Dedicado a toda la gente de La Pareja del Fénix. Gracias a vosotros lo que empezó como un One-Shot se ha convertido en algo totalmente distinto. De momento ya estoy escribiendo una tercera parte. ¿Acabará aquí? No lo sé, creo que mientras tenga algo que contar y me guste crecerán más lirios sobre las cenizas verdes…
Primera Parte
"LO LEO EN TUS VERDES OJOS"
- ¿Está todo listo? - preguntó la Señora Weasley a un ejército de gente que estaba en la cocina.
Era 31 de julio. Todos estaban en Grimmauld Place. Todos estaban allí. Todos. Pero había una isla en medio de ese mar de gente que habitaba la casa. Una isla aislada y solitaria. Una isla llamada Harry Potter.
- Aquí en la mesa está todo listo - contestó Remus Lupin mirando una mesa repleta de platos nuevos y vasos relucientes. Encima estaban listos los más exquisitos guisos de la matriarca Weasley junto a un enorme pastel. Sobrevolando la mesa encontrábamos velas dando luz a todo aquél que se sentase en la mesa.
Harry Potter había pasado pocos días en Privet Drive. No llegó a estar dos semanas con sus tíos, pero para él ya eran más que suficientes. Es verdad que su supuesta familia lo trataba mejor, mucho mejor. Estaba bien alimentado, tenía un poco de ropa nueva sólo para él, ni un grito y ni una tarea doméstica. Sería genial si no fuera porque le daba mucho tiempo para pensar. Demasiado. Tiempo suficiente para caer poco a poco en el pozo de la depresión. En Privet Drive estaba medio muerto.
- ¡Los regalos también están a punto! - exclamó Hermione medio escondida detrás de una enorme montaña de regalos, algunos más grandes que otros, todos ellos decorados con distintos papeles y motivos mágicos: escobas voladoras, varitas, dragones, unicornios… Todos ellos revoloteaban ante los ojos de Hermione.
En la sede de la Orden del Fénix las cosas cambiaron un poco. No estaba solo, aunque se pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en su habitación, y las pocas veces que salía durante un día podía comprobar que no era el único que vivía con el dolor. Otras personas también sentían dolor por la muerte de Sirius. Eso ayudaba un poco en la mente turbulenta del niño-que-vivió. Pero él era el único que, aparte de vivir con el dolor, vivía con la rabia, con la impotencia, con la culpabilidad… A él lo engañaron y eso le costó la vida a su padrino, a él lo engañaron y eso estuvo a punto de costarles la vida a sus amigos, a Hermione… Vivía con la impotencia de una persona que tiene el futuro escrito, de una persona que tiene que luchar sí o sí por su vida, de una persona que no tiene opción, que no tiene vida…Por eso se encerraba, por eso evitaba a la gente, como en final de curso. Se encerraba porque no entendía su vida, porque tenía miedo de su futuro, porque no le quedaba esperanza… Aunque muy a su pesar había de reconocer que allí, con la poca gente que quería se sentía más vivo. En Grimmauld Place estaba medio vivo.
- La decoración de la cocina también - dijo Ron admirando una cocina limpia, repleta de adornos mágicos cortesía de Sortilegios Weasley. Pequeños dragones relucientes volando aquí y allí, fuentes mágicas que soltaban chispitas de diferentes colores y formas, guirnaldas que cambiaban de aspecto… La cocina parecía otra, no tenía nada que ver con la del año pasado. Ni la casa.
Grimmauld Place había sufrido una transformación radical y absoluta a manos de la señora Weasley y de Remus. Con la llegada del verano, y los esfuerzos de parte de la Orden y de un grupo de estudiantes en vacaciones, la casa fue rehabilitada para vivir en plenas condiciones. Y lo habían conseguido. Eliminar plagas, limpiar a fondo, deshacerse de muebles trampa y objetos inútiles, y redecorarlo todo les había costado sudor y tiempo, pero el resultado era espectacular. La casa estaba irreconocible. Lo único que recordaba al pasado era el cuadro de la señora Black, con la diferencia de que ya no chillaba. El profesor Dumbledore había encontrado la solución.
- ¿Estáis seguros de que bajará? - preguntó el profesor Lupin mirando a todos los presentes. Allí, en la cocina, preparados para celebrar una fiesta se encontraban la familia Weasley, Hermione y sus padres, y parte de la Orden del Fénix, con el director de Hogwarts en cabeza. Nadie sabía si bajaría, o tal vez alguien sí…
Para todos en esa casa era sabido el encierro de Harry, no en su habitación sino en él mismo. Se había aislado en sus sentimientos, en su dolor, en sus pensamientos. Claro que bajaba y hablaba con ellos todos los días, pero sabían que estaba ausente, aislado en su isla. Harry no quería hablar de la muerte de su padrino, o de cómo se encontraba. Las veces que lo intentaban la reacción era la misma: decir que estaba bien, cerrar los ojos con fuerza, suspirar e irse de allí. Siempre lo mismo. Preferían hablar con él de cosas triviales porque así, durante las comidas, lo tenían con ellos. Pero hoy era diferente, era un aniversario sin Sirius. Y no querían molestarlo en su habitación, lo intentaron los primeros días pero sólo recibían una contestación arisca por parte de Harry. Hoy no era día para molestarlo.
- Bajará, estoy segura - contestó Hermione con la vista perdida - Sabe que le hemos preparado una fiesta y bajará. – acabó suspirando - Aunque no creo que pasé mucho tiempo con nosotros.
Todos estaban preocupados por él. Lupin insistía en ir a su habitación y hablar con él de Sirius, de hacerle entender que no tenía la culpa de nada, que ellos estaban a su lado. La señora Weasley decía a los niños que fuesen a charlar con él, a pasar el día en su habitación, a entretenerle. Pero el profesor Dumbledore fue tajante. Les dijo que dejasen a Harry tranquilo, que no lo forzasen. Primero tenía que entender, porque entender llevaba a la aceptación de las cosas. Así que le dejaron más o menos tranquilo, sin insistir en el tema de su padrino. Pero sin lugar a dudas la persona más preocupada era Hermione.
- ¿Estás segura, Hermione? - inquirió Ron, mirando a su amiga. Nunca había visto un rostro tan triste y preocupado.
Hermione era el espejo del alma de Harry. Estaba triste, ausente y preocupada. Y eso todos lo notaron, sobretodo sus padres. Con la llegada de Harry ella se convirtió en su sombra, intentando animarle, sacarle una sonrisa, hablar de Sirius, de sus sentimientos, hacerle entender, ayudarle…Pero sólo conseguía un "estoy bien, Hermione. No te preocupes" y un encierro posterior. Insistió más, aunque Harry se enfadase con ella. Le daba igual. Tenía que ayudarle de algún modo. Al final se dio cuenta de que no conseguía nada así, y optó por, cuando pasaba algún tiempo con ellos, hacerle pensar en otras cosas. Era poco tiempo pero ya era algo. Hacer los deberes, comentar las noticias del Profeta, incluso de quiddich. Ella sabía que era muy poco, ella sabía que no había encontrado la manera de ayudarle. Esperaba haberla encontrado hoy.
- Estoy segura de que bajará, Ron… - contestó chasqueando la lengua. Y acabó añadiendo flojito, suspirando - Y que sea por un buen rato…
Ron ya quería replicar. Últimamente su humor no era muy bueno, las peleas con Hermione se incrementaron bastante, sobretodo si ella hablaba de Harry. Pero una voz se lo impidió.
- Bonita decoración, gracias por molestaros - dijo Harry mientras cruzaba la puerta con aire abatido y triste.
A continuación sólo se oyeron algunos petardos cortesía de los mellizos y un caótico grupo de "felicidades" y "por muchos años, Harry" lanzados por todos los presentes en aquella cocina. Para seguir con muestras de afecto como golpecitos en la espalda, encajadas de mano, algún que otro revoltijo de pelo y, cómo no, el abrazo de Hermione seguido de un débil "felicidades".
- Venga Harry, siéntate - dijo Arthur - ¡Vamos a empezar a comer, que tenemos que celebrarlo!
Las horas pasaron, y los platos también, incluso el pastel ya era sólo un recuerdo sobre la mesa de la antigua cocina. Pero todos seguían sentados, disfrutando de la compañía. Dumbledore hablaba con Arthur y sus dos hijos mayores, la matriarca de la familia Weasley discutía con Tonks y Remus sobre cómo mantener la cocina de la sede de la Orden, los mellizos y Ginny reían mientras hacían funcionar algunos artículos de la tienda de sortilegios, y el trío y los padres de Hermione hablaban sobre la magia y el colegio. Pero Hermione no dejaba de mirar a Harry, quería que durante un buen rato se olvidara de todo, de la muerte de Sirius y de todas las cosas que atormentaban a su amigo. Porque ella sabía, lo leía en sus ojos, que había más, mucho más…
- Ahora que hemos comido el pastel ya puedes abrir los regalos - le decía la madre de Ron mientras levantaba a Harry y Hermione se situaba a su lado para ayudarle.
- Este es mío y de Tonks - le explicó Remus mientras Harry estaba sentado en el suelo, delante de la chimenea, quitando el papel decorado con varitas echando chispas a un paquete bastante grande.
- Libros de preparación de un auror! - dijo el chico de ojos verdes ojeándolos - Muchas gracias…
Cogió el siguiente paquete, que era muy grande y pesado, y lo empezó a abrir, cosa que le costó un buen rato. En este caso el regalo estaba decorado con pequeños unicornios.
- Un baúl… - exclamó un poco sorprendido.
- De parte mía y de Arthur - dijo Molly dirigiéndose hacía Harry - y de los padres de Hermione. Tiene compartimientos mágicos, necesitarás mucho espacio con tantos libros…
- Muchas gracias - dijo mirando a los padres de sus amigos - No hacia falta.
La mirada de Harry se volvía más triste con cada regalo que abría, expresión que no pasó desapercibida por la persona que estaba a su lado ayudándole con los ya abiertos. Ahora cogió un paquete pequeñito con cierta desgana.
- Un pensadero - explicó Albus Dumbledore mirando la pequeña escultura, que tenía forma de fénix, que su alumno tenia en las manos - Creo que te será muy útil en estos días…
Harry se puso de pie y alzó su mirada hasta hacerla coincidir con la de su director. Nadie respiraba, todos observaban la extraña expresión que tenía Harry. Para todos era sabido que director y alumno no se habían dirigido la palabra desde la salida del colegio. Pero la respuesta de Harry los desconcertó más.
- Yo, en su situación, hubiera hecho lo mismo. Somos humanos… - Harry se giró y se dirigía a la puerta de la cocina cuando añadió - ¿Podría hacer aparecer los regalos a mi habitación? No puedo hacer magia y prefiero abrirlos arriba…
Con un mar de miradas extrañadas y expresiones de no haber entendido nada a su alrededor Harry se disponía a cruzar la puerta. Pero una voz le izó girarse…
- ¡Espera Harry! - exclamó Hermione acercándose a él - Coge el mío, te lo quería dar yo directamente…
- Gracias, lo abriré arriba - se iba a girar cuando la mano de su amiga le cogió del brazo.
- Harry… Ábrelo cuando llegues arriba, por favor… - dijo su amiga suplicándole con la mirada clavada en los ojos verdes y tristes de Harry.
- Lo haré, tranquila - acabó medio sonriendo ante la insistencia de Hermione, cogió la mano con la que ella sujetaba su brazo, la dejó suavemente y se fue escaleras arriba como el viento pasa entre los árboles.
- ¿Por qué se fue? Faltaban muchos regalos para abrir… - dijo Ron medio confundido medio ofendido - ¿Y qué le dijo al director? No tiende sentido…
Nadie contestaba, todos estaban pensando en lo sucedido, en el porqué de la reacción del niño. Dumbledore se permitió sonreír un poco mientras hacía aparecer los regalos en la habitación de Harry, pero los otros no entendían que le había dicho Harry al director, o tal vez una persona sí…
- Este año no hay regalo de Sirius - contestó Hermione sentándose en una silla al lado de sus padres. Estaba preocupada, había visto una lágrima salir de los ojos de Harry. Pero por lo menos sabía que había hecho una cosa bien, sabía que había acertado, sabía por la respuesta dada a su director que estaba en lo cierto. Había mucho más encima de Harry que la muerte de su padrino. Hermione también se permitió una pequeña sonrisa de esperanza.
Después de la intervención de Hermione en la sala solo quedó el silencio.
--------------------
Subió las escaleras de dos en dos con el regalo de Hermione en su mano. Sabía que huía, sabía que los dejaba después de mucho esfuerzo para preparar su fiesta, pero no podía quedarse allí. Este año no había regalo de Sirius, este año no había Sirius y eso dolía. Era esa lágrima que le salía de lo más profundo de su corazón.
Ya en su habitación sacó la cabeza por la ventana. El viento hacía levantar los mechones azabaches de Harry como olas que surcan el mar. El sol iluminaba su rostro donde dos ojos verdes brillaban, pero no con luz propia sino por efecto de las lágrimas y del astro rey. Era reconfortante sentir ese calor en el rostro.
- ¿Qué me dirías tú de todo esto, Sirius…? - susurró el chico al viento.
¡Qué paradoja! Seguro que le diría que su muerte no era culpa de él. Harry sonrió tristemente ante este pensamiento. Pero él sabía que lo era, como tantas otras muertes, por culpa de él, por culpa de la maldita profecía. Alzó la mirada al cielo. Cuantas muertes inocentes… Cuantas vidas inocentes en peligro… Sus amigos… Hermione…
Hermione. Giró su mirada para centrarse en el regalo que tenía encima de la mesa, se dirigió hacía allí, lo cogió y lo miró. Era pequeño y tenía un papel negro, lleno de estrellas que brillaban intensamente. Era un papel muy bonito… Recordó la mirada de Hermione cuando le dio el regalo. Lo abrió con cuidado.
Era un libro pequeñito y raro. Pequeño para ser un libro de estudio y raro porque no tenía título ni nada por el estilo. Era verde, un verde vivo e intenso. Instintivamente pensó en sus ojos y sonrió, a Hermione no se le escapaba ni un detalle. Lo ojeó, todas las páginas estaban en blanco, todas menos la primera, donde la letra de Hermione le susurraba en su interior…
"Querido Harry,
Te preguntarás que es lo que tienes en las manos. Es sencillo, es un diario. Y te preguntarás el porqué de este regalo. Ya no es tan sencillo.
Siempre me he sentido orgullosa de ser la única persona que puede leer en tus ojos, llegar a lo más profundo de tu alma. No me hace falta el legilmens, ni nada de magia, sólo necesito mirarte. Créeme, me siento orgullosa de ello.
Estos días leo dolor, rabia, impotencia, resignación y más dolor, pero ya no leo vida e ilusión como lo leía antes. Y yo me pregunto por qué. Por qué.
Quiero ayudarte, Harry, pero no lo consigo, no puedo. Quiero alcanzarte, estar a tu lado, acompañarte con tu carga, pero no puedo. Estas lejos, muy lejos, como una isla perdida en un mar de dolor y resignación, y yo que intento alcanzarte estoy atrapada en ese mar.
¿Por Sirius? Sí. ¿Sólo por Sirius? No, estoy segura de eso. Tus ojos me lo dicen. Tienes una carga en tus hombros mayor que la peor que nos podamos imaginar. ¿Cuál? No lo sé, pero me gustaría saberlo. Quiero ayudarte.
Entiendo tu silencio. Creo que tu dolor es inimaginable por nosotros. Todos queríamos a Sirius, pero tú más que nadie, sólo tú sabes cuánto te duele. Al igual que sólo tú sabes lo que te atormenta, lo que no te deja vivir. Lo leo en tus ojos, vivir no tiene sentido para ti…
Por esto te hago este regalo. Un diario, una Hermione de papel. ¿Me he vuelto loca? Seguramente. Pero ya no sé qué hacer para ayudarte, me duele en lo más profundo de mi corazón verte así, y no poder hacer nada por ti es mi mayor pesadilla.
Sé que no puedes decir lo que te pasa, que el dolor te lo impide. Por esto este regalo. Cuéntale a la Hermione de papel lo que te pasa por la cabeza, cuéntale tu dolor, cuéntale tu preocupación. Cuéntalo todo, como si me tuvieras delante. Expresa tu dolor. Y espero con el tiempo lo puedas compartir con la Hermione de carne y huesos, con tu amiga, con la persona que te espera… Porque créeme, es mi mayor deseo ayudarte, estar contigo…
No estás solo, siempre me tendrás a tu lado, aunque estés en el más profundo pozo, aunque estés en la isla más solitaria y perdida. No estarás solo porque mi corazón te pertenece, siempre estará contigo, allí donde estés…
Te quiere, Hermione."
Una lágrima cayó sobre la primera página del diario. Exactamente sobre la firma de Hermione. Harry sonreía y lloraba. Temblaba, todo él temblaba. Se sentó en el escritorio, miró por la ventana. Suspiró. Miró el libro, su Hermione de papel…
- Así que eso quieres - le habló cogiendo una pluma y tinta - Pues bien, te lo contaré todo, pequeña…
--------------------
El crepitar de las llamas era la música para todos aquellos que estaban en el salón. Las llamas iluminaban algunos rostros de los presentes, y las sombras que proyectaban danzaban por toda la sala, incluso el gato de Hermione se divertía persiguiendo las sombras.
Remus Lupin y los padres de Hermione hablaban amenamente sobre el mundo mágico y el muggle. Al lado podíamos ver a Ron y algunos de sus hermanos jugando al ajedrez, estaban haciendo un torneo. En un sillón más separado Dumbledore hablaba con los mellizos sobre cómo les iba la tienda de Sortilegios. En unas butacas encontrábamos al matrimonio Weasley y a Tonks discutiendo sobre el ministerio.
Al lado de la chimenea teníamos a Hermione. Las llamas iluminaban su rostro concentrado. Sentada en un sofá de dos plazas, delante del fuego, seguía tejiendo gorros, guantes, bufandas y todo tipo de prendas… Aunque pareciera que estaba muy concentrada su mente estaba en otro sitio, no pensaba en puntos ni en hilos, no…
Se escucharon unos pasos cerca de la puerta del salón, pero sólo el gato los escuchó. Con sus orejas y la cola apuntando al cielo observaba la puerta y ronroneó satisfecho como si supiera quién entraría en pocos segundos.
La puerta se abrió haciendo un ruido sordo y prolongado. Todas las conversaciones pararon, todas las agujas de tejer pararon, un peón que huía de un caballo se paró. Todas las miradas se posaron en unos ojos verdes que acababan de entrar.
Todos vieron a Harry Potter entrar en el salón con la mirada clavada cerca de las llamas. Todos vieron unas agujas volar cerca de la chimenea. Todos vieron dos personas acercarse, casi desesperados por llegar al otro. Todos vieron a dos personas abrazarse. Todos vieron Hermione y Harry abrazados con fuerza. Todos vieron a Harry llorar a mares. Porque Harry Potter lloró como nunca lo había hecho.
--------------------
Lejos de la calidez de un abrazo, lejos del llanto de un niño, arriba, unos pisos más arriba el sol entraba por una ventana abierta e iluminaba un escritorio repleto de libros y plumas. Encima del escritorio podíamos encontrar un libro verde abierto, cuyas páginas danzaban al ritmo del ligero viento que entraba por la ventana. Páginas recientemente escritas por dos puños… Páginas que construyeron un barco en un mar de dolor…
"Querida Hermione,
Yo también estoy orgulloso de que me puedas leer los ojos. Es una cosa que siempre he sabido, y que con los años se ha hecho más evidente. Es un orgullo compartir esta conexión tan especial contigo…
Estás en lo cierto cuando dices que la muerte de Sirius no es la única carga que llevo en la espalda. ¿Qué reacción tendrías si te dijera que la profecía no se perdió, que yo sé su contenido? ¿Si te dijera que mi destino está escrito, que mi destino es convertirme en un asesino si quiero seguir viviendo? ¿Qué tantas muertes a mi alrededor son por mi culpa, porque yo soy el elegido por la profecía?
Mis padres, Cedric, Berta, Sirius… Muertos porque estaban a mi lado, porque estaban en medio del camino que nos une a Voldemort y a mí. Muertos por mi existencia… Sé que me dirías que no es cierto, que era algo inevitable, que Voldemort es un demente… Pero mi culpa, mi remordimiento sigue allí. Mi dolor y rabia también.
Mira a Sirius. Murió por salvarme, murió porque no te escuché. Sí, ya sé que yo también lo quería dar todo por salvarle a él, que hicimos lo mismo pero con resultados distintos. Pero tenía todas las respuestas delante, bueno todas no, pero te tenia a tú y tú ya sabías que no teníamos que ir, pero yo fui y muerte… Dolor, culpa, remordimientos, rabia.
Me seguiste, me seguisteis a un suicidio casi seguro. Y si hubieras muerto… Cuando te vi caer… No podías estar muerta, no lo soportaría… También estáis en peligro a mi lado. Me siento tan solo, Hermione… Dolor, culpa, remordimientos, rabia.
¿Por qué no me lo contaron antes? Se hubieran podido evitar algunas muertes, la muerte de Sirius… ¡Qué rabioso me sentía! Pero somos humanos. Mi cariño por Sirius me cegó, y fui a salvarle, caí en la trampa. Dumbledore también sentía cariño por mí, y ese cariño le cegó, no quiso contarme nada para que pudiera vivir tranquilo… Dolor, culpa, remordimientos, rabia.
Vivir… ¿Qué es vivir? Ya no lo sé. Mi vida queda tan lejos, tan en el pasado. Dónde quedan esos años en los corríamos por Hogwarts sin estas cargas. ¿Dónde? Vivir… Ya no tengo vida, esto no es vivir… Estoy perdido, y me siento solo.
¿Solo? Tu letra me dice que no, que te tengo a ti. Me alegro de tenerte aquí, a mi lado. Y siento no poderte contarte, Hermione de carne y huesos, lo que me pasa. No puedo hacerlo sintiendo dolor, culpa, remordimientos y rabia.
Pero una cosa sí que te la podré decir sin palabras, que ya me has ayudado, siempre lo haces, siempre lo consigues. Eres ese ángel de la guarda que todos tenemos, bajas del cielo y te pones a mi lado, siempre. Eres la única que siempre me ha creído, que siempre ha estado aquí. Eres especial.
Creo que a tu lado puedo conseguir dejar atrás esa isla, ese mar de dolor… He de atravesar ese mar para alcanzarte, y juntos alejarnos. Y todo será gracias a ti. Con la Hermione de papel empezaré a adentrarme en el mar y a aceptar mi vida, y cuando llegue a ti, Hermione de carne y huesos, podré empezar a vivir una nueva vida, y sobrevivir a ella.
Ya es hora de dejar la isla, de adentrarme al mar. Saldré de la habitación para ir a encontrarte. No sé que haré, seguramente llorar. ¿Llorar? Sí, Harry Potter llora, porque Harry Potter es humano y el dolor ya no lo puede soportar. Y después de llorar, ya veremos, empezaremos a vivir de nuevo.
Me has vuelto a salvar, Hermione.
Te quiere, Harry"
Las páginas bailaban, se ondulaban delante del viento, y las palabras danzaban iluminadas por el sol.
--------------------
¿Cuánto duró el abrazo? ¿Cuánto duró el llanto? Depende de las personas; para la mayoría de los adultos el suficiente para alejar el dolor y las penas, para la mayoría de los jóvenes el suficiente para ir a buscar una cámara y hacer una foto de recuerdo, para cierto pelirrojo demasiado para su gusto, y para los abrazados poco, demasiado poco…
Cuando el llanto cesó, cuando Harry se tranquilizó envuelto por el aroma de su amiga, por el aroma que emanaba su cabellera castaña, sólo entonces se separaron un poco, con rostros sonrientes. Hermione alzó una mano y con una caricia reconfortante, según la opinión de Harry, le secó las lágrimas que quedaban por su rostro. Y con esa mano tocando la mejilla de su amigo sonrió al ver los ojos brillantes por primera vez en mucho tiempo. Ella sabía que lo había conseguido, lo había ayudado. Harry seguía con los brazos alrededor de ella, sintiendo su calor…
Pero el maullido del gato los sacó de su ensoñación y entendieron que no estaban solos en esa sala, aunque para ellos así hubiera sido. Teñidos de rojo se separaron y fue entonces que Harry vio lo que estaba haciendo su amiga antes de su llegada.
- ¿Sigues tejiendo para los elfos, Hermione? - preguntó Harry cambiando la mirada del sofá donde había estado Hermione hasta posarla en los ojos de su amiga.
- Bueno… Sí, sigo tejiendo - contestó mirándose los zapatos y mordiéndose el labio, no quería que Harry dijera que era una pérdida de tiempo.
- ¿Quieres que te ayude? - y ante la mirada de sorpresa de su amiga añadió - Ya sé que no sé tejer, pero me puedes enseñar. Eres una buena profesora, ya me lo has demostrado muchas veces…
- ¿Seguro? - preguntó cohibida Hermione.
- ¡Claro que eres buena profesora! - contestó Harry sonriendo - ¿Gracias a quién conseguí dominar el hechizo atrayente para la primera prueba del torneo? ¿Gracias a…?
Pero no pudo continuar dando más ejemplos porque una Hermione toda roja por lo que acababa de decir su amigo y por las miradas de todos los presentes le interrumpió.
- Harry, yo te decía si seguro que me quieres ayudar con los gorros…
- Ya sé que me preguntabas eso - y Harry le sonrió divertido - Sólo que me gusta ver como te pones cuando te dicen lo que vales realmente… - y ante la mirada de su amiga añadió cambiando de tema- ¡Claro que te quiero ayudar! A parte de que así te podré tejer una bufanda…
- Venga, ven… - Hermione le cogió por la mano sonriendo y le condujo hasta el sofá donde se sentaron los dos - Esto será divertido, muy divertido…
Harry admiró los ojos de Hermione mientras esta le indicaba como coger las agujas y el hilo. Sonrió al ver que los ojos le volvían a brillar como siempre y que tenía esa sonrisa en la cara, esa sonrisa tan sincera. Cogió las agujas y el hilo, y antes de empezar a dar su primer punto, pensó que allí se sentía vivo, allí en aquel sofá, delante del fuego, al lado de su amiga. Al lado de Hermione estaba vivo.
