Un par de monigotes vestidos de negro con anteojos oscuros se miran, tratando de encontrarle significado a las palabras.
Circe: bueno, con excepción de Firiel - sonrisa timida - ella si que es mia
El par de gorilas se ven listos para matar y se truenan los dedos, preparandose para lo que viniera.
Circe: O.o ¡menti! ¡menti! ¡Ni ella es mia! Ella es de er Jeune sip, ella es de Jeune U cof cof ¿alguien quiere té?
Sólo quiero agradecer a todos aquellos que me apoyaron ¡GRACIAS! Realmente fue un verdadero trance en el que entre en ese momento U creo que sobre-reaccione (overreact) pero bueno, era domingo a las 12 de la noche y en vez de ponerme a estudiar para mi examen que tenia el lunes, me puse a escribir, comprenderan lo que senti al ver que habia borrado por completo el capitulo 17 ¡SORRY! Bien UU como entenderan, despues de eso me enoje mcuho con el pobre capítulo y ya ni siquiera quería escribirlo UU así que, bueno, hice lo que pude, realmente espero que este leible y que sea agradble, UU no son tantas hojas como las del original, pero, ejem... bien, basta de mi o ejem ¡BIENVENIDOS A LA VERSI"N 1.2 DEL CAPITULO 17!
Harry Potter en la Tierra Media Capítulo 17
Sorrow
Harry se tambaleó, confundido, desorientado. El joven se encontraba de pie, pero parecía que pronto caería sobre sus rodillas, que temblaban tratando de sostener el encorvado cuerpo del chico.
Su mano viajo hasta su cabeza, enterrando los delgados dedos en el negro cabello, abriendo los cansados ojos que aún sentía rebotar en su cráneo.
¿Qué había pasado?
Extendió tontamente un brazo tratando de alcanzar algo que le sirviera de apoyo: una cama, la pared, cualquier cosa estaba bien para él, pero trastabilló al no encontrar nada, ni siquiera una mano amiga que lo detuviera en su caída.
Dando unos torpes pasos logró recuperar el equilibrio antes de estrellarse contra el piso.
¿Qué demonios?
El joven sacudió varias la cabeza, despejándola; abriendo y cerrando los ojos para obligarlos a enfocar. Se irguió cuando estuvo seguro que no le atacaría ningún mareo y cuando lo hizo observo el nuevo paisaje que se cerraba entorno a él. No se encontraba dentro de Meduseld.
¿Dónde... estoy?
El panorama ante sus ojos era extraño, perturbador. Ignoraba cómo había hecho para salir de los verdes campos de Rohan y terminar en este lugar en menos de un parpadeo.
La densa neblina se extendía a su alrededor, vapores mezclados con pútridos hedores que abofeteaban su olfato de una manera más insufrible que los calabozos de Hogwarts dentro de la clase de Severus Snape.
Las capas de niebla impedían que mirase más allá de medio metro, quizá muchísimo menos, pero no podían ocultar el cielo nublado que se movía sobre su cabeza, brillando en un tono rojizo, como si alguien hubiese derramado sangre sobre las grises nubes, manchándolas, mezclando los tonos sombríos con tan vivo color.
Silenciosos rayos surcaban luminosamente el manto celeste, rayos que no lograban llegar a sus oídos pero que aparecían acariciantes a sus ojos, como una muda película vieja donde los dinámicos colores son capturados por el negro y el blanco.
Una tormenta se acercaba y no estaba muy seguro de querer estar en ese lugar cuando ella llegará. Ya averiguaría dónde estaba y cómo había llegado, lo primero era encontrar un refugio.
Envolviéndose en la capa élfica, el montaraz comenzó a caminar, sintiendo el resbaladizo lodo bajo sus botas.
No había dado más que unos cuantos pasos, cuando su pie se atoró, haciéndolo caer de bruces. Yrch! ¡Demonios!. Maldijo. Había caído sobre un charco de agua, salpicándose la cara y mojando sus ropas y manos.
Con un gesto de asco, Harry se hizo a un lado, alejándose del charco.
Definitivamente, hoy no era su día.
Su descontento fue remplazado rápidamente por curiosidad y confusión cuando su mano choco con lo que le había hecho caer, pues no había sido una piedra, sino algo... metálico...
Confundido, movió sus manos sobre el objeto, tentándolo, leyendo con el tacto, dándose cuenta que se trataba de una coraza.
¿Una coraza?
Sus manos se alejaron rápidamente al darse cuenta que el dueño aún la vestía.
... un cuerpo...
Había tocado la fría y viscosa carne. Era el cadáver de un guerrero portando su armadura.
Inesperadamente, la niebla comenzó a disiparse rápidamente, dejando a la vista un vasto campo... que se encontraba... tapizado de muertos.
Hombres, orcos, caballos, trolls. Todos ellos con los ojos abiertos, con la sangre emanado de las heridas, escurriéndose por las bocas.
Con horror, Harry se dio cuenta que no había sido una charco de agua sobre el que había caído, sino un charco de sangre. Sangre que brotaba del guerrero y de su noble corcel que descansaba a su diestra.
Al montaraz no le extraño que un caballo fuera el compañero de muerte de ese soldado, pues podía ver claramente los escudos de la casa de Eorl en su coraza...
Un momento... ¿Eorl? ... pero entonces eso significaba que... ¡era un soldado de Rohan!
Se puso rápidamente de pie, observando su alrededor con ojos confundidos.
Era un campo de guerra después de la batalla. Los cuerpos de los caídos reposaban sobre el lodo ensangrentado. La raza no importaba, todos servían de festín a los cuervos que se aglomeraban en torno a ellos.
No puede ser...
El graznido de un cuervo le hizo mirar hacia abajo, observando como el globo ocular pendía del ensangrentado pico, la victima tenía una mueca de horror... hoyos donde deberían de estar los ojos. Se llevo rápidamente las manos a la boca, alejándose de esa visión.
Todo es un sueño. Todo es un sueño. Estoy en Rohan, con Aragorn, con Sirius.
Caminó rápidamente, apartándose de ese lugar, huyendo, pero los muertos no cesaban de aparecer, oprimiéndolo. Cuerpos siendo devorados y charcos de sangre le encontraban a su paso. Los graznidos de los cuervos detrás de sus oídos.
Harry corrió, cuidando de no caer, tratando de no mirar, siendo observado por los silenciosos muertos desde su lecho ¡¿Acaso no lo dejarían tranquilo?!
Quería un refugio, necesitaba un lugar, cualquiera que le sacara de ese sembradío de cadáveres.
... entonces la vio...
Una blanca e imponente ciudad, parecida a una gran fortaleza construida en siete niveles sobre la Colina de la Guardia. Ella debía de ser la Ciudad de Piedra: Minas Tirith.
¿Qué hacia en Gondor? ¿Cómo había llegado? Y lo más importante ¿Qué había pasado? ¿Por qué había cuerpos de soldados portando los emblemas de Rohan en los campos del Pelennor? ¿Aragorn sabia del ataque?
El joven montaraz se esforzó en llegar rápidamente a la blanca fortaleza que crecía frente a sus ojos.
Tal vez Minas Tirith seguía sin ser irrumpida y sus nativos serían capaces de explicarle que ocurría. Eso sonaba como una buena idea pero... el mago vio el humo emanando de ella... el fuego... y le pareció escuchar los gritos de dolor y el llanto.
Todo es un sueño.
Harry llegó hasta la Gran Puerta, o lo que quedaba de ella.
Astillas y madera le encontraron, goznes doblados... cenizas... había sido destrozada por un enorme ariete, tan grande era que sólo unos trolls hubieran sido capaz de moverlo.
El mago limpio el sudor que bajaba por su rostro, apoyándose sobre un enorme barril, pero al observar el panorama que se extendía ante sus ojos quedo petrificado.
Las blancas paredes de la ciudad estaban manchadas de sangre y a su paso veía los cuerpos de niños y mujeres y soldados portando cascos plateados con una extraña insignia que jamás había visto.
Ezellahen dio unos cuantos pasos, deteniéndose al lado del cuerpo de un pequeño niño. El chico se hinco ante él, sintiendo las lagrimas quemarle los ojos.
El pequeño tenía dibujado sobre el níveo rostro una expresión de absoluto terror, con la sangre brotando por sus delgados labios.
Con movimientos lentos y respetuosos, el montaraz cerro los ojos del pequeño, deseando haber llegado antes. Quizá hubiese podido hacer algo.
El grito de un nazgûl inundo sus oídos y sin intentar moverse de su sitios, observo la enorme cabeza de un monstruo alado precipitarse hacia él.
El joven montaraz deposito un suave beso sobre la frente del niño, cerrando los ojos, esperando al destino.
... es un sueño... debe serlo...
El escenario giro varias veces, revolviendo colores y formas, haciendo que todo desapareciera en un enorme remolina multicolor.
Las revoluciones se detuvieron.
El paisaje había cambiado.
Harry se encontró frente a frente a un extraño ser, un hombre de piel negra, caliente al tacto, un ser salido de los avernos del infierno. Sauron, señor de Mordor.
¿De modo que haz regresado? ¿Por qué no te presentaste a informar durante tanto tiempo? Sus labios no se movían, pero tenía los ojos clavados en los verdes de Ezellahen. El joven mago no respondió, aturdido, asustado. ¿Quién eres? preguntó Sauron, al darse cuenta que no hablaba con su sirviente.
- Un montaraz... un simple montaraz – respondió Harry desafiantemente
La mano de Sauron viajo rápidamente al cuello del joven, cerrándose en torno a él, quemándolo. Los ojos verdes le regresaron el reto.
Sauron se acerco al cuerpo del mago y paso la palma de su mano libre sobre el rostro del chico, sin tocar. Un mago una fría risa salió de sus labios. Ezellahen sintió que un escalofrío le recorría la espalda. Discípulo de Gandalf y Aragorn. Estrello el cuerpo de Harry contra una enorme piedra, arrancándolo un gemido de dolor.
Sauron sonrió y antes de que Potter pudiera evitarlo, posó sus manos sobre las heridas sus costados. El chico gritó de dolor, sintiendo el calor recorrer la carne de las lesiones, quemándole. Estúpido muchacho. Por más mago que seas, por más montaraz que seas, jamás podrás compararte conmigo.
El cuerpo de Harry cayo pesadamente sobre el empedrado piso, clavándose las pequeñas piedras en sus rodillas.
Respiro agitadamente, tratando de recuperar el alienta, la compostura, pero no podía, le ardía la piel donde ese ser había tocado.
Trato de palparse las heridas, pero el sólo hecho de mover los brazos estiraba la piel y el músculo lastimados, arrancándole gemidos de dolor.
Sauron le miraba con desprecio ¿Qué hacia este muchacho con el palantír? ¿Saruman también le había obligado a tocarla, como al mediano, simplemente para torturarle? Estúpido anciano. Si creía que se quedaría con el anillo estaba muy equivocado.
Ese manjar era demasiado para sus arrugadas y sucias manos.
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Alexander Frederick, miembro del respetado grupo elite de seguridad mágica, había olvidado por completo la elegancia y disciplina impuestas en su familia, retorciéndose cual gusano sobre el sucio piso de una mazmorra.
La magia fluía maravillosamente por el cuerpo de Tom, disparándose a través de su varita mágica ¡Ah! ¡Que maravilla eran aquellas maldiciones! Podías imponer dolor sobre tus víctimas sin siquiera derramar una gota de sudor ¡Lo que los inquisidores hubieran dado por ellas! Sucios muggles despreciables que una vez se consideraron lo suficientemente poderosos para destruir a un verdadero ente mágico. Patético.
Pero se estaba saliendo de texto. Sonrió perversamente. Su querido huésped no le perdonaría que se olvidará de él. Lamió sus labios.
- Bien señor Frederick, espero que sus modales hayan mejorado y ahora este dispuesto a responder las preguntas de su anfitrión – dijo Tom, liberando al cautivo de su tormento
Los azules ojos brillaron sobre la pálida y arrugada piel del rostro. Jamás revelaría información confiada a él por el ministerio. El innombrable podía ir a besar su trasero, pero él no soltaría prenda.
El anciano se arrastró hasta Tom, sacando fuerzas del orgullo de su estirpe para escupirle la elegante túnica.
- No te diré nada, sucio reptil
Voldemort le lanzó una mirada de superioridad, limpiándose con asco la saliva del anciano. Ese hombre aprendería que nadie insultaba a Lord Voldemort y salía ileso de la situación.
- Nagini, preciosa, ven aqu – llamó a su serpiente siseando en pársel. Una enorme e imponente serpiente negra se deslizo a través de la puerta, llegando hasta el señor oscuro. Nagini olfateo el aire, sacando la punta de su lengua, después comenzó a deslizarse por el cuerpo de Tom, llegando hasta sus hombros donde se detuvo, observando – Querida, nuestro invitado estará feliz de conocerte – siseó suavemente, acariciando la cabeza del reptil
Alexander observó con asustados a la víbora, que se deslizaba con elegancia hasta él. Había escuchado muchas historias acerca de la famosa Nagini y del poder letal de su veneno.
La serpiente mostró sus enormes colmillos blancos, goteando el veneno que pronto correría por las venas del vejete, pero la mordida nunca llego...
Nagini se había detenido, girando su cabeza hacia su amo. Ambos tenían un lazo psíquico muy especial y ese mismo lazo había vibrado extrañamente.
- Vamonos Nagini – siseo, girando sobre si mismo en dirección de la puerta – Ha surgido algo más importante. Nuestra diversión puede continuar luego
La puerta se cerró, dejando al anciano dentro de la mazmorra.
Seguía vivo. Sí, pero por cuanto. El secreto estaba a salvo. Si, pero por cuanto. Había llegado la decisión más importante de su vida.
Observó las cadenas que pendían del techo, poniéndose difícilmente de pie. Que dios se apiade de su alma. Perdóname Elizabeth, tu abuelo no podrá asistir a tu fiesta de cumpleaños.
Lord Voldemort estaba feliz, contento ¡extasiado! Al fin había pasado lo que tanto había esperado ¡Harry Potter estaba desprotegido!
Las barreras que se habían instalado alrededor del niño se habían desvanecido ¡incluso podía sentir la debilidad del muchacho! Era una hermosa oportunidad que se le daba y no tenía pensado desaprovecharla. Era como ir manejando por una autopista congestionada y de la nada todo el trafico desaparece, despejando el camino, dejándolo libre. Así estaba Harry Potter, tan débil, tan indefenso. Prácticamente se lo estaban ofreciendo en bandeja de plata.
Sentándose sobre el gran trono y dejando a Nagini como su guardián, Tom se preparó mentalmente para encontrarse con su enemigo en el plano astral.
Esto iba a disfrutarlo.
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Voldemort observo con ojos críticos el extraño lugar en el que había caído, encontrándose sólo una palabra para describirlo: bizarro. La mente de Potter empeoraba día con día... era eso, o éste lugar no era una creación del pequeño.
Tom clavo sus ojos sobre la espalda de un extraño hombre chamuscado... quizá él sabría decirle que demonios ocurría, quizá él sabría decirlo por qué si había entrado a la mente de Potter se encontraba con un hombre tostado...
El lord dio unos tentativos pasos hacia su nuevo objetivo, sosteniendo firmemente la vara de madera, esperando deseoso lanzarle la cruciatus y terminar rápidamente con el interrogatorio para encontrar al muchacho que le abollaba todos los planes, pero...
Voldemort se detuvo estupefacto en su avance, los rojos ojos clavados sobre otra figura que había pasado desapercibida a sus sentidos. Ahí, sobre el empedrado suelo, descansaba la razón de sus fracasos.
Harry Potter se encontraba sentado sobre las piedras, recargando un exhausto cuerpo en otra más grande y deformada. El chico respiraba agitadamente, como aquél que soporta una enorme molestia físico. Un sudor frío y pegajoso se escurría por su facciones y sus jóvenes manos parecían estar temblando. Una hermosa expresión de dolor desfiguraban su atractivo rostro.
Voldemort chasqueó la lengua molesto. Lastima que él no era el causante de ese sufrimiento.
El extraño hombre se giro hacia él, olvidando momentáneamente al pequeño Potter.
¿Quién eres? preguntó sin mover los labios, sólo cargando sus extraños ojos sobre los rojos de Tom Riddle ¿Cómo llegaste aquí?.
Tom despejo su mente de la confusión que le atacaba, adoptando una postura más firme, poderosa, arrogante ¿Cómo se atrevía a hablarle así, como si él fuera un invitado indeseable? Sonrió perversamente. Muchos de sus opositores lo consideraban un invitado indeseable, pero él, el gran lord, no necesitaba invitación, podía hacer y deshacer a su antojo, por eso era él quien dominaba el poder.
- Soy Lord Voldemort. Harías bien en recordarlo, bufón – espetó con superioridad
¿Bufón? un risa fría recorrió el escenario Cuida tu lengua, serpiente ¿O es que no sabes frente a quien te encuentras? ¿Acaso no conoces tu lugar? Soy Sauron, Señor del Anillo, Amo de Mordor.
Sorpresa y confusión se precipitaron a la mente de Tom, emociones que supo dejar a raya con sus años de práctica.
Vaya, vaya. Que interesante. Así que este era el famoso Sauron del que tanto le había hablado Saruman. No era más que un hombre dejado demasiado tiempo en el horno. Risas internas por su comentario. Pero debía de admitir que tenía algo de poder. Someter a Potter no era tarea fácil, pero ¿qué tal si este hombre ya se lo había encontrado debilitado? Interesante teoría. Tendría que preguntárselo.
Al sonido de una voz, Harry elevó los cansados ojos verdes, encontrándose su peor pesadilla. Voldemort y Sauron teniendo una amena charla.
¡Demonios!
Su mano se movió rápidamente a su pecho, buscando el obsequio de la dama de Lothlórien... ¡No estaba! Pánico entro en su cuerpo, destrozando sus debilitados nervios ¿Dónde lo había dejado?
¡Ah! Recordó. El muchacho de las cavernas lo tenía. Ahora que lo pensaba, había sido una pésima idea dejarle su única protección a ese chico, aunque no se arrepentía... jamás se arrepentiría. Había sido para salvarle la vida.
Los verdes ojos se elevaron con determinación pintada sobre todo su rostro y observó la interacción entre los dos señores oscuros.
Estaba a merced de ellos, y lo peor era que se encontraba desprotegido ¡Tenía que pensar en algo! Y rápido, o de lo contrario sus amigos correrían peligro. Eso era algo que él no podía permitir, si alguien dañaba a Aragorn... a Sirius... entraría en la locura.
Empuño fuertemente las manos, enterrándose con ira las uñas sobre la piel que las recubrían ¿Cuánto tiempo había pasado desde que toco ese maldita esfera? No podía saberlo con exactitud. En el plano astral, el tiempo no era una constante. Podía durar años ¡siglos! en este lugar y en el mundo real no haber pasado más que unos insignificantes segundos.
- Potter, Potter, Potter – se escuchó la cantaleta. Voldemort se encontraba frente a él – Me haz decepcionado muchacho – dijo, acariciando fraternalmente el rostro del chico, quien intento huir, receloso del contacto – Que Saruman haya roto tus defensas con tan poca cosa. Te estas acostumbrando a la buena vida. Y yo que pensé que eras un chico listo, fuerte ¡Increíble que tu seas lo único que me impide alcanzar mi victoria! – siseó, dando un fuerte tirón de los largos cabellos negros
Pregúntale del anillo, serpiente gruñó Sauron. Él y Voldemort habían llegado a un acuerdo. Si Tom Riddle lograba sacarle la información necesaria acerca del anillo, le ayudaría a deshacerse del chico, pero nada más. Ambos eran señores oscuros, con fuertes ambiciones de controlar el mundo, su propio mundo, no estaría bien que uno entrará en los territorios del otro.
Tom giro los ojos molesto. Odiaba que lo interrumpieran cuando jugaba con sus víctimas.
- Harry – susurro Voldemort – ¿quieres morir? – pregunto dulcemente. Ezellahen tan solo atino a mirarle con confundidos ojos – Sé que la vida no te ha tratado bien, y que siempre te ha escupido en la cara ¿y por qué? Por los sucios muggles con quienes viviste
- Te equivocas – siseo el joven mago – sino hubiera sido por que tu mataste a mis padres, yo estaría viviendo con ellos
- Créeme muchacho que nadie lamenta esa visita más que yo, pero – Voldemort cerro sus manos entorno al quemado cuello, enterrando los huesos y las alargadas uñas en esa lastimada piel, arrancándole un gemido de dolor al mago – ya es hora de terminar con esto. Dime dónde esta la criatura que pose el anillo y acabaré con tu sufrimiento
La juvenil risa de Harry no se hizo esperar, brotando sarcástica, arrogantemente.
- Puedes ir pensando en tus métodos de tortura, pues yo nunca te diré nada
- ¡Estúpido muchacho! – gruño Tom, clavando aun más las uñas en la lastimada carne, haciendo brotar la sangre – ¡Legilimens!
Ojos rojos y verdes se conectaron. Voldemort luchando por ingresar en la mente de Harry. Potter creando barricadas para impedirle el paso. Una enorme lucha de voluntades. Ezellahen no se dejaría vencer, ya estaba harto de necesitar la ayuda de otros para protegerse mentalmente de su enemigo. Pero ocurrió algo que ninguno de los dos espero, sobretodo Harry.
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Un enorme perro negro corría por los pasillos de Meduseld, haciendo resonar sus pezuñas sobre el frío piso de piedra. Le preocupaba lo que Harry había dicho, aunque ¿qué significaba? No tenía ni la menor idea. Él tan solo había visto la expresión en el rostro de Harry y como había cambiado de un estado de absoluta tranquilidad a uno de constante alerta.
Tan pronto alcanzo la semiabierta puerta de la alcoba se transformo en Sirius Black, lanzándose al interior de la habitación, observando con sus profundos ojos azules como Harry desfallecía, sosteniendo un enorme globo de fuego entre sus manos.
El animago se apresuro a atrapar el cuerpo de su ahijado, sin tomarle la importancia requerida al globo incandescente, el cual cayo pesadamente sobre el piso, rompiendo unos cuantos maderos en su trayectoria, rodando lejos de ellos.
Gandalf se había despertado al grito de ayuda de Merry, y al ver la esfera supo inmediatamente que había pasado. El curioso y tonto hobbit Pippin había hecho de las suyas una vez más.
Actuando rápidamente, el anciano mago lanzó su capa sobre el palantír, impidiéndole ver más allá de lo que ya había visto.
Mithrandir se giro sobre si, dispuesto a decirle unas cuantas cosas al travieso hobbit, pero se detuvo en sus movimientos al verlo quieto, tieso sobre la alfombra.
Olvidando el regaño que le tenía preparado, se apresuro rápidamente hacia él, la preocupación acentuando las diversas arrugas de su rostro.
Legolas estuvo al lado del hobbit en menos de un parpadeo, preocupado de que Sauron hubiese averiguado algo sobre Frodo y el anillo, y preocupado por el mal que el señor de Mordor le hubiese causado a su pequeño y curioso amigo.
El elfo escucho atentamente el interrogatorio hecho por Gandalf cuando el hobbit pudo despertar, buscando pistas que delatarán la contaminación de Peregrin y escuchando con dolor lo que había sufrido.
Al entrar a la alcoba Aragorn corrió inmediatamente al lado de Harry, olvidando por completo sus deberes como heredero de Isildur, olvidando por completo la misión que era de suma importancia para su casa.
- Harry ¿Harry, estas bien? – pregunto el animago asustado, tirándole una preocupada mirada a Trancos quien se había instalado a su lado.
Su ahijado se encontraba de bruces, respirando agitadamente, con el largo cabello negro cubriéndole el rostro.
Aragorn lo observaba con preocupación, queriendo abrazarlo pero a la vez temiendo hacerlo.
Decidiendo que lo mejor era actuar rápidamente el dúnadan se puso de pie, dirigiéndose a la pequeña mesa al lado de la cama de Mithrandir, tratando de encontrar una vasija donde poder humedecer un paño blanco.
Trancos giro su rostro hacia su anciano y sabio amigo, sosteniendo fuertemente la vasija entre sus manos, observando con alegría como Gandalf se ponía de pie, dejando al pequeño hobbit al cuidado de su amigo Merry. Se le veía satisfecho de las respuestas dadas por Pippin.
- Gandalf – llamó el animago, ganando la atención de éste – No se qué le ocurre a Harry – los azules ojos se clavaron en la figura del caballero blanco
Mithrandir observo con ojos críticos el semblante del chico, posando una mano sobre el hombro de Aragorn, impidiéndole acercarse.
- Sirius – dijo seriamente, empuñando su vara – aléjate de él
El animago le observo con la confusión plasmada en su rostro, pero antes de que Gandalf pudiera responder a sus preguntas, Harry soltó un rugido animal lanzándose sobre su padrino, dispuesto a matarle.
Sirius capturo los brillantes ojos rojos en el rostro de su ahijado, la ira, la maldad, el deseo de poder reflejados en ese rostro juvenil, inocente a sus ojos... su cachorro.
… Harry…
Unos fuertes brazos se cerraron en torno al cuerpo del chico, atrapándolo en el aire, impidiéndole acercarse a Black.
Trancos había arrojado la vasija al ver como Ezellahen se había lanzado hacia Sirius, sosteniéndole fuertemente. Los ojos en el rostro de Harry le decían que él no era su pupilo.
El chico pataleo y forcejeo, tratando de liberarse de ese agarre, pero Aragorn no estaba dispuesto a soltarle.
Una mueca de dolor se dibujo en el rostro del dúnadan, soltando con un gemido el cuerpo de su presa.
Aragorn observo perplejo al pequeño, presionando fuertemente donde sus dientes habían desgarrado la piel.
¡Lo había mordido!
Voldemort estaba confundido ¿qué había pasado? ¡Quería los secretos de Potter! ¡No dominar su cuerpo! Esa estúpida conexión inestable hacía las cosas más difíciles.
Todos observaron a Harry. Tenía un aspecto salvaje, animal. La agitada respiración, los rojos ojos, la sangre de Aragorn escurriendo por la comisura de sus labios, resbalando por la perfecta y morena piel del rostro.
Una fría carcajada estallo en la habitación, recorriendo como el dedo de la muerte la espina dorsal de cada uno de ellos. Una risa cruel, fría, arrogante, tan parecida a la de...
- ¡Sal de su cuerpo, maldita serpiente! – grito Sirius, poniéndose de pie rápidamente, lanzándose a Tom y conectando su puño con la quijada de Harry en un arranque de ira contra el actual ocupante de su cuerpo
- ¡Detente, Sirius! – grito Aragorn, corriendo a sujetarlo – ¡Estas lastimando el cuerpo de Ezellahen!
Risas. Risas de Voldemort.
- Vamos Black – lanzó – golpéame, descarga tu ira ¡aquí estoy! – rió, estirando los brazos como si fueran alas y girando sobre si mismo, siendo observado por los asustados hobbits ¿Qué le pasaba a su amigo Harry?
Sirius no sabia que hacer, estaba ardiendo de ira, coraje, rencor. Al fin se encontraba con el asesino de su verdadera familia y no podía hacerle nada por que estaba dentro del cuerpo de su ahijado.
- ¡Aléjate de él, monstruo! – grito el animago, siendo detenido fuertemente por el montaraz – ¡Es demasiado puro para ti!
Voldemort rió ante estas palabras, una risa que hubiese congelado el corazón del más valiente.
- ¿De verdad lo crees, Black? Este cuerpo me viene a la perfección, el chico es una asesino en potencia y lo sabes – los ojos brillaban con un fiero color rojo
- ¡Eso no es verdad! – rugió Sirius
- Puedo oler y sentir – exclamo Voldemort, acariciando el estomago, el cuello, los brazos, el rostro de Harry – la magia negra. Me llama. Por que, sabes, Avada Kedavra no es la primer maldición imperdonable que hace – el animago detuvo sus movimientos, sorprendido, incrédulo
- ¿Qué...?
- Oh no – exclamo Tom, negando con su dedo índice – Pregúntale al niño que le hizo a la pobre de Bellatrix en el Ministerio. Pregúntale como lo disfruto, como...
Pero el discurso de Voldemort se detuvo, borrándosele la sonrisa de los labios.
El lord oscuro se tambaleo, sujetando entre sus manos la cabeza, presionándola fuertemente.
¡Un intenso dolor le atacaba!
Los gritos no se hicieron esperar, gemidos de dolor. Esto confundió a todos los observadores, pero lo que fue todavía más perturbador fue como las voces de Harry y Voldemort parecían gritar al unísono.
Los ojos que reflejaban el dolor brillaban momentáneamente en rojo para luego dar paso al verde, y viceversa.
- ¡No! ¡Aún no! – gritaba la voz de Tom
- ¡Voldemort! ¡Fuera! ¡FUERA! – se escuchaba la voz de Harry
El cuerpo del chico se tambaleo, descargando magia que parecía aflorar de cada poro de su piel, golpeando las cosas, haciendo explotar el cristal y la porcelana dentro de la habitación, haciendo imposible el acercarse a él, por temor de sufrir una descarga o algún hechizo extraño.
El poder dentro del cuerpo de Harry estaba fuera de control.
- ¡Mithrandir! – grito la voz del joven mago – ¡Mithrandir! Cirthad! Nago! ¡Sácalo! ¡Aléjalo!
El caballero blanco no espero la repetición de estas palabras y elevando la vara, grito.
- ¡Aléjate demonio! – había escuchado suficiente – ¡Regresa a las tinieblas de donde saliste! ¡Fuera de aquí!
Un último grito desgarrador lleno el ambiente. Una maldición lanzada al blanco mago, acompañada de una encendida mirada de odio carmín.
Después, el silencio.
Harry cayo inconsciente sobre los rápidos y protectores brazos de Aragorn.
Sirius observaba sorprendido el inocente rostro de su ahijado… Harry… ¿usando maldiciones imperdonables? Había olvidado lo del Avada Kedavra, pero Voldemort se lo había recordado. Lo que hubiese dado en ese momento por que las palabras del lord fueran mentiras, pero sabía que eran verdad, y esa verdad le estrujaba el corazón de un manera que jamás imagino.
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Un gemido salió de su boca ¡Que dolor! ¿Por qué había despertado? ¿POR QUÉ LE DOLÍA TODO EL CUERPO? Un gemido más.
Harry James Potter había despertado y no estaba muy feliz por eso.
Una horrible jaqueca le atacaba, danzando en su cabeza, retorciendo los nervios. Y el abrir los ojos y darse cuenta que la habitación estaba inundada de luz no ayudo a disipar el dolor, sino todo lo contrario, aumentar las vibraciones que se encargaban de recorrer dolorosamente las fibras de su cabeza.
¡Demonios! ¡¿Por qué había tanta luz?!
Ezellahen cerro fuertemente los ojos, tomando una almohada y colocándola sobre su cabeza, extendiéndose sobre la cama de su habitación en Meduseld ¿Por qué comenzaba a notar que se la pasaba pegado a esa cama? ¿Acaso era su maldición terminar siempre en uno de esos cómodos pero odiados muebles? Seguro que no era como las camas en el hospital 'Wing' de Hogwarts, pero aun así...
Volvió a colocarse la almohada bajo la cabeza.
Harry abrió los ojos, enfocándolos sobre el elaborado techo de la alcoba.
Aún no entendía que había sucedido cuando Voldemort trato de atacarlo con Legilimens. De alguna bizarra manera Potter había terminado en la mente del Lord ¡Si! Por increíble que parezca, él, Harry Potter, el niño-que-vivió había terminado en el cerebro de su némesis.
Por unos breves momentos había sido capaz de tocar sus memorias, sus conocimientos. Eran como burbujas que flotaban dentro de un enorme cuarto blanco, burbujas que brillaban en distintos colores e intensidad.
Lo más sorprendente había sido que cuando introducía una mano dentro de una de esas burbujas imposibles de reventar, su cerebro absorbía ese conocimiento, aprendiendo por osmosis de su enemigo.
El mago elevo su mano derecha hasta la altura de sus ojos, observándola sorprendido. Había aprendido suficiente magia negra como para que el ministerio le considerará peligroso. Sonrió. A él que le importaba lo que el ministro y el ministerio pensaban, eran sus enemigos al igual que lo era Voldemort, además de que estaban a miles de kilómetros de él y no tenía pensado volver... ¿verdad?
El montaraz intento ponerse de pie, pero... un dolor en sus heridas y en su cuello le detuvieron. Tocó con cuidado sus costados, encontrando la suave fibra de las vendas que le impedían el contacto, en su cuello era igual... ¿Qué había pasado? Y entonces recordó a Sauron y sus maravillosas manos calientes.
Genial, ahora también había sido marcado por el lord de esta dimensión ¿Acaso tenía un don para atraer a todos los señores oscuros?
Un momento... Harry toco su mandíbula y luego la movió un poco... ¿por qué le dolía? Trato de recordar cada detalle de su adorada charla con los lords, pero no encontró por que le dolía esa parte de la cara... ¿estaría comenzando a perder la memoria también y no lograba ubicar cuando había sido el golpe? Hum... tendría que pensarlo.
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El viento soplaba suavemente, jugando con los escudos de Rohan, agitando la delicada tela. Las nubes se movían lentamente por el cielo, empujadas por los soplos de aire.
Los tonos azules y rosas anunciaban la llegada del amanecer y el despertar de los rohirrim.
El día pintaba feliz, demasiado feliz para cierto hombre que se encontraba sentado sobre los escalones de piedra que corrían por el camino hasta las enormes puertas de roble del castillo de oro.
Sirius sentía que el tiempo se burlaba de él, regalando un hermoso día, cuando a él le hubiese acomodado más uno lluvioso, triste... uno que reflejará el estado de su espíritu.
El animago aún no terminaba de comprender por que su querido ahijado había tenido la osadía de usar maldiciones imperdonables.
... el chico es una asesino en potencia...
La burlesca voz de Voldemort se repetía en su cabeza cual disco rayado.
Sirius pateó el piso. Estaba enojado, furioso. Furioso con Harry ¿Porqué había usado magia negra? ¿Porqué ésta había brotado por su vara tan libremente? Le dolía saber que al pequeño Potter no le había importado usar la misma maldición que había acabado con la vida de sus padres.
El animago enterró los alargados dedos en su negra cabellera, signo claro de su frustración. Como le haría bien charlar con Moony en estos momentos, escuchar sus consejos, su voz de la razón, pero no podía, había dejado el espejo en su alcoba, y no tenía muchas ganas de regresar al castillo. Sentía que esta nueva vida, estos nuevos amigos habían corrompido el espíritu de Harry, obligándolo a cometer la atrocidad de manchar la memoria de sus padres y sus inocentes manos con el uso de las maldiciones que habían sido pronunciadas por los propios labios de Voldemort.
- Na le maar, mellon ni? ¿Te encuentras bien, amigo mío? – la melodiosa voz de Legolas le arrastro nuevamente a la realidad que tanto quería evadir
- Si continuas hablando esa lengua, un día de estos voy a patearte tan duro el trasero que desearas no haber nacido – dijo Black, sonriendo enigmáticamente a su nuevo amigo
El príncipe elfico tan sólo atino a sonreír al vocabulario tan pintoresco de este hombre.
- Y yo tendré que lavar tu boca con un poco de jabón si continuas expresándote de esa manera
Sirius lanzó una de sus brillantes sonrisas, como retándolo a hacer lo que había dicho.
El elfo se hincó frente al mago, tomando las manos de este entre las suyas.
- ¿Qué te ocurre, Sirius? – preguntó seriamente – No eres bueno mintiendo, y menos escondiendo tus sentimientos detrás de esa máscara de arrogancia y travesura
El animago bajo los ojos avergonzado. Nadie había logrado leerlo tan abiertamente, sólo Remus y James lo habían hecho.
- ¿Es por Harry, cierto? – continuo el príncipe
Sirius asintió levemente con la cabeza, sin atreverse a conectar miradas con el elfo.
- No logró... entender... por que... – dijo Sirius, con lentitud, exagerando la claridad de las palabras, parpadeando y tragando saliva continuamente, sin mirarlo – por que usa la magia negra tan libremente – el elfo asintió, alentándolo a seguir – Es la misma maldición que... mato – la voz comenzó a temblarle, formándose un nudo en su garganta, impidiéndole seguir hablando. Era más difícil decirlo que pensarlo – a James... a Lily... ¿acaso hice un mal trabajo como padrino? ¿Esto lo hace por mi culpa?
- Oh Sirius – susurro Legolas – Eso no es verdad. Los seres vivos somos responsables de las acciones que realizamos día con día. No es tu culpa que Ezellahen haya usado magia negra, él debió haber tenido sus motivos
- Aun así – el animago continuo. Para él, Harry había manchado la memoria de sus padres – trato de entender por que lo hizo. Otra manera debió haber encontrado, pero el uso de la magia negra sólo lo pone un paso más cerca de los magos que sus padres lucharon tan valerosamente por extinguir
- No ganas nada reprimiéndote y haciéndote preguntas para las cuales careces de respuesta – dijo Legolas sonrientemente – Opino que lo mejor sería ir a preguntarle al joven mago personalmente. Aun así, Sirius, pienso que deberías ponerte un momento en su lugar y no ser tan duro con él
El animago le tiro una mirada de incredulidad al elfo ¿es que no entendía la magnitud del mal que Harry había hecho? Por otro lado, el elfo tenía razón, debía de ir y tener esa charla con el cachorro. Al menos así su cabeza dejaría de darle vueltas.
- Tienes razón, Leg. Ahora mismo irá a hablar con ese jovencito – Sirius se puso de pie – gracias por el apoyo – con esto dicho se apresuro hacia el castillo
El príncipe estaba feliz por la nueva resolución de su amigo, pero...
- ¡Es Legolas, pedazo de malcriado! – le grit
Sirius se detuvo en la puerta y tan solo le guiño el ojo, para después desaparecer tras ella.
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Aragorn se encontraba frente a la puerta de la alcoba del pequeño, temeroso de entrar y encontrar que el chico seguía inconsciente, presa de un letargo que no lo dejaría volver a abrir los ojos.
Una mano amiga se posó sobre su hombro, transmitiéndole apoyo y confianza. El montaraz respondió con una leve sonrisa. Gandalf siempre tenía un efecto tranquilizador a su espíritu.
- Es hora, Aragorn – susurro el mago
Trancos asintió con la cabeza, girando lentamente el picaporte de la puerta.
Mientras esta se abría lenta y silenciosamente, no pudo evitar recordar a los dos pequeños hobbits.
Pippin estaba avergonzado por su diablura, travesura que podía haber reclamado a Frodo como su víctima; ahora el pequeño tenía que vivir con las consecuencias de sus actos, pues el enemigo pensaba que él tenía el anillo, y no descansaría hasta encontrarlo. No sólo eso. Una vez que un par de ojos tocan la palantír, ganan una experiencia aterradora, al igual que conocimiento, y estarán tentados a tocarla una vez más.
Aún así la diablura se había convertido en un golpe de suerte, pues habían aprendido el próximo paso en la agenda del enemigo: Destruir Minas Tirith a las dos en punto y dejar al mundo de los hombres si su raza más fuerte.
Trancos suspiro, meneando pensativamente la cabeza.
Tenían que actuar rápidamente, no podía permitir que el enemigo se saliera con la suya y destruyera su ciudad.
Por lo pronto, los primeros preparativos ya se encontraban hechos. Gandalf cabalgaría hacia Minas Tirith con Pippin por compañía – y para protegerlo en caso que el enemigo decidiera buscarlo – y se encargaría de dar la alarma. Aragorn se quedaría en Rohan, ayudando a convencer a Théoden de que cabalgará en auxilio de Gondor. El siguiente punto era interrogar a Harry, sólo para confirmar que él tampoco había revelado la posición del anillo y para asegurarse de que el mal no había contaminado su joven mente.
El momento en que Aragorn elevó los grises ojos, la puerta se encontraba abierta de par en par, mostrando al chico quien estaba despierto.
Harry se encontraba rumiando en sus pensamientos, hurgando en su memoria, acariciando inconscientemente el lugar donde el puño de Sirius había conectado. Fue por esta razón que no se había enterado de la presencia de sus dos mentores, sino hasta que sintió los brazos de Aragorn cerrándose entorno a él.
- "" Me tenías preocupado, pequeño. Me alegra tanto que ya estés despierto – susurró, después de depositar un suave beso en los negros cabellos
Harry sintió la seguridad de estar con Aragorn, se sintió feliz de tenerlo a su lado, como un padre amoroso que protege a su hijo.
- Lle nin mel, Atar? ¿Me amas, padre? – susurró suavemente, cerrando los ojos, disfrutando el momento
- Ista nin. Ista nin, ion nin Por supuesto. Por supuesto, hijo mío – susurro, tomando con ambas manos el rostro de Harry, recargando su frente en la del chico
Gandalf observó el intercambio desde la puerta, una sonrisa posada en sus labios. Quizá era demasiado pronto para dar un juicio, pero podía asegurar que el pequeño montaraz seguía siendo el mismo de siempre.
- Lamento interrumpir esta reunión – dijo, acercándose a la cama – pero necesitamos movernos, hay cosas que deben hacerse con rapidez, el enemigo esta casi sobre nosotros
Tanto Harry como Aragorn asintieron con la cabeza, separándose, dando espacio para que Mithrandir se sentara en la cama, justo delante de Harry.
- Escúchame Harry, hay una cosas que me gustaría que me dijeras, preguntas que necesitan respuestas – continuó Gandalf – sabes que el enemigo esta detrás de Frodo y es imprescindible saber si ha logrado saber a través de ti donde se encuentra el anillo y el plan que tenemos en mente para destruirlo
El joven mago asintió con la cabeza, luego a su mente llego la imagen del pequeño hobbit.
- ¡Pippin! – exclamó, sorprendiendo a sus tutores – ¿Dónde esta? ¿Se encuentra bien?
- Si, si – respondió Gandalf – el pequeño pillo estará bien, sólo esperemos que su travesura le haya servido de lección y no vuelva a actuar sin pensar en las consecuencias. Su osadía no fue pagada con alto precio, y aunque nos ha traído un poco de suerte, fue una ocasión en un millón
- Me alegra escuchar eso, estaba preocupado por él
- Sin embargo ha salido mejor parado que tú de esto – prosiguió el anciano mago, señalando las heridas de Harry. El chico se llevo inmediatamente las manos a su cuello, avergonzado, deseando ocultarlas – Tu fuerte poder psíquico es un arma de doble filo sino puedes controlarlo apropiadamente, es por esto que lo que te ocurre en el plano astral inflige tu cuerpo de esta manera
- Nos preocupo mucho cuando encontramos las heridas en tu cuerpo – dijo Aragorn, posando una mano en el hombro del chico en un gesto de apoyo
- Pero es algo que después discutiremos con más calma. El tiempo apremia y debo hacerte unas preguntas, espero que no te moleste que lea tu corazón durante el interrogatorio – Harry negó con la cabeza, elevando los ojos con un claro gesto de determinación en ellos – Bien, es hora de empezar
El pequeño interrogatorio duró alrededor de media hora, durante el cual Ezellahen les explico a sus tutores lo vivido en ese extraño mundo y lo que había visto. Tanto Gandalf como Aragorn estuvieron de acuerdo que lo que había visto había sido un pedazo del plan del enemigo, o al menos como Sauron esperaba que éste terminará.
Harry les contó de la visita de Voldemort, pero, todo lo contrario a lo que había esperado, Mithrandir pareció no estar preocupado por este nuevo acontecimiento, y es que, le había explicado, Sauron era demasiado egoísta para querer compartir el poder del anillo y la Tierra Media con un mago de otra dimensión.
Al final del pequeño cuestionario, Gandalf se mostró satisfecho con las respuestas del pequeño, y se despidió pues el amanecer ya había llegado y tenía que prepararse para el largo viaje de cinco días que le tomaría para llegar hasta Minas Tirith, pero antes le aconsejo entrenar sus poderes, no estaría bien que Voldemort se encargará de entrar en su mente cada vez que le venía en gana.
Harry suspiró.
- Esto fue más duro de lo que pensé – el silencio reino en la habitación, hasta que los ojos se posaron en el brazo de Aragorn. Una venda se cerraba entorno a él – ¿Qué te ocurrió?
- Nada importante, solo una pequeña herida – respondió sin titubeos – ¿Qué tal te encuentras tú?
- Bien, creo, sólo que no se de donde salió este golpe – señalo su quijada. Aragorn sintió que la sangre se aglomeraba, Sirius había sobre actuado y por su culpa el rostro de Harry tenía un feo moretón. Entendía que el golpe no había sido para el pequeño, sino para el tal Voldemort, no podía evitar sentirse furioso con el animago – ¿alguna idea?
Antes de que el montaraz pudiera responder, la puerta de la alcoba volvió a abrirse, revelando esta vez a un serio Sirius Black.
Los ojos del animago y del montaraz se cruzaron, teniendo un dialogo interno.
- Creo que necesitan hablar – dijo Aragorn – Me retiro, tengo que aclarar unos detalles con Gandalf
Trancos se detuvo en la puerta, dándole una mirada de advertencia a Sirius. Después salió, dejando a ahijado y padrino solos.
Los ojos de Sirius y Harry se cruzaron, dejándose invadir por el silencio, estudiándose mutuamente.
- ¿Qué tal te sientes? – preguntó distraídamente el animago, cogiendo la varita de Harry, paseándola entre sus dedos, observándola con un gesto de asco
- Muy bien, gracias por preguntar – respondió el joven Potter desde su cómoda posición en la cama, alejando las sabanas, mostrando el atuendo que ataviaba su cuerpo. Una holgada camisa azul oscuro de largas mangas que se extendían al llegar a las puntas, con un corte en V en el cuello, terminando con unos oscuros pantalones. Se encontraba descalzo.
El mago observo a su padrino, la confusión marcada en su mente ¿A qué estaba jugando Sirius?
- Es increíble que esta varita – prosiguió el animago – sea capaz de realizar libremente hechizos de magia negra
Ah, con que se trataba de eso, pensó Harry. Sirius estaba sobre actuando, tan solo había sido un poco de magia, nada más. Ahora que si el animago se enteraba de los conocimientos que le había robado a Voldemort seguro que se metía en un gran lío.
- ¿Harry? – se escucho la irritada voz de su padrino – ¿Estas escuchándome? Por que realmente podría agradecer un poco de tu atención – los ojos de Harry se clavaron en la figura del animago – Estoy tratando de entender por qué el hijo de James, tú, uso maldiciones imperdonables. Si tan sólo fueras tan amable de ayudarme a entender la maldita razón
- Sólo es magia negra, Sirius, vive con eso – respondió hastiado el joven
- ¡Son las imperdonables! ¡Creadas por Voldemort para hacer sufrir al inocente! ¡Las mismas maldiciones que mataron a tus padres!
- ¡No metas a mis padres en esto! – rugió Harry, poniéndose de pie
- ¡Estoy preocupado por ti! ¡Podrías terminar en Azkaban el resto de tu vida por sólo conjurar una sola!
- ¡Y supongo que serás tú quien me venda al ministerio! Gracioso, me preguntó que hará Cornelius Fudge, si brincar de gusto y abrazarte por que le haz dado la clave para deshacerse de mí o arrojarte a la misma podrida celda de la que te escapaste ¡Irónico! Ya puedo imaginar el encabezado del Profeta – exclamó sarcásticamente Harry, dibujando un letrero imaginario con sus dedos – ¡Sirius Black, famoso asesino, entrega pruebas al ministerio que muestran a Harry Potter realizando maldiciones imperdonables!
Sirius se quedó de una pieza al escuchar la voz del joven mago, dolido por las palabras que éste decía sin remordimiento alguno.
- ¿Por qué dices esas cosas? – susurró – ¡Sabes que yo nunca haría nada para hacerte daño! Pero, Harry... trato de que entiendas que esta mal usarlas ¡son las mismas maldiciones que asesinaron a tus padres!
- Esto es ridículo, no se por que debería escuchar como me regañas – dijo, calzándose con habilidad las botas y tomando el alargado chaleco de piel negro
- ¡Por que soy tu padrino, por eso! – rugió Sirius, Harry nunca lo había sacado de sus casillas – Y adivina que, tú te metes en problemas, yo te castigo, esa es la manera en como trabaja
- Gracioso, esta es la primera vez que te escucho decir eso, oh espera, es realmente la primera, pues los últimos años de mi vida te la pasaste en prisión ¡Escapando sólo cuando Peter Pettigrew apareció en un diario! Por él, por tu deseo de venganza, pero no por mí, nunca por mí. Discúlpame si siento que no tienes el derecho de gritarme. Con permiso – Harry salió de la alcoba, arrebatándole su vara a Sirius en el proceso
El animago se quedó quieto, solo, callado.
Eso es lo que piensas realmente de mí, Harry.
Sirius se dejo caer de rodillas sobre el alfombrado piso, sintiendo un dolor en su pecho.
¿Qué tal? Siento que no me quedo tan hermoso como el que borre, sólo suplico que les haya gustado.
NOTA IMPORTANTE: A todos aquellos que desean que yo les envie un correo avisandoles el preciso momento de la publicacion de los capitulos, enviarme su correo y una nota adjunta que diga 'pa que me avises del proximo capi' U Vale. NAMARIË.
LEAN POR FAVOR: Sólo deseo avisarles que, haciendo caso a las peticiones de diverss lectors, el fic se extenderá. Ya no sólo serán los tres primeros libros del Señor de los Anillos sino que se extenderá más alla mucho después del fin de la guerra del anillo. Espero que sea de su agrado esta semana me puse a pensar mucho en eso, y este capi fue redactado para seguir con esa idea. GRACIAS POR LEER.
"You are never given a dream without also being given the power to make it true." Richard Bach
