Digimon no me pertenece y escribo esta historia sin fines de lucro.
Editado 2015.
Tan solo una noche
2
Sora cortó el teléfono y se detuvo a pensar unos momentos. Levantó el tubo y volvió a marcar. Pero no terminó de hacerlo. Todo era preferible antes que ir a lo de su tía y, después de todo, con Yamato no tenía ningún problema...
Casi...
Se recostó en un sillón, dejando que su mente viajara al mundo de los recuerdos...
... un rubio y una pelirroja mirándose tímidamente bajo los copos de nieve... el rubio acercándose y depositando un suave beso en los labios de la pelirroja... su primer beso...
... la pelirroja cayendo de un árbol, y el rubio abajo para agarrarla... su primera cita...
... el mismo rubio y la misma pelirroja deslizándose abrazados por una loma, para terminar en el suelo entre besos... su primer viaje juntos...
... el rubio sentado en una silla entre un hombre y una mujer mayores, y la pelirroja sonriéndole desde la otra punta de la mesa... su primera cena con sus padres...
... una caja con una torta de chocolate y una rosa roja... sus primeros regalos...
... el rubio y la pelirroja besándose en una plaza bajo las flores de sakura... su primera presentación en público...
... la pelirroja llorando abrazando al cadáver de un gato, y el rubio abrazándola bañado en llanto... sus primeras lágrimas...
... la pelirroja gritando, tratando de pegarle una cachetada al rubio, y el rubio parándola y empujándola contra una pared... su primera pelea...
... el rubio y la pelirroja cenando tranquilamente en un restaurante, y un par de fans enloquecidas rompiendo el vestido de la pelirroja y empujándola de la mesa... su última cita...
... un rubio gritando y cerrando la puerta de un portazo y marchándose de la habitación... la pelirroja observándolo desde la ventana partir bajo la lluvia... su último viaje juntos...
... los padres del rubio gritándose mutuamente y apuntando a la pelirroja con el dedo... su última cena con sus padres...
... una rosa marchita y una caja vacía... sus últimos regalos...
... una discusión en medio de la escuela... su última presentación en público...
... otra discusión, en una habitación, el rubio y la pelirroja bañados en llanto... sus últimas lágrimas juntos...
... la pelirroja tirándole una raqueta de tenis, y el rubio esquivándola y doblándole el brazo tras ella... su última pelea...
... el rubio y la pelirroja mirándose tímidamente bajo los copos de nieve que caían... sus ojos reflejando tristeza, pero no rencor... la pelirroja acercándose y depositando un suave beso en los labios del rubio... su último beso... su último día... su último momento...
Su último recuerdo.
El sonido del timbre alejó a la pelirroja de sus pensamientos. Se levantó y se enfrentó al espejo. Sus ojos estaban rojos de tanto llorar. El timbre sonó nuevamente. ¡No podía presentarse así!
―¡Ya voy! ―gritó. Corrió al baño, se lavó la cara y se pasó delineador, todo a la velocidad de la luz. Nuevamente sonó el timbre―. ¡YA VOY! ―repitió, colocándose corrector de ojeras.
Mientras hacía todo esto, no dejo de pensar en su relación con Yamato... había comenzado un invierno... había empezado otro, lo había completado... y había terminado al otro invierno... dos años de risas, diversiones, lágrimas, regalos, peleas, viajes, salidas, citas, cenas, besos... y fans.
A pesar de todo lo que habían hecho ambos para mantener la relación, a pesar de las lágrimas en secreto y los viajes con su banda, lo cierto es que él tenía una carrera y fans para seguirlo... y ella solo era una estudiante de secundaria tratando de seguir su ritmo. Un ritmo que nunca alcanzó, por más que se esforzó.
Se miró al espejo y su aspecto le gustó, así que corrió a abrir la puerta.
―Hola Matt ―sonrió, besándolo en la mejilla e invitándolo a pasar—. Muchas gracias por venir ―sonrió.
―Era lo menos que podía hacer ―se descalzó y le pasó una bolsa que traía―. Traje pizza. Con anchoas y aceitunas, como te gusta.
―¡Matt! ―protestó, sacándole la campera y colgándola―. ¡No te gustan las anchoas!
―Pero a ti si ―dijo. Ya estaban en la sala, y Yamato se agachó para avivar el fuego—. No protestes ―dijo, antes que la pelirroja pudiese abrir la boca―. Quise mimarte.
Sora sonrió y lo abrazó fuerte. Ahí estaba. A pesar de todo, su Matt seguía estando. Era el mismo amigo atento de siempre. Lo soltó y fue a la cocina, dejando al rubio completamente turbado y avergonzado.
Regresó con platos, cubiertos y vasos. Los dejó en la alfombra frente a la chimenea y volvió a por servilletas y bebidas. Había estado muy nerviosa por la perspectiva de recibir a Yamato, pero su carácter amigable y desinteresado ya la había tranquilizado. Como novio, como amigo o como enemigo, Yamato siempre era el mismo.
Al regresar, descubrió a Yamato improvisando una mesa sobre la alfombra.
―Iba a poner velas, pero tuve miedo de que cayeran sobre la alfombra... ―murmuró.
―Está bien Matt... gracias por todo ―dijo, sonrojándose.
―No es nada... ¡ah! Me olvidaba de algo. ―Corrió a su mochila, colgada con la campera, y volvió con una rosa rojo sangre―. La vi en una tienda hoy a la mañana, y me hizo acordar a ti ―dijo, sonrojado―. Fui a comprarla recién pero ya había cerrado así que... tuve que arrancarla de un rosal... ¿importa? ―Sora se sonrojó y, sonriendo, la agarró.
―No Matt... claro que no importa... ―corrió a llenar de agua un jarrón y lo colocó entre medio de los platos, en el lugar de las velas que Yamato no había querido usar―. ¿Ya quieres comer?
—Como tú quieras Sora...
―Pero tú eres de cenar tarde...
―Pero tú no...
―Pero papá y mamá no están...
―...
―¡Así que dejemos la pizza para después! ―sonrió Sora. Observó unos segundos a su amigo, y el silencio se hizo presente. Como siempre, molesto e incómodo. El silencio... generalmente sería Yamato el que se encargaría de que se fuera, pero en esta situación, el rubio parecía muy metido en sus pensamientos... ―Eh... hoy daban una película buena...
―En Fox, sí —dijo Yamato, saliendo de repente de sus pensamientos―. ¿Quieres verla?
Sora asintió y ambos se dirigieron a la habitación de la pelirroja. Ella se tiró en su cama y Yamato se sentó en el suelo.
―Matt... ¿estás cómodo? ¿Por qué no vienes aquí? ―preguntó la portadora del amor, indicando el lugar vacío junto a ella.
Yamato dudó un momento. ¿Lo estaba invitando por compromiso? ¿No estaría invadiendo su tranquilidad? Desde que recibió la invitación de Sora supo que ella lo había invitado solo por ser el único que quedaba. Por alguna razón debían estar todos ocupados... ¿o no?... ¿Y si Sora lo había invitado porque quería arreglar las cosas? ¿Y si seguía tan enamorada de él como él de ella?... no, esos eran sueños... Sora no era así... en todo caso habría ido directamente al grano... ¿y si estaba nerviosa?... pero no, no era la forma de ser de ella...¿por qué lo invitaba a la cama con ella?... porque quiere estar cerca de ti... sí... porque quiere volver contigo... porque te ama tanto que se le queman las entrañas si no puedo tocarte... porque no le gusta la pizza con anchoas y quiere que te duermas para hacer desaparecer la mitad... eso... porque quiere que te duermas... 'para que no estés incómodo, ¡idiota!'. La respuesta le llegó de repente, lastimándolo salvajemente y borrándole todas sus fantasías.
―¡Matt! ¡Tierra llamando a Matt! ―insistió Sora, pasando una mano delante de su rostro.
―¿Qué? ¿Eh? ―Yamato giró su rostro, quedando a apenas centímetros del suyo. Esos labios... tan tentadores...
―Te ofrecí que subas a la cama conmigo ―dijo Sora, corriendo la cara y sentándose. Había sentido una extraña sensación recorrer su cuerpo al estar tan cerca del rubio... y no le había gustado en lo más mínimo.
―No... está bien... estoy cómodo acá. ―Yamato lamentó sus propias palabras enseguida.
―Bueno... pero si quieres...
―Sí... ―silencio. '¡¿Por qué no insiste?! ... a esta película la vi nueve veces... ahora le dicen a Cenicienta que se lleve todo lo que pueda cargar y levanta al príncipe... sí, jajaja... siempre me gustó esa parte... ahora se besan... jajaja, lo de siempre...' ―Sora...
―¿Sí?
―¿Te gusta esta película?
―Bueno... la vi nueve veces... me encanta, pero...
―Cansa ―terminó Yamato. Sora sonrió y cambió de canal.
Media hora después Yamato estaba acostado en la cama de Sora, ella estaba sentada junto a él con un bowl de pochoclo, riendo estrepitosamente. En la tele, "El hombre de la máscara de hierro" luchaba enormemente por recibir atención, pero los chicos estaban más ocupados en hablar y reírse de todo que en verla. De "Por siempre Cenicienta" habían pasado a "Cuatro bodas y un funeral", "Daredevil", "El Rey Leon II", "Turbulencia", "El Señor de los Anillos I" y "X―men II", pero ninguna les había llamado demasiado la atención.
―No, ¡no fue así! ―gritó Sora, riéndose―. Esa vez fue Ken el que hizo el baile, pero por insistencia de Miyako. La vez que dices fue después, en otra fiesta. ―Estaban recordando una de las reuniones que habían tenido―. Mira, fue así ―Sora se paró en la cama, pero un mal movimiento hizo que fuera de espaldas al piso.
Yamato se tiró hacia delante y agarró su mano, pero el impulso hizo que ambos cayeran, Yamato sobre ella. Sus caras estaban muy cerca... podían sentir la respiración del otro.
Yamato se levantó, pero los ojos rojo sangre de Sora lo atraparon... sintió como se iba en ellos... y no pudo resistirlo más. Abrazó a la pelirroja y la besó. Por un segundo sintió como ella le devolvía el beso, pero fue solo un segundo. Al instante después estaba siendo escarchado por una cachetada de la chica, que se levantó y salió corriendo.
Después de unos segundos de confusión, Yamato salió corriendo. La encontró en la entrada, recogiendo sus cosas.
―Tienes que irte ―fue lo único que dijo, mientras le pasaba su campera y su mochila.
Pero Yamato no contestó, solo se limitó a mirarla fijamente. Estaba perdidamente enamorado de su ex novia, y sabía que era correspondido. Y si ella no quería admitirlo, si quería seguir escondiéndolo, entonces él se encargaría de que soltara todo. Sabía que su relación podía funcionar, estaba dispuesto a dejar todo, incluida su carrera musical. De todas formas, nunca pensó en dedicarse a eso. Cuando entró a la banda ya sabía que iba a terminar dejándola tarde o temprano, por una u otra razón. Y si tenía que hacerlo por amor, iba a hacerlo.
―Tenemos que hablar, Sora ―dijo, suavemente.
―No ―ese 'no' sonó muy cortado, como si no quisiera decirlo. Yamato soltó una risa muy suave. Sora suspiró y se sentó en el suelo, donde estaba. Cuando había marcado el número de Ishida, ya sabía que en algún momento de la noche iban a tener esa conversación. Había tratado de evitarla, pero era imposible. No estaba preparada... pero Yamato ya estaba sentado junto a ella.
―Sora, te amo ―ella no contestó. Siguió mirando el suelo fijamente―. Y si no quieres hablar, te respeto, pero vas a tener que escucharme porque no doy más. ―Tomo aire e hizo silencio. Trataba de elegir las palabras justas―. Quiero que volvamos. ―Silencio―. Y ya sé que es muy precipitado, que hace tres meses terminamos y dijimos que no íbamos a volver, pero... lo nuestro puede funcionar, estoy seguro. ―Sora escuchaba, pero no quería contestar... no tenía qué contestar. Como siempre, Yamato no entendía e interpretaba todo de otra manera―. Soy capaz de dejar la música, de hacer un lado a las fans y quedarme contigo... Sora, ¡te amo demasiado! Por favor, ¡necesito que volvamos! Ya no sé qué hacer para esconder esto que siento, ¡no sé cómo evitar mirarte y pensar en ti todo el tiempo! Quiero tenerte cerca siempre, estar contigo y saber que eres mi novia… No soporto ver como otros te miran o murmuran sobre ti... ¡Sora, te amo!
El silencio se extendió. Yamato había soltado todo, pero ahora no estaba seguro... tal vez no era correspondido y se había equivocado... había escuchado más de una vez sobre como el amor se termina, pero no creía que eso pudiera pasar tan rápido... se habían divertido mucho como para que en tres meses se termine todo... ¿o no?
Sora seguía en silencio, su postura no había cambiado. Yamato no sabía que hacer o decir, el silencio lo estaba matando. Cada vez se sentía más inseguro, tenía deseos de salir corriendo... pero no iba a hacer eso, no. Tenía que escuchar lo que Sora iba a decir... porque iba a decir algo, ¿no?
―Sora...
―Cállate, Matt. Nunca entendiste nada ―esas palabras le llegaron hasta el fondo del alma y lo lastimaron salvajemente. Sora se paró y comenzó a moverse por la habitación―. Sigues pensando que nuestra relación no funcionó por culpa de tus fans. Creí que después de tres meses ya habrías madurado y habrías encontrado la respuesta, pero parece que me equivoqué. Estuviste más ocupado en celarme y encontrar la manera de estar conmigo... te obsesionaste, Matt.
―No, Sora, estás...
―Si retomáramos la relación contigo pensando de esa manera no llegaríamos a ningún lado... solo a más sufrimiento y a terminar nuevamente... tenemos que dejarlo acá...
―Pero Sora... ―las palabras volaron de su boca. Ya no había nada más que decir. Agarró sus cosas y se dirigió hasta la puerta.
―Matt, no te vayas ―murmuró Sora. Él giró y se encontró apretado en un abrazo, al que enseguida respondió―. Te quiero mucho, Matt. No peleemos más.
―Está bien ―la besó en los cabellos y se mantuvieron abrazados, ninguno supo por cuanto tiempo. Segundos, horas... minutos... no pensaron. Solo estuvieron ahí, abrazados, descargándose internamente. Descansando.
Sora soltó el abrazo delicadamente. Volvieron a ver tele, pero ninguno le prestó demasiada atención. Casi sin notarlo, ambos estaban más conscientes del otro, de encontrar la manera de llamarle la atención. Para un observador que no supiera nada de ellos, no eran más que dos chicos enamorados, demasiado orgullosos para admitirlo, que retaban al otro a que cayera primero en la tentación, para luego seguirlo con la misma intensidad, pero sintiéndose tranquilo y superior... casi parecía un amor infantil, dos niños pequeños y orgullosos...
―Matt... son las cuatro de la mañana... ―murmuró Sora al oído del rubio. Él giró la cabeza y quedaron enfrentados, a escasos centímetros.
―¿Quieres dormir? ―preguntó, vagamente. Desde donde estaba podía contar los cabellos que caían sobre la frente de Sora... uno, dos... cinco, siete... "pero si tu quieres"... once... de algún lugar le llegaba la voz de Sora... "me voy a la sala"... catorce, diecisiete... sueño... diecinueve...
Sora observó a Yamato, quien ahora había cerrado los ojos y al parecer no había escuchado nada de lo que había dicho. Estuvo a punto de sentirse ofendida, pero luego lo miró y... no pudo... sonrió, se levantó, apagó la tele y lo arropó. Luego salió sin hacer ruido y cerró la puerta.
Se acostó en el sillón y se tapó con una manta. Pudo haber ido a la pieza de sus padres, pero desde allí no escucharía a Yamato. Conocía demasiado bien al rubio, y sabía que podía marcharse en cualquier momento sin el más mínimo aviso, y quería estar ahí para despedirse y agradecerle. Por un momento había creído que la noche se les iba a caer abajo, pero pudieron superarlo y seguir como si nada... no sabía si había hecho bien en decirle lo que le había dicho, ya que... no sabía si era cierto... mientras hablaba y le decía todo, sentía que le estaba mintiendo... que eso eran solo palabras y no excusas, que en ese momento podía dejar todo y correr a él, besarlo y ser besada, abrazarlo y dejar que la noche los atrape... y casi lo logró, pero tuvo que soltarlo...
A veces le parecía que hacía todo al revés...
Sintió que la empujaban suavemente y abrió los ojos. Yamato.
―Que ho ―el rubio apoyó dos dedos en sus labios para indicarle que hiciera silencio. Luego la miró unos segundos en silencio, y apoyó esos dos dedos en sus propios labios. Se levantó y caminó hasta la salida.
Sora lo miró alejarse, eran las diez de la mañana y él se estaba yendo. Se levantó apresurada y lo acompañó hasta la puerta. Ya afuera, Yamato giró y la observó atentamente. Volvía a ser el mismo chico un poco frío de antes, aunque con ella siempre mostraría esa calidez apenas perceptible para algunos.
―Gracias por venir ―dijo Sora, sonriendo―. Ya me veía en casa de mi tía... –―Yamato le devolvió la sonrisa y se alejó, pero se detuvo a los pocos pasos.
―Vengo esta tarde ―sonrió―. Y no te olvides de avisarme la próxima vez que quedes sola a la noche... o a la mañana, mediodía o a la tarde... en cualquier momento... nos vemos...
Sora lo despidió con una sonrisa.
Fin
Originalmente publicado el 19/01/05
