Cap 49. Aristas suavizadas.

Asómate a tu ventana
Que amanece un nuevo día
Y las que fueron mis penas
Son causa de tu alegría

Despierta de tu silencio
Amigo coge el timón
Y pon rumbo a la esperanza
Pa' ver si alcanzamos el sol

Severus Snape sopló levemente a la taza humeante que sostenía en sus manos. Era noche más que cerrada y era incapaz de conciliar el sueño, así que se había levantado de la cama para prepararse una infusión de pasiflora con un toque de flores de lavanda y melisa. Sabía por propia experiencia que esas infusiones no le servían de una mierda, pero agradecía llevarse algo caliente al estómago, aunque fuera aún hiciera calor propio del tiempo estival.

Sentado en la mesa de la cocina, sostenía en el aire la taza aún sin llevársela a los labios, contemplándola con melancolía.

Aquella taza se la había regalado Eileen muchos años atrás para el día del padre que rezaba: Mi padre es el mejor papá del mundo. Él creó mi mundo…

Y un dibujo ñoño de un padre abrazando a su niña sentados encima de un globo terráqueo.

Era una taza fabricada en serie para una cadena de grandes almacenes, era ordinaria e incluso de mala calidad… pero la ilusión que le hizo recibir semejante regalo de las manos de su hija no tenía precio.

Eileen había ahorrado su dinero semanal durante mucho tiempo para poder comprársela, un esfuerzo que él supo valorar.

Una pequeña Eileen saltaba de alegría porque el hombre le había comprado la revista que quería en el kiosco porque salía en la portada su cantante favorito. Un chico menudo, pálido con los cabellos negros y largos que posaba ante la cámara con expresión lánguida y hastiada de la vida.

-¡Mira papá!- dijo señalando la foto dando saltitos de alegría contenida.- ¡Mira qué guapo es! Algún día me casaré con él.

El hombre se inclinó sobre su hija, observando con repulsión el tipo de la portada, no sabía qué le veía en realidad.

-De eso nada y mucho menos con un engendro como ese de asqueroso… tú te quedarás en casa con papá para siempre.

La echaba tanto de menos, la extrañaba tanto, sus gritos por toda la casa, sus risas, sus juguetes tirados por todo el salón… pero ya no era su pequeña, esa niña que siempre quería estar con él se había esfumado, para convertirse en aquella mujer joven que había emprendido la vida de adulta.

Lejos de él, en compañía de aquel infame.

Dejó la taza en el tablero de la mesa con cierta determinación, tragando saliva con dificultad. Sabía que lo que estaba pensando, iba a ser lo más complicado que hiciera en mucho tiempo, pero tenía que hacerlo, ya era hora de hacerlo, no quería dejarlo más tiempo correr.

No quería vivir alejado de ella, no quería que aquel muro de hielo que se había elevado entre los dos siguiera creciendo hasta un punto sin retorno.

Cuando comenzara un nuevo día iría a buscar a Eileen para hablar con ella con la disposición que no ocurriera lo de otras veces. Ya había aprendido de sus errores del pasado, no era un necio, esta vez estaba dispuesto a ceder, a hablar e incluso aceptar.

Quería a su hija de vuelta, si tenía que llevar aquel botarate colgado del brazo, no le quedaba otra que aguantarse y tragar.

Esa decisión pareció tranquilizar un poco sus ánimos, pero no del todo. Llevaba varias noches que era incapaz de conciliar el sueño por otras razones que le atormentaban, inquieto a lo que estaba por llegar. Hermione había cumplido la fecha estimada del parto hacía dos días, pero ella estaba la mar de tranquila, todo lo contrario a él, que siempre se había jactado de guardar temple, ahora estaba hecho un flan.

Quizás estaba mayor para lo que estaba por venir, por eso aquel ataque de cobardía.

Iba a volver a ser padre… venía en camino otro ser humano que le llamaría papá y aunque hubieran pasado ya nueve meses para hacerse la idea, aún le parecía irreal, un sueño.

Había pasado tanto desde que hubieran tenido a Eileen, que ahora verse en la misma tesitura se le antojaba extraño, casi desconocido incluso podía admitir que sentía una punzada de miedo.

No sabían si lo que venía era niño o niña, Hermione lo había querido así, pero viniera lo que viniese, pensaba amarlo y adorarlo con toda su alma.

Y esperaba poder hacerlo mejor que con Eileen.

Porque ahora sentía que la taza que reposaba en la mesa, decía una gran mentira.

Para nada se sentía un buen padre, se sentía un fracasado.

Una figura femenina sacó de su pequeño trance a Snape, que se asustó al ver a su mujer de pie en la puerta de la cocina.

-Creo que ya viene…- masculló con rostro compungida, claramente conteniendo un dolor que no quería demostrar del todo.

Snape se levantó con un movimiento brusco de la mesa, derramando el contenido de su taza por el tablero, pero sin darle importancia y dejándola así, corrió a ayudar a su esposa.

Debían acudir cuanto antes al hospital. Manteniendo la cabeza fría, corrió al salón a recoger la maletita que había preparado Hermione con la ayuda de Ginny y su madre para la llegada del bebé y con la misma velocidad acudió a la cocina dónde la esperaba su mujer para desaparecerse en conjunto, que estaba intentando en vano lanzar un hechizo.

La mujer con resuello agitado intentaba lanzar el hechizo, pero el dolor la impedía concentrarse.

-¿Qué crees que estás intentando hacer?- preguntó el hombre a forma de reprimenda.

-Le prometí a Eileen que la avisaría cuándo el bebé viniera en camino…

El hombre se mordió el labio inferior y con suavidad le cogió la varita de la mano a su mujer.

-Yo lo haré.- dijo mientras convocaba un patronus con la varita de Hermione.

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Eileen y Neville caminaban por un largo, lúgubre y austero pasillo de hospital. Las paredes pintadas de un blanco brillante y el suelo gris liso eran un tanto deprimentes, pero después de todo, aquel sitio seguía siendo un hospital, aunque fuera uno mágico.

Estaban siguiendo las indicaciones que le había dado amablemente el celador, que los llevaban a una zona del hospital menos concurrida que el resto. En aquel hospital no había trato de favor en los pacientes, pero estaba claro que aquella zona era exclusiva para el personal. Aunque tenía cierto sentido, después de todo el alboroto que había suscitado los Snape la última vez que habían estado en el hospital, estaba claro que sus compañeros, que tenían en alta estima a Hermione, iban a proteger su intimidad para la llegada de un nuevo miembro a la familia. Tampoco es que desearan tener que volver atender a maldecidos por el profesor, como la última trifulca que tuvo en plena calle con unos periodistas.

Neville siempre se había sentido desdichado al poner un pie en aquel lugar, aquel edificio estaba vinculado a un profundo sentimiento de pérdida y frustración, que por mucho que tuviera en cuenta que estaba allí para acompañar a Eileen en un momento tan alegre cómo recibir un hermano, no pudo evitar que un ánimo un tanto lúgubre lo embargara.

Eileen leyó en su rostro con suma facilidad, tomándole la mano con suavidad, a lo que él correspondió entrelazando sus dedos en los de ella.

Ella se paró en seco en mitad del pasillo, para depositar un sonoro ósculo en la mejilla de él, haciéndole sonreír.

-Gracias por acompañarme.- reconoció ella, porque nunca se debe dar por sentado las cosas, aunque Neville sintió que no las merecía.

Por ella estaba dispuesto a lo que fuera, haría por ella lo que tuviera que hacer y además, lo hacía encantado.

-Estoy dónde quiero estar.- indicó él, tragando un poco de saliva, pensando que nuevamente tendría que enfrentarse a la fiera de su suegro, que por seguro no contaba con su presencia. Pero si Elle demandaba su compañía, él se la brindaría sin más, dispuesto a ir hasta el fin del mundo con ella.

Lo único que le quedaba, era encomendarse a Merlín, aguantar el tipo y que el hombre estuviera de buen humor ante el nacimiento de su nuevo vástago, restándole las ganas de partirle la cara que claramente le invadía cada vez que le veía.

-Si quieres, después podemos pasar a visitarlos.- le sugirió Eileen, adivinando su pesar, a lo que él aceptó con un solo asentimiento de cabeza.

Eileen se había sumado hace tiempo a las visitas a los padres de Neville en el hospital, cosa que agradecía él de verdadero corazón, porque desde que acudía ella, sobrellevaba mejor aquel dolor. Era un dolor que jamás se mitigaría, que jamás desaparecería a pesar del paso del tiempo, siempre estaría ahí enconado, sangrante como el primer día, pero a ella podía mostrarle sus heridas.A fin tenía a alguien que pudiera sostenerle en momentos de oscuridad y diluirlo con un simple abrazo. Sí todos estos años había tenido a su abuela, pero para evitar acrecentar su dolor siempre se había contenido, aunque sus esfuerzos hubieran sido en vano, ya que Augusta le conocía muy bien.

La presentó formalmente a sus padres, orgulloso de su novia, aunque ellos jamás la reconocerían del todo, ni sabían quién era, ni el lugar que ocupaba, ni tampoco se aprenderían su nombre. Era doloroso.

-¿Estás nerviosa por conocer a tu hermano?- preguntó Neville intentando cambiar un poco el ánimo. Estaban allí por un motivo digno de celebrar, no quería enturbiarlo ni mucho menos fastidiárselo a su novia con un dolor que no tenía remedio y ya había aprendido a convivir con él.

Hoy lo verdaderamente importante era la personita que estaba por saludar por vez primera al mundo y ella, que no podía ocultar sus nervios al fin conocer a su hermano. Siquiera los días previos a su presentación como jugadora de las Arpías, había estado tan sobreexcitada.

-Sí… tengo ganas de verle la carita, seguro que es guapísimo. Seguro que tiene los ojos de mamá…- divagó entusiasta, exaltada por la emoción.

Mientras no tenga la nariz de tu padre. Estuvo a punto de soltar Neville, pero le tenía bastante aprecio a su vida como para soltar algo así, aunque tampoco era muy disparatado. Realmente le deseaba al bebé no heredar aquella protuberancia de supuñetero padre, pero la prudencia le hizo callarse el comentario.

-Estás totalmente segura de que es un niño…

Eileen desde el primer momento que pudo hablarle a su hermano a través de la barriguita de su madre, había mantenido que lo que venía en camino era un niño. Cómo afirmaba la orgullosa hermana mayor, "se lo había dicho él".

-Me resulta muy extraño todo esto… me pasé toda la infancia demandando un hermanito, sin sospechar todo el dolor que infringía en mis padres cada vez que lo hacía… cuándo tuve la suficiente madurez para entender, mi padre me explicó por qué no podían cumplir mi deseo, un deseo que ellos habían desechado el mismo día de mi nacimiento… Y ahora que él viene en camino, al fin, no puedo creerlo.

-Bueno, a veces los deseos se cumplen, aunque no podamos decidir dónde o cuándo. Estoy seguro de que ese bebé será muy afortunado por tenerte de hermana…

Elle apretó su mano, en señal de agradecimiento por sus palabras, mientras sonreía llena de dicha.

Eileen y Neville llegaron al fin del pasillo, no sin antes ser regañados por un medimago que se les cruzó por el camino, por andar hablando tan despreocupadamente por los pasillos de un hospital de madrugada como si estuvieran paseando por el parque. Se disculparon un poco azorados para al finentrar a la pequeña sala de espera que habían estado buscando.

Eileen estaba intentando contenerse para no dar saltitos alrededor de toda la habitación, casi sin poder controlarse.

Estaba más que impaciente por conocer al bebé, ella estaba completamente segura de que se trataba de un niño, lo sabía porque le había sentido, había hablado con él. Un hermano a esas alturas de la vida no le quitaban esa ilusión infantil de ver un sueño al fin cumplido.

Un hermano… voy a tener un hermano pequeño al que consentir, enseñar y proteger. Incluso me entusiasma la idea de nuestra diferencia de edad, porque tendré la madurez para ser una buena hermana y si tengo que tirarme al suelo a jugar con él, estoy también dispuesta hacerlo.

Neville se sorprendió al contemplar la sala desierta. Era muy pequeña y le daba a la nariz que era exclusiva, ya que no estaba preparada para albergar mucha gente en el interior. Por ser de madrugada no esperaba encontrarse con mucha gente allí, quizás con los abuelos de Eileen, pero se sorprendió al no ver a su suegro, sintiendo cómo se relajaba un poco los hombros, pero solo un poco. Después de todo, el encuentro sólo se estaba posponiendo.

-¿Y Snape?- preguntó Neville en voz baja a Eileen al no ver al padre de su novia por ninguna parte.

-Seguro que está presenciando el parto… él también estuvo en el mío, acompañando a mi madre.

Neville tomó asiento en una incómoda silla de hospital, que estaba anclada a la pared en una hilera de asientos, Elle se quedó de pie, moviéndose de un lado a otro, sin poder ocultar sus evidentes nervios.

-Tengo entendido que antes no era para nada así, no dejaban al padre entrar ni a ningún familiar de la madre, dejándola sola en un trance tan vulnerable como un parto.- Comentó él buscando conversación con la que entretenerla.- Qué bien que se esté modernizando un poco la medimagia, en eso los muggles nos llevan cierta ventaja.

Eileen sonrió mirándose los pies y se rascó la nuca, tomando finalmente asiento al lado de su novio. Había escuchado miles de veces la historia sobre su padre y el día de su nacimiento, que había marcado a muchos en ese hospital.

-Creo que mi padre tuvo algo que ver con eso… creo que en esa época no dejaban entrar al padre, pero él insistió tanto en entrar, que no pudieron evitarlo.- relató Eileen poniendo verdadero énfasis en la palabra insistir.

-Ya me imagino cómo insistió…- dejó caer Neville mientras dibujaba con los dedos dos comillas en el aire.

Eileen dejó escapar una fuerte risotada, la que ahogó rápidamente con la mano, después de todo, estaban en un hospital, no quería que la volvieran a regañar como cuándo estaban en el colegio.

-Lo que te imagines se queda corto.

-No lo creo.

Eileen se te olvida que yo estuve allí… Vine a ver a tu madre cuándo te tuvo, le traje flores, ella me contó esa historia de primera mano, pero prefiero no pensar en ello demasiado.

-¿Y a él, tienes ganas de verle?- preguntó al fin Neville, después de meditarlo un momento.

- ¿A quién?- preguntó ella un tanto despistada, quizás por los nervios, quizás por lo aturdida que aún estaba por levantarse de la cama aquellas horas intempestivas o simplemente porque no se había parado a pensarlo mucho.

-A tu padre.- aclaró, a lo que ella puso el semblante serio, sabiendo que era una pregunta obvia, aunque no sabía muy bien qué responder.

Elle se inclinó un poco, apoyando sus codos sobre sus piernas mientras se crujía los dedos de las manos, sin contestar.

Si la memoria no le fallaba, habían pasado unos tres meses desde la última vez que se vieron, desde la última vez que hablaron, desde la última vez que discutieron.

No se habían vuelto a ver desde aquel día que les cerrara la puerta de casaen las narices, cerrándoseal diálogo, a la comprensión. Eileen había vuelto al hogar paternal, sí, pero a visitar a su madre embarazada, con la que jamás rompió su vínculo, pero él jamás estaba en casa cuándo la visitaba, evitándola claramente, ya que él celaba a su esposa en el estado en el que se encontraba. Lo poco que sabía de él era lo que le contaba su madre, ya que Elle tampoco se había dignado a preguntar por él. Su madre solía quejarse de él por sus cuidados intensos, aunque Eileen sospechaba que a su madre en realidad le encantaba tener a su padre loco y pendiente de ella. Eran tal y para cual, desde luego el enlace de almas no podía estar más en lo cierto.

Desde entonces, cada uno había hecho su vida, por su cuenta, como si no se necesitaran, como si no se extrañaran. Su padre se había convertido para ella en una sombra, en una ausencia persistente.

El tiempo había hecho estragos en Eileen, había comprendido mejor, había sentido deseos irrefrenables de ir a casa de sus padressin avisar, para limpiarse la poca soberbia que pudiera quedarle en el felpudo de la puerta, para zarandearlo por la levita, para sacudirle todo el orgullo inútil y arreglar al fin las cosas con él.

Porque, aunque fuera feliz, aunque su vida ahora le encantara, sentía que no estaba completa del todo.

Su padre era importante para ella, no se atrevería jamás afirmar lo contrario. Había sido una figura constante en su vida, siempre había estado ahí para protegerla, quererla… es verdad que las últimas acciones de su padre le habían hecho daño, incluso guardándole cierto rencor por un tiempo, un rencor espinoso que había limado sus aristas con el tiempo.

Se habían equivocado los dos.

Los dos la habían cagado pero bien, en muchos aspectos, ella tampoco estaba exenta de culpa, había sido lo suficiente madura como para hacer autocrítica.

Pero se merecían una segunda oportunidad, quizás el tiempo sanador ya había pasado por ella, porque Eileen quería otra oportunidad para restaurar la relación familiar con su padre. Siempre había tenido debilidad por él, no era un secreto, siempre tuvieron una relación muy especial, después de todo, su padre fue quien asumió su crianza desde siempre, para que su joven madre pudiera estudiar, para que pudiera crecer en el ámbito profesional. No es que ella fuera una madre ausente, ella jamás se sintió abandonada por ella, jamás le echaría en cara que trabajara, pero ahora que veía aquello con ojos de adulta, le hacía valorar más la clase de hombre que era su padre.

Casi todos sus recuerdos infantiles y parte de la adolescencia importantes, su padre formaba parte de ellos.

Su padre merecía una segunda oportunidad, una tercera y una cuarta si hacía falta… él era un buen hombre y se partiría la cara con cualquiera que quisiera decir lo contrario, era una buena persona que se había equivocado en la vida, con decisiones funestas, con un gran estigma sobre sus hombros, pero había sabido rectificar. Y ella siempre había estado orgullosa de él.

Lo malo es que no veía arrepentimiento en él, quería volver a restaurar el hilo que los uniera, pero ahora no veía que quisiera estar al otro extremo.

Y eso dolía y mucho, por eso seguía con aquella actitud altiva hacia él, aunque se fuera resquebrajando por momentos.

Su padre siempre había sido una persona complicada, aunque ésta era la primera vez que lo era para ella y no sabía más que hacer.

Por eso había optado por no hacer nada.

Neville, ya sin aguardar respuesta, comprendiendo su abstracción, respetando su silencio, su ensimismamiento, pero dejando claro que él estaba allí para apoyarla siempre, adelantó su brazo para tomar una de las suaves manos de Eileen entre las suyas, mientras acariciaba con toques gentiles el dorso con uno de sus dedos.

Elle sonrió ante aquel tierno gesto y apoyando la espalda en el respaldo de su asiento, inclinó su cabeza sobre el hombro de él, mientras soltaba un suspiro.

-Por cierto… ¿Sabes cómo van a llamar al bebé?- preguntó casual, intentando arrancar a su novia de las garras de la tristeza que se había visto sumergida.

Eileen negó con la cabeza con energía, pero sin llegar a incorporarse del cuerpo de su novio. Estaba cálido y blandito, se estaba muy a gusto allí.

-No se ponen de acuerdo… Me ha contado mamá que los nombres que le gustan a papá son horribles y que él detesta los que expone ella… así que están en un punto muerto.

-Pues tendrán que negociar pronto, porque el bebé ya está en camino y no puede quedarse sin un nombre…

Eileen se arrebujó un poco más contra su novio, buscando la comodidad en él que no brindaban aquellas recias bancas.

-No le he dicho nada a mamá… pero he elegido uno que me gusta para él. Después de que me contara sus trifulcas y los nombres que tienen pensado, a cuál más horrible,- aclaró dejando en claro que no estaba de un lado ni de otro, que para ella todos eran igual de espantosos.- estuve leyendo sobre el tema y escogí uno que me encanta, además creo que está hecho para él.

-¿Sólo has escogido uno de niño? ¿Y si es niña?- se interesó Neville.

-Es un niño. No voy a perder el tiempo eligiendo uno de niña…- señaló como si fuera obvio. Neville alzó una mano para tomar uno de los largos mechones de pelo oscuro de Eileen para juguetear con él, tomándolo con la punta de los dedos y deslizando las suaves hebras por las yemas. Su cabello era algo que le fascinaba, ella se había planteado cortarlo porque era más cómodo de mantener siendo deportista, pero al final había desistido al ver su cara de disgusto cuándo lo sugirió.

-¿Y me lo dirás o es un secreto?

-Claro, como si tuviera secretos contigo. Me encanta A…

Eileen no pudo concluir la frase. Un jaleo proveniente de la única puerta que había dentro de aquella sala los sobresaltó. Era claramente un forcejeo acompañado de una fuerte discusión a voces.

Pudieron reconocer claramente una voz grave y rotunda que gritaba sin cesar, terriblemente familiar, mezclada con otras que parecían intentar convencerle de algo.

Elle se puso en pie como un resorte, caminando hacia la puerta, que ahogaba los gritos que se mezclaban con el tono peligroso de su padre.

Neville llegó a tiempo para retirarla cuándo la puerta se abrió con vehemencia, impidiendo que fuera golpeada, pegando contra la pared debido a la inercia de un violento empujón, haciendo un sonido desagradable. El hueco de la puerta vomitó a Severus Snape que forcejeaba con un sofocado Logan y con otro médico, que hacían todo lo posible por contenerle, con el rostro y cuello rojos por el esfuerzo titánico de contener aquella fiera.

-Tranquilo Severus, ella está en buenas manos, déjanos hacer a nosotros…

-Tengo que estar con ella, no puedo dejarla sola ahora.- gritó Severus intentando entrar nuevamente por la fuerza al interior.

-¡Señor Snape, tranquilícese!- espetó el médico que acompañaba a Logan dándole un fuerte empellón sin ápice de miedo. Era un medimago de rasgos asiáticos un tanto excéntrico. Su cara estaba cruzada por feas cicatrices, incluso había una parte de su rostro que la piel era claramente de otro al forcejeo, se le había caído su gorro de quirófano al suelo, dejando al descubierto un cabello engreñado de color negro, con un extraño mechón blanco culminando el flequillo.

Eileen era la primera vez que le veía, más tarde se enteraría que era toda una eminencia en el campo de la medimagia y que había conocido a Hermione cuándo había estado en Francia trabajando en su investigación, colaborando de vez en cuando con ella y su equipo.

-¡Ella me necesita!- gritó ofuscado Snape. Logan parecía desesperado intentando aplacar al marido de su colega, en cambio el otro, sin hacer gala de tanta paciencia, se debatía entre intentar razonar con él o tumbarlo de un certero puñetazo.

Afortunadamente para todos, optó por hacerle entrar en razón, al menos lo intentaría antes de darle un tranquilizante con el puño.

-Profesor Snape.- al llamarle así, captó toda la atención del desesperado hombre, que estaba con el rostro desencajado y más pálido que de costumbre.- A Quien necesita ahora mismo su esposa es a nosotros, usted ahora mismo es más un estorbo que otra cosa y con ésa mierda de actitud lo empeora.- le espetó claramente.- Hágale el favor de sosegarse y aguardar aquí, para que sus colegas de profesión podamos hacer lo que mejor se nos da…

-Pero si le pasa algo…- dijo con voz quebrada Severus.

-No dejaré que eso ocurra… se lo prometo, pienso dejarme la piel por su mujer y por el bebé, ahora es mejor que se tranquilice y nos deje hacer.

Snape se rindió. Estaba claramente nervioso y estresado, no iba a lograr a tranquilizarse del todo, pero al menos ya más lúcido, renunció se seguir usando la fuerza, desistiendo de forcejear con los médicos, dejando caer los brazos, vencido, pegándolos en el cuerpo en un aire de desolación y derrota.

El extraño medimago al contemplar que al fin había recuperado la cordura y no iba a montar más escándalo, golpeó un par de veces el hombro de Severus, brindándole un fugaz consuelo para desaparecer presto por la puerta por dónde habían venido.

-Tim por favor, no dejes que les pase nada…- Severus, derrotado, se dirigió al amigo de su mujer, cambiando el tono demandante a uno de súplica.

-Severus, no les pasará nada, no vamos a permitirlo.- afirmó con verdadero ahínco el compañero de Hermione, con verdadera determinación, ya dispuesto también a marcharse, cuándo se percató que alguien le sujetaba de la tela de la bata.

-Logan… ¿Qué pasa con mi madre?

Logan clavó su mirada en los ojos melados de Eileen, ya un tanto vidriosos y temblorosa por ignorar por completo la situación. Contempló de soslayo cómo Snape se había dejado caer sobre una silla, inclinándose hacia delante, como si fuera a vomitar, tapándose el rostro con las manos.

El medimago estaba ansioso por marcharse cuanto antes, pero también conocía la situación familiar de su compañera, ya que Hermione le tenía la suficiente confianza para contárselo, en sus continuadas visitas de revisión, se había convertido en un importante confidente para ella, usándole a veces como desahogo. Así que a pesar de estar impaciente por volver al paritorio, se concedió unos segundos para explicarle a Eileen lo que sucedía.

Había surgido un grave problema durante el parto de Hermione, así que debían practicarle una cirugía de urgencia. Ante los ojos horrorizados que había puesto la joven, se apresuró a tranquilizarla, dando su palabra de que en breve podría abrazar a su madre y al bebé.

-Cuida de él.- murmuró Logan señalando al oscuro hombre, que se había quedado completamente inmóvil y abatido, ajeno a la demanda del medimago a su hija.

Antes que pudiera pedir alguna explicación más, Logan desapareció presto tras la puerta, que cerró tras él casi de un portazo.

Eileen sintió una presión creciente en el pecho, que casi le impedía respirar, como si comprimieran los pulmones con las costillas. Su cabeza daba vueltas, le pitaban los oídos, aturdida por toda la información técnica que le había soltado Logan a borbotones y a toda prisa, casi imposible de asimilar, aunque se hubiera quedado con lo esencial.

Tanto su madre como su hermano estaban en peligro… y no podía hacer nada para evitarlo, sólo hacerse un lado, dejando actuar a los médicos, aguardando que pudieran lograr salvarlos.

Una lágrima cayó al vació desde sus ojos, después otra y otra. Cuando la angustia se estaba haciendo presente en su respiración errática, ya se encontraba envuelta en los cálidos brazos de Neville, que la abrazaba con fuerza, apretándola contra él, también inquieto por su amiga, pero buscando toda la entereza que pudiera reunir para consolar a Eileen, que había comenzado a llorar descontrolada ante la noticia.

Eileen pasó los brazos por el torso de su novio, enterrando su rostro en su camisa, humedeciéndola sin vergüenza. Neville besó la cabeza de Eileen mientras se mecía suavemente con ella, como si la acunara.

-Neville… ¿Y si les pasa algo? ¿Y si le pasa algo a mi madre?- preguntó al corazón de Neville, afligida, buscando en él una afirmación, una promesa de que ella estaría bien. Por desgracia él sabía lo mismo que ella, pero su intuición le decía que todo saldría bien, con la certeza de que su amiga saldría de esta indemne.

-Hermione es la mujer más testaruda que conozco y conociéndola, sé que no piensa dejar a sus hijos solos…- eso la hizo reír levemente contra él, sabiendo que lo que decía Neville era cierto.- así que no temas, porque estoy seguro que pronto nos darán buenas noticias.

Neville le quitó a su novia los cabellosteñidosde lágrimas que se le habían pegado en el rostro.

-Verás cómo todo sale bien.- añadió con ternura infinita, creyéndolo realmente.

Snape levantó la mirada por un instante, contemplando la escena de su hija siendo reconfortada por Longbottom, que la trataba con cariño y afecto sincero. Quería intervenir, separarlos, romper aquel abrazo, pero no con las intenciones que hubiera tenido antaño, sino para ser él quien consolara a su hija. Quería ser quien la abrazara y deseaba ser abrazado también. Quería acercarse a ella, pero no encontró las fuerzas para hacerlo, cobarde, bajó los ojos al suelo, dejándose llevar por la miseria, por el temor a la pérdida. Porque sabía que él sin Hermione no era nada, sin ella no era nadie. Temía perderla, temía que el destino se la arrebatara de aquella cruel manera, dejándole hueco, sin alma, sin esperanza.

No concebía un mundo sin ella, siempre pensó de la manera más egoísta, que por edad, él tendría que abandonar el mundo primero, ahorrándose el dolor de su pérdida, pero ahora, ante todo lo que estaba pasando, cabía aquella posibilidad y de sólo pensarlo se volvía loco.

Por favor, por favor… no os llevéis a Hermione, estoy perdido sin ella, el mundo será un lugar horrible si ella no vive en él y mi hijo es un ser inocente… me cambiaría por ellos ahora mismo.

Y sin poder evitarlo, sin querer tampoco contenerse, comenzó a llorar sin atisbo de vergüenza.

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Neville se percató de la mirada que le había dedicado el hombre para después abandonarse aquel llanto desesperado, encogido en una silla, como si quisiera replegarse sobre sí mismo. Volvió la cabeza, evitando así mirarle, por respeto a su dolor, también se sentía un tanto incómodo, como si estuviera de alguna forma presenciando algo demasiado íntimo, algo que no debiera ver, sintiéndose fuera de lugar.

Dejó llorar a Elle todo lo que quiso, entre sus brazos, mojando su camisa con sus amargas lágrimas, meciéndola, pasando la mano por su cabello, besando su cabeza, mostrándole su apoyo sin condiciones, porque él siempre estaría para ella, pasara lo que pasara.

Y ella lo sabía, aferrándose a él en aquel apretado abrazo, sabiendo que él la sostendría en aquel amargo momento.

Eileen más calmada, se separó un poco del pecho de Neville, sorbiéndose los mocos cómo lo haría una niña pequeña. Neville, que tenía costumbres adquiridas de su abuela, sacó de uno de sus bolsillos del pantalón un pañuelo de tela cuidadosamente doblado y planchado, que ella no tardó en ensuciar.

Neville le dejó un poco de margen para que terminara de limpiar su desastre de lágrimas antes de sugerir con la cabeza que fuera a decirle algo a Severus, que seguía sumergido en aquel denso martirio, derramándose en un llanto sin cesar, abandonándose en el desconsuelo.

Eileen contempló el dolor de su padre y su rostro se desencajó, dio un paso a él, indecisa, pero volvió a retroceder, negando con la cabeza.

Neville insistió, señalando al hombre con la barbilla, pero esta vez ella se cerró en banda, negando con la cabeza y dándole la espalda al hombre, volviéndose a abrazar a él, haciendo como si no estuviera.

Él leyó en su rostro con facilidad, la negativa de Eileen no procedía del rencor, ni del enfado, siquiera del a veces ridículo orgullo. Estaba claro que estaba deseando ir en busca de su padre, ya había dado un primer paso a ello, lo que ella tenía era inseguridad, temor a ser rechazada, después de todo, no sería la primera vez que ocurría.

No puedo creer que en un momento tan delicado como este, no sean capaces de dar el paso a lo que necesitan. No puedo creer que su relación se haya deteriorado tanto como para sufrir en la misma habitación y ser incapaces de mirarse a la cara.

Neville sintió una gran oleada de culpa inundando su ser. Conocía la relación paternal de Snape con su hija antes de todo lo ocurrido, antes de que todo se fuera a la real mierda.

En aquella habitación no había nadie inocente, todos tenían su saco de culpa colgando en la espalda, no es que Severus fuera el villano y ellos los enamorados que al fin escapan de las garras del monstruo, eso pasa en los cuentos de hadas, no en la vida.

Todos en aquella habitación eran responsables. Neville no podía tomar de un puñado aquel hombre y lanzarlo a los brazos de su hija, pero sí tenía el poder de poder razonar con ella.

Eileen había madurado mucho en tan sólo unos meses…

-Ven.- pidió en voz baja para no perturbar más el dolor de Severus y tomando la mano de Eileen, se la llevó al pasillo por el que habían llegado, cerrando cuidadosamente la puerta tras él. Ella le siguió sumisa, sin forcejear a pesar de que sospechaba de qué querría hablarle su novio.

Elle le tendió el pañuelo usado y sucio, pero que él rechazó, quizás lo necesitara más tarde, así que se lo guardó en uno de los bolsillos traseros de sus ajustados vaqueros, ya más que sosegada.

Neville le concedió un momento, al no animarse hablar abiertamente, él lo hizo por ella.

-Elle tienes que hablar con él…- rompió el silencio del pasillo, siendo claro, sin rodeos, cómo había aprendido de ella.

-No… yo…- dudó, sin saber muy bien cómo explicarse. Estaba sobrepasada, su madre nuevamente estaba en el hospital en peligro y ella no sabía qué hacer ni qué decir, siquiera sabía qué esperar, ni cómo sentirse.

Afortunadamente no estaba sola, le tenía a él, que siempre miraría por su bien, aunque fuera incómodo, bajo la amenaza de detonar alguna discusión entre ellos. Pero Elle no pensaba discutir con él lo evidente, tenía la bendición de tener a alguien con quien hablar de todo, dos personas de hecho si contaba con James.

Pero se encontraba tan perdida.

Neville lo percibió, así que supo que su misión en aquel instante era iluminarle el camino, el resto, si seguirlo o quedarse dónde estaba, sería decisión de ella.

-Eileen… él te necesita en este momento, los dos os necesitáis.- Observó acertadamente.- Sé que tenéis mucho de lo que hablar, pero ahora es uno de esos momentos que debes hacer un paréntesis y hacer a un lado todo para estar a la altura de las circunstancias. Cuando Hermione salga de esta, que sé lo que hará, os necesitará a ambos…

-Pero él no sé si querrá hablar conmigo…

-No Elle, él lo está deseando… Recuerda lo que él dijo, la puerta de tu casa está abierta para ti, no para mí. El problema lo tiene conmigo, no contigo.

-Pero el hecho que te desprecie me duele…

-Eso ahora no es importante, estamos hablando de vosotros. Estoy seguro de que, si yo no hubiera estado en la sala, él te habría consolado…

-¿Y si me rechaza? ¿Y si me desprecia? - preguntó con cierto temor Eileen, aunque en el fondo de su corazón, sabía la respuesta.

-No lo hará… si lo hiciera, sería un verdadero gilipollas y si hay algo que tu padre no tiene, es un pelo de tonto. Dale una otra oportunidad Elle…

Eileen alentada por las palabras de Neville, se planteó si seguir las pulsiones que le dictaba el corazón, que le susurraba qué hacer, pero el temor al rechazo, la frenaba, dejándola clavada en el suelo, sin saber muy bien cómo afrontar aquello, indecisa.

Ante todo, ella era una Gryffindor de pura cepa, ellos a los miedos les patean el culo, los superan, no los dejan acampando a sus anchas, anidando en el fondo de su corazón.

Dudó, contempló el rostro amable de Neville, que le hizo un gesto con la mano que la impulsó hacia delante. Besó sus labios en un leve piquito, ysin pensarlo demasiado, antes que pudiera invadirla la zozobra, puso la mano en la perilla de la puerta, regresando a aquella sala de espera, dónde se hallaba aquel desolado hombre.

Eileen contempló un momento las lágrimas de su padre, jamás le había visto llorar de esa forma, jamás le vio tan vulnerable como en aquel momento. Sus manos comenzaron a vibrar sin control.

-Papá.- le llamó en un susurro, casi sin dejar escapar de sus labios apenas aire.

Severus alzó la cabeza de sus manos, girando el rostro para contemplar a su hija, que estaba sujetando con una mano la puerta, sin saber muy bien qué hacer. Como si estuviera dispuesta a huir de él, con reticencias, titubeante, aguardando quizás lo peor de él.

Tragó saliva con pesadez, pero no tuvo que pensarlo mucho. Su cuerpo se puso en marcha sin que lo meditara, en un impulso natural. Snape se puso de pie y en un par de zancadas llegó a la altura de Eileen, abriendo sus brazos para envolver con ellos a su amada hija.

Eileen apenas podía respirar, notando el estrecho abrazo de su padre, que no tardó en corresponder, alzando sus brazos, apretándole con toda la fuerza que podía. Eileen reanudó su lloro, aliviada, preocupada, temerosa, pero al fin entre los brazos protectores y reparadores de su padre. Severus siseó, intentando apaciguar sus lamentos, pero él también la acompañaba en llanto.

Neville contempló aquella escena y con una media sonrisa, decidió ir a comprar café y tila en algún sitio, quizás tendría que ir lejos por las horas intempestivas que estaban, pero eso les daría un margen de tiempo para dejarles un poco de intimidad. Y con un sigilo casi de ninja, cerró la puerta con todo el cuidado del mundo de no hacer ruido, como si cualquier movimiento brusco pudiera romper aquella esperada escena.

x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x-x

Severus Snape siempre le había costado muchísimo llorar, apenas si lo había hecho a lo largo de su vida. Desde edad muy temprana, su maldito padre hizo que aprendiera la lección de los "hombres no lloran" a golpes de correa.

Podía contar los momentos de su vida que había llorado, siempre a solas, a escondidas, hasta que Hermione llegó a su vida, que le demostró con creces que jamás volvería a estar solo, y tras la guerra, el esconder sus sentimientos tras aquella máscara inescrutable dejó de ser una cuestión de vida o muerte, pudiendo relajarse al fin y poder mostrarse al fin al mundo, aunque no se prodigara mucho en hacerlo.

Pero a pesar de todo, siempre le costó llorar, por mucho que ya fuera capaz de demostrar sus sentimientos, a pesar de que ya se le permitiera sentir. Tampoco es que su vida desde que se unió a la de Hermione, le hubiera dado muchos motivos para hacerlo. Tras lo acontecido en la guerra, cuándo pensaba que todo estaba perdido, consiguió una nueva oportunidad, reiniciando su vida y no la desperdició en sufrir. Y después de todo su pasado, el destino le concedió una tregua, una buena vida en la que al fin alcanzó la felicidad junto a la mujer que amaba, junto a la familia que ambos habían formado.

Hasta que todo se torció. Últimamente había llorado lo que no había logrado hacer durante toda su vida, por fastidiarlo con una de las personas que más le importaba, que era su hija.

Y ahora, bajo la amenaza de poder perder a su hijo y a Hermione, la mujer de su vida, aquella que iluminó todas sus tinieblas, marcándole el camino, que le rescató de las mismísimas garras de la muerte. Ambos estaban en peligro y no podía hacer nada para ayudarles, para socorrerles. En plena guerra hubiera sabido qué hacer, pero ella ahora debía afrontar una batalla sola, acompañada de sus colegas de profesión como escuderos.

Él lo único que podía hacer era llorar y mantener la esperanza.

Y no podía parar, desesperado, hundiéndose más y más en el abismo. Hasta que se vio emerger sujetado por los tiernos brazos de su hija, que le estrechaba tan fuerte que apenas si podía respirar, pero no se quejó por ello, encantado de tenerla al fin entre sus brazos.

-Papá…- Su voz entrecortada, enterrando su carita en su pecho, en la suelta camisa negra que había alcanzado a ponerse antes de salir a toda prisa de casa.

-Mi niña…

Se brindaron aquel tiempo en silencio, sin necesidad de decirse nada, pero fundidos en aquel apacible y tranquilizador abrazo. Snape se sintió menos desgraciado, menos solo. Eileen sintió que había vuelto a casa.

Cuánto se habían extrañado, cuánto habían deseado al fin poder enterrar el hacha de guerra, aunque fuera bajo aquella asquerosa situación, aunque no pudieran estar felices del todo por su pequeño paso a la reconciliación.

Porque es cierto que el tiempo todo lo cura y es cierto a que veces en situaciones extremas, es cuándo te percatas de lo idiota que fuiste, del tiempo perdido… de tus errores.

-Papá… si le pasa algo a mamá… o a mi hermano.

Él aflojó un poco el abrazo, siendo consciente que no podían alargarlo hasta el infinito, aunque le entusiasmara la idea. Ella alzó un poco el rostro, apoyando la barbilla en el pecho de su padre, decidida a no soltarle.

Severus enjugó sus lágrimas con el dorso de su muñeca, intentando sosegarse un poco, asumiendo el papel de fuerte, decidido a tranquilizar y consolar a su hija, que seguía derramando lágrimas por las fuentes de sus ojos.

Esos ojos preciosos, igualitos que los de su madre.

Con los pulgares, arrastró las lágrimas que colonizaban sus mejillas, empapándolas de humedad.

-No le pasarán nada.- afirmó con rotundidad.- Tu madre es la mujer más fuerte que he conocido…

-Pero el bebé…

-También saldrá de esta… es tu hermano, estoy seguro de que es como tú, un luchador nato, así que no temas. -Severus no pudo evitar un ápice de orgullo al alabar una de las cualidades de ella, también agarrándose aquella brizna de esperanza.

Severus depositó un paternal beso en la frente de su hija, intenso, con ganas. Eileen cerró los ojos, disfrutando de la cercanía que recordaba con su padre, que tanto había extrañado. Tenían mucho pendiente, era cierto, pero ahora se había abierto aquella puerta que había permanecido durante tanto tiempo cerrada, colándose un haz de luz que iluminaba sus corazones heridos.

-Papá… qué ha pasado. Necesito que me lo cuentes tú, no Logan con su palabrería técnica. Estabas con ella ¿verdad?

Severus se limitó asentir con la cabeza con rostro un tanto descompuesto. Eileen pareció recordar algo tan obvio que casi se maldice por ser tan lela. Llevaba toda la vida conviviendo con aquella insólita situación, al menos ahora podrían sacar ventaja.

-Bueno realmente aunque no estés dentro, puedes "hablar" con ella… ¿no? Con eso de la conexión de almas.

Severus esta vez negó con la cabeza, soltando a su hija, volviendo a tomar asiento, derramándose con aire de derrota.

-No, la han sedado por completo. La siento, sé que está ahí, sé que está bien, pero no puedo ver nada…- espetó un tanto frustrado, mientras se pasaba la mano por la cara con ademanes cansados.

Eileen entonces entendió que la cosa era más grave de lo que sospechaba. Pero a pesar de todo, se sentía esperanzada. Tomó asiento al lado de su aniquilado padre, que contemplaba la solería del suelo alicaído, con expresión funesta. Ella tomó su mano entre las suyas, eran grandes y frías, entrelazando sus dedos entre los suyos, a lo que él cerró su enorme mano, tomándola con gratitud.

-Papá, por favor, cuéntamelo.

Severus suspiró con energía, insuflándose fuerzas, comenzando a relatarle todo a su hija. No como lo habría hecho en antaño, endulzándoselo para que no se preocupara, sino tratándola esta vez de igual a igual.

Tratándola como la adulta que era.

Y ella lo percibió en su voz grave, así que, para hacerse notar, imprimió un poco más de fuerza en sujetar su mano.

Papá, sé que tenemos mucho de qué hablar, tenemos mucho aún que superar, pero soy incapaz de guardarte rencor. Lo he entendido con el tiempo, todos hicimos mal. Neville, tú, yo… Pero a pesar de todo lo que pudiéramos herirnos, a pesar de todo lo que pudiera pasar, te quiero. Está claro que no puedo juzgarte con el mismo rasero que a los demás, tú eres distinto a todos. Los demás son gente, sólo tú eres mi padre y siempre me has demostrado lo mucho que me amas, lo mucho que me has protegido… pero sólo yo soy la dueña de mi propia vida, espero que logres entenderlo. No me gustaría tener que apartarte nuevamente, pero si intentas separarme de Neville, si intentas que deje de lado lo que quiero ser, tendré que decirte adiós con todo el peso de mi corazón, aunque no deje de quererte, aunque te haya perdonado.

Severus seguía con su relato, con voz acongojada aunque intentara disimularla. Eileen contempló el temblor de barbilla de su padre, incluso sus manos vibraban sin control, por mucho que intentara someterse a una entereza que no tenía.

Le contó cómo habían salido a escape de casa. Le contó cómo llegaron sin demoras al hospital, cómo Logan y los otros médicos habían saltado literalmente de la cama y no habían tardado en aparecer en el paritorio cuándo habían sido avisados que su colega se había puesto de parto. Todo había evolucionado con cierta normalidad hasta que comenzaron los problemas. Severus no entendió muy bien qué ocurría, ya que comenzaron a farfullar palabras técnicas que él no terminaba de entender, sólo después de probarlo todo, aquel extraño medimago espetó que no podían perder más tiempo y operar, practicarle una cesárea de urgencia.

-Papá… he leído mucho sobre partos estas últimas semanas.- interrumpió Eileen el relato de su padre.- Es más habitual de lo que pensamos, las cesáreas son cada vez más seguras, lo único que el proceso de recuperación de mamá será más engorroso y necesitará toda la ayuda posible… Nada que tus pociones y cuidados no puedan hacer.

Snape supo que Eileen era una digna hija de su madre, buscando toda información de aquello que le interesaba… Si quisiera, él estaba seguro de que llegaría lejos, podría ser más que una simple jugadora de quidditch, pero no pensaba soltar ninguna observación al respecto. Era un pensamiento que había decidido guardárselo para siempre para él.

Le gustaría creer en sus palabras, le gustaría envolver todos sus temores en la esponjosa esperanza. Sí, él también había leído al respecto, él también se había empapado de libros sobre embarazos. Pero una cosa era leerlo, la teoría y otra vivirlo, que fuera tu mujer e hijo el que estuviera en el quirófano.

Además, aún tenía grabado a fuego en su cabeza los gritos de Hermione antes de que le hubieran expulsado del paritorio.

Él prosiguió su relato. Le contó de una manera suave el sufrimiento de Hermione y cómo ninguno de los matasanos que había allí se dignaba a contarle nada de lo que pasaba.

Entonces se volvió loco, porque nadie le explicaba nada, sólo podía contemplar a su mujer sufrir sobre la camilla, con la frustración de no poder hacer nada por ella… Y fue cuándo lo expulsaron de la habitación y el resto ya lo había presenciado Eileen.

Se quedaron un momento en silencio, denso, sumergidos un desasosiego intranquilo, ansiosos porque un medimago apareciera en aquella puerta con buenas noticias, con la desazón de por mucho que quisieran hacer, no podían hacer nada, por mucha magia que supieran.

Snape rompió aquel silencio prolongado, haciendo retrospectiva, con cierta autocrítica, con cierto remordimiento.

-Y ahora que lo pienso, me comporté como un verdadero gilipollas. En lugar de irme y dejarlos hacer, me cegué y les hice perder más tiempo.- puso en voz alta sus pensamientos Severus, mientras se frotaba con ahínco la frente con los ojos cerrados, intentando mitigar un poco aquella fuerte jaqueca que le había detonado en la cabeza.

-A veces haces las cosas sin pensar, dejándote llevar por el impulso, sin pararte a pensar un poco…- Lo que podría sonar a reproche por parte de Eileen, no lo fue. Simplemente que al igual que su padre, a veces hacía cosas sin meditarlas demasiado, ella decía cosas sin parar a pensarlas y en ambos, la delicadeza no era precisamente una virtud.

Se miraron intensamente los ojos, una maldiciendo su arranque de sinceridad, el soltar las cosas a lo bruto, sin filtrarlas, sin pensar. El otro con la culpa de saber que ella estaba en lo cierto.

Era algo que jamás podría limar en su mierda de carácter, él era así, a veces se comportaba como un cretino, como una bomba de relojería y en aquellas alturas de la vida, iba a ser complicado que cambiara.

Severus llevó su vista nuevamente al frente, algún punto perdido de la habitación, mientras reposaba su espalda nuevamente sobre su asiento. Había entre ellos un ambiente tenso, por la situación, por lo dicho, y también por lo que aún no se habían dicho.

Estaba claro que hasta que no hablaran claramente, seguirían en aquel punto muerto, en aquel limbo que podría ser en nuevo camino para la reconciliación o una nueva hecatombe. Y teniendo en cuenta las últimas veces que hubieran cruzado palabra, cuándo Snape intentó hablar con ella en el aula de pociones o cuándo ella apareció en casa con Longbottom, jamás habían llegado a un acuerdo, detonando otra pelea, otra discusión.

Pero ya no eran los mismos de entonces, el tiempo y la distancia, les había hecho meditar. Eileen podía llegar a entender a su padre, lo que había pasado no podía ser del gusto de ningún progenitor, aunque pudieran verse reflejados por su propia historia. Ella se había enrollado con su profesor, mucho mayor que ella, que además era amigo de la familia, no era un desconocido… podía llegar a entenderle, saber porqué se había enfadado tanto, aunque no su violencia contra Neville, eso era algo que jamás podría llegar a perdonarle del todo.

Severus comprendió que era el momento de abrir sus manos y dejarla volar, ya lo había hecho a pesar de intentar impedírselo, pero ella era su hija, no su propiedad, así que no tenía derecho alguno de decidir por encima de su voluntad, podría permanecer a su lado, dándole consejo, intentando siempre lo mejor para ella y si alguna vez pudiera llegar a caer, amortiguarle todo lo posible la caída.

Pero lo que se había roto, había que repararlo.

Severus sintió que algo se quebraba en su corazón, una idea que le había atormentado desde el mismo momento que le levantó la mano a Eileen. Aquel maldito gesto que hizo sin pensar, pero que le pesaría toda la vida, porque él jamás quiso hacerle daño, porque por ella daría la vida y no podía creer que, en aquel leve lapsus se hubiera planteado hacerlo.

Eres un pésimo padre, igual que Tobías. Has sido un padre nefasto con ella y ahora lo serás con el que viene en camino.

-Si… supongo que aún no ha nacido y ya le estoy jodiendo la vida a tu hermano.- soltó con aire de derrota.

-Papá… yo no he insinuado nada de eso. – se apresuró aclarar Eileen, temiendo un malentendido pudiera detonar una nueva discusión con él, queriendo evitarlo a toda costa. No deseaba en absoluto volver a pelear con él, todo lo contrario.

Pero él estaba obcecado, todo lo que había estado reteniendo estos meses, todos esos sentimientos encontrados, todas esas dudas, culpa, remordimientos salió a borbotones, brotando en libertad todo a la vez, de aquel foso donde los había enterrado, pero que se quedaron allí, sin desaparecer, pero creciendo sin tregua, alimentados por la oscuridad, haciéndose cada vez más grandes y más fuertes.

-Lo sé, yo me basto y me sobro para saber que soy una mierda de padre.- soltó a bocajarro, como una bala con la que quisiera suicidarse, soltando la mano que le sujetaba su hija, llevándosela nuevamente a la cara, inclinándose hacia delante.

Eileen contempló la desolación de su padre, su devastación. Estaba en ruinas, sumido en una profunda culpabilidad que le emanaba de lo más oscuro de su ser. Jamás le había visto así, tan hundido, tan abatido.

Sí, su relación se había resentido, su relación se había quebrado, pero se resistía a su afirmación. Sí, tenía a veces un carácter de mierda y habían tenido estos últimos meses muchos problemas, pero para nada podía verle cómo se describía. No era una mierda de padre, era un padre a secas y era el mejor que ella podría hacer tenido nunca, jamás lo cambiaría por otro.

-Papá, pero qué estás diciendo…- intentó quitarle una mano del rostro, pero él se resistió, girándose, dándole levemente la espalda.

-Lo que estás escuchando. Te he jodido la vida y seguramente se la joderé a tu hermano, porque eso es lo que yo hago, joderle la vida a todo el mundo.

-Tú no me has jodido la vida… ni tampoco a nadie.

-Eso no es verdad.

-Papá, sé que debes estar muy deprimido por lo que le está pasando a mamá, pero no estoy en absoluto de acuerdo con lo que estás diciendo...

Su padre volvió su sumergirse en un llanto desesperado, que a Eileen le desgarró el corazón. Le vio vulnerable, le vio frágil, le vio humano… su padre no dejaba de ser eso. Siempre lo vio como alguien de fortaleza infinita, de carácter fuerte, dispuesto a soportar todos los reveses de la vida y sabía que ya había superado con creces todas las cotas de sufrimiento en una sola vida. Pero verle desecho, desamparado, le oprimía el pecho impidiéndola respirar con normalidad.

Pero hasta las más fuertes rocas, pueden partirse por el pasar constante del agua, hasta la persona con más entereza, podría quebrarse con la misma facilidad que la rama de un árbol.

Pero mientras que las raíces estuvieran sanas, la planta tenía esperanza, al menos eso es lo que siempre decía Neville.

Su padre también era capaz de equivocarse, pero también de querer enmendarse. Lo había demostrado en el pasado y podría volver a hacerlo.

-Eso no me disculpa de haber sido un mal padre contigo… Te he hecho daño, de mil formas. Violé tu intimidad, ridiculicé tus aspiraciones, humillé y usé aquel hechizo con la persona que amas… Os expuse ante todos. Te lo hice pasar mal y te jodí la vida por no pensar mejor las cosas…y por lo que veo, es algo que seguiré haciendo.

-Papá…- por los ojos de Eileen comenzaron a caer lágrimas.

Pero todo lo que había ahogado en el silencio Severus, estaba por salir. Todo lo que tenía dentro, todo lo que tenía enquistado dentro de su ser, debía salir. Por ella, porque se lo debía a ella. Ella merecía una explicación y una disculpa, aunque no mereciera el perdón.

-Jamás podré perdonarme que aquel día fui capaz de levantarte la mano, jamás podré perdonarme todo lo que te hice. Debí estar a tu lado, no ser la mano que te condenara. Por mi culpa se destapó todo, por mi culpa se enteró todo el mundo, no supe protegerte, no supe estar a la altura… sí soy un padre de mierda.

Eileen intentó tomar su mano, pero la rehusó.

-Papá no digas eso…

-Aunque no lo diga, eso no cambia la realidad. Te hice mucho daño y lo peor de todo es que te abandoné a tu suerte, por estar demasiado sumergido en mi orgullo, en querer llevar la razón a toda costa…

Eileen esta vez alzó la mano, posando sus dedos en la barbilla de su padre, tirando de ella, forzando que levantara su vista a ella, clavando sus puñales negros en sus ojos melados.

-Papá, tú no eres el único era la que tenía un secreto y uno muy gordo. Sé que lo mío con Neville fue ilícito, un profesor con su alumna, nuestra diferencia de edad, el amigo de la infancia de mamá, pero es un amor real. No es un capricho, no es algo pasajero, tengo una relación seria con él. Pero entiendo que pudiera suscitarte rechazo de primeras. Te oculté lo que te pasaba… quizás debí contártelo, quizás debí confiar en ti… Quizás así te podría hacer dado tiempo para meditarlo… si hay alguien que nos debiera entender, deberías ser tú.

-Entiendo que no quisieras contarme nada, soy un puto monstruo. Después de todo, tengo un tatuaje que me lo recuerda…

Severus rompió el contacto visual con su hija, apenas era capaz de mirarla a la cara, avergonzado, sin sentirse digno. Se levantó de aquella incómoda banca, incapaz de estarse quieto en un lugar. Hacía mucho que no se sentía así y todo aquello lo superaba, era incapaz de tomárselo con la mesura que solía lucir como una bandera. Era Eileen y todo lo que tenía que ver con ella le importaba mucho, había imaginado mil veces cómo sería volver a conversar con ella, retomar la charla que sabía que tenían pendiente o callar para siempre.

Lo único que deseaba, era al menos no hacerle más daño de lo que ya le había hecho.

-¡Tú no eres un monstruo!- espetó alarmada Eileen, también levantándose de su asiento, acercándose a la espalda de su padre.

Snape se giró sobre sus propios talones, enfrentando a su hija. La piel la lucía más cetrina que de costumbre, pero su rostro revelaba un profundo sufrimiento, un dolor donde se quemaba de dónde nadie podría rescatarle.

Al menos eso pensaba él.

-Sí que lo soy Eileen. Te hice daño, se lo hice a Longbottom, realmente quería verle sufrir. No me paré a pesar nada en absoluto, sólo sé destruir lo que toco…

Volvió a bajar la mirada, incapaz de mantenérsela a su hija. Eileen dio un paso hacia su padre, tomándole de la mejilla por donde se cruzaba aquella horrible cicatriz.

-¡Papá no digas eso! Sé que todo lo que nos ha pasado ha sido grave, sé que no lo hicimos bien… ninguno. Pero no es justo que te tortures así, no es justo toda una vida como padre impecable se vaya al sumidero…

-¡Y cómo no quieres que se vaya al carajo, si soy de lo peor! Jamás podré compensar lo que te hice, jamás podré compensar por lo que te hice pasar.- espetó con tono desesperado.

Una lágrima volvió a surgir de los ojos de Eileen, surcando sus mejillas para saltar al abismo a través de su barbilla.

-Yo también te lo hice pasar canutas. Te grité… te grité cosas horribles, que no creo que me perdone nunca… Jamás debí decirte que eras un mortífago arrepentido. Son palabras que pesarán en mi alma siempre…Yo también quise herirte y no tenía derecho alguno de usar algo así en tu contra… sé un poco por lo que me habéis contado y fue muy bajo por mi parte.

Él tomo el brazo de su hija por la muñeca, retirando aquella mano gentil de su rostro.

-Pero es lo que soy Eileen… Me dejé cegar por la ira, trayendo destrucción a mi paso. No es que haya cambiado mucho desde entonces….

-Papá, a pesar de todo, sigues siendo humano, un tatuaje, tu pasado, no es lapidario, nadie tiene el derecho de reclamarte nada a estas alturas, siquiera yo. Sé que tuviste una infancia de mierda y me diste la mejor…

Severus iba negando con la cabeza con cada palabra que pronunciaba su hija.

-Pero te abandoné cuando quizás más necesitabas de mí, tendría que haberme esforzado en entender…

- Te has equivocado, yo también me equivoqué… ambos somos responsables. Tú no eres el villano aquí.

Ahora fue Snape quien tomó el rostro de su hija con sus manos, enmarcando con sus dedos la carita llorosa de ella. Se le rompía el corazón verla llorar, más sabiendo que él era responsable de aquellas lágrimas. Sin vergüenza de mostrarse vulnerable ante ella, se permitió llorar, porque todos aquellos sentimientos se arremolinaban en su interior, queriendo salir y la única forma era acompañados de lágrimas saladas.

-Pero yo soy tu padre, soy quien debía protegerte, quien debía mirar por encima de todo por ti… y no lo hice. Lo que hice no tiene perdón.

-Te enfadaste conmigo y de verdad que lo entiendo, creo que haría exactamente lo mismo si me viera en tu lugar… Supongo que la situación nos arrolló a todos. Yo no estoy exenta de culpa.

-Eileen… Soy tu padre, lo único que quiero es que seas feliz, lo único que aspiro a la vida es verte lograr lo que te propongas…lo único que anhelo es obtener tu perdón algún día. ¡Perdóname Eileen! ¡Perdóname por favor!

-¡Papá yo ya te he perdonado! Es hora de que lo hagas tú. Perdónate por favor, porque no eres un mal padre, porque no jodes la vida de los demás, porque no soporto verte así… quiero recuperarte papá. Porque no soporto más tu ausencia, porque te quiero en mi vida, no quiero perderte.

-Nunca me perdiste, Eileen.

Ambos se fusionaron en un gran abrazo, apretado, tierno. Seguían llorando, sin poder parar a pesar de abrir al fin una puerta al perdón, a la reconciliación tan deseada por los dos. Snape depositó un beso en el pelo de su hija.

-Aprendo de mis errores hija. Sólo quiero verte feliz y estar a tu lado pase lo que pase. Si lo que quieres es jugar al quidditch y estar con Longbottom, si eso es lo que te hace feliz, para mí está bien… yo te apoyo.

Sí, se había rendido, hacía ya mucho que lo había hecho, pero al fin lo había entendido. No lo dijo con tono de resignación, siquiera con la sumisión de alguien que no tenía elección. El tiempo y todas las conversaciones con Hermione, incluso con el cabeza hueca de Potter habían calado en él, entendiendo al fin a lo que se referían, a lo que podía perder, no merecía la pena abrazarse al orgullo y mucho menos aferrarse a una idea establecida, una idea que se había construido en su mente con una vida idílica para su hija. Era un perro viejo, pero aún podía aprender, aún había esperanza para él.

Ella era lo más importante…

-Gracias papá… no sabes lo que significa para mí que me apoyes.- dijo arrebujándose más contra él, buscando el abrigo que le brindaban sus brazos paternales.

-Siempre he querido lo mejor para ti, ahora sé que es hora de que tú elijas tu camino, yo siempre estaré para ti. Sólodeseo que estés bien, no quiero que sufras… porque eres mi niña y siempre lo serás para mí… aunque seas mayor.

-Papá…

-Te quiero, hija. Te quiero muchísimo.

-Y yo a ti.

Imprimieron más fuerza en aquel abrazo, intenso, que se prolongó en el tiempo, ya que ninguno quería soltarse realmente. Severus saboreando cada segundo que tenía a su hija de vuelta al fin entre sus brazos, en su vida. Eileen se sentía como el hijo pródigo que volvía al fin a su casa, a su hogar.

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Neville Longbottom aguardaba fuera de aquel pasillo, sin saber muy bien qué hacer, sujetando entre sus manos una caja a modo de bandeja de cartón, dónde le habían puesto para llevar los cafés y las infusiones que había comprado, que se enfriaban a causa de su indecisión.

No sabía muy bien qué hacer, si irrumpir en aquella habitación con el miedo de poder obstaculizar algo o quizás siendo nuevamente la balsa que rescatara a Eileen de la tempestad. Algo le decía que aquella vez sería distinto, que aquellos dos cabezotas llegarían a un acuerdo, después de todo, eran padre e hija.

Y si eso llegara a ocurrir, estaría más que contento. Le entristecía ver lo mustia que se ponía Eileen cuándo recordaba a su padre, la melancolía que la embargaba a veces cuándo pensaba que él no la espina clavada en el corazón era momento de removerla y al fin arrancársela, para poder sanar.

Él no contaba con que Snape le aceptara nunca, por él estaba bien, sabía que era un precio que debía pagar por estar con Eileen. El desprecio de su suegro y el de algunos amigos como Harry, pero al menos, esperaba que Eileen pudiera restaurar su situación familiar y pudiera mantener una relación fluida con su padre, ella lo deseaba y él lo deseaba para ella.

El cuánto a él con respecto a Snape, no pensaba pasar por ninguna más de sus humillaciones, eso lo tenía claro, pero era incapaz de guardarle rencor… Sí había estado dolido, había estado cabreado, pero era incapaz de guardar un rencor para siempre, al menos no a Snape y eso que él era responsable directo de muchas de sus miserias en el pasado, pero estaba en su carácter. Hace mucho que superó todo lo que le hiciera como profesor al verle como el marido de su amiga Hermione y ahora, sencillamente era incapaz de pensar en él con un atisbo de odio a pesar de lo que le había hecho.

Después de todo, él tampoco era inocente, era consciente de ello, aunque hubiera decidido vivir su vida con Eileen sin permitir que nadie le juzgara por eso. Ya lo hizo él antes de rendirse a sus sentimientos, reales, sinceros, honestos. Quería estar con ella y no pensaba separarse mientras quisiera estar con él.

En cuánto a toda aquella situación, algo había cambiado.

Había pasado tiempo, habían meditado, se habían sosegado. Eileen había madurado mucho, había pasado de ser una increíble joven, a una increíble mujer, que había demostrado con creces que era capaz de conducir su vida. Había alcanzado una pequeña meta inmediata, que era entrar en la liga profesional de quidditch, pero era contemplaba lleno de orgullo esforzarse cada día, para poder ser mejor, para alcanzar metas más elevadas, con paciencia y trabajo.

La convivencia con ella estaba siendo una delicia, más de lo que esperaba, ya que él pensaba que se comportaría más como una niña, ya que venía de convivir con sus padres, pero era responsable y jamás discutían. Si no estaban desacuerdo en algo, eran capaces de hablarlo, con sosiego, con tranquilidad.

Y sabía que, gracias a ella, su pelea con su abuela no había pasado a mayores. No sabía qué se habían dicho aquel momento que las dejó a solas para ir a preparar café, tanto una como la otra jamás soltaron prenda, no querían contar qué se habían dicho, pero a pesar de ignorarlo, sabía que Eileen tuvo que ser muy convincente para convencer a su testaruda abuela con tan increíble rapidez.

Y además, ahora mantenían una relación más que cordial, su abuela y Eileen se adoraban. Era cierto que Neville le encantaba el hecho de verlas conversar tan animadamente, incluso a veces, quedaban en verse sin contar con é poco de hecho, Eileen y su abuela fueron de compras, donde su abuela cambió ligeramente de atuendo a uno más alegre, incluso más cómodo, donde pudo ver la clara influencia de su novia.

Sí, él era feliz, pero Eileen no había alcanzado aquella plenitud, ya que el hecho de estar separada de alguien constante en su vida y tan importante como lo era su padre, era algo que carcomía por dentro, podía percibirlo. Y si ella no era feliz, él tampoco podía serlo.

Odiaba verla así, odiaba aquella situación que se había desbordado, pero poco podía hacer por ellos, a pesar de sentirse en parte culpable por todo lo ocurrido. Podía haberlo hecho de mil maneras distintas. Desde el momento que comenzó su historia con Eileen debió hablar con sus padres, ir de frente, no yendo a escondidas como hizo. Quizás debió renunciar en aquel instante del colegio, siendo un profesor honesto y así se hubieran librado del escándalo… De nada servía pensar ahora en el pasado, ni torturarse por ello, él no podía hacer nada para cambiar el pasado, pero al menos sí podía hacer algo por ellos en el presente, que era intentar que Eileen pudiera al fin hablar con Snape.

Él le había dado un pequeño empujón, esperaba que ambos fueran capaces de lograr algo, el abrazo con el que había envuelto Snape a Elle casi sin pensárselo, le hacía sentirse esperanzado.

Pero era algo que debían arreglar entre padre e hija, él poco más podía hacer.

Puso la oreja en el tablero de la puerta, intentando oír algo. Hasta él llegaba el murmullo de sus voces, pero apenas podía distinguir qué decían, ya que hablaban en un volumen bajo.

Un enfermero que pasaba por allí le contempló con desaprobación, al pillarle allí con su misión fracasada como espía. Neville se irguió, decidiendo entrar en la sala de espera al fin, más huyendo de la mirada penetrante de aquel sanitario que de otra cosa, que estaba a punto de llamarle la atención.

Neville giró la perilla de la puerta y entró a toda prisa, a punto de derramar todos los cafés en el suelo, que pudo salvarlos por muy poco, mientras hacía aspavientos con las manos para evitarlo a toda costa, sobre todo tras comprobar que aún estaban lo suficientemente calientes como achicharrarse la punta de los dedos.

La puerta se cerró a su espalda y suspiró aliviado, no por evitar aquella escabechina de café sino por el cuadro que pudo vislumbrar al entrar.

Severus y Elle estaban sentados, el hombre sujetaba la mano de su hija, mientras ambas reposaban en la rodilla del hombre. Estaban hablando animadamente, uno cerca del otro, en plan confidentes. Eileen era la que estaba hablando sin cesar y su padre la escuchaba con verdadera devoción.

Aunque ahora estaban ambos callados, contemplándole hacer aquella entrada triunfal.

Snape automáticamente borró aquella expresión relajada de su rostro para fruncir el ceño, claramente molesto por su presencia allí. Afortunadamente no dijo nada sobre su evidente torpeza.

-¿Estás bien?- se interesó Eileenverdaderamente preocupada.

-No es nada… sólo me he quemado un poco. – informó acercándose a su novia, que no se había movido de su asiento, sujetando aún la mano de su padre.

Neville cruzó una leve mirada con Eileen para entender, hablando con los ojos, sin necesidad de poner nada en palabras. Ella sonrió y él no tardó en corresponderla, feliz de que al menos algo hubieran avanzado. Neville asintió una sola vez con la cabeza, de manera muy leve, a modo de "Ya me contarás luego" a lo que ella también asintió.

-Este es el tuyo,- señaló uno de los vasos desechables Neville.- café con extra de azúcar, como a ti te gusta. También he traído infusión de tila…

-Gracias mi amor, el café está bien.- contestó Eileen soltando a Snape para tomar el recipiente con las dos manos, evitando que pudiera derramarse.

Snape desvió la mirada a la esquina más alejada de la habitación, con aire de verdadera molestia. Neville no sabía si disgustado porque su hija había soltado su mano o por el apodo cariñoso con el que se había dirigido a él.

Neville suspiró levemente, intentando por todos los medios no hacer ruido, casi temía respirar. Tragó saliva, dando un paso al frente del hombre.

-¿Quieres un café, Severus?- preguntó con toda la amabilidad que pudo, intentando que su voz sonara lo más casual posible, intentando que no se reflejara en ella lo nervioso que realmente estaba, ya que no sabía qué podía esperar del hombre, aunque dudaba que pudiera montar una escena en aquella situación.

Severus clavó sus dos pozos oscuros en él, expectantes, con semblante sobrio, pero escrutándole con suma atención, como si fuera un espécimen digno de estudio.

Neville se sintió un tanto incómodo bajo aquella mirada escrutadora, pero para nada se achantó, sino que añadió con total naturalidad.

-Este es café, y este otro es una infusión de tila.- explicó señalando primero un vaso y después otro.

Snape en el más rotundo silencio se enderezó en su asiento, en una postura más rígida. Sin cesar de mirarle, intimidante, se tomó su momento antes de limitarse a tomar el café y musitar un "Gracias" entre dientes.

El hecho que no le hubiera estampado la bandeja en la cara, ya decía mucho del estado del hombre y Neville estaba aliviado por ello. Lo que menos quería era montar una escena, aunque no tuviera lo potestad completa de ello. Ya bastante grave y denso era el momento como para volver a lo mismo. Estaban en un hospital por un momento muy importante y ahora estaban en una situación delicada, no era momento para pelear.

Neville tomó el último café de la bandeja y dejó las infusiones sobrantes en una silla colindante.

Al final había traído las tilas para nada, pero era mejor así.

Neville tomó asiento en el lado libre de Elle, dejándola a ella en medio de los dos hombres, entre su familia de sangre y la que ella había elegido tener.

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El tiempo pasaba casi agónico en aquella terrible sala de espera de hospital. Los minutos se dilataban y un segundo parecía una eternidad.

Los tres estaban sumergidos en un rotundo silencio, sólo roto a veces por Eileen, que le preguntaba algo a su padre o a su novio, pero sin llegar a considerarse una conversación fluida ya que enseguida volvían a su mutismo inicial.

Sobre todo, Eileen interrogaba a su padre de vez en cuando si podía conectarse con su madre, a lo que el hombre siempre contestaba negativamente con pesadumbre.

Severus de vez en cuando se levantaba de su asiento, paseándose por la sala como un león enjaulado, resoplando y maldiciendo entre dientes, para luego lanzarse nuevamente aquellos asientos del demonio.

Ya había amanecido, lo sabían por sus relojes que consultaban demasiado, ya que en aquella sala sin ventanas no había manera que pudiera colarse el sol, haciendo más lúgubre y triste el lugar.

Eileen movía sin parar sus rodillas, de arriba abajo, en un espasmo nervioso, pero una manera de desfogar toda su preocupación y hastío por la espera. Era insoportable, hasta ella misma se estaba planteando si irrumpir allí dentro en busca de alguna explicación, como digna hija de su padre.

Neville contemplaba la desesperación creciente de su novia, que se crujía los dedos de las manos compulsivamente. Como siguiera así, terminaría haciéndose daño en los dedos. Era una manía que había copiado de él, eso estaba seguro, pero no era bueno que lo hiciera tan continuado.

Él tomó una de sus manos, suave y calentita, aprisionándola entre las suyas, así evitando que pudiera seguir con aquel tic nervioso, girando su cuerpo hacia ella, retirándole el pelo de la cara.

Ella agradeció aquel gesto, sonriendo levemente. Él le ofreció aquella infusión de tila, ya seguro que fría, a lo que ella rechazó con un movimiento de cabeza.

-Por cierto Elle… no me dijiste al final qué nombre te gustaba para tu hermano.- recordó aquella conversación interrumpida Neville, que parecía que habían mantenido hace mil años atrás.

Severus Snape que permanecía sentado al lado de Eileen contemplando un punto perdido en el horizonte, se mostró claramente interesado por la pregunta. Girando levemente la cabeza hacia ellos, sin disimular estar escuchando, después de todo, en aquella minúscula sala era imposible no oír lo que los demás decían.

-¿Has escogido nombres para el bebé?- intervino Severus integrándose sin pensar en la plática, con naturalidad, sin notarse forzada aquella intrusión.

-Si… mamá me contó que no os ponéis de acuerdo en los nombres y tengo uno para niño que me gusta mucho.

-Es lógico que no me ponga de acuerdo con tu madre, Eileen. Quiere ponerle mi nombre horrible a tu hermano y ya bastante crimen hizo Potter poniéndoselo a su hijo…

-Pues Anmón no es nombre más bonito… - replicó ella, sabiendo por su madre los nombres que barajaban, aunque estaba segura que su padre sabía que su madre se lo había contado.

-Mejor que mi nombre, que condiciona, es horroroso y además fue el que eligió mi padre. No es que llamándote Severus estés destinado a ser el alma de la fiesta.

Neville hizo un ruido con la boca que se apresuró a tapársela con una mano, intentando no mirar directamente a su suegro.

-¿He dicho algo gracioso, Longbottom?- preguntó frunciendo el ceño a lo que el hombre intentaba siquiera sonreír, sabiendo que su vida quizás dependiera de ello.

-No, disculpa.- se limitó a decir recuperando la compostura.

Una cosa es que te tolere, otra muy distinta es que te soporte. El día que ella se harte al fin de ti, pienso patearte el culo tan fuerte que te mandaré a Colombia de vacaciones.

-¿Cuál has pensado para niña? A mí realmente me gustaría que fuera otra niña…- recuperó la conversación Severus, dirigiéndose a su hija, que se encogió de hombros.

-Sólo he elegido uno de niño, estoy segura que es un chico, me gusta A…

Severus Snape se alzó de repente de dónde estaba sentado, asustando por el movimiento brusco a su hija y compañía, llevándose las manos a la cabeza, interrumpiendo lo que Eileen estaba por decir.

Una enorme sonrisa se dibujó al fin en su macilento rostro, iluminando por una chispa de tranquilidad en sus ojos oscuros. Su quedó en silencio, pero cada vez sonreía más y más, completamente feliz.

Si no supieran de la conexión que mantenía con su mujer, los presentes estarían completamente seguros de que el hombre había perdido al fin la cordura.

Eileen y Neville clavaron su mirada en el hombre, en un rotundo silencio, sin apenas respirar, expectantes, hasta que el hombre embelesado recordó que no estaba solo en la habitación.

-Eileen, tu madre está despierta… ella y el bebé están bien.

Eileen no pudo evitarlo y se puso de pie de un salto, dando varios brincos de autentica felicidad alrededor de su padre, desfogando toda la energía henchida de auténtica felicidad, antes de lanzarse a sus brazos, que la abrazó con tanta fuerza, que sus pies se levantaron del suelo.

No tardó en abrirse la puerta que tanto tiempo llevaban vigilando y aguardando, invadiendo la habitación un cansado pero satisfecho Logan, que siquiera se había quitado la ropa del quirófano.

- ¡Severus, Eileen! ¡Hermione y el bebé están estupendos! ¡Tengo el honor de anunciaros que sois el padre y la hermana de un precioso niño!

Eileen soltó a su padre dando un pequeño chillido y se aproximó al medimago, al que abrazó con efusividad y sin contenerse se puso a saltar, a lo que el hombre, encantado de compartir aquella buena noticia, le siguió el rollo saltando también con ella, aunque lo que más le apetecía era tirarse bocabajo en aquel suelo, agotado.

Cuando Eileen se sosegó un poco, Severus se acercó a Tim, para pedir detalles, mientras agradecía mil veces todo lo que habían hecho por ellos.

Neville sonrió, aún sentado, contemplando sin llegar a participar de aquella alegría, pero totalmente feliz de que todo hubiera evolucionado bien.

Él jamás dudó de ello.

¡HOLAAA! Sí no es un error de actualización, realmente AnitaSnape actualizó al fin la muy hija de….

Primero ante todo, quiero agradeceros vuestra paciencia y los mensajes interesándoos por mi estado de salud, que afortunadamente ya es bueno. De verdad, gracias.

Por lo demás, no sabéis el trabajo que me ha costado escribir este capítulo, creo que es que más me ha costado de todo el fic, espero haber hecho una digna reconciliación entre Severus y Eileen, aunque a Snape le queda mucho por tragar, (por el yerno que tiene jajajaja) pero creo que va ya por buen camino.

Por desgracia creo que estamos más acostumbrados a las peleas que a pedir disculpas, de ahí creo que mi dificultad por escribir. Le he dado vueltas y vueltas, hasta que ya he dejado en paz el capítulo y lo he subido al fin. (ya lo borré una vez porque no me gustaba) jajajaja

En este capítulo tenemos un invitado fugaz creado por el grandioso mangaka Osamu Tezuka, un personaje al que adoro y tiene cierto sentido que fuera un medimago, eso explicaría muchas cosas XD. Al principio iba a ser Logan quien sacara a Severus a empellones del paritorio, pero todos ya sabemos que es muy amable para hacerlo solo, así que debía inventar a otro médico, así que decidí coger prestado al personaje de Tezuka.

Bueno, actualizaré en breve, preparaos porque a partir de ahora, al pobre Severus le va a llover encima todo lo que ha ido escupiendo hacia arriba en todo el fic. Mujajajajajajajaja

Bueno me voy a tomar viento, un besiño muy fuerte y gracias por seguir acompañándome en esta gamberrada.

AnitaSnape

Pd. La canción con la que abro el capítulo es "amanecer en el puerto" de Alameda.

Perdón por los posibles dedazos y faltas, siempre intento dar lo mejor en mis escritos, de verdad que espero que os haya gustado y haya merecido la pena la gran espera. Os quiero!