Los personajes que aquí aparecen en toda la historia pertenecen a J.R.R.Tolkien y/o New Line Cinema, a excepción de Eadwyn, Durkash y demás personajes salidos de mi mente alocada. Por si no había quedado claro.
Capítulo 5. Durkash
Aragorn corrió desesperado hacia su amiga que caía de rodillas al suelo con una mueca de dolor. Las lágrimas bañaban su rostro pálido dándole unas tonalidades brillantes y sus ojos azules le pedían auxilio.
- Pequeña princesa! –gritó Gimli cuando sus cortas piernas le permitieron llegar hasta su objetivo.
Eadwyn mostró una mueca de dolor que intentó ocultar con una media sonrisa. Legolas la miraba con los ojos entrecerrados y las manos en el pecho, paralizado de terror sin saber muy bien que hacer. En cuanto llegó el futuro rey de Gondor –Aragorn-, se arrodilló frente a ella. Su voz denotaba miedo por primera vez. La flecha del orco, que había sido exterminado por Gimli anotándole otro tanto en su lista de muertos, estaba incrustada justo en el hombro de la joven.
- Eadwyn… tranquila… -decía Aragorn con voz temblorosa.
- Esto me pasa por cabezota… -sollozó Eadwyn.
- No te muevas.-Intervino Legolas-. Te sacaremos la flecha y te curarás… -dijo con los ojos empañados en lágrimas recostando a Eadwyn suavemente en el suelo.
Gandalf llegó corriendo al ver ese pequeño corro que se había formado entre los miembros de la Comunidad. El viento de repente empezó a soplar demasiado y la flecha, que al parecer estaba incrustada en la carne salió volando hacia las rocas. Por lo menos no estaba envenenada, lo que supuso ser una suerte para Idril.
Aragorn y Gandalf se miraron interesados e incluso con una media sonrisa. Gandalf retiró con cuidado las ropas de Eadwyn, y tal vez con algo de pudor, y su sorpresa fue grande al comprobar que en el lugar donde había yacido la flecha se encontraba el agujero ocasionado por la misma y en la piel de la muchacha, tan solo había una pequeñísima herida rodeada de un color morado oscuro, casi negro. Esto provocó que Legolas y Gimli se miraran con las cejas arqueadas y con el ceño fruncido.
- Ay… duele. –dijo Eadwyn incorporándose y poniéndose de pie con la mano posaba en el hombro derecho. Legolas la miraba como si hubiera visto un espectro, con la boca entreabierta y los ojos desmesuradamente abiertos. Eadwyn no solo se quejaba por su hombro, sino por su pie, que parecía estar roto y no lo podia posar. Se apoyó en Aragorn distraídamente y nadie pareció darse cuenta de elo.
- Vaya, vaya. Esto es interesante, muy interesante… -dijo Gandalf pensativo. Iba a volver a replicar cuando en ese momento apareció Théoden eufórico tras la batalla junto a Éomer, el primo querido de Eadwyn.
Estaba muy cambiado desde la última vez que le vio, pero lo que más resaltaba era su aspecto desaliñado y despreocupado. Llevaba una sonrisa pintada en su hermoso rostro y se dirigió hacia Eadwyn, que le miraba también con una sonrisa.
- Hola, Dama Eadwyn. –dijo haciendo una ligera reverencia de cabeza.
- Sabes perfectamente que no tienes que hacer una reverencia ante mí, primo. Por cierto… -dijo mirándole de arriba abajo-. Te ves fatal. –dijo esto último riéndose suavemente.
Se dieron un largo abrazo, aunque permaneció apoyada a Aragorn porque, como bien mencioné antes, Eadwyn había roto el tobillo en la explosión. Buena parte de las muecas de dolor pertenecían a los pinchazos que su pie le proporcionaba. Levantó la parte afectada justo cuando su padre volvió a hablar.
- Eadwyn… creí haberte dicho que quería verte en las cavernas junto a Éowyn! Es que no hacer caso ni a tu padre? –gritó histérico. Su gritó dolía a los oídos de Eadwyn, que se sentía como una niña regañada por su padre a temprana edad-. Sabes que podrías haber muerto? –descargó.
- Lo se… y ha sido una suerte –agregó durante una pausa mirando al suelo- No volverá a ocurrir- Théoden la apuntó con el dedo y señaló:
- Mas te vale… porque sino no volverás a pisar mi reino… Si no me tratas como a un padre, me tratarás como a un rey. –dijo venenosamente, lo que provocó que Eadwyn agachara más la cabeza y las lágrimas volvieran a deslizarse por sus mejillas, que habían adquirido un color rosado- Eres irresponsable, inmadura, desobediente, ingenua e inocente por pensar que una guerra se podía tomar a la ligera!
- Sí, lo se, mi señor. No volverá a ocurrir lo que ha pasado hoy-. Théoden entrecerró los ojos conteniendo su ira y se marchó, dejando a Éomer, Legolas, Aragorn, Gimli y Gandalf estupefactos y Idril conteniendo las lágrimas amargas que salían de desde el fondo de su alma. Legolas la contemplaba y se imaginaba lo que le pasaba por la mente a la chica. Aragorn se marchó cabizbajo también junto a Gandalf y ambos montaron en sus respectivos caballos.
- Lo siento. –dijo Legolas posando una mano sobre el otro hombro de la chica, que lloraba desconsolada. Gimli y Legolas montaron sobre su caballo y subieron colina arriba, dejando a la mujer en medio de un sin fin de cadáveres, sin darse cuenta de que la mujer no podía andar.
Eadwyn había salido mal parada de esa batalla. Tenía heridas superficiales, pero sin duda la que más dolía era la de su corazón; había sido repudiada por su padre, por sus amigos y por Legolas, una de las personas que más le importaban junto a Aragorn y, en cierto modo, Gimli.
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Con mucho esfuerzo logró tumbarse en la cama de las Salas de Curación que el Abismo había preparado para ella. Había conseguido llegar con muchísimo esfuerzo y con la ayuda de su prima Éowyn, que en cuando se enteró de lo sucedido salió de las cavernas hacia el exterior en busca de su querida princesa.
Éowyn la miraba seria, sentada en la silla cerca de la cama donde yacía tumbada Eadwyn mirando hacia el techo como si fuera lo más interesante.
- Ya se lo que me vas a decir. –dijo Eadwyn se repente mirándola de soslayo.- vas a decirme que soy irresponsable, inmadura, desobediente, ingenua e inocente.
Éowyn la miró fijamente intentando ver su corazón que se escondía en una muralla que pocos podían resquebrajar. La misma que se había armado años atrás con la muerte de su madre.
- No… -suspiró levantándose de improvisa y sentándose junto a Eadwyn.- Te diré que has sido valiente, madura para tomar tus propias decisiones, aunque un poco infantil por ponerte así.
- Tu no lo entiendes! No lo entendeis! Nadie me entiende… no puedo hacer nada!! –gritó Eadwyn incorporándose-. No sabéis nada sobre lo que quiero ser o lo que voy a dejar de hacer!! Dejadme hacer mi vida… yo se lo que quiero así que te pediré que te marches y me dejes tranquila!! –Eadwyn levantó la voz de tal manera que algunos se asomaron a ver que ocurría. Éowyn se levantó ofendida tras mirarla con un destello de comprensión y se marchó… dejándola sola… ya no tenía a nadie. Estaba… sola, completamente sola.
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Poco después llegaron unas doncellas que vendaron un poco la zona del hombro para evitar rozaduras y avisaron al sanador para que revisara el pie malherido.
- Esto tiene mala pinta… -dijo examinándolo Harwield, hijo de Harborn.
- Pero me podré curar rápido, ¿verdad? –preguntó ansiosa. El hombre que tenía enfrente tendría unos sesenta años y su pelo estaba cubierto por canas. Sus ojeras y su voz grave aunque ligeramente temblorosa le hacían parecer un hombre respetable.
- Tendrá que viajar cuanto antes hacia Edoras y allí iniciar su reposo. Me temo que no podrá andar en mucho tiempo, mi señora.
Eadwyn sintió una punzada en su estómago y se quedó absorta mirando a la ventana. Ir a Edoras… eso significaba reposo absoluto sin poder moverse y no viajar más.
- Me temo que este pie está muy malherido. Si no hace reposo como le he contado, podría tener graves consecuencias para usted. -dijo mirándola fijamente como si pudiera saber todo lo que sucedía-. Supongo que querrá que viaje con usted.
- Si no es mucha molestia… -respondió Eadwyn con una sonrisa.
- Todos los heridos viajarán con usted y con varios sanadores… pero yo me encargaré de usted, si me permite.
- Por supuesto! No se preocupe… además, supongo que querrá volver a Edoras.
- Tengo ganas de sentarme al fuego y descansar…
- Entonces está hecho. Pronto estará usted cómodo de nuevo en su hogar. –dijo Eadwyn ampliando más su sonrisa.
- Es usted una mujer muy buena –respondió el viejito sonriendo también. Después de una pausa en la que estuvo vendando el pie de Eadwyn se levantó dispuesto para irse cuando añadió: -partiremos mañana, ahora descanse. Su pie lo reclama.
Seguidamente se marchó dejando a Eadwyn inmersa en sus pensamientos. ¿Qué pasaría con Legolas? ¿Y con Aragorn y sus amigos? ¿Y con Eowyn? Sabía que volverían a Edoras, ¿pero cuando? Idril no sabía a donde se habían marchado sus amigos, suponía que a Isengard, pero no lo sabía con total seguridad ya que nadie se lo había dicho. Miró a la ventana que quedaba justo en frente, cuando divisó una figura de un hombre que la miraba desde el exterior.
Era delgado y esbelto, el hombre más bello que Eadwyn había visto en su vida. No era un rohirrim, porque nunca le había visto en la ciudadela y sus rasgos no eran característicos. Tenía la piel pálida, el pelo era moreno y no largo como Legolas o la mayoría de los elfos, sino bien cuidado y corto, aunque tenía que apartárselo a veces de los ojos. Sus ojos eran azules, iguales a los de un elfo, pero eran fríos y calculadores. Vestía con una túnica negra y las chicas que pasaban a su lado reían y le miraban descaradamente. Pero el no se inmutaba. Ni siquiera había un reflejo de sonrisa en su rostro. Solo miraba hacia Eadwyn.
Un cosquilleo en el estomago hizo que Eadwyn apartara los ojos de aquel extraño y se tumbara con el corazón latiendole rápidamente. Cerró los ojos cuando notó una presencia a su lado. Se incorporó y allí estaba él. Al lado suyo.
- Quien eres? –dijo sobresaltada Eadwyn, con los labios resecos de terror.
El hombre entrecerró los ojos estudiándola y una ligera sonrisa y curiosidad apareció por su perfecto rostro.
- C-como has llegado hasta aquí? Estabas fuera… -dijo de nuevo Eadwyn sintiendo sudores fríos, aunque por alguna razón no podía apartar la mirada de aquel muchacho que tendría mas o menos su edad.
- Eso está más allá de tu comprensión, Idril. –dijo con una voz suave, casi hipnotizante.
- Como sabes mi nombre?
- Hay cosas que se que ni tu misma sabes. –dijo con una sonrisa, pero con la misma voz fría que había utilizado.
Eadwyn cada vez comprendía menos. Ese extraño… no le inspiraba confianza… quería huir, pero no podía.
- Estarás pensando en huir, verdad Eadwyn? –dijo el extraño con un destello de malicia en sus ojos y adivinando lo que estaba pensando.
- Quien eres y que haces aquí? –volvió a repetir con serenidad Eadwyn.
- Soy Durkash, heredero de Sauron, y he venido a matarte.
Eresse: No me matéis, no me matéis. Se que soy dura con vosotras, pero ya vereís como a alguna (ejem, ejem...) este personaje la trae loquita. Durkash va a aparecer mucho en la historia y va a dar un giro genial que le va a dar la chispa que la va a hacer diferente. A mi personalmente Durkash va a ser mi personaje favorito. Je, je, je.
Muchas gracias por los comentarios. Lo siento por no contestarlos pero es que lo de los Reviews no funciona hoy… no se que diablos pasa. Pero aún así gracias a todas las que me habéis dejado Reviews, quesabéis quienes sois. En el siguiente prometo responder todo. Mil disculpas.
Solo sigo pidiendo reviewcitos, aunque no me quejo por el resultado de la historia. Muchas gracias… Besos y nos leemos!
-Eresse-
