ENTRE ACUERDOS Y DISCUSIONES
1
Abrió lentamente los ojos, rápidamente los cerró, la luz le cegaba. Lo intentó nuevamente y nuevamente la luz le cegó. Poco a poco, su vista se fue acostumbrando y, finalmente, pudo apreciar aquel lugar en que se encontraba. Se trataba de una habitación aséptica, de blanco inmaculado y adornada con un curioso amoblado..
- Por fin despiertas. - Dijo una voz a su izquierda.
- ¿D? ¿Dónde... dónde estamos?
- En el hospital, hice que te trajeran aquí después de la paliza que te dió esa octariana - Romy no respondió, intentaba rememorar lo ocurrido, - Afortunadamente, no hay nada que lamentar, los doctores dicen que estás fuera de peligro, seguramente te den el alta esta misma noche.
- ¿La... la Octariana fue Octo?
- ¿Octo?
- La Agente 8 del Escuadrón Branquias.
- Así es... ¿Recuerdas lo que te pasó?
- Recuerdo la reunión, pero lo de la paliza... se siente como un sueño...
- Entiendo... quizás los doctores tengan que hacerte algunos estudios más, ¿como te sientes?
- Un poco adolorida, pero bien.
- Que bueno, con el tiempo te recuperaras del todo - Dijo y, casi inconscientemente, le tomó de la mano. Romy se sorprendió, era poco frecuente que D diese muestras de afecto. Sin embargo, eso le complacía profundamente. - Ahora, tenemos que hablar de tu increíble falta de sentido común. - Y hasta ahí llegó tal calidez.
- ¡¿Eh?! ¿Que quieres decir?
- Romy, estuviste a punto de violar a un miembro del Escuadrón.
- ¡¿Violar?! No, te estás confundiendo, yo simplemente traté de coquetear con ella y , bueno, quizás malinterpreté algo, fui muy rápido y se lo tomó a mal.
- Romy, ví claramente como ella te tiraba una pastilla que se sacó de la boca, la intentaste drogar... ¡¿En que pensabas?! ¡¿Querías iniciar una guerra sin cuartel con el Escuadrón?!
- ¡Pero si son nuestros enemigos!
- ¡Una cosa es que sean nuestros enemigos y otra distinta es invitarlos para agredirlos a traición! ¡¿No te das cuenta que estamos en una especie de armisticio?! Ellos solo se meten en las cuestiones de su competencia, pero no van más allá de eso. Tu locura podría haber hecho que nos atacarán de frente y sin medias tintas. - Romy solo le contemplaba con el ceño fruncido - Y no solo eso, sino que también actuaste a mis espaldas. ¿Quién te crees que eres?
- D, no sé a qué te refieres.
- Ah, ¿No lo sabés? Bien, deja que te las enumere. Primero, hiciste volver a Susy del exilio.
- ¿Y cuál es el problema? Después de todo lo que pasó, no le queda más remedio que hacer lo que se le ordena. Así que quédate tranquilo, no nos va a traicionar.
- No me gusta que sea parte de La Familia, ya nos costó mucho dinero.
- Lo de las Fronteras Abiertas hubiese ocurrido tarde o temprano, D. La población inmigrante venia en aumento, iba a haber presión política para un cambio, lo impulsara Tina o no.
- Pero lo hubiésemos podido retardar si ella no se hubiese metido. De todos modos, no quiero a Susy en La Familia.
- Mira, está con Santiago y ambos son buenos recursos, no podemos tenerla lejos sin más, o el otro podría replantearse su lealtad y, no sé vos, pero prefiero no tener que aniquilarlos, aún nos pueden rendir. De hecho, hicieron muy bien el trabajo de espionaje que pedí.
- Te refieres a espiar a la Agente 8.
- Si, ella era una gran incógnita, ¿me vas a decir que hice mal en tratar de indagar sobre ella o sobre el incidente en la costa este? Yo pienso que es bueno saber cosas.
- Puede que lo sea, pero me lo mantuviste en secreto, tendrías que haberme comentado todo lo que estaba pasando.
- ¡Pero si estás distante conmigo y me has hecho a un lado! ¡Quería esperar a tener algo bueno antes de ir a comentártelo! ¡Eso no es guardarte secretos, D, es tratar de ser cuidadosa!
- ¿Por cuidadosa te refieres a la reunión que mantuviste con esa octariana?
- Aunque no lo creas, logré obtener muchas perlas de información y, si Octo cumple su parte del trato, lograré tener aún más.
- ¿Qué información? ¿Qué trato?
Y Romy procedió a contarle, con lujo de detalles, todo lo que había podido averiguar de Octo, así como lo que esta le había comentado sobre el Metro Abisal y Pastec y el acuerdo al que habían llegado. D le escuchó con atención y, cuando hubo terminado, opinó:
- Es muy interesante, Romy, todo lo que cuentas. La verdad hiciste un gran trabajo, debo admitirlo. Aún así, no puedes cerrar acuerdos de ese calibre sin charlarlo conmigo antes.
- Sí, lo lamento, me precipité. Pero en fin, lo hecho, hecho está. Me alegra que entiendas lo bueno de la información que he obtenido. Cuando Octo cumpla su parte, verás que valdrá la pena.
- No, Romy. Quiero que le digas a esa chica que ni se moleste, no nos interesa.
Romy se quedó anonadada, sin saber que decir por unos segundos. Entonces:
- D, me parece que te equivocaste, veras, pusiste un par de palabras extra. Saquemos el "ni" y el "no", así queda bien claro lo que quisiste decir, que Octo se moleste y que nos interesa.
- No, Romy, no me equivoqué. No nos interesa, así de simple.
- ¿Pero vos me estás jodiendo? ¡Me acabas de decir que hice un buen trabajo!
- Y lo hiciste, descubriste cosas muy interesantes. Ahora bien, más allá de que el conocimiento es poder, no veo en que nos puede beneficiar toda esa historia, ni nada de lo que pudiera haber en esas instalaciones.
- Ay, por los Dioses... - Romy se tomaba el rostro con las manos. - D, hace muchos años que te conozco y tengo que decirte que sigues exactamente igual.
- ¿En qué sentido?
- ¡En que a veces sos medio lelo! - Y le señala - ¡No sos más lento porque el día tiene 24 horas!
- ¡Más respeto, que soy tu jefe!
- Te respeto como Jefe. Por eso te señalo tus defectos, para que puedas superarlos... ¿No te das cuenta que ese lugar es un invaluable hallazgo arqueológico?
- Sí, me doy cuenta, pero si La Familia no puede ganar dinero con eso, ¿qué me importa?
- ¡Hombre tenías que ser! D, mira, el Dr. Jones es un viejo conocido mío. Es verdaderamente un docto y si puede investigar aquel lugar, va a volverse un académico de renombre... y él sabrá que todo aquel prestigio ganado será gracias a su segura servidora.
- ¿Y?
- Me deberá un favor y no tendrá problemas, sabiendo lo aficionada que soy a la arqueología, en pasarme algunas piezas en forma extraoficial. Claro, no puede pasarme todo, pero con algunas piezas que me dé, bastará.
- Eso está muy bien, Romy. Pero no voy a permitir que se malgasten recursos de La Familia en tus pasatiempos.
- D, deja de mirarme las tetas.
- ¡¿Qué?!
- Eso, deja de mirarmelas.
- ¡No te estoy mirando nada!
- ¿Ah, no? Pues no se nota, porque si yo te estoy diciendo algo tan evidente y vos no te das cuenta, la única conclusión a la que puedo llegar es que no estás prestando atención porque me estás mirando las tetas.
- Romy, ¿por qué no me decís las cosas directamente y listo, en lugar de dar tantas vueltas?
- Que lento que sos, por favor. Bien, la cosa es así. Las piezas arqueológicas, especialmente las correspondientes a la civilización humana, se venden muy bien en el mercado negro.
- ¿Tan bien?
- Bastante, a los coleccionistas les encantan y no hay en abundancia, cinco millones mínimo.
- ¿Por pieza?
- Por pieza.
La expresión de D cambió drásticamente, ahora reflejaba un mayor interés.
- ¿Y cuántas piezas podemos obtener de esto?
- No sé, es el riesgo de la inversión. Pero por lo que nos va a costar el cumplir nuestra parte del trato con Octo, con una ya más que cubrimos lo invertido. Todo lo demás, es beneficio.
D meditó por un momento, mientras Romy guardaba un paciente silencio. No entendía mucho de aquel supuesto mundo del contrabando de objetos arqueológicos. Realmente, lo que Romy le decía tenía sentido, ¿pero cuánto riesgo asumiría y cuánto podría ser el retorno esperado? Imposible saberlo. Sin embargo, cualquier posibilidad de obtener beneficios extra siempre es bienvenida y la operación que Romy planteaba parecía tener fecha de caducidad, en vez de ser un negocio permanente, por lo que podía permitirse desviar algunos recursos temporariamente, siendo la perdida posible acotada.
- Está bien - Dijo - Me convenciste, puedes seguir adelante con esta operación.
- Excelente, D - Dijo la mujer, sonriendo - Te aseguro que no te arrepenti...
- ¡Pero! - Le paró en seco - No estoy dispuesto a invertir más de un millón. Es el presupuesto que te asigno.
- No hay problema, D. Con eso me las puedo arreglar.
- Bien, Romy. Creo que no tenemos más de que hablar. Si me disculpas, tengo negocios que atender.
- ¡Espera! - La inkling le detuvo - ¡No te vayas!
- Romy, tengo trabajo.
- ¡Pero es que quiero un masajito!
- ¿Masajito?
- ¡En los piecitos!
- Romy, realmente no tengo tiempo para esto.
El semblante de la susodicha se ensombreció. Se dió media vuelta bruscamente, mirando hacia la pared.
- ¿Pasa algo? - Preguntó estúpidamente el mafioso.
- No, nada.
- ¿Segura?
- Si, solo quiero dormir.
- ¿Por qué estás enojada?
- ¡No estoy enojada!
- Hablas como si estuvieras enojada.
- Pues no estoy enojada, D. ¿Tengo alguna razón para estar enojada?
- Pues, no sé. ¿Por qué no te quise masajear los pies?
- ¿Vos crees que es por eso?
- La verdad me parece un poco exagerado.
Romy se dió media vuelta, encarandola nuevamente.
- Te lo vuelvo a decir, no sos más lento porque el día tiene 24 horas. - Sentenció.
- ¿Qué quieres decir?
- Ahí está, la prueba irrefutable.
- ¿De qué?
- De tu lentitud.
- Romy, ¿me podés hablar directamente y sin rodeos?
- No estoy enojada porque no me quieras masajear los pies, tarado. Estoy enojada porque nunca tenés tiempo para mí.
- No es verdad.
- ¡Sí, es verdad! ¿Cuándo fue la última vez que intimamos o que tuviéramos un momento a solas, aunque sea? Siempre antepones el trabajo a mí y desde que se resintió el negocio del tráfico de personas, es peor... A veces siento que ya no me querés. Supongo que mis yerros hicieron que perdieras tu interés en mí.
- Romy... No es así.
- Sí, D. Es así.
- No, realmente he estado muy ocupado.
- ¡Es que siempre estás así! Entiendo que tienes una agenda apretada, ¿Pero no podés tener aunque sea un momento para mí? Un segundo, al menos, D. Un segundo.
- Yo a vos te quiero, Romy... Sé que me cuesta demostrarlo, pero me preocupé después de lo que te pasó. Te acompañé en la ambulancia y estuve desde anoche en el hospital. No me aparté de tí un segundo.
- Yo también te quiero, D. Pero aunque no lo parezca, necesito un poco de afecto de vez en cuando, no quiero tener que ir al hospital para que me lo des.
D le contempló por un momento, meditando. Recordaba la vez que se conocieron y como ella se fue adentrando más y más en su vida. Siempre fue una persona seria, reacia a perder la compostura y siempre atenta de guardar las apariencias, así como las distancias. Pero esa mujer... Esa mujer... realmente le sacaba de quicio, arruinandole su disfraz imperturbable. Siempre fue la única persona que no tuvo miedo de hablarle sin tapujos. Leal, pero sin pelos en la lengua. Su personalidad extrovertida, su desfachatez, lograban exasperarle y sin embargo, sin embargo, nunca se había planteado ponerle un freno, pararle los pies. Al principio, fue simplemente por sus buenas ideas, que le habían aportado amplios beneficios; pero con el tiempo, fue algo más, volviéndose más cercanos (más de lo que cualquier testigo ocasional pudiera dilucidar). Fue por esa cercanía que toleraba sus locuras, así como sus errores. Dónde otros hubieran perdido toda influencia (y puede que algo más), Romy se mantenía. Pero aquello suponía un riesgo. Años en ese negocio le habían enseñado que la debilidad será explotada y no pudo evitar llevar aquella enseñanza a un ámbito más personal que el frío mundo de los negocios. Así, subrepticiamente, fue apartando a Romy de la mesa chica, en beneplácito de otros cabecillas. No del todo, entendió él, quien supuso que su castigo había sido bastante benevolente y piadoso. Pero Romy, según se veía, no lo entendió así y puede que, junto con este distanciamiento profesional (por decirlo de alguna manera) hubiese también aflorado un distanciamiento más personal, del cual él no habiase dado cuenta; mas aquella mujer, sí. No había querido herirla, realmente, pero eso no importaba porque, al final, lo había hecho.
- Lo siento - Para él, su alma se desnudaba - Lamento que hayas sentido que ya no te quería, no haberte dedicado el tiempo que te merecías. Voy a corregir mi conducta, de verdad.
Romy le sonrió, pero no con aquella sonrisa irónica, marca de fabrica, con la cual tiene a todos acostumbrados. No, fue otra sonrisa, una sonrisa cálida, de felicidad, de gran afecto.
- ¿Eso quiere decir que me vas a hacer los masajitos en los pies?
- No tienes remedio - Suspiró, D - Prepárate.
La felicidad de Romy era inmensa, así como su relajación, pero aquel momento fue interrumpido por una puerta que se abrió súbitamente.
- ¡Amiga! Vine tan rápido como pude apenas me ente...ré... - Nati quedó paralizada al ver cómo D, la más grande y despiadada mente criminal que haya conocido Cromopolis (según su esposa) se encontraba practicándole a su amiga lo que, a todas luces, se trataba de un masaje en los pies - Perdón - Atinó a decir y cerró la puerta.
Las mejillas de D adquirieron un pronunciado rubor, mientras Romy se destornillaba de risa.
- Me tengo que ir, volveré a buscarte para cuando te den el alta - y se marchó sin vacilaciones.
- Noooo - Le gritaba Romy, tratando de contener, futilmente, la risa - ¡Vuelve! ¡El masajito estaba muy rico!
Imposible, D estaba demasiado avergonzado y, fingiendo entereza, abandonó la habitación. A los pocos segundos, Nati ingresó.
- Amiga, perdón, creo que les arruiné el momento.
- No pasa nada, Nati. Ya tendremos otra oportunidad. ¿Cómo estás?
- Yo bien, ¿vos cómo estás? Bebu me contó lo que te pasó y luego me enteré que estabas en el hospital.
- Ah, ya veo... ¿Bebu te dijo algo más?
- Sí... dijo que, si te ve, termina lo que esa octariana empezó. Romy, ¿te volviste loca? ¿cómo se te ocurre intentar propasarte con aquella Octoling?
- Yo no me intenté propasar, ¿por qué todos insinúan eso?
- Romy, trataste de drogarla.
- Bah, esa pastillita solo iba a desinhibirla. Viste como son los octarianos, demasiado rectos (en general). Pensé que necesitaba una ayudita para que se animara... Bueno, en vista de los resultados, admito que tal vez malinterprete las señales. Creí que me quería partir al medio, ¡y lo hizo! Pero no como yo esperaba.
- Romy, es un horror lo que me estás contando y me preocupa que no te des cuenta. Prométeme que no volverás hacer algo así, con nadie, o te juro que daré por terminada nuestra amistad.
- Nati... - Romy había quedado descolocada, no se imaginaba esa reacción.
- Prométemelo, por favor.
- Ok, ok... Te lo prometo, nunca más haré algo así.
- Gracias... Además, no entiendo cómo se te ocurrió que esa octoling podía estar interesada.
- Bueno, Nati, no es por ser engreída, pero me parece que me acerco bastante a los cánones de belleza hegemónicos.
- ¡Romy! ¡No me refería a eso,
- ¿Ah, no?
- ¡No! Quería decir, ¿por que pensaste que le podían interesar las mujeres?
- ¿Y por qué no le interesarían?
- Pues, para empezar, porque ella también es mujer.
- Bebu y vos lo son y ya llevan varios años casadas.
- Sí, bueno, pero...
- O sea, todo bien, Nati, pero ustedes no tienen el monopolio lésbico de Cromopolis, hay otras.
- Entiendo, Romy, pero lo que quería decir...
- Incluso esas dos de las Cefalopop lo son.
- ¡Romy! ¿Me podés dejar terminar?
- Ok... Adelante.
- Gracias. Lo que quería decir era: ¿Por qué asumiste que a ella le gustaban las mujeres? Digo, no todas son lesbianas y hetero hay muchas.
- ¡Ah! Me lo dijo mi sentido arácnido.
- Andate a la puta que te parió.
Romy se estalló de risa ante la reacción de su amiga. Entonces, dijo:
- No sé qué querés que te diga. Fue una intuición.
- ¿Intuición?
- Si, me pareció muy obvio. Esa chica tiene un aura homo rodeándola.
- ¿Vos crees?
- No tengo pruebas, pero tampoco dudas. Mírala bien y te darás cuenta... - La expresión que puso su amiga no le pasó desapercibida, afloraba en ella un temor, una preocupación. Creyó entender por dónde iba el asunto. - ¿Cómo va todo entre Bebu y vos?
- Bien... - Respondió - La verdad no pasamos mucho tiempo juntas... Después de dos años sin vernos, le asignan una misión que la mantiene ocupada.
- ¿Ayudar a Octo?
- ¡Si! Se pasa los días acompañando a esa octariana. Al principio, más allá de la decepción de que no se pudiese tomar unas vacaciones, no tenía drama.
- Pero el tiempo avanza.
- ¡Así es! ¡El tiempo avanza y ella sigue acompañándola! Ya me impacienta. Bebu me dijo que aún no podía dejar la misión porque vos parecías estar detrás de aquella chica.
- Bueno, eso es verdad.
- Se siente culpable por lo qué pasó con la Agente 4. En el momento, lo entendí, pero... ¿cuánto más debo esperar? Esa chica ya demostró que se puede cuidar sola... Pero Bebu la sigue frecuentando y ahora vos me decís que, quizás, sea lesbiana y... y... y yo no sé que pensar, ¿entendés?
- Ay, amiga... Escúchame, Bebu te ama, lo que pasa es que el trauma que tuvo con lo de Susy le hizo replantearse su actuar con otros agentes, sobre todo con los nuevos.
- ¡Pero yo soy la esposa, Romy! Entiendo eso que me dices, pero quiero que podamos pasar tiempo juntas, no es justo que me deje de lado... Amiga, por favor, prométeme que La Familia dejará de interesarse por esa chica, quizás así Bebu termine su misión y finalmente tenga tiempo para mí.
- Mira, Nati, con Octo tenemos un trato, no puedo simplemente bloquearla de WhatsApp. Si te sirve, decile a Bebu que no tenemos intenciones de dañar a Octo, que una vez terminemos nuestro acuerdo, la dejaremos en paz, tenés mi palabra.
- Gracias, Romy.
- Igual, Nati. Eso no va a cambiar nada. debes entender que esa chica es parte del Escuadrón y va a seguir viéndose con tu esposa, las cosas no van a ser como antes. Vos vas a tener que aprender a confiar en ella y Bebu tendrá que aprender a equilibrar el Escuadrón con su matrimonio. Mi consejo, tengan una charla, hablen de esto, planteale como te sentis, no discutas, no te enojes, pero sincerate y que ella haga lo mismo. Es lo mejor que pueden hacer.
Nati meditó sobre aquello que su amiga le había aconsejado y lo encontró correcto y bastante sabio.
- Sabes, cuando te tomas las cosas en serio, se te ocurren buenas ideas.
- Es mi especialidad.
- Tu especialidad es exasperar al personal.
Tras aquella broma, ambas rieron y el resto de la visita consistió en temas intrascendentes.
2
Mientras tanto, en otro lugar, cercano a tierras octarianas, dónde la base de operaciones del Escuadrón Branquias se levantaba, el cantar de las cigarras se escuchaba y dos agentes conversaban.
- Octo, a mí me parece una mala idea.
- Bebu, para vos era una mala idea desde el principio.
- Y tenía razón; para empezar, te pusiste en un riesgo innecesario y, de casualidad, Romy no te hizo nada.
- No me hizo nada porque me sé defender, ¿podrías aunque sea reconocer eso?
- Está bien, te lo reconozco, lo supiste manejar. Pero siento que estás subestimando a Romy como ella hizo contigo. Seguramente, la próxima vez esté mejor preparada.
- Me sabré cuidar.
- Octo, no se trata de que te sepas cuidar, se trata de no arriesgarse cuando lo podés evitar. Encima, llegas a este acuerdo que consiste, básicamente, en que La Familia tenga acceso a esas instalaciones subterráneas.
- No creo que le encuentren mucha utilidad; para mí, a Romy solo le aficiona la arqueología. ¿Qué puede haber ahí que le pueda interesar a esos mafiosos o que pudiera representar un peligro?
- No lo sé, pero para mí es asumir un gran riesgo.
- Bebu, vos sos, en general, reacia a tomar riesgo alguno.
- ¡Y vos estás demasiado dispuesta a asumirlos!
- No te enojes.
- No me enojo, Octo. Solo que no estoy de acuerdo con esto. No me gusta nada. ¿No hay otra forma de que puedas intentar recuperar tus memorias?
- ¿Cómo qué?
- Tratamiento médico.
- No, podría tardar años de ese modo. Además, me asusta de que pudieran concluir que mi amnesia es incapacitante y me internen en una institución.
- Eso no va a pasar, Octo.
- Eso lo decís vos. Perdóname, Bebu, pero no quiero volver a ser examinada, ya pasé por eso.
Y ella entendía a que se refería su amiga. Decidió no seguir con el tema. Quizás, hubiera otra alternativa...
- Vos fuiste soldado.
- Soy una soldado.
- Correcto, ¿los Octarianos no tendrán un registro tuyo?
- ¿Te refieres al Estado? No sé si estarían muy felices de verme, seguramente ya saben que soy parte del Escuadrón (hay espías por todos lados) y si regresara, me arriesgaría a ser ejecutada por Alta Traición.
- Bueno, ahí tienes razón y tratar de llegar a un acuerdo con ellos por este tema, cuando todavía estamos negociando por el conflicto de la energía, sería inconcebible, nadie lo autorizaría.
- Bebu, aprecio que busques alternativas para que no tenga que tratar con esos delincuentes. Pero yo no veo otra. Ahora, sé que no estás de acuerdo con este trato al que llegué, pero es importante para mí, así que te pido que guardes silencio cuando venga el Capitán.
- Octo, yo...
- Por favor.
Esa Octariana realmente lograba sacarla del eje y no entendía por qué. Con cualquier otra persona que se le ocurriera hacer tratos con La Familia, ella ya le hubiese puesto un alto, sobre todo si implicaba permitir el acceso a zonas restringidas. Pero con Octo... con Octo era diferente. Le tenía inmenso cariño, aunque a veces le costara admitirlo, y eso le llevaba a ser permisiva en exceso. Suspiró, resignada.
- Me quedaré callada, no intervendré.
- Gracias, significa mucho para mí - Y le sonrió tiernamente, lo cual le generó un tenué rubor (realmente, siempre la sacaba de su eje).
A los pocos minutos hizo acto de presencia el Capitán Jibion. Las dos le saludaron con el respeto que exigía su cargo (aunque el les pidió que, por favor, no fueran tan formales). Le escoltaron al interior de la cabaña y se sentaron alrededor de una sencilla mesa, mientras el Capitán calentó un poco de agua y preparó unos relajantes tés de algas para el mismo y sus subordinadas. Los bebieron de un sorbo y, cuando hubieron terminado, Jibion exclamó:
- Agente 8, tengo entendido que tienes algo importante que decirme.
- Sí, Capitán. Verá, he pensado sobre las instalaciones de Pastec.
- Sí, continúa.
- Verá, entiendo que el ejército restringiera la zona, evitando la entrada de civiles.
- Por supuesto.
- Pero quizás habría llegado el momento de permitir una expedición civil. Digo, el tiempo ha pasado, si hubiera allí algo peligroso, ya lo hubiesen encontrado y, la verdad, lo que allí pudiera haber será mejor apreciado por un grupo de arqueólogos.
- No me digas, Agente 8. ¿y supongo que dicha expedición debe ser liderada por el Dr. Henry Jones Jr., el conocido de Romy? - La pobre octariana no supo que decir, había quedado en evidencia, ¿pero cómo? - ¿Creiste que nací ayer, que no sabía que estaba pasando? Después de lo que ocurrió con la Agente 4, invertí en servicios de inteligencia para el Escuadrón. Te permití avanzar porque, hasta el momento, no hiciste nada ilegal, pero lo que estás pidiendo es inconcebible, ¿qué esperas ganar que compense el riesgo de permitir a esos mafiosos poner sus sucias manos en lo que sea que haya en esas pesadillescas instalaciones? Realmente, espero mucho más de una heroína.
La pobre octariana bajó la cabeza avergonzada, no se esperaba tan dura reprimienda, para ella su obrar no había sido tan terrible como lo relataba su superior. Hubiera querido contestarle, pero su entrenamiento militar, impreso a fuego en su inconsciente, le impedía actuar de una manera más acertiva ante un rango más alto.
La Agente 3, testigo silencioso hasta el momento, decidió tomar la palabra.
- Capitán, yo...
- Agente 3, a ti también tengo que decirte unas cuantas cosas. No he pasado por alto que, hasta el momento, has mantenido un silencio cómplice en todo lo que ha dicho y actuado la Agente 8. Tengo que decir que me decepcionas; tu deber era acompañarla y ayudarla a integrarse en nuestra sociedad, no el dejar que tomara un riesgo innecesario.
Al escuchar todo eso, Octo se sintió devastada, no solo se había metido ella misma en un lío, sino que también había arrastrado a su amiga. ¿Que sanción le aplicaría el Capitán por su accionar? ¿Una mera reprimienda, una suspensión o la baja sin honores de la Fuerza? Nunca se perdonaría si algo así le llegase a ocurrir a la Agente 3, quien no se merecía tal destino.
- Capitán - Dijo, tranquila, esta última - Permiso para defenderme.
- Permiso concedido.
- He acompañado a la Agente 8 como me lo pidió. Cuando ella me contó lo que planeaba, por supuesto que me opuse, le dije que era una mala idea, incluso le propuse alternativas, le señalé el gran riesgo que tomaba. Ahora bien, cuando usted me ordenó acompañarla, nunca mencionó que yo sería su superior, de modo que, en principio, ella y yo somos iguales en rango. Por eso, cuando decidió seguir con su plan, no pude ordenarle que se detuviese y, siendo que no había cometido ilícito alguno (como usted mencionó), tampoco tenía nada que reportar. Mas aún así y siempre teniendo en cuenta mi misión, así como buscando velar por el bienestar de la Agente 8, le pedí que confiara tanto en el escuadrón como en mi persona, de modo que me mantuviera al tanto de todo lo que ocurriera y poder ayudarla de ser necesario. Se dará cuenta, Capitán, que lo antedicho implicaba confianza, de modo que no podía intentar detenerla de ninguna manera, en la medida de que no estuviera cometiendo ilícito alguno.
- ¿Eso es todo lo que tienes que decir, Agente 3?
- Es todo lo que tengo que decir en mi defensa, Capitán.
Jibion meditó las palabras que su subordinada había mencionado y, finalmente, sentenció:
- Acepto tu defensa, por lo que no tendrás sanciones. Sin embargo, en el futuro (y esto va para ambas), quiero que me informen si algún agente sugiere, siquiera, hacer contacto con algún miembro de La Familia.
- Sí, capitán - Dijeron al unisono.
- Excelente.
- Capitán - La Agente 3 volvió a tomar la palabra.
- ¿Sí, Agente 3? ¿Tienes algo más que decir?
- Sí, señor.
- Adelante.
- Aunque no me entusiasma lo propuesto por la Agente 8, quizás deberíamos considerarlo - A la mencionada, esto le sorprendió.
- ¿Cómo dices? - Inquirió Jibion.
- Verá, La Familia no se detendrá en su ambición, tiene recursos, inklings muy inteligentes en sus filas y una basta red de contactos que se extiende más allá de lo que podamos imaginar.
- ¿Y qué quieres decir con esto, Agente 3?
- Recordará que la (ex)Agente 4 escapó de la prisión militar.
- Lo recuerdo...
- No pudo hacerlo sola y, como bien sabrá gracias a sus servicios de inteligencia, ahora que volvió está bajo las órdenes directas de Romy - El anciano asintió - Resulta evidente que La Familia le ayudó, lo que demuestra que tienen contactos incluso en el ejército.
- Si, resulta evidente. ¿Pero a qué viene todo esto, Agente 3?
- Capitán, en mi opinión, si nos negamos a qué se realice esa expedición, Romy buscará otro método y, entonces, no podremos controlarla. Pero si la permitimos, podremos vigilar a los arqueólogos y evitar que pudieran llevarse cualquier artefacto que pudiere conllevar un potencial peligro para Cromopolis.
- Agente 3 - Jibion rumió el discurso realizado por su subordinada - Aunque tiene cierto sentido lo que dices, esas instalaciones son peligrosas para los civiles, aún están llenas de octarianos sanitizados; lo que también nos lleva al problema político que tenemos con su Estado, que reclama el acceso a las mismas, bajo el pretexto de que su mera existencia se basa en el sufrimiento sistemático de los suyos.
- Lo cuál nos da el pretexto para que dicha expedición tenga una escolta militar. Para los arqueólogos, la excusa será la amenaza latente y, para los octarianos, que dicha expedición será para conocer un poco más de la zona a efectos de analizar una expedición conjunta en el futuro.
- No creo que los podamos convencer...
- Quizás deberíamos jugar la carta Octavius...
- ¿Realmente se te ocurre dicha posibilidad?
- Capitán, las tensiones entre ambos estados es alta, pero ahora tenemos una considerable población octariana viviendo en nuestras fronteras. No me parece el mejor contexto para una guerra. Quizas los octarianos puedan soportar una afrenta, pero no sé si dos. Les devolvemos a su líder como gesto de buena voluntad, bajo la condición de que nos dejen ser los primeros en explorar Pastec y con la promesa de realizar una segunda expedición conjunta en el futuro (recordemos que dichas instalaciones están en nuestro territorio, por mucho que las exigencias de los octarianos sean entendibles).
Jibion sonrió para sus adentros, realmente complacido por el actuar de su más valiosa agente.
- Resulta admirable tu capacidad para defender tan tenazmente una causa por la cual no abogas. Tienes un gran futuro como parte de este Escuadrón, Agente 3, mucho más de lo que te hubieras podido imaginar. - La alabada permaneció impasible - Bien, será como tú dices, venme en el ministerio de defensa en dos horas, para que puedas exponer tu argumento con aquellos que tienen poder para llevarlo a cabo. Yo te avalaré.
- Sí, Capitán.
- Bien, me retiro, nos vemos pronto.
Cuando se hubo marchado, Octo encaró a la Agente 3 y con profunda curiosidad le preguntó:
- ¿Por qué me ayudaste? Pensé que no estabas de acuerdo con esa expedición?
- Y no lo estoy...pero significa mucho para tí y, la verdad, no se me ocurre una alternativa que pueda convencerte.
- ¿Pero no te estás arriesgando demasiado? Realmente no quiero que por mi culpa termines en un problema.
- Octo, tranquila, lo peor que me puede pasar es que el Ministro de Seguridad me de una negativa.
- Cuando Jibion te llamó la atención, temí que te pudiera sancionar por mi culpa, incluso que quizás te dieran la baja sin honores. Te doy mis más sinceras disculpas.
- Octo, no tienes que disculparte, vos no me has obligado a nada que no quisiera hacer... Además, si me expulsasen del Escuadrón, tendría más tiempo libre y, aún así, nos seguiríamos viendo, ¿no?
- Sí, obvio.
- ¿Entonces cuál es el problema?
Le sonrió, solo por un momento y, después, al darse cuenta de lo que había dicho, se sintió avergonzada y decidió desviar su mirada, contemplando el horizonte.
La octariana le acompañó y, por un momento, sintió el impulso de tomarla de la mano, mas no lo hizo, porque no le pareció apropiado. En su lugar, se mantuvo a su lado, ambas contemplando el horizonte, mientras un suave viento jugueteaba con sus tentáculos.
3
Rítmico, el sonido del ascensor al elevarse era. Mientras, ella observaba pacientemente el indicador, dónde los números se sucedian a gran velocidad: Primero el uno, seguido por el dos, luego el tres, cuatro, etc., hasta finalmente llegar al piso que le correspondía. Las puertas se abrieron y volvieronse a cerrar en cuenta las hubo traspasado. Caminó unos metros por aquel angosto pasillo, hasta la entrada a su hogar... suspiró. Once de la noche, eso le indicaba el reloj de su celular. Once de la noche y otra vez en casa. Otra vez en casa y su esposa esperándola, lista para recriminarle por haber llegado nuevamente tarde. Resignada, abrió la puerta...
- Hola, Bebu. - Su mujer le saludó gentilmente, lo cual le extrañó. Esperaba una mayor hostilidad, mas fue recibida con tranquilidad y un par de platos de sopa caliente aguardando en la mesa.
- Hola Nati... - Se sentó frente a ella, contemplando el vapor elevarse desde aquel plato.
- Suponía que ibas a llegar tarde otra vez, así que preparé la sopa hace poco.
- Gracias... Perdón por llegar a esta hora, tuve...
- Sí, trabajo, lo sé. ¿Qué pasó esta vez?
- Octo, el trato que hizo con Romy. Fui con el Capitán al Ministerio de Defensa.
- ¿Y que fuiste a hacer ahí?
- A convencer al Ministro para que autorice la expedición arqueológica que quiere tu amiga...
- ¿Pero vos estás de acuerdo con eso?
- No...
- ¿Y entonces por qué fuiste a abogar por ello?
- Bueno, es que Octo...
- A vos, Octo te pide algo y ya vas solicita a cumplir sus demandas, ¿no?
- Es por su memoria, Nati.
- ¿Y? ¿Por qué te tenés que jugar tanto por ella? ¿Te das cuenta del riesgo que asumis al plantear semejante cosa al Ministro? ¿Y si algo sale mal?
- ¿Por qué piensas que algo puede salir mal, no está tu amiga detrás?
- Romy separa el trabajo de nuestra amistad, ¿no notaste que nunca nos ha pasado nada a pesar de que te conocen? Pero no va a renunciar a nada que pueda redundar en su beneficio y, si eso te afecta en tu posición dentro del Escuadrón, mientras sigas viva, le dará igual.
- Vaya, que bien, mañana le llamo para agradecerle.
- No seas impertinente, Ernestina.
- Perdona, Nati. Pero es que Romy no es de fiar. Lo que pasa es que vos, simplemente, no eres capaz de dejar atrás una tonta amistad adolescente, por eso no lo ves.
Su esposa se levantó de súbito y Bebu pensó, por un momento, que le iba a tirar un plato lleno de sopa caliente en la cabeza. No obstante, sus miedos fueron infundados; en su lugar, le acercó el suyo propio y con furia contenida y unos ojos que intentaban evitar derramar lágrimas, le dijo:
- Perdí el apetito, me voy a dormir. Disfruta tu sopa, comete también la mía si quieres... buenas noches.
Se marchó, rumbo al dormitorio y un estruendoso portazo anunció su retirada. Bebu se quedó ahí, sola ante dos platos de sopa caliente. Comenzó a comer. ¿Cuando habían ido a peor las cosas? Antes no eran así, antes disfrutaban pasar tiempo juntas. Ahora... Ahora cada noche era una discusión y cada jornada laboral era un alivio... y le dolía pensar así, porque aún quería a su mujer, pero es que dicha situación era angustiante y no sabía que hacer al respecto; salía natural, hablaban y terminaban peleando.
Concluida su cena, dejó los platos en el fregadero y entró tranquilamente al dormitorio, antaño lugar de tantas dichas y ahora reservorio de incómodos silencios. Su mujer aparentaba dormir, dándole la espalda. Se acercó a ella y extendió el brazo en un vano intento por acariciarle los tentáculos, mas ella se apartó en cuanto hicieron contacto.
- Nati...
- ¿Qué quieres?
- ¿Estás bien?
- ¡No y nosotras tampoco! - Se dió media vuelta y sus miradas se encontraron, tenía los ojos anegados - No estamos bien, Bebu.
Ella suspiró, su esposa tenía razón, con pesar reconoció:
- Últimamente peleamos mucho.
- Estoy cansada de eso, Bebu... tenemos que hablar.
- Estoy de acuerdo.
- ¿Sabes por qué últimamente te reclamo tanto?
- Porque llego tarde demasiado seguido...
- Dos años.
- ¿Perdón?
- Dos años te esperé y aún lo sigo haciendo, ¿cuánto más?
- Nati, yo te entiendo. Pero es que tengo un deber que cumplir.
- Lo sé, Bebu y era consciente de ello cuando me casé contigo. Pero es que fueron dos largos años que estuviste fuera, en una misión y, cuando al fin regresaste, en vez de poder tener unos días de permiso, te asignaron la tarea de acompañar a esa octariana para que se integrara en nuestra sociedad... Luego, Romy hizo acto de presencia y tuviste que involucrarte para que no le pasara nada a esa chica y ahora me entero de que fuiste al Ministerio de Defensa a abogar por una expedición en la que no crees, solo por ayudarla. ¿Cuánto más tengo que esperar, Bebu? En serio te lo digo.
- Bueno...
- Dime, te prometo que no te voy a gritar, estoy cansada de que discutamos.
- El ministro aceptó mis planteos, pero con una condición.
- ¿Cuál?
- Quiere que yo supervise la escolta militar para los arqueólogos.
- Es decir, otra misión más que nos mantendrá apartada, quien sabe por cuánto tiempo... y luego vendrá otra y después otra y así...
- Nati, yo...
- Bebu, escucha. Entiendo que tenés un deber que cumplir, que tu trabajo es muy demandante. También entiendo que busques ser una buena compañera con esa octariana, que lo que pasó con la Agente 4 te afectó y te sientes culpable y que, además, puedas terminar desarrollando una amistad con ella. Yo todo eso lo comprendo, pero... soy tu esposa, quiero que tengas un momento para mí. Sé que estás muy ocupada, ¿pero no hay siquiera un ratito en la semana, aunque sea una horita, que podamos pasar juntas?
Bebu permaneció en silencio por unos momentos, meditando, quizás debería reconsiderar su actuar. El deber es el deber, pero su matrimonio también es importante. Quizás debería hacerse un tiempo, quizás era momento de cuidar lo que, con su esposa, habían construido...
- Tienes razón, lo lamento... Mirá, hasta que la expedición se ponga en marcha, no habrá mucho que hacer. Pediré al Capitán que me dé días de permiso hasta entonces... y me haré un tiempo para que podamos pasarlo juntas. Quizás, a veces, sea poco, eso no lo puedo evitar, pero me haré el espacio.
- ¿Lo prometes?
- Sí, lo prometo... Eres muy importante para mi.
- Bebu... tú también lo eres para mí. No quiero pelear más con vos.
- Yo tampoco, Nati.
Lo que había comenzado como una fuerte discusión había dado paso a la tranquilidad que supone una sucesión de tiernos besos. Poco a poco, la temperatura se fue elevando y, lo que en principio fueron inocentes besos, se transformaron en algo más que caricias. Pronto, la cama bailó al ritmo del amor. Despacio, al principio y, después, cada vez más rápido, hasta que hubo llegado el tiempo de deternese. Entonces, la pareja, unida en un abrazo, yacia exhausta, pero felíz. El cansancio las llevó rápidamente a la somnolencia. Bebu, en particular, no podía ya mantener los párpados abiertos y, rindiendose al toque del buen Morfeo, entró al mundo de los sueños... Un instante después de que aquella Octariana se infiltrase, cual intrusa, en sus pensamientos...
Entonces, se encontró a sí misma en un lugar familiar, sin grandes detalles, pero familiar... Se situaba en una plataforma elevada, rodeada por un fondo negro, mientras el cantico de las Calamarciñas inundaba todo el lugar.
Su felicidad era extrema, había derrotado a DJ Octavius y recuperado el Volbagrezon para bienestar de Cromopolis, además de rescatar al Capitán Jibion. Al fin lo había logrado, al fin era una heroína.
Sin embargo, debió suspender su autogratificación al captar, con el rabillo del ojo, a una solitaria Octoling que aguardaba más abajo, en otra plataforma. ¿Una simple soldado? ¿Era, acaso, el manotazo de ahogado de los octarianos? No importaba, era una enemiga, nada más y, como tal, la debía derrotar.
Dió un supersalto y, en el aire, un clavado (no la venceria así, pero se evitaría ser atacada apenas aterrizase). Comenzaron a intercambiar disparos. Esta chica era considerablemente mejor a todas las demás con las que se había enfrentado. Llegó el momento de usar su especial; activó el jetpack pero no funcionó, la escurridiza esquivaba sus cañonazos. En cuanto debió atarrizar, la malnacida aprovechó para atacarle, dándole de lleno...
Segundo round, no importaba, su traje de élite todavía podía soportarlo. Un nuevo supersalto, un nuevo clavado, momento de lanzar las burbujas y una bomba rastreadora. Pero la Octoling, otra vez, volvió a burlarle y, franqueandola, le castigó por la retaguardia.
Tercer round, mejor utilizar artillería pesada, una horda de bombas rastreadoras y una ráfaga de disparos. Pensó que con eso bastaría, pero se trataba de un pulpo diestro en evasivas y las entintadas al final las recibió ella misma.
Cuarto round, tiempo de probar una nueva táctica. Tomó una posición elevada desde una plataforma móvil, los disparos de su enemiga no le alcanzaban. Tiempo de utilizar los lanzacohetes, pero la muy escurridiza los esquivó con gracia y, cuando quizo darse cuenta, esta le había lanzado un par de plasbombas que le hicieron perder el temple.
Quinto round, la vencida. Ya estaba harta. Un súper salto y entonces uno, dos tres clavados. La había tomado por sorpresa y tenía poco terreno por dónde poder escaparse. Era el momento, apretó inmisericorde el gatillo y dió en el blanco, estaba vencida...
Se acercó a ella, dispuesta a rematarla...
- ¿Por qué haces esto? - Sollozó - Pensé que éramos amigas.
Quizo acabarla, pero no sé atrevió a jalar el gatillo... ¿por qué no lo hizo? Debió hacerlo, pero en su lugar dijo:
- Pero lo somos... Octo... Perdón, perdóname, yo te...
Y la alarma del despertador sonó con gran estruendo. La joven abrió los ojos. Se encontraba en un cuarto silencioso. La luz del sol ingresaba tímidamente por entre las rendijas de la persiana. Con gran dificultad se levantó y fue al baño, dónde se enjuagó la cara y contempló el espejo; el cual le regresaba la imagen de una desconcertada Octoling que aún rumiaba su último sueño. ¿Qué había sido aquello? Otra vez aquella batalla que (aparentemente) nunca había tenido lugar. Esta vez estuvo realmente cerca de derrotarla, pero otra vez no pudo. Sin embargo, algo había cambiado, esa Agente 3 del mundo de los sueños había mostrado piedad, había dudado. "Pero lo somos... Octo... Perdón, perdóname, yo te..." ¿"yo te...", qué? ¿qué había querido decir con eso? Se preguntaba la octariana, lamentándose de que el despertador le hubiese interrumpido tan pronto; sin saber que, en otro lugar de Cromopolis, una angustiada inkling se preguntaba lo mismo, ¿qué quiso decir con eso?
CONTINUARÁ...
