REVIEWS.

Eiri Saiyuki.- Gracias por el review, yo también me di cuenta que este año hubo muy pocas actualizaciones para los cumpleaños de mis dos niños adorados, por eso mismo escribí este fic.

Kinyoubi.- Allí la tienes, espero no haber demorado mucho, pero como estaba de vacaciones, me lo tomé muy en serio y me olvidé un poco de mis fics. Gracias por el ánimo.

Kendra duvoa.- Sí, Kyo Chan cumple años el 12 de diciembre, y no te apures, en el próximo capítulo ya termino...

Yllamadder.- OMG! Me sorprendió tu review, fue muy gratificante y me hizo muy feliz. Que bueno que te haya gustado mi fic, un poco a las prisas pero allá vamos. Un review, proviniente de ti -que adoro tus fics IoriXKyo- es un honor. Va por ti, Yllamadder. Yo creo que no sólo ellos van a disfrutar la obsesión, nosotras también. Te cuidas mucho y no abandones la gran obra maestra que es "Mi Rosa Roja".

CAPÍTULO 2.

Yuki sollozó, desconsolada, lanzándole a Benimaru una fulminante mirada, mientras que Saisyu y Shizu se contuvieron de hacer lo mismo; por su parte, Shingo estaba a punto de lanzarse contra el rubio, pero lo pensó mejor, Benimaru era mucho más fuerte que él... además Kyo quizá sólo hacía eso para preocupar, a propósito, a sus padres.

-¿Por qué le dejaste solo, Benimaru San? -quiso saber la joven, sus ojos color miel estaban llenos de lágrimas.

Los padres de su novio, sus suegros, tampoco soportaban más la tensión, pero a diferencia de ella sabían controlarse más y no iban a perder la razón.

Kyo era terco, por lo que tal vez sólo estaba dándole rienda suelta a sus instintos.

Por si algo malo sucedía, enviaron a sus ninjas a rastrearlo por toda la ciudad, y enviaron a un representante del clan a hablar con Kagura, por si Yagami se presentó ante Kyo; no querían oír malas noticias.

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Tenía mucho dolor de cabeza, se dijo mentalmente, intentando girar en la cama pero viéndose imposibilitado.

Abrió los ojos al sentir aquella desgarradora presión en los brazos y se dio cuenta que ambos brazos los tenía amarrados a la cama. Por desgracia no recordaba nada de lo que hizo la noche anterior, y si algo sucedió, con Benimaru, alguna mujer desconocida, Yuki o incluso Shingo, no quería recordarlo.

Sólo quería soltarse y volver a casa, pero la ausencia completa de su energía fue lo que más le sorprendió.

Sólo pudo forcejear inútilemente, intentando soltarse sin conseguir nada más que un profundo dolor y sentir como aquella cinta se enterraba en su piel, y como iría marcándolo.

Estaba en una habitación con olor a alcohol y vestía sólo sus pantalones, porque el torso lo tenía desnudo.

Cerró los ojos en el momento en que la puerta se abrió, y escuchó la última voz que hubiese esperado oír.

-Kyo -fue un susurro suave, y fingió dormir.

Iori Yagami, imponente pelirrojo de ojos sangrientos, le miraba desde el umbral de la puerta, sonriendo maliciosamente.

Los pasos suaves del pelirrojo le llevaron a la cama, y Kyo sintió como el peso del pelirrojo se hundía en la cama, al momento de ocupar su lugar a su lado... el estremecimiento que recorrió a Kyo le hizo sonreír casi involuntariamente.

-Sé que estás despierto, Kusanagi. No me engañas -dijo el pelirrojo, su mano rozó quizá involuntariamente, el torso de Kyo, cuando él sujetó una de las cobijas, lanzándola al suelo. Sus ojos rojos reflejaban mucho más que de costumbres.

Siempre teñidos con ira, ahora estaban nublados por muchos sentimientos a los que Iori no quería ponerles nombre, o más bien, el pelirrojo desconocía qué era lo que estaba experimentando.

En un ser humano tan complicado como él, en el que su vida se dividía en dos... aferrarse a su obligación de derrotar a Kyo y abandonar su trágico pasado, era fácil de comprender el hecho de verlo sufriendo de ignorancia en ese tipo de campos.

Lo sentimental no era lo suyo, y no le importaba.

Kyo sí, por eso mismo estaba en un dilema.

-Abre los ojos, Kyo- ordenó, sujetando muy brusco el rostro del castaño entre su mano, presionándolo demasiado.

Su característica violencia se hacía presente cada vez que estaba cerca del joven Kusanagi.

Era como si en su cuerpo tuviera incorporado un gatillo que se disparaba automáticamente; su comportamiento con Kyo siempre era iracundo y posesivo... tanto que cuando veía al joven en problemas le surgía lo heroíco.

Por mucho que lo detestase, Kyo poseía algo de él... su libre albedrío.

No tomaba decisiones por su bienestar, sino por el de Kyo, o en todo caso, por el malestar de su víctima.

Pero eso era lo mejor, porque el dolor de Kyo le inyectaba placer en las venas.

No se entendía a sí mismo, y no buscaba hacerlo.

-¡Ábrelos! -fue su exclamación, un grito que sonó ronco.

Como Kyo se negó, apretando fuertemente los párpados, la mano del pelirrojo descendió en un rápido movimiento, a la garganta de Kyo, donde apretó con fuerza, cortándole el suministro de oxígeno que un ser humano requiere para sobrevivir.

Los jadeos, que se hicieron presentes en Kyo, consiguieron un efecto devastador en Iori.

La boca abierta de Kyo que luchaba por conseguir el aire fue brutalmente invadida por Yagami, su lengua sedienta de algún desconocido néctar, vagó por todos los cantos de su boca.

Dejó de apretar su cuello.

Kyo tenía los ojos muy abiertos, viendo casi con temor al pelirrojo frente a él.

Iori jamás actuó de esa forma con él. Sí, estaba su violencia y aquel instinto casi sobreprotector y posesivo. Kyo lo sabía muy bien, ya que el pelirrojo, desde su primer encuentro, se lo dejó muy claro.

"Tú eres mío... y sólo yo tengo derechos sobre tu persona, Kusanagi. No lo olvides."

Parte de él siempre lo aceptó, porque Iori era un rompecabezas imposible de armar; alguien con una personalidad demasiado confusa, un enigma.

Ahora estaba conociendo otra fase suya, y en el fondo, lo disfrutaba.

Su mente le traicionaba, y su corazón... Iori Yagami era alguien importante en su vida, y ahora lo aceptaba abiertamente, no luchaba con él con todas sus fuerzas porque temía romperlo. Yagami era fuerte, pero la ira lo cegaba y muchas veces erraba en sus combates, por eso mismo casi siempre Kyo resultaba ganador.

Su corazón, limpio de ese odio asesino, no le cegaba.

Pero su amor imposible era lo que lo convertía en una presa sencilla para el pelirrojo cazador.

Cuando dejó de besarlo, Iori miró a la ventana, ajeno a todo.

Lejano y misterioso.

-¿Yagami? -preguntó Kyo, llamándolo muy suavemente, la presión en sus manos era fuerte, pero su carencia de energía le hacía preguntarse qué tan ebrio Iori le llevó a su departamento.

La voz suave de Kyo le estremeció.

-¿Sabes por qué estás aquí? -fue la pregunta del hermoso pelirrojo, su mano apretó con fuerza la cobija que estaba sujetando. Una que apartó del cuerpo de Kyo y que se mantenía tibia.

Kyo negó, incapaz de hablar; sentía la boca seca por los nervios que le acosaban en ese momento.

-Estás aquí porque así lo dispuse yo. ¿No te parece lo más natural del mundo, Kyo?

No negó ni aceptó, pero cerró las manos, fuertemente.

Iori era tan impredecible. Eso le gustaba.

Aunque debía admitir que aceptaba que era algo natural estar preso en las garras del pelirrojo, incluso le sorprendió que éste no le abordara antes el día anterior... Sí, ya recordaba que le había golpeado, aprovechándose de su ebriedad, y dejándole inconsciente.

Allí estuvo su truco para secuestrarlo.

-Déjame ir, Yagami. ¿Qué ganas teniéndome aquí? -le preguntó, quería llegar más allá de lo que el pelirrojo le decía, tal vez conseguía alguna respuesta que fuese satisfactoria, en realidad quería ver qué tan importante era realmente para el pelirrojo su presencia.

Sus persecuciones y las veces que se había arriesgado a rescatarlo debían de tener algún oculto significado, eso o el pelirrojo realmente sólo estaba jugando con sus sentimientos, haciéndolo creer algo que no era.

Kyo no quería arriesgarse a perder.

Pero no estaba en posición de juego.

Cerró los ojos y sintió como sus manos, atraídas por la gravedad, caían sobre el mullido colchón y rebotaron un poco.

Iori le soltó.

Sus manos estaban entumecidas por la presión ejercida sobre ellas, misma que acababa de desaparecer, por eso mismo, sólo miró de reojo a su rival, quien se lamió los labios lentamente.

Un notable rubor cubrió las mejillas del más joven.

-¿Qué gano? -preguntó, repitiendo la pregunta hecha por Kyo, su voz sonó burlona -. Dime tú, Kyo, ¿no eres mío? No hay ningún premio más allá del hecho que soy tu dueño.

El castaño apartó el rostro.

En realidad estaba cansado.

-¿Por qué me trajiste aquí, entonces? -cuestionó, suavemente.

-Sólo quería desearte un Feliz cumpleaños, Kyo.

Su instinto le cegó y sujetó a Kyo, levantándolo de forma violenta de la cama, jalándolo a él, para probar una vez más sus labios, con desesperación y un odio que sabía tan natural como el amor que Kyo guardaba en su interior.

Su beso hería y le ahogaba, pero era Iori, por eso sólo cerró los ojos, sintiendo como una lágrima descendía por su mejilla.

-Te odio, Kusanagi -murmuró el pelirrojo, su voz cargada de ira, odio, tanta aversión que hizo a Kyo sufrir -. Pero eres tan mío. Tan mío.

Con una de sus uñas rasgó la piel del pecho de Kyo y se inclinó a limpiar la sangre con su lengua.

Ascendió, lamiendo la piel de Kyo hasta alcanzar su oreja derecha.

-Sólo mío.

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Yuki se limpió las lágrimas de los ojos, encerrada en su habitación estaba leyendo aquella carta que misteriosamente apareció en su velador, apoyada sobre una muy hermosa y costosa lámpara que Shizu le regaló en su cumpleaños pasado.

Estaba escrita a las prisas, y no conocía al dueño de aquella caligrafía.

Kushinada:

Te espero en la entrada de la mansión Kusanagi a la media noche, allí te entregaré algo irremplazable.

No faltes.

Arrugó el papel y lo lanzó al suelo... aunque su instinto le decía que no fuera, su corazón no paraba de llorar y repetir un solo nombre.

-¡Kyo!

TBC

Notas:

Estoy loca, lo sé, pero me fascina todo ese asunto de te odio pero entre mi odio viene de forma ímplicita pasión, así que en el fondo te deseo. Con Yuki no me pueden pedir mucho, porque la tipa no me cae nada bien, así que me gusta creer que Kyo piensa que ella es sólo una responsabilidad más. Sobre Iori, intentaré que al final no se vea tan malo, aunque quien sabe cómo vean ustedes lo que tengo planeado. Gracias por todos los ánimos que me envían, se siente muy bien, y les digo que en la próxima entrega estaré terminando el fic. Besos, chicas.