Trunks está trabajando en la Capsule Corp., muy estresado por la cantidad enorme de Documentos que está revisando, y cada vez llegan más... El pobre realmente necesita relajarse, o de lo contrario podría darle algo, por lo que decide dejar de trabajar y tomar un breve descanso. Saca de la gaveta del escritorio una barra de chocolate rellena con caramelo y maní; mientras se lo come, observa el paisaje, a la activa y pacífica West City rodeada por un hermoso cielo azul, ese cielo que le recuerda la mirada inocente de su amiga Andraia. – Oh, Andie: Estás dominando mis pensamientos, realmente me encantas... Si tan sólo lo supieras... – En ese instante, las preguntas rondan por su mente: ¿Qué pasará si se entera? ¿Y si ya lo sabe?

– ¿Será que se lo digo? ¿Cómo reaccionará? – Él se levanta y comienza a practicar en la manera de hablarle – Andie: Sé que no ha pasado mucho tiempo, pero me gustas.... ¡No! ¡Así no sirve! Debo decirlo de manera más discreta. Veamos: Andie, eres una chica muy sencilla, y eso fue lo que me atrajo a ti... Umm... no sé si así funcione. Quizás si lo digo en forma alegre: Oye Andie, ¿Sabes algo? Desde que te vi, empezaste a gustarme..... ¡NO! ¿Y si quizás me acerco a ella, mirándola directamente a sus ojos, de una manera muy seductora...? ¡DE NINGUNA MANERA! ¿En qué demonios estoy pensando? – En ese momento él empieza a darse golpes en la cabeza – Piensa Trunks... ¡PIENSA! Dios: ¿Cómo se lo digo?

– ¿Decirme qué? – El Saiyajin gira su cabeza: Andie está en la entrada de la oficina.

Una enorme gota aparece sobre su cabeza, su cara se vuelve roja de vergüenza y comienza a hablar con voz algo temblorosa. – Ho... hola, Andie... (gulp)

– Trunks: ¿Qué te sucede? Estás un poco extraño.

– Eh... ¿Yo? No, tranquila, no pasa nada.

– ¿Estás seguro? Oí que querías decirme algo. ¿De qué se trata?

– Bu... bueno, es que... es que.... Lo que pasa es que surgió algo y no sé cómo decírselo a mi madre. Es algo personal.

– ¿A tu madre? Oh, pensé que querías hablarme a mí. Creo que me confundí.

– No te preocupes. Oye y... ¿Qué haces aquí?

– ¿Que qué hago aquí? – Andie hace una mirada de reojo – Definitivamente estás muy raro hoy: Yo vengo todos los días a esta misma hora a traerte algunos informes para su aprobación.

– ¡Oops! Creo que lo olvidé. Ven y siéntate, por favor.

– Bien. – La Zionita se acerca a su jefe, se sienta, coloca las carpetas sobre el escritorio y empieza a hablar.


18 de Enero. Es un agradable día de invierno, muchos ciudadanos trabajan, otros simplemente salen a pasear. Un policía recorre en su patrulla el área urbana, asegurándose de que nada ni nadie perturbe el orden público cuando, de repente, frente a él aparece una especie de sombra, entonces él decide bajar y ver de qué se trata. Se dirige a un callejón, con su arma en mano, mirando por todas partes. – ¡Salga de donde esté, en nombre de la Ley! – No hay respuesta. Escucha un ruido tras unos pipotes de basura, se acerca y un pequeño gato sale de allí. – Ah, con que eras tú, pequeño: Me has dado un gran susto. – El oficial da la vuelta, y allí, frente a él, se encuentra una pequeña y extraña silueta, por lo que empieza a disparar, sin hacerle daño alguno; enseguida, salta rápidamente en dirección al rostro del hombre, escuchándose un grito. Minutos después, el oficial sale del callejón, con su arma en la mano y una mirada sombría, quien se sube a su patrulla y, rápidamente, se marcha.


Trunks está ocupado en su oficina, revisando documentos, aprobando proyectos, firmando papeles, pero al mismo tiempo piensa en ella, en la misma persona que le robó el corazón con su dulzura e inocencia, quien ese día no fue a trabajar a la Corporación debido a que pidió permiso para poder acompañar a su abuelo al hospital, ya que le aplicarían una quimioterapia. Al Saiyajin le gusta mucho esa joven, y está dispuesto a hacer todo lo posible para conquistarla: Tal vez un regalo, una cita o una cena romántica... Todo sería más fácil si él no fuera tan tímido. Abre el cajón, saca una gran barra de chocolate y se dispone a comer el dulce, mientras sigue pensando, hasta que es interrumpido por la voz de su asistente. – ¿Sr. Briefs? ¿Sr. Briefs? ¿Se encuentra allí, señor?

– Sí, Marge, estoy aquí. ¿Qué se te ofrece?

– Señor: El Comité Internacional vino a reunirse con Usted.

– Bien. Por favor, diles que pasen.

– Así lo haré, Señor.

Al concluir la plática con el intercomunicador, un grupo de personas procedentes de todos los países entran a la oficina. – Good Morning, Mr. Briefs

– Good Morning my folks: Welcome to the Capsule Corporation! Sit down, please. – Después de recibirlos cortésmente, se sienta en su sillón y todos empiezan a conversar.


La patrulla se desplaza por la ciudad, a toda velocidad. Una llamada de la Central de Policía es dirigida a esa unidad, pero el oficial la ignora. Mira a todos lados, buscando algo, o a alguien; con sus ojos llenos de odio, desesperación y enojo: ¿Dónde estará? Acelera cada vez más, violando muchas leyes de tránsito, tales como pasar cuando la luz del semáforo está roja, o desplazarse donde no está permitido. Las personas huyen de su camino, los vehículos se descontrolan y casi provocan accidentes: Un lunático anda suelto por las calles, por lo que es perseguido por varias patrullas. Ignora los llamados por radio, las órdenes de detenerse y los semáforos; aumenta la velocidad, iniciándose así una persecución. El policía está cada vez más furioso, cruzando por una calle, por otra, y por otra más... hasta que llega a una zona donde el pavimento es resbaladizo, por lo que el automóvil se descontrola y se dirige directamente a un edificio en construcción: Se escucha un impacto.


Andie y su abuelo salen del hospital, deteniéndose en la acera a esperar un taxi, mientras conversan. – Abuelo: Hablé con el Doctor. Dice que estás recuperándote muy rápidamente.

– Siempre lo he dicho, hija: Ninguna enfermedad podrá derrotar al viejo Marcus Andersen, claro al menos que sea una enfermedad terminal, y aún así le tomaría mucho tiempo acabar con mi vida. Ya verás que pronto estaré mejor, y así podré vivir lo suficiente para apadrinarte en tu boda, y conocer a los biznietos. Es una promesa.

– ¿Uh? ¿Boda? ¿Biznietos? – La Centaury se sonroja de pena – Pero abuelo: Ni siquiera tengo pareja. ¿No crees que es muy pronto para hablar de estas cosas?

– ¿Y qué me dices de ese muchacho? Parece ser un buen chico.

– ¿Trunks? Bu... bueno... este... so... sólo somos amigos.

– Hijita, te conozco muy bien: Sé que en el fondo sientes algo por ese joven.

– ¿Tú crees? Di... digo, sí, siento mucho cariño y respeto por él.

– Yo no estaría tan seguro. – Al decir esto, un taxi se detiene frente a ellos, se suben allí y luego se marchan. El vehículo es conducido por un hombre de facciones arábigas, de mediana estatura y contextura delgada.

Ella nota que el chofer la observa por el espejo retrovisor – Disculpe: ¿Sucede algo?

– ¡Ah sí! Ya recordé. Sabía que la había visto en alguna parte.

– ¿Perdón?

– ¿No es usted la chica que ejecutó ese hermoso patinaje de año nuevo?

– Uh... sí, eso creo.

– Me moría por conocerla. Soy Mohamed, y usted es...

– Andraia.

– ¿Andraia? Qué nombre tan raro.

– Sí. Todos dicen lo mismo. Lo escogió mi madre.

– Ya veo. Es raro, pero muy bonito y original. Es un placer conocerla.

– Igualmente.

– Umm... veo que no está acompañada de su esposo.

– ¿Esposo? Aún no me he casado.

– Ah, entonces es su novio. ¿Cierto?

– No, tampoco. Si te refieres al hombre con quien patiné ese día, se trata sólo de mi jefe. Es un gran amigo.

– ¿De veras? Vaya, qué cosas. Ese día hubo mucha química entre ustedes dos: Parecían recién casados. – Andie se sonroja con ese comentario. El taxi sigue desplazándose por la helada calle, pero al dar la vuelta en una esquina se encuentra en medio de una congestión de tránsito, por lo que el taxista decide ir en retroceso, pero otros autos obstaculizan su camino. – Oh... ¡Rayos!

– ¿Qué cree que haya sucedido, Sr. Mohamed?

– No lo sé. Pero sea lo que sea provocó esta terrible cola, y por lo que veo no avanza nada. Al parecer nos quedaremos aquí por, digamos, un par de horas como mínimo.

– ¿Un par de horas como mínimo? Cielos. – Dirigiéndose al anciano. – Abuelo: No estamos lejos de casa, sugiero que nos bajemos y continuemos a pie. Además, eso te servirá como ejercicio, tal como lo recomendó el Doctor.

– Está bien, Andie. – Ambos bajan del vehículo, pagan al chofer y empiezan a caminar. Unos 15 minutos después descubren la razón del congestionamiento: Una patrulla se estrelló contra un edificio en construcción, provocando que parte de la estructura colapse y caiga, bloqueando la calle. Ellos, al igual que muchas personas a su alrededor, se quedan atónitos con la escena. El anciano gira su cabeza en dirección a un kiosco. – Ahora vuelvo, hijita.

– Está bien. – Mientras el abuelo se ausenta y la joven sigue allí, el policía aparece tras ella, quien levanta su arma, apuntándole a la cabeza, y nadie se da cuenta de ello.

En ese instante, el Sr. Andersen acababa de comprar una revista con un reportaje especial sobre el Backgammon, y se percata de lo que el policía intenta hacer. – ¡CUIDADO, ANDIE! – Él corre desesperadamente mientras su nieta gira para ver qué ocurre. Se oye un disparo, manchas de sangre caen en la blanca nieve, al igual que una revista. Y allí, en el congelado suelo, yace el anciano con un impacto de bala en la espalda, a la altura de los pulmones. La joven, horrorizada, cae de rodillas y con lágrimas en sus ojos grita pidiendo auxilio, mientras que un grupo de policías persigue al prófugo, quien huye al notar que el arma ya no tiene balas.

Andraia sigue al lado de su querido y moribundo abuelo, abrazándolo con todas sus fuerzas. – Abuelo: Por favor, resiste. Ya la ayuda viene en camino.

– Andraia... mi amada nieta... debes... ser fuerte.

– Por favor, no hables, o perderás tus fuerzas. Sólo te pido que aguantes un poco más... ya verás que pronto estarás bien...

– Mis... ojos están... nublados... Creo que ha... llegado mi... hora. – El anciano apenas puede hablar.

– ¡No digas eso! Acabas de prometer que apadrinarías mi boda, y que conocerías a tus biznietos. Por favor, no te vayas... – La Zionita empieza a llorar, a la vez que el grupo de policías encuentra en un callejón al prófugo, quien está inconsciente, y lo examinan: Está muerto.


El anciano está muy grave, apenas pudiendo hablar mientras tose sangre. – Andraia: No... llores por mí. Algún día... nos reuniremos... otra vez.

– ¡NO, ABUELO! ¡NO ME ABANDONES! Tú... tú eres mi única familia.

– Hija...: Aún tienes a tu padre.

– No... no lo sé... No sé si llegue a conocerlo... Si no ha venido en tantos años: ¿Por qué lo haría ahora?

El moribundo abuelo seca dulcemente las lágrimas de su amada nieta. – Él vendrá... lo sé.

– ¿Abuelito?

– No pierdas... las... esperanzas. – En ese momento, Marcus queda inconsciente, y Andie llora desconsoladamente. Enseguida llega la ambulancia.