Actualizado al (11-2022)


AVISO IMPORTANTE

Primero que todo quiero disculparme por el atraso horrible entre mis publicaciones, supongo que nunca es intensión del autor que suceda eso pero, debido a ciertas cosas me di cuenta de que estaba describiendo a alguien que no encaja en sus propias convicciones, tenía a un personaje que se contradecía, como por ejemplo ¿Por qué una mujer segura de si misma, que ha experimentado su sexualidad seguía siendo virgen ? Eso no aplicaba, (ojo, no es ser promiscuo, simplemente no ser virgen ).

Otra cosa era si es tan práctica, cómo va a decir que se enamoró en una semana.

Estas dos cosas al principio tenían una razón, el fic sería corto, máximo 8 capítulos. Pero ya no es así, poco a poco he ido armando el borrador de lo que será está historia que hasta ahora tendrá dos partes. No estoy segura de si una tercera será necesaria. Todo dependerá con el tiempo.

Por lo pronto he editado los primeros capítulos de esta serie. Iba a colocar algo así como la fecha de hoy para que no se perdieran pero me pareció mejor esto; Si estás leyendo esto y no sabes quién es Mathew regresa al primer capitulo y vuelve a leerlos todos. Después puedes volver y leer este que aunque está algo cortito está lleno de contenido +18 porque después de que han esperado tanto es lo menos con lo que las podía complacer además de ser justo y necesario para el pobre conde que lleva no se cuánto tiempo esperando comerse a su ninfa.

No quería publicar aún hasta no tener toda la historia lista pero ya que estamos cerca de diciembre y este dic nació en una navidad me animé a traerles este capítulo que se que les gustará.

Tengo otros cap terminados y otros en borrador, el final decidido y esxrito. No quiero dar fechas de publicación porque después quedó mal. Solo les aseguró que el fic no está ni estará en abandono.

Ahora si las dejo que vayan a leer desde el primer capítulo y luego vuelvan a este.


RESUMEN

Los planes de Rin Taisho se ven arruinados cuando su padre le dice que han heredado un titulo nobiliario y deben trasladarse a la propiedad de inmediato. La casa vieja mantiene a Rin recelosa hasta que su hermana hace un escabroso descubrimiento; la antigua condesa es idéntica a ella, tanto en nombre como en apariencia. Intrigada decide buscar información sobre sus antepasados descubriendo un pasado oscuro al rededor del matrimonio con el antiguo conde Sesshomaru Taisho. Para su mortificación pronto se ve obsesionada con un retrato del conde e inconscientemente la noche de navidad pide un peligroso deseo.

"—Sesshomaru Taisho, como deseo haberte conocido"

ONCE

–Hazlo – su vos había salido como un gemido, su cuerpo se había abierto en sintonía. Piel sudorosa a pesar del frio. Su sexo mojado y adolorido de excitación.

El conde había soltado un gruñido gutural, animal, primitivo. El más puro instinto carnal. Su mirada revestida de lujuria. Se había acomodado en su centro, ella había separado sus piernas. Él presiono en su entrada lo suficientemente fuerte para hacerle sentir su miembro y lo suficientemente débil para no lastimarle.

La había besado, enredado su lengua con la de ella. Rin estaba al borde de la locura, necesitaba sentirlo dentro, por eso empujó su cadera hacia arriba animandole a continuar. Él no necesito ninguna otra confirmación para entrar en ella.

La cálida presión de su miembro ensanchando su dolorida carne, gimió, porque no pudo evitarlo. Las uñas femeninas se clavaron en la espalda masculina. Él gruñó. Ella sentía sus articulaciones temblar en su intento de entrar despacio, pero Rin no lo quería despacio, lo quería duro y exigente por eso busco sus labios, quería hacerle perder el control. Su orgullo femenino exigía que él perdiera el control ante ella.

El conde cayó en su red y atrapó su beso con voracidad, ella enredo sus piernas en su cadera y él con una embestida se hundió completamente en ella, extasiándola. Era duro, grande, doloroso. Ella grito de placer y al ver que él se detuvo jadeó: —No, no te detengas.

Todo signo de delicadeza por parte de Sesshomaru desapareció a partir de ese momento.

Los duros brazos masculinos la atraparon en una dolorosa prisión, sus dedos clavándose en su espalda y caderas. Comenzó a embestir con firmeza, sin darle tiempo de respirar completamente. Rin nunca se imaginó que podía encontrar placer de esa manera, pero todo lo que hacía era aferrarse a él por más. Lo necesitaba. Le encantaban los ardientes besos, la lujuria que veía en sus ojos cuando sus miradas se encontraban, la manera perfecta en la que inmovilizaba. No podía parar de gemir, más tarde se mortificaría por saber hasta dónde había llegado el sonido de su voz.

El la beso de nuevo mordiendo su labio inferior, ella enredo sus dedos en su cabeza, abrió sus piernas y arqueó su espalda. Cada choque era un nuevo gemido.

—Di mi nombre —gruño Sesshomaru mirándola a los ojos.

—Sessho... Ah —jadeo porque él la embistió con más fuerza—. Seshomaru.

—Eres mía.

Ella no negó ni confirmo tal afirmación. Solo se dejó llevar por las embestidas cada vez más fuertes del conde, había perdido la razón y si él le hubiese exigido que le dijera que era suya lo habría hecho sin sudar.

—Mia —repitio él aumentando la velocidad.

Tuya

Y con ese pensamiento ella se abandonó al placer del mejor orgasmo que había tenido en toda su corta y efímera vida. Había gritado, arañado y ahora estaba temblando debajo del hombre que la penetraba duro y sin piedad.

—Mío —susurro ella en su oído.

Y con un último empuje se hundió en ella soltado un gruñido gutural, derramando todo su líquido en su interior.

Se quedaron así, acoplando sus respiraciones. Ella no dejo de abrazarlo y cuando él se retiró ella se giró con él hasta quedar acostada sobre su pecho.

Se sentía soñolienta y el que él estuviera trazando círculos en su hombro no estaba ayudando a mantenerse despierta. Poco a poco su mente se fue relajando, sus pensamientos cada vez más lejanos. Cerró los ojos y con un último suspiro se quedó dormida.

Por la mañana Rin Sólo sabía que le dolía hasta el más mínimo músculo de su pequeño y esbelto cuerpo. Se miró las manos con pequeñas costras de sangre, en el calor del momento no había sentido que se estaba lastimando las heridas que se había hecho en la cueva, por suerte no eran graves. Mierda, la herida de Sesshomaru. Se giró para encontrárselo observándola.

Antes de que ella pudiera decir algo él le cogió una de las manos y se la llevó a los labios.

—Lo siento —su disculpa tenía un deje de culpabilidad, intento mitigarla dejando un húmedo beso sobre sus dedos.

El calor llegó de nuevo a su entrepierna.

—No fue tu culpa, yo no me medí —dijo con un leve rubor que jamás en su vida había sentido. Nunca se había avergonzado antes, durante o después de sexo. Para ella era algo natural, un deseo carnal más que el ser humano necesitaba complacer.

Él se quedó observando fijamente su rubor y ella habría jurado que por un breve instante un atisbo de sonrisa apareció en sus labios.

—No quiero levantarme — murmuró el conde.

—No lo hagas —le respondió ella sonriendo sin pensar y sin saber porque esa declaración la había hecho tan feliz.

—Dios, no me tientes a quedarme —esto se lo dijo rodando sobre ella. Su mirada cayendo sobre los pechos femeninos que ahora estaban descubiertos.

Ella noto lo que él estaba viendo y se mordió los labios en consecuencia.

—No me tiente usted, milord, a no dejarlo ir.

Rin se colgó de su cuello y sin querer le rozó el abdomen con una de sus piernas sacándole con esto mueca de dolor al ceño masculina.

—Lo siento, soy una despistada, tu herida, la olvide de nuevo.

—Está bien. De igual forma tengo que irme.

Rin se sintió extrañamente desolada cuando el peso masculino la abandono, el aire frio la golpeó haciendo que sus vellos se erizasen extrañando inmediatamente el calor del conde. Reacia a perderlo dijo:

—Pero necesitas que te revise.

—Estoy mejor que tú en todo caso —de nuevo había culpabilidad en su voz.

Rin se miró las marcas de los brazos y la cadera. Tenía una paleta de colores de cardenales, unos más oscuros que otros y de diferentes tamaños.

—En verdad lo siento —Sesshomaru se disculpó de nuevo al verla—. No pretendía ser... tan... poco sutil —termino diciendo sentado sobre el colchón mientras se vestía con sus pantalones—. No pretendía perder el control.

Justamente lo que yo quería.

Ella negó con la cabeza.

— La próxima vez seré más suave — agregó.

No quiero que seas más suave. Estuvo a punto de decir antes de que la desdichada puerta se abriera y una Megumi entrase como Pedro por su casa a la habitación, como lo hacía todas las mañanas.

—Buenos días milady, su madre me envía a informarle que la espera para el desayuno. ¿Desea que le...? —sus palabras se le quedaron atoradas en su garganta en cuanto se percató de que Sesshomaru estaba mirándola fijamente con ganas de estrangularla.

Supo enseguida lo que sucedería a continuación cuando vio que Megumi, con expresión de terror puro, miró hacia atrás.

La rata peluda entró a tal velocidad que ni Sesshomaru fue capaz de detenerla antes de que se subiera a la cama para acomodarse en su regazo.

Rin se quedó estática, estaba completamente desnuda debajo de la sábana.

—Fuera —pronunció ella con los dientes apretados.

Megumi salió disparada a la velocidad del sonido.

Sesshomaru, girando su cuerpo, llevo la mano al peculiar collar que rodeaba el cuello de Kirara. Si ella no hubiera estado tan aterrada habría notado la expresión de perplejidad del conde. Solo el sonido del tintineo que salió de la pequeña campanilla que colgaba del collar la hizo reaccionar. Lo observó, estaba acompañado de una chapa plateada en forma circular, tenía un nombre grabado junto con un conjunto de símbolos que la hicieron abrir los ojos de par en par.

Kirara. Decía por delante la chapa y por detrás las iniciales R.T y lo más increíble un código QR. Eso no había salido del año en el que estaban. Kirara había viajado en el tiempo.

R. T. Ruby Taisho.

Kirara había cruzado, había estado con Ruby y había vuelto.

No se percató de que estaba temblando, tampoco de que estaba apretando a Kirara y mucho menos de que Sesshomaru la estaba sosteniendo.

— Voy a decirle a Shippo que encierre al hurón—musito en su oído —Shhhh— intento sacar a Kirara de su agarre— no tienes que fingir que te gusta solo porque estoy yo aquí.

—No estoy fingiendo —se liberó de sus brazos—. Lo siento yo... —lo miró incapaz de continuar. Esto no debió suceder, apretó las sábana contra su cuerpo al tiempo que se levantaba, ¿que había hecho?

Sesshomaru también se levantó.

Kirara chillo acurrucandose en el lugar que ella había compartido hacia unos momentos con el hombre más peligroso para ella del planeta.

¿Que hice?

El semi-desnudo conde atravesó la habitación sin el más mínimo pudor.

Lo que hice fue comerme ese bombón.

Y eso había sido un error, un terrible error. Lo que había hecho era inconcebible, lo que ella tenía que hacer era buscar la forma de regresar a su tiempo, no follarse al el conde que tenía colgada a su esposa en su cuarto.

Sin embargo eso no era lo peor.

El momento del desastre había ocurrido un microsegundo después, justo cuando Rin cayó en cuenta de que no había usado protección. Fue allí cuando ella comenzó a temblar. No podía controlar sus manos. Tuvo que apoyarse en los doseles de la cama para no caerse. Su vida, sus sueños. Veía todo caerse de una fina cuerda. Ella no podía haber quedado embarazada, no es como si existiese esa posibilidad, tenía puesto el implante, se lo había colocado un mes después de tener relaciones regulares con Mathew.

Mathew.

Mat...

Era una perra que merecia ir al infierno por traidora.

Desde que había viajado en el tiempo no había pensado ni una sola vez en él. ¿Qué clase de pareja era? Porque si, aunque ella se lo negara millones de veces a Heaven lo cierto es que si eran algo, tenían compromisos intrínsecos de exclusividad. Mathew sabía que acostarse con otra significaba el fin de su relación y lo mismo iba para ella y, sin embargo, acababa de traicionarlo.

Comenzó a temblar bajo sus pies.

No se dio cuenta de como Sesshomaru había llegado hasta ella.

— Rin. Rin — él estaba repitiendo su nombre. Paso sus dedos por la barbilla femenina para encontrar su mirada, un color de ojos distintos al azul claro del hombre que le había hecho el amor antes de partir a Holly Sword.

Ella continuaba sin escucharlo. Sus palabras las percibia en un idioma extraño. Su mente estaba trabajando a toda velocidad tratando de asimilar en que momento se había convertido en una traidora. ¿Cómo se suponía que iba a tomar el juramento de salvar vidas, sino podía mantener uno tan simple como el de la fidelidad?

La bilis se le subió a la boca del estómago, quería vomitar. Quiso correr al baño, sin embargo las sabanas enredadas en sus pies no la dejaron avanzar mas de dos pasos. Terminó vomitando delante de la cama y si sesshomaru no la hubiera sujetado se habría caído al piso. Vomitó hasta que su estomago dolió.

— ¿Es todo?—había preguntado él.

Ella solo asintió. Sintió como la cargo para atravesar la salita que dividía las habitaciones hasta llegar al cuarto de baño que era utilizado por él.

La bañera estaba preparada, unos baldes con agua caliente yacían a un lado. Sesshomaru la dejo sobre un sillón mientras vaciaba el contenido de los baldes dentro de la bañera. Al terminar introdujo una mano para comprobar la temperatura, una vez satisfecho volvió a alzarla para acomodarla dentro.

— ¿Prefieres un poco de agua o quieres que llame por algún jugo?

— Agua está bien — respondió taciturna.

El salió por un rato, para volver con un vaso lleno de agua en su mano.

Se lo dio sin rozar siquiera un milímetro de su piel.

Rin se llevó el cristal a sus labios.

Estaba tan perdida que no se percató de la mirada del conde, ni tampoco del vacilar de sus labios. No escucho su suspiro y mucho menos la caricia que intento darle y detuvo antes de llegar. Solo escucho la puerta cerrarse y por primera vez sintió la soledad.

**** . .

Le costó casi una hora recuperar su compostura, había salido de la bañera solo porque Lady Hitomico y su doncella habían venido por ella. La habían llevado a su habitación, ya limpia, y obligado a comer unos huevos con pan tostado y jugo. Lo cierto es que no tenía hambre y las náuseas que sentía no se quitaban con nada.

— Quiero salir — había dicho al terminar su intento de desayuno.

— Podemos ir al salón de la primera planta, está nevando demasiado como para salir al exterior.

Rin asintió, lo que fuere menos estar encerrada en esa habitación.

El salón al que fueron era el que tenía los ventanales enormes. Aquel en donde hace unos días había celebrado la fiesta de navidad. Se paró justo en el mismo lugar que esa noche, el paisaje no difería mucho de aquella noche. La nieve cayendo el horizonte cubierto de blanco. No había nadie por fuera y la luz del sol iluminaba el blanco jardín. Si tan solo no hubiera salido esa noche, si se hubiese quedado dentro. No eso no bastaba, lo que deseaba era no haber viajado a Hampshire, deseaba haberse quedado en Londres y haber hecho caso omiso de sus padres, que la doctora no le hubiese dado la licencia para viajar. No haber salido de su habitación en Oxford.

— Cariño – Hitomico la llamó — ¿Estas llorando? – la mujer la abrazó, con delicadeza guiándola hasta el otro lado del salón.

Rin se dejó llevar por la mujer quien busco quedar en los asientos frente a una mesita de té.

— ¿Deseas hablar? – inquirió la progenitora – Tengo entendido que lord Takahashi ha salido.

— ¿Con esta tormenta?

La mujer asintió.

— Al parecer hay algunos inquilinos con problemas para calentar sus propiedades entre otras cosas, tu padre también se fue con la comisión del conde. Los meses de enero y febrero suelen ser los peores del invierno. ¿Sorprendida?

— No imagine que él se encargase personalmente de ello.

— A decir verdad— yo tampoco lo imaginaba, tal parece que el conde se toma con mucha seriedad el bienestar de sus inquilinos.

Rin se quedó en silencio sin saber que responder a aquella afirmación. Uno de los ventanales tembló por una repentina ráfaga de viento, la tormenta comenzaba a empeorar.

— Mi hijo es la criatura más terca del planeta – Lady Irasue había entrado en algún momento de su charla con Hitomico y había tomado asiento junto a ellas —. Por mas que le advertí que no saliera no hizo caso y ahora preocupa a su madre.

— También estoy preocupada por mi esposo – mencionó Hitomico.

Una doncella entró con la vajilla del té, galletas, jamones y panecillos.

Hitomico se dispuso a servirlos.

La ventalla chillo de nuevo.

¿Qué tan lejos habían ido? ¿Y si quedaban atrapados en el retorno? No era extraño morir en el invierno en esa época. Y si ella había quedado embarazada y el conde moría, porque ese era el año donde él había fallecido, pero no había sido por perderse en la tormenta, fue por escarlatina. Y si ese era el momento donde se contagiaba. Maldición, por qué no había hecho el esfuerzo de buscar la fecha exacta en la que había fallecido. Por qué no podía simplemente dejar de tener pensamientos fatalistas. La cabeza iba a estallarle. Justo cuando Hitomico coloco la taza de té humeante y su olor se mezcló con el del panecillo dulzón las náuseas volvieron a ella.

Rin se llevó las manos a la boca inmediatamente después de la arcada que amenazaba con dejar su desayuno sobre los costosos muebles franceses de Holly Sword. Las dos mujeres se levantaron en el acto. Irasue corrió por una doncella y Hitomico la sostuvo de los hombros. Ella intento calmarse.

Una doncella apareció con una palangana y otra con una jarra de agua.

Rin hizo ejercicios de respiración, inhala por la nariz, exhala por la boca. Una vez, dos veces, tres— diez.

— ¿Mejor?

Ella asintió.

— Le ordenaré a Kaede que te prepare una infusión – Lady Irasue abandono el salón con esa frase.

—Deberias subir si estas indispuesta.

—No, quiero quedarme hasta que Sessho. Lord Sesshomaru regrese — se corrigió ante la mirada de la mujer que la creía su hija.

— Oh, no tienes que usar esas formalidades si solo estamos tú y yo. Es solo que me sorprendió que lo llamases por su nombre.

— ¿Por qué?—pregunto curiosa.

Hitomico se encogió de hombros.

— Ni siquiera a Mr Kohaku lo llamaste por su nombre ni una sola vez.

Y eso es porque yo no soy tu hija.

Aquello le causó una gran opresión, porque si ella lograba irse, esta mujer sufriría por su hija asi como su madre debía estar sufriendo por ella. Rin miro hacia el paisaje nevado. Jamás imaginó que acostarse con un hombre le traería tanto remordimiento.

No dejó de nevar hasta pasadas las 8, en la oscura noche solo era visible la opaca luna. Había subido a su habitación porque Hitomico no paraba de hablar y preguntarle cosas que ella no tenía idea de cómo responder. Al principio había hecho un esfuerzo, sin embargo, luego de confundir tres veces los nombres de los esposos de la hermana mayor de Lady Rin y sus primas más cercanas había decidido que era tiempo de ahuecar el ala.

Estaba hecha un ovillo en un sillón frente a la ventana. Gracias al cielo la chimenea mantenía caliente la habitación permitiéndole sentarse en la parte más fría de esta.

Sesshomaru aún no llegaba.

Las velas se consumían poco a poco. El crepitar del fuego armonizando. Nada se movía, nada se escuchaba. Se sentía sola, cansada. Poco a poco sus parpados se fueron cerrando hasta sumirse en la calma y oscuridad.


Que tengan una linda semana.