Capítulo / Día 11. Lealtad.
Aún quedaba una fina línea verdosa sobre la nariz de Draco. Y eso que habían utilizado magia para ponerla en su lugar y acelerar la curación del golpe.
Daba igual. Y lo esperaban.
Estaba en Reino Unido para hablar ante la comunidad científica de sus descubrimientos sobre algunos ingredientes. Al menos había llegado con invitación al país.
Muy pocas personas conocían que su verdadera intención era establecerse de nuevo en su país y retomar sus investigaciones donde las había dejado. Su éxito como académico le había remunerado en patrocinios internacionales y le pagarían el laboratorio donde él lo quisiera y seguirían pagándole por sus resultados.
En Noruega le habían hecho ya una fiesta de despedida y había tomado el barco a Reino Unido con su baúl y sus pertenencias, al menos la que le importaban, completas.
Su conferencia deslumbró a muchos y recibió felicitaciones de parte de muchas personas al terminar. Incluso se destapó un vino fino en su honor.
Ginny había estado entre el público. Él mismo le reservó el asiento y le envió la invitación.
Sin embargo, luego de aplaudirle con mucho entusiasmo, aprovechando la distracción que Draco tuvo respondiendo a las preguntas de algunos en el público, ella se marchó del lugar.
Draco saludó, probó el vino y atendió a los alquimistas y magos invitados con toda la paciencia y elegancia de la que disponía.
Pero de haber podido, utilizaría su propia poción para seguirla.
DG
En cambio, hubo alguien que siguió a Ginny, materializándose en uno de sus balcones esa noche: Flory, la elfina de Narcisa Malfoy.
-Corre un grave peligro, señorita Weasley, Flory ha venido a decirle que su ama, Sissy Malfoy hará todo en sus manos por evitar que le hagan daño, pero usted también debe cuidarse.
-Lucius Malfoy se interpondrá, lo sé ¡Pero no estoy haciendo nada! ¡Ni siquiera me acerqué! ¡Draco me invitó!
-La lealtad del amo Lucius, sus ideales, no han cambiado nunca, señorita. A Flory usted no le debe explicaciones. Sólo me pidieron que le advirtiera.
Ginny afirmó nerviosamente con la cabeza.
-No quiero ponerlo en peligro otra vez.
-Tiene que cuidarse usted también, señorita.
Cuando la elfina desapareció, Ginny simplemente se sentó en el suelo del balcón, se quitó las zapatillas "cerradas y formales" que había utilizado y empezó a sacar las horquillas de entre su cabello.
¿De verdad ella y Draco estaban destinados a eso? ¿Mirarse de lejos, no tocarse, vivir eternamente amenazados?
Quizá la distancia, la soledad que se había autoimpuesto eran mejores… haberlo visto de cerca en cambio, brillante en su área, dominando al público que lo escuchaba, volvía todo doloroso. La escasa distancia, pero una segura, que había jurado guardarse con Draco, dolía más que nunca.
