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VILLANA
Bajó las escaleras lentamente, paso a paso y observando atentamente todo.
Notó de inmediato que los pasillos estaban impecables, todo lo brillante que había en la casa había sido pulido lo mejor posible. Las mejores cortinas en las ventanas, los manteles caros y la cristalería fina sobre la mesa del salón, esperando para la cena. Al pasar los dedos de la enguantada mano por un mueble vió que no había ni una mota de polvo sobre los muebles y la lámpara de espejos del techo, que era tan antigua como sus antepasados, parecía nueva de lo limpia que la habían dejado.
Cualquiera podría sentir indignación de cómo es que los elfos se habían esmerado tanto preparando todo, pues incluso cuando paso cerca de las cocinas, el suave olor que despedía de allí era mejor que cualquiera que pudiera recordar. ¡Ni siquiera para alguno de sus cumpleaños se había esforzado tanto!
Ella chasqueó la lengua, se acomodó el fino chal sobre los hombros y alzó la frente antes de seguir su camino.
Afuera, en el jardín de atrás de la casa… su precioso jardín, las risas cacareaban cada cierto intervalo de minutos.
A cada paso, el rumor era más y más fuerte.
En su tiempo, cuando llegó por primera vez a la casa, se encaprichó con remodelar ese espacio y lo hizo suyo, a pesar de los reclamos de su esposo. Hizo derribar paredes, trajo alfombras del otro lado del mundo y cristales élficos de colores para las ventanas que se ponían de un suave amarillo en el amanecer, un vivo naranja al atardecer; en los días nublados de un suave gris verdoso y en los de lluvia, podías ver todos los colores del arcoiris. Todo lo hizo para lograr tener la impresión de pasar un portal desde la anticuada arquitectura de la casa hacia el sueño verde mágico que era el jardín.
Eran cuatrocientos metros cuadrados de césped verde, un hermoso arce de los colores de la primavera en el centro. Una fuente de agua hecha de mármol a la derecha y pavos reales caminando entre los arbustos decorativos. Finisimas sombrillas blancas, muebles de jardín blancos. Caminillos delicados de piedra de volcán roja…
Arrugó el entrecejo al ver vasos de plástico sobre una de las mesas, pero se recompuso muy rápido.
No era clasista, para nada. Sin embargo, era fiel creyente de que la humildad no era excusa para dejar tirada la elegancia. Conocía mucha gente de origen humilde respetable que sabía adaptarse a las formas, que sabía comportarse según la ocasión lo demandase. Era una cuestión de educación, no de dinero.
Esos vasos corrientes eran la prueba visible e irrefutable de que sus visitantes no encajaban en el lugar. En su casa.
Un camarógrafo se acercó rápidamente a ella apenas y notó su presencia.
—Mi mejor perfil es el derecho —dijo con una sonrisa amigable cuando notó que el hombre estaba posicionándose a su izquierda.
El flash la dejó momentáneamente ciega, lo suficiente para que no notara que él se estaba acercando.
—Mamá, viniste —dijo el hombre alto en el que se había convertido su hasta hace poco joven hijo.
—Querido —contestó ella, parpadeando.
Él se inclinó para besarle la mejilla y luego darle un, en inicio, tímido y luego efusivo abrazo.
Los besos en la mejilla eran protocolo básico, los abrazos… no tanto.
No es que se quejara, pero aún no se acostumbraba del todo a esas repentinas muestras de afecto desmedido. Que la colgaran si lo confesaba, pero le estaba comenzando a gustar demasiado esa efusividad. Sin embargo, hubiera rodado los ojos de haber podido con solo recordar desde cuándo es que su hijo había comenzado a ser así de cariñoso.
Él le ofreció el brazo y ella lo tomó. El fotógrafo se preparó y les tomó una nueva foto.
Por el rabillo del ojo, ella vió con preocupación como la sonrisa de su hijo le llenaba la cara.
—Gracias —dijo Theodore al fotógrafo.
El hombre solo asintió antes de retirarse.
—No tienes por qué agradecer, es su trabajo.
En su tiempo, Theodore hubiera dicho obedientemente "Si, madre" y no hubiera repetido el acto de nuevo. Pero claro, ahora su hijo era una persona abismalmente distinta.
—Así me aseguro de que se esmere en que salgas preciosa, mamá —dijo minimizando el asunto, levantando la mano libre y dándole un cariñoso apretón en la mano que descansaba en su brazo antes de comenzar a caminar—. Hermione siempre dice que la amabilidad compra lo que no tiene precio.
Ella apretó los labios.
Una mujer puede educar a su hijo lo mejor posible, claro. Pero luego llegan las novias y parecería que los hijos solo olvidan todo y ya.
—Todo tiene su lugar —dijo ella, totalmente diplomática—. El profesionalismo si tiene precio y ese es un fotógrafo caro. Si toma malas fotos me encargaré de que se dedique a fotografiar patos para calendarios baratos.
Theodore se echó a reír y la miró de reojo, el brillo malvado asomándose en sus calculadores ojos y con la clara seguridad de que ella cumpliría esa amenaza y divirtiéndose por ello.
Ese, ese si era su hijo.
—Bueno, pero el pobre hombre no lo sabe. Digamos que lo he salvado de un futuro en donde tu ira lo destruye, querida madre.
Theodore suspiró y le dió una mirada rebosante de cariño.
Ella ocultó un escalofrío.
"No me gusta" pensó con preocupación… y no lo pensaba por primera vez.
Si pudieran medir su preocupación, seguramente tendría el tamaño de Inglaterra… quizá más.
Todo había comenzado con esos anormales suspiros. Ese anormal aliento ruidoso que salía del cuerpo de su hijo. Había una leyenda que decía que suspirar era permitir que parte de tu vida escape del cuerpo y ella podía dar fé que era justamente eso. Luego fueron las cartas, la vigilancia extrema de las lechuzas que partían y que demoraban en regresar. Después la lectura inutil de poesía cursi. El hastío visible y tan real cada que asistían a algún baile en donde tendría que convivir con su prometida. Los episodios extraños cuando se encontraba con aquella chica por casualidad cuando había algún evento del Ministerio, la chica a quien consiguió presentar a todos como su amiga…
Ella palideció cuando se dió cuenta de cómo su siempre astuto hijo actuaba como un tonto cuando esa muchacha estaba presente, como la buscaba descaradamente con la mirada cuando sabía que ella estaba cerca o como se decepcionaba cuando no la encontraba. Como cambiaba hasta el tono de su voz cuando le hablaba.
Todo comenzó con suspiros, como una pequeña bola de nieve que crece conforme cae y provoca una avalancha que destruye todo.
Se tuvo que romper el compromiso con la prometida original antes de lo esperado, por supuesto, pero al menos no habían represalias a la vista, algo legendario, tomando en cuenta que era una familia Rusa con un historial aterrador. Al menos su esposo tuvo la decencia de hacer eso bien.
Todo fue un dolor de cabeza y ella se tomó las cosas con calma, pues su hijo era joven e inexperto en la vida. El amor vuelve tonto a todo el mundo y solo habría que corregirlo un poco… al menos eso pensó aquella vez. Después de todo, la chica Granger no estaba del todo mal. Era nacida muggle, claro, pero también tenía un buen curriculum y una educación razonable. También era bonita.
Se podía pulir, pensó.
¡Pero la desvergonzada tuvo la arrogancia de rechazar a su hijo!
"¿Cómo se atreve?" recordó haber gritado al enterarse y solo de recordarlo le hervía la sangre.
Y ahí estaba, el orgullo de su vida, su precioso hijo… primero lamiéndose las heridas del rechazo de forma lastimera y luego echando al viento su orgullo, arrastrándose y rogando una oportunidad. Pasó medio año antes de ser aceptado por esa desvergonzada.
Recordar aquello hizo que le diera una pequeña jaqueca. Nunca la perdonaría por eso.
Miró de nuevo de reojo a su hijo. Esa expresión tranquila y pacífica…
Se preocupó de nuevo.
No lo aceptaba. Esa relación…. siempre fué un error.
—Mamá… —dijo de pronto Theodore, deteniendo el paso cerca de la fuente y tomándole la mano mientras se giraba hacia ella.
Ella alzó la mirada y le miró atentamente.
Era todo un hombre, pero aún podía ver a su pequeño allí. La efusividad es casi un bien escaso entre los suyos, así la habían educado. Pero este era su único hijo y lo conocía desde que nació. Y ese niño ponía esa cara solo cuando iba a hacerla enojar.
Theodore metió la mano en el bolsillo y sacó una pequeña cajita de terciopelo oscuro.
No necesito decir una sola palabra, ella lo supo de inmediato.
—No —dijo ella—. No lo acepto.
Y de pronto, el niño desapareció y regresó su hijo. No la versión blanda y amigable que Hermione Granger traía a la superficie. Este era su hijo, el de verdad.
—Padre lo aprueba —dijo con altanería.
Ella se cruzó de brazos.
—¿Cómo no iba a hacerlo? Si él es quien planeó esto desde el principio. Seguramente saltará en un pie.
Theodore apartó la cara.
Todo estaba sucediendo dentro de lo esperado… con la diferencia de que su hijo cometió la tontería de enamorarse cuando en un inicio solo tenía que ganarse a la chica. Un noviazgo sólido, máximo. Solo por eso ella aceptó aquel disparatado plan de su esposo para salir de la ruina social luego de haber servido al Señor Tenebroso.
¿Qué mejor que un romance del calibre de Romeo y Julieta para quedar bien ante la nueva, hipócrita y tolerante sociedad mágica?
—Tu padre espera que tu novia gane la jefatura de Uso y control de la magia para poder tener nueva influencia en el ministerio —dijo rodando los ojos—. También cree que con nuestras conexiones y nuestro apellido… puede convertirla en Primer Ministro o en jefe Warlock al menos en unos años.
Theodore rodó los ojos.
—Detalles. Lo importante es que él está de acuerdo. Arreglare el resto luego —. Él se encogió de hombros—. Será mi esposa, no el trampolín político de Padre —dijo chasqueando la lengua—. Esto va a pasar, con o sin tu aprobación. Madre.
Ella miró hacia otro sitio, mientras, delicadamente se pasaba una mano por el cabello. Miró a lo lejos a la muchacha y sus amigos, los invitados que le aquejaron desde que pusieron un pie en su casa y dejaron vasos corrientes en sus elegantes muebles.
Todo fuera de lugar.
—Es cierto, no puedo detenerte. Pero tú tampoco podrás detenerla a ella.
Su hijo, entonces, la miró con total atención.
—No podemos detener a quienes amamos —dijo en medio de un suspiro—. Es innegable. Te eduqué lo mejor que pude, pero pareces haber olvidado lo más importante. Debes pensar con esto —dijo mientras se apuntaba la cabeza— No con esto —continuó, ahora apuntando al lado izquierdo de su pecho—. Y sabes mejor que yo que el que estés cerca de esa mujer es una bomba de tiempo. Entrará en la política y tendrá un gran cargo, con o sin influencia de tu padre y claro; tu ambicioso padre, que ya no cuenta con más que sus conexiones y su apellido antiguo, será catapultado no importa que hagas. Reapareceran nuestros viejos enemigos, que de esos tenemos muchos y ante el poder de tu esposa temerán represalias… así que golpearan primero y no será a tu padre. Ellos sí piensan con la cabeza. La amenaza no somos nosotros, serán tú y ella. Ambos son un puente que tu padre está ansioso por usar y que en tu necedad estás dispuesto a crear.
La cara de su hijo era duro como el mármol de su preciosa fuente de agua.
—Aceptalo, querido —murmuró ella—. Ponle un anillo en el dedo, casate y luego vivirán con miedo el resto de sus vidas. En el peor de los casos, no vivirán mucho.
Se esperaba una respuesta dura o la ley del hielo. Replicas, enojo…. Pero en cambio, se encontró con un rostro desdichado.
—Pero… la amo —murmuró.
Por la forma en la que lo dijo, ella buscó sus ojos y en ellos se encontró con tristeza infinita.
Ella apretó fuerte los labios y se retorció las manos en un intento de ahogar su propia desesperación.
—Lo sé —dijo descorazonada. Alzando la mirada, encontró a la muchacha riendo entre sus amigos, totalmente ignorante de la conversación que estaban teniendo acerca de su futuro—. Y cuando amamos… Debemos actuar con la cabeza fría, aunque se nos rompa el corazón. Juntos no tiene futuro, pero si la dejas ir…
Theodore entonces, alzó la cabeza. El brillo del desafío de nuevo en sus ojos.
—Tú lo has dicho —murmuró—. En este mundo, lo único seguro es la muerte. Entonces ¿Qué más da? Antes o después, la clave está en el cómo y cuándo sucederá. Y te aseguro, madre, que haré lo que sea para vivir el mayor tiempo posible junto a mi esposa.
—No estás pensando… —murmuró ella.
—Claro que sí —contestó él—. Si esto se trata de resistir y deshacerse de los demás para sobrevivir, entonces que así sea.
—No es tan simple.
Murmuró.
El brillo de maldad en los ojos de su hijo, más brillantes que nunca y toda la seguridad del mundo en su voz.
—Lo haré simple.
Una lágrima brotó de uno de sus ojos.
—No vas a morir antes que yo. No voy a enterrarte.
—No tendrás que hacerlo —murmuró mientras le limpiaba una lágrima y la envolvía en un abrazo.
"Pero si haces esto, eso es lo que va a pasar. Y si tengo que elegir…."
Las personas en el jardín se reunieron para un anuncio antes de la cena. Theodore llevó a su novia hasta debajo del arce y puso una rodilla en el suelo mientras juraba amor eterno a aquella muchacha y ponía un anillo en su dedo. Cuando ella dijo que sí entre lágrimas, estallaron los aplausos y su hijo levantó en el aire a su futura esposa.
Ya en el salón, poco antes de la cena, ella miraba desde el pie de la escalera y con una copa en la mano como todos hablaban y reían; mientras, más personas iban llegando. Su esposo fué muy rápido para invitar a gente "cercana" para que vieran de primera mano la reciente adquisición de la familia.
Una chica con un futuro tan brillante...
Ella de nuevo, se retorció las manos con nerviosismo.
—Bonita fiesta —dijo una mujer mientras le ofrecía una copa.
Esa era Amanda Nott, una tía lejana de su esposo.
—Como sea —masculló luego de beberse todo el contenido de un sorbo.
—Entiendo tu aflicción —dijo con desdén—. Nietos mestizos… que dolor de cabeza. Aunque podría ser peor, nuera muggle y nietos squib.
La bruja se fué soltando una risa gorgoteante.
Le habría partido la copa en la cabeza, pero se controló. Al menos el alcohol la tranquilizó lo suficiente para que sus manos dejasen de temblar.
La música comenzó a sonar y su hijo, lleno de galantería… sacó a su novia a bailar mientras todos los presentes sonreían.
Theodore odiaba bailar, era huraño y taciturno; alguien que solo se movía cuando se lo ordenaban porque entendía bien el orden de las cosas. Era un pragmático en toda regla.
Aún así, nunca le había visto anhelar algo, no como ahora.
Se apoyó contra la baranda de las escaleras y mientras los veía bailar, pensó en muchas cosas. En la vida, en las decisiones… en el futuro.
Pensó en el amor. En el dolor. Pensó en la venganza.
Finalmente, pensó en la muerte.
Se llevó la mano al pasador que sostenía el moño alto que llevaba en el cabello y lo liberó. La cascada oscura que era su cabello se derramó sobre sus hombros y se lo acomodó con las manos para darle forma antes de comenzar a caminar. En un susurro discreto, llamó a su elfo y le tendió el pasador en silencio.
El elfo asintió y ella también.
Se acomodó nuevamente el cabello y luego de tomar una copa vacía y un tenedor, golpeó el cristal para llamar la atención de todo el mundo.
—Quiero hacer un brindis —dijo sonriente.
Agradeció la presencia de todos, saludo a sus futuros consuegros. Llamó a su hijo y a la prometida y frente a todos, le dió la bienvenida a la familia. Fué todo lo efusiva que pudo, tanto que la inocente muchacha tenía los ojos brillantes cuando terminó de hablar.
Theodore la miró con desconfianza en un inicio, pero cuando lo abrazó y le susurró al oído que estaría de su lado por siempre, le dió un abrazo muy fuerte y le sonrió como pocas veces hacía.
Su esposo apareció de la nada y le dió una mirada de aprobación.
Ella hizo una seña y su elfo trajo una charola con cuatro copas.
—Salud —dijo ella, levantando una copa al azar y bebiendo su contenido de un solo trago.
Devolvió la copa a la charola y se volvió a acomodar el cabello. Observó de reojo que su esposo también se acababa su bebida mientras hacía señas al fotógrafo para que tomara más fotografías. Discretamente, observó al otro lado, Theodore, apurando a su prometida para que se terminara la copa rápidamente al mismo tiempo que le acomodaba el cabello para la foto y le robaba un beso mientras le sonreía.
Ella volvió la mirada al frente. Parpadeó pesadamente luego del flash.
Los padres de la muchacha se acercaron y se acomodaron para una nueva fotografía.
Luego del segundo flash, de nuevo se acomodó el cabello para disimular el mareo y nuevamente miró hacia su esposo, que se pasó una mano por el cabello y sacudió levemente la cabeza. Al otro lado, Theodore se frotaba los ojos con una mano.
Pero cuando miró a Hermione Granger, bueno, ella se veía confundida… pero reaccionó cuando la sangre bajó de su nariz.
—¿Theo?
La oyó susurrar antes de que colapsara.
Theodore la sujetó, claro, pero aún confundido, le fallaron las piernas y ambos cayeron al suelo. Su esposo tenía cara de espanto y pudo ladrar órdenes antes de comenzar a escupir sangre, mientras ella… bueno, sintió la sangre deslizarse por su nariz, pero no tan aparatosamente como la de la pobre muchacha a que su hijo se aferraba aunque también sufría el mismo mal.
Alrededor, todos estallaron en gritos y llanto. Un alboroto total.
"Bueno" se dijo mientras se limpiaba la nariz delicadamente "al menos el piso no tiene polvo".
Luego, cerró los ojos y se dejó caer.
….
Una pequeña luz molesta la despertó.
Cuando abrió los ojos, la enfermera llamó corriendo a un sanador. Un momento después la estaban revisando y dando pociones como si no hubiera mañana.
También la estaban mirando raro y ella sabía muy bien por qué. El sanador hizo las preguntas y ella contestó en completa calma. Cuando terminó, ella pidió estar sola para descansar.
La siguiente vez que despertó, se encontró con una varita apuntando hacia su cabeza.
—¿Qué sucede? —preguntó con calma— ¿Algún idiota confundió tus pociones?
—¿Qué hiciste? —preguntó su hijo, con ropa de hospital y de pie frente a ella.
—¿Qué?
—El brindis. Ese discurso exagerado. ¿Planeaste esto?
Ella resopló.
—Por supuesto —dijo ella cruzándose de brazos con fastidio, pues le dolía cada milímetro de su cuerpo—. Planee matarnos a todos. Suicidio familiar ¿No es novedoso?
—Madre —dijo con la voz rota— ¿Lo hiciste?
Ella soltó un largo suspiro y se llevó una mano a la sien antes de levantar la cabeza y darle una mirada lastimera.
—¿Cómo puedes creer que yo podría hacer algo como esto? —dijo dolida.
Ella nunca fué partidaria de mentirle a su hijo. Las familias fuertes lo tienen todo claro unos entre otros, de eso se trata la confianza sólida; sin embargo, en esta ocasión, mintió como nunca.
Muchos sangre pura tienen por costumbre dar veneno a sus hijos desde pequeños para conseguir la inmunidad y tener algo menos de que preocuparse, Theodore lo sabía, pues a él también le dieron cócteles ponzoñosos desde pequeño. Sin embargo, no era el caso con su prometida…
—Te lo dije —murmuró cuando por fin le convenció de su inocencia—. Te dije que algo como esto podía pasar.
—Va a morir, el sanador dijo… —dijo totalmente destrozado— dijo que será cosa de un día o dos, ni un milagro va a curarla.
—Lo siento tanto, querido.
Y entonces, vió a su hijo derrumbarse.
Fué como regresar en el tiempo, a la época cuando él corría a buscarla cuando se hacía un raspon en las rodillas o se pinchaba con las plumas… aferrándose a ella para que lo curara. Pero no existía cura para un alma rota, y eso era lo que sufría su hijo justo ahora.
"Mejor eso que perder la cabeza, literal" pensó mientras le acariciaba el cabello.
—Si te sirve de consuelo… —murmuró— Me encargaré personalmente de encontrar a los culpables. Van a pagar por todo esto.
Al siguiente día, el elfo confesó su crimen, el cual había aceptado realizar por la promesa de libertad una vez cumplido el objetivo. Theodore, quien no se apartaba de su moribunda novia, aún en ropa de hospital, fué a la casa y sacrificó al elfo en persona. Algo tétrico, según le contó su esposo. Ella no quiso ver.
Theodore se fué de inmediato apenas terminó, pues su moribunda novia aún seguía en el hospital.
—Ya estarás conforme —dijo su esposo, visiblemente molesto.
—Y tú enfadado, por supuesto.
—Era un excelente prospecto.
—Seguramente encontrarás a alguien más.
—Una vez —dijo el hombre cruzándose de brazos—. Por una vez el muchacho hace las cosas bien y te vuelves quisquillosa ¡Y haces esta tontería!
—No es una tontería cuando la vida de nuestro hijo está el juego.
El hombre rodó los ojos.
—Sabes que podíamos protegerlo.
—La protección depende de la cooperación del protegido… y ese tonto saltaría entre una maldición y esa muchacha —dijo ella hastiada.
—Tú no sabes eso.
—¡Mi hijo no morirá antes que yo!
Se gritaron por un rato más, ambos convencidos de que el otro era un idiota. Cuando se quedó sola, hizo el esfuerzo de caminar hacia los jardines de la casa y solo se detuvo cuando estuvo frente a la fuente de mármol.
"Cuando se ama, se debe actuar con la cabeza fría…. aunque se te rompa el corazón en el proceso" pensó.
Ver a tu hijo sufrir, le rompe el corazón a cualquiera. Saber que fuiste precisamente tú quien le provocó ese dolor, es machacar los pedazos.
"No importa" dijo mientras dibujaba con los dedos sobre el agua cristalina "A veces, para salvar a quienes amas… tienes que ser la villana"
Como iba diciendo... pues quedan otras 30 historias cortas, lo prometo... es que me emocione con esta (LOL)
Los otros fics pendientes... seguiré pronto, lo prometo.
Besitos y gracias por leer :3
