Sumario: Ginny va a encontrar la verdad tras su obsesión con los ojos verdes…
Clasificado "G" por lo pronto, es posible que cambie con el tiempo.
Algún imperfecto (OOC, Mary Sues, etc,) favor de reportarlo a la autora, se otorgan gratificaciones.
"Si los personajes fueran míos, harían el sexto libro, no un fanfic… Y los que sí son míos, hacen fanfic para cualquiera que los pida"
Red de Memorias
Uno: Grandes lecciones (Sobre desafiar la autoridad)
"Aquel verano tuve la mayor permisividad de mi vida. No había nadie que me dijera a qué hora levantarme, nadie que me obligara a lavar trastos, nadie que ordenara todo.
Me gustaba la libertad, pero erré un poco en la forma de demostrarlo; y en la compañía que me la enseñaba.
No tengo nada en contra de las familias desintegradas, pero con Saskia y su madre no había ni un límite. El sueño de cualquiera, pero a mi, a pesar de que fui feliz como nunca, me desequilibró un poco demasiado. Ahora lo reconozco.
Nos quedamos un tiempo en la ancestral casa Gaarder, por aquellos tiempos propiedad del Gaarder mayor, hermano de la madre de Saskia (de nombre Imogen, por cierto); y en la que sólo estaban los gemelos y su hermana mayor, primos de Sas.
A mi exagerado entusiasmo, súmale la falta de buen juicio de Sas, la impulsividad de su primo Seth y la extravagancia de Amy, la otra gemela. El resultado fue que Prue, la hermana mayor y "adulta" a cargo, no podía con nosotros.
Hice surfing, me tiré de un puente, competí en una carrera de motocicletas, estuve en un concierto de una banda de rock gótico, disfrazada y todo. También tuve muchos más raspones, cortadas, golpes y magulladuras de los que había conseguido en mi vida.
El nivel social en el que ellos se desenvolvían era mucho muy diferente al mío, o en otras palabras: Ellos tenían dinero y yo no; por supuesto que me avergonzaba. Imogen Gaarder me solucionó el problema, a pesar de todo, me ofreció un trabajo con ella (tenía su propia casa de modas) y lo tomé.
Entonces sólo quedaba el pequeño problema de que yo, en una casa de modas, usando un poco de analogía muggle, era como Caperucita Roja en casa de Blanca Nieves, es decir, que no venía al caso. Pero era eso o nada, y acomodé ropa para las modelos, maquillé algunas, hasta que a alguien le vino la brillante idea de que, como promocionaban una línea de ropa para la jovencita promedio, debían tener modelos con medidas comunes.
Antes de que pudiera decir No puedo, me encontré en el centro de la pista, vistiendo un trapo que en mi vida podría costearme. Gané 500 dólares esa noche y se me olvidó que no podía.
Tampoco te voy a decir que inicié carrera como modelo y que mi vida se convirtió en glamour completo. Para nada; salía (a veces con las primas de Sas, o a veces con chicas que escogían en la calle) cuando necesitaba dinero. Cuando menos entonces ya podía ir con ellos sin que me diera nervio la cuenta del lugar donde comíamos.
Por supuesto que una visita a ese país no estaba completa sin ver su pueblo mágico más famoso; así que antes de regresar a casa me llevaron a Salem, un lugar lindo, aunque (para mí que había caído bajo los encantos de la vida muggle) lo mejor que hicimos fue comprar los útiles escolares del curso que se avecinaba.
Tanto había caído enamorada de la vida muggle, que para cuando regresé a casa llevaba como el triple de equipaje (ropa muggle, por supuesto, a excepción de una túnica que me gustó) y un par de sorpresitas para mi familia.
Viajamos en avión y luego en auto, Imogen dejó a Sas en casa del señor Mihara (su padre) y luego me dejó a mí en La Madriguera, así es como se llama mi casa y no te rías".
-No me estaba riendo- Protestó Dimitri, pero la sonrisa burlona aún amenazaba sus labios. Ella puso los ojos en blanco.
"Al día siguiente teníamos que tomar el tren a Hogwarts, así que sólo me quedaban algunas horas para convivir con mi familia antes de perderlos de vista (a excepción de Ron, aunque no podía contar mucho con él) por un año. Me sentía un poco culpable por ello, pero al final del día la culpabilidad se fue a la porra.
Arrastré mis maletas hasta el marco de la sala, donde escuchaba a Fred y George hablando con Harry. Parecía que lo estaban molestando, porque sus voces tenían ese típico tono de travesura que tanto les conozco; y me enteré que lo estaban molestando sobre mí cuando Harry gritó a todo pulmón (otra cosa muy típica, pero en él) que yo no le gustaba.
Pobre de mí, traté de lucir calmada y sisearle sarcásticamente (al más puro estilo Snape) que hería mi ego.
Quizá funcionó mi imitación, o quizá fue mi aspecto, pero los tres se me quedaron viendo en la más pura sorpresa, los gemelos recobrándose para sonreír orgullosamente. Cualquiera que rechazara los límites, valía la pena para ellos.
Ahora te preguntarás que tenía de especial mi aspecto para que a ellos les causara tal reacción. Nada del otro mundo, en mi opinión; llevaba unos pantalones sueltos de estilo cargo, verde militar si mal no recuerdo, como esos que no te gustan, una blusa pegada con camuflaje, unas botas negras algo toscas, y el cabello recogido bajo un sombrero verde militar. Mi figura era bastante diferente entonces, así que no era como ver a una de esas chicas salidas de la portada de la revista "Vogue" jugando a ser soldaditas, si era eso lo que imaginabas.
- Giiiny- dijo Fred, sonriendo maliciosamente- Hermaaana-
No pude más que arquear las cejas ante el tono de mi hermano, que cuando hablaba así se ponía peligroso el asunto.
Entonces apareció mi madre de quién sabe dónde, parecía muy contenta de verme porque casi me rompe las costillas en el abrazo que me dio. Y todo iba muy bien, hasta que me soltó y notó mi ceja derecha, en la cual, me había hecho una perforación"
- Sí, últimamente les gusta hacer eso a los jóvenes- comentó Dimitri, sonriendo maliciosamente. Ginny se sintió tentada a golpearlo, amistosamente claro, pero prefirió guardarse el impulso y lo ignoró.
"Entonces, como podrás imaginar, me regañó…. Largo y tendido. Gritó, gritó y gritó hasta que se quedó afónica. Yo me desesperé y comencé a gritar también.
Peleé con ella, con mi padre, con mis hermanos. Sólo Bill y los gemelos se quedaron neutrales, no me podía creer el escándalo que armaban por tan poca cosa. Total que regresé a Hogwarts enfadada hasta con mi sombra; estaba castigada hasta nuevo aviso, me mandaban cartas todos los días, para checarme y Ron tenía que escribir, semanalmente, las cosas que yo hacía para que mamá estuviera "al pendiente" pues había defraudado la confianza que depositaron en mí. Lo de siempre, ya sabes.
Lo peor de todo, es que no podía hacer nada. Rodeada y acorralada, como una comadreja, para que te rías más.
Pero como sé que te mueres por oír sobre la vida escolar de los magos; Hogwarts funcionaba más o menos normalmente, quitando el hecho de que el director era el órgano principal del mundo mágico, que sin él y sus movidas, nadie salía adelante, éramos una escuela común y corriente, tanto como se podía ser.
La gran novedad del año era que, a una semana de clases, no teníamos maestro de Defensa Contra las Artes Oscuras ni de Vuelo. Lo de defensa no era nada fuera de lo común, éstos no nos duraban más de un año, pero Madame Hooch, la profesora de Vuelo, había estado ahí los 6 años que yo tenía en el colegio, y más, según mis hermanos. Pero las clases no me preocupaban (siendo parte del equipo de Quidditch de Gryffindor, estaba exenta de la materia) sino la temporada de juego; todo estaba bajo organización de Madame Hooch.
El cotilleo general era que ya había maestros contratados, pero que no llegaban. Parvati y Lavender (Chismes Oficiales, S.A. de C.V.) lo decían; Saskia reía muy misteriosamente. Y como el misterio a Saskia Mihara es como la sordera a Mozart, pronto se supo todo el embrollo.
Parvati y Lavender tenían razón después de todo; había maestros contratados que resultaron ser nada más y nada menos que los caóticos gemelos (bueno, gemelo y gemela) Gaarder, aquellos primos de Sas.
Curioso, curioso, porque tenían 20 años. Seth quería ser músico y Amy quería dedicarse al noble arte de la cultura de belleza. Y que terminaran como mis maestros de Defensa y Vuelo respectivamente, era algo bastante irreal, sobre todo cuando los había visto destramparse todo el verano. Pero así es la vida, y en un santiamén eran la sensación de la escuela.
Seth era un rubio, guapísimo, de ojos azul cobalto y complexión atlética. Amaba todo lo que le bombeara adrenalina por el torrente sanguíneo (eso y la música, pasión que parecía ser vena familiar porque todos la compartían). Coqueto además el niño; y ahora se dedicaba a hacer fantasear a las chicas de mi curso (y de toda la escuela) sobre arena, mar y el "profe" en bañador.
Amy era un duplicado, pero en femenino. Mismos ojos, cuerpo de muerte y se teñía el cabello de negro, vete tú a saber por qué. Con ella si encajaba un poco más lo de enseñar Vuelo, porque era una adicta al quidditch; a eso, al maquillaje y a la ropa. Aunque a veces llegué a creer que le encantaba hacer que los chicos babearan. En fin.
Me alegraban la vida, al menos, porque además de que saben cómo divertirse (eso del buen ejemplo que debían poner, como que lo mandaron mucho a paseo), era para partirse de risa el escuchar a todas las compañeras preguntarse de dónde había salido el maestro, cuándo sería su cumpleaños, qué clase de cosas le gustarían, y si alguna de ellas podría llegar a tener una oportunidad con él. Oh sí, para botarse de la risa, porque yo sabía la respuesta a todo pues, bueno, era mala y no les iba a decir nada.
Lo mismo pasaba con los chicos; personalmente disfrutaba al máximo de la cara de idiota que ponía mi hermano cuando Amy llegaba a pasar frente a nosotros, pero disfrutaba más del posterior regaño y dosis de celos que Hermione (ya te he dicho cómo iba el rollo con esos dos) mostraba a todo el que tuviera oídos y estuviera en veinte kilómetros a la redonda. Oh sí, dulce placer de venganza. Él pasaba "mi reporte" a mamá (la guerra era con ella, en realidad) y yo le pasaba a Amy en minifalda de cuero en frente de él y Hermione"
Dimitri interrumpió a la pelirroja con una estruendosa carcajada, el volumen de la risa aumentando a cada segundo. Y llegó a tal grado que Ginny tuvo que cubrirse los oídos con las manos, porque le dolían.
- Por Dios- murmuró sorprendida
- Oh, lo siento, hace siglos que no me pasaba algo así- contestó él quedamente. Ginny notó un ligero hilillo de sangre que salía del oído izquierdo del chico, lo miró sorprendida- Es sólo que…- la frase murió al notar la mirada de ella y adivinar qué miraba- No es nada, en serio-
Ginny asintió.
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Meimi
