EN EL CAPÍTULO ANTERIOR: Granger le cuenta las cuarenta a Potter, y Tonks falta a su cita con Dumbledore.
CAPÍTULO 10
Snape sonreía pícaramente a su imagen reflejada en el espejo, mientras se vestía con una túnica verde, con serpientitas doradas bordadas por todas partes, que había encontrado en el fondo del armario de Dumbledore. Se tomó la poción multijugos, de la que había elaborado cantidades industriales, y una vez transformado, se puso el sombrero que hacía juego con la túnica.
Transformado en Dumbledore, y vestido de esa manera, se dirigió al despacho del director, para esperar a que llegara Tonks. Pero nunca llegó. Así que aburrido de esperar, se marchó a su habitación.
Iba gruñendo y refunfuñando por el pasillo, cuando detrás de él sonó una voz conocida:
- Profesor Dumbledore ¿Puedo hablar con usted- Harry Potter salía de debajo de su capa.
- ¿Potter? ¿Qué está haciendo aquí?
A Potter le sorprendió el tono de voz en que le habló Dumbledore, y sobretodo que no lo tuteara.
- Yo.... yo quería preguntarle algunas cosas
- ¿Y no pueden esperar esas preguntas hasta mañana? - dijo Snape intentando no perder la poca paciencia que le dedicaba siempre a ese niñato.
- Es que nunca lo veo de día. Llevo casi toda la semana saliendo con mi capa, para ver si me lo encuentro de noche.
Pensó Snape que esa era una situación interesante. El niñato no sabía con quien estaba hablando, y tendría la oportunidad de reírse de Harry Potter en su cara. Quizá toda la noche no esté perdida pensó Snape mientras le decía a Potter forzando una sonrisa:
- Vamos al despacho, Harry. Yo también tengo algunas cuentas que ajustar contigo.
Se sentaron y Dumbledore esperó a que Potter comenzara a hablar.
- Verá profesor. Yo quisiera que me explicara algunas cosas sobre mis padres, y sobre como murieron.
- Creía que eso lo sabías - dijo Dumbledore mirando fijamente a Potter detrás del escritorio.
- Sí, lo que no se son los detalles. Por ejemplo, dónde tenían su casa
- ¡Ah! Vivían cerca de Surrey. Tuvieron que irse a vivir a un cuchitril cuando tu padre dejó embarazada a tu madre. Él exigió a tus abuelos paternos, la parte correspondiente de su herencia, con lo que consiguió que lo desheredaran y lo echaran de casa sin un galeón. Y tus abuelos maternos hicieron lo mismo con tu madre por que no querían cargar con la embarazada, y con la joyita de niñato que le había hecho el bombo.
- ¡Ah! - Dijo Potter recobrándose del jarro de agua fría, lleno de cruda realidad que le había lanzado sin esperarlo. Dumbledore le volvió a sonreír invitándolo a volver a preguntar, así que Potter volvió a hacerlo:
- Mis abuelos paternos. Ha dicho usted que se desentendieron de mi padre. Pero cuando él murió, ¿Por qué no me buscaron?
- Murieron antes que tus padres. El señor oscuro fue a buscarte primero a la mansión que tenían los Potter, en pleno centro mágico de Londres. Su pérdida se sintió en buena parte del mundo mágico. Era una familia muy querida.
- ¿Y no tengo otros parientes? - preguntó Potter.
- Supongo que sí, ni idea. - Le contestó Dumbledore. Potter empezaba a extrañarse. Pensaba que Dumbledore lo sabía todo.
Potter volvió a preguntar:
- Me extraña que mis abuelos tanto de mi madre como de mi padre, les dieran la espalda.- A los padres de tu madre, ni los conocí, pero supongo que respirarían tranquilos cuando se libraron del pendón de tu madre – Potter iba a responderle que no se metiera con su madre, pero Dumbledore dijo rápidamente antes que Potter dijera nada: - Es una manera de hablar, Harry – le sonrió - Yo apreciaba a tu madre. La pobre tuvo la mala suerte de enamorarse de un.... muy joven.
Tus abuelos paternos no vieron mal que tu padre se hiciera novio de tu madre, aunque no fuera una de los nuestros, pero cuando se quedó embarazada y se casaron a la carrera, la cosa cambió. No les hizo nada de gracia que el cabeza loca de su hijo, les hiciera abuelos cuando ni siquiera tenía un trabajo con el que mantener un hogar, y culparon a tu madre de llevarlo por el mal camino.
- Pero que una mujer se quede embarazada antes del matrimonio es muy normal. - Potter defendió a su madre
- ¡Eso es normal en tu mundo!, Aquí en el mundo mágico, los hijos vienen después del matrimonio, ¡Cómo debe de ser! , y se los educa para que sigan el ejemplo de sus padres. Por eso, no nos mezclamos con los muggles, que no tienen moral, ni respeto por las normas. - Hizo con la cara un gesto de desprecio.
Potter no podía creer lo que oía. No se imaginaba que debajo del porte simpático y dulce de Dumbledore, hubiera un viejo retrógrado con prejuicios de clase.
Pero ahora no era el momento de quedarse callado. Quería llegar al meollo de la cuestión.
- ¿Y por qué vivo con mis tíos? Quiero decir, ¿En qué consiste la protección esa que mi madre me dejó, y que tiene mi tía?
- A eso no puedo contestarte, Harry. - En esto fue completamente sincero, ya que no lo sabía ni él - ¿Tienes otra pregunta?
- Sí. El día que Voldemort - Dumbledore apretó los labios, e iba a decir algo, aunque se contuvo y sonrió para que Potter continuara - El día que Él mató a mis padres, Eh.... no entiendo .... ¿por qué mis padres cuando lo vieron venir no me cogieron en brazos y se desaparecieron? En lugar de eso, mi padre fue a enfrentarse con...usted sabe.
- ¿Y qué esperabas del lumbreras de tu padre?
- ¿Qué quiere decir con eso? - dijo Potter un poco más alto de lo normal. Ya estaba molesto con la actitud de Dumbledore.
- No te enfades Harry - le sonrió Dumbledore - Así era tu padre. Había un peligro, una aventura que correr, y allí estaba dispuesto a enfrentarse a lo que fuera, sin importarle las consecuencias. ¿Qué dejó a su mujer sola con un niño para correr a enfrentarse con alguien, a quien no podía vencer ni en sueños? Muy propio de James Potter. Seguro que pensaba que sí tenía alguna posibilidad para vencerlo, y así hacerse famoso. Tenía ese defecto. Ese gran defecto de querer ser siempre el centro de todas las miradas. Recuerdo que también le ocurría en el colegio. No pensaba. Actuaba. Él y sus encantadores amiguitos. ¡Ay, que los echo de menos! Siempre tan valientes, y divertidos. Gastando bromas inocentes al primero que se les pasara por delante. Eran muy Gryffindor.
Harry, tú me recuerdas mucho a tu padre, aunque tus ojos son de tu madre
Terminó de hablara Dumbledore entre guiños y sonrisas, que desconcertaron aún más a Potter, que tardó un rato en reaccionar ante la respuesta de Dumbledore. Nunca se imaginó que su padre fuera así, como siempre le dijo Snape. De Snape no lo había creído. Después de todo, él odiaba a su padre. Pero si lo decía Dumbledore, algo de verdad tenía que haber. El pensar en Snape le trajo a recuerdo otra cosa que quería decirle a Dumbledore:
- ¿Profesor?
- ¿Otra preguntita Harry? - dijo Dumbledore muy sonriente.
- No, solo quería decirle que el otro día soñé con que Voldemort - Dumbledore gruñó - mataba a ese secretario de magia.
- ¡Ah! Sigues con tus sueñecitos
- Sí, y me extraña que usted todavía no me haya llamado para hablar de eso. - dijo Potter.
- Ehhh... He tenido muchas cosas que hacer últimamente..., y en cuanto a tus sueños, es culpa tuya que todavía los tengas. Si no hubieras dejado las clases de oculmancia....
- ¡Fue Snape quién me echó!
- ¡Profesor Snape para usted, Potter! - gritó Dumbledore
- Errr.... - dijo Potter algo asustado - Sí, fue el profesor Snape quien me echó de su despacho.
- Porque tú irrumpiste sin ningún escrúpulo, en sus pensamientos más íntimos. - le dijo Dumbledore ya sin sonreír.
- ¡Él hacía lo mismo conmigo cada vez que me daba una clase de esas!
- ¿Cómo diablos quería que te enseñara a que no penetren en tu mente, sin mirar en tu memoria? - preguntó Dumbledore
- A usted no lo importó que yo entrara en su pensadero. - dijo Potter rememorando la vez que Dumbledore lo sorprendió en ese mismo despacho, mirando sus recuerdos. Nuestro Dumbledore, que no sabía de qué diablos le hablaba el niñato, no supo que contestarle.
- ¿Por qué no le dice usted, - empezó a decir Potter - al profesor Snape que me siga dando clases?
- Yo no pienso hacer eso. Eres tú quién tiene que ir a disculparse con él, y tal vez, te vuelva a dar clases de oculmancia.
- Yo tampoco pienso hacer eso - contestó Potter testarudo.
- Lo que yo digo. Igualito a tu padre. Pues yo no puedo hacer nada más por ti en ese asunto, pero mi consejo es que vayas, y te disculpes, porque él no va a ir a buscarte. ¡Piénsalo!
- Lo pensaré - dijo Potter sin mucha intención de pensarlo.
- Bueno Harry. Si no tienes otra pregunta, yo estoy muy cansado. - Casi había pasado una hora desde que bebió la poción.
- No, gracias profesor Dumbledore - Potter se levantó, y fue hacia la puerta
- Buenas noches, Harry - le dijo Dumbledore sonriente.
- Buenas noches, profesor Dumbledore
- ¡Harry!. Se me olvidaba. - le dijo Dumbledore con una grandísima sonrisa - Cincuenta puntos menos por deambular de noche por el castillo, toda la semana - y le guiñó un ojo.
El sábado por la mañana, Lupin cogía un tren para Suxes, contento de ganarse un dinerillo extra. La tarde anterior, había llegado MacGonagall al cuartel de la orden, y le había preguntado, con muchísimo tacto, si quería hacer éste trabajito para el colegio:
- Por supuesto Minerva, - dijo Lupin - Yo siempre estoy dispuesto a ayudaros. Y no tenéis que pagarme nada - Mintió Lupin esperando que no le hicieran caso - Claro que para mis gastos de viaje...
- Claro que te pagaremos, Remus. - Le contestó MacGonagall - Yo estoy muy apenada por como saliste de Hogwarts por culpa de Snape, y de alguna forma, Hogwarts te lo debe. Así que no seas orgulloso, y acepta el pago que te ofrecemos.
Lupin aceptó, y hoy sábado estaba en un compartimento para él solo, de un vagón de primera.
Cogió de su vieja maleta una novela que estaba leyendo, y se sentó al lado de la ventanilla mientras pensaba.
- Con suerte, y si hago éste trabajo bien, esto se podría convertir en un trabajo fijo. Podría ser como un encargado de tratar con los proveedores de Hogwarts: calderos, alimentos, velas, ingredientes de pociones... Hay muchas cosas en Hogwarts que necesitan suministros. Sí tal vez podría ser un trabajo fijo por fin. - Abrió su libro y empezó a leer hasta que llegó a su destino.
Cuando llegó a la estación mágica de Suxes, vio que había un hombre vestido completamente de negro, y con sombrero de copa, que sostenía un letrero en el que se leía Remus Lupin. Se acercó a él y se identificó.
- Buenos días, soy Remus Lupin.
- Buenos días, señor Lupin. Por favor, acompáñeme al carruaje. Si me permite su maleta.
Lupin le dio su maleta, y lo siguió hasta una lujosa carroza negra guiada por cuatro caballos negros. Lupin no sabía si sentirse halagado por el trato principal que estaba recibiendo, o asustado por el tinte misterioso que estaba tomando todo.
El cochero le abrió la puerta del carruaje, mientras le hacía una reverencia, y Lupin subió y se sentó enfrente de una mujer rubia, que le sonreía algo descaradamente.
- Buenos días señor Lupin. Yo soy Mary Sue Gibblin, Gerente de Gibblin´s Cauldrons. Encantada de conocerlo - Le dijo a Lupin con una voz suave y ronca, mientras le tendía su mano enfundada en un guante de terciopelo. Lupin le estrechó la mano mientras le decía:
- Encantado de conocerla, señorita Gibblin. A la señorita Tonks, le ha sido imposible venir, pero en Hogwarts, no hemos querido rechazar su amable invitación, ni su amable obsequio. Por eso vengo yo, en representación de la escuela, y así expresarle nuestra gratitud por su obsequio. - Dijo Lupin ceremoniosamente.
- ¡Oh!. No tienen que agradecer nada - dijo con su peculiar voz - Es una pequeña deferencia que queremos tener, con uno de nuestros clientes más antiguos. Pero señor Lupin, ¿Qué le parece si nos tuteamos? Por favor, Remus, llámame Mary.
- Como quieras Mary - dijo Lupin, que sintiéndose un poco turbado por la mujer que tenía delante, no supo que más decir.
A Mary Gibblin no le importó que Lupin se quedara callado. Eso le dio la oportunidad de examinarlo de arriba abajo, y pareció que le gustó lo que vio, porque al final sonrió.
Remus Lupin estaba un poco ruborizado, se sentía observado por esa mujer que le sonreía. Él también le sonrió, aunque desvió la mirada pronto para observar las interesantes vaquitas y cerditos que habían en el campo. Entre las pocas veces que se atrevió a mirar a esa mujer, que no dejaba de mirarlo insistentemente, pudo ver que tenía unos grandes ojos azules de mirada muy penetrante, pelo rubio y largo recogido atrás con blondas impecablemente marcadas, y pintada de carmín rojo, una boca bastante grande.
Cuando llegaron a la fábrica y salieron del carruaje, pudo observar que todo en ella era también grande. Le sacaba casi una cabeza, y eso que llevaba zapatos planos azules a juego con su vestido y su sombrero.
Se podía decir que era guapa, grande, pero guapa. Al menos eso pensó Remus Lupin.
FIN DEL CAPÍTULO 10
¿O parecen cortitos los capítulos?
Es que lo son. Pero a cambio puedo decir que actualizo pronto. El próximo estará en tres días, o menos. Espero que no os perdáis en la trama. Si hay alguna duda, o hay algún error en el relato, decídmelo, por favor, e intentaré corregirlo. GRACIAS POR LEERLO.
