Disclaimer: Pucca pertenece a su creador, Boo Kyoung Kim. La trama me pertenece.

Palabras: 536.


Esto no podía estarle pasando.

Miró con horror los pedazos de madera y el papel washi tirado por el suelo de su hogar. De la puerta de su entrada no habían quedado más que pequeños pedazos adheridos a la pared. Sobre los que estaban tirados por el suelo, se posaron varios pares de pies, y uno de ellos destacó con su gruesa pero molesta voz.

—¡Ríndete, Garu! Ésta vez, por fin completaré mi venganza ¡Siente mi furia!

Lo siguiente que supo fue que tomó su espada para bloquear el ataque de Tobe, quien se había lanzado sobre él no bien pronunciada la frase. Detrás de él saltaron sus lacayos con las mismas intenciones que su jefe, y él respondió como pudo a cuánto ataque se le vino encima.

Estaba furioso. Esa puerta siempre la destruyeron mucho de niño, y siempre le costaba reconstruirla, pero de un tiempo para acá —luego de hablar con Pucca, y haber alejado a su rival de batallas— esto no había sucedido. Había olvidado la rabia e impotencia que sentía cuando veía su amada puerta, la que lo separaba del bullicio del exterior, destruida.

Tendría que conseguir más dinero para mandarla a hacer.

Y enfureció más, si era posible. Los últimos meses había estado reuniendo para hacer un viaje importante, y comprar algo que tenía que tener en sus manos. Pero esos planes se estaban yendo al caño con éste incidente.

Mientras cavilaba dentro de sí las tareas que tendría que completar de manera extra para reunir el suficiente dinero, se defendía con destreza de la espada furiosa de Tobe. Hacía rato que sus lacayos habían caído sobre su trasero, pero su condenado jefe estaba dando batalla aún. La realidad es que ya se quería deshacer de ellos para ir a almorzar.

El sonido de las espadas chocar una y otra vez inundó el espacio. Sus movimientos, como buenos ninjas, apenas y se percibían, lo único que delataba su lucha era el metal chirriante. No estaba cansado, había tenido luchas peores —en una ocasión llegaron a los puños—, simplemente esto era una especie de rutina.

Pero como siempre, Tobe dejó un frente abierto que él detectó y aprovechó para dar el golpe final. Cuando el ninja morado cayó al suelo y su espada salió volando lejos, se supo victorioso. Una sonrisa llena de arrogancia que pocas veces se permitía mostrar surcó su rostro, mientras volvía a su posición tranquila.

—¡Esto no se va a quedar así, Garu! ¡La próxima vez, te haré morder el polvo, y tu vergüenza será tan grande que no podrás con ella! —repitió el mismo discurso que siempre, para luego tomar una bomba de humo— Ninjas, ¡retirada!

Y la lanzó.

Tosió un poco ante el humo que cubrió a los intrusos. Y no se sorprendió cuando se disipó y no estaban. Se encogió de hombros, no era nuevo.

Enfundó su espada en el estuche y la puso sobre una mesa, para luego voltear a ver el desastre que tenía que ordenar. Observó lo que se había roto mediante la lucha, y supo que tendría que hacer más gastos de lo planeado.

Que lo perdonase Pucca. Tendría que posponer más tiempo la compra de ese libro de cocina.


¡Avanzamos!