Bueno, despues de dos semanas, aquí está el capitulo tres. Otra vez rompí mi récord, 18 mil palabras.
Una vez más, disculpas si estos capitulos son notablemente densos, pero quiero darles tiempo y desarrollo a los personajes; una vez retome los eventos canonicos del manga, las cosas se moveran más rapido.
Disculpas de antemano por el exceso de cursileria en el capitulo, sé que puede ser chocante considerando que suelo escribir cosas más crudas.
Sin más que agregar, comencemos.
ADVERTENCIA: Esta historia contiene violencia, pensamientos depresivos profundos, autolesiones y temas oscuros en general. Si usted es sensible a cualquiera de estos tópicos, leer bajo su propio riesgo o abstenerse de ello.
Capítulo 3: De revolutionibus orbium coelestium
El mundo se encuentra en constante revolución, tanto metafóricamente como literalmente. El planeta tierra está en constante rotación, girando alrededor de una estrella que a su vez gira alrededor de una galaxia que gira alrededor de todo el universo. En esta efímera vida, lo únicos giros que cuentan son los que traen consigo grandes magnitudes de algo. El cambio constante, la revolución constante, pero al final todo lo que gira vuelve a su punto de partida. Un ciclo sin fin de revoluciones.
En medio de una jungla árida, cuya humedad causaba una neblina digna de una película de terror, Simón García se encontraba en su propia revolución constante. Entre los árboles que tocaban el cielo y las plantas del inframundo, el hombre castaño se paraba derecho, vestido con un uniforme militar impecable. Su cabello era largo, atado con una cola de caballo; misma barba desarreglada, misma mirada cansada, mismo porte.
- Deje de chillar, culicagada. Apenas estamos empezando. – Decía el hombre con un tono de voz autoritario y exigente.
Allí, de rodillas y jadeante, se encontraba una chica adolescente de tez blanca, cabello negro amarrado a un moño y unos ojos verdes hermosos agotados. Ella también vestía un uniforme militar, el cual estaba lejos de estar organizado, estaba roto en varias partes, donde también se podían apreciar cortes y moretones en la chica.
- Ya no puedo más… Por favor, estoy cansada… – Decía adolescente, tratando de recuperar el aliento. Simón la observó y solo gruñó.
- ¿Crees que el enemigo se va a detener por estar cansada? Ni creas que ellos van a evitar ponerte una bala entre ceja y ceja solo porque eres una niña. Ahora, deja de quejarte. Ya terminamos con el calentamiento físico, es hora de entrenar tu quirk. – Decía el castaño con voz enojada, mirando severamente a la chica que se retorcía.
La muchacha consiguió ponerse un poco de pie, y miró a Simón con ira y un deje de traición; el mulato no se vio afectado por su mirada. La chica, gruñendo, movió rápidamente su brazo y de la tierra salió disparada una raíz enorme que se dirigía al castaño.
Simón ni se inmuto y únicamente bloqueó la raíz con su antebrazo, rompiéndola, todo sin dejar de mirar fijamente a la ojiverde. La caucásica gruñó de frustración.
- Patético. Qué control tan hijueputa de malo. ¿Acaso desbloqueaste tu quirk ayer? – Criticó el castaño sin dejar de quemar con sus ojos a la chica, quien le estaba dando una mirada de muerte al hombre mayor.
- ¿No ve que estoy cansada, gonorrea? – Exclamó exaltada la muchacha, invocando más raíces del suelo, lanzándolas todas hacia el militar.
Simón simplemente rompía las raíces palmeándolas con sus manos, sin embargo, el mulato no se movió de su lugar. El hombre suspiró y miró con decepción a la chica.
- Llevamos meses entrenando, y el progreso con tu quirk es casi nulo. Tu condición física no debería ser tan mala para quedarte sin energías después del entrenamiento básico. Ponte las pilas. – Decía el hombre mientras se acercaba a la muchacha, quien estaba temblando de la ira.
Simón se detuvo cerca de ella, y relajó un poco su mirada mientras veía su rostro cabizbajo.
- Escucha, sé que no quieres estar aquí, pero es lo que toca. No tienes otra opción, y si te hace sentir mejor yo tampoco tengo otra opción, mi misión es entrenarte. – Decía Simón con un tono más relajado. Los hombros de la chica seguían temblando.
- No es justo… – Susurró la chica con voz quebrada. Simón la escuchó.
- La vida no es justa. Ahora en posición, ya que no puedes usar tu quirk efectivamente al menos entrenaremos cuerpo a cuerpo. – Decía Simón, dando un paso atrás. La chica levantó la mirada en shock.
- Pe-Pero Simón, ya no puedo. Apenas y siento las piernas, me duelen los brazos y tengo heridas por todos lados. – Se quejaba la chica, dándole una mirada desesperada.
Las suplicas de la chica solo causaron que el castaño frunciera el ceño. Sin avisar, el mulato se lanzó hacia la chica, propinándole un puñetazo seco en el estómago haciendo que la adolescente se doblara de dolor y escupiera por el impacto. La expresión de sorpresa y traición de la chica fue inmediata.
- Deja de quejarte, hijueputa. Al enemigo no le va a importar si estás cansada o herida, y a ti tampoco. Lucha y sobrevive. – Gruñía el castaño, dándole una patada en la cara a la pelinegra, enviándola un par de metros hacia el costado.
La chica estaba en el piso, tratando de sostenerse con sus brazos, escupió sangre en el piso mientras trataba de controlar su respiración. Simón simplemente caminó hacia ella, mirándola con desdén.
- Defiéndete. Esto es lo que pasa si no te defiendes del enemigo. – Exclamaba el mulato con voz mortalmente tranquila.
Lo siguiente que sintió la pelinegra fue otra patada, esta vez en el pecho, dejándola completamente sin aire. Esto no detuvo al hombre mayor, quien la siguió pateando aun estando en el piso. La chica ya ni podía jadear, solo escupir sangre mientras sentía cómo sus costillas se rompían a cada impacto.
- Lucha, carajo. Sobrevive. Lucha y sobrevive. Si no lo haces, vas a terminar como tu madre. – Escupió Simón.
La muchacha se tensó. Sus ojos se llenaron de ira a su vez que de su garganta salía un grito de guerra. Del piso, raíces mucho más grandes y densas que las de antes aparecieron listas para golpear al mulato. Simón, sorprendido, saltó hacia atrás mientras se protegía con sus brazos cruzados frente a él. Las raíces lo golpearon, lanzándolo hacia un árbol. El impacto levantó una nube de polvo. La pelinegra, aun enrabiada y desgarrando su garganta en gritos, siguió lanzando las raíces hacia el lugar donde fue lanzado simón.
La adolescente pronto se calmó, tratando de reponerse sin dejar de mirar el polvo. Miró con exasperación cómo la figura de Simón caminaba fuera del desastre.
Una vez todo el polvo se dispersó, se podían apreciar las raíces rotas en el suelo. Simón caminaba lentamente, algo sucio y con su mirada de siempre. Sin embargo, lo que más llamaba la atención era una de las raíces clavadas en su hombro, la sangre salpicaba su ropa y goteaba. El mulato simplemente tomó la raíz con su mano y la jaló, sacándola con un sonido desagradable y enfermizo, esparciendo más sangre por el piso.
- Eso estuvo mejor. – Dijo Simón.
La chica miró con cansancio cómo la grotesca herida en el hombro de su instructor se cerraba y en cuestión de segundos el único rastro de que él había sido herido era la sangre en su uniforme roto.
El mulato se acercó a la adolescente, quedando una vez más a un paso de ella.
- Levántate, vamos a continuar. – Le ordenó a la mujer joven, quien se encontraba cabizbaja y temblando.
La pelinegra levantó la mirada, mostrando cómo se estaban acumulando lágrimas en sus ojos verdosos. Sin embargo, lo que más sofocó el corazón de la chica fue ver la sonrisa medio loca de simón mientras la miraba.
- Te odio. – Escupió la ojiverde.
Musutafu, Japón.
- Ese muchacho que yo quiero tanto, ese que yo regaño a cada rato me hizo acordar ayer que así era yo también cuando muchacho. –
La sonrisa de Simón tardó un poco en morir. Cuando Izuku salió de la habitación de prueba para reunirse con el resto, tuvo tiempo de apreciar la sonrisa maniaca de su mentor. Simón se acercó al chico de cabello verde, poniéndole ambas manos en los hombros.
- Hicimos un gran avance, niño. Eres uno de los pocos casos de un quirk con efectos cuánticos. – Declaraba el castaño. Izuku lo miró confundido.
- No comprendo, señor. – Decía confundido el niño de ojos esmeraldas, mirando a los ojos a Simón.
El extranjero estaba a punto de seguir explicando cuando aquellos ojos verdosos se clavaron en su mente.
- Te odio. –
El flashback hizo que su sonrisa muriera y se alejara del joven Midoriya como si fuera la peste. Los demás profesores lo estaban mirando raro, sobre todo Aizawa y Recovery Girl. El mulato se ajustó la corbata, recomponiéndose. Volvió a mirar a Izuku, pero con su expresión de siempre.
- Hoy hemos hecho un gran progreso, mañana volveremos aquí y te explicaré bien todo. Prepárate, comenzaremos el entrenamiento real tan pronto como salgas de la escuela. Ya puedes irte. – Le ordenó el mulato a su pupilo. El peliverde asintió con timidez.
- Oh, yo lo acompañaré a la salida, Midoriya-kun. Después de todo tengo alto interés en esos libros de análisis que Simón ha mencionado. – Declaró el director Nezu, guiando al adolescente a la salida. Pocos minutos pasaron antes de que la risa atronadora del animal con quirk se escuchara por todos lados.
- Creo que no debiste mencionarle los libros del chico, lo menos que necesitamos es a otro Nezu. – Se quejó Eraserhead, suspirando mientras caminaba junto a Simón y Chiyo, ambos compartían la preocupación del héroe clandestino.
- García-san, si no le molesta, quisiera hablar unas cosas con usted antes de que se retire. – Pidió de repente la heroína mayor, ganándose una mirada de confusión del mulato y una curiosa de Aizawa. Simón terminó solo asintiendo y ambos se dirigieron a la oficina de la doctora, separándose de Eraserhead.
- ¿Qué le gustaría hablar, Shuzenji-san? – Preguntó respetuosamente el mulato, inclusive usando el honorífico japones. La mujer mayor se sentó en su escritorio, sacando un portafolio y mirando algunas imágenes, antes de ponerlas en la mesa para que Simón las mirara.
El mulato observó el portafolio, eran imágenes tomadas durante el examen que le hicieron a Izuku. Mostraba su pecho desnudo, cubierto de cicatrices de quemaduras, lo mismo con sus hombros y su espalda; algunas eran menos marcadas que otras, pero en su mayoría eran antiguas. Había algunas cicatrices más irregulares, siendo la más destacada la de su brazo izquierdo, la cual ocupaba casi todo su antebrazo. Había una cicatriz en su pecho, como si le hubieran lanzado un petardo a quemarropa, era inconfundible que había sido una gran quemadura. Además, había unas marcas curiosas en ambas muñecas, líneas demasiado perfectas para haber sido causadas por su quirk.
- Se ponía triste al verme llorar y me daba un pedazo de panela. –
- Creo que es correcto pensar que ya usted había notado estas antiguas heridas en el chico, las cuales obviamente no fueron de entrenamiento. No creo que usted le lance granadas al muchacho para entrenarlo. – Comentó en tono severo la doctora. Simón tenía una mirada imperturbable.
- Sí, soy consciente de sus cicatrices. También sé que no fueron por entrenamiento ni por su quirk. – Confirmó el mulato luego de unos segundos de silencio.
- Entonces, has estado entrenando a un niño por tres meses conociendo su situación, ¿y no has hecho nada al respecto? – Le reprochó con un deje de ira la anciana. Simón suspiró.
- Soy su instructor, no su mentor. Me ofrecí a entrenar su cuerpo, no a solucionar sus problemas. – Declaró con frialdad el colombiano. Recovery Girl se estaba conteniendo para evitar golpearlo con su bastón.
- García-san, parte de ser profesor es preocuparse tanto de la salud física como mental de los estudiantes. Solo conozco al chico por unas horas y ya sé lo afectada que está su psique. Casi se pone a llorar cuando se quitó la camisa. Esas cicatrices fueron causadas por alguien. ¿Si quiera sabes por quién? – Preguntó finalmente Chiyo, sonando exasperada.
Simón parecía no perder la calma, pero la realidad era que en su mente se reproducían recuerdos que desearía olvidar.
- Te odio. –
- ¡Eres malo conmigo! ¡Eres malvado! –
El mulato se tocó la frente con los dedos, masajeándose un poco.
- Tengo una teoría de quién fue, sí. El niño es obviamente intimidado en su escuela, hay un mocoso rubio con un quirk explosivo que detesta a Izuku por algún motivo. Él no me lo ha dicho directamente, pero lo más probable es que ese imbécil sea el origen de todo su acoso. Sin embargo, parece ser que desde hace tres meses la situación se calmó bastante. – Explicó el castaño, mirando al piso. Recovery Girl bufó.
- Qué considerado de su parte. – Dijo sarcásticamente la anciana. Simón seguía mirando al suelo.
- ¿Me estás diciendo que un alumno de secundaria ha estado intimidando y usando como muñeco de prueba de explosiones a tu alumno y no has hecho nada al respecto? – Preguntó con veneno en su voz. Simón levantó la mirada, la doctora estaba enojada.
- Esa situación les corresponde a sus padres resolverla. Además, el director Nezu está informado del mocoso explosivo, lo tiene vigilado. – Se intentó explicar el mulato, pero la mirada furiosa de la anciana se mantenía.
- No me refiero a eso. El niño necesita ayuda profesional, es obvio que tiene más que solo un trauma con su quirk, el pobre temblaba cada vez que lo tocaba. – Decía la anciana mirando con ira al colombiano.
- Además, ahora que mencionas a sus padres, ¿si quiera sabes quiénes son? ¿Te has presentado con ellos? El niño podría ser víctima de abuso intrafamiliar en el peor de los casos, y en el mejor de los casos sus padres no saben que a su hijo lo prenden fuego todos los días. – Recovery Girl estaba regañando activamente a Simón.
El colombiano no sabía cómo sentirse. Era extraño ser regañado, al menos de esta manera. En la milicia, era constantemente increpado por sus superiores, los gritos, regaños y castigos para él eran una forma más de hablar. Sin embargo, la forma en la que Chiyo lo regañaba se sentía diferente, la mirada de la anciana era una mezcla entre furia, comprensión y preocupación.
- No pensé que fuera necesario conocer a su familia, sin embargo, tal vez debería hacerlo. – Dijo en voz baja el mulato, ajustándose la corbata distraídamente.
- ¿Tal vez? – Increpó la anciana.
- En unas tres semanas el chico saldrá a vacaciones de invierno, planeaba llevármelo a un viaje de entrenamiento fuera de la ciudad, para que se adapte a diferentes entornos, más salvajes de ser posible. – Explicó seriamente el colombiano. Chiyo lo miró por unos segundos antes de suspirar.
- A veces los hombres pueden ser tan estúpidos, sin importar su edad. – Gruñó por lo bajo la doctora. Simón la miró con duda.
- ¿Querías llevar a un niño traumado sin decirle nada a sus padres? Pensé que usted sería más inteligente, señor coronel. – Le reclamó con sarcasmo Recovery Girl. A Simón le tembló una ceja.
- El chico puede tener problemas, pero no lo subestimaría. Hasta ahora, ha hecho todo lo que le he dicho sin quejarse. Ha avanzado mucho en poco tiempo, tiene aptitudes de soldado. – Rebatió el mulato. La heroína veterana lo miró exasperada.
- García-san, esto no es la guerra. Ese chico no es un soldado, es un niño persiguiendo un sueño. Obviamente hará todo lo que usted le pida, no es muy difícil deducir que usted ha sido el único que le ha dado una oportunidad. Él hará todo lo que usted ordene, sin rechistar, porque es obvio que se aferra a la idea de que al menos una persona no lo ha descartado – Comenzó a explicar la doctora, en un tono calmado pero acusador. Chiyo había sido doctora por décadas, había atendido a muchos héroes y estudiantes, no era la primera vez que veía un caso similar.
Simón se quedó callado, pensando en retrospectiva. Izuku le había preguntado si creía que podía ser un héroe la primera vez que hablaron, y el niño aun no hallaba la confianza en él mismo. Simón lo había visto dudar, en todo momento el chico de ojos esmeraldas dudaba de sus capacidades, por eso el mulato pensaba que el estilo militar de entrenamiento era lo mejor para el joven japones. Él le daba ordenes, Midoriya solo tendría que cumplirlas, sin que tuviese que pensar en si podía o no hacerlas.
Y estaba funcionando, ¿no?
La verdad es que, aunque Izuku haya avanzado en su entrenamiento físico, él seguía dudando de sí mismo; se sorprendía cada vez que terminaba algún ejercicio, se asustaba cuando se daba cuenta cuánto tiempo había estado corriendo o qué tan pesado era lo que estaba levantando. El niño era la duda constante, la inseguridad, la desconfianza en sí mismo.
- Y debería recordar que hasta los héroes y soldados son personas, al fin y al cabo. No es sano para Midoriya simplemente enterrar sus sentimientos en entrenamiento, algún día le pasará factura. Usted, como su instructor, tiene la tarea de guiar a su estudiante. – Siguió la doctora mientras se movía hacia su computadora, tecleando en el aparato. Simón miraba al piso, sumido en sus pensamientos y en las palabras de la señora mayor.
Finalmente, Recovery Girl imprimió unos papeles y se los extendió a Simón, quien los tomó por mero reflejo.
- Son ordenes prioritarias para una consulta psicológica, aquí en U.A. tenemos a dos excelentes profesionales de la salud mental, el héroe Hound Dog y la heroína Midnight, por supuesto pueden ver otras opciones externas, ahí dejé unas recomendaciones. Ve a hablar con su familia, trae a sus padres mañana para ver detalles. – Ordenó la doctora, de manera profesional y autoritaria.
Simón se quedó observando los documentos.
- No estoy aquí para ser tu mentor. Seré tu instructor. –
- Te odio. –
- Los niños, Simón… Hay que sacar a los niños del bosque. –
Ese último pensamiento hizo que el mulato contuviera la respiración, no había pensado en aquella persona en tanto tiempo, ni mucho menos en esas palabras. Su cabeza le dolía mientras evitaba que los recuerdos florecieran en desgracia.
El colombiano veterano suspiró y se arregló las mangas distraídamente.
- Ese tipo de entrenamiento es todo lo que conozco. – Susurró el hombre, mostrando un ápice de vulnerabilidad. Recovery Girl suavizó su mirada y se acercó al hombre corpulento. La anciana colocó su mano sobre la muñeca del hombre mostrándole confort. Simón miró suavemente la interacción.
- ¿No es por eso por lo que vino aquí, coronel? No sé la historia completa, pero sé que usted se fue de Colombia para huir de la guerra. Si de verdad desea dejar esa violencia atrás, ¿qué tal sí empieza el cambio con un niño soñador? – Habló la doctora en tono casi maternal. La cara de póker del mulato vaciló un poco.
- ¿Empezar de nuevo…? – Pensó tentativamente el colombiano, recordando la sensación de libertad que tuvo al ver la selva alejarse por la ventanilla del avión.
- En el mundo en que yo vivo siempre hay cuatro esquinas, y entre esquina y esquina siempre habrá lo mismo. –
El mulato observó los documentos una vez, viendo el nombre "Izuku Midoriya" reflexivamente.
- Iré a ver a sus padres mañana. – Dijo finalmente el mulato, cerrando los ojos y guardando los documentos mientras se levantaba ante la mirada de la anciana.
Simón se dirigió hacia la puerta, deteniéndose al agarrar el pomo. El mulato parecía estar debatiéndose entre hacer o decir algo.
- Gracias. – Dijo finalmente, mirando de reojo a la heroína.
Recovery Girl sonrió.
- Empiece de nuevo, coronel García. – Le respondió casi crípticamente. Simón solo asintió y salió por la puerta.
Mientras se dirigía a su conjunto residencial, simón sacó su celular para enviarle un mensaje a Izuku.
- "Chico, mañana a primera hora iré a tu casa a hablar con tus padres. Cosas serias. Sé dónde vives, no te molestes en enviar ubicación". – Fue el mensaje escrito.
Cuando por fin llegó a la recepción de su edificio, sintió su teléfono vibrar.
- "¡Sí, señor!". – Fue la respuesta de Izuku. Probablemente no supo qué más decir.
Al entrar, notó que como de costumbre, Eraserhead estaba en una mesa junto con Present Mic y Midnight, charlando y revisando documentos. Según lo que Aizawa le dijo, los otros dos héroes lo obligaban a pasar tiempo con ellos fuera de su apartamento.
- Buenas tardes. – Saludó el castaño, asintiéndole a los héroes, específicamente a Shota. Estaba a punto de pasar de largo como de costumbre cuando recordó las palabras de Recovery Girl, los documentos en su bolsillo se sintieron pesados de repente.
- Yo solo quiero ayudar a las personas. –
- Te odio. –
Los recuerdos lo golpearon. Suspirando, se volteó hacia el trio de héroes, acercándose. Aizawa lo miró extrañado. La mirada de simón se posó sobre la mujer de cabello purpura.
- Midnight, ¿verdad? – Se dirigió a la heroína, con su voz rasposa y acento occidental.
Nemuri arqueó una ceja ante el hombre rustico. Ella había intentado hablarle cada vez que se veían, pero en todas las ocasiones simplemente le respondía formalmente y seguía su camino. Parecía que solo hablaba con Aizawa.
- Tú puedes llamarme Nemuri, señor coronel. – Respondió con una sonrisa la ojiazul, diciendo la última palabra en un español roto.
- Usted es psicóloga en la escuela, ¿verdad? ¿Le importaría si pudiéramos hablar de algo? En privado. – Preguntó formalmente el hombre ganándose una mirada curiosa de la mujer.
- Mm, seguro, grandote. Guía el camino. – Aceptó confundida la mujer, levantándose. Simón entonces comenzó a caminar con la mujer voluptuosa siguiéndolo. Todo ante la mirada confundida de los dos héroes masculinos.
- Y se parece tanto a papá, hombre del alma buena. –
Musutafu, al día siguiente.
Decir que Izuku Midoriya estaba nervioso era un eufemismo. Ayer, al parecer se había hecho un descubrimiento importante acerca de su quirk, dentro de las instalaciones de U.A. la academia de sus sueños. Había descubierto que solo tenía que abrir los ojos para tener un mejor control de su quirk, además de que mentor también parecía haber entendido algo más.
Cuando volvió a casa la noche anterior, estuvo activando su quirk todo el tiempo, no teletransportándose, pero sí su nueva visión; se había vuelto adictivo en poco tiempo. Era como ver el mundo desnudo, pudiendo notar toda la energía fluctuando en el espacio, inclusive pudiendo ver la energía de las personas. Parecía que a cada energía se le asignaba un color al azar o basado en la personalidad que Izuku tenía sobre dicha persona. Por ejemplo, la energía de su maestro era de color negro, turbulenta, imponente; la de su madre era de un verde natural, algo inconstante pero mayormente tranquilizador. La propia energía de Izuku era un verde esmeralda con manchas negras, con un flujo bastante caótico.
Además de jugar con sus ojos, Izuku casi se teletransporta a la luna cuando vio el mensaje de su sensei. Él quería venir a conocer a su madre, aunque parecía pensar que vivía con su padre. El joven de cabello verde se estuvo hiperventilando durante varios minutos antes de responderle al mulato.
Izuku realmente tenía miedo, no entendía por qué su sensei de repente quería conocer a su familia, teniendo en cuenta sus palabras el primer día de entrenamiento.
- Eso quiere decir que no seré tu papi, no te confortaré si lloras, no me importa una mierda si tienes problemas, si mami no te hizo tu desayuno favorito. Nada de eso me puedo importar menos, ¿comprendes? –
El joven mentiría si dijese que esas palabras no lo lastimaron un poco, pero no era un sentimiento ajeno.
- No sé por qué pensé que sería diferente… Además, sensei ya hace mucho entrenándome, no es necesario que me trate bien, nadie nunca lo ha hecho. – Pensaba tristemente Izuku mientras se vendaba los brazos, ya se había convertido en una costumbre después de tantos años.
Izuku odiaba las heridas que su propio quirk le infligía, odiaba las heridas que sus matones le hacían, pero las heridas que más odiaba eran esas. Los ojos esmeraldas miraban la piel cicatrizada de sus muñecas, todo su cuerpo temblaba y las ventanas de su alma se humedecieron. Con desespero, cubrió sus muñecas con los vendajes, ahogando un quejido de frustración.
- Handful of complaints but I can't help the fact that everyone can see these scars. –
Decirle a su madre también fue un viaje al inframundo para él, si bien habían mejorado un poco su algo marchitada relación, el joven Midoriya aún tenía sus reservas con su adoraba madre. La amaba más que a nada en el mundo, pero la herida de la desolación no se cura fácilmente, trataba de no culparla, pero se le hacía difícil no resentirla.
Justo como se sentía con All Might.
El chico de ojos verdes sacudió la cabeza para evitar pensar en el héroe número uno, lo cual era irónico mirando su cuarto. Había guardado todos los posters de All Might y muchas de sus figuras, dejando solamente algunas de sus favoritas. Su cuarto parecía menos fanboy. Izuku se sentía infantil al haber tenido la necesidad de guardar la mercancía de su héroe favorito, pero simplemente no podía evitarlo.
De repente, escuchó el timbre de la casa sonar. Su cuerpo se tensó y salió corriendo de su cuarto, vistiendo un bluyín y una camiseta negra sencilla.
- ¡I-Izuku-chan, tu-tu maestro está aquí! – Gritaba su madre, igual de asustada que él. La pobre dama podría estar más nerviosa que su hijo. La señora vestía un suéter verde oscuro encima de una camisa blanca, una falda negra a la altura de las rodillas y zapatillas azules.
El joven fue el encargado de ir a abrirle la puerta. Allí, su maestro estaba en su vestimenta de siempre, pantalones negros, chaleco negro, corbata negra y una camisa blanca formal debajo. Su rostro era el mismo de siempre, aunque Izuku pudo notar algo ligeramente diferente en su expresión, pero no sabría decía que era.
- Buenos días, Izuku. – Saludo formalmente a su estudiante. Notó inmediatamente su temblor y nerviosismo, detrás del muchacho asustado estaba una versión mayor y femenina de él. Ella debía ser su madre.
- ¡Buenos días, señor! Es-es un gusto tenerlo aquí. Ella es mi-mi madre, Inko Midoriya. – Presentó el joven de cabello verde a su madre.
Simón dio un paso adelante, inclinándose al tiempo que la señora peliverde también lo hacía.
- Es un placer conocerla, Inko-san. Mi nombre es Simón García. – Habló con respeto, usando sufijos japones.
- Es-es un placer conocerlo, García-san. Mu-muchas gracias por cu-cuidar de mi hijo. – Respondió la señora, temblando y sin mirar al hombre intimidante.
Simón se tomó unos segundos para analizar a la señora. Gordita, bajita, tenía ojeras muy marcadas, su cabello verde estaba bien cuidado, temblaba como una hoja de papel y tartamudeaba como si estuviera siendo amenazada. Su teoría de que violencia intrafamiliar por parte de la madre estaba en el caño. Lo cual dejaba solo una opción.
- Disculpe el atrevimiento, Inko-san, ¿su marido se encuentra en casa? Lo que vine a hablar hoy también le concierne a él. – Preguntó sin ningún filtro el mulato, mirando alrededor del apartamento mientras Izuku cerraba la puerta detrás de él. Simón notó cómo ambos se tensaron ante la mención del patriarca Midoriya.
- Em, disculpe García-san, pero el padre de Izuku no vive con nosotros. Él se fue a trabajar a los estados unidos hace casi 10 años, no ha vuelto desde entonces, solo envía dinero. – Respondió temblorosa la señora. Simón notó la mirada en ambas personas de cabello verde, era inquietante.
Entonces, la teoría de la violencia intrafamiliar quedaba desechada casi en su totalidad, era difícil que Izuku fuese golpeado desde el otro lado del océano. Sin embargo, aún había un factor psicológico, el abandono.
- Entiendo, disculpe mi indiscreción. Si gusta, podemos seguir hablando en la mesa. – Dijo el mulato, esperando a que se le dirigiera al lugar. La señora Midoriya se disculpó efusivamente y lo guio a la mesa central, ambos adultos seguidos de un Izuku callado.
- Bien, Inko-san, ¿cuánto le ha dicho su hijo acerca de su entrenamiento conmigo? – Preguntó el castaño, una vez sentados.
- Ya he sabido por un tiempo que había estado entrenando con alguien, y anoche me explicó cómo lo conoció a usted. Lo reconozco por la noticia de aquel incidente, muchas gracias por salvar a mi Izuku-chan. – Se inclinó la madre, aguantándose las ganas de llorar. Simón la miró reflexivamente.
- Entiendo, eso hace las cosas más fáciles. Verá, he venido hoy principalmente a presentarme y a… disculparme por no haberlo hecho antes. También, para pedirle autorización para llevar a Izuku a un viaje de entrenamiento. – Explicó el mulato lo más resumido que pudo, ganándose miradas sorprendidas de ambos Midoriyas.
- ¿Viaje de entrenamiento…? – Susurraron madre e hijo.
- Así es, Izuku saldrá de vacaciones en un par de semanas, y considero que es oportuno para su entrenamiento adquirir experiencia en diferentes entornos. Sobre todo, considerando la reciente descubierta complejidad de su quirk. – Explicó el colombiano, ganándose una mirada confundida y vacilante de Inko.
- Su quirk… Siempre ha sido muy difícil para él de manejar, siempre se lastima y me preocupo mucho por él. – Mencionó la madre en tono acongojado. Izuku miró hacia el piso.
- Lo sé, pero le puedo asegurar que no es la primera vez que entreno a alguien con un quirk complicado. Además, contamos con el apoyo de la Academia U.A., ayer mismo estuvimos ahí haciendo pruebas a su quirk, donde descubrí que la verdadera naturaleza de su habilidad es mucho más de lo que pensábamos. – Siguió explicando el mulato. Izuku estaba sorprendido, su sensei siempre fue de pocas palabras, sin embargo, el colombiano no era ajeno a dar discursos, como militar ha tenido que dar muchas charlas, asistir a reuniones y debates donde se requería mucha elocuencia.
- Lo quiero decir es que Izuku, bajo mi mando, podría obtener el control de su quirk. Y sí, eso incluye no lastimarse más. – Declaró el hombre, haciendo que Inko lo mirara con sorpresa y un deje de esperanza.
- Pero, ¿cómo? Su consejero de quirk se rindió con él desde que Izuku-chan tenía 5 años. Inclusive otros doctores no sabían qué le pasaba a su cuerpo. – Decía confundida la Midoriya mayor. El Midoriya menor miraba igual intrigado a su maestro.
- Es complicado de explicar, se requieren algunos conocimientos en física para entender completamente. De hecho, Izuku también estará tomando clases conmigo para comprender su quirk, clases de física. – Declaró el hombre. Madre e hijo estaban notoriamente confundidos.
- Yo… No lo sé, García-san. – Murmuró la madre con duda. Simón notó cómo el cuerpo de Izuku se tensaba en pánico.
- Por favor, Okaasan… No de nuevo, por favor. – El cuerpo se Izuku se llenó de miedo al creer que su madre una vez más iba a dar su sueño por perdido, previniendo que obtenga el entrenamiento que siempre quiso tener de alguien que al menos confiaba en que podía intentarlo.
Simón vio a través de los ojos de Izuku la duda, la frustración y la traición.
- Inko-san, permítame intentar explicarle por qué su hijo se lastimaba tanto usando su quirk. Verá, su hijo tiene un quirk del tipo deformación/teletransportación, todos los quirks registrados con ese subtipo tienen algo en común: todos, para funcionar, usan una propiedad física llamada agujero de gusano. Piénselo como que el quirk le permite a su usuario doblar el espacio a su placer, abriendo un agujero para viajar a través de él y salir dónde lo desee. – Explicaba Simón, sacando un papel y dibujando dos puntos en ambos extremos, para luego doblarlo y atravesar con el lápiz en donde ambos puntos dibujados estaban superpuestos. Inko e Izuku asintieron, ambos comprendiendo.
- Sin embargo, algo que noté es que el quirk de su hijo no parecía comportarse como un quirk de deformación común y corriente. No es normal que atravesando un agujero de gusano partes al azar del cuerpo sean arrancadas. En U.A. hicimos un experimento ayer, y confirmó mis sospechas. El quirk de su hijo usa propiedades cuánticas para funcionar. Para que entienda, es como si todas las partículas que componen el cuerpo de su hijo se separaran y se volvieran a juntar en la ubicación deseada. – Explicó el hombre. Inko estaba teniendo un poco de problemas para seguirle el ritmo, pero Izuku, siendo tan inteligente como era, entendió todo. No solamente eso, el joven llegó a una realización.
- Entonces, es por eso… ¡Es por eso! – Exclamó de repente el chico de ojos esmeraldas, ganándose la atención de ambos adultos.
- ¿Cariño? – Preguntó la madre, sin entender. Simón miró a su alumno crípticamente.
- ¿Algo que compartir, Izuku? – Preguntó el hombre. Izuku seguía viendo su mano izquierda, donde estaban las cicatrices que lo habían atormentado toda la vida.
- Si lo que dice es cierto, señor… Eso significa que las heridas que me he causado son debido a que algunas de las partículas no llegan a viajar del todo, ¿verdad? – Dedujo Izuku, totalmente concentrado. A simón le parecía curioso cómo cada vez que el joven explicaba algo todas sus inseguridades desaparecían.
- En esencia, sí. Ha habido casos donde no te has lastimado, por lo que es posible dominarlo. Inko-san, su hijo podrá ser capaz de dominar su quirk. – Le aseguró a la madre tiritante.
Inko temblaba, y no tardó mucho en sentir cómo las lágrimas se desbordaban de sus ojos. Lo que sentía era una mezcla de ilusión, alegría, pavor y esperanza, pero la emoción más fuerte sin duda era la culpa.
- ¡Lo siento tanto, Izuku! –
Aquella vez había sido la primera de muchas veces que rompió el corazón de su pequeño hijo, eventualmente el pequeño Izuku dejó de preguntarle si podía ser un héroe, si podía llevarlo con el consejero, y ella no hizo ningún esfuerzo para ayudarlo. Ella se rindió con el sueño de su hijo, uno que sabía que no era un simple encaprichamiento, era un deseo puro. Su pequeño hijo había nacido con el don de querer ayudar, desde pequeño siempre fue así.
Ella nunca pudo consolar a su hijo, no pudo confiar en él.
Un héroe extranjero que llevaba tres meses en el país sí pudo. Si bien Izuku seguía apático, seguían indeciso, solitario, cada que volvía de entrenar cansado, magullado y con dolor en todo el cuerpo, podía apreciar una mirada que nunca esperó volver a ver.
El brillo en esos hermosos ojos esmeraldas había regresado, como la primera vez que vio aquel video de All Might.
Inko se levantó de repente y se acercó a Simón, quien la miró confundido. De repente, la mujer peliverde se puso de rodillas, inclinando.
- ¡Mu-muchas gracias por-por confiar en mi hijo! ¡Por favor, ayúdelo a ser el héroe que nunca le dije que podía ser! – Los gritos desesperados de la madre resonaban el apartamento, ante la mirada sorprendida de ambos hombres.
Izuku abrió los ojos, sus ojos verdes como el jade más puro con lágrimas acumuladas, apenas y pudieron procesar las palabras de su madre y el hecho de que estaba de rodillas frente a su sensei. Esas últimas palabras hicieron que el corazón de Izuku se sintiera pesado.
- Ese fue el día en que sentí, por primera vez, que mi madre realmente confiaba en mí. –
- Okaasan… – Susurró el joven, llorando en silencio.
Simón miraba la escena con sentimientos extraños. No sabía muy bien qué sentir. Simplemente se levantó de la silla y se inclinó a la altura de la madre, tomándola de los hombros.
- Por favor, levántese. No hay necesidad de arrodillarse. Agradezco su confianza, le prometo que bajo mi mando Izuku será capaz de decidir qué clase de héroe quiere ser. – Le dijo a la madre, ayudándola a ponerse de pie.
- Con eso dicho, hay algunas cosas que me gustaría hablar con usted. Nada de quirks o heroísmo. Es mejor que sea… en privado. – Comentó Simón luego de esperar unos minutos a que madre e hijo se calmaran un poco.
- Em, sí, seguro. Izuku-chan, ¿por qué no vas a la tienda a comprar algo de arroz y pescado? Tenemos poco. – Le pidió a su hijo, quien de manera dubitativa aceptó y se puso de pie. Sin embargo, se quedó de pie mirando el suelo. De repente, el joven de cabello verde abrazó a su madre.
La mujer no se lo esperaba, pero no tardó en abrazar a su pequeño hijo, apretándolo entre sus brazos como si tuviera miedo de que se fuera a escapar.
- Muchas gracias, Okaasan. Te amo. – Le susurró a su madre, antes de romper el abrazo y alejarse rápidamente. En menos de unos segundos Izuku estaba fuera del apartamento, dejando a su madre con una sonrisa llorosa.
- Entonces, ¿de qué quería hablar, García-san? – Preguntó un poco más tranquila. Simón suspiró, no había manera de fácil de decirle las cosas.
- ¿Sabe que no todas las heridas de su hijo han sido por su quirk? – Simón decidió ser directo.
Durante los próximos quince minutos, el apartamento Midoriya se llenó del sonido de llantos desconsolados, exclamaciones de negación y en esencia, el sonido de una madre sufriendo, uno de los más desgarradores sonidos de la naturaleza.
Simón no escatimó en detalles, le mostró las fotos tomadas a Izuku, le explicó la diferencia entre las heridas de quemadura, le contó de la vez que vio al mocoso rubio rompiéndole la cara a Izuku.
- Por todo esto, se sugiere que Izuku empiece a tomar consultas terapéuticas, U.A. se ofreció a pesar de que Izuku aun no es estudiante. Estaría tomando sesiones con la heroína Midnight, ella es una profesional de la salud mental, actualmente también lleva el caso de otro estudiante con traumas complicados. – Le explicaba el mulato.
- Aunque no es una clasificación oficial, Hound Dog suele hacerse caso de estudiantes con problemas de personalidad conflictivos, yo suelo tomar los casos de estudiantes con problemas derivados de algún trauma. Envía al niño conmigo. –
Esas fueron las palabras de Nemuri Kayama la noche anterior, la heroína profesional lo había instruido en cómo llevar la charla con la madre de Izuku. Sin embargo, Simón prefería más lo directo.
- Yo solo… Quiero que mi hijo sea feliz, quiero dejar de ser un fracaso como madre. – Comenzó a hablar Inko luego de un par de minutos en silencio. Simón escuchó atentamente.
- Cada vez que mi bebé me preguntaba si podía ser un héroe, yo solo me podía disculpar y llorar. Siempre me sentí culpable. Cuando… Cuando eres padre, solo tienes algo claro: hacer que tu hijo se sienta seguro sin importa qué, y eso descarta el decirle que su sueño se acabó. – Decía la madre, entre llantos tímidos.
La mirada de Simón se perdió en las últimas palabras de Inko.
- Mami siempre va a estar contigo, mijito. Siempre que me recuerdes, estaré a tu lado junto con Dios, vigilándote. –
Simón se llevó la mano a la cabeza, masajeándose el ceño mientras se ajustaba la corbata.
- Sin embargo, cometí un horrible pecado al hacer eso. El deber de toda madre es creer en sus hijos, no importa las circunstancias. Le fallé a mi bebé, he fallado tanto. – Terminó con un susurró la madre Midoriya.
Simón la miró, conflictivo, y finalmente puso una mano en el hombro de la mujer.
- Honestamente, Inko-san, me gustaría decirle que no es su culpa… Pero lo es. Sin embargo, decirle lo que ya sabe no creo que sirva de mucho. – Comenzó a hablar Simón, suavizando su mirada. Desde ayer, el mulato había estado demasiado vulnerable, la charla con Recovery Girl y los recuerdos fluctuantes en su mente no lo habían dejado dormir.
- Yo no soy padre, pero soy un soldado. He vivido la guerra, he estado en el frente, llenándome las manos de sangre para que los niños no tengan que sufrir las crueldades del mundo. Yo he mantenido la guerra en el bosque desolado del conflicto. No sé de paternidad, pero sé de responsabilidad. Su responsabilidad era cuidar de Izuku, y aunque no creo que sea una madre maliciosa, tiene razón en que ha fallado. – Siguió hablando el colombiano. La mirada en los ojos de Inko era de puro sufrimiento.
- Pero creo que debería tomar esto como una nueva oportunidad. Izuku la ama como todo hijo ama a su madre, su perdón no es tan difícil. Crea en él, Inko-san, después de todo, los únicos seres que tienen permitido confiar ciegamente en alguien son las madres con sus hijos. – Terminó de hablar el castaño. Su tono de voz durante toda la conversación no era su característico tono áspero y cansado, era duro pero suave, transmitía su autoridad, pero sin imponerla.
Inko no pudo soportarlo más y se lanzó a los brazos del coronel, enterrando su rostro en el pecho amplio del hombre mientras lloraba a moco tendido. Simón se congeló, sorprendido por la acción. No sabía qué hacer, así que incómodamente solo le dio un par de palmadas en la espada.
Musutafu, en otro lugar.
Izuku había terminado de comprar pescado y arroz para su madre, todo mientras pensaba en las palabras de su sensei, analizando las implicaciones de las nuevas características de su quirk. Sin saberlo, había estado murmurando como loco, ganándose miradas extrañas del resto de personas.
- ¿Dijo que mi quirk tenía propiedades cuánticas? Supongo que lo que dijo de las partículas, la verdad no estoy muy familiarizado con la física cuántica, debería investigar sobre ello. Entonces, ¿tal vez con mi nueva visión la energía que veo es la energía cuántica de las partículas? ¿Eso si quiera es un concepto verdadero? Ser capaz de ver o percibir de alguna manera el mundo cuántico es increíble y aterrador a la vez, es como ver el mundo micro sobre el macro. – Los murmullos de Izuku eran tan frenéticos como siempre, su cuerpo estaba en automático mientras pagaba y salía de la tienda.
Al salir por la puerta, casualmente levantó un poco la mirada, su murmullo se detuvo.
A unos pocos metros de él estaban esos ojos rojos. Esos ojos rojos que lo perseguían en pesadillas. Por algún motivo, a pesar de verlo casi todos los días en la escuela, verlo casualmente, además estando tan sensible como se encontraba, hizo que sus miedos se multiplicaran. Ya era difícil controlar sus ataques de pánico cada vez que casualmente escuchaba los chisporroteos de las manos de aquel rubio que alguna vez llamó su amigo.
- I am what I want you to want, what I want you to feel, but it's like no matter what I do, I can't convince you to believe this is real. –
Izuku pudo sentir su pecho apretarse y su respiración comenzaba a ser irregular, su cuerpo se tensó y lo único que el chico de cabello verde quería hacer era desaparecer bajo la tierra. Sintió sus ojos brillar, tratando de evitar el impulso de cerrarlos y simplemente forzó su quirk para que se apagara.
- Oye, ¿ese no es Deku? –
Uno de los compinches habló, e Izuku simplemente caminó lo más rápido que pudo en la dirección contraria. Para su fortuna, no lo siguieron.
El pobre chico de ojos color esmeralda se apoyó en una pared cuando la tienda ya no era visualizable. Respiraba pesadamente.
¿Alguna vez se sentiría seguro?
Musutafu, Prefectura de Shizuoka. Día siguiente.
Debido al momento estresante que tanto Izuku y madre pasaron, Simón le dijo que aplazarían su consulta en la U.A. para el día siguiente. Sin embargo, Inko sí decidió ir a hablar con Chiyo y Midnight acerca de Izuku.
- ¿Así que quieren que yo sea el que le comunique que estará atendiendo consultas psicológicas? ¿Por qué? – Preguntó confundido Simón, mirando a las dos heroínas y a la madre.
- Creemos que, dado que en la mente de Izuku tú eres la primera persona que confió en él, tomaría de mejor manera que seas tú el que abra el tema del acoso y todo lo demás. – Explicó Midnight, con Recovery Girl asintiendo.
- Por favor, García-san, solo quiero lo mejor para mi hijo. – Suplicó Inko, juntando sus manos. Simón suspiró y se acomodó la corbata.
- Está bien, lo haré. –
Esa fue la conversación que el mulato tuvo ayer. Midnight consideró que el viaje de entrenamiento sería buen momento para traer el tema de a poco, después de todo estarán casi tres meses fuera de Musutafu.
(1) A Simón le pareció curioso cómo había cambiado el sistema educativo japones. Antes, las clases comenzaban en abril y terminaban en marzo, dividiéndose en 3 periodos académicos, de abril a julio, septiembre a diciembre y luego de enero a abril. Sin embargo, con el tiempo se modificó un poco. Las clases seguían iniciando en abril, pero a mitad de año los estudiantes únicamente tenían 2 semanas de descanso, por lo que los periodos se dividían entre abril a junio, julio a septiembre y septiembre a diciembre, dejando a los estudiantes con casi tres meses de vacaciones.
Con eso dicho, ya se acercaba la penúltima semana de diciembre e Izuku saldría de su primer año de escuela media. Por lo que escuchó de Midnight, le había recomendado a Inko cambiar a Izuku de escuela el próximo año, ya que al parecer Inko unas cuantas veces llegó a preguntarle a diferentes maestros de Izuku si todo estaba bien, muchas veces siendo ellos los que se quejaban de Izuku al llamarlo "busca problemas".
El joven de cabello verde estaba de nuevo en la sala de prueba con las mismas personas de la última vez, con la inclusión de Midnight. Rehicieron el mismo ejercicio de la última vez tres veces con brazaletes diferentes, mismo resultado. Izuku no solo se había teletransportado sin problemas tres veces, sino que solamente en una ocasión se generó un pequeño rasguño.
- Entonces, Midoriya-kun, cuéntame de tus ojos. – Decía Nezu, leyendo las ultimas entradas del libro de análisis de Izuku, a su lado había otros 12 libros que el director se leyó en tiempo récord.
- Es como si pudiera ver la energía que me rodea, pero no parece ser energía térmica ni nada similar. Es otro tipo de energía. Cuando me enfoco en teletransportarme, mi energía verde aparece en toda la habitación y me tengo que concentrar en un lugar específico para poder aparecer ahí, sin embargo, he notado que la posición final no es correcta. Inclusive en un desplazamiento horizontal básico de unos cuantos metros parece haber un margen de error en mi posición final por mucho que me concentre en dónde quiero estar. – Izuku como tal no estaba murmurando, estaba hablando fuerte y claro, pero hablaba increíblemente rápido. Power Loader, Midnight y Aizawa lo miraron exasperados, siendo Nezu y Simón los únicos que parecían seguirle el paso.
- ¿Dices que cuando te enfocas en teletranspórtate, tu propia energía verde aparece en toda la habitación? ¿Dices como si estuviera recubriendo toda la habitación? ¿O como si siluetas de energía como la tuya aparecieran por todos lados? – Preguntó Simón, completamente enfocado, mientras terminaba de escribir algo en un cuaderno que luego le pasó a Nezu. Aizawa notó símbolos matemáticos que no podía entender.
- Yo diría más bien lo segundo, señor. Pero, ¿qué significa? – Respondió Izuku, pensativo. Nezu terminó de leer y miró a Simón, asintiendo. Simón guardó su cuaderno.
- Para explicártelo, tendrás que pasar por clases de física conmigo. – Dijo el mulato, haciendo que el chico peliverde temblara un poco.
- Mm, de hecho, coronel, déjame a mí darle las clases, al menos por el tiempo que esté aquí. – Dijo Nezu. Todos lo miraron con sorpresa y duda.
- ¿No estás muy ocupado siendo el director de la U.A. y eso? – Preguntó sarcásticamente el colombiano, el director solo se rio.
- Bueno, tengo algo de tiempo, y el joven Midoriya-kun ciertamente me ha impresionado con sus notas. Además, si bien sé que estás bien calificado, coronel, sería mejor para él que alguien con nociones pedagógicas le enseñara al principio. – Explicó Nezu, riéndose.
Shota y Nemuri arquearon la ceja, si bien ambos sabían que Simón era inteligente, ya más de una vez parecía que Nezu ponía muy en altas sus habilidades académicas.
- Em, señor, ¿puedo hacerle una pregunta? – Pidió de repente el niño de ojos esmeraldas.
- ¿Qué pasa, niño? – Preguntó Simón. El peliverde se movía nervioso y tembloroso.
- Bu-Bueno, me he estado pre-preguntando… ¿Cómo sabe tanto de ciencia y eso? El director Nezu ya ha dado a entender que, pues… ¿Usted sabe mucho? – Preguntó con timidez el niño. Midnight pensó que se veía tierno.
Simón miró a su alumno con ojos reflexivos. El mulato se ajustó la corbata y suspiró.
- Eso se debe a que soy Doctor en Física teórica, niño. – Respondió el mulato. Todos excepto Nezu se sorprendieron.
- ¿Tienes un PhD en física? Inesperado, pensé que habías estado en la milicia casi toda tu vida. – Dijo Eraserhead, mirando confundido a su futuro compañero de empleo. Simón miró al héroe clandestino.
- El ejército no está lleno solo de gente que sepa pelear, a menudo pagan los estudios de soldados prometedores para que estudien ciertos campos que el gobierno esté necesitando. Como en la segunda guerra mundial, cuando obligaron a varios científicos de renombre a participar en proyectos de investigación humana y nuclear. – Explicó el mulato. Shota asintió en comprensión. Nezu se seguía riendo mientras tomaba su té.
Simón entonces notó la mirada que Izuku le estaba dando. El adolescente lo miraba con los ojos y la boca muy abiertos, los ojos brillantes y un leve sonrojo. El mulato arqueó una ceja. Midnight pensó que se veía tierno.
- Usted es increíble, señor. No solamente es un héroe, también tiene un doctorado. – Decía sonriendo el chico en completa admiración.
Simón se sintió extraño escuchando las palabras del niño, no sabía definir la sensación.
- Te odio. –
El colombiano desvió la mirada, suspirando.
- Lo que sea, niño. –
Después de eso, Nezu guio a Izuku a su oficina en compañía de Aizawa, ya que el joven Midoriya quería empezar de inmediato con sus clases. Simón simplemente se fue, aunque una Midnight curiosa lo alcanzó.
- Izuku-kun es muy tierno. – Dijo de repente la ojiazul, caminando al lado del mulato. Simón no respondió.
- Es… Horrible lo que ha tenido que pasar a tan corta edad. He visto casos como esté antes, y me gustaría no tener que verlos más. – Comenzó a decir Midnight en tono serio. El hombre robusto la miró de reojo.
- Me rompe el corazón cómo aun en una sociedad de héroes es imposible salvar a todos. Pero al menos, Izuku-kun te encontró y ahora puede recibir ayuda. – Terminó por decir la hermosa mujer con una leve sonrisa.
- … Niños del bosque. – Susurró Simón. Midnight lo miró confundida, habiendo solo captado lo último. Decidió no decir nada, la mirada en el rostro del castaño parecía complicada.
Sin saberlo, un hombre rubio delgado en un traje amarillo había visto al grupo salir del edificio de investigación. Los ojos azules cansados del hombre se fijaron en la figura del niño de cabello verde.
- ¿Joven Midoriya…? – Susurró el rubio.
Con Izuku, él y los dos héroes estaban en la oficina. Nezu había comenzado sacando unos libros de física básica y le hizo un pequeño test para saber en qué nivel estaba el joven. Luego de determinar que Izuku tenía una buena comprensión de mecánica clásica, Nezu comenzó a explicarle nuevos conceptos a Izuku en la pizarra mientras el niño tomaba notas. Aizawa había sacado una especie de saco de dormir amarillo y había empezado a dormir.
Después de un tiempo, Nezu recibió una llamada y se excusó con el adolescente para atender una reunión rápida. Izuku se quedó solo con Aizawa durmiendo.
El chico de cabello verde comenzó a mirar al hombre dormido, intentando determinar qué héroe era, él había reconocido a todos menos al pelinegro. El hombre se mantenía reservado, parecía llevarse bien con el coronel colombiano.
- Deja de mirarme, no me dejas dormir. –
La voz rasposa del hombre asustó a Izuku, haciéndolo temblar y gritar, encogiéndose en su silla.
- Lo-Lo siento. – Dijo el niño, temblando. Shota lo observó, ¿de verdad estaba asustado?
- Está bien, no te preocupes. ¿Tratabas de adivinar qué héroe soy? – Inquirió el ojinegro. Izuku agachó la mirada y asintió con pena.
- Bueno, no es sorpresa que no me conozcas. Soy un héroe clandestino, me mantengo alejado del ojo público. – Explicó el hombre. El chico de ojos esmeraldas lo miró interesado y pensativo.
- ¿De-Debido a su quirk, señor Aizawa? – Preguntó el adolescente, tembloroso aún. Shota arqueó la ceja.
- Sí, mi quirk funciona mejor como factor sorpresa. Bien pensando. – Felicitó el pelinegro.
- Pu-Puedo… ¿Puedo preguntar cuál es su quirk? – Preguntó el peliverde, dubitativo.
- Eso sería contraproducente para un héroe clandestino, Midoriya. – Respondió Aizawa.
- S-Sí, lo sé. Perdón por-por preguntar. – Se disculpó el ojiverde, mirando a su cuaderno tímidamente.
Desde que Simón le dijo casualmente que estaba entrenando a un estudiante de escuela media, Shota lo tachó de irracional. Cuando descubrió que era el mismo mocoso que se había lanzado a una situación de rehenes, fue el colmo de la irracionalidad. Pero Simón tenía un punto en algo.
- El niño tuvo las pelotas de hacer el trabajo que los adultos que estaban ahí deberían haber hecho, en este caso los héroes. Un niño no debería hacer el trabajo de un adulto, pero ese mocoso no dudó. –
Shota no podía ignorar que era un mocoso de trece años, con más problemas y traumas que días con vida. Eso lo notó el primer día que lo conoció, en principio había pensado que sería un idiota que le gustaba hacer gala de su poder o un imbécil al que le habían llenado la cabeza con que iba a ser un gran héroe.
Pero resultó que no solo no era eso, era todo lo contrario. Era asustadizo, inseguro, lleno de heridas causadas o por su propio quirk o por matones, no podía controlar su poder porque al parecer había que tener un doctorado para comprenderlo.
- Yo solo quiero ayudar a las personas. –
El niño estaba perdido, quería ser un héroe, pero no sabía si podía. Probablemente no pensaba que fuese suficientemente bueno, dudando si alguna vez podría controlar su poder y si iba a servir para algo.
Shota podía identificarse un poco con eso.
- Mi quirk me permite borrar los quirks de los demás si los miro. – Soltó de repente el pelinegro, después de varios minutos en silencio. Izuku escuchó y se quedó en shock, hasta que una realización llegó a su mente.
- ¡Eres Eraserhead! – Exclamó en emoción el niño, ganándose una mirada sorprendida del hombre mayor.
- ¿Cómo sabes quién soy? – Preguntó confundido. Aizawa no bromeaba cuando dijo que era poco conocido, era respetado entre los héroes, pero en la gente de a pie bien podría ser un fantasma.
Izuku comenzó a hablar rápido acerca de lo genial que era su quirk, lo mucho que lo inspiraba su estilo de pelea y demás cosas que Shota no pudo captar. Eventualmente, Izuku se calló, aun moviéndose en su asiento de la emoción.
- Dime, niño, ¿por qué te pusiste en peligro en aquella ocasión? Fue extremadamente peligroso e irracional, de no ser por Simón, tú y ese otro niño habrían muerto. – Inquirió el hombre. Izuku se exaltó y comenzó a temblar, sentía que se venía otro regaño.
Él también se preguntaba a veces, ¿por qué lo había hecho? Reflexionaba sobre eso cada cuanto, y tenía razón en que fue imprudente. Pero, no se arrepentía. Izuku había visto esos ojos rojos sangrientos pidiendo ayuda, y sin importar que eran los mismos ojos que lo atemorizaban, no pudo evitar ayudar.
- Yo-yo no pude evitarlo… Vi los ojos de Ka-Kacchan pedir ayuda y… Mis piernas se movieron solas. – Respondió el niño con honestidad.
Shota abrió los ojos, totalmente sorprendido mientras salía de su saco de dormir.
- Oye, esta es tu sombrilla, ¿no? –
La imagen de un chico de cabello azul apareció en su mente. Shota tenía una mirada reflexiva mientras miraba a Izuku. Pudo ver las similitudes entre el niño y él mismo cuando era más joven, pero también pudo ver el parecido con aquel otro idiota de antaño.
- Cuando atendía U.A. tenía un amigo. Al igual que tú, ese idiota actuaba sin pensar. Veía a alguien en peligro y no pensaba en las consecuencias, simplemente lo ayudaba. – Comenzó a contar Aizawa de la nada, ganándose una mirada confundida de Izuku.
- Por otro lado, yo era lo contrario. Pensaba mucho en las consecuencias, pero no por racionalizar, lo hacía porque dudaba de mí mismo. – Aizawa se acercó al joven de ojos esmeraldas. Izuku ahora escuchaba atentamente las palabras del hombre.
- Él… Me ayudó a encontrar la confianza en mí mismo. Me inspiró en más de un sentido. – Dijo Eraserhead en tono solemne. El joven de cabello verde se mostraba conflictivo al notar la expresión del hombre.
- ¿Q-qué sucedió? – Preguntó titubeante el adolescente. Shota no dejó de mirar a Izuku.
- Él murió. Salvándome. – Declaró el hombre. Izuku sintió un golpe de empatía, Eraserhead no lo demostraba y era bueno ocultándolo, pero el joven de cabello verde podía ver el dolor en sus ojos oscuros.
- Yo… lo siento mucho. – El chico no supo qué más decir.
- Irónicamente, ese fue el primer día que me sentí como un verdadero héroe. Logré apresar al villano teniendo en mente las palabras inspiradoras de mi amigo. Cuando todo terminó, me dijeron que no había sobrevivido. – Siguió contando. Aizawa tocó sus lentes distraídamente.
- Ese día lo recuerdo bien y mal a la vez, pero si pudiera definir cómo fue el sentimiento cuando me lancé hacia el villano… Diría que "mis piernas se movieron solas". – Declaró Shota. Izuku lo vio con ojos abiertos, sus bellos ojos color jade se estaban llenando de lágrimas.
- Me recuerdas un poco a mí en ese entonces y un poco a mi amigo. No desperdicies tu vida, aprovecha las oportunidades que se te están dando ahora. Entiendo que no tuviste suerte gran parte de tu vida, pero ahora la tienes. Algunas personas nunca tuvieron suerte. – Le dijo en tono serio al muchacho sollozante, quien solo asintió. Hubo silencio por un par de minutos.
- Señor Aizawa… ¿Cuándo sabré que puedo ser un héroe? ¿Cuándo sabré que estoy listo? – Preguntó Izuku con un tono desesperado.
El joven peliverde se había estado carcomiendo la cabeza desde hace meses, ya se le había dicho que tenía potencial, pero, ¿podía ser un héroe?
- No lo sé, ¿puedes? –
- ¡Por favor, ayúdelo a ser el héroe que nunca le dije que podía ser! –
- ¿Qué clase de héroe quieres ser? ¿Qué es un héroe para ti? –
- No creo que puedas ser un héroe apropiado. –
Shota miraba al joven en conflicto, lagrimeando en desesperación, era un déjà vu. Shota recordó unas palabras de su amigo.
- Nosotros tres deberíamos abrir una agencia juntos. Ese es mi plan. – Decía el joven peli azul sonriente a un Eraserhead y Present Mic estudiantes.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro de que llegaremos todos a ser héroes? Sobre todo, yo. ¿Por qué estás tan seguro que yo seré un héroe? – Decía un Shota joven, apático. El joven peli azul solo sonrió.
- Supongo que no puedo saberlo… Es solo un salto de fe. –
Shota miró a Izuku antes de darse la vuelta, sintiendo la mirada del joven quemándole la espalda. Aizawa se agacho a recoger y guardar su saco de dormir. Se dirigió a la puerta, y antes de salir volteó a ver a un Izuku en conflicto.
- No lo sabrás, es un salto de fe. Solo es eso, Midoriya… Un salto de fe. –
Sin más palabras, el héroe clandestino se retiró de la oficina, dejando a un Izuku en shock con lágrimas en los ojos.
Cuando Nezu regreso, Izuku estaba leyendo furiosamente uno de los libros guías mientras que escribía apuntes. El director notó algo diferente en la mirada del joven peliverde.
Taki, Prefectura de Mie. Un mes después.
Las siguientes semanas pasaron rápido para Izuku. En la escuela hacía lo posible para pasar desapercibido, el joven peliverde pudo terminar sus exámenes y trabajos sin ningún incidente más allá de algún comentario hiriente de algún alumno o maestro, o a alguien escribiendo "Quirkless", "Inútil", "Desperdicio de aire" y demás sinónimos en su escritorio. Por sorprendente que parezca, a Izuku eso le parecía bastante poco a comparación de las cosas que le hacían antes.
Sus sesiones de estudio con el director eran fructíferas y agradables, cuando no estudiaban física hablaban de quirks y la física detrás de ellos. Eran charlas largas entre el animal inteligente y el niño peliverde. Usualmente, Simón o Aizawa estaban presentes. Izuku disfrutaba la compañía de ambos adultos, aunque no dijeran mucho.
El entrenamiento físico con Simón se había basado en mantener su estado físico y en sus reflejos, además de recitar conceptos físicos, ecuaciones y resolver problemas mientras hacía ejercicio o su mentor le lanzaba diferentes tipos de proyectiles. Era bastante brutal.
Cada día que pasaba, Izuku notaba que tenía más cicatrices de entrenamiento y por algún motivo eso lo hacía sentir bien. Al menos, esas cicatrices sí significaban algo positivo para él, todo su trabajo duro, no como las demás que lo hacían sentir enfermo y asqueado de su cuerpo.
Al pasar casi tres semanas, por fin terminó su primer año de escuela media, y sabía que ahora iba a empezar lo realmente brutal. Su madre lo ayudó a empacar una maleta con lo esencial, se iba a ir por casi tres meses. Cuando llegó el momento de despedirse, su madre lloró a mares mientras se aferraba a él como un koala.
- Izuku-chan, estoy tan orgullosa de ti. –
Él también lloró luego de esas palabras.
Se encontró con su mentor en la estación de tren, él no llevaba mucho encima, solo una maleta de viaje pequeña, vestía su traje negro y blanco como siempre. Izuku a veces se preguntaba cómo sería su traje de héroe, si es que tenía alguno.
- ¿A dónde vamos, señor? –
- Encontré algunos lugares bastante boscosos en internet. Vamos a Mie. –
Y en efecto, casi 4 horas de viaje en tren después, Izuku pisó la Prefectura de Mie por primera vez, específicamente el pueblo de Taki. El peliverde realmente nunca había estado aquí, siempre que había viajado con su madre había sido dentro de Shizuoka o a Tokio.
Pronto se encontraron en el hotel donde se iban a hospedar. Era pequeño, pero se veía confiable. Simón había alquilado solo una habitación para los dos, el director Nezu le había dejado en claro que su pequeño viaje iba a salir de su bolsillo.
Las zonas alrededor del pueblo eran boscosas, montañosas, el tipo de ambiente que le gustaba al héroe colombiano. Pronto Izuku estaba en su primer día de entrenamiento.
- Bien, has avanzado mucho en tus estudios y en tu entrenamiento físico. Ahora, para entender la ciencia detrás de tu quirk necesitas más que mecánica clásica, así que ahora intentaré explicarte conceptos resumidos de física cuántica. Con algo de suerte, no necesitaras más, para empezar, y podremos dejar los cálculos para después. – Le explicó Simón a su alumno. El mulato sabía que explicarle física cuántica a un adolescente de trece años era complicado, pero Izuku era inteligente, muy inteligente. Además, no es que realmente necesite entender realmente la parte más formal de la física cuántica, bastaría con que entienda los conceptos para ver si afecta de manera positiva el funcionamiento de su quirk.
- ¡Sí, señor! – Gritó Izuku.
- Ahora, cállate y escucha. Te voy a explicar el fenómeno principal que explica tu quirk. Se llama superposición cuántica. Básicamente, todas las partículas subatómicas, es decir, las partículas que componen los elementos de la materia, como un electrón, un neutrón, etc., tienen un comportamiento curioso. Hagamos un ejercicio mental, supongamos que libero un protón al vacío, lo tenía en mi mano, pero ya no, uno creería que la partícula se propaga en el espacio como una esfera, pero en realidad lo hace como una onda. – Comenzó a explicar el colombiano, usando una canica como ejemplo y luego cambiándola por un papel largo con varias esferas dibujadas. Izuku observaba atentamente, no queriendo tomar notas aún.
- Entonces, ¿qué pasa si yo quiero saber dónde está mi protón ahora? Resulta que la partícula va a estar en todos los lugares que haya alcanzado su onda. Algo así como cuando arrojas algo a un estanque, esto genera ondas, imagínate que en todo lugar donde la onda alcanzó, está tu partícula. Ahora, entiendo que estás pensando a que suena a que la partícula se multiplicó, ¿no? – Preguntó Simón al notar el rostro conflictivo se Izuku, quien asintió.
- No realmente, luego vamos a entrar en detalle, pero lo que sucede realmente es que, la partícula tiene ciertas probabilidades de estar en cierto lugar de la onda dependiendo de su intensidad, y eso solo se sabe cuándo mides dónde está, se le llama colapso cuántico. En esencia, es un proceso del azar. Es como si yo en el mundo real lanzara una pelota, y en vez de calcular su trayectoria con una parábola, tuviese que calcular la probabilidad de qué caiga en cierto lugar dependiendo de la fuerza con la que lancé la pelota. ¿Entiendes? – Simón le preguntó a su alumno.
Izuku entonces comenzó a murmurar, imaginándose las situaciones en su mente y ordenando los nuevos conceptos.
- Yo… Creo que entiendo, es por eso que cuando uso mi visión veo cómo mi propia energía se propaga por el lugar donde estoy. – Llegó Izuku a la conclusión. Simón sintió el impulso de sonreír, el niño era inteligente.
- Bien, lo entiendes. Ahora, vamos a estar entrenando con tu quirk. Mas o menos como hicimos en el laboratorio, vas a teletransportarte horizontalmente los metros que quieras o puedas. La idea es que en ninguna de las veces que uses tu quirk te lastimes, y con eso me refiero a ningún rasguño. Ni uno. – Explicó el colombiano, con una mirada severa sobre su alumno, quien asintió temblando de miedo.
- ¡Sí, mi coronel! –
Resulta que era más fácil decirlo que hacerlo. Luego de hacer una larga sesión de calentamiento físico, donde tuvo que correr por una montaña muy inclinada tantas veces que perdió la cuenta, procedió a entrenar su quirk. No estaba contento con el resultado. Después de dos horas de hacer teletransportaciones sencillas, sus brazos estaban llenos de cortes, sus piernas y hasta su pecho. No era nada serio, pero eran muchos cortes, como si se hubiera peleado con una jauría de gatos.
Simón llevó la cuenta de cuantas veces se lastimaba.
- 6 de cada 10 veces, te lastimas al usar tu quirk de la manera más sencilla posible. Es más, de la mitad de las veces, esperaba que habiendo comprendido mejor tu quirk habría una mejora más significativa. Le prometí a tu madre que no te volverías a lastimar con tu quirk. Esfuérzate más, niño. – Regañaba con seriedad el mulato a su alumno, dándole una mirada de instructor militar. El chico solo tenía la cabeza agachada.
Lo que no le decía a su mentor es que la gran mayoría de veces que usaba su quirk, esos ojos rojos aparecían en su mente.
- ¡MUERETE! –
- Mejor matate de una vez, nadie te extrañará. –
- ¡Solo quiero que te mueras de una puta vez! –
Simón miró al niño tembloroso, su mirada dura vaciló levemente.
- Si de verdad desea dejar esa violencia atrás, ¿qué tal sí empieza el cambio con un niño soñador? –
- Pero al menos, Izuku-kun te encontró y ahora puede recibir ayuda. –
- Los niños, Simón… Hay que sacar a los niños del bosque. –
El mulato gruñó por lo bajo y se ajustó su corbata, acercándose al niño y colocando una mano en su hombro. Izuku tembló al tacto, casi alejándose, pero el castaño lo agarró firmemente.
- Mira, chico, lo estás haciendo bien. Solo… Solo tienes que esforzarte más. – Intentó decir el hombre de ojos cafés de la manera más amable posible. Izuku solo asintió mientras se secaba los ojos llorosos con su antebrazo recién vendado.
- Dejemos el entrenamiento por hoy, aún hay algo de luz de día, ve a recorrer el pueblo. Te espero en el hotel para el anochecer. – Le dijo el mulato, antes de darse media vuelta y alejarse caminando.
Izuku se quedó ahí un rato, pensativo, hasta que por fin decidió comenzar a caminar.
- I am a little bit of loneliness, a little bit of disregard. –
Taki, Prefectura de Mie. Una hora después.
Izuku esperaba de todo en su vida. Sufrimiento, dolor, decepción, desesperación y más dolor. Pero seguro que no esperaba que su día diera un giro de 180 grados. Izuku Midoriya no esperaba acontecer hoy una revolución copernicana.
En menos de una hora, triste por su pésimo día, se encontró ayudando a una niña desconocida de su edad. La niña más bonita que había visto, Izuku agregaría. La escuchó hablar un poco de sus problemas y él igual le habló de los suyos. Terminaron consolándose mutuamente.
Pero las palabras que salieron de su dulce voz lo cambiaron todo.
- Después de todo, hoy tú fuiste mi héroe. –
Izuku colapsó después de eso, comenzó a llorar y a sollozar mientras pensaba en todas las veces que se le había dicho lo contrario, en lo inútil que era. Había perdida la cuenta de cuántas veces le habían dicho que alguien preferiría morir antes de ser salvado por él, y ahora una dulce chica lo había llamado su héroe.
- ¡Oh, Midoriya-kun! ¡¿Qué pasa, te duele algo?! ¡¿Cómo te ayudo?! – Ochako empezó a paniquear al ver a su nuevo amigo llorando, la chica quería ayudar, pero no sabía cómo. Comenzó a revisarlo por alguna herida, y la verdad es que sí tenía.
Sus brazos estaban vendados y había manchadas de sangre, lo mismo con sus piernas. En general se notaba bastante magullado, como si acabara de salir de una pelea, o más bien una paliza.
- Oh dios mío, Midoriya-kun, no había notado lo lastimado que estás. ¿Qué te pasó? ¿Deberíamos ir al hospital? – Preguntaba la chica de ojos color otoño, mirando con suma preocupación al joven mientras lo sostenía por los hombros por miedo a que se cayera, haciendo que el chico temblara de miedo. La joven Uraraka alejó sus manos creyendo que lo había lastimado.
Izuku detuvo su llanto para mirar anonadado a la chica de sonrojo constante. ¿Ella estaba preocupada por él? ¿Por qué? Él solo estaba llorando tan patéticamente como siempre lo había hecho. En la mente del joven de cabello verde, no tenía sentido que Ochako se preocupara por él, pero ese rostro redondo lleno de preocupación no podía mentir. Ella no podía estar mintiendo, de lo contrario, Izuku no podría soportarlo.
- Y-yo estoy bien… so-son por mi entrenamiento, realmente no duele mucho, solo es cansancio. – Tartamudeaba el chico, sonrojado ante la mirada intensa de la muchacha.
- Midoriya-kun, estás muy lastimado. Entiendo que es por entrenamiento, pero... – Comenzó a decir la chica, dubitativa, mirando el estado roto del chico peliverde.
- Es-Estoy bien, en serio. Pe-perdón por ponerme a llorar tan patéticamente. – Se disculpo el chico agachando la mirada, no queriendo mirar su reacción.
- No digas eso, no creo que llorar sea patético. Llorar libera las tensiones del corazón, o al menos eso dice mi madre. – Le dijo la chica, primero en tono severo, y luego le sonrió cálidamente.
Izuku volvió a mirarla, su sonrisa era honesta y sus palabras se sentían aún más honestas. Algo se sentía fuera de lugar para él, no tenía sentido.
- Yo… No entiendo. – Susurró el chico de pecas, pero Ochako pudo escucharlo.
- ¿A qué te refieres? – Preguntó la castaña, confundida. Notó cómo el rostro de Izuku comenzaba a retorcerse en diferentes emociones hasta que por fin la miró directo a los ojos.
Esmeralda y chocolate se encontraron mirándose fijamente.
- ¿Por qué te preocupas por mí? – Preguntó, mirándola con verdadera curiosidad.
Ochako pudo revisar mejor sus rasgos faciales. Su cara era un poco redonda, no tanto como la de ella, sus mejillas tenían esas lindas pecas, sus ojos eran grandes y redondos, con un color esmeralda que nunca había visto. Su expresión era lo que más le consternaba, ella sabía que este chico era amable, siempre se había considerado buena leyendo a las personas, y además la había ayudado a ella, una completa extraña. Esos ojos verdes tan bonitos se veían quebrados.
- ¿Por qué no debería? Tú te preocupaste por mí, es natural que yo también lo haga. – Dijo finalmente, Ochako, sonriéndole sin dejar de mirarlo.
- Pardon the way that I stare, there's nothing else to compare. The sight of you leaves me weak, there are not words left to speak. –
Ninguno supo en qué momento comenzó a sonar una canción de fondo, ni de dónde venía. Realmente, no importaba. Izuku estaba más que impactado. No tenía sentido, realmente no lo tenía, ¿o sí? ¿Por qué está chica que acababa de conocer hace una hora le estaba regalando tan lindas sonrisas? ¿Debería dejar de mirarla? ¿Estaba luciendo como un acosador?
- Yo… Gracias. – Solo pudo agradecer el muchacho, tratando de resistir las lágrimas. Izuku se irguió completamente, pudiendo notar que era un poco más alto que la castaña.
- ¡De nada! Para eso están los amigos, ¿no? – Dijo Ochako, sonriendo de manera burbujeante. La respiración de Izuku se volvió a detener.
- ¿A… Amigos? – Repitió incrédulo el joven de cabello verde.
- ¡Sí! Me gusta hacer amigos, no tengo muchos, pero me gusta. Y tú eres una gran persona, me gustaría ser tu amiga… Si quieres, claro. – La energía burbujeante se perdió al final a medida que Ochako hablaba. Ella no había pensado que tal vez el agradable chico frente a ella no quisiera ser su amiga.
Después de todo, no sería la primera vez que se ríen de ella cuando ofrecía su amistad.
- Pf, dicen que, si te haces su amigo, ella se come todo tu almuerzo. –
- Ja, si tanto le gusta tanto comer, ¿por qué no me come la verga? Al menos así sería útil. –
Los ecos de las voces en su mente resonaban con malicia, inundando a la chica de ojos chocolate de un miedo profundo. Ella siempre había sido muy amigable, en jardín de infantes y en la escuela elemental eso no había sido un problema, toda esta animosidad hacia ella había empezado este año, en la escuela media.
- Y-Yo es que… No entiendo, ¿por qué quieres ser mi amiga? No tiene sentido. – La voz de Izuku la sacó de sus pensamientos, el chico se veía tan perdido.
¿Él de verdad no podía con la idea de que ella quisiera ser su amiga? ¿O simplemente no podía con la idea de que alguien quisiera ser su amigo? Ese último pensamiento llenó el corazón de Ochako de simpatía.
Izuku hoy había sido su héroe, pero ahora parecía vulnerable. ¿Quién salva a un héroe cuando este necesita ayuda? ¿Cuándo un héroe sufre, quién lo protege? Ochako respiró hondo y se aseguró de sonreír siempre mientras miraba al chico pecoso.
- De hecho, para mí tiene sentido, Midoriya-kun. Sé que nos acabamos de conocer, pero siento que eres una buena persona y siempre es bueno tener amigos así. – Ochako explicó su razonamiento infantil sin dejar caer su ánimo. En el fondo, seguía preocupada por las malas experiencias, pero quería intentar ayudar a este chico amable.
Izuku sentía que se había desmayado en su entrenamiento y estaba soñando. Sentía algo en su corazón, algo nuevo, una calidez que no había sentido desde que era pequeño, un sentimiento enterrado por años de abuso y rechazo.
Alguien quería ser su amigo.
- Yo… ¡Sí quiero ser tu amigo, Uraraka-san! – Exclamó de repente, inclinándose levemente. Algunas lágrimas caían al piso, odiaba tanto llorar, lo hacía sentir tan débil y lo hacía todo el tiempo. Entonces escuchó una dulce risa.
- Jeje, no tienes que inclinarte, Midoriya-kun. Eres tan serio. – Decía la castaña sosteniendo una de sus mejillas mientras se reía alegremente del chico peliverde.
Izuku levantó la mirada y se sonrojó mucho, volviendo a poner la espalda derecha.
- Pe-perdón. – Se disculpó tímidamente. Ochako solo sonrió haciendo sonidos alegres.
- Nada de eso. Gracias por aceptar ser mi amigo, Midoriya-kun. – Agradeció de corazón la chica, sintiendo cómo sus preocupaciones se alejaban. Poco a poco, la sonrisa del chico también regresó, mirándose ambos fijamente por unos segundos con las mejillas rojas.
Al notar de nuevo la noche, Ochako recordó que tenía que volver a casa y comenzaron a caminar para salir del parque. Ambos hablaban de cosas triviales, entre tartamudeos y silencios increíblemente cómodos.
- No eres de por aquí, ¿Midoriya-kun? – Preguntó la chica, curiosa.
- N-No, soy de la prefectura de Shizuoka, ciudad Musutafu. Llegué aquí hoy con mi mentor para mi entrenamiento. – Explicó el chico.
- Ya veo, sí, tu acento delata que no eres de por acá. – Sonrió la castaña, haciendo que el joven de cabello verde se sonrojara. Ambos siguieron hablando un poco después de eso.
- ¿Estás entrenando para ser un héroe? ¿Tan pronto? – Preguntó la chica anonada, luego de que Izuku le comentara un poco para qué era su entrenamiento. Izuku ya estaba con un sonrojo perpetuo en sus mejillas.
- S-Sí, bueno, es que mi-mi quirk es complicado de usar. Hace unos meses me encontré de casualidad con mi mentor y decidió entrenarme. – Explicó el joven entrecortadamente. Ochako asintió en comprensión.
- Entiendo, él es esa persona que tenías miedo de defraudar, ¿no? No creo que tengas que preocuparte, seguro que está ansioso de ayudarte a dominar tu quirk. – Respondió con su energía burbujeante que ya había encantado al chico balbuceante.
- Uraraka-san, si no te importa que te pregunte, ¿cuál es tu quirk? – Preguntó tímidamente el chico. La castaña lo miró antes de sonreír y mostrarle sus manos abiertas. El joven volvió a notar esas lindas almohadillas gatunas que tenía en las yemas de sus dedos.
- Mi quirk se llama Zero Gravity, todo lo que toque con mis cinco dedos perderá su gravedad y comenzara a flotar, como yo antes, jeje. Sin embargo, si hago ingrávidas muchas cosas pesadas me da nauseas. – Declaró Ochako con una sonrisa tonta. Izuku la miró con brillos en los ojos.
- ¡Eso es increíble, Uraraka-san! ¡Tienes control sobre una de las cuatro interacciones fundamentales del universo! ¡Tu quirk es increíble! – Alabó totalmente exaltado el chico de cabello verde. Ochako se quedó sin palabras, sonrojándose furiosamente hasta que su cara quedó como un tomate.
- N-No es tan genial, solo hago f-flotar cosas. – Trató de rebatir la chica de ojos color otoño, mirando apenada hacia otro lado.
- ¡Es increíble! Aunque esa descripción de tu quirk parece vaga. Hacer algo inmune a la gravedad es bastante complicado, todo objeto con masa puede ser afectado por la gravedad, y todo objeto con masa tiene gravedad en sí porque su propia masa genera gravedad en el espacio. – Empezó a murmurar Izuku, aunque no tan rápido por lo que Ochako podía entenderlo, bueno, realmente solo podía entender las palabras, pero no a lo que se refería.
- Para privar a un objeto de su gravedad, debes quitarle su masa o sus gravitones, de esto último no estoy seguro, recientemente leí un artículo que explicaba el descubrimiento de los gravitones. No parece que le quites la masa a los objetos, porque la masa tendría que ir a algún lado. Mmm, puede ser que, en vez de privar a un objeto de su gravedad, en realidad estás acelerándolos hacia arriba, de tal manera que contrarrestan la aceleración gravitacional de la tierra haciéndolos tener "peso negativo" y así flotar. – Ahora sí estaba murmurando rápido. Ochako se estaba mareando.
- Midoriya-kun, por favor respira. – Rogó la chica antes de volverse loca, aunque, por otro lado, encontró su murmullo un poco tierno.
Izuku se detuvo y se sonrojó.
- Lo-Lo siento, Uraraka-san. Es un hábito mío. – Se disculpó Izuku.
- No, no, no te preocupes. ¿Qué decías sobre yo acelerando cosas hacia arriba? – Preguntó curiosa la chica, realmente estaba interesada. Midoriya parecía ser bastante inteligente, tal vez podía decirle algo que no sabía.
- Bueno, esencialmente puedes o controlar los gravitones o aplicar fuerza cinética en los objetos. ¿Alguna vez has intentando hacer las cosas más pesadas o que vayan hacia la izquierda o derecha? – Preguntó el joven de ojos esmeraldas, curioso. Ochako, cautivada por la inteligencia del chico, negó con la cabeza.
La chica miró al piso, buscando una roca lo suficientemente grande. Al tomarla, se concentró en hacerlo más pesado, no sabía cómo, simplemente deseaba que fuese hacia abajo en vez de arriba. Tocando con sus cinco dedos, un brillo rosa apareció.
Izuku miró fascinado el fenómeno, aunque tampoco podía evitar ver el rostro de concentración de la chica, se veía muy tierna a sus ojos, hasta parecía que inflaba las mejillas. Entonces, notó que la roca no flotaba, aunque Ochako la había tocado, al menos por cinco segundos antes de empezar a flotar.
- ¡Vaya! ¡Sí la sentí pesada por unos segundos! ¡Eres increíble, Midoriya-kun! – Totalmente extasiada de haber encontrado un aspecto nuevo en su quirk, la chica no lo pensó mucho y abrazó a su nuevo amigo.
Izuku tembló ante el tacto, primero asustado y con el corazón a mil del miedo, sin embargo, el tacto de la chica era amable, por lo que el miedo abandonó un poco su cuerpo, dejando únicamente la vergüenza. Pero la calidez y calma que sentía aplacaba bastante su pena. Por otro lado, era un adolescente en crecimiento, como también lo era su nueva amiga, cuyo crecimiento iba bastante bien si le preguntaban a Izuku. Tratando de ignorar esos últimos pensamientos, Izuku solo trató de concentrarse en la calidez que sentía en su pecho.
- You'd be like heaven to touch, I wanna hold you so much. At long last, love has arrived and I thank God I'm alive. –
Ochako entonces se dio cuenta de lo que estaba haciendo, separándose rápidamente de Izuku mientras que todo su cuerpo se ponía rojo.
- ¡Lo-Lo-Lo siento, Midoriya-kun! ¡Yo-Yo estaba emocionada y no pensé! – Exclamaba pidiendo perdón la chica, deseando no haber incomodado a su amigo peliverde.
El rostro de Izuku estaba rojo, pero había sentimientos conflictivos en él. Se había asustado al principio, la gente no lo suele tocar por cosas buenas, pero el sentimiento de paz que lo había llenado le había gustado.
- Es-Está bien, Uraraka-san. No fue malo… – Susurró el chico, pero la castaña lo escuchó.
La chica avergonzada entonces recordó la roca flotando un par de metros sobre ellos, juntando sus dedos rápidamente, haciendo que la roca cayera al suelo. Izuku miró fascinado.
- Oh, sí, los devuelvo a la normalidad tocando mis dedos, jeje. – Comentó Ochako, notando que había olvidado esa parte.
Izuku siguió hablando sobre lo increíble que era su quirk, con Ochako sonrojándose. Pronto, comenzaron a charlar de cosas más banales, como cuantos años tenían y en qué año de escuela iban. Descubrieron que Izuku eran medio año mayor que la castaña, e Izuku descubrió que el cumpleaños de su nueva amiga estaba a solo una semana. El niño de ojos verdes le comentó a ella que vivía solo con su madre, Ochako se preguntó por su padre, pero no quiso imponer, ella le respondió que vivía con sus padres.
Al volver a pensar en sus padres, los recuerdos de la pelea volvieron a la mente de la chica, poniéndola nerviosa. Nunca había discutido así con ellos, se sentía como una niña malcriada. Pero Ochako no podía evitar sentir impotencia por la situación, cada día era más difícil llevar comida a la mesa, cada vez las comidas eran más sencillas y ella notaba cómo algunas cosas de la casa desaparecían, como la vieja guitarra eléctrica de su padre. No sabía qué hacer, se sentía responsable y quería ayudar, pero no la dejaban.
Izuku notó cómo la actitud de la castaña cambió de un momento a otro, ella pasó de estar sonriendo a tener una mirada preocupada en su redondo y lindo rostro. El muchacho pecoso se preocupó de qué tal vez la había incomodado con tantas preguntas, pero notó que el mismo dolor que antes había notado en sus ojos había regresado.
- Uraraka-san, ¿está todo bien? – Preguntó tímido y preocupado. La chica salió de su trance.
Ambos estaban a las afueras del parque, en la calle que separaba los edificios del lugar. Ochako tenía miedo de cruzar la calle y dirigirse a casa. Miró de reojo a su amigo peliverde, notando una mirada preocupada en sus brillantes ojos esmeraldas. La chica gravedad se sonrojó un poco y miró hacia abajo, entre avergonzada y acongojada.
- ¿Es-Es por lo que me hablaste antes? – Preguntó con voz suave el chico, un poco tartamudo. Ochako comenzó a juguetear con sus dedos en nerviosismo.
- Sí, yo… No quiero volver a casa aún… Me da miedo. – Respondió la chica con timidez.
Los ojos de Izuku se abrieron en alarma al escuchar la palabra "miedo".
- Uraraka-san… Tus padres, ellos… ¿Te hacen daño? – Preguntó asustado y nervioso el chico de cabello verde.
Ochako lo miró alarmada y comenzó a negar con la cabeza rápidamente.
- ¡No, no, no! Mis padres son los mejores del mundo, no es eso… Pero sí tiene qué ver con ellos. – Aclaró la castaña, un poco paniqueada de haber dado una mala idea. Izuku suspiró en alivio, pero seguía preocupado.
- En-Entiendo, disculpa por suponer cosas. Es-Es solo que estoy preocupado por-por ti. – Al decir lo último, Izuku se sonrojó furiosamente, sentía que estaba siendo muy atrevido.
Ochako lo miró avergonzada, no pudiendo evitar pensar en lo lindo que se veía sonrojado. La chica se rio por lo bajo.
- Y te preguntabas por qué quería ser tu amiga. – Le dijo juguetonamente, sonriéndole. Izuku tragó fuerte, tratando de evitar mirarla.
- Muchas gracias por preocuparte, Midoriya-kun, perdona ser una molestia recién conociéndonos. – Se disculpó la chica con una sonrisa medio triste.
- N-No eres ninguna molestia, Uraraka-san. Sé que apenas nos conocemos, pe-pero yo voy a estar por aquí unos me-meses, si quieres hablar de ello puede ser ahora o-o cuando quieras. – Ofreció amablemente el chico de ojos verdes, mucho más nervioso que antes.
Ochako sintió su corazón latir un poco más fuerte, luego miró a Izuku con sus grandes ojos color chocolate mientras jugueteaba con un mechón de su cabello.
- ¿Estás… pidiéndome salir contigo? – Preguntó Ochako tímidamente.
El color se esfumó del rostro de Izuku para luego regresar como un rojo viviente. El chico estaba echando humo cuando se dio cuenta que su elección de palabras no fue la mejor.
- Yo-Yo-Yo-Yo… ¡No, no! ¡Digo, sí! ¡No, quiero decir…! ¡No así! ¡Perdón! – Izuku pasó por varias etapas de vergüenza mientras sentía que la piel de su rostro se derretía de la vergüenza y lo cubría con sus brazos, hasta terminar disculpándose inclinando su rostro.
El chico levantó la mirada cuando escuchó la risa burbujeante de su nueva amiga. La miró, ella estaba riéndose levemente mientras lo miraba, con un sonrojo rosado cubriendo sus grandes mejillas.
- Jajaja, eres tan gracioso, Midoriya-kun. Tranquilo, sé a lo que te refieres. Sí me gustaría verme de nuevo contigo el tiempo que estés aquí. – Respondió lo más tranquila que pudo la chica, aunque su corazón estaba bastante acelerado. Izuku estaba a punto de desmayarse.
Luego del momento embarazoso, ambos se rieron un poco y se quedaron de pie mirando a la calle en un silencio incomodo. Ochako entonces notó que aquel puesto donde vendían mochis estaba justo al frente de ellos, entonces la chica de ojos castaños recordó que no había comido nada desde el almuerzo.
Izuku notó la mirada intensa de la chica, siguió su mirada y miró la pastelería, vendían principalmente mochis por lo que veía, y Ochako miraba directamente a los de fresa. El chico de cabello verde siempre fue muy observador, por lo que no le fue difícil notar que la castaña tenía hambre, viendo como ella se tocaba muy casualmente el estómago.
- ¿Q-Quieres comer algo antes de ir a tu casa? – Preguntó Izuku, tímido. La castaña se sobresaltó, con una expresión de niña atrapada a punto de hacer una travesura.
- N-No tengo hambre. – Mintió descaradamente, jugando con sus dedos. Sin embargo, su estómago la traicionó en ese momento, rugiendo.
- C-Creo que sí tienes hambre, Uraraka-san. – Dijo el joven peliverde, riéndose levemente para vergüenza de la castaña.
- D-De todas formas, no tengo dinero para comprar ni un mochi. – Susurró tristemente, dejando escapar sin querer un dato sobre su estado financiero actual.
Izuku captó el tono triste y cansado en el que lo dijo, por lo que debe ser algo que le pase a menudo, tal vez su estado financiero no está en buenas condiciones. El chico ojiverde dejó de indagar mentalmente en la vida privada de su amiga y se concentró en lo importante.
Sin decir una palabra, Izuku cruzó la calle, llamando la atención de la castaña quien lo miró alejarse en silencio. La chica de ojos chocolate agachó su mirada, creyendo que el chico al fin se había cansado de ella, tal vez notando lo fea que era o lo horrible que era su ropa. Memorias de muchos rechazos anteriores en este año le llegaron a la mente.
- Aquí, toma. –
La voz de Izuku la sacó de sus pensamientos turbulentos. Ahí estaba él, con su mirada nerviosa y una mano temblorosa extendida frente a ella, ofreciéndole un mochi de fresa. En su otra mano, el chico tenía otro mochi. Ochako miró hipnotizada entre el rostro del muchacho y el pastelito que le ofrecía.
- Vi-Vi que mirabas directamente al de fresa, pe-perdona si me equivoqué, podemos pedir que lo cambien por otro. – Comentó tímidamente el muchacho, desviando la mirada.
- N-No tenías que hacerlo, Midoriya-kun… – Apenas y pudo balbucear la muchacha en estado de shock, con su corazón latiendo a mil. Ella siempre ha sido muy renuente a aceptar caridad, la castaña tiene un orgullo muy grande cuando se trata de dinero y odia sentir que le tienen lastima. Pero, Izuku no la estaba haciendo sentir menos, él de verdad estaba preocupado por ella, no era lastima.
Se sentía bien.
Tímidamente y temblando, la chica tomó el mochi de la mano del chico, rozando un poco sus dedos con los suyos vendados. Ambos se quedaron de pie, comiendo tímidamente en silencio sus pastelitos.
- Es-Es mi favorito. – Soltó Ochako de repente, haciendo que Izuku la mirara.
- El mochi de fresa… es mi favorito. – Le dijo la chica, dándole mordisquitos a su pastelito.
A los ojos de Izuku, la niña de veía tierna comiendo el mochi, daba pequeños mordiscos tímidos, y sus mejillas rosadas se hinchaban en cada mordida. El muchacho peliverde tragó y desvió la mirada.
Pronto, no pudieron posponer más las cosas y Ochako comenzó a caminar a casa con Izuku a su lado. La chica seguía comiendo su mochi, Izuku ya había terminado el suyo; la chica en realidad quería comerlo rápido, pero le daba vergüenza. El joven peliverde notaba cómo la mirada conflictiva volvía a su amiga a medida que caminaban.
- Uraraka-san, disculpa si me entrometo. Yo-Yo no sé qué pasó con tus padres, pero sea lo que fuese, no creo que ellos piensen que no eres suficiente… S-Sé que ellos te aman, to-todo padre debe amar a sus hijos, y si-si algo pasó entre tú y ellos, seguro que podrán arreglarlo. – Comenzó a decir el chico, sintiéndose nervioso por estar entrometiéndose. Miró a de reojo a su amiga, quien lo miraba con suavidad, pero aun con conflicto.
- Gracias, Midoriya-kun… Es solo que… Tengo miedo, y ellos no quieren que me preocupe, pero sí lo hago. No puedo no tener miedo, y solo me dicen que no lo tenga. – Explicó por lo bajo la muchacha. Izuku tarareo pensativo.
El chico de ojos esmeraldas podía entender un poco a su amiga, Él también había tenido una relación extraña con su madre, ella se preocupaba mucho por él y él siempre trataba de hacer que no se preocupara, guardándose todas sus emociones para él. Lamentablemente, el hacer eso causó que Izuku generara un leve resentimiento hacia su progenitora, rasgando su lazo madre-hijo, y apenas hace unos meses se estaba reconstruyendo. Todo gracias a su mentor Simón.
Izuku miró a Ochako, ¿ella tendría alguien con quién hablar de esto? ¿O solo se había desahogado hasta ahora? Si ese fuera el caso, entendía la mirada de dolor en sus ojos que vio más temprano en sus bonitos ojos de otoño.
- Es-Está bien tener miedo, yo-yo también estoy asustado todo el tiempo. N-No tienes que esconder tus emociones, Uraraka-san. Tú dijiste que confiabas en mí, entonces yo ahora confío en ti. – Dijo lo último sin tartamudear, tratando de mostrar la mayor confianza posible e ignorando la vergüenza que sentía.
Ochako miró al niño que había conocido de pura casualidad, ambos habían abierto sus corazones a extraños en busca de confort, ella pensaba que se iba a quedar así, dos extraños que se desahogaron y luego siguieron su camino. Poco sabía Ochako, que cuando dos cuerpos interactúan, pueden llegar a orbitarse mutuamente.
- Muchas gracias, Midoriya-kun. – Fue lo único que pudo decir la chica, dándole una sonrisa brillante y una mirada enternecida. Izuku quedó cautivado por los ojos de otoño una vez más.
- You're just too good to be true, can't take my eyes off You. –
Ochako pronto vio su casa asomarse en la esquina, y en la puerta pudo distinguir a su padre. La chica pudo ver cómo su padre se levantaba de su silla y parecía decir algo. Al cabo de unos segundos, su madre salía y ambos caminaron apurados al jardín cuando por fin la castaña estuvo ahí.
- ¡Ochako! – Ambos padres gritaron su nombre. La mencionada cerró sus ojos creyendo que la iban a regañar, pero en vez de eso sintió cómo era rodeada por sus padres. La chica gravedad abrió los ojos, notando cómo ambos la abrazaban fuerte con rostros preocupados.
- Por Dios, princesa, nos tenías tan preocupados. Me estaba conteniendo para no ir a la policía para que te buscaran. Estaba tan asustado. – Decía su padre acongojado.
- No vuelvas a irte así, bebé, eres nuestro mundo. No sabríamos qué hacer sin ti. – Decía su madre, casi llorando.
Ochako se rompió, regresó el abrazo a sus progenitores y dejó que algunas lágrimas silenciosas cayeran por sus mejillas.
- ¡Lo lamento tanto! – Se disculpaba con voz rota la castaña menor. Su madre le acarició la espalda mientras que su padre le acariciaba el cabello.
- Shh, tranquila bebé. Papá y yo también nos disculpamos, tienes razón, estás creciendo y mereces saber las cosas que pasan. – Consoló en tono maternal Nobara. Ochako los abrazó con más fuerza.
- Papá solo te quería cuidar, princesa. Por favor no pienses que eres una carga, no lo eres. Sin ti no tenemos vida. – Decía Sosuke abrazando a su pequeña hija. El hombre había llorado al escuchar las palabras de su hija antes de irse, palabras que dijo hace tanto y no con malas intenciones. Él solo se sentía patético por no poder darle a su familia la vida que merecían.
Izuku miraba desde un par de metros atrás la escena con una sonrisa. De pura casualidad, revisó su celular, dándose cuenta que desde que vio por primera vez a Ochako ya habían pasado más de tres horas, dos horas desde que anocheció. ¿Tanto habían hablado? La casa no estaba tan lejos del parque, a menos que hayan caminado muy lentamente. Izuku vio con horror que tenía unos cuantos mensajes de su mentor preguntándole donde estaba.
- Oh Dios, me va a matar. – Susurró con temor el joven peliverde. Dándose media vuelta para comenzar a irse, sintiendo que ya no era necesario.
El susurro de alguna manera llegó a los oídos de Ochako, quien recordó a su nuevo amigo. La castaña miró hacia atrás y vio cómo su amigo comenzaba a alejarse.
- ¿Midoriya-kun? – Lo llamó, sin entender por qué se iba sin despedirse. Aquello llamó la atención de sus padres, quienes por primera vez notaron que su hija no estaba sola.
- ¡¿Eh?! – Exclamó exaltado el joven, deteniéndose de golpe y volteando a ver a la familia Uraraka. Izuku de repente se sintió pequeño ante la mirada curiosa y juzgante de los padres de su nueva amiga, sobre todo de su padre, quien era tan grande como su propio mentor.
- Oh, ¿quién es este joven, Ochako? – Preguntó curiosa y un poco risueña Nobara, mirando a su hija. La chica de ojos chocolate se sonrojó un poco.
- Es-Es un amigo, lo conocí hoy en el parque. Él-Él me ayudó y me acompañó. – Explicó tartamudeando la niña, ganándose una mirada divertida de su madre y una ceja arqueada de su padre.
Izuku, notando que era irrespetuoso estar tan lejos mientras le hablaban, se acercó lo suficiente a la familia.
- Bu-Buenas noches, señor y señora Uraraka. Es-Es un placer. Mi nombre es Izuku Midoriya. – Se presentó el joven peliverde un poco nervioso, inclinándose respetuosamente. Sus piernas le temblaban un poco, no sabía si por dolor o nervios. Por primera vez en su vida hacía un amigo, que es una chica, y en pocas horas ya estaba conociendo a sus padres.
Nobara se reía levemente notando la vergüenza de ambos adolescentes, Sosuke miraba analíticamente al niño.
- Buenas noches, joven. ¿Es cierto lo que dice mi hija? ¿La ayudaste? – Saludó Sosuke al amigo de su hija. Nobara torció los ojos al ver cómo su marido intentaba ser intimidante, y Ochako solo podía sonrojarse.
Izuku se exaltó un poco, poniéndose derecho. La imagen del padre de su amiga lo asustaba un poco, pero después de varios meses entrenando con Simón, era un poco inmune a eso, sobre todo porque Simón era más alto, más robusto y amenazador.
- Em, sí, señor. Ca-Casualmente estaba en la misma banqueta cuando la vi f-flotar. – Explicó nervioso el joven de ojos verdes.
Ochako se llevó las manos a las mejillas de la vergüenza mientras su madre se reía levemente de ella, inclusive Sosuke miró con diversión a su hija. Nobara entonces notó algo que no había podido ver bien por la falta de luz, el amigo de su hija estaba lleno de vendajes, vendajes manchados de sangre seca.
- Oh, Dios mío, querido, ¿estás bien? ¿Qué te ocurrió? – El instinto maternal de Nobara se hizo cargo, acercándose al niño quien se sonrojó ante la cercanía de la señora. Izuku notó que Ochako era una versión joven de su madre, eran idénticas, inclusive con el sonrojo perpetuo en las mejillas.
- S-Sí, estoy bien, esto es solo de entrenamiento. – Respondió Izuku rápidamente.
Sosuke también se preocupó por el estado del chico, estaba muy magullado. Además, nunca lo había visto por aquí, Taki no era exactamente un pueblo grande, y a eso sumado su acento.
- Joven, ¿no eres de por aquí? ¿Te mudaste recientemente? – Preguntó Sosuke, curioso por el nuevo amigo de su hija.
- No, tou-chan, Izuku está en Taki para entrenar con su mentor. Solo estará aquí unos meses. – Le explicó la castaña a su padre, diciendo lo último con leve tono de decepción que sus padres notaron.
- Midoriya-chan, si quieres puedes pasar y puedo cambiar los vendajes por ti, te noto muy adolorido. – Ofreció Nobara, notando los leves temblores del Izuku, primero había pensado que eran por nervios, pero su sexto sentido de madre le decía que no solo era eso.
- Em, muchas gracias, señora Uraraka, pero yo no quiero imponer. – Dijo respetuosamente Izuku, ruborizado.
- Para nada, joven, ayudaste a mi princesa hoy, lo menos que te podemos ofrecer es eso. – Dijo sorprendentemente Sosuke. Ochako miró a su padre sorprendida, pero internamente sí quería que Izuku se quedara más tiempo con ella.
Ochako miraba expectante y sonrojada a Izuku, esperando su respuesta. Esto no pasó desapercibido por Nobara.
- Yo-Yo… Si insisten, estaría ha-halagado. – Dijo finalmente Izuku.
- Así que aquí estabas. –
Una voz retumbante llamó la atención de todos. Izuku saltó de miedo al reconocerla y mirar hacia atrás.
Ochako miró el origen de la voz. Detrás de Izuku, se encontraba un hombre imponente de rasgos occidentales y de tez morena, más alto y más robusto que su padre. El hombre fornido vestía zapatos negros, un pantalón formal negro, chaleco y corbata del mismo color, y una camisa blanca formal con las mangas arremangadas que dejaba ver sus antebrazos musculosos y con bastante vello. Su rostro era aterrador, tenía el cabello castaño ondulado hasta por encima de los hombros, ojos cafés oscuros, una barba tupida y una curiosa protuberancia huesuda en cada mejilla. El hombre estaba cruzado de brazos mientras mirada a Izuku.
- ¿Ese es su mentor? Es intimidante. – Pensó la chica de ojos chocolate, mirando cómo Izuku parecía bastante asustado.
- ¡Se-señor! – Le saludó con nerviosismo el joven de cabello verde. Simón le estaba dando una mirada seria.
- Te dije que estuvieras de vuelta para el anochecer. Ya han pasado dos horas, niño. – Gruñó el hombre. Ochako y sus padres notaron el acento extranjero.
- ¡Sí, mi coronel! ¡Disculpe, mi coronel! – Exclamó Izuku, poniéndose firme como un soldado.
- ¿"Mi coronel"? – Pensó toda la familia Uraraka, observando la interacción. A Nobara le parecía sospechoso el hombre, considerando el esto en que Izuku se encontraba.
- Disculpe, señor, ¿quién es usted? – Preguntó Nobara, mirando directamente a Simón.
El mulato entonces les dio una segunda mirada a las personas que estaban con su alumno. Una familia, padres e hija. Notó cómo la hija se acercaba a su alumno, en un aire protector mientras miraba con duda al colombiano. El mulato notó cómo su alumno se sonrojaba a la cercanía de la joven castaña.
- Soy el encargado de este niño. – Respondió con simpleza Simón, notando cómo el padre lo miraba con cautela poniéndose al lado de su esposa. Es como si quisiera proteger a Izuku.
- Disculpe, pero el niño está cubierto de vendajes y está herido. ¿A qué se refiere con el encargado? ¿No es su padre? – Preguntó Sosuke. Simón suspiró.
- No, no soy su padre, pero tengo el permiso de su madre para entrenarlo. – Respondió el mulato. Sosuke lo miró con sospecha.
- ¿Cómo podemos saber eso? – Preguntó el patriarca Uraraka, no confiando del todo. Simón suspiró y sacó algo de su bolsillo.
- Disculpe mi rudeza, mi nombre es Simón García. Soy un héroe extranjero transferido a Japón hace poco. Soy el encargado de entrenar a Izuku. – Se presentó con más formalidad y mostró su licencia provisional de héroe, extendiéndosela a Sosuke, quien la agarró y la analizó junto con su esposa antes de devolvérsela al mulato.
- Entiendo, sin embargo, nos preocupa el estado del muchacho. – Dijo Nobara, aun siendo cautelosa.
- Em, señor y señora Uraraka, está bien. Él es mi instructor. Agradezco que se preocupen por mí, pero estás heridas son de mi entrenamiento, son… son por mi quirk. – Explicó Izuku tímidamente. A su lado, una Ochako preocupada lo miraba. La chica se sintió culpable al no haberle dado importancia a las heridas de su nuevo amigo.
Luego de las palabras del joven peliverde, los padres de Ochako decidieron bajar la guardia ante el hombre intimidante, quien respondió a un par de preguntas más sin problema. Entonces, todos los adultos se presentaron formalmente. Simón volteó a ver a su alumno, aun mirándolo con rudeza.
- Entonces, ¿qué estabas haciendo tan importante que podías responder un simple mensaje, niño? – Le preguntó irritado el mulato. Izuku se puso nervioso y se sonrojó al voltear a ver a su nueva amiga, no había tomado el celular porque estaba disfrutando mucho con su primera amiga en años, además estaba muy concentrado en preocuparse por ella.
- Yo-Yo… Ella necesitaba ayuda… – Susurró Izuku tímidamente. Fue escuchado por todos.
Ochako se sonrojó y se puso las manos en las mejillas, pero olvidó dejar su meñique alzado por lo que pronto estaba flotando. Antes de que sus padres pudieran reaccionar, Izuku la volvió a tomar de la muñeca, mirándola con preocupación. La castaña entonces desactivó su quirk y sus pies tocaron tierra. La adolescente estaba super avergonzada.
- S-Sí… Justo así me ayudó. – Declaró la Uraraka menor con una risa nerviosa.
Nobara no pudo evitar reírse dulcemente y su marido igual se burlaba de su hija. Simón notó la interacción entre los dos con reflexión. El mulato suspiró.
- Está bien, ya entendí. – Declaró el mulato gruñendo por lo bajo. Los dos adolescentes no entendieron, pero los padres de Ochako sí.
- ¿Por qué Midoriya-chan y García-san no nos acompañan a cenar? Seguro que tienen hambre. – Propuso Nobara de repente, juntando sus manos. Todos la miraron con sorpresa, hasta Simón.
- ¡Sí! – Exclamó Ochako. Se dio cuenta que había gritado y se tapó la boca, para diversión de sus padres.
Izuku miró nervioso a Simón, quien estaba pensativo.
- Agradezco su oferta, Nobara-san, pero tendremos que negarnos. Ya es tarde, e Izuku debe estudiar y entrenar mañana temprano. – Explicó el mulato con amabilidad. A Sosuke le tembló un ojo cuando el héroe extranjero llamó por su nombre a su esposa, pero trató de mentalizarse en que era occidental.
Los dos adolescentes compartieron miradas decepcionadas. Simón miró a su alumno reflexivamente.
- Si de verdad desea dejar esa violencia atrás, ¿qué tal sí empieza el cambio con un niño soñador? –
Simón suspiró y se ajustó la corbata.
- Sin embargo, ya que estaremos aquí por un tiempo, podríamos venir este fin de semana. El viernes, si les parece bien. – Propuso Simón, ganándose una mirada sorprendida de Izuku y una emocionada de Ochako.
Nobara y Sosuke se miraron y susurraron unas cosas antes de mirar sonrientes al mulato.
- Por supuesto que sí, García-san. – Accedió Sosuke. Ochako tuvo que reprimir un gritó de alegría, Izuku también estaba feliz.
- Bien entonces, Sosuke-san. Fue un placer conocerlos. Izuku, despídete de tu novia y vámonos. – Ordenó el mulato, dándose media vuelta.
Si era posible que ambos adolescentes pudieran estar más rojos, lo habían logrado. La temperatura corporal de ambos incrementó tanto que se podía ver el vapor salir de sus cuerpos. Ochako se llevó las manos a la cara e Izuku se tapó la suya con sus brazos.
- ¡N-No es así, señor! – Exclamó Izuku. Ochako había vuelto a flotar y fue atrapada por su padre. Los Uraraka mayores también se reían.
- Apúrate. – Fue todo que dijo Simón.
Izuku respiró hondo para calmarse y se dirigió a su nueva amiga, quien ya estaba en el suelo aun mareada. Ambos estuvieron frente a frente unos segundos incomodos sin decir nada, no sabían cómo despedirse.
- Yo, em, fue un-un placer estar con-contigo hoy, Uraraka-san. – Dijo finalmente Izuku, rascándose la nuca, nervioso.
- Mu-Muchas gracias por ayudarme tanto, Midoriya-kun. – Agradeció la castaña, jugando con un mechón de su cabello.
- N-No es problema, tú también me ayudaste a mí, mucho. – Dijo Izuku con más confianza. Ambos se quedaron mirándose directamente unos segundos, esmeralda y chocolate chocando con intensidad, dos mundos nuevos interactuando y girando uno alrededor del otro, revolucionando.
- You're just too good to be true, can't take my eyes off You. –
- Su-Supongo que te veo luego. – Se despidió el joven de cabello verde, sonriendo levemente. Ochako asintió con una sonrisa tierna.
- Dalo por hecho. – Respondió la chica. Izuku entonces le dio una última mirada antes de darse la vuelta y comenzar a caminar. Entonces, Ochako se dio cuenta de algo.
- ¡Midoriya-kun, espera! – La chica se acercó rápidamente a él, el chico se volteó y miró curioso a su amiga.
- Préstame tu celular. – Le pidió la castaña. Izuku la miró confundido, pero le extendió su celular.
Ochako lo agarró y comenzó a teclear en el aparato. Un minuto después se lo devolvió a Izuku, quien miró con sorpresa y un sonrojo la pantalla. Era un nuevo contacto, con el nombre "Uraraka" y un emoji de saturno al lado. El chico de cabello verde balbuceo estupideces sin saber qué decir.
- Así podremos estar en contacto, sobre todo cuando vuelvas a Musutafu. – Le dijo la chica, liberando un deje de tristeza en la idea de que Izuku eventualmente se iría.
- Entonces, hasta mañana, Midoriya-kun. – Se despidió finalmente la chica con una sonrisa brillante antes de volver con sus padres.
Izuku la miró alejarse, y no pudo evitar quedar fascinado con la forma en que su cabello castaño se movía con el viento.
Cuando Ochako volvió con sus padres, los vio a ambos con sonrisas traviesas, sobre todo su madre. La castaña menor se sonrojó, sabiendo que no la iban a dejar en paz con las burlas.
- Bueno, cariño, antes de empezar a molestarte vamos a comer, seguro estás hambrienta. – Le dijo juguetonamente Nobara, mientras la familia entraba a la casa. Ochako se sonrojó y volteó a ver cómo la figura de Izuku se alejaba de su casa.
- En realidad, no tengo tanta hambre… Midoriya-kun me compró un mochi de fresa. – Dijo Ochako casi por inercia, sonriendo tiernamente observando al peliverde desaparecer en la noche.
Ambos padres compartieron una mirada curiosa, sabían lo orgullosa que era su hija con que alguien externo le compre cosas, sobre todo comida.
Cuando Izuku alcanzó a su mentor, él seguía viendo el contacto de Ochako, sonriendo bobamente. Simón lo miraba de reojo y negaba con la cabeza.
- Adolescentes tenían que ser. – Susurró el hombre en español.
- García-san… – Llamó Izuku a su mentor. Simón lo miró, no era común que el peliverde lo llamara por su nombre.
Izuku había desviado su mirada del celular para mirarlo con la sonrisa más sincera que había visto en el niño en mucho tiempo, sus ojos brillaban de felicidad mientras algunas lágrimas se filtraban.
- Ella… Uraraka-san me dijo que yo fui su héroe. – Declaró con voz rota el joven peliverde, mientras se limpiaban las lágrimas que se estaban desbordando.
Simón abrió los ojos y arqueó una ceja. Así que era eso, al fin alguien había reconocido una acción heroica del niño. No lo culpaba por estar emocionado, la última vez Izuku salvó a alguien, ese alguien le dio una paliza minutos después. El mulato miró a su alumno unos segundos para luego suspirar y ponerle una mano en el hombro suavemente. Para su sorpresa, Izuku no tembló, solo parecía sorprendido.
- Ese muchacho que yo quiero tanto, ese que yo regaño a cada rato… –
- Bien hecho, niño. – Le dijo calmadamente Simón.
Izuku lo miró con sorpresa y sonrió en felicidad pura, recordando los lindos rasgos de su nueva amiga, lo agradecida que estaba con él, lo burbujeante que era, el abrazo que le dio cuando le dio consejos con su quirk. Izuku hizo una amiga hoy. Izuku hoy encontró un nuevo y hermoso universo.
- Es como una revolución copernicana… – Susurró Izuku felizmente.
