Capítulo 34
Nora movía la cabeza despacio al ritmo de la música, con los cascos puestos. Sentía la mirada de su madre sobre ella mientras conducía, así que giró la cabeza hacia la ventanilla para mirar hacia fuera.
Ni siquiera sabía a dónde iban. Su madre la había recogido del colegio una hora antes, y ahora estaban en el coche. Se había puesto los cascos en cuanto había subido, ignorando la mirada de desaprobación que le había dado su madre.
La lectura y la música eran su refugio desde la muerte de su padre. La ayudaban a alejarse del mundo y del dolor que sentía por su falta. Sabía que nadie tenía la culpa de eso, pero se sentía enfadada y triste. No creía, por mucho que dijera su psicóloga, que volviera a ser la de antes.
A veces odiaba a su padre por haberse ido tan pronto, cuando ella y sus hermanos lo necesitaban; otras veces a su madre, porque ella sí estaba aquí y él no. Aunque sabía que no era justa con ella, puesto que sufría mucho también y Nora sólo quería abrazarse a ella cuando la escuchaba llorar por las noches.
No creía justo que el mundo siguiera girando como siempre cuando su padre ya no estaba. Sabía que debían seguir adelante, que debían vivir y no quedarse parados en el pasado (su padre intentó explicárselo una noche justo después de Navidad); pero a veces se le hacía muy difícil todo.
Ella fue la primera en pedirle a su madre volver al colegio unas semanas después, creyendo que la rutina ayudaría con el dolor, pero no fue así. Nada ayudaba. Sabía que debía acostumbrarse a que su padre ya no estaba con ellos (y lo peor, es que se había dado cuenta que se estaba acostumbrando a ello), pero el dolor era fuerte.
Se asustó cuando su madre le tocó suavemente el brazo. Ni siquiera se había dado cuenta que había parado el coche. Se bajó y se quedó junto a la puerta del copiloto, hasta que su madre se acercó a ella. Resopló molesta cuando le quitó con cuidado los cascos.
-Vamos a dejarlos en el coche ¿de acuerdo?
Puso los ojos en blanco, molesta, mientras su madre abría la puerta y los dejaba allí. Luego dejó que la cogiera de la mano y la guiara. Aunque al principio pensó en soltarse, no lo hizo, puesto que lo único que quería a veces era volver a ser una niña pequeña y que su madre no la soltara de la mano jamás.
-Mamá…-susurró cuando se dio cuenta de dónde estaban.
Hasta ahora, y aunque le sonaba el lugar, no lo había reconocido. Pero cuando se dio cuenta, se le encogió el corazón al estar de nuevo allí.
Erin besó a la niña en la sien y tiró suavemente de ella hacia un banco. Necesitaba un sitio tranquilo y especial donde hablar con Nora, y aunque al principio había pensado en el cementerio, luego recordó el parque.
Había sido hacía cinco años, cuando en un día difícil, había paseado con Nora, que en ese entonces tenía cinco años y con un pequeño Jasper de dos años, por un parque no demasiado lejano a la sede de Quantico. Se habían topado con una estatua en bronce de una niña pequeña, sentada en un banco leyendo un libro. Por alguna razón, la estatua había llamado la atención de la pequeña Nora, y le pedía a su madre que la llevara a ver a ver a "la niña con el libro" . Durante mucho tiempo, estuvieron yendo a menudo allí. Nora se sentaba a los pies de la estatua, con su propio libro, y se inventaba historias. Erin la observaba desde un banco cercano.
-Hace mucho que no venimos aquí -dijo la niña en voz baja.
-Lo sé. Pero me pareció un buen sitio para hablar con tranquilidad.
Nora la miró, y Erin vio de nuevo a su pequeña niña, que en los últimos meses parecía haber crecido a pasos agigantados a raíz de los acontecimientos; y aunque no lo esperaba, se vio reflejada en los ojos tristes de su hija.
-¿Y de qué quieres hablar? Ya hago eso con la doctora Fox -respondió Nora mirando al frente, distanciándose así de ella.
-Pero yo soy tu madre, Nora, y quiero que me cuentes cómo te sientes. Y porqué estás triste y qué puedo hacer para que te sientas mejor.
-¿No sabes por qué estoy triste, mamá? -dijo Nora con dureza.
-Claro que lo sé, cariño, pero necesito que me digas qué debo hacer para ayudarte, para que dejes de estarlo y puedas volver a ser tú. Sé que estás enfadada, pero esto no se arregla así.
-¿Tú qué vas a saber? -contestó con rabia la niña, cruzándose de brazos. Erin la miró anonadada.
-¿Te crees que para mí esto es fácil? ¿Qué yo no hecho de menos a papá? No tienes ni idea de lo difícil que es para mí levantarme todos los días de la cama y enfrentarme al mundo sin tu padre, Nora. Tener que estar bien por vosotros, cuando la mayoría de los días me quedaría en la cama llorando, incluso ahora, después de tantos meses. Pero eso no es ni lo que puedo hacer, ni lo que voy a hacer ni lo que a papá le gustaría que hiciera. Porque por muy duro que sea, nosotros seguimos aquí, y debemos seguir con nuestras vidas -cuando terminó de hablar, ambas estaban llorando.
-Lo siento mucho, mamá -sollozó la niña.
-Ya lo sé, cariño -Erin abrazó a la niña, que enterró la cara en su cuello.
Unos minutos después, Nora se separó de su madre, y se limpió los restos de lágrimas con la manga de la sudadera.
-Es que…echo mucho de menos a papá, y a veces me enfado porque ya no esté, aunque esté triste por eso. No sé si tiene sentido -miró a su madre con una expresión de tristeza en la cara.
-Lo tiene, bichito -y besó su frente con dulzura.
-No quiero olvidarme de papá, mamá -murmuró la niña.
-Oh cariño, no lo harás. Tienes suficientes recuerdos de él como para olvidarlo.
-¿Seguro? Creo que Jasper y Olivia sí lo harán, y eso me da pena…
-Tenemos algún vídeo grabado de hace algún tiempo. Podemos verlo este fin de semana todos juntos, y esa será una buena forma de recordarlo también. ¿Qué te parece?
La niña asintió mientras se acomodaba en su pecho y Erin la rodeaba con sus brazos. Tenía diez años y a veces pensaba que era mayor para eso, pero siempre había sido su lugar favorito en el mundo: los brazos de su madre, donde siempre se sentía segura y conseguía sentirse mejor.
Aunque era Miércoles y no solían salir durante la semana, el equipo decidió salir a cenar todos juntos al volver de un caso en California. La semana anterior había sido el cumpleaños de Hotch, y les había pillado en mitad del caso. Él prefería ignorarlo, no le gustaba celebrar su cumpleaños, pero después de todo lo vivido el último año, decidió que bien podrían cenar juntos y relajados y pasar un tiempo agradable.
Los observó a todos y se sintió en paz. A pesar del horror que veían todos los días, ninguno parecía haber perdido la sonrisa. Sabía lo que ese trabajo podía hacer (Gideon era el mejor ejemplo), y se sintió aliviado de que de momento, todos parecían estar bien.
La única que en principio le preocupaba, más que nada porque no estaba tan acostumbrada como el resto, era Jordan. Pero le había demostrado que era muy capaz de hacer ese trabajo. Y viéndola ahora reír con el resto, supo que habían hecho una buena elección al contratarla al principio.
Sólo esperaba, que tanto Jordan como el resto, tuvieran una vía de escape que les ayudara a recomponerse en los peores casos. Sabía que Rossi se perdía en la escritura con un buen whisky; JJ descargaba energía en el gimnasio; Morgan derribaba las paredes de sus casas para volver a reconstruirlas y él…¿qué hacía él? Solía conducir sin rumbo por toda la ciudad, pero lo que más le gustaba era abrazar a Jack y llenarse con su olor y su energía.
-¿Otra copa? -preguntó Rossi a su derecha.
-No, gracias, estoy bien así -respondió con una media sonrisa.
El italiano llamó al camarero, y pidió una copa para él y para el resto. Se había ofrecido a pagar la cena, aunque Hotch le había dicho que no era necesario. En el fondo sabía que no valía la pena discutir con él porque iba a hacer lo que quisiera.
Un rato después, Prentiss, JJ y García se escabulleron al baño; Rossi desapareció a la barra para hablar con una mujer y Morgan y Jordan habían salido a la calle con la excusa de fumar un cigarrillo. Hotch se dio cuenta de las interacciones entre ellos, así que pensó que debía vigilarlos. No quería problemas en el equipo.
Los únicos que quedaban en la mesa, eran Reid y él. El joven agente esperó unos minutos, luego se levantó de su silla y se sentó junto a él.
-Hotch, ¿podemos hablar un momento?
-Claro Reid. ¿Te preocupa algo?
-Yo…quería hablar de lo que pasó hace meses, de mi ataque psicótico -el moreno asintió lentamente-. Sé que por mi culpa tuviste que pagar tú, y quería pedirte perdón.
-Spencer, eso ya está olvidado. No te preocupes más por eso ¿de acuerdo? No fue la mejor manera de que todos se enteraran, está claro, pero dentro de la gravedad de las consecuencias a las que podríamos habernos enfrentado, no hemos salido mal parados, ¿no crees? -esbozó una ligera sonrisa para tranquilizar a Reid.
-Supongo que tienes razón.
-Además, veo que tú y Jordan volvéis a tener la relación de antes, y tengo entendido que en la Academia te va muy bien -Reid asintió-. Eso es lo único que cuenta entonces, Spencer, que todo vaya bien.
-A veces hecho de menos viajar con el equipo.
-Lo sé, y tal vez en el futuro vuelvas a hacerlo. De momento, este no es un mal trato.
Reid estuvo de acuerdo, y cuando se levantó para sentarse de nuevo en su silla, la voz de Hotch lo detuvo.
-De todas formas, Spencer, no hubiera cambiado mi forma de actuar. Ocultarlo al FBI te dio unos años de trabajo y normalidad que no hubieras tenido si lo hubiéramos contado desde el principio. Te lo mereces.
-Gracias -murmuró Reid con un nudo en la garganta. Sabía que Hotch lo cuidaba como a un hijo, pero casi había sacrificado su propia carrera por la suya propia.
En ese momento, las chicas volvieron riéndose. Segundos después, Morgan y Jordan también entraron de nuevo. Rossi se acercó a la mesa para decir que todo estaba pagado y que él ya se iba. Las risas estallaron cuando informó que esa noche dormiría caliente.
Hotch volvió a mirar alrededor de la mesa y sintió que su pecho se hinchaba por la maravillosa familia que lo acompañaba.
Continuará…
