Con cariño, para alguien que nunca va a leer esto porque no sabe qué es Harry Potter ni que yo escribo.
(¿¿Mencioné que nada de esto es mío excepto Barze –ah, qué dulce que es ese chico-y los otros primos??)
Y Hermione no podía comprenderlo, pero Barze le sonreía y las dudas se le iban, se escurrían como agua.
En un momento Hermione recordó que no tenía pruebas para sospechar de Barze, que había sido amable, y que estaba temblando mientras miraba el tatuaje que planeaba hacerse.
-Eh…- dijo Hermione. Iba decirle que las agujas dolían menos sobre zonas con carne que sobre hueso, pero recordó que Barze se iba a tatuar el omóplato.- No duele tanto, dicen. Sé bastante de esas cosas… con mis papás…
-Ah.- le respondió él.
-Avron,- dijo una voz desde el fondo.
-Ay, no.- dijo Barze.-
-Te espero aquí.- dijo Hermione.
-No, no no… No me dejes solo por favor.- Barze tenía una cara de…. Bueno. Digamos que estaba cagado de miedo.
-Pero…
-Su novia puede pasar también- dijo un tipo enorme con rasgos asiáticos, desde la parte de atrás.
Barze la agarró de la mano y la arrastró a la parte de atrás. Una cortina violeta separaba el frente de la salita en donde Taltu trabajaba.
- Yo soy Taltu.- dijo el hombre asiático.-
Acto seguido, le preguntó a Barze qué se quería hacer, y le pidió que se sacara la remera y se acostara en la camilla de panza. Barze apoyó la cabeza sobre los brazos, y miró a Hermione que se había sentado en una silla. Sonrió a medias.
- Hablemos de algo.- le pidió.
- ¿De qué?- preguntó ella de mal humor. No le gustaba estar allí. Sentía como si estuviera entrometiéndose en algo. Y no le gustaban las personas entrometidas. Se acordó de las fans de Krum y de sus compañeras de cuarto.
- No sé. ¿Me podrías contar una historia?
- ¿Cuál?- "No tengo gaaanas!!! Ni siquiera quiero estar aquí."
- Cómo te rompiste las costillas, por ejemplo.
Hermione lo miró con seriedad, mientras él intentaba leer su expresión.
- Me temo que no es el momento.
- Entonces una historia cualquiera. Un cuento de hadas, lo que sea.
Hermione frunció el entrecejo.
- Mmmm.
- Qué buen inicio.-le dijo él.
- No seas molesto. A ver. – tomó aire.- Había una vez un lugar lejano en que la magia no existía.
En ese lugar vivía una mujer que tenía muchos hijos. Esa mujer era muy, muy hermosa. Pero en ese pueblo, que era muy humilde, le decían El Cisne.
Pero la belleza no le servía, porque la belleza no da de comer… En realidad, sí. Pero ella no estaba dispuesta a trabajar con eso, y los trabajos que podía realizar eran muy arduos, y no estaban lo suficientemente bien pagos como para alimentar a todos sus hijos.
- ¿Cuántos hijos tenía la chica?- preguntó Barze.
- Cuatro niños y dos niñas.-respondió ella sin inmutarse por la interrupción.-Ella soñaba por las noches que surgiera un trabajo que ella pudiera realizar, con el que pudiese ganar bien. Porque, a pesar de sus cualidades, era bastante torpe y no servía de ebanista ni de costurera ni de nada por el estilo.
Pero el dinero seguía escaseando, y no pudo mantener a sus hijos, y ellos fueron muriendo, uno a uno. Al fin sólo quedaron sus hijas. Una se llamaba Audrey y la otra, que era menor, se llamaba Marlene. Ambas eran muy bonitas, pero diferían en una cosa de su madre. Audrey era muy inteligente y Marlene muy fuerte y ágil.
- ¿Como Audrey Hepburn y Marlene Dietrich?
- Sí…
- ¿Qué tal Lauren Baccal y…?
- No. Audrey y Marlene. Se llaman así. No puedo hacer nada al respecto.- respondió ella tajante.- El asunto es que cuando las niñas tenían trece y doce años la madre las entregó a un señor feudal con la promesa de que serían bien tratadas.
- Supongo que no se las llevaban para planchar ropa.
- Efectivamente. Pero no les fue tan mal, al menos no al principio. El señor comprometió a Audrey con su hijo mayor y a Marlene con su hijo menor.
Ahora bien, Audrey y su marido navegaron hasta un país lejano, donde las características más apreciadas eran la habilidad deportiva, de la que ella carecía totalmente. Además, los habitantes de ese país eran tontos y feos, de modo que ni su belleza ni su sentido común eran apreciados, y Audrey era una total inútil.
En cambio Marlene se quedó con el hijo menor, y estalló una guerra. Ella luchó a la par de los hombres, pero la guerra se perdió no por falta de manos y espadas hábiles, si no por falta de estrategas.
Después de un instante de silencio Barze y Taltu la miraron atónitos.
-¿Y?- preguntó Barze.
- Terminó.
- No me jodas.
- Termina ahí.
- No. No me hagas esto.
- No te hago nada. Ahí termina la historia.
- ¿Cuál es el objetivo de una historia así? Termina muy mal.
- Y, nuestras buenas cualidades no sirven de nada si no tratamos de trabajar nuestros defectos.
- Argh.- Gimió Barze.- Me siento estafado.
- Yo también.- dijo Taltu.
- Lo siento por ustedes.
- De cualquier manera, tienes talento para esto.- comentó Taltu.- me gustó mucho todo eso de las cualidades. Parece una historia de mi tierra.
- Gracias.- respondió ella.
- De hecho, tengo un dibujo de un cisne.- comentó Taltu, mientras le arreglaba las vendas a Barze.
"Ah. Qué bonito. Un minuto… ¿Me está ofreciendo un tatuaje? ¡Me está ofreciendo un tatuaje!"
- Si quieres te lo hago gratis.
- Uau. Eso sería buenísimo.- dijo Barze, que estaba aguantando muy bien lo suyo.
- No… Ehh… Yo… Tengo que hablar con mis padres…
- No, para los tatuajes mágicos no necesitas autorización si tienes más de tres Matrículas de Honor en Brujería.- le dijo Taltu.
- Ah, ella tiene como cien.- comentó Barze.
- No… Además yo…
- Calma, nadie te obliga a hacer nada.- le aseguró Taltu, divertido por su reacción.- Si quieres te muestro el dibujo.
Ella miró a Barze y a Taltu con miedo.
- ¿Te parece bien?- le preguntó Taltu, porque se dio cuenta que Hermione no sabía qué pensar.
- Ehh… Bueno.- accedió ella. Total iba a mirar. No iba a hacer nada malo.
Taltu terminó con las vendas de Barze y buscó en una carpeta de fotografías. Le entregó el libro y señaló un dibujo en una página.
- Es este.
El dibujo era hermoso, sencillamente. Un ave grácil, con las alas extendidas, remontando vuelo, dibujada con trazos elegantes, en negro, y blanco. Los reflejos de la luz estaban artísticamente dispuestos y eran de un color distinto cada segundo. Era sencillamente exquisito.
No me pidan que explique qué pensó Hermione en ese momento… "Quién sabe qué traerá esta guerra. Hermione, ¿Qué tiene que ver la guerra con esto? Pero ese cisne me gusta mucho… y quiero hablar antes con mi mamá… Pero no… ¡Mamá tiene tatuado I was in Woodstock en la nalga izquierda! Además, nadie tiene porqué saberlo... y…"
Antes de arrepentirse, se tiró con todo a la pileta.
- Sí. Me lo hago.-
- ¿Ahora? ¿Estás segura de que no quieres más tiempo para pensarlo?- preguntó Taltu.
- No, no, ahora.- dijo Hermione.
Quería hacer algo rebelde, o al menos, algo sin pensar. Algo que los demás no esperaban de ella, porque estaba cansada de ser la chica madura, el cerebro, la racionalidad. Quería dejar que las cosas se hicieran parte de ella, sentir la vida, como un río de sucesos que no hacen más que pasar.
Se quitó la tortuosa faja, y pudo respirar por unos segundos, antes de tenderse en la camilla e indicarle a Taltu que le dibujara el cisne en el centro de la espalda.
¨Si les parece poco probable que Hermione haga algo así, vayan a Red Hen Publications.
¨Ahhhh qué pensará Boni!!!
Pensar que esta historia iba a ser sólo un One Shot sobre esto!!!!! (en serio, tenía este sumario en mente: "Hermione pasa las vacaciones con un primo inusual y se hace un tatuaje.")
Saludos cordiales,
Guadalupe!
