Capítulo 2


Sasuke se quitó las medias de red, las dobló y las guardó en el cajón del cual las había sacado Naruto. Tomó del suelo el pantalón de cuero negro y se lo puso. Luego, manoteó la camisa blanca. Esta era de su talla y le marcaba su cintura particularmente delgada. Naruto las prefería así, por lo que eran las únicas que le compraba.

Mientras él terminaba de vestirse, el rubio se incorporó en la cama, desparramando sus musculosas piernas canela en el colchón con el desparpajo que le era propio. Una vez sentado contra el respaldo, lo contempló con su habitual sonrisa zorruna.

—¿Qué dices de ir al parque de diversiones?

Sasuke fijó los ojos en él por un momento. Se había abrochado el botón más alto. Sabía que a Naruto le gustaba que se atara un lazo de terciopelo debajo del cuello de la camisa alguna que otra vez. Pero ese no era un atuendo apropiado para la propuesta que le hacía. Buscó entre la ropa del otro alguna camiseta que pudiera tomar prestada. La mayoría era de colores chillones.

—Por qué no —respondió, cuando encontró una gris.

El parque de diversiones estaba a dos horas de allí en automóvil. Naruto manejaba y Sasuke elegía la música. Cuando encontró lo que buscaba, elevó el volumen casi al máximo. Subió los pies hasta apoyar sus botas acordonadas en la guantera y se recostó en el asiento con la cabeza hacia la ventana, aunque echaba miradas de reojo al conductor. Aquella increíble sonrisa nunca se borraba. Casi chisporroteaba. Sasuke tuvo que bajar los párpados y descansar de tanta luz.

Cuando llegaron, resultó que ambos jerarquizaban el vértigo por sobre otras formas de placer y elegían los mismos juegos de altura y velocidad. Sasuke ni siquiera tenía que pedir y Naruto ya estaba comprando los tickets para la máquina a la que él había considerado subirse. Cuando lo que fuera a lo que se hubieran metido aceleraba sus movimientos, Naruto gritaba y entrelazaba los dedos con los suyos, como si Sasuke pudiera asustarse como él. El muchacho, sin abandonar su máscara de estoicismo, tironeaba de su brazo hasta llevárselo a la entrepierna. En las caídas más rápidas y violentas, ejercía presión y entonces abría la boca de un modo que retenía la mirada de Naruto por minutos. Cuando el aparato estacionaba, el rubio alzaba su mano para poder plantarle un beso en el dorso.

Luego Naruto quiso ganar un peluche para él en un puesto de tiro al blanco, pero la puntería de Sasuke era muy superior. Humillado, quiso intentarlo en otro puesto. Sasuke ladeó los labios imperceptiblemente mientras le pedía que dejara en su coche los tres premios que se había ganado por sí mismo.

—Guárdalos o haz con ellos lo que quieras.

Reflexionó sobre por qué Naruto habría elegido este destino. En su opinión, aquel recorrido no era más que demorarse en tonterías, un mero entretenimiento que solo podría funcionar si era el preludio de otras cosas. Se preguntó si el otro supondría que estas actividades banales eran más apropiadas para su edad. Si, incluso, se las estaría ofreciendo a modo de compensación, como un pago modesto por tener el honor de presenciar su belleza. Semejante idea le daba ganas de echarse a reír. No creía en verdad que nada en él pudiera estar a la altura de lo que Naruto le daba.

Hacia el final del paseo, entraron en el salón de los espejos. Ya era tarde y, siendo mitad de semana, daba la impresión de que eran los únicos allí dentro. Naruto observó el cuerpo de Sasuke sin disimulo. Su mirada se multiplicaba, enroscándose en la manera en que la curva de su cuello y la delicadeza de sus largas piernas se replicaban en las paredes. Lo acorraló en un rincón apartado. Acarició su mejilla con un pulgar áspero. Enseguida bajó las manos hasta sus muslos y se los levantó en el aire, para obligarlo a enganchar los pies detrás de su cintura.

—Eres hermoso, Sasuke.

—Lo sé.

Hundió la cabeza en su cuello, aspirando su aroma. Abría los labios con desesperación, como si tras largos ayunos por fin hubiera dado con un alimento aceptable para su paladar. Sasuke pasó los brazos sobre sus hombros y siguió el ritmo de sus caderas chocando. Incluso vestidos, la sensación era siempre fabulosa. Lo alivió haber llegado de nuevo a este momento del día, por fin.

En los espejos empañados repicó el eco de sus gemidos.


—…desapareció hace cinco días y aún no hay pistas de su paradero…

El ruido de las noticias inundaba la casa. Sasuke terminó de calzarse las botas, tomó su mochila y bajó las escaleras, confiado. Se paró en seco al ver a su padre de pie junto su madre en la sala de estar, con el control remoto en la mano. Todavía tenía el traje que usaba en el trabajo. Sospechó que había prendido el televisor especialmente. Para tomarlo por sorpresa.

—¿Adónde vas a estas horas?

—Padre. Llegaste antes.

—Responde mi pregunta.

—Voy a salir.

—Me doy cuenta. Pregunté adónde.

—A lo de un amigo.

—¿Cuál?

—Suigetsu.

Se sostuvieron la mirada mutuamente durante unos instantes. Los nudillos de Sasuke se pusieron lívidos, apretados y ocultos dentro de las largas mangas de su sacón, que solo arremangaba frente a Naruto. Luego su padre, con los ojos aún entrecerrados con desconfianza, asintió.

Apenas estuvo afuera, Sasuke le escribió a su amigo.

"Y encima tienes el descaro de pedirme que mienta por él. Eres un caso, Sasuke. Eres un caso".


Caminaban por la costanera la primera vez que Naruto tomó su mano solo por tomársela, sin la excusa del miedo ni tampoco la de la pasión. Su palma era grande, cuadrada. Sus dedos, fornidos. Sasuke ocultó un leve temblor en el gesto de acomodarse la bufanda. Metió la mano libre en el bolsillo de su chaqueta y no dijo nada. Naruto sonrió.

—Nunca me has dicho tu edad.

—Tampoco tú la tuya. Ni tu apellido. Ni a qué te dedicas.

Ante el inesperado interrogatorio, el rubio soltó una carcajada franca. Los últimos rayos del sol que se ocultaba se reflejaron en su boca.

—Veo que estabas guardándote algunas dudas.

Sasuke le dirigió una mirada severa. El otro negó suave con la cabeza, como un adulto complaciente lidiando con un chiquillo.

—Soy artista. A eso me dedico —dijo, acariciándolo con el pulgar.

Eso aligeró el ceño fruncido del muchacho, cuya expresión ahora indicaba sorpresa.

—¿Pintas?

—Algo así.

—¿Algo así…?

—Hago un poco de esto, un poco de aquello… ahora mismo me centro en video arte. Pero sobre todo soy reconocido por mis esculturas. Las hago por encargo. Aunque en una época también pinté, sí.

El ruido de las olas de pronto asemejaba un cincel golpeando repetidamente contra el mármol.

—Nunca lo habías mencionado.

—Hay muchas cosas que ninguno de los dos nunca mencionamos, Sasuke. ¿O no?

El aire frío que subía desde el mar chocó contra sus rostros, enrojeciendo sus mejillas. En el cielo aparecían las primeras estrellas.

Sasuke se encogió de hombros. No dijo nada de su edad ni sobre qué hacía con su tiempo. Naruto no insistió.

Transcurrieron horas antes de que alguno de los dos se atreviera a desarmar la unión de sus manos. Algunas cosas no están hechas para estar separadas.


Había pasado cerca de un año cuando abandonaron el hotel para establecer como punto de encuentro el departamento de Naruto. Después de tanto, Sasuke se reencontraba con los premios que había ganado en el parque de diversiones. Para su sorpresa, estaban todos en excelente estado, cuidados con esmero.

No fue eso lo único que llamó su atención, al entrar a aquella casa.

Naruto vivía en un pequeño sitio de alquiler, pero las obras de arte que lo abarrotaban lo diferenciaban de cualquier lugar que Sasuke hubiera visitado antes. Sasuke se quedó largamente observando unas esbeltas piernas de yeso que salían de la pared, justo encima de un calefactor. Estaban separadas, en un claro gesto obsceno. El garbo de las pantorrillas, la suavidad del material le resultaron conocidos, como si hubiera visto muchas veces esas piernas. Naruto se colocó detrás de él, de modo que pudiera sentir su calor corporal, pero no lo tocó.

—¿Te gusta?

—¿Lo hiciste tú?

—Sí.

Extendió un brazo y acarició uno de esos pies perfectos. En el borde del talón pudo sentir, hundida como si entrara en la carne del mármol, una firma que debía de representar la autoría de Naruto.

—¿Cuándo?

—Cuando te conocí.

Pensó en todas las horas pasadas en el hotel. En la manera en que el hombre se detenía a contemplarlo, casi absorberlo con sus ojos. Solo con recordarlo alcanzaba para volver a percibir la fuerza de esas manos sobre sus muslos, separándolos… ubicándolos justo en esta posición, una y otra vez.

Sasuke se sonrojó. Giró el rostro en la dirección contraria a aquella en la que percibía la proximidad del rubio. Se quedó a pasar la noche, sin embargo.


—…la situación en Europa del este es delicada. El anuncio de la Unión Europea hace evidente que se está a las puertas de una próxima guerra…

Sasuke había entrado en la casa hacía por lo menos diez minutos. Una mochila nueva le colgaba de un hombro. Todo ese tiempo estuvo en silencio, detrás del sillón. Su madre no se había despegado del televisor. Las noticias seguían rodando.

—…el cuerpo tiene claras marcas de actividad sexual reciente. Esto, sumado al tipo de cicatrices halladas en las muñecas y los tobillos, hace que la policía especule con la relación entre este asesinato y el del chico encontrado en un terreno baldío hace cinco meses…

La respiración de la mujer era monótona: se mantenía imperturbable frente a la noticia que fuera, como si no se tratara más que de publicidades. Sasuke hizo una mueca antes de retirarse a su habitación.


Mientras Naruto estaba en el baño, Sasuke se bajó de la cama y caminó en derredor. Con gesto hábil, pasó por encima de algunas figuras a medio embalar. Naruto había dicho algo sobre sus clientes y la importancia del modo en que entregaba sus obras. Tal como se le había solicitado, no miró el contenido de las cajas aún abiertas.

En cambio, sus pies descalzos se detuvieron frente a una repisa alta. Allí, una junto a otra, se encontraban unas estatuillas del tamaño de un dedo. Cada una representaba un cuerpo desnudo. Ninguna tenía rostro. Su leve brillo hablaba de que eran objeto de una minuciosa y constante limpieza.

Cada cuerpo era diferente del otro.

Reanudó su paseo. Abrió algunos cajones al azar. Ropa interior. Cuadernos. Dinero.

En uno encontró una colección de pequeños discos nombrados con conjuntos impronunciables de letras. Parecían discos de cámara de video. Tomó uno y lo metió en su mochila.

Esa noche, cuando estuvo seguro de que su padre dormía, se introdujo en la habitación que había sido de su hermano, la única siempre impecable en toda la casa. Encendió su computadora, vieja pero todavía funcional. Golpeteó con los dedos sobre el escritorio, esperando a que el aparato terminara de prenderse por fin. Metió el disquito en la ranura. Había un solo video, de media hora. Era pornografía amateur.

Alguien sostenía la cámara mientras follaba a una muchacha. Ella llevaba las muñecas atadas. Su cuerpo menudo sugería que podía ser menor de edad, aunque no era seguro. Por momentos, se veía una de las manos del hombre que filmaba, la manera en que sostenía su cintura o agarraba sus tetas. Una mano cuadrada, fuerte, de piel canela.

Revisó la fecha de creación.

Tenía solo tres meses.

* * * FIN DEL CAPÍTULO 2 * * *

Notas: ¡gracias por leer hasta aquí! Quedo aguardando ansiosa sus impresiones, ¡quisiera saber qué piensan de este Naruto y este Sasuke, tan diferentes de los que suelo escribir!