Advertencia: este capítulo contiene algo de lemon (sexo explícito), si esto te desagrada, no lo leas.
EXPLOSIÓN
DE GALAXIAS
Capítulo 2: Chocolate, pescado y pesadillas
Afrodita se retocó el pelo y echó una última mirada al espejo. Perfecto. Podía empezar con "la caza del Fénix", que era como había decidido llamar a la operación de conquista de Ikki. Además mataría dos pájaros de un tiro: Ikki y después... Shaka. Se relamió los labios sólo de pensarlo.
"Ya es hora de ponerme a limpiar" pensó, contento. Y no es que de repente le gustase ese trabajo, sino que pensaba limpiar algo muy concreto: la barra. Salió del baño con un trapo en la mano derecha y un spray limpiamuebles en la izquierda.
Ikki estaba colocando unas botellas y al principio se sorprendió al ver al Caballero dorado limpiando la barra, pero prontó notó que "casualmente" Afrodita tropezaba cada poco con él, y las sonrisas que le dedicaba cuando ocurría esto no parecían de disculpa sino de complicidad.
"¿Qué estará tramando éste?" pensó, frunciendo el ceño.
-Un batido de chocolate, por favor -pidió una niñita que se había acercado a la barra.
-Enseguida -contestó Ikki.
Afrodita observó que el Fénix servía el batido de chocolate en un vaso alto y vio su oportunidad. Antes de que Ikki se lo diese a la niña, estiró el codo disimuladamente y tiró el vaso, derramando todo el batido en la camisa blanca de Ikki.
-¡Oh! ¡Cuánto lo siento! Soy un torpe...-exclamó, poniendo en práctica sus mejores dotes de actor.
Ikki se miró la camisa, completamente cubierta de chocolate, y luego a Afrodita con rabia asesina. Cuando sus manos ya buscaban la garganta del dorado para estrujársela hasta ahogarlo, recordó que estaba trabajando y que no era cuestión de dar el espectáculo. Además la niña les miraba sorprendida, y no quería que anduviese contándole a sus padres historias de camareros ensangrentados. Bajó los brazos.
-Debería matarte -le murmuró entre dientes a Afrodita- Aquí no tengo más camisas, y no puedo trabajar con esta toda sucia.
-No te preocupes -sonrió el otro- En el cuarto de la limpieza tengo un quitamanchas buenísimo. Te la limpiaré en dos segundos.
Ikki levantó una ceja, Afrodita ya le había causado bastantes problemas, pero no le quedaba otro remedio que confiar en él. Llamó a Seiya, que rondaba cerca de allí, le dijo que le sirviese un batido a la niña y a continuación siguió al Caballero de Piscis hasta el cuarto de la limpieza.
Afrodita esperó hasta que el otro entrase y cerró la puerta detrás de él. El cuarto era más bien un mini-cuarto, cada pared no debía medir más de 2 metros, y la escoba y demás utensilios de limpieza ocupaban casi todo el espacio.
-Quítate la camisa -ordenó Afrodita mientras buscaba el quitamanchas.
-No -contestó Ikki, y por su tono de voz Afrodita comprendió que no pensaba cambiar de idea dijera lo que dijera.
-Sería más fácil si te la quitases -comentó resignado- pero veré qué puedo hacer.
Extendió el quitamanchas por toda la zona donde había caído el batido y comenzó a frotarlo con un pañuelo, sintiendo debajo de su mano el firme vientre del Fénix. Pero al poco Ikki empezó a estremecerse y a hacer movimientos extraños. Afrodita se detuvo y le miró sorprendido:
-¿Te pasa algo?
-No, no...
Así que continuó con su tarea, hasta que Ikki le detuvo cogiéndole de la muñeca:
-¡Ya! ¡Para! Mejor me la quito.
Entonces Afrodita comprendió y sonrió divertido.
-¿Te hago cosquillas?
Ikki no contestó, se limitó a sacarse la camisa y dársela. Luego se apoyó en la pared y cruzó los brazos, esperando sin decir palabra.
-Así que el poderoso Fénix tiene cosquillas -reía Afrodita mientras frotaba la camisa, y a la vez que no quitaba ojo del musculado torso de Ikki.
-Límitate a limpiar -gruñó el otro.
Cuando terminó, le pasó la camisa. Ikki la cogió rápidamente y se la puso, observando que la mancha casi había desaparecido. Abrió la puerta para irse, pero Afrodita se interpuso entre él y la salida. Acercándose a su oído el Caballero de Piscis le susurró:
-Tranquilo. Te guardaré el secreto.
Ikki le apartó con un empujón nada delicado y salió dando un portazo. De todas maneras Afrodita no se dejó invadir por el desánimo. "En el fondo le gusto", pensaba.
En la cocina, Shun se esforzaba en quitarle las espinas a un pescado con un par de extraños utensilios que le había dado Shura: "Es sencillo: con éste sujetas el pez y con éste otro sacas las espinas limpiamente" le había dicho el Caballero de Capricornio antes de sentarse a leer el periódico, pero no era tan fácil como Shura lo pintaba. De todas formas seguía intentándolo sin protestar, no quería que pensase que era un inútil.
Pero Shura notó que tardaba mucho en terminar y levantó la mirada de la página de los deportes para observar al joven.
-Noo, así no -dijo, levantándose- Tienes que torcer la muñeca.
Shun intentó hacer lo que decía, pero el pobre no conseguía que las malditas espinas saliesen del pescado, que estaba quedando bastante manoseado. Shura, exasperado, se colocó detrás de Shun y le cogió ambas muñecas, enseñándole como debía hacerlo. Éste intentaba concentrarse, pero la presencia del Caballero dorado pegado a su espalda le incomodaba.
-Shun, no me estás haciendo caso -observó el otro.
-¿Eh? Sí, perdona...
-Tienes que hacer un movimiento... así... -Shura le movió la muñeca y las espinas salieron fácilmente del pescado.
-Ah, ¿así? creo que ya sé...
-Sí. Muy bien.
Hubo un momento de tensión. Shun esperaba que Shura le soltase y se despegase de él, pero no lo hizo, en cambio, la mano que tenía sobre su muñeca se aflojó y se deslizó por su brazo, subiendo hasta la parte anterior del codo. Shun tragó saliva. ¿Qué...?
-¿Shun? -era la voz de Hyoga. Shura se separó de él inmediatamente y el peliverde se dio la vuelta.
-Em, sí, Hyoga, ¿quieres algo?
El rubio miró a los dos hombres extrañado. Parecían incómodos: Shun estaba ruborizado como cuando algo le daba mucha vergüenza y Shura se rascaba el cuello mirando hacia un punto fijo en la pared... cualquiera diría que les hubiese pillado besándose.
-Saga quiere que pongamos algunos aperitivos para comer en la barra -dijo.
Shura dejó de rascarse y tomó el mando de la situación:
-¿Aperitivos? Bien, lleva esto -en un par de minutos había preparado varios platos con frutos secos, jamón y cosas por el estilo.
Cuando Hyoga se marchó con la comida, Shun siguió con el pescado y Shura con el periódico, como si nada hubiese pasado. "Es que en realidad NO pasó nada" pensó Shun.
Shura intentaba concentrarse de nuevo en las noticias deportivas pero no lo conseguía. Le había acariciado el brazo a Shun en un impulso, en realidad no había pensado en lo que hacía, pero ahora se preguntaba por qué lo había hecho... ¿Y por qué se preocupaba tanto por esto? Había sido un roce sin importancia y Shun quizá ni se habría dado cuenta. De todas formas de repente la cocina se le hacía muy pequeña para los dos, y salió de ella murmurando algo de que se había acabado el arroz y que iba a comprar más.
Shun sabía perfectamente que aún quedaban dos paquetes de arroz en el armario, pero no dijo nada..
Fuera, Shura saludó brevemente a Shaka, que acababa de llegar, y se encaminó a la tienda más lejana que se le ocurrió. Por su parte Shaka se sentó en una de las mesas y cuando Seiya se acercó para anotarle el pedido, le dijo:
-Traéme un zumo de naranja. Y a la limpiadora.
Seiya sonrió y de la que iba hacia la barra a por las bebidas avisó a Afrodita de que Shaka estaba allí. Éste se apresuró a ir al encuentro del rubio y se sentó con él, contento de encontrar una excusa para no hacer nada.
-Me echabas tanto de menos que decidiste venir a verme, ¿verdad? -preguntó Afrodita a modo de saludo.
-Sí, claro... En realidad tengo día libre en el trabajo y he venido a divertirme un poco.
En ese momento llegó Seiya con el zumo, interrumpiendo momentáneamente la conversación, pero en cuanto se marchó Afrodita preguntó interesado:
-¿A divertirte?
-Sí, quiero ver cómo haces el ridículo.
-Ah, ya entiendo. Vienes a informarte de cómo va la caza del Fénix.
-¿La qué?
-La caza del Fénix o cómo seducir a Ikki. -Afrodita guiñó un ojo y le explicó- Hoy he estado con él medio desnudo... a solas... en el cuarto de la limpieza.
-¿En serio? -preguntó Shaka sorprendido..
-Por supuesto.
Ambos miraron hacia la barra donde estaba Ikki, que pareció sentir sus miradas y levantó la vista, pillándoles a los dos.
-¿Has visto? Desde entonces no me quita el ojo de encima -presumió Afrodita.
Shaka, antes de reconocer que estaba impresionado, quiso saber como había sido la historia del cuarto e Ikki medio desnudo, así que Afrodita le relató el episodio del batido derramado. Shaka sonrió.
-Qué susto -dijo- por un momento creí que de verdad conseguirías seducirle. Pero lo de Ikki medio desnudo y a solas contigo es porque al pobre no le quedó otro remedio. Y ahora te odiará por haberle estropeado la camisa.
-¡No se la estropeé! ¡Quedó limpísima!
Ahora eran ellos los que eran observados por Ikki con disimulo. Éste estaba seguro de que hablaban de él, y estando Afrodita involucrado, fuese lo que fuese que tramaban, no le gustaba. Tendría que averiguar qué era.
-Hola -la voz de Milo sacó al Fénix de sus reflexiones.
-Hola -saludó al Caballero de Escorpio, que estaba acompañado por Camus. Los dorados pidieron unas bebidas y fueron hacia la misma mesa que el día anterior.
Camus se sentó en el borde de su silla mientras se retorcía las manos, nervioso.
-No puedo creer que me hayas convencido -dijo.
Milo le pasó un brazo por los hombros para animarlo.
-Reconoce que la idea es muy tentadora... no te arrepentirás. Mira, ahí viene. Díselo.
-¿Decirme el qué? -Hyoga se acercaba con sus bebidas, y había oído el final de la frase.
-¡Nada! -dijo Camus rápidamente.
-¿Cómo que nada? -Milo habló con tono de reproche- No le hagas caso, Hyoga, Camus quiere proponerte algo.
El rubio levantó una ceja y miró a Camus extrañado. Éste estaba sentado muy recto en su silla, tenso y ruborizado.
-¿Ocurre algo? -preguntó, preocupado de ver así a su siempre calmado Maestro.
-No, no, nada -respondió Camus, en voz demasiado alta.
-¿Voy a tener que decírselo yo? -intervino Milo. Hyoga empezaba a impacientarse:
-¿¿Decirme qué??
-Que a Camus y a mí nos gustaría...
-¡Ejem! -le interrumpió Camus- Mejor se lo digo yo. Verás, Milo y yo estábamos pensando...en...ejem, invitarte a nuestra casa.
-¡Ah! ¿Es eso? ¡Ya era hora! Todavía no me has enseñado vuestra casa nueva -contestó Hyoga, sonriente.
Los dos dorados se habían transladado hacía poco.
-Em, sí, eso. Te... enseñaremos la casa -dijo Camus. Al oírlo Milo se puso la mano en la boca para tapar una carcajada.
-¿Cuándo queréis que vaya?
-Pues, ¿mañana?...cuando salgas de trabajar...estaría bien.
-De acuerdo. Nos vemos -Hyoga les guiñó un ojo y volvió a su trabajo, así que Milo pudo reírse a gusto.
-"Te...enseñaremos...la casa" -decía, imitando a su novio- ¿Qué vas a decirle? "Hyoga, mira que cama más bonita tenemos, ¿quieres probarla?"
-¿Qué pretendías que le dijera? "Oye Hyoga, ¿quieres follar con nosotros?"
-Eso hubiera estado bien. Bueno, por lo menos has conseguido que venga a casa. Tendremos que prepararle un recibimiento especial.
-¿Un "recibimiento especial"? -Camus cada vez se arrepentía más de haberse metido en esto.
Ese día no hubo excesivo trabajo y pudieron marcharse pronto a casa, pero Saga se quedó un rato más revisando unas cuentas que había elaborado Shiryu. De todas formas no tenía nada mejor que hacer y para colmo estos últimos días no dormía bien. Cada vez que se quedaba dormido le atacaba una y otra vez la misma "pesadilla" y se despertaba jadeante y sudoroso, con las sábanas mojadas...
Un ruido le sacó de sus pensamientos. Miró hacia la puerta: el manillar se movía, alguien intentaba entrar, y al ver que estaba cerrado pero que había luz dentro, quien quiera que fuese llamó con los nudillos en la puerta. Saga dejó los papeles a un lado y se levantó a descorrer el cerrojo.
Cuando abrió la puerta creyó estar en una de sus pesadillas, ya que tenía delante a la persona que le hacía delirar en sueños: Mu, el cual tampoco pareció muy contento de verle.
-¿Está Shiryu? -preguntó rápidamente el guardián de la primera Casa. Saga se fijó en que llovía a cántaros y en que Mu estaba totalmente empapado, el pelo chorreando y la ropa pegada a su pálida piel, marcando cada músculo, cada...
-No. Ya se han ido todos. -consiguió decir. "Márchate ya" pensaba "Márchate o voy a perder el control".
Pero Mu no se fue, por alguna extraña razón se quedó allí quieto, en la puerta, como esperando algo. Y ese algo no tardó en llegar. Saga lo agarró por el brazo y de un brusco tirón lo introdujo dentro del local, mientras con la otra mano cerraba la puerta, y en dos segundos tenía al Caballero de Aries atrapado entre su cuerpo y la pared.
Mu intentó liberarse de él pero los brazos de Saga lo sujetaban firmemente, y cuando éste le besó en la boca con furia no pudo hacer nada para impedirlo. Tampoco pudo (¿o no quiso?) impedir que sus labios y su lengua correspondiesen al beso... sólo gimió un débil "No..." cuando Saga le tiró al suelo y le arrancó las ropas mojadas, y a continuación fue el propio Mu el que le ayudó a deshacerse de su ropa. Saga le hizo darse la vuelta y ponerse a cuatro patas, y sin más preparativos le poseyó salvajemente. Mu creyó que lo partiría en dos y gritó, pero más fuerte que el dolor físico era la culpabilidad que sentía...
"Yo amo a Shiryu. ¿Por qué he dejado que pasase esto...?" pensaba mientras Saga embestía furiosamente contra su trasero. "Yo amo a Shiryu, yo amo a Shiryu" se repetía, en un intento de convencerse a sí mismo, pero entonces Saga se inclinó y le besó en el cuello a la vez que le tomaba el miembro y empezaba a masturbarle, provocando que todo su cuerpo se estremeciera. Entonces olvidó por unos minutos a Shiryu y todo lo demás, en esos instantes sólo existían él y Saga, y consiguió llegar a delirar de placer como nunca lo había hecho, hasta que el Caballero de Géminis se vació en su interior. Fue entonces, al sentir el cálido semen de Saga, cuando él llegó a su propio orgasmo. Todo terminó tan rápido como había empezado y ambos quedaron tirados en el suelo, intentando recuperar el aliento.
Pero junto con el aliento recuperaron la conciencia de lo que había ocurrido y la fría tensión que los separaba volvió a hacerse evidente. Mu se levantó y le dio la espalda mientras volvía a ponerse sus ropas mojadas, sintiéndose humillado y arrepentido. Saga se quedó sentado en el suelo, desnudo, sin mirarle siquiera.
El sonido de la puerta al cerrarse le indicó a Saga que estaba de nuevo solo.
Continuará...
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¡Hola! Si has llegado hasta aquí lo primero ¡gracias! por leer el fic, y por favor déjame tu opinión, sea buena o mala, da igual, las críticas siempre son buenas para mejorar ;)
Ahh una cosilla, sobre la pareja ShuraxShun... sé que es bastante rara así que no espero que guste a mucha gente pero a mi perversa imaginación le encanta, y bueno, me he atrevido a ponerles juntos, espero que no me quede demasiado horrible.
Bueno nada más, gracias de nuevo por leer, y hasta pronto!
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