Disclaimer: Nada en esta vida es mío, mucho menos Naruto ni sus personajes. Copyright Masashi Kishimoto.

Fandom: Naruto

Pareja: Sasuke Uchiha / Sakura Haruno y quizá otro personaje por allí que es una sorpresa.

Advertencia: Por ahora, ninguna… Recalco, POR AHORA. O_O En este aspecto, teman cualquier cosa.

Recuerdos y pensamientos en CURSIVA

Género: One True Pairing (OTP)

¡Como siempre…! Disfruten!

Este capítulo se lo dedico a una gran amiga mía, Alhaja, quien me animo a escribir de nuevo.

LO QUE LA MAREA ESCONDE

(A través del ojo de buey)

Parte II

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El mar… es movimiento. En el mar nunca había silencio. Era grande y a la vez pequeño, agitado, sereno, era abierto o cerrado, el mar es la suma de todos los sonidos, todas las escalas, todas las frecuencias. Pero para Sakura no era solo el mar, también el viento, los pájaros, las gruesas fibras de las velas desplegadas, e hinchadas por las frías corrientes, las brillantes estrellas en las noches cerradas y las órdenes en cubierta del capitán Kai al amanecer… esa mañana había despertado con una pálida sombra de los sonidos del mar y deseando haber tocado tierra y encontrar al shinobi desconocido, más que satisfacer su curiosidad por el enigma que él era, lo que deseaba más era remediar su dolencia, y ese sería el fin de la historia, volvería casa sin algún percance.

Aún se encontraba en el pequeño camarote al que le habían asignado y que compartía con su compañera de equipo, aún no se levantaba, recostada boca abajo, siendo arrullada por el suave vaivén de las aguas, miraba a través de la solitaria ventanilla circular de la habitación. Se encontraba tan ensimismada que no escucho a Oyone tocar un par de veces. Salió de su letargo, cuando la joven de cabellos negros asomo su cabeza por la puerta con ojos preocupado, ya que su otro compañero; Kito, no había sobrellevado bien el oscilante viaje.

Ya hacía dos días que había dejado el puerto y todo lo que comía el miembro masculino del equipo médico terminaba siendo regurgitado por la borda.

De alguna forma era gracioso, Kito había resuelto permanecer un poco sedado y así, reducir los mareos.

- ¿Subirás a desayunar? - dijo su compañera. —¿No me digas que ahora tú también tienes el mal de Kito? — se burló la chica de cabellos negros… —Sí, la tripulación le ha puesto nombre.

Sakura no se sorprendió al escucharla, cuando despertó, la chica ya no se encontraba con ella. Se rio un poco del chiste de su compañero y aun entre las sabanas le comento que solo estaba un poco perezosa esa mañana.

—Enseguida subiré—le dijo.

En la cubierta del Osasuna1; el olor a resina fresca de la madera se entremezclaba con la brisa marina y a donde miraba solo se veían kilómetros de océano. Dos mástiles y tres velas se tensaban contra el viento y en el cielo, el sol de las nueve de la mañana brillaba en plenitud. Sakura atravesó la cubierta, cruzándose y saludando en el camino a un par de los miembros de la tripulación. La pelirosa había descubierto que eran mercantes de seda y que venían de las costas de Suwa. Habían amarrado en Konohagakure para sus negocios y ahora se dirigían al País del Mar.

El capitán Kai había accedido a llevarlos a cambio de una buena paga y por añadidura la Hokage también había accedido a proveerles suministro para todo el viaje.

Sakura llego hasta el comedor y el olor a pescado ahumado y papas asadas le dio de lleno en la nariz.

Todos estaban allí a excepción del capitán y los dos que ella había visto en el exterior, eran ocho marinos en total, incluyendo al cocinero y a los ojos de Sakura, parecía que todos se llevan bien, y eran muy agradables.

Oyone y Kito, estaban al otro extremo del comedor, se sirvió ella misma de las cacerolas que había dispuesto en la gran mesa y se dirigió hasta ellos.

El desayuno de Sakura consistió de un enorme filete de dorado, una porción de papas asadas, tomates fritos y un enorme vaso de jugo de naranja. Oyone al igual que Sakura tenía un muy buen apetito, pero Kito aún conservaba un pálido color verde en su rostro y él solo tomo el jugo de naranja.

El desayuno fue tranquilo.


El viejo líder de raíz, se encontró solo, allí, en mitad de esos fríos túneles subterráneos. Rodeado de esos pasajes que guardaban tantos secretos. Él, con esa apariencia frágil y desmejorada, tras ese rostro herido y envejecido, cubierto casi por completo de vendas y con setenta y tres años de vida que llevaba a cuestas; tras esa fachada; seguía siendo el mismo shinobi impulsivo y frío que fue de joven.

Desde su altura, contemplaba a un ANBU caído a sus pies.

Algo había fallado en mi genjutsu — se dijo, mirando al muchacho a sus pies con su ojo rojo. Esa rata había logrado llegar muy cerca de él.

Alguien le había ayudado a entrar… eso era seguro.— pensó. Por más que busco en la mente de ese sujeto, no pudo ver o encontrar algo, fue como mirar a través de un velo, no había claridad en imágenes, ni sonidos.

Su ojo no había dejado de girar, cuando su poder envolvió de nuevo al shinobi caído, haciendo que la vida se escapara lentamente de aquel cuerpo, haciéndole convulsionar, torturándole, destruyendo su mente por completo. Con su mirada fija le contemplo revolviéndose frenéticamente en el suelo, la máscara se le había resbalado y Danzo contemplo la terrible expresión en el rostro del ninja. Era muy joven, tenía los ojos muy abiertos y aterrorizados; de su boca parecía salir un grito, pero no había sonido alguno que saliera de ella y el cuerpo rígido, en ángulos extraños y con expresión de pavor y dolor congelada en su rostro; como si el tiempo se hubiese detenido para él y se encontrara en una pesadilla eterna. Todo eso continuó por un par de minutos. Danzo parecía disfrutar de hacer ese tipo de cosas con las ratas que se atrevían a pasarse de lista en sus dominios. Cuando el anciano cubrió el destello de la estrella roja que ocupaba la cuenca derecha de su ojo, el cuerpo del muchacho se relajó, Danzo le contemplo con su ojo izquierdo, observo lo que su mangekyo sharingan había logrado. Ahora era lánguido, el brillo de sus ojos había desaparecido, la boca había quedado abierta y le escurría saliva por uno de sus lados, él ya no respiraba. Danzo había deshecho la mente de esa sabandija que de alguna manera había burlado la seguridad de raíz.

Le había matado porque al entrar su mente y echar un vistazo se percató de que el cerebro de ese sujeto había sido protegido; sus recuerdos eran solo ecos distorsionados, estaba blindado ante posibles torturas y exámenes especiales, no había nada que pudiese sacar de él.

El cerebro del consejero no dejaba de pensar, ya que no podía asegurar que este era el único infiltrado entre sus filas. Él actuaba a espaldas de la Hokage y tenía controlado al resto del consejo.

Tras un gesto de su brazo, dos miembros del grupo secreto aparecieron detrás del consejero esperando órdenes.

—Desháganse de esto y cierren las entradas de los túneles y den el aviso al comandante Hyo y a Dajimu que hay infiltrados en la organización. —dijo— La orden es matar a cualquiera que levante sospecha alguna esta misma noche. —ordeno a secas.

Danzo vio como los shinobis desaprecien llevándose consigo el cuerpo sin perder tiempo.

A solas dejo asomar su frustración apretando entre los dedos de su único brazo visible la empuñadura de su bastón. Allí, de nuevo solo, supo que algo estaba saliéndose de su control… No sabía cuándo ni cómo, pero alguien había visto a través de su sharingan… alguien había logrado escapar de su poder.


Sakura le observaba desde el estribor del Oshansuta1 que rompía el océano y dejando detrás de ellos un vestigio de espuma blanca y que se disolvía en el agua oscura y una brisa fría le recorría la piel descubierta de sus hombros y brazos. Se encontraba apoyada en el macizo barandal del barco, miraba su espalda, era alto y esbelto, pero con el cuerpo fibroso, el cuerpo de alguien en la plenitud de su madura juventud. Su presencia estremecía, con solo posar los ojos en él, sentías el espíritu de un hombre sin fronteras, con una brillante fuerza vital y la vida fluyendo al igual que el mar a través de sus venas.

Era un hombre bastante callado, ella se había percatado que solo hablaba para dar órdenes a los a marinos cuando se requería; ya que los ocupantes de la nave parecían muy capaces. Esta era la segunda guardia que hacía, tenía la costumbre de hacer tres o cuatro rondas al día, por lo que Sakura notaba, era alguien bastante meticuloso y cada que salía de su camarote, llevaba consigo, una brujulea, un sextante o un catalejo.

La cubierta siempre estaba impecable, las comidas siempre eran servidas a la misma hora, las habitaciones siempre estaban perfectas y con sabanas limpias… era como llevar una vida cronometrada.

De alguna manera él era como…

—De verdad… es que si es apuesto. La voz de Oyone llego a los oídos de la pelirosa. Sakura le miro y le dedico una pequeña sonrisa a la chica. —Tienes razón, pero… No es "eso".

La risilla de la morena se escuchó por lo bajo, solo para que Sakura la oyese —Intente hablarle… y es demasiado "hermético" por así decirlo. Solo un par de palabras y volvió a su camarote. —soltó por lo bajo, haciendo un pequeño gesto de disconformidad con su boca. Haciéndole algo de gracia, Sakura volvió su vista de nuevo hacia él y le vio rebuscar entre sus ropas, sacando un artilugio de marinero. Hoy es el sextante—pensó la pelirosa haciendo memoria de algún viejo libro donde mencionaban a ese artefacto.

—Si no es "eso" … entonces ¿qué es? —dijo Oyone recargase también al borde del barco, de la misma forma que Sakura se apoyaba.

—Solo… me recuerda a alguien— respondió únicamente la aludida.

El par de chicas se quedaron allí un rato más, haciendo lo mismo que el capitán hacía, mirar el mar, sintiendo cómo el sol abrazaba la piel descubierta de sus hombros y como de vez en cuando la fría agua salada salpica en la fina tela de sus ropas.

Kai vio pasar una solitaria nube gris que vagaba en el cielo de un azul muy brillante y entonces dio la vuelta sobre sus talones, sus pisadas eran pesadas y hacían gemir la madera debajo de ellas, buscando a su segundo mando, fue cuando entonces noto a las mujeres ninja. La morena de esta mañana y… a la rara chiquilla de pálidos cabellos rosas y ojos verdes.

Era extraña… jamás había visto a alguien como ella. Tomando en cuenta que era un hombre de mundo y que había viajado a través de los mares y había tocado puerto a lo largo y ancho de todo el continente; jamás se había topado con características similares a las de esa mujer.

No le gustaba. No le gustaban las mujeres en los barcos en general, eran peligrosas… una distracción y más cuando eran tan llamativas. Traían a su tripulación de cabeza, todos volvían sus caras a ellas cuando se encontraban merodeando por allí, mirando todo lo que pudiesen mirar en ellas y siendo extrañamente encantadores.

Él conocía a sus hombres… no eran ningunos caballeros. Sin embargo, cuando la misma representante del país del fuego le pidió sus servicios al saber que él era el único que navegaría por la ruta que ellas precisaban, más la buena paga y los suministros… no pudo negarse.

Escucho las risas ásperas de un par de marineros que se encontraban en la proa y llamaban vigorosamente a las jóvenes.

— ¡Los delfines… vengan, ya están aquí!, ¡Los delfines! —Les grito Aoshi, un chico de cabellos y ojos cafés y con la piel de las mejillas sonrosada por el sol y el marinero más joven del barco, que claramente solo buscaba una oportunidad de abordar cualquiera de ellas.

Las chicas corrieron hasta ellos, asomándose sobre la tallada proa y allí estaban, a tan solo unos pocos metros, saltando y jugando, rasgando el mar junto con el velero. Sakura pudo contar siete de ellos, estaba muy emocionada, no era su primer viaje en bote, pero si era la primera vez que los veía. El capitán Kai escucho las excitadas risas de las chicas y como Aoshi les explicaba que, aunque aún no pudiesen verla ya estaba cerca de tocar tierra, ellos no permanecían muy lejos de las costas.

Y para los marineros, los delfines siempre eran buena señal.

Oyone señalo a un par de ellos que se alejaron del barco varias decenas de metros adelante a toda velocidad y emergieron del agua haciendo piruetas y peripecias y arrancándoles unas melodiosas sonrisas a las chicas.

Sakura miraba impresionada, descolgada para verlos mejor, podía verlos nadar y saltar de lado, ellos le devolvían la misma de curiosidad y alegría con la que ella los veía.

— ¡Son tan hermosos! — logro decir la pelirosa.

—¡He…! Ustedes!— el tono rígido del Kai resonó sobre sus risas, mientras las observaba. Vuelvan a los camarotes y no salgan hasta que de nuevas órdenes.

Las risas desaparecieron y los chicos cambiaron sus posturas relajadas a una firme, esperando cualquier orden de su capitán.

Aoshi y el otro chico no se movieron de donde se encontraban y Sakura y Oyone entendieron que la orden no era para ellos, sino para ellas.

—¿Cuál es su problema? — dijo la morena mientras caminaban de regreso.

Sakura solo hundió sus hombros, dando a entender con eso que tampoco sabía.

Sin embargo, el capitán sí. Aun en la proa del navío con el viento agitando sus ropas. Podía sentirla, las corrientes habían cambiado, unos doce o quince nudos de velocidad… el mar aún estaba tranquilo, pero… solo con el olor; él podía percibir de dónde provenía el viento… él conocía ese océano como si fuese él mismo.

Kai sabía que venía una tormenta.

Pronto el cielo se volvería gris y aterrador y el tranquilo vaivén que los deslizaba a su destino se volvería muy diferente… Debía preparar a la tripulación, debían prepararse para lo que se convertiría ese maravilloso océano.


Un día … un día y medio quizá— dijo con voz sosegada.

Los dos habían atravesado el país del río lo más a prisa que pudieron. Prescindieron de moverse entre los árboles porque había demasiada distancia entre ellos. Sin más remedio, tuvieron que tomar caminos alternos, muy cerca de las fangosas orillas, que los hicieron ir más lentos, evitando lo más que pudieron los arroyos más transitados llenos de caravanas de barcazas y sus pecadores.

Las hileras de pasos dejados tras de ellos se grababan firmes en la arena húmeda y pastosa. Se encontraban ya en el litoral de Tanikagure donde todas sus corrientes desembocaban en el océano. El oscuro mar revuelto lamia con rabia las rugosas salientes de roca.

— ¿Por qué dejaste que fuera tan lejos? —pregunto con su característica vos áspera su compañero mientras la lluvia se precipitaba sobre ellos.

Llovía a cántaros, el frío viento salado les calaba los huesos, caminaban hacia la costa con sus trajes empapados y pegados al cuerpo. —Lo siento— respondió el otro llanamente, mirando fijamente los nubarrones grises y violetas con tintes rojizos en el horizonte, anochecía…

—Bah! — contesto el otro, restándole importancia. — De nada sirve disculpase ahora, está muy lejos como para sentir su chakra, pero mis clones de agua se encargarán rápido… y entonces me los…

—No puedes hacer eso— dijo lacónicamente, volviendo sus ojos negros a su compañero que miraba fijamente el océano; mostrando una hilera de pálidos dientes afilados en una media sonrisa.

—Aguafies…— No termino de oír lo que el otro decía, las ráfagas de viento se hicieron más ensordecedoras y la lluvia se precipitó aún más pesadamente sobre ellos. Un relámpago partió el cielo en dos, seguido de un horroroso estruendo rompiendo el repiquete del aguacero.

A su lado, ya no había nadie.

El solitario joven se quedó allí un poco más, percibiendo como el chakra de su compañero se alejaba, adentrándose al mar a gran velocidad.

Aguardó un poco más, hasta que ya no pudo sentirlo.


El mar embravecido parecía unirse con el cielo, el fiero oleaje parecía bajar del cielo oscuro como brea negra y espesa, golpeándoles y tironeando del velero, como si quisiese extinguirlo, el tiempo había cambiado en tan solo unas pocas horas. Todo era un caos luego de que una pesada cortina de lluvia cayó sobre ellos. Las gotas golpeaban los brazos desnudos de los marineros, frías, como agujas que les atravesaban la piel.

Antes de que la tempestad se desplomara sobre ellos, el centinela había logrado divisar muy a lo lejos, en el horizonte, el cabo de Azuka. Pero ahora; solo pudiendo ver un poco más allá de la proa del barco, los tripulantes del navío hacían todo lo que podían mientras el capitán daba las órdenes correspondientes en cubierta. La lluvia espesa se cernía con fuerza sobre el Oshansuta asiéndole sufrir. Las tranquilas y azules olas de la tarde, ahora eran oscuras y feroces y se agigantaban a cada segundo que pasaba, haciendo crujir la madera del bote.

— ¡Arriben las velas! — había gritado mientras corría tambaleante y sosteniéndose de lo que fuese hacia el timón. Kai había tomado el mando ante la mala mar, luchando con el viento y fijando el curso al suroeste, hacia donde había señalado el centinela.

Debían recoger velas y mantener el barco adelante para poder maniobra y romper las olas, atravesarlas o si no se hundirían. Sostenía firmemente el timón, ligeramente a barlovento, enfrentándose al temporal y las marejadas; haciendo que el barco tomara una posición de equilibrio sobre las olas. Si lograba un buen balance, el barco adoptaría una deriva natural entre las olas sin recibir mucha energía de ellas.

— ¡Capitán! — Su contramaestre apareció cruzando el vano de la puerta. Estaba mojado de pies a cabeza y pálido como un cadáver.

Dentro del barco el escenario tampoco era alentador, la madera crujía y el sonido del fuerte oleaje la atravesaba, la fuerza de las olas había dejado todo patas para arriba. Sakura había abandonado su camarote y corría había donde se encontraban sus compañeros de misión, fue en ese momento cuando el barco recibo el primer impacto.

Sakura cayó al suelo.

Rápidamente, recupero su postura de pie y corrió a por Kito y Oyone, debían permanecer juntos. Un segundo impacto, más fuerte que el primero, la hizo pasar del asombro al pánico, puedo escuchar el crujir de algo. El último golpe los hizo oscilar tanto que Sakura pensó que se volcarían, escuchó gritos tras la trampilla de la bodega y vio a los marinos que se encontraban allí dentro, comenzaron a salir despavoridos.

—Nos hundimos…— hablo Kito con los ojos muy abiertos y fijos en ese lugar, él había exteriorizado los que en el fondo Sakura y Oyone pensaban.

El último golpe había provocado el desprendimiento de unos tres metros del casco del barco e inmediatamente había comenzado a inclinarse, el agua había comenzado a llenarlo todo…, habían comenzado a ser tragados por el mar.

Los tres chicos comenzaron a correr por el pasillo y detrás de ellos seis figuras acuosas comenzaron a formarse.

Habían entrado por la fisura. —¡Monstrous, monstrous marinos! ¡Nos atacan, nos atacan! — gritaban los marineros tratando de dar aviso, no entendía qué estaba pasando ni que eran esas cosas. Los tres ninjas fueron tomados de sorpresa cuando uno de los clones entro sin previo aviso disparando proyectiles de agua por doquier, lográndole dar a Oyone en uno de sus costados, Kito fue el más rápido y de un golpe lo deshizo.

Él se quedó atento al umbral, esperando otro ataque mientras que Sakura ya estaba tratando a la chica herida, fue cuando escucho en la lejanía un silbido.

Los estaban llamando cubierta… Era el llamado a abandonar el barco.

— ¡Corran! — dijo el chico. —Yo me haré cargo de esto.

—Pero…— logro decir la pelirosa, contemplando la espalda de Kito.

— ¡Hazlo! —le corto él. Y no dudo, Sakura tomo en brazos a la morena y salió de allí. El chico se enfrentó de todos los clones de agua, mientras sentía cómo el barco se inclinaba cada vez más. Un par de minutos después, Kito salió detrás de ellas con una profunda y sangrante herida en el hombro derecho.

Ya habían logrado llegar a la zona de seguridad cuando Sakura lo recordó.

Sus pertenecías…

Oyone y Kito se quedaron en el bote salvavidas, el chico había insistido en acompañarla, pero Sakura no se lo permitió, no sangraban, pero aún seguían heridos, su curación había sido improvisada y no estaba completa. Sakura no había podido hacerlo por la prisa del escenario. Ella había vuelto por sus cosas, no podía dejarlas. De eso dependía su misión y la vida de alguien importante. Con la fría lluvia en la nuca, y el navío inclinándose en un ángulo bastante empinado, trato de volver sobre sus pasos cuando un fuerte agarre la detuvo por el brazo, volviéndose, Sakura se topó con los penetrantes ojos del capitán.

— ¿Qué rayos crees que haces? — pregunto sin sutileza alguna, demasiado tenso como para comportarse con su temperamento habitual.

Vio el rostro de la chica, como la lluvia golpeaba y resbalaba en su bonita cara, sus ojos… de un verde sin igual, que miraban directo a los suyos… y le decían todo lo que no decía esa pequeña boca.

Con las olas chocando contra ellos, Sakura solo articuló un… "es importante".

—Date prisa— le contesto él tras un suspiro de resignación, solo eso y le dejó ir. A Sakura no le importaban sus protestas, ni su rango como jefe de ese navío, ni tampoco esa tormenta, ella haría lo que debía hacer, ella haría lo que creía que era importante porque por encima de todo estaba su deber como kunoichi. Y el capitán Kai lo supo desde qué la vio, se dio cuenta de que esa "chiquilla" tenía demasiado espíritu.

Cuando encontró su camarote, tenía el corazón en la garganta y un zumbido se había apoderado de sus oídos. El agua le llegaba a la altura de la cintura y hacían enlentecer sus movimientos. Busco su mochila a tientas debajo de agua turbia, encontrándola a los pies de su cama, con ella acuestas se percató que el agua ya llegaba a mitad de su pecho y se dio prisa, fue entonces cuando las luces se apagaron, el sistema eléctrico del Oshansuta había colapsado, a oscuras y haciendo a un lado todo lo que palpaba, la chica logro llegar al exterior. De nuevo, otra embestida hizo su aparición, haciéndole resbalar y casi caer por la borda; sosteniéndose como pudo de un barandal. Se encontró inclinada de cara al océano revuelto y fue entonces cuando pudo verlo… Había algo en el agua y era enorme… ondulaba alrededor de ellos, Sakura al principio pensó que era su imaginación y parpadeo un par de veces apartado la lluvia de los ojos.

— ¡Sakura! — gritó, la potente voz del capitán resonó entre ese caos en sus oídos, —¡Sakura! — Volvió a escuchar más cerca…, él venía por ella, corriendo con semblante preocupado. Sakura volvió su cara hacia él y noto como de la agitación, pasaban a pánico y luego al pálido miedo, en un segundo las pupilas de la kunoichi se dilataron cuando vieron la expresión en el rostro del capitán Kai y un fuerte olor a mar se desprendió de repente al alrededor de la pelirosa, ella no tuvo tiempo de ver lo que espantó a aquel hombre, solo sintió cómo algo frío, húmedo y áspero se cerró en un fuerte agarre sobre su cuello.

Todo paso muy rápido, Kai vio cómo una creatura surgía de las aguas a espaldas de ella, algo que jamás había visto… un monstruo que se la llevó consigo.

El Oshansuta se hundió la madrugada de un dieciséis de abril tras el fragor de la tormenta, entre olas inmensas, truenos y rayos. Solo quedo una pequeña barca, llena de hombres cansados de luchar contra el océano, tristes y desolados.

Unas horas más tarde, la bruma y la lluvia se habían disipado, el sol comenzaba a emerger del oscuro horizonte y a sus espaldas, la arena blanca de la costa de Izuka comenzaba a resplandecer antes sus ojos.

Oyone y Kito mantenían sus cabezas bajas, absortos de lo vivido la pasada noche.

Sakura no había regresado… tampoco el capitán Kai.

No lo habían logrado.

Encallaron en la península a tempranos horas de la mañana y un par de pescadores que desenredaban sus redes, les socorrieron.


El sol casi tocaba la cúspide del mediodía cuando toco la costa del País del Río.

Por primera vez, en un largo tiempo se sentía exhausto.

A duras penas saliendo del mar y sin ninguna delicadeza se deshizo de la chica que llevaba a cuestas… esa mocosa había dado lucha, casi a ciegas y en las oscuras aguas había logrado herirlo. Con disgusto llevo su mano a la profunda lesión en un costado de su cuerpo, que sangraba profusamente. Él solo había logrado ver un fugaz destello de chakra verde por el rabillo del ojo y segundos más tarde un punzante ardor entre sus costillas.

A pesar de quien era él, le había dado trabajo someterla. Había tenido que drenar su energía casi por completo.

Hincado en la playa y con el mar lamiéndole el cuerpo, miro a la muchacha inconsciente a su lado.

Estaba… azul.

—¡Maldita sea!— juró entre dientes el shinobi. Ella le hiere y luego él tiene que salvarla. De mala gana, pero con rapidez le dio vuelta, cruzando las manos y con los brazos muy tensos sobre el pecho de la chica utilizó todo el peso de su cuerpo para presionarlo una y otra vez. Necesitaba hacer que respirara o si no su compañero se enfadaría. Sin pensarlo dos veces, sello su boca con la de ella, llenando sus pulmones con todo el oxígeno que podía.

Lo hizo un par de veces, hasta que la chica gimió, tosió y echo toda el agua que había dentro de ella; recuperando de a poco el color.

La chica parpadeó un par de veces, intentando enfocar sus ojos, pero estaba tan cansada y adolorida… Cabeceó atontada y volvió a desmayarse.

—Qué ironía… Eres todo un héroe ahora…— dijo con una pequeña mofa mal escondida, un pelinegro que se aproximaba a su lado, en silencio había visto toda la maniobra de resucitación que había hecho su compañero.

—Los otros tienen razón sobre ti, sobre tu maldita manía de aparecer como un fantasma. — se quejó el hombre de dientes puntiagudos — Tú y esto…— refiriéndose a la muchacha —Me tienen de los nervios y aunque no lo creas, esta flacucha… es más fuerte de lo que parece, tuve que dejarla sin chakra para que se estuviera quieta. Tardará un par de días en recobrar el sentido…

Por primera vez, los ojos oscuros del moreno se deslizaron hasta la chica, detallando sus facciones, su piel pálida y brillante por el agua de mar… su cabello y su hitai—ate con el símbolo de la hoja grabado en él… sin duda era ella.

—Y por alguna maldita razón— continuo, señalando con los ojos una bolsa rosa muy magullada en la arena. —No quería separarse de eso por ningún motivo, incluso luchó con esa cosa puesta… debe haber algo de valor allí.

Desvió la mirada a más allá del mar sin tomarle importancia a lo que el otro decía, él ya sabía lo que allí había, pero no dijo nada acerca de eso. —Gracias— soltó el moreno sin mirarle, luego de unos segundos tendiéndole ropas secas que había traído consigo. Esa palabra se había deslizado de su boca sutilmente, casi amortiguada por el sonido del oleaje, pero su compañero le había escuchado perfectamente, él solo mostró sus afilados dientes en una media sonrisa medio burlona y medio complacida.

No muy lejos de ellos, dos caballos de brillante pelaje negro pastaban tranquilamente; cerca del límite del bosque donde comenzaba la costa. El recién llegado tomo a la chica en brazos y monto con ella en una de las bestias, luego su compañero hizo lo mismo y sin más, se internaron en el bosque, volviendo a recorrer el camino que los había llevado a las orillas de esa bahía.

Tardaron dos días en regresar a la montaña, haciendo solo las paradas necesarias para comer y que los caballos descasaran. Con la frontera con el del país de la lluvia a la vista, se deshicieron de los animales, tras un par de palmeadas, les vieron salir corriendo y perderse entre los frondosos árboles.

Estaban sucios y exhaustos cuando llegaron. El moreno y su herido compañero se habían separado en el momento que llegaron a la gruta, y la chica… la había dejado en su propia habitación.

Suspiro cansado, desasiéndose de la capa y las botas llenas de barro, sacándose la camiseta. Con sus manos, se apoyó en el frío lavabo y miro su pálido rostro en el espejo del cuarto de baño.

Por primera vez… en mucho tiempo, se sentía preocupado.

Ella se veía tan frágil. — pensó. Viendo sus propias facciones, marcadas por el agotamiento y mojándose el rostro, se llevó consigo la suciedad y tanto como pudo… Sus inquietudes. Lo que le había relatado su colega concordaba con lo que decía ese sobre, pero ahora, ¿qué se suponía que debía hacer?, esto nunca había estado en sus planes, cuando enfermo… simplemente se había resignado a buscar tiempo para arreglar todo lo que tenía por hacer.

Termino de despojarse de las ropas, y el chirrido de la llave de la ducha hizo eco a través de las losetas cuando la abrió y el agua comenzó a correr.

¿Dónde estaba? — pensó dolorosamente la chica al otro lado de ese cuarto de baño. Lo último que recordaba era el ardor del agua entrado por su nariz y que la sofocaba y como algo tan fuerte como ella, la rodeaba y la hundía más y más en el oscuro mar.

Estaba desorienta y sentía cómo sus parpados pesaban toneladas, su cuerpo estaba entumecido y sus músculos hormigueaban, pero ahora, algo blando y tibio le sostenía la espalda.

Escuchaba algo en la lejanía… agua correr. Eso la hizo pensar en que estaba realmente sedienta — ¿Hace cuánto no vivía de ese líquido?

Palpo un poco a su alrededor tratándose de orientarse y que sus manos vieran por ella. Su tacto le hizo entender que estaba en una cama. —Un hospital— pensó aliviada, había logrado ser rescatada, si… eso era, trato de abrir de nuevo sus ojos, pero fue en vano.

Se removió un poco buscando comodidad, cuando escucho una puerta cerrarse suavemente.

Su voz salió rasposa y con dificultad. —Agua… Por favor, agua. —pidió. Alguien a su lado se movió, escuchando pasos y el tintineo de un cristal y como la cama se hundió a su izquierda y como incorporaban su cabeza gentilmente para darle de beber.

Vivió todo el contenido del vaso y pidió otro, entonces volvió a acurrucarse y regresó a dormir. Él, dejo otro vaso de agua en la mesita, a un lado de la cama, y salió de allí. Él también necesitaba descansar.


El cuerpo del capitán Kai fue encontrado por una mujer un día después del naufragio, tendido en las blancas arenas de las costas de uno de los pueblos adyacentes, en el Puerto de Degarashi. Estaba vivo, pero en muy mal estado, deshidratado y con síntomas de insolación, fue trasladado al santuario de la localidad en donde fue encontrado.

"El hombre del mar" le llamaron las sacerdotisas a falta de su propio nombre, cuidarían de él hasta que se recupera.

A kilómetros de ese lugar, el Daimyō del País del Té había ordenado una búsqueda para encontrar a la discípula de la quinta y había dispuesto de halcones mensajeros para que Oyone y Kito se comunicaran con su aldea.

Ellos habían sido atendidos inmediatamente por el señor feudal en su propia casa, al explicarle lo acontecido, con lo que ellos creían que habían sido piratas que dominaban técnicas shinobis, no dudo ni un minuto en organizar la búsqueda marítima.

Oyone se encontraba intranquila en su habitación, tratando de pensar como le explicaría a la Hokage que habían naufragado y que su discípula se había perdido en el mar… que posiblemente Sakura estuviese… muerta.

— ¡No! — no se atrevía ni a pensarlo.

Le temblaban las manos cuando se dispuso a escribir en el pergamino y por un rato, no supo cuánto se quedó mirando su blancura, perdiéndose en el. No escucho cuando Kito corrió la puerta de su habitación llamándole. Él se quedó contemplándola, sabiendo muy bien cómo se sentía.

Vio cómo por fin apoyaba el pincel en el papel, observo como una fluida y fina caligrafía se dibujaba en la blanca superficie y también vio como las lágrimas de Oyone caían y marchaban aquellos trazos.

Kito pensó que solo por esta vez… Solo en ese momento, estaría bien dejar fluir la tristeza.


Habían pasado dos días desde entonces.

—Es toda una bella durmiente— dijo su compañero a sus espaldas.

El rostro del pelinegro se giró hasta el vano de puerta, viendo allí cómo su colega contemplaba a la chica.

—Ya debería haber vuelto en sí. —dijo el pelinegro, estando de pie junto a ella.

— Puede que ella2se excediera un poco… Debió haberle gustado, ya sabes a lo que me refiero … con esa peculiar manera de ser. — dijo divertido. Los ojos de este vagaron de la chica a la mesita que estaba su lado, viendo como un kunai descansada allí. — ¿Por qué dejas eso junto a su cama? — preguntó sin pensarlo.

—Si despierta, eso la hará sentir segura… Y sé que no podrá atacarme, está demasiado débil para hacerlo— dijo dándose vuelta.

—Si… Qué considerado…— contesto el otro, arrastrando su tono de voz. —Pero… hay algo que no me has dicho. Los ojos de este miraron directamente a los orbes negros del otro en ese momento. — ¿Por qué tu interés repentino por esta clase de "botín" y por qué a espaldas de los otros? — pregunto sin rodeos, después de todo así era él. La atmósfera entre ambos cambios y la perfecta línea recta que era la boca del moreno no se movió para contestar, se tomó su tiempo. —Es médico y no es a espaldas de los otros… ¿tú lo sabes, no? —resolvió contestar el moreno. Tenía que contestarle… se lo debía. Él la había traído sin pedir ninguna explicación.

—Pero Orochimaru…— comenzó a decir el otro.

—Sabes bien que él no es de fiar— le corto secamente, cerrando sus ojos negros y soltando un bufido de cansancio; ese gesto daba por terminada la conversación.

El otro no siguió tentando a su suerte, eran suficientes respuestas por ahora. Los dos salieron de la habitación, no sin antes colocar un sello de seguridad y aislamiento a la cerradura.

Nada entraría, ni saldría de allí.

Pasaron horas fuera, en un pequeño pueblo en busca de provisiones y luego en el bosque, entrenando y al final de la tarde, cazando. En una caminata breve y entre pastos altos, dos siluetas cortaban el anaranjado horizonte del atardecer con la cena colgando de sus hombros. Cinco libres muertas que pendían de sus patas traseras se desangraban mientras caminaban.

Llegaron al cruce del arroyo en las faldas de la montaña, donde se encontraba el acceso, un secreto, oculto bajo un genjutsu.

El moreno, como siempre, se encargó de encender el fuego mientras, su compañero de un solo tirón desollaba una de las liebres. El calor de las llamas abrazó la fría roca de la cueva mientras las presas se asaban y lo único que se oía era el crepitar del fuego entre los dos individuos.

Su compañero tomó una rama y atizo las llamas que avivadas, lamieron las carnes que borboteaba al contacto. —Ya está casi listo— dijo su compañero relamiendo sus afilados dientes. —Hacía mucho que no cenábamos algo diferente al pescado. Ten, este ya está listo— continúo diciendo, tendiéndole una de las brochetas con una liebre entera en ella. El otro la tomo y se puso de pie.

—Comeré en mi habitación— dijo escuetamente.

Su compañero no dijo nada, solo asintió con su cabeza y le vio marcharse, pensado que ahora habría más para él.

Se quedó en ese oscuro corredor, delante de su puerta un momento, tratado de escuchar algún ruido y busco con su chakra alguna variación del de la chica. No encontró nada diferente a cuando él se había ido, fue entonces que desgarró con sus dedos el sello que horas más tarde el mismo había puesto en esa puerta.

La cerradura chasqueó con un sonido metálico y echó el viejo trozo de madera hacia atrás y justo algo o más bien alguien se le echó encima. La comida terminó en el suelo, al igual que él, con la similitud de que ahora él también tenía clavado algo…, un kunai en el hombro izquierdo que, sin duda alguna, de no haber logrado esquivarlo, estaría clavado en su corazón hasta la empuñadura.

La chica se removió rabiosa sobre el moreno, sintiendo la respiración y el cuerpo tenso de él y el agarre que la sostenía de las muñecas; impidiéndole levantarse y correr, pero poco más pudo hacer, su chakra aún no regresaba y solo tenía la fuerza de una persona corriente… la de una chica debilucha. Y la escasa fuerza que había logrado recuperar se estaba drenando, como si se tratase de un grifo abierto. Había pensado ilusamente que con un kunai que el tonto que la tenía secuestrada había olvidado en ese cuchitril,podría salir de allí, que con su cerebro y el factor sorpresa, lograría algo…

Él solo la miraba sin decir nada, escuchando sus pequeños gemidos de impotencia y sosteniendo su pequeño forcejeo. No le había mirado en ningún momento, siempre tuvo los ojos cerrados y la mandíbula tensa. Un débil intento de sobrevivir, de escapar. Ahora prácticamente la sostenía y sentía cómo poco a poco dejaba de luchar.

La escasa luz de la habitación se derramaba por el corredor y sobre ellos, pero eso, basto para verlo cuando levanto su rostro y sus ojos se movieron hasta los de él.

Quería ver los ojos del sujeto que le había quitado su fuerza y que le había encerrado allí…

Vio su piel blanca, su boca, sus negros cabellos y eso esos hoscos, afilado y oscuros ojos fijos en los de ella…, Parpadeo un par de veces, creyendo que era un truco de su mente, pero no… Aun esos ojos estaban allí, observándola, quietos, muy quietos; fijos en ella, fue entonces cuando de su garganta salió ese nombre.

—Sasuke…— soltó la pelirosa en un susurro.

Los dedos de su mano aún apretaban el kunai clavado en el chico, tanto como sus uñas se incrustaban en la propia carne de sus manos. El negro de sus pupilas fue consumiendo la membrana coloreada de verde brillante de sus irises, gravando en su cerebro cada detalle de él.

Los detallas…—pensó ella, recordando algo que había escuchado alguna vez:

"El diablo, siempre está en los detalles. "

Detalles como el hitai—ate surcado por la muesca de la traición, en su frente, enmarcada por largos mechones de cabellos. El abismo negro de aquellos ojos muy propios de ese clan… más melancólicos, más profundos que los que jamás ella alguna vez hubiese visto.

Y las nubes rojas…, esas que cubrían sus ropas.

—No…—soltó tras un jadeo de espanto Sakura, dándose cuenta realmente de quien era esa persona estaba allí con ella.

El akatsuki… Itachi Uchiha.

.

..

CONTINUARÁ


LEYENDAS

Oshansuta1: Estrella de océano en japonés (es el nombre del navío)

Ella2 Kisame refiriéndose a su espada Samehada. XD


NOTAS DEL AUTOR:

Lo sé, tarde un poco en actualizar… cosas del trabajo. Pero bueno, ¿Qué les pareció el capítulo?, no sé si lo hice muy obvio. ¿Logre confundirlas? JAJAJAJAJAJA… quería conservar a Itachi en secreto un poco más… y debo confesar que quería que pensaran que eran Sasuke y Suigetsu… díganme si lo logres por favor XD.

Siempre he pensado que si Sakura se volvió una gran médico… hubiese podido hacer algo por Itachi, hubiese tenido sentido… ¿no lo creen? Y por Dios, ¡eran un equipo de tres! Y solo se centró en Naruto (obvio es el protagonista) en Sasuke (el amigo casi hermano y antagonista (bueno, uno de tantos)) y hasta en Kakashi…. Y Sakura (solo enviémosla con Tsunade para que entrene y ya) Me hubiese gustado conocer la historia de su familia y esas cosas.

Ahora, no se desesperen por Sasuke… (solo lo dejé entre ver un poquito esta vez y si…, ya sé que no es nada; pero ya pronto, pronto. XD

Es todo por ahora.

¡Nos vemos en el próximo cap!