¡Hola! Solo asegurandome que se sepa que El Señor de los anillos pertenece a J.R.R Tolkien y a todos aquellos que posean los derechos y que Harry Potter a J.K. Rowling, que esperemos saque ya el sexto libro por que me estan sacando canas verdes los rumores en Internet :P

No pude contestar reviews individualmente como generalmente lo hago pero se los agradezco mucho. Fueron leídos ¡Siempre lo son! Ustedes son los que me empujan a escribir, y leerlos me llena de una satisfacción que no imaginan cuan grande es. Muchas gracias a javi-fernandez, layla kyoyama, jessytonks, Luin, Lucumbus, Nelly Esp, lily evans1, el señor o señorita , LYLI EVANS [No te preocupes, Harry se enterá de la edad de Aragorn y hasta el momento no tengo pensado ningún ataque frente a frente de Harry y Voldie], Irfaxad, Allison Black, Looony Moony, Akirah, la nieta de Vegeta, Noir, Herm-Kinomoto, Lady Poison.

Er, sorry, no publique el miercoles por que me fui a la playa y bueno a aquellos que se pregunten por que no puse un aviso "Chicos y Chicas ¡Me voy a la playa! Así que esperen publicación más tarde" es que ¡ni yo sabia! Simplemente amanció domingo, me despertaron a las siete de la mañana y me dijeron vistete que ya nos vamos, no supe a donde hasta que llegamos allá, er, el resto es historia, pero saben ¡ah que rico comí! ¬ Pescado Zarandeado... Como sea en cuanto llegué me puse a completar y corregír el capítulo como una loca por que deseaba publicar lo más pronto posible ... jejejejeje er a todos aquellos que se pregunten si continuaré publicando en este fic [ya saben, por los cambios de libros en ESDLA] es un sí, en este fic comienza y termina lo de Harry en la Tierra Media :P

NOTAS IMPORTANTES: Como ya saben, las historias se separán y aquellas que no tengan nada que ver con la línea que siga Harry no escribiré nada sobre ellas por que sería solo transcribir libro o película lo cual es muy cansado y tardado, además de que si el joven esta en otro lado pero ocurre lo mismo que en el libro o las películas en otro, no lo describire SI HA ALGUIEN NO LE PARECE ESTO, POR QUE LUEGO NO SE ACUERDA, ENVIENME UN REVIEW O CORREO PARA DECIRME Y CAMBIAR DE ESTRATEGIA. Algo más ESTE CAPITULO comienza solo unas cuantas horas desde que terminó el otro, y digo unas cuantas horas por el tiempo que Harry duró incosciente. Algo más, me basaré muchísimo en la película, puesto que tiene muchas más escenas de acción que el libro y me gusta más que Éomer sea desterrado en vez de solo encarcelado y que los rohirrím se refugien en el Abismo de Helm, en vez de lejos de ellos en las Montañas del Sagrario
TIEMPO: Como ya saben, el tiempo en Inglaterra y en Tierra Media cambio. Hizo algunos cambios en los días por que tenía mal las cuentas y se acomodaba mejor así :P Así que este fic comienza cuando: Inglaterra 11 días Tierra Media 165 días
GRACIAS POR LEER MIS TONTAS NOTAS. AHORA SÍ. POR LO QUE VINIERON. EL CAPÍTULO.

Bienvenidos a:
LAS DOS TORRES
Harry Potter en la Tierra Media

Capítulo 12
Extraños Caminos
Su cuerpo se sentía flotar en un mar de inmensa tranquilidad. Un suave murmullo de olas le arrullaba y le arrastraba dulcemente, llevándolo lenta y delicadamente hacia una tierra desconocida. Arrullado por el dulce ulular del agua, suave, lenta, como el mar en la brisa de la mañana, cuando las olas llegan sin violencia a la tierra, acariciando la blanca arena de las playas.

Harry. Harry despierta.

¿Qué es esta calidez?

Despierta ya, dormilón.

Una voz. Una hermosa voz en el frío viento.

El tiempo se acaba. Despierta, pequeño.

Harry abrió lentamente los ojos. Despertando suavemente.

Un vasto cielo iluminado lo recibió. El sol reflejado en sus verdes ojos.

Se sentía un poco cansado, pero aún así hizo el esfuerzo para levantarse. Su cuerpo le dolía. Había estado acostado en un lecho no muy cómodo. Tierra seca y rocas habían sido el lugar donde su espalda había reposado.

Terminó de sentarse, y por un breve momento le pareció que dos figuras se encontraban frente a él, pero estaba tan segado por la luz del sol que no las podía distinguir claramente y solo podía ver unas sombras. Una de ella con un largo cabello rojo que era mecido por el viento. En la otra había visto el sol reflejado sobre su cara, en el lugar donde se ubicarían los ojos, como si llevará unos anteojos que reflejaban los rayos dorados hacia el rostro del joven montaraz, haciéndole más imposible el enfocar.

Por alguna extraña razón no sentía que le harían daño.

Se llevo ambas manos a los ojos, tallándolos, forzándolos a acostumbrarse a la luz y ha olvidarse de las sombras.

Una vez que sintió que sus ojos ya no serían molestados por los potentes rayos solares, los descubrió. Pero ya no había nadie frente a él. Las figuras habían desaparecido.

Asustado. Sorprendido. El joven Potter se levantó rápidamente, y aunque lamento hacerlo de esa manera por la punzada que atacó sus costillas, se dio cuenta de que realmente se encontraba solo, en medio de un árida pradera, donde no había árboles, rocas, larga hierba, ningún lugar donde alguien pudiera ocultarse.

Sintió, más que ver, un brillo sobre su pecho, y bajando la cabeza se encontró con el pequeño espejo, obsequio de la dama Galadriel. Tomando entre sus manos el circular espejo, el brillo comenzó a opacarse lentamente y pudo ver reflejados en el espejo los rostros de sus padres, que le sonreían, alentándolo a seguir y no dejarse vencer por cualquier cosa que se le presentará en el camino.

Lucha Harry. No importa lo que te encuentres en el camino, debes luchar. Una voz recitó en su cabeza, y le pareció que era la misma que escuchaba gritar cuando los dementores se acercaban a él. La voz de su madre. Sintió que las lagrimas le picaban los ojos y no supo por un momento si reír o llorar ¡Había escuchado la voz de su madre! No en gritos. Ni plegarías. Había escuchado la voz de Lily Potter, la voz que una madre habría usado para confortar al niño que se despierta asustado de una pesadilla y va corriendo a la habitación de sus padres.

Lucha hijo. No estamos contigo, pero muy pronto alguien más lo estar Papá, fue la palabra que cruzó por su mente.

Las imágenes se desvanecieron de la superficie del mágico espejo. Harry cerró los ojos, y elevando su cabeza al cielo, dejo que unas lagrimas resbalaran por sus mejillas hasta perderse en la capa élfica que descansaba sobre sus hombros.

Fue entonces que se dio cuenta que el brazo, donde la hoja orca había penetrado la carne, no le dolía; ni tampoco las piernas, donde las flechas le habían mordido; ni que sentía el ardor de la pequeña herida sobre su mejilla.

Se llevo sus manos a los lugares donde habían estado las heridas, y regresando sus dedos a sus ojos no los vio manchados de sangre. Observando el brazo se dio cuenta que la larga gabardina tenía un corte de espada en el lugar donde le había rozado el arma del orco, pero que no había nada sobre la carne. Esta estaba lisa, perfecta.

¿Era esto obra del espejo? ¿Y sus padres? ¿Habían sido solo una ilusión que el mágico objeto le había mandado? No lo sabía. Pero cualquier magia que había interferido en la batalla, le había salvado, pues ese uruk-hai lo hubiese matado.

Ahora quedaba una pregunta más importante que necesitaba respuesta ¿Dónde estaba? No conocía estas tierras. Y en el viaje no habían cruzado ninguna pradera.

El mago giró sobre sí, observando el lugar. Lo último que recordaba eran las cascadas de Rauros... y la batalla ¿Qué había pasado con Frodo? ¿Con sus amigos? ¿Con Aragorn? ¿Estarían bien? ¿Le estarían buscando? ¿Irían camino a Mordor?

Se esforzó en recordar las enseñanzas de su mentor Aragorn, de cuando le mostró el mapa. Rivendel, Lothlórien, Caradhras, Moria, todos los lugares por los que habían pasado se encontraban al norte de la cascadas de Rauros. Siempre habían caminado hacia el sur. Recordó también que conforme se acercaban más y más al sur el clima se volvía más cálido. Por todo esto supuso que se encontraba al sur de las cascadas o por lo menos más al oeste, sin embargo ¿Dónde? Quizá Gondor o Rohan. Dudaba que este paisaje tan soleado se tratará de Mordor. Pero ¿avanzaría hacia el sur? ¿o regresaría en sus pasos para tratar de alcanzar Lothlórien? Al Sur decía una voz en su cabeza.

Harry giró sobre sí mismo una vez más y sacando su varita susurró Point me. La vara de madera se elevó ante él, apuntando a una dirección, apuntando hacia el norte. Guardando la vara comenzó a caminar en la dirección contraria a la que esta había señalado. Solo esperaba llegar rápido a donde fuera que tuviese que ir, pues no llevaba muchas provisiones con él. Solo un poco de agua y unas dos o tres lembas.

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Una escarlata locomotora de vapor con un enorme rótulo en donde se leía Expreso de Hogwarts, esperaba en el andén lleno de gente y escandalosos animales que correteaban libremente sobre la plataforma de metal.

El humo de la locomotora se elevaba sobre las cabezas de la ruidosa multitud mientras gatos de todos los colores iban y venían por entre las piernas de la gente. Las lechuzas se llamaban unas a otras, con un malhumorado ulular, por encima del ruido de las charlas y el movimiento de los pesados baúles.

Se podían ver estudiantes que se llamaban unos a otros. Había algunos que caminaban entre las personas, buscando por sus compañeros. Otros que simplemente esperaban a ser encontrados.

Sin embargo, si uno observaba con cuidado, podía ver el miedo y desconcierto en la cara de los alumnos y sus familias. Después de todo estaban en tiempos de guerra.

Los primeros vagones ya estaban repletos de estudiantes, algunos de ellos asomados por las ventanillas para hablar con sus familiares, conteniendo el llanto en sus ojos, pues las madres sabían que esta podría ser la última vez que verían las inocentes caras de sus hijos. Y no por que esperaban que algo malo les pasará en la escuela. No. Mientras Albus Dumbledore fuera director de Hogwarts quien-no-debe-ser-nombrado no se atrevería a poner un pie en ella. Sino por que sabían que alguna bandada de mortífagos podría entrar una noche en sus casas, y matarlos mientras duermen, o que escucharían los gritos y el llanto de los pequeños hijos, menores de once años, al ser torturados, mezclados con las deplorables carcajadas de esos repulsivos monstruos que no sentían respeto alguno por la vida de los seres humanos, fueran magos o muggles.

Los alumnos que subían al tren, lo hacían con pies de plomo, por que ¿a quien no le gustaría quedarse con su familia para protegerla? Aunque aún fueran magos en entrenamiento, algo podrían hacer, o al menos morir intentándolo, pero morir juntos, por que sería deplorable despertarte un día y bajar a desayunar, y enterarte de la muerte de tus padres al leer un periódico que cae en tus manos. Enterarte que te haz quedado huérfano, que no verás más a tu pequeño hermano reír mientras corre feliz por la casa.

Remus John Lupin se encontraba en medio de la plataforma, cargando una vieja maleta en la cual se podía leer en pequeñas y doradas letras Profesor R. J. Lupin. Él no estaba ciego y podía observar el miedo en la cara de las personas. Pero, extrañamente, cuando pasaban cerca de él y sabían quien era, se detenían a saludarlo con una sonrisa de esperanza en lo labios y preguntarle ¿Cómo se encuentra el joven Harry?.

Esperanza. Eso era lo que sus sensibles sentidos de lobo capturaban al escuchar el nombre Harry Potter en los labios de las personas. Él era su esperanza. Y Remus no podía evitar el sentirse culpable cuando les decía que bien, que pronto regresaría de su viaje.

Un viaje. Eso es lo que Dumbledore había dicho. Que el joven Harry Potter se encontraba de viaje.

Aún recordaba la conversación que habían tenido esta mañana cuando el hombre lobo se había enterado de esa mentira.

- ¡¿De viaje?! – había gritado Lupin furioso de que Dumbledore siguiera tratando a Harry como a una pieza en su tablero de ajedrez – Pero ¡¿Te das cuenta de lo que dices?!

- Remus, debes entender – le había dicho un tranquilo Dumbledore – El mundo mágico entraría en pánico si se enterará de la desaparición de Harry

- ¡No digas tonterías! ¡A ti no te importa Harry! ¡Solo es una pieza más en tu juego! – gritó fuera de sí el licántropo. Pero cuando sus palabras salieron de su boca pudo notar tristeza e ira en los ojos del viejo director

- Quiero a Harry tanto como querría a un nieto – le dijo Albus en un tono calmado a Remus, pues sabia que Lupin solo estaba preocupado por el joven y no era su intención herir a nadie – Deseo protegerlo tanto como tú, pero no es por mí que hago esto. Nos guste o no, Harry es famoso en toda la comunidad mágica, es la esperanza que les dice algún día acabará todo esta angustia. Si decimos que Harry a desaparecido mientras Voldemort gana poder, un caos se armaría

Remus se paseo por la habitación, con una mano sobre la sien, presionando su nariz con sus dedos.

- Lo siento, es solo que... es solo que – trató de decir el hombre lobo, pero un sollozo se escapo de sus labios – Quiero que regresé. Siempre me decía que tenía que ser el fuerte por que Harry me necesitaba, pero, yo lo necesito – giro sus dorados ojos hacia el director – Me estoy volviendo loco. La soledad me carcome. Sin un dementor se me acerca en estos momentos se alejaría como si hubiera pasado al lado de un tronco seco, pues no siento que haya felicidad en m

- Tranquilo Remus. Tranquilízate. Mis descubrimientos acerca de los espejos avanzan y ya te dije que he visto donde esta Harry [Circe: recuerden cierto capítulo donde Dumbledore vio a Harry en el espejo de Erised] y sé que esta bien. Se ve mucho más tranquilo que cuando estaba aquí – el director se acercó al licántropo y apoyo una mano sobre el hombro de éste – Vamos Remus, tus alumnos te esperan. Recuerda que debes cuidar de ellos mientras viajan en el tren. Harry no hubiese querido que algo malo les pasase, ni a ti ni a sus amigos, por él. Al llegar a Hogwarts, una comida caliente les subirá el ánimo a todos para que inicien una vez más sus clases y veamos a nuestro licántropo favorito en acción

Suspiró.

Haría esto por Harry. No se dejaría vencer para cuando el joven regresará todo estuviera bien y no lo regañas por su falta de cuidado en sí mismo.

- ¡Profesor Lupin! – gritó una juvenil voz desde el tren

- ¡Ah! ¡Hermione! ¡Ron!

- ¡Suba pronto sino quiere que el tren parta sin usted! – Remus sonrió a Ron, y después de dar una ultima mirada a las familias, subió al tren, esperando que fuera una jornada tranquila

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Harry llevaba cuatro días caminando. El sol le quemaba la piel, y el sudor resbalaba por su rostro, trazando líneas húmedas en la sucia cara.

El joven montaraz se llevo la botella de agua a los labios, ansiando probar la dulzura de ese líquido incoloro.

Nada.

Ni una gota caía a sus secos labios.

El mago, frustrado, pateó con furia la tierra a su pies. Durante todo el endemoniado trayecto que había trazado él solo no se había encontrado ni un maldito riachuelo. Ni siquiera una charca de agua enlodada.

En estos días había estado caminando en una desértica pradera, con un sol que le calaba hasta el tuétano de los huesos, llevándose unos cuantos tragos de agua a la boca cuando sentía que ya no podría más, almacenando el escaso líquido, y aún así no se había encontrado ni un alma, ni siquiera un charco de agua. Y el clima había sido inclemente con él, pues aparte de ese brillante sol sobre su cabeza que sería bienvenido en cualquier otro momento, no le había mandado una lluvia, ni siquiera una suave llovizna.

Aunque agradecía enormemente que al menos hubiese llevado con él esa pequeña ánfora sino la muerte ya le habría encontrado.

También agradecía las brisas de viento que soplaban sobre la pradera, ondeando la larga capa y su gabardina. Éstas le refrescaban, ayudándolo a soportar el calor, aunque haciendo el clima más seco y llenándolo de tierra. Jugando con sus húmedos cabellos negros, que había atado en un coleta pero que aún así se habían escapado traviesos y se posaban sobre sus verdes ojos.

El joven continuo caminando, acercándose cada vez más a quien sabe donde, pero seguía avanzando hacia el sur, sacando de vez en cuando la varita para llamar el sortilegio que le señalaba el camino correcto.

Cada vez le costaba más hacer magia, estaba cansado, sus defensas bajas ¿Por qué? Espero que Voldie no tenga nada que ver en esto pensaba. Pero era lo más probable, pues no se debería de sentir tan cansado. No que se creyera fuerte y resistente como Aragorn, pero sabía que era capaz de algo mejor.

Un suave centelleo llamó su atención. Y elevando la vista se encontró con un pequeño arroyo entre piedras de colores, murmurando y brillando con la luz del sol.

Corrió. Corrió y lanzándose cayo de rodillas, e introduciendo sus mano al claro y refrescante arroyo, las elevo a sus ansiosos labios en forma de vasija. Cerrando lo ojos, los acerco y abriendo los labios para dejar pasar ese delicioso líquido del cual había sido privado, probo la... sequedad de la arenosa tierra, asfixiándolo. Inmediatamente el joven comenzó a escupirla y la que ya no podía escupir la trago con fuerza, pues su seca garganta se negaba a aceptar algo tan seco.

¿Qué había pasado? Pero no tuvo tiempo para responder esta pregunta, por que un nuevo brillo captó su atención. Girando los ojos se encontró con el arroyo, lejos de él.

Sin darle importancia a lo que acababa de pasar, corrió como un condenado hacia aquella fuente de vida. Se inclino esta vez y usando sus labios para beber desde el arroyo, sorbió, pero no fue agua, sino tierra, seca, arenosa, muerta.

Harry se llevó las manos a los ojos, cubriendo el llanto de desesperación que comenzaba a salir, pero, para su mala suerte, era un llanto sin lagrimas, seco como el paisaje que le rodeaba.

- Tsk tsk pobre Harry – murmuro una voz a su lado – el arroyo se le escapa cada vez que intenta ir a atraparlo

El montaraz se descubrió los ojos y se encontró con los rojos de Voldemort. Y mientras éste le sonreía haciendo un ademán con la mano, las húmedas tierras comenzaron a llenarse de centelleantes arroyos que murmuraban entre piedras. Con otro ademán, ellos desaparecieron, dejando tierra árida una vez más.

Harry sintió que la ira lo consumía ¡¿Cuándo dejaría de jugar con él?! ¡¿De hacerle la vida imposible?! ¡Ya tenía Inglaterra para él solo! ¡¿Qué demonios quería de él?!

Con un brillo de locura en los ojos, el joven mago se lanzó como un animal salvaje a la figura de Voldemort, quien reía como un loco, haciendo resonar su risa en este árido paisaje. Harry le había atravesado como a un fantasma y ahora había caído a la árida tierra, golpeándola con fuerza con ambos puños.

- ¿Tienes sed, pequeño Harry? – preguntó el señor oscuro – ¿Estas cansado? ¿Te gustaría un vaso de agua? – preguntó extendiendo un vaso de cristal llenó hasta el tope con una agua clara que se escurría por sus bordes. El joven Potter solo podía observarlo con ansiedad, sin decir nada – Únete a mí y lo tendrás – siseó Voldemort

Harry soltó una risa.

- ¿Cansado de que me meta en tu camino? Pues si tanto te molesta eso ¡alégrate! Por que yo no vuelvo a Inglaterra

- Harry, Harry. No te das cuenta del potencial que tienes. Con un maestro como yo serías invencible ¡Únete a mí y el anillo será nuestro!

Harry comenzó a reír. Así que ahora iba tras el anillo. Que mal. Él mismo no sabía donde estaba Frodo.

- Lárgate y déjame en paz – le dijo mientras se volvía poner de pie, pero lentamente

- Cómo quieras – dijo Voldemort mientras comenzaba a beber del vaso y después tiraba el resto del agua sobre la tierra, humedeciéndola

Harry tuvo que usar todo su autocontrol para no tirarse en pos de ese chorrito de agua. Es una ilusión, solo una ilusión se repitió mentalmente. Sentía que la ligera espada se volvía muy pesada.

El joven mago siguió avanzando, todo este tiempo con Voldemort a su lado, quien bebía y tiraba agua a diestra y siniestra ¡incluso el olor a tierra mojada llegaba a su nariz!

- Yo te daré fama y fortuna .... comida... agua – le susurró la escalofriante voz de Voldemort – si tan solo te unes a m

- No te me acerques, serpiente – dijo Harry hastiado, alejándose

Voldemort comenzaba a perder la paciencia.

- ¡Harry Potter! ¡Únete a mí! – rugió – Únete o las consecuencias podrían ser desastrosas

- Largo ¡Fuera de mi mente! – gritó Harry

- ¡El anillo será mío! ¡Puedes morirte de sed si lo deseas! ¡Pero tu cuerpo será mío y el anillo único también! – rugió Voldemort

Harry sintió un fuerte asalto a su mente. Riddle le atacaba y peleaba por su cuerpo, mientras que él, Harry, nada podría hacer.

El espejo comenzó a brillar, y Harry pudo escuchar un gritó de dolor de Voldemort. Y después, nada.

Estaba solo. El espejo lo había salvado de Voldemort, pero aún así, sino encontraba agua. Moriría.

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Un trotar de caballos se escuchaban por las praderas de Rohan. Tres jinetes se apresuraban en su paso por esas fastuosas tierras, ignorando por completo los paisajes que les rodeaban y solo enfocándose en la tarea de adelantar cada vez más millas.

Un hermoso y maravilloso ejemplar de esas cuadrúpedas criaturas iba a la cabeza del grupo de tres caballos. Un jamelgo de cabeza orgullosa, hocico pintado con los rayos plateados de la luna y las estrellas, de lustroso pelaje blanco, patas fuertes y raudas que corrían acompañadas por el viento que parecía envolverse en torno a él y venerar el pasto que sus zancas pisaban. Sombragrís. Señor de todos los caballos. Unos de los mearas, descendiente de Felaróf, fuertes y orgullosos animales que no tenían comparación con ninguno otro de su especie.

Montado sobre el lomo del orgulloso y noble Sombragrís se hallaba Gandalf. El caballero blanco. Blancos eran sus largos cabellos que acariciaba el viento, y blanca era también la barba que caía como cascada desde su rostro. Disfrazaba su clara vestidura élfica con harapos grises.

Sentado frente a Gandalf, sobre él lomo de Sombragrís, iba Gimli el enano, aferrándose fuertemente a la montura por temor a caer de ese enorme ejemplar.

Un formidable caballo de pelaje gris oscuro corría detrás de su señor. La blanca y espumosa saliva asomando por su enorme hocico, las fosas nasales dilatadas expulsando e inhalando el oxígeno. El sudor rodaba por su cuerpo, resbalándose por cada uno de los músculos que formaban ese fuerte cuerpo, escurriéndose a cada lado de la silla. Hasufel se obligaba a seguirle orgullosamente el paso a su señor, quien corría a la cabeza sin mostrar un ápice de cansancio.

Aragorn, hijo de Arathorn, se sostenía como un experto a la montura de Hasufel. Con la mente divagando a un joven de ojos verdes que había desaparecido justo en frente de sus ojos. No podía ir a buscarle pues sabía que tenía que hacer cosas que le requerían de inmediato. La primera de ellas había sido el auxilio a los hobbits Merry y Pippin, llevándolo a una persecución que terminó luego de cuatro días sin descanso en los lindes del oscuro y peligroso bosque de Fangorn, donde se había encontrado a su viejo amigo: el mago Mithrandir. Ahora, en el amanecer del quinto día, debía de correr en auxilio de Rohan, pues Saruman amenazaba con golpear de un momento a otro, tomando por la fuerza tierra de los libres hombres.

Argorn solo podía rogar que el joven se encontrará con bien, estuviera donde estuviera. Y esperaba encontrarlo en algún momento de su largo camino.

Arod corría al lado de Hasufel, y aunque más pequeño que el jamelgo del montaraz era de pies más ligeros, haciéndolo flotar sobre las áridas praderas de los rohirrim. De temperamento arisco y fogoso era el alazán perfecto para el elfo que se sostenía sobre él. Cabalgando a puro pelo, sin la silla ni el arnés, al modo de los elfos del Reino del bosque, Legolas Hojaverde demostraba agilidad y habilidad en el dominio de la equitación.

Los tres rocines corrían por las praderas del Folde Oeste, una de las dos particiones de Rohan que se encontraban al sur del bosque de Fangorn. Era el segundo día que llevaban con esta rápida carrera en la que el tiempo parecía ser el único rival de los jamelgos y sus jinetes. Pero tal adversario no había esperado encontrarse con la entereza de ese grupo tan heterogéneo, que no dejaba que el cansancio y el dolor físico que les calaban hasta las más profundas entrañas les derrotase.

La distancia se acortaba cada vez más y más. Los caballos podían oler Edoras y los jinetes ya tenían ante sus ojos los enormes picos níveos de las Montañas Nevadas, lo cual significaba el pronto fin de esta galopada, pero el comienzo de una batalla contra Saruman, el mago que había roto la blancura de su capa.

Sin previo aviso, Arod se detuvo dando un relincho y elevando sus dos patas delanteras al aire. Los otros dos caballos se detuvieron.

- ¿Qué ocurre, Legolas? – preguntó Aragorn, haciendo girar a Hasufel

- Allá – dijo señalando con un blanco y alargado dedo – hay un hombre sobre el suelo, creo que esta herido – el elfo se desvió de su camino trotando hacia la derecha, dirigiéndose a su objetivo. Aragorn, después de cruzar miradas con Gandalf, se apresuró hacia donde había ido el elfo, seguido por Sombragrís

Arod llegó pronto junto al hombre, dando pequeños brincos y meneando la cabeza. En cuanto el jamelgo se detuvo, Legolas bajo dando un salto, y se acerco rápidamente hacia el individuo que estaba inconsciente, acostado bocabajo.

El elfo le observó cuidadosamente y después lo giro lentamente, no deseaba lastimar alguna herida.

- ... agua... agua – murmuraba el hombre de largos cabellos negros

Sacando su bote de agua, Legolas la acerco a los pálidos y secos labios del hombre, tanteando suavemente para que éste supiera lo que ocurría.

- Bebe. Bebe cuanto quieras – susurraba suavemente el elfo. Unos profundos ojos azules se rebelaron en la cara del caído cuando sintió que alguien le sostenía, observando con recelo a aquél que deseaba ayudarle. Después de sopesar la situación, bebió ávidamente, dejándose sostener por el príncipe elfo

- No es un hombre de Rohan – dijo la voz de Aragorn, que se había puesto al lado del elfo, asustando al hombre que éste sostenía – No temas, no te haremos daño. Bebe. Bebe y recupera tus fuerzas – con algo de desconfianza, regreso el recipiente a sus labios que clamaban un poco más de ese vital líquido

- ¿Cómo sabes que no es un hombre de Rohan? – le preguntó Legolas observando al hombre de largos cabellos negros y de profundos y hermosos ojos azules, de rostro atractivo y moreno

- Todos los rohirrím son rubios como el lino, generalmente con largas trenzas que les caen por la espalda. Con rostros severos y enérgicos. Tal como Éomer y sus hombres.

- Gracias – los interrumpió el hombre – Se los agradezco. Habría muerto si no me hubieran encontrado

- No importa – dijo Gandalf desde Sombragrís – Fueron los ojos de Legolas los que te salvaron. Él fue quien te encontr

- ¿Cuál es tu nombre? Y ¿Qué haces en estas tierras? No eres un hombre de Rohan, eso puedo verlo por tu apariencia – preguntó amablemente Aragorn

- Mi nombre es Orión... Orión White – dijo mirándolos sorprendido. Desde que había llegado a este lugar todo era tan extraño, pero eso no significaba que debía dejar de ser cuidadoso. Después de todo, Sirius Black era un hombre buscado tanto entre muggles como entre magos

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Una colina verde se alza al este. Un foso, una muralla maciza y una cerca espinosa rodeaban la colina, protegiéndola de extranjeros. Dentro asoman los techos de las casas; y en medio, sobre una terraza verde se levanta un castillo recubierto de oro. La luz del castillo brilla lejos sobre las tierras de alrededor. Dorados son también los montantes de la puerta.

Edoras, capital de Rohan, morada de los rohirrím y el castillo dorado de Meduseld, la alta casa donde residía el rey Théoden.

Los tres caballos se detuvieron, mientras dejaban a sus cinco jinetes observaran el paisaje. Gimli sentado frente a Gandalf sobre Sombragrís. Legolas sobre el energético Arod. Aragorn sobre Hasufel, sosteniendo a un herido Sirius Black. Pues aunque era cierto que las lembas y el agua lo habían vuelto prácticamente a la vida, le habían descubierto una herida de flecha sobre su costado izquierdo.

Legolas había dicho que la flecha era orca y al preguntarle a Orion cómo había escapado de estas bestias, él simplemente bajo los ojos y dijo que no se acordaba de nada. Aunque no lo habían presionado para que les contará, estaba claro que no le creían, pero aún así le ayudaron pues a Aragonr le recordaba a su joven alumno.

Tantos secretos.

- Edoras y el castillo dorado de Meduseld – dijo la voz de Gandalf, atrayendo la atención de todos – Ahí habita Théoden, rey de Rohan cuya mente ha sido asaltada. Saruman ejerce un domino muy fuerte sobre el rey Théoden. Tengan cuidado con lo que digan. No esperen ser bienvenidos – y agregó mirando a Sirius – He de pedirte que cuando lleguemos, bajes del caballo. Tenemos cosas importantes que discutir con el rey. Estas herido y tal vez encontremos resistencia. Así que esperarás fuera del castillo. Hay cosas que necesito discutir contigo

Sirius tan solo asintió. Ese anciano le recordaba más y más a Dumbledore. Y si algo sabía muy bien era que mejor la muerte que hacer enfadar al director.

Los caballos atravesaron los lindes de la puerta hacia Edoras.

Al caminar por entre las casas, colina arriba, Sirius observaba con curiosidad las moradas, cuyo principal ornamento estaba hecho con cabezas de cabellos cuyas crines parecían flotar en el viento. Todos vestían de maneras extrañas, distintas a la de sus compañeros de viaje, pero en esencia parecidos. Semejaba que estaba atrapado en una película muggle acerca de los aguerridos vikingos o en algún punto de la época medieval anglosajona.

Soldados cargando largas lanzas, pasaban junto a ellos, sobre caballos, observándolos con desconcierto.

Una punzada de dolor atacó su costado izquierdo y tuvo que cerrar los ojos para soportar el dolor.

- Hay más alegría en un cementerio – dijo el enano Gimli. Mientras le curaban se habían presentado. Y Sirius dudaba cada vez más y más que se encontrará en Inglaterra o en algún lugar del globo terrestre. A lo mejor el velo hacia que viajarás en el tiempo, y ahora él, Sirius Black, estaba perdido en él, mientras su ahijado, el hijo de Prongs, tenía que enfrentarse a un desalmado asesino. Rogaba por que el chico estuviera bien.

Se detuvieron frente a unas escaleras talladas en piedra y bajaron de los caballos. Aragorn le ayudó a bajar de Hasufel.

- Bien – dijo el mago Gandalf – hemos llegado a nuestro destino. Los caballos ya no nos podrán llevar más lejos, debemos subir las escaleras por nosotros mismos. Orion – dijo girándose a Sirius – quédate aquí, lastimarías más esa herida, además de que te cansarías por la perdida de sangre. Recuerda, no te muevas de este sitio. Tengo algunas preguntas que hacerte

Sirius tan solo asintió y al verlos marchar se sentó lentamente sobre las escaleras.

Llevaba la misma túnica con la que había entrado al Departamento de los Misterios en busca de Harry. Ese muchacho tenía la misma disposición que su padre para meterse en problemas. Realmente esperaba que se encontrará bien. Seguro que en el mundo mágico todos creían que estaba muerto, después de todo había atravesado el velo, el arco de la muerte. Al parecer tenía otras funciones a parte de las de comunicar el mundo de los vivos con los muertos. Si regresaba se lo diría a los unspekable, tal vez ayudaría en su investigación con ese extraño arco.

Pasó un rato observando todo, mientras él mismo era observado. Nadie se atrevía a hablarle. No confiaban en Gandalf, pues su rey lo había nombrado Gandalf, cuervo de la tempestad. Y ese hombre había llegado con él. Aunque eso no les impedía notar lo atractivo que era el hombre y la nobleza que se pintaba en sus facciones.

Sirius se aburrió de estar observando y, sacando el espejo, quiso intentar de nueva cuenta contactar a Harry.

- Quiero ver a Harry Potter

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Remus se encontraba solo en un compartimiento. Después de todo al ser Ron y Hermione prefectos, estaban en el compartimiento reservado a ellos teniendo alguna especie de junta. Ahora que Voldemort había regresado se tendrían que tomar medidas más serias.

Un brillo en su maletín llamó su atención. Y abriéndolo con cuidado, se encontró con que venía del espejo de Harry. Alcanzándolo, rompió el papel que le envolvía. Y girándolo lentamente se encontró con algo que jamás se hubiera imaginado ni en sus sueños más locos.

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- ¿Remus? – susurró Sirius – Eres tú ¿no es cierto? Eres Remus Lupin

- S-Sirius – dijo un visiblemente pálido licántropo – Dios. No puede ser. Tu estas muerto. No. No. Debo estar soñando. Debo estarlo.

- No Remus. No estoy muerto. Atravesé el velo pero no morí, fui transportado a un lugar extraño. Soy yo, Moony. Soy yo. Padfoot.

- Oh Dios, por favor que esto no sea un sueño. Por favor – suplico el licántropo al borde de las lagrimas – Sirius, eres tu ¿en verdad?

- Claro que soy yo, Moony ¡El único y el original! Dime ¿Dónde esta Harry? Quiero hablar con él – hubo un silencio durante el cual el hombre lobo no le respondió – ¿Moony? ¿Qué ocurre? ¿Dónde esta? ¿Esta bien, cierto? No pudo haberle pasado nada en el Departamento de Misterios – el silencio seguía – ¡Dime algo por favor!

- Lo siento. Lo siento tanto. Debí cuidarlo mejor. Cielo Santo. Debía haber estado con él – sollozaba Remus, avergonzado y sin saber como decirle a Sirius que Harry estaba perdido

- Remus ¿Qué tiene Harry? ¡¿Dónde esta?! – grito fuera de sí, ganándose unas miradas acusatorias de varios rohirrím

- Sirius... él... – pero no terminó de hablar por que en ese momento las puertas del castillo se abrían con fuerza y un hombre era lanzado de él

- Yo únicamente le he servido a usted mi señor – gritó el hombre que se arrastraba a los pies de la escalera

Sirius se puso de pie. Estaba al pie de la escalera y muy cerca de Grima. Que por cierto le recordó mucho a Snape.

- Poco te faltó para que me tuvieras caminando en cuatro patas como a una bestia – gruñó el rey Théoden mientras avanzaba con pasó decidido y la espada hacia Grima

- ¡No me alejes de tu lado! – volvió a gritar el hombre suplicante

El rey Théoden balanceó la espada y tomándola con ambas manos la coloco sobre su cabeza, para después dejarla caer sobre el desdichado que se puso aún más pálido.

- ¡No, mi señor! – Aragorn corrió a interponerse entre el rey y su presa – ¡No, mi señor! Deje que se vaya. Ya bastante sangre se ha derramado por él

Sirius observó con cuidado la situación, y se indignó enormemente cuando Aragorn trató de ayudar a Grima y este le escupió en su mano, como si no hubiera hecho nada merecedor de su respeto.

Grima corrió hacia la multitud, aventando a Sirius que estaba entre él y las personas. Sirius cayó sobre su costado derecho, lastimándoselo. Se levanto lentamente, cuidando no lastimarse. Seguro que se le hacía un morete ahora.

- ¡Viva el rey Théoden! – al grito de Aragorn, los súbditos comenzaron a arrodillarse. Sirius no pensó en arrodillarse, el costado le dolía demasiado.

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Poco le faltaba a Harry Potter para arrastrarse sobre la tierra, y lamerla en busca de algún ápice de agua. O morder y chupar las secas raíces para robarles cualquier sorbo del vital líquido que pudieran contener.

Los párpados le pesaban, pero se obligaba a seguir caminando ¡No moriría en este lugar después de haber vencido las tentaciones de Voldemort!

No veía claramente, pero podía notar como la pradera se tornaba lentamente en verde. Lo cual significaba había un lago o un río cerca. Pero no podía escucharlo. Sus sentidos se negaban a responderle.

Siguió caminando. Avanzando en su lenta tortura.

Entonces lo vio. Una ciudad no muy lejos. De hecho se encontraba cerca, muy cerca para ser real.

Inmediatamente comenzó a rogar que no se tratará de una más de las ilusiones de Voldemort. Y sin pensar más aceleró su paso, no perdiendo de vista el monte lleno con los techos de varias casas.

Después del tortuoso caminar, llegó a la muralla, y recargándose en ella, sus ojos no vieron a las personas que le observaban curiosas y temerosas, ni las casas con adornos de caballos en ella, ni a los rubios soldados con largas lanzas y cascos y cotas de malla. En ese momento solo tuvo ojos para el arroyo límpido y centelleante que corría por una vereda de piedras talladas.

El joven se lanzó al arroyo como un enfebrecido. Y, hundiendo la cabeza en él, comenzó a beber ávidamente, sorbiendo el agua, disfrutándola, dejándola correr por su seca garganta y mojar su piel y labios.

Una conmoción se formó cuando unas enormes puertas de roble se abrieron, dando pasó al rey y a Lengua de Serpiente que se arrastraba como uno de esos reptiles. Pero Harry solo seguía bebiendo.

- Yo únicamente le he servido a usted mi señor – gritó un hombre pálido y de largos cabellos negros que solo acentuaban más la palidez de su rostro, y los sombríos ojos que ocultaban una mirada sagaz. Grima Lengua de Serpiente, el consejero del rey

El joven montaraz sacó la cabeza del arroyo y limpio sus ahora sonrosados labios, la sequedad se había ido. La curiosidad había tomado presa su cuerpo una vez saciada la sed, y aunque no alcanzaba a ver podía escuchar atentamente.

- Poco te faltó para que me tuvieras caminando en cuatro patas como a una bestia – gruño un hombre alto de rubios cabellos manchados con canas y una barba gris creciendo sobre su noble rostro. Llevaba una espada en la mano y a pesar de verse pesada, los dedos del hombre la aferraban con una increíble fuerza. Sus vestiduras eran ricas en mantos y pieles, y semejaba un rey vikingo, con una corona aprisionando los dorados cabellos de su cabeza. Sus ojos eran de un hermoso azul que solo se apreciaba en los claros amaneceres de invierno. El rey Théoden, hijo de Thengel. Señor de la Marca de Rohan

- ¡No me alejes de tu lado! – gritó la melosa voz de Grima

Harry escucho el balanceo de una espada cortando el aire a su paso, y el gritó de Grima Lengua de Serpiente. Todo acab pensó Harry, pero...

- ¡No, mi señor! – escucho un grito. La voz de Aragorn – ¡No, mi señor! – Harry se puso de pie inmediatamente, pues desde que había bebido del arroyo no se había alejado de su lado – Deje que se vaya. Ya bastante sangre se ha derramado por él

El joven montaraz se abrió paso entre la multitud, pero fue lanzado por un hombre que bajaba corriendo la colina, gritando ¡Quítense! ¡Quítense! mientras empujaba a todos a su lado. El mago supuso que ese era el que había estado a punto de morir, pero que la misericordia de su maestro le había salvado la vida.

- ¡Viva el rey Théoden! – gritó la voz de Aragorn, y de inmediato todos los súbditos comenzaron a arrodillarse. Dejando expuesto al joven de ojos verdes que seguía de pie.

Los ojos de Aragorn se posaron de inmediato en los verdes de su pupilo, y una alegría se dibujo en su rostro, a punto estuvo de gritar el nombre de aquél que quería como un hijo, pero...

- ¿Harry? – Por el rabillo del ojo, Sirius observó que otra persona había decidido no arrodillarse. Curioso por saber quien, giró el rostro y se encontró con un par de familiares ojos verdes. Sirius ahogo un grito de sorpresa ¿Harry? El joven era sin duda parecido a Harry, pero a la vez tan distinto. Sus ojos azules se posaron sobre la frente del muchacho. Ahí estaba la prueba. Una cicatriz en forma de rayo – ¡Harry! – exclamó mientras se acercaba al joven

El joven montaraz tan solo comenzó a caminar hacia atrás, con el rostro pálido y negando con la cabeza.

- Tu estas muerto ¡Sirius Black esta muerto! – gritó el joven Potter ganando la atención de todos


Más corto que los anteriores y con nada de acción, espero que les gusten todas las escenas TT pues a mi hubo algunas qu no me gustaron, no estaba muy inspirada "You are never given a dream without also being given the power to make it true." Richard Bach