Capítulo / Día 13. Fama.
Luego de que Ginny volviera a dejar la Madriguera para irse donde sus amigos, la relación con sus padres fue siempre tensa.
Ginny iba a las comidas y reuniones, pero no era especialmente cariñosa ni se dejaba mimar tanto como antes. Ni por sus padres ni hermanos mayores.
Ellos mismos habían puesto obstáculos en su relación con Draco, más allá de negarles un permiso o dar su aprobación, Arthur quería tanto a su hija de vuelta, que había hablado con muchos contactos del ministerio para que a Draco se le cerrasen puertas. Ginny había intentado comprenderlos muchas veces, creer que todo era su preocupación por ella, pero incluso en los días que todo iba tan mal que Draco y Ginny vivían de alguna sopa que era más agua que sopa, ni Arthur ni Molly cedieron y les ayudaron.
Cuando volvió, pensó que se disculparían de alguna forma, incluso si era una mala disculpa, si reconocían que habían actuado estúpida y posesivamente en nombre del amor, Ginny les perdonaría. Ginny sabía que se actuaba estúpidamente en nombre del amor. Pero ciegos y convencidos de su verdad, se limitaron a decir que le alegraba su regreso y que ya todo estaría bien.
Ginny tenía una familia feliz y unida hasta que se trataba de decirles que quería estar con Draco. Que ella no lo encontraba horrendo ni villano ni la peor de las peores personas. Que, en cambio, él estaba haciendo todo lo posible por estar con ella, renunciar a su herencia y fortuna incluidos.
Los Weasley ganaron, claro, igual que los Malfoy. Cada uno recuperó a su respectivo hijo y la historia se hizo de cierta fama al inicio: Los Romeo y Julieta del mundo mágico.
No habían llegado a matarse, claro. Habían aceptado su derrota y vuelto cada uno a la casa de sus padres, pero ya nunca serían los mismos.
Ginny no volvió a sentirse tan feliz ni tan amada en casa como en su infancia. Y ni que decir de Draco, que aceptó irse al extranjero a continuar sus estudios y no había vuelto a llevar ni siquiera una relación forzada-cordial con su padre.
Draco y Ginny habían sido atacados en su propia casa por los radicalistas de Lucius y a Draco lo habían herido de gravedad.
La siguiente vez que Ginny vio a Lucius Malfoy, este la convenció de dejar a Draco asegurándole que estaba dispuesto a verlo muerto antes que con ella.
Ginny no lo creyó de primeras. Conocía la versión de los Malfoy de la batalla de Hogwarts, Draco le había contado de sus esfuerzos por reunirse y volver a vivir como una familia. Seguro que Lucius solo se lo estaba diciendo para asustarla…
Pero el ataque se repitió. Y en esa ocasión, los hombres ni siquiera la tocaron, utilizaron solo hechizos de defensa con ella.
Draco terminó por muchos días en el hospital. Ginny se cansó de la prensa y dejó que escribieran lo que quisieran.
Algunos contaron que se habían atacado entre ellos mismos porque así lo dictaba su naturaleza como Malfoy y Weasley, un ex mortífago y la ex de Harry Potter, enemigos del colegio, familias enemigas y a saber cuántas tonterías más.
Alguien del ministerio era además leal a Lucius y le ayudó a cubrir muy bien su rastro. De ambos ataques, el patriarca Malfoy salió impune.
Y de todos los artilugios que intentaron para separarlos, aquel engaño fue el más efectivo: Ginny amaba profundamente a Draco, estaba dispuesta a alejarse con tal de que su padre lo dejara en paz también.
Por supuesto que Lucius estaba aprovechando su mala fama y que Ginny lo creyera capaz de semejante crimen. Lucius no mataría a su propio hijo, pero necesitaba tiempo para ponerlo en orden y esa chiquilla lo desviaba cada vez más del camino que como Malfoy, le correspondía.
Su estúpido romance adolescente debió llegar a su fin. Si Draco requería unos días en San Mungo para que Ginevra Weasley lo abandonara, pues que así fuese.
