EXPLOSIÓN DE GALAXIAS
Capítulo 1: La inauguración
Al día siguiente, un Saga trajeado y elegante, entraba de nuevo en el local un poco atemorizado. No sabía lo que se iba a encontrar... pero tras echar un vistazo alrededor suspiró aliviado. Al fin y al cabo lo habían conseguido: el local estaba limpio, las paredes pintadas (de azul, aunque se veía un trozo de un color raro donde Afrodita había empezado a pintar de rosa), las mesas y sillas colocadas, la barra reluciente...detrás de ésta estaba Ikki, acostumbrándose a su puesto.
-Os felicito. Al final ha quedado bien -reconoció Saga.
Ikki emitió un pequeño gruñido de satisfacción, que fue ahogado por un estrépito de cristales rotos.
-¿Qué ha sido eso?
Los dos Caballeros entraron en la pequeña cocina del local, de donde había venido el ruido.
-Por Atenea, Seiya ¿cómo puedes ser tan inútil? -decía Hyoga.
-¡Ahora tendré que limpiarlo yo! -se quejaba Afrodita.
-¿Qué ha pasado? -preguntó Saga- Ya me extrañaba que no hubiese problemas...
-Intentábamos enseñar a Seiya a llevar la bandeja -explicó Shun. El resultado estaba en el suelo: un montón de vasos rotos. Saga iba a regañarles, pero no tuvo tiempo, pues oyó abrirse la puerta del bar y la inconfundible voz chillona de Saori.
-¿No hay nadie aquí?
-Vamos, vamos, arreglad eso y todos a sus puestos -ordenó el Caballero de Géminis apresuradamente. Estaba nervioso: Saori le había dado un puesto de responsabilidad y temía que estos idiotas pudieran fastidiárselo. Salió a recibir a los recién llegados: efectivamente, era Saori, acompañada por Tatsumi.
-Señorita Saori -Saga inclinó la cabeza respetuosamente como saludo. Ésta sonrió complacida y pidió ver todo el local. Cuando Saga se la llevó, Tatsumi fue directo a la barra y le pidió una cerveza a Ikki. Enseguida empezó a entrar más gente, atraída por la novedad del bar.
Saga llevó a Saori por todo el bar, y también le enseñó los baños (donde encontraron a Afrodita retocándose el maquillaje), el pequeño cuarto de la limpieza, el cuarto donde Shiryu ya había empezado con su labor delante de un ordenador... pero evitó aposta pasar por la cocina. Saori lo notó.
-¿No me enseñas la cocina? Esto es un bar-restaurante...en algún sitio tienen que cocinar...
Saga carraspeó, nervioso.
-Ejem...sí... pero pensé que no le interesaría, señorita Saori.
-Sí me interesa. Vamos. -le cogió del brazo animándolo a llevarla hasta allí. Saga no tuvo más remedio que obedecer, rogando a los Dioses porque Seiya no siguiera con sus desastrosos ensayos. Por suerte, al parecer había terminado y en la cocina estaban sólo Shura y Shun. Shun estaba de pie pelando patatas mientra que Shura le observaba cómodamente sentado. Saga se ocupó de hacer ruido al entrar para que los dos hombres se dieran cuenta de la presencia de la jefa. El Caballero de Capricornio se apresuró a levantarse y fingir que hacía algo útil. Saori pareció satisfecha y, sin ningún comentario, volvieron al bar donde Tatsumi iba por su segunda cerveza.
Cuando salieron, Shura volvió a sentarse con un suspiro. Shun seguía pelando patatas. Era el único que había trabajado desde que llegaron, y en un atrevido arrebato, se dio la vuelta, enfrentándose al Caballero dorado.
-¿Vas a quedarte todo el día ahí sentado?
Shura levantó una ceja, sorprendido por la repentina rebeldía del joven, pero no se movió, sólo articuló un monosílabo:
-Sí.
Unas pequeñas chispas de rabia brillaron en los ojos de Shun, y posó el cuchillo con brusquedad sobre la mesa.
-¡No pienso hacer todo el trabajo!
Shura sonrió. No se esperaba una reacción así del inocente Caballero de Andrómeda, pero de todas formas no tenía ningunas ganas de trabajar.
-Eres mi aprendiz, y primero tengo que observar cómo te las arreglas en la cocina. Luego ya te enseñaré mis trucos.
Shun se quedó mirando por un momento a Shura y su sonrisa divertida, y luego volvió a coger el cuchillo, un poco avergonzado por su ataque de rabia.
-Espero que sea cierto -murmuró, volviendo a las patatas.
Mientras tanto, habían llegado el resto de los Caballeros Dorados y estaban apoyados en la barra contándose sus experiencias en sus nuevos trabajos. El más satisfecho era Death Mask, que estaba en "Funerarias Kido"; Mu y Aldebarán trabajaban en "Construcciones Kido"; Aioria y Milo dirigían "Gimnasios Kido", Camus era el encargado de una pista de patinaje sobre hielo y Shaka daba clases de yoga en otra de las empresas de Saori.
-Mu lo tiene muy fácil, coloca los ladrillos con la mente -decía Aldebarán, dándole un codazo al mencionado- ¿No es cierto, Mu?
Éste asintió distraídamente. Hacía rato que no escuchaba la conversación, estaba buscando con la mirada a Shiryu, pero no le veía. Finalmente tuvo que preguntarle a Ikki y éste le señaló el cuarto del contable. Mu se lo agradeció con una sonrisa y se dirigió hacia allí.
-¿Shiryu? -preguntó, abriendo la puerta. El Dragón estaba concentrado en el ordenador que tenía delante, pero al oír su voz se dio la vuelta sonriente, y se apresuró a recibirlo con un abrazo.
-Te he echado de menos -murmuró Shiryu, hundiendo su cara en el hombro del dorado.
-Y yo a tí -contestó Mu, acariciando los largos cabellos del moreno.
Habían empezado a besarse cuando fueron interrumpidos:
-¡Ejem!
Al separarse vieron que era Saga.
-Mu, te agradecería que no entretengas a Shiryu durante su horario de trabajo.Mu suspiró. Saga no se llevaba bien con muchos de los demás Caballeros y Mu era uno de ellos: es más, tenía la sensación de que Saga tenía algo en contra de él.. Y por eso, en vez de replicar, lo que podía dar lugar a una discusión que Mu no deseaba, le dio un tierno beso en los labios a Shiryu y salió de la habitación. Al hacerlo tropezó con Hyoga, que llevaba una bandeja con un par de vasos y algunos platos con aperitivos. Los vasos se tambalearon, pero el Cisne consiguió volver a equilibrarlos hábilmente.
-Lo siento -se disculpó Mu.
-No pasa nada. Yo también iba distraído.
Hyoga llevó la bandeja hasta la mesa 3, donde se habían acomodado su Maestro, Camus, con su novio, Milo, y les sirvió con elegancia.
-Caray, pareces un experto -observó Milo- ¿Ya habías hecho de camarero alguna vez?
-No, pero aprendo rápido, no como otros -respondió Hyoga, en clara alusión a Seiya.
El rubio se alejó y Camus le dio un codazo a Milo.
-¡Deja de mirarle así! -le dijo, mosqueado. Milo esbozó una sonrisa pícara:
-Se nota que ha sido discípulo tuyo... ¿sabes que me recuerda mucho a tí? Sois igual de finos, de elegantes... pero él tiene pinta de ser más alocado en la cama.
La mirada de Camus se había enfriado hasta el cero absoluto, pero esto no atemorizaba al Escorpión, al contrario.
-Camus, a veces pienso que tienes debilidad por él... cuando hablo de otros hombres no te molesta tanto.
El Caballero de Acuario dio un sorbo a su copa, como si no le escuchara, pero Milo sabía que sí lo estaba haciendo, y lanzó el ataque final.
-¿Por qué no le proponemos hacer un trío?
Camus se atragantó y casi escupe la bebida.
Mientras, Hyoga había ido a la barra a comprobar que no había ningún pedido más y luego entró a la cocina, lugar a donde iba cada vez que tenía un descanso para estar un rato con Shun. Al entrar vio que esta vez Shura ni siquiera estaba allí.
-¿Ya se ha escapado? -preguntó. Shun asintió.
-Dijo algo de ir al baño, pero de eso ya hace diez minutos.
-¿Te ayudo en algo? -se ofreció el Cisne, al ver a Shun peleándose con un par de potas.
-No, no hace falta, pero gracias por ofrecerte.
-De nada. Para eso están los amigos -respondió el rubio con ternura. Algún día le confesaría sus sentimientos a Shun, pero de momento no tenía prisa, quería ir poco a poco, asegurarse primero de que su amigo no se iba a asustar.
-¡Hyoga! -era la voz de Ikki, que había asomado la cabeza por la puerta y le tendía una bandeja repleta de vasos- Para la mesa 5.
Así que el Cisne tuvo que volver al trabajo, separándose de Shun de mala gana.
En el rincón más oscuro del bar estaba sentado Afrodita, que no tenía nada que limpiar (por el momento, ya que el alcoholico de Tatsumi seguro que daría problemas enseguida) y observaba a la gente que había en el local. Bueno, para ser sinceros no observaba a todo el mundo, sino a una persona en concreto... Pero entonces un cuerpo pasó por delante de su ángulo de visión y le distrajo: era Shaka. Afrodita lo cogió de sorpresa por un brazo y le hizo sentarse sin mucha delicadeza, para luego acercar su cara a la del rubio.
-¿Me buscabas? -preguntó el Caballero de Piscis con voz sensual.
-No. Sólo iba al baño. -respondió el otro, cortante.
-Si quieres te acompaño.
-No, gracias. Sabré llegar solo -Shaka empezó a levantarse, pero Afrodita se lo impidió.
-Vamos, relájate, no me voy a tirar a tu cuello. Charlemos un rato.
-Está bien. -respondió Shaka, pero no muy confiado. Afrodita SIEMPRE se le tiraba al cuello. El Caballero de Piscis había conseguido acostarse con casi todos sus compañeros, pero las constantes negativas de Shaka no hacían más que aumentar su deseo por el guardián de la sexta Casa.
-¿Qué tal el trabajo? -preguntó el Caballero de Virgo, intentando iniciar una conversación poco peligrosa.
-Oh, horrible, no me hables de ello. Parezco una vulgar limpiadora.
-Es que es lo que eres - respondió Shaka riendo, pero la mirada furiosa de Afrodita le hizo volver a su habitual seriedad- Así que te has escondido aquí para no trabajar -concluyó.
-Sí, pero estando aquí sentado descubrí que tal vez este trabajo me guste más de lo que esperaba.
-¿Qué quieres decir?
Afrodita señaló hacia la barra con un gesto. Shaka siguió su mirada y vio a varios de los Caballeros Dorados pidiendo bebidas.
-Has elegido tu próxima víctima, ¿verdad? -adivinó el rubio.
-Eso mismo -respondió Afrodita sonriente.
-¿Y quién es?
-Ikki.
-¿Qué? -Shaka pensó que había escuchado mal.
-Ikki, el Caballero del Fénix -respondió el otro muy convencido.
Shaka se le quedó mirando por unos momentos y luego estalló en carcajadas, sin que la mirada amenazante de Afrodita pudiese contenerle esta vez.
-Ríe todo lo que quieras. Pronto caerá en mis brazos.
-¿Hablas...en...serio? -consiguió preguntar Shaka entre risas.
-Completamente. Nunca me había fijado en él, pero de repente lo veo muy atractivo. Me encantan esos ojos profundos, ese aire de mal humor...por no hablar de ese cuerpazo.
-Vamos, Afrodita. No se me ocurre nadie menos interesado en ti que Ikki. Además no creo que él sea gay... estaba muy enamorado de aquella chica... Esmeralda, creo que se llamaba.
-Cuando se acueste conmigo olvidará todas las chicas que haya conocido.
La sonrisa irónica de Shaka hacía evidente que el Caballero de Virgo dudaba de que consiguiese tal cosa.
-No me subestimes -advirtió Afrodita, pero Shaka negó con la cabeza:
-Me apostaría cualquier cosa a que no se acuesta contigo.
-¿Cualquier cosa? -le preguntó Afrodita, repentinamente interesado.
-Cualquier cosa.
-Hagamos un pacto. Si consigo que Ikki caiga en mis redes, luego tú te acuestas conmigo.
-¿Eh? No, eso no...-empezó a protestar el rubio, pero Afrodita le interrumpió:
-Dijiste cualquier cosa. ¿O es que ya no estás tan seguro?
Shaka miró de nuevo hacia la barra por unos minutos. Ikki servía bebidas y respondía a las preguntas si es que los clientes le daban conversación, pero en ningún momento perdía su aire distante y malhumorado. Volvió a mirar a Afrodita y definitivamente decidió que ambos hombres no pegaban ni con cola. Lo único que podía esperar Afrodita de Ikki era que le quemase la mano en cuanto intentase tocarle.
-De acuerdo, trato hecho. Pero a cambio, si fracasas, me dejarás en paz.
-¿Qué quiere decir eso exactamente?
-Que no volverás a intentar seducirme. Ni insinuaciones, ni intentos de emborracharme, ni invitaciones a tu casa... Nada de eso.
-Vale... -respondió Afrodita, no muy satisfecho, y Shaka se levantó para ir al baño porque ya no aguantaba más.
Unas horas después y unas cuantas bandejas más en el suelo por causa de Seiya, llegó la hora de cerrar. Los Caballeros de Oro ya se habían ido todos, excepto Mu, que esperaba junto a la barra a que Shiryu terminase su turno para ir a dar una vuelta con él. Era tarde y al día siguiente madrugaba, pero no le importaba, tenía ganas de estar con su Dragón. Mientras esperaba, aburrido, se fijó en Saga que, haciendo las veces de relaciones públicas, despedía a los últimos clientes con frases amables.
"Qué hombre más extraño" pensaba Mu. El Caballero de Aries, gracias a sus habilidades, podía leer en la mente de las personas, pero en la de Saga le era imposible. El guardián de la tercera Casa construía un muro mental que no conseguía atravesar. "Tampoco me interesa hacerlo" pensó, pero en el fondo no podía negar que sentía cierta curiosidad por el misterioso Caballero. Entonces Saga se volvió hacia Mu, como si hubiese sentido sus ojos clavados en él, y sus miradas se cruzaron. Los ojos de Saga se entrecerraron como en un reproche por haber estado mirándole y Mu desvió los suyos rápidamente, sintiendo como se coloreaban sus mejillas.
-Mu, ya podemos irnos -era Shiryu, que por fin había terminado y salía de su cuarto de trabajo con el abrigo bajo el brazo.
-Ah, sí, vámonos...
Mu y Shiryu salieron del local y detrás el resto de los Caballeros. Saga fue el último en salir y cerró la puerta con candado. Hacía frío, así que se subió la cremallera del abrigo hasta arriba y metió las manos en los bolsillos, antes de echar a andar hacia su casa. Unos cuantos metros por delante de él iban Hyoga y Shun (el Cisne había dicho algo de acompañar a Shun a casa), Seiya e Ikki, el primero riéndose estruendosamente de alguna broma, y por último Shura y Afrodita, que parecían enfrascados en alguna estúpida discusión. Al final de la calle podía distinguir las figuras de Shiryu y Mu, que caminaban cogidos de la mano. Saga se estremeció, no de frío sino de... soledad. Se había dado cuenta de que estaba horriblemente solo. No había nadie con quien tuviese una especial amistad, ni complicidad, ni mucho menos un romance.
"¿Un romance? ¿En qué estás pensando?" se reprochó a sí mismo, pero en realidad sabía muy bien en qué, y más concretamente, en quién estaba pensando. Suspiró. Por lo menos el primer día de trabajo había salido bien: el bar seguía en pie, no habían hecho ningún ridículo especial, y la señorita Saori se había marchado satisfecha. Ojalá continuasen así las cosas.
