CAPÌTULO 3: FEEL THE EARTH

Habìan caminado bastante tiempo, adentràndose en la inmensidad del bosque, el cual les acogìa bajo su quieto y silencioso manto. Nada se movìa en aquel bosque, ni animales ni plantas. La brisa que antes acariciaba sus mejillas ahora habìa quedado muerta. Habìan llegado a una misteriosa zona en la que los àrboles parecìan morir. Estos eran tan altos que parecìan rasgar el cielo y carecìan totalmente de hojas. Su palidez grisàcea recordaba a los envejecidos rostros de un anciano. En ese misterioso bosque, los àrboles se entrecruzaban constantemente unos con otros aunque la luz del sol podìa alumbrar el tambièn pàlido follaje.

En un momento del camino se detuvieron en un pequeño claro circular, en donde dos grandes estacas de madera reposaban sobre el tronco de un árbol. Febos se apartò a un lado, expectante y observador, Essex hizo lo mismo. Magnus se acercò hasta una de las estacas y la lanzò contra Alexander. Este la cogiò hábilmente en un arrebato de agilidad.

-Bien-comenzò a decir Magnus-Comencemos con tu entrenamiento de combate armado. Estas estacas seràn tus primeras armas de mano. Con ellas aprenderàs todo lo necesario sobre el manejo bàsico de tu futura espada.

-No he manejado nunca una espada ni he practicado mètodo de lucha alguna-le interrumpiò Alexander.

-Lo sabemos, por eso aquì aprenderàs todo lo necesario para un noble guerrero-Tras una breve pausa continuò diciendo-Ahora veremos cuales son tus puntos fuertes y tus puntos dèbiles. Coge la estaca con las dos manos y ponte en guardia, te atacarè suavemente para que tengas tiempo de defenderte.

Ambos se pusieron cara a cara, con las estacas preparadas, listas para atacar y defender.

Un leve grito precediò al ataque de Magnus, el cual dirigiò un primer golpe hacia la cabeza de Alexander. Este alzò la estaca ràpidamente y detuvo la ira de Magnus. Este retrocediò y le propinò unos cuatro golpes mas, de los cuales solo pudo detener los dos primeros, pues los dos siguientes se le clavaron en el costado y en el hombro. Tras estos fuertes golpes, Alexander tirò la estaca y cayò al suelo, renqueante por un poco de aire el cual le faltaba tras aquellos duros golpes.

-Agilidad, tienes buena agilidad para empezar chico-decìa Magnus mientras tendìa una mano a Alexander para que se pusiese en piè.

El entrenamiento continuò, pero esta vez mas calmado. Magnus le enseñò multitud de tècnicas, posiciones y manejos de espada, a la vez que Essex y Febos observaban pensativos.

El entrenamiento concluyò, con el agotamiento y el cansancio recorriendo el cuerpo de Alexander y con la satisfacción en el rostro de Febos.

Mientras caminaban de vuelta a la mansión, Febos le dijo:

-Lo has hecho muy bien.

-¿Muy bien?-le preguntò sorprendido Alexander a su mentor.

-Es la constancia la que hace al guerrero y no su temprana habilidad, tenlo presente.

Unos silenciosos segundos transcurrieron hasta que Alexander le volviò a preguntar:

-¿Què clase de lugar es este bosque?

-Este bosque refleja nuestra existencia, es un bosque desierto, sumido en una eterna noche. En el se hacen nuestros hombres y se acaban nuestras vidas. En ese bosque reside el alma de todos aquellos que mueren por y con nuestra raza.

-¿Dónde vuelven las almas de los difuntos?-inquiriò de nuevo Alexander

-Si, pero tan solo en este mundo terrenal, en un mundo espiritual vuelven al origen. El origen es algo que todos nosotros desconocemos, pero que a su vez todos encontraremos en el fin.

-La muerte-dijo escuetamente Alexander.

-Asì es. Este bosque es llamado Elisseum y es sagrado para todo clan, familia o dinastía existente en este mundo. Muchos han matado en sus dominios, en los dominios del Elisseum, esos hombres han quedado malditos para siempre.

-¿Malditos para siempre?

-Alexander…No solo Sangre Oscuras de forma humana habitan este mundo.

Con aquella misteriosa respuesta salieron del bosque, con la luz del atardecer tiñiendo de rojo la esbelta fachada de la mansión.

La noche ya habìa acogido en sus delicados brazos a todos los habitantes de aquella mansión. Los sirvientes iban de un lado a otro apresuradamente, buscando telas, preparando los manjares de la cena, decorando los corredores. Al parecer aquella noche era un tanto especial, pues el líder de la familia Shou, Seth Shou y su hijo Susanoo Shou iban a asistir a una cena en la mansión. Shou y Geb eran dos dinastías y familias totalmente contrapuestas, rivales desde tiempos desconocidos nunca habìan firmado una tregua segura, hasta ese dìa. La llegada de Alexander, la llamada anomalia, habìa provocado que ambas familias, tambièn pertenecientes al Niflheim, el Consejo Sagrado; se volviesen a unir, al menos temporalmente.

-Supongo que te estaràs preguntando que es todo ese bullicio,¿No es cierto?-le dijo Essex en aquella pequeña pero acogedora habitación.

Aquella tarde-noche, tras el descanso del entrenamiento de Magnus, Alexander habìa comenzado su instrucción de Fuerza Psìquica. Aquel entrenamiento se impartìa en una pequeña habitación de la mansión, la cual parecìa aislada del resto del recinto, pues su silencio era sobrecogedor. Se encontraba austeramente adornada y carecìa de ventanas o de orificio alguno màs que la puerta corredera. Una luz tènue, proveniente de unos candiles situados en varios puntos de la estancia eran la ùnica luz que poseìan. Se encontraban frente a frente, sentados en el suelo, observàndose detenidamente.

Aquella primera clase, dijo Essex, le explicarìa todo aquel desconcertante mundo, mundo que deberìa conocer.

Tras asentir Alexander a la pregunta de Essex, este continuò:

-Estàn preparando la cena de esta noche. Es una noche especial. Esta noche se volveràn a reunir tras largos siglos de batalla, dos familias totalmente diferentes, los Shou y los Geb. Los Shou siempre han sido una familia misteriosa y apartada, alejada de cualquier contacto con otra misma familia del Niflheim.

-¿El Niflheim?-preguntò Alexander.

-Si, el Consejo Sagrado de este territorio. Como ya sabes, desde tiempos inmemoriables, los Sangre Oscura se han enfrentado entre si. Èpocas de paz, èpocas de guerra, un sin fin de asesinatos y de derramamientos de sangre injustificados. A nosotros nos ha tocado vivir una època de relativa calma. Las grandes guerras han finalizado pero las batallas siguen sucedièndose bajo el telòn. Duelos, asesinatos…Pero es nuestra naturaleza y no podemos remediarlo. Pues bien, diferentes clanes, familias y dinastías de todo el mundo se agruparon en Consejos Sagrados, para poder asumir asì la dispersión de nuestra raza. Nuestro Consejo Sagrado es el Niflheim y està formado por seis dinastías y familias.

-Entonces los Sangre Oscuras no estàn tan dispersos como para su olvido.-comentò Alexander

-No, pero aùn asì, en los diferentes consejos surgen las diferencias.-le respondiò.

Tras una breve pausa continuò:

-Los Shou siempre han sido una familia poderosa, de gran influencia en el Niflheim, pero de no toda la influencia que quisieran. Siempre han rivalizado con los Geb, pero ahora tu llegada les ha hecho firmar una tregua. Esta tregua no tiene otro fin que tu destino.

-¿Mi destino?-preguntò un poco asustado Alexander

-Si joven Alexander, lo que tu consigas, lo que tus hechos engendren, lo que tus decisiones afecten, todo ello es observado atentamente por todos los Sangre Oscuras. No es solo el Niflheim, tambièn otras familias se han percatado ya de tu presencia y esperan tus frutos. Si eres como ellos temen, una amenaza que traerìa consigo el caos y el desequilibrio, te perseguiràn hasta la muerte.

-¿Què?-preguntò un alarmado y asustado Alexander.

-No, no temas, eres tu quien tiene que decidir que ser y hasta donde llegar. Eres tu quien ha de decidir que caminos tomar y que decisiones aceptar. Si eres justo, un Sangre Oscura que no busca la guerra ni la muerte, el Consejo Sagrado te aceptarà como uno màs.

-¿Por què…por què creen que soy una amenaza?-inquiriò perturbado.

-Porque eres algo inusual, algo que rompe la tradición. Pero vuelvo a decirte que te tranquilices. Tienes mucho que aprender y que descubrir en este mundo.

El tiempo desde entonces habìa pasado muy lentamente, Essex se habìa marchado de la sala, dejando a un Alexander ya no intrigado de aquel mundo, sino intrigado de si mismo y preguntàndose quien serìa realmente y que querìan de èl.

Una de las sirvientas del señor Febos habìa irrumpido en la pequeña habitación, dejando que el bullicio se adentrase en la silenciosa sala y despertando de su letanìa al joven.

-El señor Febos le espera en sus aposentos, desea hablar con usted-decìa mientras realizaba una pronunciada reverencia.

Aùn un poco desconcertado, Alexander se levantò y caminò junto a la sirvienta, la cual le condujo hasta los que eran sus aposentos.

Allì se encontraban Febos y dos sirvientes que manejaban un sedoso y azulado traje, parecido al que vestìa Febos en aquella ocasión.

-Serà mejor que te vistas, los Shou estaràn al llegar.

Fue lo ùnico que dijo Febos, en un tono serio pero esforzado por sonreir. Los sirvientes comenzaron a vestirle aquel azulado traje, con dorados dibujos y el inconfundible emblema del lobo a sus espaldas.

Los sirvientes le volvieron a conducir, esta vez hacia la Sala de Comensales, en donde ya esperaban los Shou junto a Febos, su prometida Dafne y su hija Nuth.

Al entrar en la sala, una gran mesa baja de madera presidìa la habitación. Esta habitación era visiblemente màs alta y mas ostentosamente decorada que las otras. A cada lateral de la habitación se encontraban dos sirvientas vestidas con elegantes trajes rosados. Tanto los Shou como los Geb se encontraban ya sentados frente a la mesa. Una de las sirvientas le indico su posición, se sentarìa frente a Febos, el cual presidìa la mesa.

-Siento mi tardanza, honorables señores.-se excusò Alexander al sentarse en uno de aquellos confortables cojines de seda.

-Vaya, veo que los humanos tambièn aprendèis modales.-comentò una altiva, jovial y arrogante voz.

Se trataba de Susanoo Shou, el primogènito del señor Seth. Era un joven de altura media, de pelo negro y largo y poseedor de un rostro muy cuidado cuyo ùnico defecto era una pequeña cicatriz en el labio superior.

-Es algo fácil de aprender en humanos y Sangre Oscuras, aunque no todos saquen provecho de ellos.-le respondiò Febos.

Susanoo borrò de inmediato aquella sonrisa socarrona de su rostro y una profunda mirada de desprecio lo envolviò.

Seth era un hombre de aspecto maduro, de escaso pelo y barba a medio crecer. Tanto su hijo como èl mismo vestìan dos atuendos púrpuras con el emblema de una negra serpiente enroscada en una larga y afilada espada, la cual parecìa ser una katana.

-Asì que este joven muchacho es la…anomalia-A Seth parecìa costarle trabajo decir aquella palabra.-Pareces fuerte y lleno de energìa, estoy seguro de que lograràs grandes cosas, chico.

La profunda voz de Seth le provocaba un sentimiento parecido al que le provocaban sus verdes ojos. Un sentimiento de repulsión, de odio pero a su vez de respeto.

-No espero conseguir nada, tan solo ser un Sangre Oscura y adaptarme-contestò escuetamente Alexander.

Tras una leve risa, Seth le dijo:

-En tan poco tiempo ya has adquirido el espìritu de un Geb, pero has de saber que no es solo el ser sino el poder.

-Creo que èl mismo ha de elegir a que quiere optar y no ninguno de nosotros. Solo asì descubrirà quien es y que ha de ser.

Un incòmodo silencio volviò a inundar la estancia, silencio que fue roto por Susanoo:

-Bien, Alexander, supongo que ha sido difícil adaptarse a un nuevo mundo, un mundo superior al que conocìas.

Estas palabras provocaron un gesto de disgusto en todos los presentes, incluido Seth.

-Tal vez sea sobrenatural al ya conocido por mì, pero no creo que un mundo en el que tambièn, al igual que el de los humanos, predomina la guerra sea mejor que ningún otro.

-La diferencia, es la razòn. Ellos no saben por que luchan, nosotros si.-contestò con arrogancia Susanoo.

-¿Porquè no nos habla el señor Febos de la vida que te otorgarà?-preguntò a Febos cambiando de tema Seth.

Febos no tardò en responder.

-Alexander serà un Geb màs, pues yo creìa en èl y en èl seguirè creyendo. Serà educado como un Sangre Oscura màs, aprenderà por si mismo los valores que ha de defender y no por nadie màs.

-¿Asì crees?-le interrumpiò Seth.-¿Crees que la disciplina, la elecciòn de un camino o la creencia en algo desconocido completamente es algo personal? Tiene que ser guiado, debe ser guiado en ese camino y si un señor como Febos no puede cumplir ese cometido, me temo que ha de ser otra persona la indicada para tan importante tarea.

Los ojos de Seth brillaban màs que nunca y màs que nunca Alexander sentìa aquel desprecio.

-El señor Febos me encontrò, el señor Febos cree en mì y èl serà quien me guìe.-respondiò fulminantemente Alexander a Seth, con una profunda y severa mirada.

A partir de entonces la cena fue mucho mas silenciosa, con algunos comentarios de Seth alabando de hermosura de Dafne y Nuth y poco màs.

Acabada la cena, Alexander se despidiò de los Shou y fue conducido hacia sus aposentos, pues aun no conocìa la mansión completamente.

Tenìa ganas de hablar con Febos, de zanjar aquella conversación, de expresarle su lealtad y su gratitud pero tambièn el miedo que sentìa de si mismo. En todo ello pensaba Alexander cuando el fino manto del sueño le cubriò completamente en la oscuridad de su habitación, esperando impaciente la llegada del dìa siguiente.