Capítulo 4. Secretos desvelados y el Abismo de Helm.

Eadwyn cayó ruidosamente del caballo y cerró los ojos al recibir el impacto. Cuando los abrió se sorprendió al encontrarse en medio de un bosque. Las hojas doradas caían mecidas por el viento y un suave aroma inundaba el ambiente. La luz entraba a raudales a pesar de abundar los altos árboles, y los pájaros cantaban melodiosas canciones. Se levantó sacudiéndose los ropajes y miró hacia todos los lados.

"¿Acaso estoy muerta y no me he enterado?", dijo con sorna.

Caminó hacia delante. No sabía donde se encontraba y, aunque el bosque parecía sacado de un cuento, nunca se sabía lo que se podría encontrar. Intentó hacer el menor ruido posible hasta que llegó a un claro del bosque.

"¿Y ahora qué?", se maldijo.

De repente un ruido de arrastrar de hojas y pisadas la alertó y se tocó su cintura, pensando que allí podría encontrar la espada, pero sus ropajes sucios de haber luchado contra criaturas malignas habían sido reemplazados por un suave vestido azul claro de seda que le caía hasta el suelo. No tenía mangas y dejaba los hombros al descubierto, con unas tiras del mismo color. Lo único que tenía de antes era el colgante, que parecía brillar con intensidad.

Al instante, dos mujeres aparecieron vestidas de blanco, que cegaron a Eadwyn. Las dos eran rubias y tenían el pelo ligeramente ondulado que les caía en cascada hasta la cintura. La más majestuosa llevaba una bonita tiara y su vestido era blanco y resplandecía como el mismo Mithril. La otra tenía los ojos de un resplandeciente azul vivo, y su vestido era liso y rosado. Las dos sonreían a Eadwyn, que se encontraba acongojada ante semejante belleza.

- Bienvenida a Lothlórien, Eadwyn, hija de Théoden –dijo la primera- ¿Sabes quienes somos? -añadió con voz dulce, que podía compararse con el canto de los ruiseñores.

- No… no se que hago aquí…

- Bien… soy Galadriel, la Dama Blanca de Lórien. –Los ojos de Eadwyn se volvieron brillantes y se apresuró a hacer una elegante reverencia-. Sé que tu corazón ha anhelado este momento, Dama Eadwyn.

- Eadwyn… ¡qué mayor que estás! –dijo la otra mujer emocionada. Se asemejaba mucho a Eadwyn, que en ese momento estaba congelada- Soy Eadwiel, hija míatu madre.

- Ma…¿madre? Pe-pero no puede ser… tú…

- Morí, lo se… Morí en mi forma humana, mas no como elfa. –Sonrió dulcemente a Eadwyn, que tenía la boca abierta.

"Yo vivía en Lothlórien, junto a la Dama Galadriel, y era una elfa. Un día, decidí hacer una expedición junto a unos elfos de la guardia de Lórien, entre ellos Háldir, y llegamos a Rohan. Allí me enamoré perdidamente de Théoden, que en aquellos tiempos aún no gobernaba, y nos casamos. Así, renuncié a mi inmortalidad por amor y te tuve a ti, mi preciada hija; y a Théodred el Valiente. En un asalto a Rohan por un grupo de orcos me hirieron de muerte, hace dos años exactamente, y te lo quise ocultar. Morí y tú has creído hasta ahora que morí por causas naturales, mas no fue así.

- ¿Por qué me mentiste? –respondió Eadwyn con los ojos nublados por las lágrimas que amenazaban por salir de un momento a otro.

- No quería que te enteraras de que eres un elfa hasta esta edad que tienes ahora. Para los elfos no eres más que una niña… -Dijo mirándola fijamente.

- ¿Théodred era medio elfo?

- No… solo tú has adquirido el don de la inmortalidad. Ahora tienes la tarea de elegir si deseas ser mortal o no. Ten cuidado, elige el buen camino que te dicte tu corazón. –Eadwyn se volvió hacia Galadriel y preguntó lo que tanto quería escuchar.

- ¿Por qué me llamabais Idril? Reconocí vuestra voz en mi mente antes de llegar hasta aquí. Madre… tú también me llamaste Idril…

- Tu nombre en el lenguaje rohírrico es Eadwyn, pero en el élfico es Idril, en honor a una Dama nacida en Valinor que se llamó así también. –Dijo la dama Galadriel esbozando una pequeña sonrisa.- Ahora querrás saber por qué todos te miraban con miedo antes de llegar hasta aquí, ¿verdad?

Idril levantó la mirada del suelo con curiosidad. Demasiadas respuestas para analizarlas en un pequeño lapso de tiempo. Eadwiel volvió a hablar con la mirada puesta en el horizonte:

- Has sido bendecida por Manwë, vala de los Vientos. Hace mucho tiempo, incontable, Manwë prometió que otorgaría los poderes de invocar a la naturaleza a cualquier ser poderoso que naciera en una determinada fecha. Tú fuiste la Elegida, y el don que llevas puede ser una bendición o una maldición, según desde donde lo mires. Cuando naciste los elfos prometimos alejarte de todo nuestro mundo y educarte en el momento adecuado. Hicimos un colgante que simboliza a Rohan –y el mundo de los humanos- y a Lórien unidas, con una perla forjada por Aulë y Manwë, que yo misma me encargué de protegerla hasta el momento de otorgártela.

- Idril… invocaste a la naturaleza y provocaste la muerte de todas aquellas sombras, pero puede llegar a ser peligroso si no lo controlas. –dijo Galadriel-. Ten cuidado.

Eadwyn o Idril estaba asombrada y con la boca abierta. Los ojos los tenía como platos mirando alternativamente a Galadriel y a Eadwiel. Cayó de rodillas tapándose la cara con las manos. Ahora lo entendía todo. Ahora entendía por qué la muerte repentina de su madre hace dos años, el colgante otorgado, el viento huracanado… lo entendía todo excepto una cosa. Eadwiel le ofreció la mano y Eadwyn la cogió para incorporarse de nuevo.

- ¿Y Aragorn? –Le costaba hablar sobre él- Yo le maté…

- No, no fuiste tú. Tú le salvaste de una muerte segura. Cayó por el acantilado, sí, pero no ha fallecido. –Galadriel y Eadwiel sonrieron ampliamente- Ahora mismo está preocupado intentando despertarte. Además, Aragorn llegó varios días después de la muerte de Eadwiel, justo para empezar a darte pistas sobre tu identidad.

Eadwyn sonrió ampliamente de alegría y corrió a abrazar a su madre, que, sorprendida le devolvió el abrazo.

- Te he echado de menos, madre.

- Y yo también a ti, hija mía. –a Eadwiel le temblaba la voz de la emoción.

- Idril será como te llamaremos ahora, ¿mirarás por el espejo? –dijo Galadriel señalando hacia un punto en el bosque. Eadwyn solo asintió con la cabeza y fue guiada por un sendero hasta llegar a una mágica ciudad, donde llegaron a una pequeña fuente.

Tras una advertencia de Galadriel en la que decía que el espejo mostraba cosas que fueron, que son y que serán en el futuro, Eadwyn apoyó las manos y se dispuso a mirar por él mientras las dos mujeres se atrasaban unos pasos.

En el agua se dibujó el Abismo de Helm infestado de orcos y la llegada de los elfos; después apareció Legolas mirándola fijamente con un resplandor semejante al sol; apareció una niña jugando en el río con un palo y de repente resbalaba y se caía mientras lloraba. Un chico iba a ayudarla y la cuidaba; y por último apareció una imagen de ella misma, los relámpagos y los rayos iluminaban el ambiente y el ojo de la Torre Negra se hacía más grande hasta cubrir por completo el agua. Eadwyn asustada retrocedió para atrás y se tapó los ojos respirando entrecortadamente.

- Esto es lo que pasará si no escoges el camino adecuado o no tienes cuidado de tus actos. –dijo Galadriel con voz sombría-.

- Debes quedarte por un tiempo en Lothlórien para empezar tu instrucción. –habló Eadwiel- Debes elegir tu camino, te quedas o te marchas a la guerra. Pero si vas a la guerra… correrás más riesgo de morir.

- Entonces ya he elegido mi camino… no me quedaré en Lothlórien viendo como mis amigos mueren en la guerra y como los orcos empiezan a invadir las tierras hasta que no quede ni una pizca de agua pura en la Tierra Media….Iré al Abismo de Helm pero os prometo que tarde o temprano volveré.

Las dos mujeres la miraron fijamente. Eadwiel contenía los sollozos y Galadriel la miraba admirada.

- No le debes contar a nadie que has estado aquí. Sabemos que volverás a completar tu instrucción, hasta entonces ten mucho cuidado, pequeña Idril. –suspiró y continuó- Has elegido tu camino… que así sea.

Eadwyn sintió un dolor terrible de cabeza y el colgante empezó a brillar con intensidad. Su luz blanca la invadió y se sintió caer en un agujero. La tierra le empezó a dar vueltas y se vio obligada a cerrar los ojos.

"Namarië, Idril. Que los Valar te protejan"

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- Eadwyn, Eadwyn por favor despierta… -decía una voz insistentemente zarandeándola suavemente por el hombro.

Eadwyn abrió los ojos sobresaltada y se incorporó de un salto. Estaba en una habitación casi sin decorar y de piedra.

- ¿A… Aragorn? –preguntó tartamudeando.

- ¿No creerías que te ibas a librar tan fácilmente de mí, jovencita? –dijo jovialmente. Eadwyn entonces recordó lo que le había dicho la Dama Galadriel: ¡Aragorn estaba vivo!

- Aragorn, ¡cuanto me alegro de verte, mellon nîn! –dijo abrazándole sin darse cuenta de que había dicho una palabra en élfico. Aragorn también la escuchó y sonrió comprensivamente. ¡Por fin Eadwyn se ha dado cuenta de quien es!, pensó.

- Yo también a ti, pequeña Idril. –Eadwyn sonrió ampliamente.

- ¿A sí que tu ya sabias todo? –dijo Eadwyn con las manos en la cintura- Serás…

Y así pasaron varias horas hablando sobre lo que le había dicho la dama Galadriel.

- Debes prometer que no le dirás a nadie quien soy hasta que sea inevitable. –dijo Eadwyn seria.

- Te lo prometo, pero… ¿podrás guardarlo tú?

Eadwyn se quedó pensativa unos momentos y asintió pensando en si se lo diría a Legolas o no. En ese momento se abrió la puerta y apareció como oyendo sus pensamientos Legolas.

- Eadwyn, ¡has despertado! –dijo avanzando hacia la chica que se hallaba de pie sonriente mirándole-. Cuanto me alegro, no sabes lo preocupados que estaba… quiero decir, estábamos por ti –dijo nervioso.

- Supongo que me desmayé por el cansancio y por creer que Aragorn había muerto…

Aragorn, Legolas y Eadwyn bajaron las escaleras al oír a Théoden, que daba gritos ordenando a los soldados colocarse frente a las murallas. Los orcos estaban por llegar al Abismo de Helm. Gimli y Théoden discutían sobre los orcos, y se callaron en cuanto vieron a Eadwyn llegar a donde su padre.

- Hija! Me alegro de que estés bien. El Señor Aragorn ha estado al lado tuyo desde que llegó al Abismo. Eadwyn… no sabes lo preocupados que tenías a todo Rohan, especialmente a tu prima Éowyn y a mí. –Dijo esbozando una sonrisa- Ahora debes bajar a las cavernas donde se encuentran todas las mujeres y los niños. La guerra está a punto de estallar y las tropas de Saruman se dirigen hacia aquí.

- Déjame luchar.

- No! Ya me has desobedecido una vez y mira las consecuencias… No quiero que expongas tu vida de esta manera! –gritó con un radical cambio de humor.

- Es mi vida! Yo se lo que debo hacer y creo que soy lo suficientemente mayorcita como para cuidar de mi misma. –gritó también Eadwyn, recordando las palabras de Eadwiel y Galadriel.

- Ve a las cavernas o no sabes lo que puedo hacer!

Eadwyn le miró con lágrimas en los ojos y se marchó corriendo. Corrió hacia las escaleras que conducían a las cavernas y se sentó con la cabeza entre las rodillas.

- Joven Dama! –dijo Legolas, que se aproximaba corriendo. Le puso la mano en el hombro, estremeciéndose con el suave tacto de la piel de la chica y continuó-: Joven princesa, creo que será lo mejor que vayas a las cavernas porq-

- No!! ¿Legolas tú también? Toda mi vida he estado al servicio de mi padre. Más que una princesa parecía una esclava acatando sus órdenes. No me pidas que me vaya…

- Entonces no te pediré que te refugies en las cavernas… Pero si te pasara algo no se lo que sería de mí… -dijo dándose cuenta de sus palabras- Por favor, ten mucho cuidado. Si no vuelvo, que sepas que te echaré de menos y que te esperaré por siempre, mi princesa.

- Legolas… -Eadwyn había contenido la respiración y abrazó al elfo, que se encontraba al lado-. Legolas, cuando creas que todo está perdido confía en mí, escucha la melodía del viento y apareceré para ayudarte…

Legolas correspondió al abrazo de la chica, pensando que algo en ella había cambiado. Ninguno de los dos sabía que ese abrazo había unido a dos seres en alma. Eadwyn en un impulso repentino se apartó y acercó su cara hacia la del elfo. En cuestión de segundos Legolas le dio un pequeño beso en los labios inconscientemente que ella correspondió. Ella, al darse cuenta de lo que estaba haciendo se separó inmediatamente y mirando al suelo con la cara encendida por la vergüenza se despidió de él.

- Namarië, Legolas, espero volver a verte.

- Namarië, Eadwyn.

Legolas dio un paso hacia atrás y corrió hacia la muralla pensando en lo que había hecho.

"¿Solo la conozco de un día… por qué lo he hecho?", se repetía constantemente, aunque recordaba con emoción como ella le había correspondido. Llegó donde se encontraba Gimli y pudo comprobar como se había desencadenado un tormenta y las tropas negras avanzaban.

Eadwyn mientras tanto se acarició los labios, sonrió y corrió hacia la habitación donde quedaban algunas armaduras y lanzas. Cogió lo primero que había por delante, se vistió, se puso el casco para que no la reconocieran, comprobó que llevaba el colgante de Manwë y la espada y salió corriendo hacia las murallas.

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Eadwyn comprobó con alegría que las tropas de Lothlórien habían llegado y se situaban entre los rohirrim. Legolas y Gimli se encontraba a una buena distancia de ella, y tenía que preocuparse de que no la descubrieran.

Un hombre mayor de Rohan disparó la primera flecha y Aragorn gritó que pararan. Sin embargo, los uruk-hai se enfurecieron y empezaron a lanzar sus flechas y a hacer funcionar sus catapultas. Aragorn mandó una descarga de flechas élficas que mataron a buena parte de la primera línea de orcos. Estos empezaron a avanzar enfierecidos. Eadwyn miraba aterrada a las criaturas, eran mucho más horribles que las que iban montadas en los lobos.

Los uruk-hai clavaron unas escaleras en el suelo y sin esfuerzo las consiguiron levantar. Hileras de orcos subían lentamente con sus 'espadas' en la mano. Gritaban feroces y la mayoría eran acallados por las flechas del bando contrario. Por fin, los orcos llegaron a la muralla y empezó la lucha cuerpo a cuerpo. Eadwyn se adelantó y con maestría desenvainó la espada y atravesó al primer orco que aparecía. El segundo miraba con la cara contraída a su compañero y a la mujer que tenía delante y se abalanzó sobre ella. Idril le cortó la cabeza y así sucesivamente con los cinco siguientes.

- Ya está bien! Dejad de subir, idiotas! –gritó exasperada. Con la espada, que emitía reflejos por la luz de las antorchas logró cegar por minutos al orco que se le aproximaba y después cortó la cuerda de la escalera.

Los orcos se precipitaron al vacío y aplastaron a un gran número de compañeros en el suelo.

- Ja, ja, ja! Eso por bobos… -continuó mientras corría por la muralla ayudando a su pueblo.

Los orcos ahora lanzaban lanzas caídas. Uno logró lanzar una a Eadwyn, que se hallaba corriendo, pero por suerte o desgracia la lanza atravesó a un rohirrim que estaba justo a su lado. Eadwyn, enfierecida por el hecho, se paró delante de la pequeña escalera que se había levantado.

"Hola, bienvenidos al Abismo de Helm", dijo.

"Cállate, soldado inútil!", dijo con voz grave y ronca el orco.

"Oh, oh, oh! Yo que tú no llamría soldado inútil a cualquiera", dijo quitándse el casco, ya daba igual todo, "Ahora si me disculpas creo que tengo que cortar esa cuerda"

Rápidamente con un hábil movimiento cortó las cuerdas que sujetaban la escalera y gritó:

"Espero que nos volvamos a ver, soldado–orco inútil! Gracias por visitar el Abismo de Helm!", rió.

Los soldados que se encontraban alrededor rieron al comprobar a la chica saludar con la mano. El casco de Eadwyn cayó junto a la escalera de orcos, pero no le importó: ya tendría tiempo para ponerse otro. Corrió infligiendo daños al ejército de Saruman.

- Treinta y dos, treinta y tres… -contaba mientras mataba a las fétidas criaturas.

De repente, una explosión muy cerca de ella la hizo tirarse al suelo. Numerosas rocas cayeron al lado de ella y una le cayó en el tobillo. Emitió un grito de dolor. La roca no era muy grande, pero suficiente para poder romper un tobillo. Intentó ponerse en pie. Con horror comprobó que su pie estaba roto, sangraba abundantemente y no podía posarlo bien. Oía bien, así que la explosión no le había dañado los oídos. Intentó correr sin posar el pie hacia la muralla, evadiendo las rocas que ahora caía de las catapultas del enemigo. El Rey Théoden estaba diciendo que los guerreros entraran de nuevo, y Eadwyn se apresuró. Las lágrimas se le saltaban del dolor y con esfuerzo consiguió refugiarse en el primer sitio que pudo, entre las rocas.

Cerraron las puertas y los orcos aullaron de furia. Al cabo de unos cuantos minutos en los que Eadwyn se sentó incapaz de moverse las puertas se abrieron y los rohirrim salieron con sus caballos. La muchacha se levantó y con esfuerzo vio como una figura blanca montada en un caballo llegaba con Éomer y los Jinetes de La Marca y conseguían vencer a los orcos. Eadwyn estaba empapada de un sudor frío y cuando creía que todo estaba despejado un orco le disparó una flecha por detrás. La cara de Idril se contrajo de dolor y empezó a caer. Sus rodillas flaquearon y pudo comprobar como Aragorn, Legolas y Gimli llegaban en ese momento para socorrerla.

Oh… Vaya, vaya… como he dejado esta escena. A mi me da mucha pena herir a mi personaje, pero veréis que es para un buen fin.

Como veis los impulsos de Legolas han ido más allá que su razón, aunque no todo va a ser así… ya veréis, mwjejeje.

Muchísimas gracias a mis reviewers del corazón que después de varios meses de ausencia de este fic siguen ahí. Ellas saben quienes son. Sin vosotras esto nunca podría haber sido posible.

Muy pronto pondré el siguiente capi. Nos leemos!!