Nota Autora: hola a todos!!!!!!! Bien hace tiempo que no escribía pero ya me llegó la inspiración!!!! A los que han leído HP y el Andén 9 ¾ les digo que ya viene el 2do Cap., falta poquito.

Bueno dejen comentario y espero disfruten la historia.

Disclaimer: nada es mío, no gano nada con esto.

Advertencias: violación, muerte de personajes, drogadicción (lo que creo sería drogadicción en el mundo mágico), lemón (bueno intento de lemon, mi primer lemon!! Ojala halla quedado bien), eso es por ahora, si algo más que necesite advertencia sale lo pondré, disfruten del cap.

Adicciones

Capítulo 1

Despertaste sudoroso de aquella pesadilla. Tus blancas y delicadas manos temblaban y un sudor frío te recorría la espalda.

Te levantaste viéndote obligado a sujetarte a uno de los doseles de tu cama para evitar caer.

Arrastraste tus temblorosas piernas en dirección al baño y agradeciste que fuera festivo y todos se encontraran celebrando no sabes que cosa en el Gran Comedor, por primera vez te agradó una de las ideas del viejo loco de Dumbledore. No querías ni imaginar como responderías a las preguntas de tus compañeros y amigos, seguramente te conseguirían sacar por fin al causante de aquella pesadilla, pues te encontrabas realmente fatigado y cansado, rogabas por conseguir llegar al cuarto de baño.

Cara pálida acompañada por grandes marcas moradas que lograban resaltar tu palidez enfermiza y fantasmal, bajo tus opacos ojos azulados con pequeños tintes grises, ése era la imagen que te devolvía el gran espejo de los baños… azulados.

En Otoño fue cuando por primera vez descubriste que tus ojos cambiaban de color según tu estado, pues siempre los había tenido grises con matices azulados y no al revés, más cuando ocurrió aquello en el Expreso lo supiste y esa fue la primera de muchas veces en las que repudiaste verte al espejo, pues ver aquel color en tu rostro te recordaba a él, te recordaba al causante de tu mayor pesadilla, te recordaba al ladrón de tu inocencia, lo único de inocente que quedaba en ti y ya no estaba más. Fue en Otoño que descubriste ése otro color y lo odiaste tanto como al causante de tu dolor.

Sacudiste un tanto tu rubia cabeza para alejar los recuerdos, mas eso te recordó el punzante dolor de cabeza que te acompañaba desde hace unos cuantos meses al despertar, pero seguiste analizando tu deplorable figura en el espejo.

Tus antes rojos y finos labios se encontraban pálidos y secos a causa de la mala alimentación que estabas llevando. El labio inferior brillaba dolorosamente, de seguro te lo habías mordido para evitar que los otros escucharan tus gritos de ayuda, que sabías que jamás alguien escucharía, costumbre que adquiriste en otoño.

Abriste tu camisa de pijama y viste algo que estabas ocultándole a los demás, a Pansy, Blaise, Vincent...

Estabas mortalmente delgado, mucho más que la última vez. Pero no podías evitarlo, cada vez que veías, olías, pensabas o escuchabas sobre comida terminabas vomitando todo y nada de lo que habían logrado hacerte ingerir los otros.

Y así estabas ahora mismo, aferrándote al ya muy conocido borde suave y liso del retrete, mientras tu pequeña boca hacía esfuerzos enormes por expulsar de una vez todo el líquido que subía por tu delgada garganta. Se detuvo por un momento y aprovechaste para recuperar el aire que las ahorcadas te habían prohibido, lograste restablecerte un poco cuando sentiste nuevamente ese repugnante sabor subir por tu garganta para terminar saliendo ya de por si lastimados labios.

Alargaste tu brazo hacia la cadena y bajaste la tapa, apoyaste un lado de tu rostro sintiendo el frío de ésta, se sentía bien al contraste de tu cara que estaba bastante caliente. El extraño sonido del agua al drenarse te gusto y te quedaste un tiempo escuchándole ahí semi recostado en la tapa del inodoro hasta que se te hizo insoportable el nauseabundo sabor a bilis en tu boca y decidiste levantarte.

Al parecer fue un movimiento demasiado brusco para tu actual estado, pues terminaste cayendo al suelo y te golpeaste la parte trasera de la cabeza en el borde de una de las tinas.

Cerraste con fuerza tus ojos. Te deslizaste por la fría baldosa hasta sentarte de manera que tu espalda estuviera totalmente apoyada en la tina y ahí descansaste un poco, nuevamente trataste de incorporarte, pero esta vez lo hiciste despacio y con ayuda del borde de ésta.

Con una mano temblorosa por la resiente pesadilla, incursionaste el cepillo hacia tus blancos dientes, la pasta al primer contacto con tu lengua quemó y te sentiste tentado a tomar del vaso de agua que se encontraba a tu izquierda, mas no aguantabas el repugnante sabor y el agua quitaría el rastro de pasta, así que no serviría de mucho. Seguiste cepillando cuidadosamente tus blancos dientes. Escupiste la blanca espuma de tu boca y la enjuagaste al igual que al cepillo.

Cerraste tus ojos de golpe y aferraste tus delicadas manos al lavamanos tratando de evitar el mareo que comenzaba a atacarte. A pesar de no ver absolutamente nada podías sentir como todo daba vueltas a tu alrededor, como las imágenes se agolpaban a tu cabeza, como tus propias súplicas silenciosas llenaban el cuarto, como sus gemidos te torturaban lentamente, como la humillación te golpeaba mostrándote la realidad.

Tanteaste con tu mano hasta llegar al bolsillo izquierdo de la bata de tu pijama de algodón negro, sacaste un pequeño frasquito de cristal con unos restos de lo que parecía ser una pócima color rojo sangre, abriste con manos nerviosas el frasco, la pequeña tapa terminó olvidada en el suelo junto a la vieja puerta, mientras bebías lo poco y nada que quedaba.

Un gruñido de insatisfacción escapó de tus maltrechos labios, necesitabas más, no había causado efecto alguno en ti, buscaste la tapa con desesperación por el lugar hasta que tus azulados ojos se posaron en un rincón junto a la puerta; te arrodillaste y tapaste el frasco, luego pronunciaste un simple conjuro que sabías le informaría que necesitabas reabastecerte, no es que tú hicieras magia sin varita, era un simple hechizo hecho a la botellita que al pronunciar cierto conjuro mandaba cierta señal al dueño de ésta, no la habías conjurado tú, pues era magia difícil.

Agradeciste nuevamente de que tus amigos no se encontraran allí, no te habrían dejado salir en aquel estado, pero que más daba necesitabas más y lo necesitabas ahora.

No hay tiempo definitivamente para nada, dijiste en un mormullo urgente que sonó mas bien enfermizo y preocupante, pero en ése momento no había absolutamente nadie para verte, cuidarte, protegerte, amarte, eso era de lo que últimamente anduviste huyendo, pero no supiste porque razón en ése momento deseaste tenerlos a todos junto a ti, deseaste por un momento haber aceptado su propuesta de acompañarlos a aquella fiesta, deseaste sentir las suaves caricias de Pansy como las que tu madre nunca te dio, la suave risa de Blaise jugueteando junto contigo, las miradas cómplices de los otros chicos del grupo…tanto deseaste en ése momento para evitar acudir a aquel encuentro que tu mismo hace unos instantes habías planeado, deseaste que la razón para juntarte con el dueño de aquella pócima fuera otra, tanto anhelaste en ese instante, mas no sirvió de nada, pues un nuevo ataque te abrazó, cuando lograste calmar tu cuerpo saliste presuroso del cuarto y te dijiste hacia tu guardarropa, te tomó solo unos segundo arreglarte.

Ahora recorrías los frescos pasillos de las mazmorras en dirección al Gran Salón donde él debía encontrarse, el sudor que corría por tus aristocráticas manos te hacía más difícil apoyarte en las ásperas y duras paredes. Te volvió a atacar el mareo y las imágenes regresaron. Mas esta vez no te detuviste, no podías, necesitabas llegar al Gran Salón.

El sonido te aturdió al momento de abrir aquellas enormes puertas, supusiste que deberían de tener un hechizo para facilitar su apertura, puesto que tu no tenías ni un grano de fuerza en ésos momentos y no te costo nada abrirlas.

El lugar era intoxicante, podías sentir ese maravilloso olor, la sensación de que no estaba muy lejos. Te perdiste entre los alumnos que bailaban y bebían, trataste de alejarte de tu grupo, ya no había tiempo para pararse a pensar en que si lo que harías estaba bien o mal, ya no te interesaba más esa sarta de estupideces. Sólo te interesaba llegar junto a él y beber de aquella poción y quizás con suerte rozarle la mano, quizás con suerte perderte en sus ojos, quizás con suerte él podría ver tu sufrimiento, quizás con suerte él te sacaría de allí, quizás con suerte olvidarías todo, incluso aquel sentimiento que te atormentaba la verlo, pues te fuiste a enamorar de quien no debías, en el momento menos propicio.

Lo buscaste con tu mirada, más nada, una angustia te recorría, comenzaste a mirar frenético por todas parte y al fin lo encontraste, estaba a un costado del salón de baile (en realidad cualquier parte del Comedor se había convertido en salón de baile), te miraba divertido y con algo que te sonó a preocupación, pero eso era imposible, nadie podría preocuparse por ti, nadie, menos él.

-Pensé que ya no querías más, que ya no necesitabas de la inútil sustancia que vendo-dijo arrogante el otro chico sin cambiar de posición.

-Cállate-dijiste molesto por la cita a tus palabras de hace sólo unos días, una sonrisa irónica escapó de tus labios y eso dolió, un gemido de dolor escapó de tu boca y recordaste que sonreír o estirar mucho tus labios abriría las heridas recientes-como sea ¿Lo tienes?-preguntaste ansioso me tiendo ambas manos a los bolsillos de tu chaqueta negra.

-Ja! No te pongas sentimental Rusio-dijo sonriendo autosuficientemente, eso te causó escalofríos por lo que apartaste la vista rápidamente mirando a un costado tuyo-vamos entonces-dijo por último para luego tomarte de la mano y salir por una puerta que jamás habías visto, seguramente nadie había notado su salida, y no sabías porque no te alteraba el hecho de quedar a solas con este chico, puesto que luego de lo ocurrido en Otoño no podías quedarte a solas con ningún chico que no fuera de tu círculo Slytherin, o sea todo el resto del alumnado.

Bueno si sabías por que no te alteraba, lo sabías de hace el año pasado, pero todo cambió luego de Otoño, ya no confianza en ti, ya no más amor para ti, ya no más certeza de que nadie podría dañarte, ya no más esperanza de como sería tu primera vez, ya no más sueños infantiles de que aquel chico que estaba tomando tu mano vendría y te declararía su amor, ya no más sueños febriles con sus brazos alrededor de tu cintura, ya no más…

-¿Por qué salimos?-preguntaste tratando de controlar el temblor de tus piernas, estabas nervioso por al cercanía, por el contacto de sus manos, por la oscuridad casi tentadora de la noche de verano.

-Salimos porque me llegó de improviso tu pedido, pensé que ya había perdido a mi mejor cliente-susurró algo alegre por el hecho de haberse equivocado, pero tu lo atribuiste a que era verdad, gastabas bastante dinero en aquel capricho tuyo que te sacaba de aquel agujero en el que estabas metido, aunque fuera por unas miserables horas.

-Y ¿Por qué no fuiste a buscar más cuando te avise?-preguntaste tratando de identificar la parte del castillo en donde se encontraban, se te hacía levemente conocida, ése largo pasillo, esa armadura, ése cuadro con aquella señora rechoncha y rosa…

-Porque me estuvieron entreteniendo un tanto, bien llegamos Rusio-dijo frente al cuadro de aquella señora de edad media vestida por atuendos elegantes y refinados color rosa opacos que dedujiste era el retrato de la Señora Gorda, la entrada a la sala común de Gryffindor, eso no podía ser yo no entraría jamás a ése lugar, no, pensaste frenético

-Vamos entra…te espero aquí-dijiste titubeante alejándote unos pasos del cuadro, mas sin soltarle la mano, era demasiado deliciosa la sensación de protección que te brindaba.

-Por supuesto que no, tú me acompañas-dijo decidido jalándote hasta el lugar que te encontrabas antes.

-No tú no entiendes, no puedo entrar-dijiste comenzando a escuchar tus gemidos dentro de tu cabeza-No…Yo te espero…Por favor-susurraste para luego llevarte ambas manos a tu cabeza, retrocediste hasta sentir como en un golpe seco la pared te recibía, las gotas de sudor bañaban tu rostro enfermo y un mar de lágrimas se escapaba de tus ojos cerrados con fuerza, ¿Cómo habías podido perder de aquella manera el control? Seguramente él estaba en el Gran Comedor, no había de que preocuparse. De pronto sentiste unos brazos alrededor de tu cintura y fue como si el pasado reviviera, fue peor que las pesadillas que te atacaban de noche, pudiste sentir su aroma repugnante uniéndose al tuyo, mezclándose.

Reaccionaste, no esta vez no sería igual, no lo dejarías hacerlo, no de nuevo. Trataste de alejarlo de ti con tus brazos, mas estabas demasiado débil, sólo conseguiste que tomara tus manos con las suyas contra la pared. Aún no habrías los ojos, no deseabas ver su asqueroso rostro contraído de placer y venganza equivocada, no querías verte reflejado en aquellos ojos azulados más brillantes que los tuyos.

Pediste con la poco y nada fuerza que te quedaba que se detuviera, que te escuchara, que entendiera que tu no tuviste nada que ver con la muerte de la pequeña, sollozaste que no lo volviera a hacer.

De pronto sentiste su boca contra tu oído y temblaste de una forma descomunal contra su cuerpo, había algo distinto en él, no sabías que, pero tampoco te ibas a detener a descubrirlo. Te ordenó que abrieras tus ojos, todo estaba siendo similar, quería igualmente a la última vez ver como la humillación y la vergüenza llenaba tus ojos, pero ¿Cuál fue tu sorpresa al abrirlos? No había Azul manchado de victoria y locura, no esta vez había Verde vacío y decepcionado… ¿Por qué te miraba así? El chico frente a ti no sabía absolutamente nada de lo ocurrido, ¿Por qué te miraba como si lo supiera?

-¿Por qué me miras así?-susurraste rogando silenciosamente porque no te soltara, era tu único soporte para no caer.

-Vamos se ha hecho tarde-dijo evitando tu pregunta, pronunció la contraseña sin temer, al parecer, de que tú la divulgaras. La guardián de Gryffindor hizo caso omiso de que un Slytherin de 7to estuviera entrando a sus territorios acompañado de Potter, ya era demasiado común ver a aquel chico entrar y salir con diferentes alumnos de distintas casas.

Te arrastró por una sala redonda totalmente decorada por dorado y rojo, para ti aquello no era calidez, te mareaban ésos colores chillones y cálidos, comenzaste a sentir un mareo en ti y todo comenzaba a moverse, sentía tu cuerpo ligero y un dolor perforaba tu cabeza, a cada paso que dabas sentías como tu estómago se revolvía nervioso, apretaste con más fuerza la mano que sujetaba la tuya.

-Baño-susurraste en medio de las curvadas escaleras, muda súplica que él entendió.

-Arriba-dijo por mera respuesta acelerando el paso.

Cuando se abrió la puerta, pues no viste en ningún momento que él utilizara su mano para hacerlo, te viste obligado a recargarte en el marco de la puerta, las imágenes aún no se iban de tu cabeza y estaban comenzando a confundirte.

-Toma, aquí tienes-dijo con voz ronca el otro.

No alcanzaste ni a agradecerle eso cuando ya aquel brebaje se encontraba bajando por tu garganta, calmando tus demonios, calmando al pasado.

La garganta te quemaba y sentías ácida la boca, miles de agujas se clavaban en ti y te sentiste libre, te sentiste como no lo hacías hace mucho tiempo.

Escuchaste una cautivadora risa llegar a tus oídos, y te diste cuenta de que estabas girando por la habitación mientras reías como desquiciado…quizás lo estabas.

Percibiste como alguien se plantaba detrás de ti y te susurraba al oído su nombre, suspiraste agradecido de que fuera él.

-¿Por qué no lo detuviste?-soltaste al fin sin dejar de sentirte libre, quizás era por eso que te sentías con el valor de preguntar, quizás no era valor y deseabas escudarte en aquella sensación de bienestar para consultar tus dudas.

-No te preocupes, ahora siempre le detendré-dijo ofreciéndote una promesa de seguridad que nunca te había sonado tan real, ni siquiera Severus logró hacerte sentir así.

-¿No dejarás que me toque?-preguntaste inseguro deseando creer en aquellas dulces palabras.

-Nunca…Pagará, te lo aseguro, nadie toca lo que es mío y sale tan campante…se arrepentirá de haberte tocado-pudiste sentir como ceñía su abrazo a tu cintura en un gesto posesivo que te encantó, como sus palabras bañadas en rabia, no hacia ti si no que hacia el ojos azulados, te prometían la justicia que creíste que jamás llegaría y confiaste, por primera vez confiaste de que alguien podría vengar por tu dolor y devolverte lo que te pertenecía, y confiaste de que él si podría hacerlo.

Recostaste tu cabeza en su hombro y disfrutaste de la sensación de sus labios contra tu piel, disfrutaste cuando comenzó a devorarte y cuando te volteó para apoderarse de tus labios.

Sus colmillos se enterraron en tus dañados labios haciéndolos sangrar, mas eso te excitó y tuviste que gemir contra su boca que succionaba la sangre que manaba de la reciente herida.

Al primer contacto con su lengua saboreaste tu propia sangre impregnada en su boca, tuviste que abrazar tus piernas a su cintura, pues te estaba apretando contra la pared y necesitabas más cercanía con aquel cuerpo, necesitabas olvidar el pasado y creer en sus promesas.

Ni tu chaqueta ni tu camisa ya estaban sobre ti, solamente sentías el escalofriante contacto con la piel del otro, bajo tuyo las sábanas te acariciaban suavemente en contraste al Gryffindor sobre tuyo, que con cada caricia te encendía más, con cada beso te enloquecía aun más, con cada gemido que llegaba a tus oídos soltabas miles más.

No estabas conciente de lo que estaba sucediendo, sólo sentías, solo eso.

De un momento a otro se detuvieron las ardientes caricias y viste nuevamente sus ojos clavados en los tuyos, viste su sonrisa sucia y lujuriosa dedicada a ti, sentiste su respiración entrecortada chocar contra tus sonrosadas mejillas, caíste en cuenta de que una de sus manos se encontraba acariciando tu miembro, mientras la otra acariciaba tu cabello, ante tal imagen caíste en la tentación de gemir descaradamente y arquear tu cuerpo en busca de mayor contacto con aquella piel canela aperlada.

El Gryffindor soltó una carcajada divertida ante tu reacción, cosa que no te molestó en lo absoluto. Se apoderó nuevamente de tus labios, posesivo, demandante, y te gustó sentirlo así, te gustó sentirlo dueño de ti, sentirlo fuerte y poderoso.

Se refregó contra ti como si tratara de embestirte sin siquiera estar dentro tuyo, como si la ropa no estorbara, como si el solo desearlo le bastara, y lo sentiste así, sentiste como entraba en ti y te enloquecía al chocar en lo más profundo tuyo, como su mano aún te masturbaba lentamente cayendo en lo enfermizo, como su caliente miembro te llenaba de su semilla y como tu te derramabas dentro de su hábil mano.

Gemiste sonoramente buscando su boca, suplicando por que acallara tus gemidos desenfrenados.

Sentiste como sonreía en medio del beso y te encantó sentirte del.

Su mano subió arrastrándose por tu liso abdomen dejando la huella de tus fluidos hasta llegar a tus entreabiertos labios, esparció con su dedo índice el líquido que éste tenía por tus labios, para luego introducirlo en tu caliente boca, lo succionaste sin cortar el contacto visual con el otro, su mirada te hipnotizaba, te mareaba.

Su sonrisa aun no lo abandonaba, y ella te hacía estremecer, era la promesa de que gozarías todo aquello, de que no lo olvidarías.

Sacó su dedo de tu boca delicadamente para llevárselo a la suya, cada dedo pasó por su boca, excitándote de sobremanera, insinuándote con ellos, provocándote.

Cuando terminó su pequeño espectáculo, estabas extasiado, nuevamente su exquisita risa inundó el cuarto.

-Así está mejor, te queda mucho más bien el gris-te dijo acariciando tu rostro mientras pronunciaba un simple conjuro que los dejó a ambos vestidos y limpios-vamos, aun es temprano-dijo levantándote consigo.

-¿Qué?... ¿A dónde vamos?-dijiste desorientado aun con el deseo presente en tu cuerpo, tu voz sonó enfadada y decepcionada, mas también nerviosa.

-Jajajaaa…No te preocupes nada malo te va a pasar-te aseguró mientras pasaba un brazo alrededor de tu cintura, para luego dirigirse hacia la puerta-Vamos a la fiesta, quiero bailar ¿Te apetece?-no era una pregunta, no era como si tu tuvieras lugar para decir que no.

-Vamos-dijiste bajito escondiendo tu rostro en su cuello.

CONTINUARÁ…