Por fin me animo a escribir un fic grande y me comprometo a publicar cada cierto tiempo. Es que si miran, la mayoría de los que he escrito o son de un capítulo, o los publico cada que llueve en Mexicali. (Para los que no entiendan, es un desierto en México). La verdad es que no se que tantas esperanzas ponerle a este. Ustedes dirán.
Quisiera agradecer a mi gran beta Alexms, sin ella hubiera sido trabajo a la basura, por que no me habría animado a publicarlo jejeje. Me tuvo paciencia durante mucho tiempo y todavía sigue teniéndomela, ¡Muchas Gracias!
Ahora si los dejo leer.
Capítulo I
La noche oscura coronada por estrellas brillantes y una luna llena se cernía sobre Privet Drive. Una ventana del número 4 estaba abierta, invitando al agradable frescor nocturno a que entrara por ella. Un muchacho de cabellos revueltos, gafas de montura redonda y particulares ojos verdes se asomaba por ahí, como esperando encontrar algo inusual.
En esa habitación, en la pared ubicada a la izquierda a la ventana, colgaba un calendario, con la mayoría de los días marcados con una "x". En dos días Harry tendría 16 años, y si era posible, trataría de extorsionar a los Dursley para que le compraran algo. Se sonrió para si mismo recordando el día en que regresó de la escuela, cuando aparecieron los miembros de la Orden para "poner en claro algunas cosas acerca de los cuidados que necesitaba Harry durante el verano". Al tío Vernon no pareció hacerle mucha gracia Ojoloco Moody y tía Petunia había encontrado la existencia de Nymphadora Tonks un insulto para la humanidad.
Una figura cruzó la noche y revoloteó un poco por entre los faroles antes de entrar por la ventana con un ratón en el pico. Lo dejó sobre la mesa y ululó felizmente a su amo, esperando sus merecidos elogios. Harry le sonrió y acarició su blanco plumaje, mientras la felicitaba.
-Será mejor que comas más rápido posible, no creo que a tía Petunia le agrade encontrar de nuevo la misma escena - susurró Harry después de un rato. Hedwig pareció entender el mensaje, y se dispuso a devorar el fruto de sus esfuerzos.
Hacía pocos días tía Petunia entró a la habitación de Harry con intención de recoger alguna ropa sucia y lavarla ya que, desde que sucediera lo de la estación, la estancia en esa casa había mejorado notablemente. El problema en esa ocasión fue que la mascota del muchacho había decidido hacer su cacería poco antes del alba y a esas horas todavía no terminaba su banquete, por lo que la señora Dursley se topó con una no muy agradable escena. Comenzó a chillar con horror y, estando a punto de gritarle a Harry, entró la lechuza con el emblema de su escuela y su respectiva carta. Eso colmó la paciencia de la mujer, que salió huyendo de la recámara, todavía sin las prendas del muchacho. No creía volver a salvarse tan fácilmente.
Miró el reloj. Las once de la noche. Lo mejor sería irse a dormir. No bien pensó esto, volvió la cabeza dando la espalda a la ventana, lo cual fue un gran error ya que prontamente sintió el poderoso impacto de una roca algo picuda en su espalda.
-¡Ouch!- exclamó, al tiempo que caía al suelo, de frente. Se levantó sacando su varita del bolsillo, listo para atacar a cualquiera que estuviera afuera. Se colocó al lado de la ventana, y cuando se asomó, contempló con asombro la poderosa figura de su primo, quien, desde la calle, lanzaba piedrecillas a su habitación.
Se suponía que Dudley no estaría en casa aquella noche. Según había informado a sus padres, se quedaría en casa de Piers, su amigo con cara de rata. Harry imaginó que en realidad estarían destrozando el almacén de las afueras del lugar. El dueño había encontrado a la pandilla robando cigarrillos y los acusó con la policía. Se lograron salvar gracias a la intervención de tío Vernon y las lágrimas de tía Petunia. Sin embargo, eso no impidió que los muchachos quisieran tomar venganza y para ello suponía que habían elegido aquella noche.
-¿Qué crees que estás haciendo?- bufó Harry lo mas en silencio que pudo.
Dudley rió como quien no quiere la cosa, pero había logrado su objetivo: Hacer enfadar a Harry. Éste se colgó de una de las ramas que llegaban a su ventana y bajó por ahí, para enfrentarse a su primo, sacando su varita en posición para atacar. Rápidamente unos siete u ocho muchachos salieron de varias partes, todos grandes y fuertes y a leguas se mostraban sus intenciones. Harry se quedó estático. Sabía que guardar la varita sería demasiado estúpido para el caso, sin embargo, no estaba en peligro mortal por lo que no valdría ahora volver a hacer enfadar al Ministerio de Magia.
-¿Qué pasa Potter? ¿Tienes miedo?- Irónicamente, Harry recordó que era la misma frase que Malfoy le había dirigido en su segundo curso, en el club de duelo. Ahora que lo pensaba, Draco y su primo tenían gran parecido. Draco era un muchacho que le daba mucha importancia a las clases sociales, y quien se creía por encima de las normas. Dudley era igual. La diferencia radicaba en el hecho de que Harry no se iba a dejar dominar por un mastodonte inútil como su primo. Se le iluminó de pronto la vida y sonrió con satisfacción.
Mientras la pandilla se acercaba peligrosamente a él, dispuesto a hacerle pasar una mala noche, el joven mago bajó la varita y caminó hacia su pariente. Trató de imaginarse en el a una serpiente que se retuerce, cosa un poco difícil dadas las dimensiones del sujeto. Pero lo logró.
Comenzó a hablar en pársel, diciéndole un montón de insultos. Tal vez Dudley no los entendiera, pero su rostro reflejaba el miedo.
-¡Deja de hacer eso!- chillo con voz demasiado aguda. Mucho más de lo que jamás sus seguidores le habían escuchado. Pero lo ignoró, y continuó avanzando hacia él, mientras lo señalaba con el dedo. Sin perder un segundo, toda la pandilla estuvo con pies en polvorosa, mientras el muchacho reía. Al mirar hacia la ventana de su habitación se dio cuenta con horror que alguien asomaba por ella. Aparentemente su tío había decidido darle un "vistazo" a su sobrino, para que no estuviera haciendo nada malo. Se había asomado a la ventana y solo alcanzó a ver que Harry Potter estaba afuera de la casa a deshoras.
-Bien muchacho, en vista de que sales por tu propia voluntad no voy a impedírtelo- exclamó el hombre, y acto seguido, cerró la ventana de la habitación con seguro.
El muchacho chasqueó la lengua con enfado. ¿Y ahora que? Se le ocurrió que tal vez podría ir con la señora Figg., en vista de que los Dursley no le iban a dejar entrar sino hasta el día siguiente, si bien le iba. Caminó rumbo a la casa de la vecina, tratando de buscar el camino a tientas, puesto que para colmo de males, la luz se había ido en la calle y no se podía ver absolutamente nada.
Cuando llevaba ya media cuadra recorrida tropezó con unos cubos de basura, haciendo un ruido infernal. O al menos eso le pareció, ya que el silencio se había hecho demasiado patente. Se incorporó y se limpió los vaqueros rotos. Levantó la vista y lo vio.
Un par de ojos caninos lo miraban del otro lado de la calle, como sucediera tres años atrás. Una punzada de tristeza y esperanza atravesó su pecho, dejándole sin respiración, mientras observaba al perrazo negro que lo miraba sin pestañear.
-Sirius...- susurró por lo bajo. No sabía por que lo hizo. No podía ser, no era él. Lo sabía. Su padrino no estaba y mientras más tardara en asimilarlo, mas doloroso iba a ser. Extendió su mano en dirección al perro haciéndole señas para que se acercara, sin embargo, éste no se movió. Volvió a hacerle señas, pero el perro enseñó sus colmillos de manera amenazadora, mientras por debajo de sus fauces se percibía el nacimiento de un gruñido.
Harry se quedó estático. Por un momento pensó que quizá... pudiera ser...
-¡Muchacho! ¿Qué crees que estás haciendo aquí a estas horas?- La señora Figg. apareció de pronto con una canasta de comida para gato.
A Harry le latía el corazón aceleradamente, y en lugar de contestar volvió a posar sus ojos en donde momentos antes estaba el perro. Nada.
-Lo siento- murmuró algo distraído, todavía observando el otro lado de la calle.
-¿Lo sientes? ¿No había nadie contigo acaso?....- hablaba mas para si que para Potter -¿A quien le tocaba la guardia en estos momentos?- se rascó la parte trasera del cráneo, con ademán de esfuerzo para recordar. -¡Claro! ¡Mundungus Fletcher! ¿Quién mas podría ser?- Tomó a Harry por el brazo y lo llevó caminando, casi corriendo, a su propia casa.
Entraron y la mujer acomodó a Harry para que pasara la noche en un sillón de la sala, mientras que ésta subía a sus propias habitaciones.
Piers le sostenía los brazos, mientras que Dudley hacía el ademán de soltarle un puñetazo fuerte, pero éste nunca llegó ya que Harry se puso a hablar en pársel, provocando que su primo se hiciera en los pantalones. El mago comenzó a reír con el incidente, sin embargo, tía Petunia llegó y comenzó a picotearle la cabeza.
-¡Basta! ¡Basta!- exclamó Harry, moviendo la mano para espantar los picotazos. Se despertó. Por unos momentos se preguntó donde estaba, mientras que una pequeña lechuza lo miraba con reproche desde sus pies.
-Págale por favor- le indicó la señora Figg desde la cocina. El muchacho alcanzó unas pequeñas monedas que había en la mesita de centro y las colocó en la bolsita del animal. Una vez hecho esto, la lechuza colocó el periódico del mundo mágico a los pies del muchacho. Apenas iba a tomar los papeles en su mano cuando salió Fred Weasley de la chimenea, en medio de chispas y luces de colores.
-¡Harry! ¡Que bueno verte!- exclamó éste con una gran sonrisa. Mas luces de colores y chispas y al punto salió el gemelo, quien imitó a su hermano.
-Hola- les contestó éste con una sonrisa que mas parecía una mueca de interrogación.
-¡Oh, si! A lo que veníamos... Hace dos días que enviaron a Mundungus Fletcher a buscarte dándole de plazo solamente tres horas, pero éste nunca apareció de nuevo. Dejaron pasar los dos días pensando que se había atascado con un negocio, cosa que no es del todo cierta, ya que regresó hace unas horas. Le cuestionaron por que no te había traído con él, y alegó no acordarse de nada- George le había dicho todo esto rápidamente, mientras Fred había entrado a la cocina a hablar con la señora Figg.
-¿Me estás diciendo que ustedes ya pertenecen a la Orden?- preguntó Harry. El pelirrojo le contestó con una modesta sonrisa.
-No estamos tan metidos como quisiéramos, mas bien nos encargan las misiones donde nadie puede salir lastimado...- Fred venía saliendo de la cocina, seguido por la dueña de la casa.
-Lo cual es una lástima... No hay verdadera emoción
-Si su madre los escuchara hablar bien podrían dar por perdido el lugar que tanto les ha costado en la Orden- exclamó la señor Figg con una sonrisa irónica. Los gemelos ignoraron olímpicamente el comentario.
-¡Ah! ¡Si! Dice Dumbledore que regreses a tu casa y prepares tus cosas, viene una escolta por ti a eso de las cinco- exclamó Fred.
-¿Solo vinieron a decirme eso?-
-Si, bueno... Es que somos parte de tu escolta, por así decirlo… No hay peligro de que te ataquen en estos momentos, sin embargo, sería bueno no correr riesgos...- George parecía eludir su mirada, mientras que Fred se distraía a propósito, viendo los objetos muggles de la casa.
-¡Potter! ¡Ven aquí AHORA!- Todos pudieron apreciar al señor Dursley en la acera.
Harry había pasado todo el día preparando sus cosas para el viaje, sin embargo, eran más de las seis y todavía no había señales de magos por la cuadra. Fred y George les hacían una sesión de magia a sus tíos y primo, quienes estaban en la cocina atrincherados. Tío Vernon sostenía un cuchillo en la mano, mientras que tía Petunia escondía su flácida figura tras las espaldas de éste. Dudley había intentado introducirse al refrigerador, pero sus padres no lo dejaron, por lo que se tuvo que contentar con estar debajo de la mesa.
-Señor Vernon, le dejaré un regalo aquí- exclamó George alegremente, poniendo una bolsa con chocolates en el comedor.
-¡PENSE QUE SOLAMENTE VENÍAN A ESCOLTAR A HARRY, NO A INTIMIDAR A LOS MUGGLES! ¡SU PADRE BATALLA TANTO PARA QUE HAYA PAZ ENTRE LOS DOS MUNDOS Y SUS HIJOS ANDAN POR AHÍ TRATANDO DE PASARSE DE LISTOS! ¡DEBERIA DARLES VERGÜENZA!- La señora Weasley bajaba las escaleras totalmente roja por la ira incontenida, seguida muy de cerca por algunos miembros de la Orden, quienes se mantenían a prudente distancia de ella.
-¡Mamá!- exclamaron los gemelos tratando de parecer inocentes.
-¡Silencio! ¡Se les retiran sus derechos en la Orden hasta que el profesor Dumbledore lo juzgue prudente!-
-Mamá por favor... Ellos abandonaron a Harry en medio de la noche...-
-Nosotros solo tratábamos de ayudarle...-
-¡No me vengan con esos cuentos ahora! ¡Vayan por el baúl!- Harry se había encogido en la silla en la que estaba y pudo jurar que los Dursley se habían escondido dentro de la alacena.
-Molly...- La voz de su esposo sonaba insegura.-... ya pasó... solamente fue una inocente broma...- La mujer lo fulminó con la mirada, obteniendo el silencio requerido.
Tonks saludó a Harry con la mano, mientras que Dedalus Diggle buscaba algo por toda la casa. Ojoloco recorrió la habitación con su ojo mágico, en tanto que el otro se quedaba quiero en el ojiverde, y Remus se acercó a él.
-Dumbledore te está esperando-
-¿A mi? El año pasado no parecía muy ducho en hablar conmigo- replicó mordazmente.
Lupin le sonrió con comprensión.
-Creo que esto podría interesarte un poco... Es acerca de un perro negro que se ha dejado ver en el vecindario, si no me equivoco...-
-¡Sirius!-
Espero que les haya gustado, que lo hayan disfrutado. Gracias por tomarse la molestia de leerlo. Trataré de publicar cada lunes, se me facilita un poco mas. Y pues... nos vemos en el siguiente capítulo.
