le contó a Jane todo lo que le gustaba de él.
"Lizzy, ¿no crees que deberías haberme contado que estabas comprometida? Reconozco que he estado muy ocupada, pero eso no significaba que no podías conversar conmigo, y sobre todo de algo tan importante. No sé, yo pensé que éramos confidentes y debo confesarte que me ha herido un poco el que me hayas ocultado que estabas comprometida."
Elizabeth se sorprendió un poco por la reacción de su hermana pero quiso aclarar todo inmediatamente. "Querida Jane, William y yo no estábamos comprometidos hasta hoy. Cuando nos despedimos en Londres, yo pensé que no volvería a verlo porque tuvimos algunos desencuentros. Él viajó para pedirme disculpas y rogarme que lo aceptara."
"Entiendo, pero eso no significa que no haya existido algo entre ustedes. Lizzy, quiero que sepas que siempre puedes confiar en mí y que yo siempre tendré tiempo para ti," dijo Jane sonriendo.
"Gracias, Jane," replicó Elizabeth sin mucha convicción. Ella notó que aunque Jane sonreía parecía estar molesta. Ella conocía muy bien a su hermana y sabía que no estaba contenta con sus explicaciones.
A Jane no le gustaba hablar de temas controversiales y menos tener discusiones que pudieran generar discordia. Por eso cambió de tema y le contó a Elizabeth sobre los últimos preparativos de su boda. "Louisa y Caroline saben mucho de decoración y dejaron el salón de Netherfield tan hermoso. Ellas encargaron arreglos florales a Londres junto con velas, vajilla de porcelana y platería especialmente para mi boda."
"Me alegro mucho, querida hermana que tus cuñadas te estén ayudando a organizar todo, aunque… Jane, me vas a disculpar pero a veces tengo la impresión que ellas toman decisiones sin consultarte."
"Lizzy, Charles y su familia se relacionan con personas muy importantes y yo debo aprender de ellas para estar a la altura de las circunstancias. Es cierto que no me preguntan todo pero no lo hacen porque son egoístas sino por ayudarme a ser mejor."
"Comprendo, Jane. Pero yo creo que tú eres una persona maravillosa que puede perfectamente elegir el color de los vestidos que lleva o la clase de flores que quiera en su boda."
A Jane no le gustó que Elizabeth intentara decirle lo que debía hacer. Louisa y Caroline le habían comentado en más de una ocasión que su hermana podía ser bastante controladora y que le costaba mucho aceptar las opiniones de otros. Ella no había querido considerar sus palabras, pero viendo la actitud de Elizabeth no pudo más que reconsiderar las palabras de sus futuras cuñadas. "Lizzy, Caroline y Louisa quieren lo mejor para mí, de eso estoy segura y todo lo hacen con la mejor de las intenciones."
"Yo no he dicho lo contrario, Jane. Es sólo que no me gusta que ellas te hagan creer que para ser aceptada en los círculos sociales en los que supuestamente tu marido se mueve, debes vestirte y actuar como ellas."
Jane se puso de pie, tomó el vestido que pensaba llevar esa noche y le dijo a Elizabeth. "¿Te gusta el decorado de mi nuevo vestido? Tía Gardiner lo bordó especialmente para mí."
"Es muy hermoso y te verás preciosa esta noche. Estoy segura que Charles no podrá dejar de mirarte." Elizabeth entendió que Jane no deseaba seguir con la conversación y por eso no dijo nada más.
Elizabeth pensó que Jane estaba siendo muy injusta pero lo atribuyó a lo nerviosa que estaba por su boda. Además en ese momento, ella no quería tener que estar preocupada por nada más que no fuera su propia felicidad. William estaba hablando con su padre y eso era lo único que importaba.
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"¿Te quieres casar con mi Lizzy? ¿Escuché bien?"
"Sí, señor, escuchó bien. Lo que no comprendo es por qué me lo pregunta en ese tono. ¿Acaso cree que no soy digno de ella?" preguntó William con firmeza.
"No te hagas el ofendido, muchacho, y no te lo tomes tan a pecho. La verdad es que yo creo que no existe ningún hombre que sea digno de Elizabeth si hablamos en términos estrictamente personales. El asunto es que debes saber que mi hija no tiene dote y como buen hombre de negocios debes haber hecho los cálculos de lo que te va a costar una esposa e hijos y lo duro que te tocará trabajar sin la contribución de la dote de tu esposa al patrimonio familiar."
"No le tengo miedo al trabajo, señor Bennet. Desde que era niño mi padre me inculcó que el trabajo dignifica al hombre. Pero si está preocupado que a su hija le pueda faltar algo, le aseguro que pese a mi condición de comerciante, tengo mejores medios económicos que muchos caballeros hacendados." William le dio un informe detallado al señor Bennet sobre sus finanzas y le reiteró en más de un término que él no necesitaba ninguna dote para darle a Elizabeth la vida que se merecía.
El señor Bennet sonrió y le respondió con su usual ácido sentido del humor. "Has pasado la prueba, muchacho, tienes mi permiso para casarte con mi hija."
"¿La prueba? ¿Usted se está riendo de mí? ¿Le parece que esto es un juego"
"No, la felicidad de mi hija es algo muy serio para mí. Ni mi esposa ni mis hijas saben que desde que mis niñas nacieron, yo he invertido dinero con mi cuñado Gardiner para poder dejarles algo en caso que yo muriera prematuramente. Lizzy tiene una dote de cinco mil libras que espero inviertas en fondos para su futuro." El señor Bennet le contó un poco más sobre las razones por las que siempre había preferido hacer creer que sus hijas no heredarían nada al momento de su muerte.
Mientras William escuchaba a su futuro suegro no podía creer que Elizabeth hubiera crecido con un padre tan desconsiderado y una madre tan irresponsable. El señor Bennet había preferido hacer creer a todos que sus hijas no tenían dote a explicarle a su esposa la importancia de ahorrar. Pero él no estaba allí para juzgar a su futuro suegro sino para asegurarse que no se opusiera a su relación con Elizabeth.
"En todo caso, yo no necesito la dote de Elizabeth. Tal vez usted podría usar ese dinero para aumentar las dotes de sus otras hijas si es que ellas se casan con hombres con ingresos más reducidos," explicó William.
"Mi otro yerno me dijo exactamente lo mismo, y al igual que con él, voy a aceptar tu propuesta. Mis otras hijas son bastante bobas y dudo que algún hombre medianamente razonable quiera casarse con ellas. Tú te vas a llevar a la mejor de mis hijas."
"Entiendo," dijo William disgustado. A él no le gustaba para nada como ese hombre hablaba de sus hijas.
"Lo siento, Dalton, pero dudo que me entiendas. Sólo me entenderás cuando tengas hijas, y espero que las tuyas no sean tan bobas como las mías," dijo el señor Bennet sonriendo.
A William le ofendió profundamente que el señor Bennet hablara de esa forma de sus potenciales hijas y no pudo evitar ponerlo en su lugar. "Si algún día soy padre, haré todo lo posible por darle a mis hijas el amor y ejemplo que se merecen, y trataré de guiarlas para que sepan tomar decisiones inteligentes, pero sobre todo, para que nadie se atreva a faltarles el respeto."
"Eres demasiado serio para ser tan joven, deberías tomarte la vida con más humor, Dalton."
"Creo tener buen sentido del humor para las cosas que son chistosas, señor."
"Como digas, Dalton." Al señor Bennet no le gustó la respuesta. Pero tenía temas más importantes que hablar y no deseaba seguir discutiendo con ese hombre tan arrogante y serio.
Después de varios minutos intercambiando opiniones William supo que era hora de retirarse del estudio para decirle a Elizabeth que todo estaba bien. Luego, él iba a retornar a la posada para cambiarse ropa para la cena de aquella velada. Él se puso de pie, le dio un fuerte apretón de manos al señor Bennet y se despidió. "Le agradezco su tiempo, señor Bennet."
"Fue un placer conocerte, muchacho. Me imagino que mi hija debe estar esperándote. Una vez que hayan terminado con vuestra empalagosa conversación de enamorados, dile por favor que venga a mi estudio. Necesito saber si ella realmente está tan enamorada de ti como tú insinúas."
Tal como el señor Bennet predijo, Elizabeth estaba fuera del estudio paseando impacientemente. "¿Cómo te fue, mi amor?"
"Bien, tu padre me ha dado permiso para que nos casemos. Pero dijo que necesitaba hablar contigo. Yo iré a la posada y regresaré lo más pronto que me sea posible. Te amo."
"Y yo a ti, William."
Los enamorados hablaron por unos cuantos minutos más, hasta que William finalmente tuvo que irse. Elizabeth entró al estudio de su padre lista para responder sus preguntas, pero él no hizo ninguna pregunta sino sólo una curiosa afirmación.
"Elizabeth, no puedo creer que quieras casarte con ese hombre. Y no me digas que estás enamorada de él porque no te lo voy a creer."
"Papá, claro que estoy enamorada de él. ¿Por qué crees que no puedo amarlo?"
"Porque es un hombre serio y hasta un poco altanero tan seguro de sí mismo. Además es comerciante, y si te casas con él tendrás que vivir en la ciudad y yo sé cuánto amas la vida rodeada de naturaleza. Lizzy, ¿tantas ganas tienes irte de casa que has aceptado al primer hombre que te propuso matrimonio?"
"Padre, yo amo a William y estoy dispuesta a hacer cualquier sacrificio que sea necesario para estar con él. Además, él es serio pero no altanero."
"Lizzy, no cometas el mismo error que yo. Te concedo que Dalton es un hombre guapo con su facha de príncipe de cuentos, pero eso dura muy poco, hija…"
"Padre, yo lo amo, y quiero casarme con él."
"Yo le he dado mi autorización y si estás tan empecinada de casarte con él, hazlo. Pero espero que cuando te arrepientas recuerdes que tu padre intentó convencerte de lo contrario," dijo el señor Bennet para concluir la conversación. "Una cosa más, por favor no le digas nada a tu madre hasta que yo hable con ella."
"Está bien, padre." Elizabeth salió del estudio del señor Bennet un poco desilusionada. Ella no comprendía por qué él le había hablado tan firmemente en contra de William pero había dado su autorización y era lo único que importaba en ese momento.
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"Te juro Louisa que no creo pueda soportar ni un día más en este lugar. En cuanto Charles se case, regresaré a Londres y me olvidaré de toda esta gente tan vulgar," dijo Caroline exasperada.
"Te entiendo, Caroline, pero sabes muy bien que no podemos dejar a Charles solo a merced de esa gente," replicó Louisa para calmar a su hermana.
El señor Hurst estaba sentado en uno de los sillones semi dormido mientras escuchaba la conversación entre su esposa y cuñada. Él no se dio cuenta cuando ellas regresaron y no tuvo tiempo para ir a dormir la siesta en otro cuarto. Henry Hurst era el segundo hijo de un caballero terrateniente bastante próspero y desde que era muy pequeño, sus padres lo habían mimado como no lo habían podido hacer con su hermano mayor que debía aprender a ser responsable como futuro cabeza de la familia. Henry siempre fue un chico simpático que obtenía todo fácilmente.
Él estaba contento con su actual situación, su padre aún le daba una mensualidad y la dote de Louisa invertida en fondos de interés, le generaba un segundo ingreso. Pero él, como su esposa y cuñada, sabía bien que el estilo de vida de ellos era bastante costoso y que para sostenerlo necesitaban a Charles y su fortuna.
Su cuñado era un hombre amable y simpático pero al igual que él, no había aprendido a hacer nada y Henry esperaba que encontrara luego su lugar en la vida porque ninguna fortuna, por cuantiosa que fuera, duraba para siempre si no se cuidaba.
Louisa era una mujer simpática y amable cuando no estaba cerca de Caroline, y su hermana era la única razón por la que no había sido aceptada en sociedad como él pensaba que ella merecía. Más allá de lo que Caroline estimaba, en los primeros círculos nadie la soportaba porque la consideraban una trepadora social. Él único que la soportaba era el viejo señor Darcy, y lo hacía sólo por respeto al difunto señor Bingley.
"Lo único que nos faltaba era que Eliza Bennet se casara con un comerciante para mejorar aún más nuestras conexiones," dijo Caroline con ironía.
"No te adelantes, Caroline, es posible que el señor Dalton haya venido por otra razón. Más que mal, su madre es amiga de la familia," agregó Louisa.
"Ojalá tengas razón Louisa. No sé, pero no confío en ese hombre."
"¿Por qué, Caroline?"
"Porque es de Manchester y no me gusta la gente de esa ciudad tan poco sofisticada."
El señor Hurst se puso de pie y preguntó intrigado. "¿Están hablando de William Dalton?"
"Sí,¿ lo conoces?" preguntaron Caroline y Louisa a la vez.
"Sí, fue mi compañero en Oxford. Un tipo alto, muy serio pero honorable y un excelente estudiante, aunque un poco mojigato. Si es el futuro esposo de Eliza, debo decir que ella está haciendo un muy buen negocio. Él es el hijo de un comerciante bastante próspero y creo que es hijo único además."
"A mí no me importa si es rico o pobre mientras se mantengan alejados de nosotros," agregó Caroline furiosa. A ella le indiganaba saber que Elizabeth tendría un marido rico y guapo mientras ella seguía soltera.
"Dalton es el tipo de hombre de negocios que se siente orgulloso y feliz de serlo. No es de los que buscan desesperadamente pertenecer a círculos sociales que no les corresponden por nacimiento," dijo el señor Hurst para dejar callada a su cuñada.
Caroline ignoró el comentario de su cuñado y concluyó la conversación diciendo, "tenemos que hacer que Jane se aleje de toda esa gente si no queremos vernos afectados por la influencia de esa tropa de personas insignificantes y vulgares."
El señor Hurst se disculpó y fue en busca de su cuñado para conversar de temas más agradables. Pero Caroline y Louisa siguieron hablando por media hora más planeando qué hacer con la nueva situación de su hermano.
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William regresó a Longbourn antes de lo esperado porque deseaba ver a Elizabeth, conversar y estar con ella todo el tiempo que fuera posible. Oficialmente ella era su prometida y eso lo tenía tan emocionado, que una vez que se cambió la ropa, no pudo esperar ni un segundo más para estar al lado de la mujer que amaba.
Elizabeth también estaba emocionada y se puso uno de sus mejores vestidos porque quería estar bonita para William. Ella sentía tanta felicidad que no le importó los gritos y peleas entre Lydia y Kitty, la indiferencia de Jane y los nervios incontrolables de su madre.
Una vez se cambió de ropa y se peinó, Elizabeth fue al salón principal de la casa para esperar a William. Afortunadamente, su amado no la hizo esperar porque llegó media hora antes que el resto de los invitados. Como nadie más estaba listo, ellos tuvieron varios minutos en los que pudieron estar solos.
En cuanto el señor Hill hizo pasar al señor Dalton, Elizabeth lo recibió con una amplia sonrisa y ambos se sentaron uno al lado del otro. William además tomó la mano de Elizabeth entre la de él y cada cierto tiempo se la besaba cariñosamente.
"William, nunca pensé que fueras tan cariñoso porque a primera impresión pareces tan frío y distante. Me gusta mucho que seas tan atento," dijo Elizabeth levemente ruborizada.
"Querida, yo tampoco sabía que era así. Tú eres la primera mujer de la que me enamoro y con la que quiero compartir el resto de mi vida," explicó William con una voz quebrada por la emoción.
Ellos no pudieron decir nada más, sólo se miraban, se acariciaban y besaban las manos y sonreían. Pero aquella bella escena romántica fue interrumpida por Lydia y Kitty que entraron al cuarto discutiendo.
"Ese encaje es mío, yo lo compré con el dinero que ahorré por dos semanas. Devuélvemelo, Lydia," gritó Kitty exasperada.
"Lo siento, Kitty, pero yo lo encontré tirado en el piso de la habitación por eso pensé que tú no lo ibas a usar. Además, a mí se me ve mucho mejor que a ti," retrucó Lydia petulantemente.
"Eso no es verdad, tú no eres más que una ladrona," dijo Kitty al borde de las lágrimas.
"Lo que pasa es que tú me tienes envidia porque todos los oficiales están enamorados de mí, porque todos dicen que soy la más bonita y simpática de todas mis hermanas," concluyó Lydia con una risa burlona.
Elizabeth y William se pusieron de pie cuando las las hermanas menores de ella ingresaron al cuarto. Elizabeth no pudo evitar sentirse incómoda por los comentarios descarados de Lydia y por eso interrumpió el pleito.
"Kitty, Lydia, compórtense. No ven que tenemos visitas."
Kitty inmediatamente se avergonzó y se quedó en silencio, pero Lydia se acercó a William y le dijo a Elizabeth. "Lo siento señor, no sabíamos que usted estaba aquí." Ella habló con desdén para darle a entender a ellos que no le importaba su opinión.
Elizabeth creyó que moriría de vergüenza por el comportamiento de su hermana menor. "Lydia, él es el señor William Dalton, sobrino de tía Gardiner. Señor Dalton, ellas son mis hermanas menores Kitty y Lydia." Elizabeth esperaba que William recordara todo lo que ella le había contado en su carta para que no se llevara una sorpresa tan grande con su familia.
"Es un gusto conocerlo, señor Dalton. ¿No cree usted que este encaje se ve muy bonito en mi vestido?" preguntó Lydia mirando a Kitty.
A William no se le movió ni un músculo de la cara y respondió cortés pero cortantemente. "No lo sé, señorita Lydia, yo no comprendo mucho de la moda. Pero déjeme decirle a usted y a su hermana que es un gusto conocerlas."
Kitty saludó a William pero Lydia se disculpó y salió del cuarto porque no le gustó que aquel hombre no le prestara atención. Kitty inmediatamente salió tras ella para seguir discutiendo sobre el encaje.
Afortunadamente, los Gardiner se unieron a ellos en el salón para felicitarlos por su futuro compromiso y conversar de temas que a todos les interesaban. Pero la paz duró poco tiempo porque el señor Bingley y su familia llegaron y monopolizaron la atención. Cuando Jane supo que su prometido había llegado, fue inmediatamente al salón para saludarlo a él y al resto de su familia. Desafortunadamente, no hizo nada para aligerar las mordaces opiniones de sus futuras cuñadas en contra de Elizabeth y los Gardiners.
El señor Hurst saludó a William, y aunque nunca habían sido ni siquiera conocidos distantes, él lo reconoció y hablaron por breves minutos sobre su época en la universidad. Muy a su pesar, Caroline no podía quitarle la vista a William. Había algo irresistible, un aire sofisticado combinado con su porte y su actitud de hombre seguro de sí mismo.
Al poco tiempo, el señor y la señora Philips, la señora Bennet, Kitty y Lydia se unieron al grupo y todo fue caos.
Cuando Mary vio que todos estaban reunidos, decidió que era tiempo de tocar el piano y cantar para ellos. Su interpretación fue deficiente y en más de una ocasión perdió una nota en el piano y desafinó al cantar. Las hermanas Bingley no ocultaron su disgusto y en más de una ocasión se rieron de lo ridícula de la situación.
Finalmente, el señor Bennet apareció en el salón e interrumpió a Mary de forma grosera y abrupta provocando nuevamente las burlas de Caroline y Louisa. William estaba sorprendido y molesto con todo lo que estaba pasando pero no lo demostró porque no deseaba que Elizabeth se sintiera aún más avergonzada de lo que ya estaba.
Cuando los Lucas llegaron, la señora Bennet hizo pasar a todos los invitados a la mesa. Ella quería demostrarles que aunque Charlotte sería la próxima señora de Longbourn, su hija Jane sería la esposa de un hombre rico y señora de una hacienda mucho más grande y bonita.
Pero el señor Bennet tenía una sorpresa especial para todos. Él había decidido anunciar el compromiso de Elizabeth para ver la destemplada reacción de su esposa y poder bromear al respecto. Entonces, el señor Bennet tomó una copa y pidió silencio a todos los presentes. "Querida familia y amigos, antes de que comencemos a cenar quiero hacer un brindis por mi hija Jane y su prometido y desearles que sean muy felices."
"Estoy segura que lo serán, mi querido señor Bingley es un hombre tan agradable y mi hija tan bella. Hacen una pareja tan hermosa…"
"Señora Bennet, por favor no me interrumpa que aún no he terminado," dijo el señor Bennet un poco molesto.
"Además, quiero anunciar el compromiso de mi querida Lizzy con el señor Dalton y que brindemos por la felicidad de ellos también," dijo el señor Bennet, le guiñó a Elizabeth y se sentó.
"QUÉÉÉ?" gritó la señora Bennet. "Hill tráeme mis sales, Hill… Otra hija comprometida… Lizzy, niña rebelde, por qué no me dijiste nada…" decía la señora Bennet sin parar de hablar.
"Madre, yo pensaba contarte mañana porque…" Elizabeth trataba de calmar a su madre pero ella pasaba de la sorpresa a la emoción y de la emoción al llanto."
"Dos hijas casadas, mi querido señor Dalton, gracias por aceptar a Lizzy. Yo le prometo que ella se portará bien y será una buena esposa… Lizzy, me tienes que prometer que te vas a portar bien con tu prometido, no quiero saber que lo estás contradiciendo…"
El resto de los asistentes felicitaron a Elizabeth y William entre medio de los gritos de la señora Bennet, y se olvidaron que el propósito de la cena era celebrar a Charles y Jane. Caroline, que estaba sentada al lado de Jane, notó incomodidad en el siempre sereno rostro de ella y aprovechó la oportunidad para sembrar cizaña.
"Lo siento, Jane. Nunca pensé que Eliza fuera tan desubicada como para pedirle a tu padre que anunciara su compromiso en una cena en tu honor. Sin duda alguna logró robarse la atención de todos."
Jane no dijo nada, pero observó cómo su madre y el resto sólo tenían ojos y palabras de felicitaciones para Elizabeth y su prometido. Ella se sintió herida, traicionada y sentía que su querida hermana cada vez estaba más lejos de ella.
William estaba furioso con el señor Bennet por no haberles consultado sobre sus planes de anunciar el compromiso. Ellos habían decidido hacerlo al día siguiente de la cena de forma privada. Pero le enfureció mucho más ver su cara triunfante cuando se reía de los arrebatos nerviosos de su esposa.
Una vez la efervescencia de la noticia pasó, todos comenzaron a cenar pero William notó que Elizabeth casi no probó la comida pese a que estaba bastante buena. Ella se sentía muy mal porque su familia había hecho todo lo posible por hacer el ridículo en frente de William.
"Querida," le susurró William a su prometida. "Creo que debieras probar la carne, está deliciosa."
"No tengo hambre, gracias," replicó Elizabeth cabizbaja.
"Elizabeth, nunca dudes lo mucho que te amo," le dijo William a su prometida sonriendo mientras por debajo de la mesa le acariciaba la mano. "Prueba la carne, mi amor, y no te preocupes de nada más."
"Gracias, William," replicó Elizabeth y se sirvió un poco de carne.
Mientras esa romántica y privada escena ocurría, Jane miraba a Elizabeth enojada, pero Caroline miraba a William con ojos anhelantes.
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Gracias a todos los que dejan comentarios de apoyo y siguen la historia con entusiasmo.
Para poder actualizar diariamente, escribiré capítulos más cortos.
En el próximo capítulo será la boda de Jane y muchas personas viajarán a Meryton por ese motivo.
Saludos,
Yo
