Capítulo 11: Cita a ciegas.
"Andábamos cas ia dos metros del suelo
limpios y guapos caídos del cielo"
Ni una maldita florecita
"Susy espera junto a la ventana
con los labios sin pintar
tal vez ésta sea una de esa noches
en que todo sale mal
Pulgas en el corazón
Cristina y los subterráneos
La mañana era muy gris. Una tenue lluvia caía lentamente. El hombre llevaba una maleta muy pesada e iba dejando sobres en varias puertas. Dejó una especialmente sellado y lo metió bajo la número 77
Phoebe salió del departamento muy temprano. Un viejo amor la había citado en un café exclusivo para tomar el desayuno juntos. Se sintió aliviada cuando cerró la puerta y Helga aún dormía. La cita era demasiado importante como para demorarse dándole explicaciones. El taxi la llevó rápidamente. Cuando bajó, observó un hermoso Cadillac del año en la puerta. Entró sin preocupaciones.
-Buenos días, pase por favorLa simpática mesera le indicó una mesa apartada especialmente por Gerald, quien la esperaba con un ramo de rosas entre sus manos
-Muchas gracias, señorita. Buenos días, Gerald
-Muchísimas más buenas son ahora que has llegado, mi bella dama.
Phoebe sonrió coquetamente. Gerald le entregó el ramo con galantería.
-Estas flores son para la más bella que he visto en mi vida.
-Muchas gracias.
La muchacha se sonrojó levemente. Sus manos empezaron a sudar mientras el corazón se le agitaba en el pecho. El desayuno transcurrió amenamente entre ambos. Las caricias de Gerald a las suaves manos de su compañera lo envolvían en una mixtura de sensaciones confusas, pero agradables. El sol se despertaba con pereza en el cielo.
Dos hombres vestidos de negro ingresaron al establecimiento. Recorrieron con la mirada todas las mesas antes de acercarse a una en especial. Sorprendieron a Gerald besando a Phoebe.
-Buenos días, Lady Butterfly-Buenos días, caballeros, ¿qué se les ofrece?
-Tiene que venir con nosotros
-un momento, la señorita vino conmigo
-a un lado, gusano, este no es asunto tuyo
Los hombres mostraron metrallas cortas que guardaban en sus sacos. Gerald quiso levantarse de su asiento pero Phoebe se lo impidió, mostrándose muy asustada.
-El Gran Jefe nos envía a recogerla, señorita. Usted sabe que sólo cumplimos órdenes.
-Comprendo. Iré con ustedes.
-Phoebe, ¿qué estás diciendo?
-Lo siento, Gerald. El desayuno fue muy agradable.
Phoebe cogió su ramo pero uno de los hombres se lo arrebató, lanzándolo al suelo.
-No puede llevar nada, por su seguridad. Tal vez contenga algún tipo de explosivo o veneno.
-¿Qué has dicho? ¡Jamás le haría daño a esta hermosa criatura!
Una bofetada cayó sobre el rostro del periodista. Phoebe lanzó un grito agudo, mientras se interponía entre el agresor y Gerald.
-¡Basta! ¡Déjenlo en paz!
-Señorita Phoebe, no podemos permitir que usted se asocie con extraños, es demasiado peligroso. Sabe que son órdenes específicas.
-OK. Ahora vámonos o me quejaré con sus superiores.
-Como usted diga.
Phoebe se marchó seguida de los dos hombretones. Subieron al hermoso Cadillac del año, observados por Gerald, quien no podía salir de su asombro.
Arnold se despertó con el ruido del teléfono. Cuando alzó el auricular, sintió un click al otro lado de la línea. Alzó los hombros, intrigado por semejante suceso. COgió su toalla y se fue al baño a ducharse.
Mientras desayunaba veía las noticias que no eran muy alentadoras. El misterio del asesinato de Erick ya no aparecía con la frecuencia de antes. Al salir de su casa observó un extraño sobre cuyo destinador no aparecía escrito. Su sorpresa sobrevino cuando lo leyó.
No tenía firma, lo cual resultaba muy sospechoso. ¿Quién podría ser? Tal vez Rhonda. Aunque habló con ella dos veces, en ninguna admitió conocer a Erick o algo más sobre el Gran Jefe. Probablemente cambió de parecer y ahora trate de ayudarlo. Por otra parte, ese malandrín podría estar detrás de él. Pero asistir era trascendente, para despejar dudas, aunque resulte extremadamente arriesgado.
Almorzó con Gerald en una cafetería de la redacción. El muchacho estaba muy preocupado por su novia y por la forma en que aquellos "guardaespaldas" se la llevaron.
-Veamos por donde veamos siempre aparece ese maldito desgraciado. Debemos encontrarlo, Gerald, es más peligroso que un escorpión.-Así es, viejo. No sé cómo Phoebe se pudo meter con ese hijo de perra.
-Y Helga. Ambas peligran sin saberlo.
-¿Helga? ¿de cuándo aquí te importa tanto?
Un leve ardor en las mejillas. La lengua que se traba cuando intentaba responder a esa sádica pregunta. Sus manos que transpiran tan sólo de pensar en ella. Qué estupidez.
-Bueno... ambas... son amigas después de todo, ¿o no?
-¿Qué te pasa con ella?
-Nada, Gerald. No nos desviemos del tema, ¿qué has averiguado?
-Pues Phoebe no me comentó al respecto. Creo que le tiene mucho miedo al asunto y lo evita.
-Motivo más para alejarla de ese mundo.
-¿Cómo?
-No te preocupes, creo que hoy lo resolveré.
-¿Y se puede saber de qué forma?
-Es confidencial. Mañana te lo diré, te lo prometo.
-Como quieras.
La habitación era demasiado oscura como para distinguir si era de día o de noche. La muchacha ingresó con pasos ligeros, molesta por los últimos acontecimientos. Harold resguardaba la puerta de entrada, impidiendo a los curiosos acercarse.
-¿Porqué diablos me haces esto?-Sabemos que es muy peligroso que andes sin protección. Eres la gran estrella y no pienso perderte de ningún modo.
-Ese no es motivo para entrometerte en mis asuntos.
-¿Tus asuntos? Poco me importan tus asutnos, mi querida Phoebe. Tú perteneces a este lugar, te guste o no. Muchos saben que sin ti esto no sería lo mismo. Además, estamos en plena guerra y sé que la perra esa te sigue a todos lados. Planea asesinarte.
-Entonces, ¡renuncio!
-Tu contrato no te lo permite. No olvides que nos perteneces por dos años más.
-Eres un ser insensible. Has cambiado demasiado, ¿lo sabes?. Me aterrorizas.
-Pero soy mucho más fuerte. Vuelve a tu departamento de inmediato. Harold y Stinky te resguardarán. Ah! No intentes escapar. Podría ser muy peligroso para tu amigo.
Phoebe salió más furiosa que antes. Harold la siguió de cerca, mientras que Stinky la esperaba en la limosina negra. Harold la ayudó a subir, cortésmente. El auto se deslizó hacia la calle sin mucha prisa. El Gran Jefe caminó por la habitación molesto por la conversación. Encendió su cigarrillo mientras descorría el telón para ocultar su identidad.
8 pm. Arnold asitió puntualmente siguiendo las exigencias indicadas en la carta. Sacó un caramelo y se lo introdujo a la boca mientras observaba a la gente que pasaba cerca de él. Jugueteó con el periódico durante quince minutos hasta que apareció un hombrecito con una gabardina marrón. Se acercó a él con cautela.
-¿Arnold? Sígueme sin hacer preguntas. Este lugar no es seguro.-OK
Caminaron dos cuadras abajo. La calle estaba casi a oscuras pues el alumbrado era deficiente. Ingresaron a una cantina llena de ebrios que jugaban a los dados. Ninguno le prestó atención a su presencia. El hombrecito continuó hasta llegar a una habitación muy pequeña. El foco proyectaba una luz muy tenue.
-¿Quieres la información?-¿quién eres tú?
-soy yo quien hace las preguntas
-está bien. Sí, necesito la información que tengas
-bien. Te advierto que no te gustará saberlo.
-Es muy importante para m
-¿traes dinero?
Arnold enmudeció. No estaba seguro de traer lo suficiente pues con la prisa olvidó que en estos casos el dinero era imprescindible. Controló sus nervios para no perder la calma.
-S-te costará $500 todo el paquete
-¿y cómo estoy seguro de su seguridad?
-somos desconfiados. Ok, sólo tienes mi palabra
-la cual no me ayuda mucho
-entonces me iré y te quedarás sin nada
-no seré el único
El hombrecito dudó por un momento. Cogió la capucha que lo cubría con nerviosismo y se la quitó.
-¿Sid?
-El mismo, ¿ahora confías en mí?
-por supuesto que sí, pero... ¿porqué haces esto?
-al igual que Erick, también trato de sobrevivir
-¿intentó vender la información? ¿a quién?
-no sé quién era su comprador, sólo que el Gran Jefe lo descubrió antes
-por eso necesito deshacerme de esto, antes de que haga lo mismo conmigo
-¿sabes quién es Él?
-no, pero estoy en la pista
-¿y qué dicen los documentos?
-lo necesario para incriminarlo. Si no puedes pagarme hoy, te doy plazo hasta el viernes. Necesito desaparecer.
-¿Viernes? Son dos día, no sé si podré hacerlo
-Arnold, por favor, debes hacerlo. Mi vida se va en ello
-Ok. Te daré $200 de adelanto. Pero para el viernes debes tener algo más, ¿comprendes?
-¿Más? ¡estás loco!
-entonces no te pagar
-Está bien, está bien. Te lo prometo. Nos veremso en el viejo edificio Rosse, a las 9pm
-De acuerdo
