Capítulo 3. El Camino hacia el Abismo y La Misteriosa Voz.

Eadwyn se dirigió a los establos, aún conmocionada por la noticia que le acababan de dar. Sabía, o algo al menos sospechaba, que la guerra estaba por estallar. Numerosos ejércitos que provenían de Rohan habían sido mandados a las diferentes tierras de la Tierra Media para repeler los ataques del enemigo; mas ella creía que el Mago Saruman estaría de su parte.

- Hola, pequeña –dijo con un susurro a Silmë, su yegua- Creo que hoy nos toca hacer un viaje un poco largo.

La yegua relinchó feliz y Eadwyn sonrió cálidamente. Le acarició con ternura la dorada estrella entre los ojos mientras los soldados entraban al establo y abrían las pequeñas portezuelas para sacar a sus caballos. Llevaban colgados en el cinto algunos puñales y sus espadas, brillantes y relucientes al sol.

- ¡Es cierto! –se golpeó débilmente con la mano en la frente y corrió fuera de los establos ante la mirada atónita de los presentes.

Subió las escaleras de tres en tres y entró al salón Real sudorosa y jadeante. Llegó hasta la habitación y caminó rápidamente hacia la mesilla de noche, donde abrió un cajón y sopló para quitar el polvo que lo envolvía. Cogió un objeto envuelto en unos pañuelos de seda y lo puso en el suelo. Empezó a desenvolverlo y a la vista apareció una gran espada con resplandor rosado. En la empuñadura se distinguían unos caracteres élficos que nadie hasta la fecha había podido descifrar, pues todos eran de la raza de los humanos, y unos caballos plateados, símbolos de Rohan.

Antes, Eadwyn solía acariciar el misterioso símbolo y reflexionar acerca de su significado. Era idéntico a su colgante, el mismo que llevaba puesto en ese preciso instante. Ambos objetos le habían sido entregados por su madre momentos antes de morir, y Eadwyn aún conservaba en su mente las últimas palabras de su madre en un solo suspiro:

"Yendë nîn… Te entrego este colgante como prueba de tu identidad y esta espada, que te ayudará a enfrentarte a tus peores enemigos. Serás bella, la más bella de todas las criaturas vivientes, y poderosa como ninguna otra. Namarië, Idril"

Muchas dudas le recorrieron la mente y aún seguía después de todo. Su madre, Eadwiel, había recitado unas palabras en élfico para calmarla. Pero… ¿por qué? Eadwiel era una reina humana, y murió como una humana, ¿por qué iba a tener ella algún contacto con las bellas criaturas? Poco tiempo después de la muerte de su madre apareció Trancos o Aragorn en su vida, lo que lo hacía más sospechoso aún. Además… su nombre era Eadwyn, no Idril. ¿Tal vez su madre agonizante se hubiera equivocado? No lo sabría hasta un tiempo después.

Mientras Eadwyn seguía con sus cavilaciones comprobó que llevaba puesto el colgante en el cuello, cogió el cinto y metió su espada. Unos gritos provenientes del Rey anunciaban que la marcha iba a comenzar. Eadwyn corrió de nuevo hacia los establos, cogió a Silmë y sin montura avanzó junto al grupo principal.

- Hija… ¿donde te habías metido? –dijo el Rey.

- Estaba en la habitación, cogiendo algunas cosas.

El Rey sonrió y avanzó junto a Gandalf el Blanco -que se iba a marchar más adelante en el camino-a la delantera de la fila.

- Con que… ¿recogiendo algunas cosas? –dijo Aragorn a su lado.

- Sí, ¿por qué? –respondió Eadwyn, un poco enfadada con Aragorn por meterse siempre en sus asuntos.

- No, por nada… no será esa brillante espada, ¿no? Por que si es así no voy a dejar que luches.

- ¿Tú… tú como sabes de la existencia de la espada? –preguntó Eadwyn con absoluta curiosidad.

- Me lo decías cuando eras un retaco enano…

- ¿Ya empezamos, viejo chocho? Pero si tenía 23 años! – rieron-. Creo que tú eres el único que sabe de la existencia del colgante y de la espada… -Eadwyn miró al horizonte de nuevo seria.

- Puedes estar segura, amiga mía.

Sonrió y Éowyn, que se encontraba detrás conversando con una señora de Rohan se adelantó y se puso al lado del caballo del Señor Aragorn.

- Yo… creo que sobro. –concluyó Eadwyn soltando una risita, a lo que Aragorn y Éowyn la miraron con furia en sus ojos. – Vale, vale…

Atravesaban unos pequeños montículos y Edoras ya no quedaba a la vista de la multitud de viajeros. Al horizonte y aún no muy cercanas se encontraban las montañas Blancas, en donde se encontraba el abismo de Helm, y al otro lado la Ciudad de los Reyes, Gondor.

- Aiya, Princesa de Rohan. –saludó una voz al lado de Eadwyn, que se encontraba inmersa en su mundo.

- Hola, mi señor Legolas. –dijo Eadwyn sorprendida.

- ¿Conocíais a Aragorn? Os he oído hablar animadamente. –dijo con una sonrisa.

- ¿¿Nos has oído?? Pe…pero como? S-

- No te preocupes, no he escuchado nada de valor. Y aunque lo hubiera hecho, vuestro secreto estaría a salvo conmigo.

Eadwyn suspiró con alivio y sonrió a Legolas, que la miraba también con una sonrisa.

- No pasa nada, Legolas. –dijo Eadwyn.- Le conocí cuando tenía 23 años, y me llama retaco enano. –Rió débilmente- A lo que yo le llamo viejo chocho. –Legolas también se unió a la risa y empezaron a conversar animadamente como si se conocieran desde hace mucho tiempo.

- Debe ser muy divertido picar a Aragorn de esta manera. –dijo con una deslumbrante sonrisa.

- Sí… ¿Sabes? Nunca había visto a un Elfo.

- ¿Nunca? –Eadwyn negó con la cabeza mientras esperaba atenta a lo que diría Legolas- Hay varios tipos. Yo vivo en los bosques, en el Bosque Negro exactamente, aunque últimamente se ha visto muy deteriorado. Vivo bajo el gobierno del Rey Thranduil, mi padre.

- ¿También eres príncipe? No lo sabía… -Legolas negó lentamente con una sombra de dolor en los ojos azules-. Odio ser princesa. –Continuó Eadwyn- Siempre te dicen lo que tienes que hacer y luego te obligan a casarte con alguien de tu rango o superior a ti, sin amor.

- Creo que compartimos opiniones. –Legolas volvió a esbozar una sonrisa amable y de eterna gratitud. – Me alegra pensar que todavía hay alguien que me comprende.

- Y a mí que haya alguien que me respalde.

En ese momento, la escolta que iba delante se desmoronó y unos aullidos hicieron que esa agradable conversación que había unido a dos seres se viera interrumpida. Háma, el hombre que anteriormente había pedido las armas a los tres viajeros, había muerto a causa de unos lobos de Isengard, que venían a matar a la población rohirrim.

Eadwyn abrió desmesuradamente los ojos al ver el cadáver del agradable Háma y Legolas y Eadwyn se aproximaron hacia Théoden, que se había parado en seco. Los guerreros se disponían a atacar y las mujeres y los niños a ser evacuados para llegar lo más pronto posible hacia el Abismo de Helm. En definitiva, todo lo que era tranquilidad y risas se había convertido en un infierno.

- ¡Eadwyn, Éowyn! ¡¡Conducid a las mujeres y los niños al Abismo de Helm!! Todo aquel que pueda luchar que lo haga, pero vosotras corred junto a los demás.

- Se luchar… -dijo alterada Éowyn.

- Sabemos luchar, padre. Déjanos intentarlo. –intervino Eadwyn rápidamente.

- ¡NO! MARCHAD!

Eadwyn y Éowyn le miraron con rabia y se dieron media vuelta para echar a correr a guarecerse junto a los demás. Eadwyn miró atrás y vio a Aragorn mirándolas significativamente antes de darse la vuelta y a Legolas, que se dio la vuelta para mirarla. Esos instantes en que sus miradas se cruzaron fueron los desencadenantes de una furia contenida hace mucho tiempo. Debía luchar, no iba a dejar a sus amigos solos, y menos a Legolas, su nuevo amigo.

- Éowyn, continúa tú. Lucharé por los que amamos y te prometo que algún día lucharemos juntas. – Eowyn la miró con una sonrisa y al ver la determinación que ella misma había visto frustrada, supuso que sería lo mejor.

- Hazlo por mí, lucha por las mujeres y por Rohan. – seguidamente se dio la vuelta y siguió corriendo, dejando a Eadwyn parada en el camino junto a su yegua.

- Querida Silmë, no me falles. –dijo en un susurro.

Cabalgó sin sangre en las venas como nunca antes había cabalgado y llegó hacia un pequeño montículo donde se divisaba todo el improvisado campo de batalla. Había muchos lobos esparcidos por el suelo, pero también guerreros que habían perecido en las fauces de Isengard.

Eadwyn cabalgó hacia el campo de batalla y cogió una lanza que estaba clavada en el suelo. Con un grito de guerrera desenfundó la espada y lanzó la lanza que blandía en su mano al primer lobo que se le acercaba.

- ¡Gimli! –gritó aterrada, viendo como un lobo se le aproximaba por detrás.

El lobo estaba a punto de saltar por detrás de Gimli, que se había dado la vuelta, aunque no le iba a dar tiempo. Silmë avanzó rápidamente y Eadwyn, con un ágil movimiento y de una sola estocada clavó su espada en la robusta espalda de la bestia.

- ¡Gracias, chiquilla! –dijo Gimli, el cual tenía ahora el lobo encima de su pequeño cuerpo.

- ¡De nada! –dijo jovialmente Eadwyn, que reía al ver a Gimli en una situación así.

Siguió avanzando veloz y mató a muchos lobos que se le ponían por el camino. Vio a Legolas, que lanzaba sus flechas elegantemente, al rey Théoden que los mataba a todos sin pudor alguno y a Aragorn. Este último era ágil, y su espada no perdonaba. Levantó la vista al sentirs observado y vio a Eadwyn, que le miraba sonriente.

- ¿Cuántos llevas, Aragorn?

- ¡Eadwyn! ¿Que haces aquí? ¡Por Elendil, sabía que vendrías! –dijo con sorpresa.

La chica puso cara de horror. Un horrendo orco montado sobre una bestia se aproximaba con cautela por detrás.

- Aragorn! Cuidado!

Aragorn se dio la vuelta pero era demasiado tarde; se enganchó a una de las riendas que el orco utilizaba para sujetarse y fue arrastrado por el camino mientras Eadwyn gritaba de horror.

- Aragorn!! Auxilio!! ARAGORN! – "AUXILIO, Eru, ayúdame!"

El Orco reía cruelmente viendo como Aragorn se intentaba desenganchar inútilmente. De repente, el cielo del día se nubló, y las nubes se tornaron negras. Se avecinaba una tormenta.

Eadwyn extendió las manos al cielo y sus ojos se pusieron en blanco. De repente, empezó a recitar unas palabras mientras estaba en trance:

Lasto beth nîn.

Gwaew o hón nîn.

Lasto lla yendë Idril.

An etelehtantes ilya.

Mellon nîn.

Inmediatamente, un viento azotador agitó los dorados cabellos de la muchacha y los lobos vivos empezaron a caer muertos y los que seguían vivos eran fulminados con los rayos, con destellos plateados. El lobo que tenía apresado a Aragorn corrió y corrió hasta llegar al acantilado, donde cayó junto al mejor amigo de Eadwyn.

La mujer salió temblorosa de su trance y corrió hacia el precipicio. No había rastro alguno de Aragorn, había caído. Había un orco riéndose, que portaba en su mano un objeto que brillaba. Eadwyn le abrió bruscamente la mano y lo encontró: la Estrella de la Tarde de Arwen. Aragorn había caído.

Eadwyn golpeó con fuerzas renovadas al suelo, mientras los demás continuaban estupefactos. Las lágrimas empezaron a caer con fuerza por los ojos de Eadwyn, que en ese momento estaba rompiendo la promesa que le había hecho a su padre por la mañana.

- Maldición! Ha sido culpa mía! Si hubiera visto antes al lobo podría haber evitado que Aragorn cayera… -se maldijo sollozando Eadwyn mirando al río que había abajo del acantilado, sin sospechar el conjuro que había realizado anteriormente.

Una mano se posó temerosa en su hombro. Eadwyn se giró y vio la cara de Legolas, que expresaba un dolor y una sorpresa a la vez. Eadwyn extendió la mano y le entregó la joya de Arwen a Legolas.

- Esto debe ser tuyo. Guárdalo bien, Aragorn lo hubiera querido así.

Se dispusieron a marchar. Ahora es cuando echaba de menos a su madre, a Théodred, a Éowyn y a Gandalf. Ese mago se había marchado poco antes para buscar y convocar a los rohirrim de toda la comarca.

Théoden no miraba a la cara a Eadwyn. Parecía enfadado, decepcionado, triste y preocupado por su hija. Todos los guerreros mantenían una distancia prudente, incluso Legolas y Gimli, de Eadwyn. Eadwyn optó por irse al final de las filas. Todos pensaban que había sido ella quien había matado a Aragorn, lo que no sospechaba era por qué todos mantenían una distancia. Parecía ¿miedo?

"Por fin te encontramos, Idril, es hora de que vayas descubriendo quien eres"

Una misteriosa voz habló en la cabeza de Eadwyn y su vista se empezó a borrar… lo veía todo oscuro… estaba cayendo en un profundo sueño… no veía casi nada… y después, oscuridad.


Eresse: Veia todo oscuridad, se cayó del caballo y se mató con una roca. Jajajaja, es broma. Lo siento, lo siento, lo siento… sineto muchísimo la tardanza. Podéis pegarme. Os juro que muy pronto estará el capítulo del ¡¡Abismo de Helm!! Si, si, la batalla. Y esto se va a poner muy interesante, mucho.

Además, me gustaría que me dieran su opinión en Reviews. Y sobre todo, quiero que, si es posible me contestéis a la siguiente pregunta:

¿Qué crees que le está sucediendo a Eadwyn? ¿Cual es su verdadera identidad, según tus criterios?

Jajaja, ya está. Este enigma me está rompiendo la cabeza, pero creo que más o menos ya tengo la respuesta a todo esto. Ahora van las transcripciones:

Lasto beth nîn - Oye mi voz

Gwaew o hón nîn - Viento de mi corazón

Lasto lla yendë Idril - Oye a tu hija Idril

An etelehtantes ilya - Para salvarles a todos

Mellon nîn. - Amigo mío

Ya está! (La poesía la he hecho yo con algo de esfuerzo... jeje) Muchas gracias a todas las reviewers (Anabella, HADA, thesesshogroupie –no te preocupes, supongo que luchará en el Abismo, aunque siempre hace lo que quiere, está rebelde la niña ;)-).

Nos leemos!! Reviews, please!