Es la tarde del sábado antes de navidad. En una pequeña oficina ubicada en el piso 18 de la Capsule Corp., se encuentra la joven zionita revisando unos planos, aprobando aquellos que cumplen las condiciones necesarias para operar en forma segura, realizando informes sobre las fallas detectadas en otros. Esto la tiene muy ocupada, por lo que le resulta difícil cuidar a su abuelo enfermo, salvo las noches y los domingos; afortunadamente, la conserje del edificio donde vive siempre vela por el bienestar del anciano, por lo que no tiene por qué preocuparse, ya que él está en buenas manos. Nuestra amiga acaba de terminar su tarea, toma los informes, los guarda en una carpeta y se dirige a la presidencia, en el último piso.

– Sr. Briefs, la srta. Andersen desea hablar con usted.

– Hágala pasar, Marge.

La bella Andraia entra a la oficina, con la carpeta entre sus manos. Luego de saludar a su jefe, toma asiento y le entrega el material.

– Bien. La carpeta que le entregué tiene los informes de unos 30 proyectos que acabo de supervisar: 7 de ellos presentan fallas menores, así que con algunos pequeños ajustes podrán operar satisfactoriamente; otros 2 necesitan ser rediseñados; y el resto cumple cabalmente con las condiciones mínimas de seguridad y eficiencia, y sólo necesitan su aprobación y su firma.

– Ya veo. Buen trabajo, Andie.

– Gracias. Ahora con su permiso, me retiro. Debo revisar otro grupo de planos. – Antes de levantarse, ella ve sobre el escritorio una fotografía familiar. – ¿Es tu familia?

– Sí. Son mi padre Vegeta, mi madre Bulma y mi hermana Bura.

– Cielos... tienes una hermosa familia: Eres tan afortunado... – Mientras Andie admira el retrato, el joven Saiyajin nota que su amiga se deprime: Él sabe muy bien que ella perdió a su madre, no conoce a su padre, no tiene hermanos y su abuelo está muy enfermo. – ¿Estás bien, Andie?

– Sí... debo irme. – Al decir esto, Andraia se levanta y se marcha, pero antes de salir de la oficina, ella se detiene, estática, mirando hacia la nada...


Andie está allí, de pie en medio de una gran oficina. Mira a todas partes, notando que todo a su alrededor empieza a distorsionarse, y desaparece. Luego, ella se percata de que está en otro lugar, muy familiar. Mira a un lado y ve a una pequeña niña de 6 años de edad tratando de escalar una pendiente; mira al lado opuesto y ve un pequeño auto volcado, casi totalmente destruido y con una joven mujer adentro. De repente, el vehículo explota, y la mujer con él; los ojos de la princesa empiezan a humedecerse. La escena vuelve a distorsionarse y ahora se encuentra en una pequeña habitación rosa, el día anterior al trágico accidente. Allí, sobre una cama, están la pequeña Andie y su querida madre Karen.

– Hijita: No sé si podremos viajar mañana.

– ¿Por qué mamá? Por favor, quiero salir contigo.

– Pero...

– ¡LO PROMETISTE! – En esto la pequeña empieza a llorar.

– Está bien hija, haré lo que pueda. Una promesa es una promesa.

La zionita entra en shock, sus lágrimas recorren sus mejillas. – Si yo no hubiese insistido en hacer ese viaje, ella no habría... – Súbitamente, todo se vuelve negro, y ella ahora está de pie en medio de la oscuridad. Miles de dedos la señalan, y se escuchan miles de voces diciendo sólo una frase: – ¡Es tu culpa! – La joven se coloca de rodillas, pone sus manos sobre sus oídos, y con lágrimas en sus ojos, empieza a gritar: – ¡NOOO! ¡MAMÁ!... ¡Fue mi culpa!...


– ¡Andie! ¡Andie! ¿Qué te sucede? ¡ANDIE! – Trunks está preocupado, su joven amiga grita y llora sin parar. – Por favor: Tranquilízate. ¡Andie! – No hay respuesta. Enseguida llega su asistente – Oh por Dios. ¿Qué le pasa?

– No lo sé, Marge. Ve por Jeffrey, ¡Rápido!

– Sí señor. – Marge sale corriendo hacia su escritorio, toma el teléfono y llama a la unidad de emergencias. Mientras tanto, Trunks trata de calmar a Andraia, pero sin éxito.

– Mamá: Perdóname... Yo tuve la culpa.

– Andie. ¡Reacciona! Sea lo que sea, no tienes la culpa de nada... ¡Andie!

– Si no hubiera... si no hubiera... ¡Dios mío!

– ¡Por favor Andraia!

– ¡NOOO! – En ese instante, la zionita se desmaya.

– Andie: ¡Despierta!


– Señor: La señal recibida se ha vuelto inestable.

En la pantalla del radar, la señal del Ki-Gamma se muestra distorsionada, pulsando de forma arrítmica. La profunda voz del general Kron surge desde las sombras: – Umm... así parece, Zetch. Esas son buenas noticias.

– ¿A qué se refiere, mi Lord?

– Los Centauries son poderosas fuentes de energía psíquica, caracterizada por su estabilidad y control. Pero la señal que recibimos indica una evidente inestabilidad mental, causada quizás por una fuerza externa. Esto significa que nuestro Centaury no tiene control sobre sus emociones.

– Ya veo. Entonces: ¿Eso quiere decir que ese sujeto no ha desarrollado sus poderes?

– ¡EXACTO! Y por lo tanto, es muy vulnerable. Debemos actuar cuanto antes, no podemos perder esta oportunidad... ¿Cuál es la situación de las naves exploradoras?

– Ellas están acercándose a ese planeta, señor. Sufrieron un ligero retraso debido a la presencia de asteroides, pero el problema ya está resuelto. En poco tiempo llegarán a su destino.

– Excelente...

La nave nodriza viaja rápidamente a una distancia media entre el Sol y Sirio, la estrella más brillante del firmamento terrestre. Está seguida por una flota compuesta por decenas de naves más pequeñas. Mientras tanto, la flotilla de naves exploradoras se encuentra en este momento en la órbita del planeta Júpiter.


Andie abre lentamente sus ojos. Primero ve una luz blanca, muy brillante, luego mira hacia un lado y ve un par de preocupados ojos azules, que lentamente se acercan a ella. – ¿Te sientes mejor?

– Creo que sí. ¿Qué sucedió? ¿Dónde estoy?

– Estás en mi consultorio, preciosa. – La joven mira hacia el lado opuesto, y ve al Dr. Jeffrey Jones – Sufriste una baja de tensión y te desmayaste. Por eso estás aquí.

– ¿En serio? No logro recordar nada. Jeff: ¿Puedo irme?

– Aún no. Necesito hacerte un par de análisis para descartar cualquier problema interno. Enfermera: Por favor extráigale una muestra de sangre a la joven.

– Sí Doctor. – La enfermera se queda con la joven princesa, mientras Jeffrey lleva a Trunks a su oficina.

– Jeff: ¿Por qué no le dijiste la verdad? Sabemos que eso no fue una simple baja de tensión.

– Lo sé. Pero ella no recuerda nada y no creo que sea prudente contarle lo que le pasó. Su problema es mucho más grave de lo que creí. – Al oír estas palabras, Trunks se pone nervioso. – ¿A qué te refieres?

– Lo que ella sufrió fue un trastorno post-traumático. Algo muy grave debió sucederle para que haya sufrido esta recaída.

– Bueno, sé que ella perdió a su madre cuando era niña, pero no sé exactamente qué sucedió. Quizás su amiga de la infancia, Regina Watson, lo sepa.

– Bien. Necesito hablar urgentemente con ella. ¿Hay alguna forma de contactarla?

– Sí. Ella me dio su número de teléfono. Podría llamarla y decirle que venga.

– Perfecto. Cuanto antes mejor. – Acto seguido, Trunks toma su teléfono celular y realiza la llamada.


– ¡Andie! – Reggie corre hacia donde está sentada su amiga, y la abraza. – ¿Estás bien? Recibí una llamada de Trunks, diciéndome que estabas aquí, y me preocupé.

– Sí. Estoy bien. Sólo me desmayé por una baja de tensión.

– Gracias a Dios que no fue nada grave.

En esto llega Trunks. – Reggie: ¿Podrías venir un momento? Así la enfermera podrá continuar examinando a Andie.

– ¿Uh? Bueno, está bien. – Ambos se dirigen a la oficina del Dr. Jones, donde él los espera. La rubia percibe preocupación en las caras de los hombres. – ¿Qué sucede? ¿Pasa algo malo? ¿Qué tiene Andie?

– Srta. Watson, seré franco con usted: Su amiga a sufrido una recaída, posiblemente causada por un trauma que sufrió, lo cual le ha generado una ligera amnesia.

– Oh no... No otra vez.

– ¿Otra vez? – Pregunta Trunks – ¿Esto ya había pasado antes?

– Sí: La última vez fue cuando ella tenía 17 años. Pensé que ya lo había superado, pero me equivoqué.

– Señorita: Trunks mencionó que ella perdió a su madre cuando era niña, y eso tal vez sea el motivo de sus ataques. ¿Usted sabe algo al respecto?

– Sí, Doctor. Efectivamente. Fue algo tan horrible... no sé si pueda...

– Escuche: Lo que sucede con la Srta. Andersen es muy grave. Un próximo ataque podría llevarla al borde de la locura, o incluso inducirla al suicidio.

– ¿A... al suicidio? – Reggie entra en shock: No puede concebir esa idea.

– Lamentablemente sí. Es por eso que necesito su colaboración.

– De acuerdo. Les contaré. – Regina le cuenta a los jóvenes cómo falleció la madre de su amiga, cómo sufrió durante su infancia y adolescencia, cómo su abuelo gastó una fortuna en psicólogos y terapias. El joven Saiyajin está paralizado: Ignoraba todo lo que había sufrido la pobre Andraia.

– Bueno, lo único que podemos hacer, por ahora, es evitar que se vuelva a repetir otro ataque. Yo hablaré con un colega amigo mío, que es un excelente psicólogo, así podría recomendarme qué hacer para solucionar este problema.

– De acuerdo, Doctor. – Jeff y Reggie notan que Trunks está muy callado, con una mirada llena de preocupación. – Por cierto, Doc: ¿Andie ya puede marcharse?

– Claro, pero recuerde mantener discreción. – Dirigiéndose a su preocupado jefe: – Oye amigo: ¿Qué te sucede?

– ¿Uh? Nada. Reggie: ¿Aún tienes tu auto en el taller?

– Sí. Tuve que tomar un taxi.

– Bien. En ese caso, yo las llevaré. Iré por Andie. – Trunks se levanta y sale de la oficina, tratando de ocultar su dolor para que Andie no lo notara. Reggina aprovecha la ausencia de su amigo para hacerle una pregunta al galeno. – Doctor, ya que usted lo conoce mejor que yo, dígame: ¿Él siempre es así, tan preocupado por los demás?

– Así es. Trunks es el tipo de persona que vela por el bienestar de todas las personas a su alrededor. Aunque, francamente, este caso se lo tomó de manera muy personal.

– ¿Muy personal?

– Sí. Al parecer él siente algo por ella, tal vez sea cariño, o simpatía... o algo más...


Una limosina se estaciona frente al pequeño edificio donde vive la princesa zionita, y dentro de ella están nuestros tres amigos. Reggie se despide del joven Briefs y se baja, pero Andie decide quedarse un rato a hablar con su amigo, ya que lo ve tan callado y pensativo.

– ¿Qué sucede?

– Nada. Sólo estoy un poco agotado.

– ¿Estás seguro? Es que te veo tan pálido.

– No te preocupes, Andie. Estoy bien.

– Trunks: Por favor, no me mientas. Estás así desde que salimos de la oficina del Dr. Jones. ¿Algo anda mal? ¿Acaso algo grave me sucede?

– Escucha: No te pasa nada. Sólo te desmayaste por agotamiento, debido a que trabajas demasiado. Sé que tratas de hacer todo bien, pero te esfuerzas de una forma, digamos, un poco exagerada. Trata de tomar las cosas de manera más calmada.

– Pero Trunks... – En ese instante, el joven coloca uno de sus dedos sobre la boca de su amiga.

– Todo está bien. Créeme.

– Está bien. Te creo. – Luego de decir estas palabras, la zionita se dispone a bajar del automóvil, pero antes de hacerlo, Trunks se acerca y le besa dulcemente la mejilla. – Adiós Andie. Que descanses.

– Adiós Trunks. Nos vemos mañana.

– Claro. – Luego de que ella se baja del auto, el joven se asoma por la ventanilla – Adiós Reggie: Cuídala mucho.

– No te preocupes, ella estará en buenas manos. ¡Adiós! – Una vez que se fue la limosina, las chicas entran en el edificio.


Es de noche y está nevando. Trunks está acostado en su cama, pensativo y muy deprimido, recordando la historia que Reggina contó esa tarde: ¿Por qué su amiga ha sufrido tanto? ¿Acaso no tiene derecho a ser feliz? Luego recuerda lo que dijo su amigo Jeff: "Un próximo ataque podría llevarla al borde de la locura, o incluso inducirla al suicidio". Las últimas palabras de esta frase rondan por su mente confundida: "Al suicidio... al suicidio... suicidio...". Súbitamente, los ojos del joven se humedecen.

– No permitiré que eso suceda, Andie. Te lo prometo...