Capítulo 2: Funeral


Perdonen por la demora, asuntos tan insignificantes como entregar trabajos y dar exámenes me impidieron continuar con mi loable trabajo (je, je). Dejen rewiews, porfa, quéjense, díganme qué tan mal va la historia, etc, etc. Si por ahí hay alguien que le gusta, también deje rewievs.


El olor a claveles y rosas saturaba el ambiente. Hombres y mujeres vestidos de negro se encontraban alrededor de una tumba, que hab�a sido sellada minutos antes. La tierra fresca aún conservaba algunos contornos del ataúd.

Poco a poco se iban alejando los parientes y amigos del muerto. Los que aún quedaban no salían del estupor de la muerte, llorando sin lágrimas silenciosamente. Arnold y Gerald observaron a una pelirroja que no despegaba sus ojos de la lápida.

- Mira, viejo, me dicen que ella era su novia, y estaban a punto de casarse.

- Vaya, ahora entiendo porqué tramitaba un préstamo con el banco. Me dijo que tenía una gran sorpresa para todos.

- Sí, la boda iba a realizarse el mes próximo. Mírala, la pobre no ha dejado de llorar desde ayer.

- ¿Erick no tenía hermanos? Sólo he visto a su madre y un primo suyo que me presentó dos días atrás.

- Me confesó que era hijo único. Su madre debe estar desconsolada.

- Pero, ¿quién rayos pudo asesinarlo? y lo más importante ¿porqué?

- ¿Qué te parece si le preguntamos a su chica? Tal vez sepa algo.

- Humm... no lo sé, no creo que sea el momento adecuado.

- ¿Qué sugieres entonces?

- Tal vez si revisamos sus notas... Recuerdo que el jefe le asignó una investigación secreta, y que sería motivo de un gran titular para el diario, pero nadie sabía sobre qué se trataba.

- Sí, lo recuerdo. Tengo una idea: tú vas a su casa y yo hablo con la pelirroja, ¿qué te parece?

- Mi buen amigo Gerald, ¿nunca pierdes una oportunidad? ¿verdad?

- Vamos, hombre, sólo soy un profesional, tú me conoces.

- Bueno, sólo te pido que seas muy cuidadoso. Nunca se sabe.

Gerald sonrió, Arnold siempre precavido. No ha cambiado mucho desde que nos conocimos, pensó. Se despidieron y siguieron los rumbos pactados. Gerald esperó a que su amigo se marche para ejecutar su plan. La pelirroja necesitaba consuelo después de todo.

Arnold llegó a casa de los Patterson. Era grande, con un jardín externo que exhalaba el aroma de rosas mustias. Recordó que alguien en la redacción le había comentado lo encantadora que lucía por dentro, pero terrorífica por fuera en las noches de luna. El chico ensayó una de sus mejores sonrisas y presionó el timbre tres veces. Tras unos minutos de espera apareció una anciana, pequeña y vestida de un luto cerrado. Lo miró a los ojos tratando de recordar su rostro y lo saludó con mucha tristeza.

- Buenas tardes, jovencito, ¿qué se le ofrece?

- Disculpe que la moleste de esta menera, pero quisiera entrar a conversar con usted unos minutos.

- Bueno, ahora estoy muy sola así que el tiempo me sobra. Pase por favor.

La anciana le mostró el sillón en donde debía sentarse, mientras se disculpaba por no tener la casa en orden. Se dirigió a la cocina a preparale un té dejándolo solo en la sala. Arnold revisaba cada fotografía que encontraba. Ninguna parecía delatar tristeza. La anciana llegó a los pocos minutos.

- Siéntese, por favor. Perdone que no le ofrezca más. Mi cabeza ha estado ocupada en todo lo ocurrido y aún no baja de su nube, por eso olvidé hacer las compras de la semana y ...

- No se preocupe, al contrario, Ud. es muy generosa al invitarme a entrar a su casa.

- Necesitaba conversar con alguien. Esta noche será una de las más largas para mí y no quería que empiece tan pronto.

- La muerte de Erick es muy lamentable, sobre todo para quienes compartimos muchos momentos a su lado. No me explico porqué ocurrió de manera tan abrupta.

- Ni yo tampoco. Sé que pensará que soy una vieja tonta, pero estoy segura de que todo comenzó desde que me anunció que había conseguido otro trabajo.

- ¿Otro trabajo? ¿en dónde?

- En un bar, nightclub, no lo recuerdo muy bien. Pero yo sé que él no andaba en buenos pasos. Hasta cambió mucho en su actitud.

- ¿Y eso desde cuándo?

- Desde un par de semanas atrás. Y luego vino esa noviecita idiota suya, no le pude aceptar. Estallé de rabia cuando me dijo que quería casarse con ella. Ayer dijo que hoy se marcharía con ella para no hacerme sufrir ¿se imagina? De todos modos iba a perder a mi hijo, gracias a Dios que no se fue con ella...

Las lágrimas le impidieron continuar. El silencio se hizo pesado. Arnold pensaba en cómo consolar a tan simpática anciana.

- Perdóneme, pero... todo esto fue tan rápido que no me dio tiempo para decirle cuánto lo quería.

- La entiendo, no se preocupe. Hace mucho tiempo perdí a las dos personas que más amaba en el mundo, y tampoco tuve oportunidad de decirles cuánto significaban para mí. Pero sé que de alguna forma ellos lo sabía, así que Erick también lo sabía. Además, él siempre guardaba su retrato en su billetera.

- ¿Es... es cierto eso?

- Así es. Por eso muchos ya la conocían antes del entierro.

- Mi buen Erick...

- No sé si es aprovecharme de su amabilidad, pero, ¿podría revisar las notas de Erick? Le presté algunas y las necesitaré para un artículo.

- No se preocupe. Su cuarto está en el pasillo, es el segundo a la izquierda. Disculpe que no lo acompañe, pero me siento un poco mareada.

- No hay problema.

Bebió de un tirón su té y caminó presuroso hacia el pasillo. La puerta llevaba colgada dos rosas negras muy frescas, por el olor que inundaba el ambiente. Abrió sigilosamente. La habitación se encontraba sumida en la penumbra. Encendió la luz y descorrió las cortinas. La luz de la tarde era demasiado tenue, así que volvió a cerrarlas. Observó la habitación letamente y advirtió que ningún objeto estaba fuera de su lugar. Revisó el escritorio tratando de no desordenarlo, buscando algún dato revelador. Para cuando pensaba en rendirse advirtió un libro muy interesante: Una antología de Julio Cortázar. Lo cogió, emocionado por el descubrimiento y halló un pequeño papel blanco que servía de separador. Estaba al inicio de Orientación de los gatos. Revisó el papel y leyó dos iniciales escritas con tinta roja: R. W. En el reverso se leía un nombre: Osiris.