Adrián fue el lunes al instituto mucho más tranquilo y descansado de lo que pensaba que estaría. Lo atribuía a la conversación que había mantenido con Marinette el sábado por la noche. Le había sentado bien desahogarse, poder hablar de todo aquello que lo angustiaba… y, sobre todo, poder pasar un rato a su lado. Lo cierto era que disfrutaba mucho con su compañía, y lamentaba que no pudiesen pasar más tiempo juntos. De hecho, había pensado mucho en ella a lo largo del domingo, y había acariciado la idea de llamarla con cualquier excusa. Pero, dado que había ido a visitarla como Cat Noir y no como Adrián, no sabía muy bien qué decirle.

Se acercó a ella, casi teledirigido, en cuanto la vio en clase, sentada en su sitio de siempre. Pero se detuvo a unos pasos, en cuanto se dio cuenta de que parecía triste y cansada.

—¿Marinette? —la llamó en voz baja.

Ella se sobresaltó ligeramente, como si hubiese estado perdida en sus pensamientos. Alzó la cabeza hacia él.

—¡Oh! A-adrián.

Miró a su alrededor como si buscase alguna vía de escape, y el chico se desanimó un poco.

—¿Estás… bien? —le preguntó sin embargo. Ella no contestó enseguida, y Adrián añadió—. Es que tienes… mala cara. Como si no hubieses dormido bien.

Se moría de ganas de ayudarla, de escucharla y consolarla, tal como ella había hecho por él dos noches atrás.

Pero parecía que Marinette tenía otros planes.

—¡Sí! Quiero decir, ¡no! He dormido perfectamente, jajaja. No tengo ningún problema en absoluto…

—¿Estás… segura?

—¡Servicio! —exclamó ella de pronto, poniéndose en pie—. Quiero decir… que tengo que ir un momento… al… servicio.

Y salió disparada de la clase, dejándolo plantado.

Adrián suspiró.

—¿No te parece que Marinette está un poco rara últimamente, Plagg? —le preguntó a su kwami.

Pero él no pudo contestar, porque en aquel momento entró Nino, y Adrián se volvió para saludarlo con una sonrisa.

Marinette chocó contra Alya en el pasillo.

—¡Eh, frena un poco, chica! —la detuvo su amiga—. ¿A dónde vas tan corriendo?

—Tengo… una urgencia… —farfulló ella.

—¡Hola, Adrián! —oyeron la voz de Nino desde el interior de la clase.

—Ajá —sonrió Alya—. ¿Y el nombre de tu urgencia no empezará por la letra "A", por un casual?

—A-a-a-l baño —tartamudeó Marinette. Se topó con la mirada seria de su amiga y se rindió—. Bueno, tal vez no sea tan urgente, después de todo.

—Marinette —murmuró Alya en voz baja—. ¿Qué te pasa con Adrián? ¿Por qué sigues huyendo de él?

—¡Yo no huyo! —se defendió ella—. Es solo que…

Tomó del brazo a su amiga y la arrastró hasta un rincón más tranquilo, para poder hablar en privado.

—Ya sabes por qué no puedo acercarme a él —susurró—. Tengo que concentrarme en mi misión como Ladybug, y las cosas ya son muy difíciles…

Alya detectó entonces las ojeras y el gesto cansado de su compañera.

—¿Sigues teniendo malos sueños? —le preguntó, sonriendo con simpatía—. ¿Necesitas que me quede a dormir en tu casa otra vez?

Marinette estuvo a punto de decirle que sí. Pero entonces evocó la visita nocturna de Cat Noir. Si Alya se quedaba a dormir en su casa, entonces quizá su compañero enmascarado no volvería… Sacudió la cabeza. Nada indicaba que Cat Noir fuese a visitarla de nuevo. La vez anterior había sido una casualidad, él simplemente pasaba por allí, y ella…

—Marinette —la llamó Alya—. Te has vuelto a quedar en blanco.

Ella sacudió la cabeza para volver a la realidad.

—Sí, lo siento, es solo que… No sé. Todo es muy complicado ahora mismo.

—Creo que deberías hablar con Adrián —le dijo entonces Alya—. Sobre lo que pasó… la noche que perdiste los prodigios —añadió en voz muy baja.

—¿¡Qué!? —saltó Marinette—. ¿Has perdido la cabeza? ¡No puedo revelarle mi identidad secreta! —le dijo en un susurro.

—¡Claro que no! Me refiero a que debes hablar con él… como Ladybug.

Marinette se quedó mirándola, muy desconcertada.

—Creo que puede sentaros bien a los dos —prosiguió Alya en voz baja—. Puedes explicarle lo que sucedió, porque probablemente no lo entienda del todo, y tú puedes preguntarle por Félix. Tal vez sepa algo de él o pueda darte alguna pista.

Marinette inclinó la cabeza.

—¿Sabes qué? Puede que no sea tan mala idea.

—Si te enfrentas a lo que pasó desde una perspectiva más… profesional, digamos…, quizá eso te ayude a tratar a Adrián con más naturalidad en tu vida diaria, ¿no crees?

Marinette se desinfló un poco.

—No estoy segura de querer rememorar lo que pasó, Alya.

—Y ese es el problema —concluyó su amiga—. Pero Adrián no lo sabe, y no tiene la culpa.

—Y no se lo puedo explicar —murmuró Marinette, alicaída.

—Tú, no. Pero Ladybug sí.

—¡Señoritas Césaire y Dupain-Cheng! —las sobresaltó de pronto la voz de la profesora Mendeleiev—. ¿Se puede saber qué hacen todavía en el pasillo? ¡La clase está a punto de empezar!

Las dos amigas cruzaron una mirada de circunstancias.

—Espero que no tuvieras que ir al baño de verdad —comentó Alya.


—Entonces, ¿vas a ir a ver a Adrián? —le preguntó Tikki aquella noche—. ¿Sin decírselo a Cat Noir?

—Se lo diré después, y le contaré todo lo que haya averiguado —respondió Marinette—. Pero Alya tiene razón: tengo que enfrentarme a lo que pasó la noche en la que perdí los prodigios, y he de hacerlo sola. Tikki, ¡puntos fuera!

Momentos más tarde, volaba sobre los tejados de París. Se detuvo un momento sobre una chimenea, sin embargo, y miró a su alrededor. Su corazón se aceleró un poco ante la posibilidad de ver a Cat Noir antes de tiempo, aunque aquella tarde, tras la patrulla diaria, le había pedido que se reuniera con ella por la noche, una hora después. Esperaba haber podido hablar con Adrián para entonces, y así compartiría la información con su compañero.

Como suponía, el superhéroe no se hallaba a la vista. Ladybug suspiró y se dirigió hacia la mansión Agreste.

Se encaramó a lo alto del muro. Había luz en la habitación de Adrián, y ella tuvo un breve acceso de pánico. Por un momento, estuvo a punto de dar media vuelta y volver corriendo a su casa. Inspiró hondo un par de veces, tratando de reunir valor. «Tienes que hacer esto, Marinette», pensó. Porque si había perdido los prodigios y a los kwamis, si el Monarca estaba utilizando sus poderes contra Cat Noir y contra ella, tenía que entender cómo había pasado, y por qué.

De modo que saltó hasta el alféizar de la ventana. Se le ocurrió de pronto que quizá Adrián se estaba cambiando de ropa o algo parecido, y se sonrojó. Pero un breve vistazo a través del cristal le indicó que el chico solo estaba recostado en el sofá, jugando a un videojuego con gesto aburrido. La habitación estaba bastante desordenada, cosa que sorprendió a Ladybug. Había estado allí varias veces y sabía que Adrián era bastante pulcro.

Llamó al cristal con los nudillos. Adrián alzó la cabeza y sus ojos verdes se abrieron con sorpresa. Ladybug lo vio levantarse de un salto para buscar el mando a distancia que abría la ventana. Cuando la superheroína entró finalmente en la habitación, los dos se miraron, un poco cohibidos, sin saber qué decir.

—Ladybug —murmuró él por fin—. Hola. ¿Pasa… pasa algo malo?

—No, no, todo está bien —lo tranquilizó ella—. Siento haberme presentado aquí sin avisar. Tenía que… hablar contigo en privado, y… ¿te importa si te hago algunas preguntas?

—¿Algunas… preguntas?

—Sobre lo que sucedió… la noche que el Monarca robó los prodigios.

Un destello de entendimiento iluminó los ojos de Adrián.

—Claro. Siéntate, por favor. —Despejó el sofá de trastos y empujó disimuladamente a un lado un plato con restos de queso—. Disculpa el desorden. Desde que ya no soy modelo tengo más tiempo libre, y me temo que aún estoy decidiendo qué quiero hacer con mi vida y… perdona, supongo que esto no te interesa.

Ladybug lo había estado escuchando con simpatía y comprensión. De pronto recordó que se suponía que ella no conocía esa información.

—¿Ya no eres modelo? —preguntó—. Pero… ¿no eres tú el del anillo que está promocionando tu padre? Alliance se llama, ¿no?

—Sí…, bueno, no exactamente. Es solo una imagen digitalizada de mí mismo —respondió él, con cierta incomodidad—. Supongo que así… es más conveniente para todos. Pero no quiero entretenerte con esto. Habías venido a hablar de los prodigios, ¿verdad?

Ladybug asintió. Se sentó en el sofá, y Adrián tomó asiento también, a una respetuosa distancia.

—Fue un día muy complicado —empezó ella—. Pasaron muchas cosas, y aún no he terminado de asimilarlo todo… Y mucho menos…

Su mirada se desvió hacia el lugar de la habitación donde su yoyó había desaparecido de repente. Justo ante la puerta del baño. Giró la cabeza rápidamente al evocar su ataque de pánico, las palabras de Adrián tratando de calmarla, cómo ella se había encerrado en el cuarto de baño para descubrir con absoluto horror que todos los prodigios que se suponía que debía proteger… habían desaparecido.

Adrián pareció leerle el pensamiento, porque dijo:

—Lo siento muchísimo, Ladybug. Nunca tuve ocasión de hablar contigo después de lo que pasó… ni de pedirte disculpas.

Ella negó con la cabeza.

—No fue culpa tuya…

—Sí que lo fue —discutió él—. Si yo no hubiese accedido a cambiar de lugar con mi primo… nada de esto habría pasado. Me habrías dado el prodigio del perro a mí, en lugar de a él… y yo jamás te habría traicionado.

Había algo de verdad en sus palabras, y Ladybug se quedó mirándolo con sorpresa.

—Así que, sí… —concluyó él con sencillez—. Fue culpa mía. Y haré todo cuanto esté en mi mano por repararlo. En la medida de mis posibilidades, claro —se apresuró a añadir.

Ella hundió el rostro entre las manos, tratando de entender.

—Pero… ¿cómo es posible? —murmuró—. Te vi… en la estación… antes de que partieras en ese tren…

Adrián negó con la cabeza.

—Ese no era yo. Verás… —dudó un momento antes de continuar—: Mi padre había decidido enviarme fuera, en un viaje alrededor del mundo, para promocionar su nuevo perfume. Y yo no el tuve valor de decirle que no quería ir. Mi amiga Marinette me animó a que hablara con él, a que le dijera cómo me sentía, pero sencillamente… no me atreví. Y entonces llegó Félix y me propuso que cambiáramos de lugar. Me dijo que él hablaría con mi padre para que yo no tuviese que marcharme. Lo siguiente que supe fue que se había montado en ese tren, haciéndose pasar por mí.

Ladybug no podía culparlo por haber confiado en Félix. Después de todo, Adrián apenas tenía familia.

—Pero ¿qué era lo que pretendía Félix? —se preguntó en voz alta—. Robar los prodigios no, desde luego. Al menos, no en ese momento. No podía saber que yo te iba a confiar el prodigio del perro precisamente ese día. Tú ni siquiera eras uno de los superhéroes de apoyo, así que, si se hizo pasar por ti…, debió de ser por otra razón.

—¿Aparte de partir de viaje en mi lugar? —Adrián movió la cabeza—. Era una gran oportunidad. Todo el mundo estaba muy feliz por mí, así que supongo que era una buena cosa. O, al menos, lo parecía.

—Tu primo… ¿te envidia?—preguntó Ladybug con suavidad—. ¿Le gustaría… poder vivir tu vida?

Adrián suspiró.

—Imagino que sí. ¿Por qué, si no, se comporta de esa manera? ¿Haciéndose pasar por mí cada dos por tres? Tendría que haberlo cortado de raíz hace tiempo. Jamás debí haberle dado permiso para cambiarse por mí. Supongo que me vi afectado por el poder de Risk, pero, aún así…, no es excusa. Lo siento muchísimo, Ladybug.

Ella desvió la mirada.

—Tendría que haberme dado cuenta de que no eras tú —susurró.

—No te culpes por eso —replicó Adrián—. Félix es muy bueno imitándome. Es capaz de engañar a nuestros propios padres…

—No, no, no —cortó ella—. Tendría que haberlo sabido de todas formas. La primera vez sí fui capaz de distinguiros, así que en esta ocasión, que pasamos más tiempo juntos mientras él actuaba como Flairmidable, debería haber…

—¿Cómo es Félix? —preguntó Adrián de pronto con curiosidad—. Como superhéroe, quiero decir.

Ladybug hizo una pausa mientras rememoraba los momentos que había vivido junto a Flairmidable.

—Bastante competente —admitió por fin. Adrián desvió la mirada, y ella se apresuró a añadir—: ¡No quiero decir que tú no lo seas! La última vez no acerté con el prodigio adecuado, pero estoy segura de que, en otras circunstancias…

—¿Por eso quisiste confiarme el prodigio del perro? —comprendió Adrián—. ¿Por lo que pasó… cuando me convertí en Aspik?

—¡No! Bueno, no solo por eso. —Ladybug hizo una pausa mientras reordenaba sus pensamientos—. Mis compañeros y yo estábamos peleando contra los sentimonstruos que destruían París. Descubrimos entonces que todos habíamos sido afectados por Risk, por lo que era bastante probable que tomáramos decisiones precipitadas… que nos llevarían a la derrota.

»Y entonces me acordé de ti, de que te había visto en la tele por la mañana, y luego más tarde en la estación. Si te habías ido de París, quizá no estuvieses bajo la influencia de Risk. Y necesitábamos a alguien en el equipo que fuese capaz de actuar con prudencia.

—Entiendo —murmuró Adrián.

—Pensé que estaba tomando una decisión sensata —suspiró Ladybug—. Pero supongo que… me equivoqué.

—Sí —asintó él, desviando la mirada—. Te equivocaste al confiar en mí, porque, desde luego, no soy digno de tal confianza.

—¡No quería decir eso! Me refiero a…

—Sé lo que intentas decir. Pero no tienes razón. La culpa es mía, Ladybug. Si hubiese sido más valiente…, si me hubiese atrevido a enfrentarme a mi padre entonces, Félix no se habría hecho pasar por mí, y Monarca no habría podido robarte los prodigios.

—Pero al final lo hiciste —le recordó ella con suavidad. Él alzó la cabeza para mirarla—. Enfrentarte a tu padre, quiero decir. Por eso ya no eres modelo, ¿verdad?

—Sí —confirmó él, más animado—. Y fue todo gracias a mi amiga Marinette. Ella me aconsejó que hablase con mi padre, tenía fe en que sería capaz de hacerlo. Si ella no hubiese creído en mí, yo jamás habría reunido el valor para ello.

Ladybug se sonrojó un poco y apartó la mirada, pero Adrián no se dio cuenta.

—Parece… que aprecias mucho a Marinette —comentó ella en voz baja.

El rostro de Adrián se iluminó con una amplia sonrisa.

—Es una de las personas que más me importan —le confesó con sencillez—. Sin ella… mi vida no sería igual.

Ladybug tragó saliva. El corazón le latía muy fuerte. Por la forma en que Adrián hablaba de ella, con aquella ternura en la voz y aquella expresión soñadora…, parecía como si estuviese enamorado, ¿verdad? ¿Tendría razón Alya, y el chico por fin había comenzado a fijarse en ella… y a verla como algo más que una amiga?

Sacudió la cabeza. «No, no, no». No podía distraerse ni cometer más errores. Se esforzó por centrarse.

—No tiene sentido que nos culpemos por ello, en realidad —dijo—. Sí, los dos cometimos errores, pero fue Félix quien robó los prodigios y se los entregó a Monarca. Y ese es otro de los motivos por los que he venido: Cat Noir y yo fuimos hasta Londres para buscar a tu primo, pero su madre nos dijo que no había vuelto a casa esa noche, y nadie ha sabido nada de él desde entonces. ¿Tú has tenido noticias suyas?

Adrián negó con la cabeza.

—Yo también lo llamé varias veces esa noche, pero no respondía a mis llamadas ni a mis mensajes, y ahora su teléfono ya ni siquiera da señal. También le he pedido a mi tía que me avise si vuelve a casa. Pero nadie sabe nada de él.

—Es muy extraño, ¿no? ¿Crees que Monarca pudo haberlo secuestrado? ¿O haberlo obligado de alguna manera a que trabajara para él?

Adrián inclinó la cabeza con un suspiro.

—Me temo que conozco lo bastante bien a mi primo como para sospechar que actuó por propia voluntad, Ladybug.

—Pero ¿por qué? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿Qué es lo que busca exactamente? Cuando estuvo aquí por la fiesta de tu padre y provocó su akumatización… quería un anillo, ¿no es así?

—Sí, buscaba una joya familiar, los anillos gemelos de los Graham de Vanilly, que en realidad son los anillos de matrimonio de mis padres. Mi tía tenía interés en recuperarlos. Pero no veo qué tiene eso que ver con los prodigios…

—Probablemente nada —respondió Ladybug con una sonrisa—. Solo estaba intentando conocer a tu primo un poco mejor…, para tratar de comprender sus motivaciones.

—No ha sido el mismo desde que falleció su padre —dijo Adrián con pesar—. Sé que no es excusa, pero… hace un tiempo que tampoco yo estoy seguro de conocerlo.

No había mucho más que decir, de modo que Ladybug le agradeció su ayuda y se levantó para marcharse. Antes de hacerlo, sin embargo, se volvió hacia Adrián.

—Hay otra cosa que querría pedirte.

Sacó de su yoyó un pequeño colgante con la forma del símbolo de la mariquita y se lo ofreció al chico.

—¿Esto es uno de esos amuletos que repartes para evitar las akumatizaciones? —preguntó él con una sonrisa.

—No, es una baratija corriente —respondió ella, también sonriendo—. O quizá no tanto…, porque la he hecho yo misma, y la reconocería en cualquier parte. Por eso te la doy a ti. Para que no vuelva a haber malentendidos entre nosotros.

Adrián comprendió.

—Oh —murmuró.

Alzó la mirada para clavarla en los ojos azules de Ladybug.

—Para que estés completamente segura de que esta vez sí soy yo —dijo—, te diré solo cinco palabras: veinticinco mil novecientas trece veces.

Ladybug inspiró hondo, conmovida. Aquellas eran las ocasiones en las que Adrián había tratado de salvarla como Aspik, cuando ambos se habían enfrentado a Desperada. Era algo que solo podían saber ellos dos. Y que Adrián jamás habría compartido con nadie, y mucho menos con Félix.

La superheroína le dedicó una sonrisa alentadora y depositó el colgante en la palma de la mano del chico.

—Gracias. Quiero que sepas que, pese a todo… yo sigo confiando en ti. Porque sé que, a diferencia de tu primo…, tú sí eres digno de confianza.

—Muchas gracias, Ladybug —respondió él—. No volveré a defraudarte.

Sacó del bolsillo un amuleto de cuentas de colores, y enganchó en él el regalo de Ladybug. La mirada de ella se suavizó al detectarlo, y él lo notó.

—Esta es otra prueba de que estás hablando conmigo, y no con un impostor —le dijo, muy serio—. Este amuleto de la suerte es una de mis posesiones más preciadas, y jamás me separo de él. Félix puede ponerse mi ropa, peinarse como yo y hablar como yo. Pero nunca tendrá nada como esto.

—No —coincidió Ladybug con una dulce sonrisa—. Nunca lo tendrá.

Momentos más tarde, se había ido.

Adrián se quedó un momento junto a la ventana, contemplando la silueta de la superheroína mientras se alejaba en la noche. De pronto, una alerta de su móvil lo sobresaltó.

—Ha llegado la hora de mi cita con Ladybug, Plagg —dijo con una sonrisa.

—¿Otra vez? —se quejó el pequeño kwami.

—Otra vez, pero no igual: ahora será Cat Noir quien se reúna con ella.


Ladybug lo estaba esperando en el lugar de siempre, sentada al borde de la azotea. Cat Noir tomó asiento a su lado.

—Buenas noches, milady —la saludó.

Ella le sonrió con calidez.

—Buenas noches, minino.

Lo contempló con cariño. Su corazón todavía se estremecía de pena al evocar la visión que les había regalado el prodigio del cerdo, al pensar en todo lo que habían perdido al despertar. No obstante, Cat Noir parecía mucho más calmado que la noche en que había acudido a desahogarse al balcón de Marinette.

—¿Querías hablar conmigo? —le recordó él.

Ladybug volvió a la realidad.

—Sí…, sí, quería contarte… que he ido a hablar con Adrián Agreste.

Cat Noir asintió, comprendiendo.

—¿Acerca de Félix?

—Sí, y… acerca de otras cosas más. Quería intentar comprender cómo y por qué Félix se había hecho pasar por él. Ya suponía que Adrián no estaba compinchado con su primo, pero… necesitaba confirmarlo.

Él se mostró ligeramente sorprendido.

—¿Pensabas… que Félix y Adrián eran cómplices?

—No lo pensaba en realidad —se justificó ella—. Pero, dadas las circunstancias, no puedo descartar nada, ¿comprendes? Y temía que… —dudó un momento antes de continuar—. Tenía miedo de haber sido poco objetiva con él, de haberle confiado un prodigio solo por… por ser él, vaya. Podríamos decir que… Adrián Agreste es mi punto débil —confesó en voz baja—. Pero no se lo cuentes a nadie, ¿vale?

Cat Noir tardó un poco en reaccionar.

—¿Tu… punto débil? —repitió, perplejo.

—Sí, bueno, él es un modelo famoso y tiene muchas fans —se defendió ella—, y debajo de la máscara yo soy una chica como cualquier otra, así que no veo por qué no iba a poder…

—¿Eres fan… de Adrián Agreste? —quiso asegurarse él, aún desconcertado. A Ladybug le pareció detectar un punto de decepción en su voz, de modo que se apresuró a aclarar:

—¡Lo era…, pero ya no! Quiero decir, que sigo admirándolo en cierto modo, y no solo como modelo, quiero decir, que sé que es una buena persona y digno de confianza, solo que… he comprendido que, como Ladybug, no puedo tener… preferencias ni distracciones, ¿comprendes? Ni dejar que mi… admiración por una persona famosa me haga perder perspectiva.

Como Cat Noir permanecía muy callado, Ladybug se volvió para mirarlo. Encontró que su compañero también la observaba con seriedad.

—Esta era una de las cosas que más miedo me daban —le confesó ella en voz baja—. Que quizá no había perdido los prodigios por estar bajo la influencia de Risk…, sino por no haber sido capaz de evitar que mi vida civil influyese en las decisiones que tomaba como Ladybug. Por eso, en parte, necesitaba ir a hablar con Adrián. Para asegurarme de que no fue un error. De que hice bien confiando en él…, a pesar de todo lo que pasó después.

—Y… ¿has llegado a alguna conclusión? —preguntó él con suavidad.

—Creo que es un buen chico —respondió Ladybug—. Creo que, si le hubiese entregado el prodigio del perro a él, y no a Félix, nada de todo esto hubiese pasado.

—Así que el error no fue tuyo, después de todo.

Ella sacudió la cabeza.

—Tendría que haber sido capaz de distinguirlos. Tendría que haberme dado cuenta de que ese no era Adrián.

—Bueno, Félix se parece mucho a él —dijo Cat Noir, encogiéndose de hombros.

Pero Ladybug seguía negando con la cabeza.

—Solo en apariencia. Pero tienen un carácter muy diferente. Para empezar, Adrián jamás nos habría traicionado.

—¿Y lo dices porque eres una fan, o…? —insinuó Cat Noir con una media sonrisa.

—Lo digo porque es la pura verdad —respondió ella, tajante.

Su compañero inspiró hondo, impresionado por su vehemencia. Ladybug añadió con suavidad:

—De todos modos, no se trataba solo de mí. También he ido a verlo para preguntarle si sabía algo acerca de Félix.

—¿Y?

—Nada. Adrián dice que no responde a sus llamadas ni a sus mensajes. Es como si se lo hubiese tragado la tierra.

—Pero tendrá que ponerse en contacto con alguien, en algún momento.

—Sí. Y Adrián ya sabe que lo estamos buscando. Si tiene noticias suyas, nos avisará.

Cat Noir alzó la cabeza para mirarla.

—Has hecho bien en ir a hablar con él, milady —la tranquilizó—. Y ¿sabes qué? No importa los motivos por los que decidieras confiarle un prodigio: yo también pienso que él nunca te habría traicionado.

Ella le devolvió la mirada.

—¿Lo conoces… personalmente?

—Todo el mundo lo conoce…, o, al menos, cree que lo conoce. Porque su imagen está en todas partes, incluso en esos anillos superinteligentes que ahora todo el mundo usa. Pero tú y yo lo hemos salvado un par de veces, ¿verdad? Y hemos hablado con él en persona. Y tienes razón en algo: aunque físicamente se parezca a su primo, no es para nada como él.

Ella sonrió, un poco más aliviada.

—Gracias por tu comprensión, gatito.

—Ya sabes que siempre puedes contar conmigo, milady —respondió él con sencillez.

Permanecieron un rato en silencio, contemplando la ciudad a sus pies bajo el cielo nocturno, disfrutando, simplemente, de su mutua compañía.


NOTA: ¡Pues al final sí voy a continuar esta historia! Por el momento son escenas que transcurren entre los episodios que ya hemos visto (este capítulo y el anterior se desarrollan después de "Júbilo", pero antes de "Ilusión". Iré incluyendo en el texto referencias a los episodios para localizar la historia en la línea temporal de la serie). Y son básicamente escenas que me gustaría que hubiesen pasado en la serie, con cosas de las que me gustaría que los personajes hubiesen hablado en serio, en lugar de pasar de puntillas sobre ellas, como de costumbre. Tengo una idea para una trama, que de momento encaja con el canon de la serie, pero que me imagino que en algún momento seguirá por otro lado. También estoy bastante ocupada estos días, así que no podré actualizar muy a menudo. Pero iré avanzando la historia poco a poco 😊.