TITULO: Siempre En Tu Corazón
ADVERTENCIAS: Esto
es slash, además de contener m-preg, quedas advertido de eso y
si eres sensible a estos temas, por favor no lo leas, si decides
leerlo, es bajo tu propio riesgo, no queremos quejas al
respecto.
DISCLAIMER: Todos los derechos de Harry Potter le pertenecen a J.K. Rowling y demás implicados. Nosotras no obtenemos ningún beneficio económico con ello, sólo los cogemos prestados para divertirnos y jugar un poquito con sus personajes.
RESUMEN: 8 años después de terminar su séptimo año, y de vivir alejado de todos, Harry regresa a Hogwarts muy cambiado en todos los aspectos. Severus, aunque sorprendido por el cambio, continua tratándole hostilmente, pero algo le hará cambiar su modo de ver al Gryffindor...
NOTA: Este fic está
escrito por Sailor Earth y María, quien es la otra parte de
Alima21, por el cumpleaños de nuestra querida amiguita Ali.
Debemos comenzar a subirlo ahora para que el día de dicho
cumpleños le podamos dar una sorpresita.
¡¡Mami,
para ti con mucho cariño de estas dos hijas tan locas y
latosas!!
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CAPITULO CUATRO.- Reacciones
Hacía todo lo posible por concentrarse en su clase, pero el recuerdo de esa sortija en la mano de Potter, no dejaba de perseguirlo y atormentarlo. Incluso había descontado cincuenta puntos a Gryffindor sólo porque un chico se había atrevido a respirar demasiado fuerte, bueno, eso tal vez no era muy díficil de creer, él se la pasaba descontando puntos a los leones por cualquier cosa; lo alarmante había sido el haber hecho algo que nunca, en sus años como Jefe de Casa, había hecho: descontó treinta puntos a Slytherin porque un chico cortaba las crisálidas con la mano izquierda.
¿Ridículo no?
Obviamente Severus Snape estaba teniendo un día muy malo... ¿malo? ¡¡Terrible sería la palabra correcta!! Y apenas habían pasado alrededor de diez minutos en la clase.
Bueno, esas cosas pasaban cada vez en la clase de Pociones. Especialmente cuando Severus estaba enseñándose con algún Gryffindor, pero el número de puntos perdidos en tan poco tiempo era inusual incluso bajo esas circunstancias.
¡¡¡Era todavía más inusual el que Slytherin hubiera perdido treinta puntos!!! Sobraba decir que eso había molestado a los Slytherin, porque el chico en cuestión no era capaz de evitar usar la mano izquierda ¡¡cuando era zurdo!!
Desirée, sentada sobre su pequeño sofá, sólo se limitó a observar como el Profesor Snape gritaba a otro chico de la casa de los leones por sujetar con demasiada fuerza el cucharón que utilizaba para mezclar la poción.
Esos días al lado del Profesor de Pociones, le habían hecho comprender que no era nada bueno hablarle cuando estaba de un humor tan malo, claro que podía hacerlo, pero se arriesgaba a un fuerte regaño que por nada del mundo deseaba. Por eso mismo no había hecho ninguna poción ese día, no quería molestarlo con sus preguntas o poner a prueba su paciencia con ella al equivocarse, así que guardaba silencio observando el ir y venir del Profesor.
Severus continuó siseando algunas instrucciones más, regañó a uno de sus alumnos de Slytherin, luego a dos de Gryffindor, regresó a su escritorio, y no se movió de ahí hasta que la clase terminó.
Cuando todos los alumnos se fueron, apoyó los codos en el escritorio y escondió el rostro en sus manos.
¿Cómo era posible que el hecho de que Potter estuviera casado le afectara tanto?
No le bastaba con no reaccionar ante sus provocaciones el muy maldito, sino que ahora también le restregaba el que se había casado, ¡¡estaba casado!!
¡¡Un mocoso engreído como él estaba casado!!
Seguramente con otro mocoso engreído y petulante. Claro, no podía ser de otra forma, ¿quién, en su sano juicio, se casaría con alguien con complejo de héroe? ¡¡Nadie!! Al menos nadie que tuviera un poco de cordura.
Enterró con fuerza sus manos en el largo cabello, casi como si intentara arrancárselo.
¿A quién demonios quería engañar?
¡¡Por supuesto que muchos amarían la idea de casarse por Potter!!
El muy maldito no sólo era un héroe que les salvó el pellejo a todos, era rico, tenía una carrera exitosa, ¡¡y era endemoniadamente atractivo!!
Un momento…
¿Había pensado… que Potter era… endemoniadamente atractivo?
Él, Severus Snape, Jefe de Slytherin, Profesor de Pociones, Ex Mortifago, Ex Espía de la Orden del Fénix, el hombre que había hecho hasta lo imposible porque expulsaran a Harry Potter del colegio durante siete años, pensaba que Potter era endemoniadamente atractivo.
-¡Oh, Santo Merlín! – gimió –. Estoy mal, muy mal – se dijo, sin despegar aún las manos de su cabello y rostro.
De pronto sintió un par de ojos clavados en él. Alguien lo estaba observando y no podía permitir ser visto en ese estado tan deplorable. Reunió todo su valor y levantó la vista, listo para maldecir a quien sea que se haya atrevido a verlo en ese estado de debilidad. Pero su sorpresa fue grande al encontrarse con dos hermosos ojos verdes que lo estudiaban atentamente. Por un momento pasó la loca idea de que era Potter quien le observaba.
-¿Estas enojado? – Severus parpadeó al darse cuenta que era Desirée quien le veía – ¿Estas enojado y triste, verdad? – insistió la niña
-¿Aún continuas aquí? – Severus tuvo que sonreír. Esa niña parecía conocerlo a la perfección.
-Creo que si – con un movimiento gracioso, la pequeña se levantó y caminó hacia él. -¿Por qué estas así, triste y enojado?
-No estoy triste – rebatió inmediatamente
-Mal mentiroso. -dijo Desirée sonriendo y le dio un beso en su mejilla. Acción que le causó un escalofrío a Severus, y sorprendió a Desirée por hacerlo, pero reponiéndose rápidamente, continuó hablando –Estas triste, puedo verlo en tus ojos
-Oh... – fue todo lo que logró decir Severus.
¿Cómo era posible que esa pequeña niña supiera tanto de él y de sus sentimientos, cuando ni él mismo los exploraba? Esa niña no tenía más de cinco años y había ocasiones en las que hablaba como si tuviera cien.
La niña lo observó unos segundos más. Podía sentir que el Profesor Snape no estaba bien, algo lo tenía triste, pero comprendía que no quisiera hablar de ello. Después de todo su papá era así, cuando algo le pasaba no lo decía hasta que estuviera seguro de que era bueno decirlo, así que ella haría lo mismo que su papá hacía, intentaría que se relajara y pensara mejor las cosas.
-¿Te gustaría ir al Lago? -preguntó Desirée de pronto –Quiero ver al Calamar Gigante, ¿puedes llevarme?
-¿Por qué no? Vamos
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Caminaban con tranquilidad, uno al lado del otro, llevando el mismo ritmo al caminar. Algo curioso, si se tomaba en cuenta que uno era un adulto y la otra una pequeña de menos de 80 centímetros de alto, pero aún así, Desirée sostenía el ritmo del Profesor Snape, caminando a su misma velocidad.
Se detuvieron frente al lago, viendo como el calamar gigante sacaba uno de sus tentáculos y luego volvía a hundirlo.
Permanecieron en silencio durante unos minutos. No era un silencio tenso, mucho menos incomodo, más bien era ese silencio que reconforta el alma, el cual no te importa compartir con alguien más.
-¿Siempre es así? – preguntó Desirée.
-¿A qué te refieres? – preguntó extrañado
-¿A que si siempre es así de inútil? – aclaró, señalando al calamar y frunciendo con gracia el ceño. Severus no puedo evitar una sonrisa.
-Generalmente. Al menos el 99 del día
-Con razón mi papá decía que era tonto que tuvieran a una bestia así. – la frase captó totalmente la atención de Severus
-¿Tu padre estuvo en Hogwarts? – preguntó, recordando de pronto que no conocía a los padres Desirée.
-Si, los dos estudiaron en Hogwarts. Mi papá fue el mejor de su clase – le dijo con el orgullo brillando en los ojos –. Era el mejor en todo. Siempre me llevaba con él para verlo hacer pociones. Él fue quien me enseñó todo lo que sé de pociones. Él decía que las pociones era un arte, no cualquiera podía hacer una poción, se necesitaba de mucho talento. Me explicaba con paciencia las propiedades de cada cosa que usaba y las cosas que podían pasar si se hacía mal.
-Tu padre es un hombre inteligente
Una expresión de tristeza surcó sus finas facciones, que inmediatamente fue notada por Severus.
-¿Sucede algo? – le preguntó preocupado.
Ella negó apresuradamente, moviendo su cabeza de un lado a otro, agitando su largo cabello. Ya había hablado de más, y su papá siempre le decía que no debía de mostrar sus sentimientos a cualquiera, que podían lastimarla. Pero el Profesor Snape no parecía querer lastimarla, y ella estaba segura de que podría comprenderla de la misma forma en que su papá lo hacía. Ella admiraba al Profesor Snape porque él era un hombre que sabía mucho, y su mirada demostraba que ese conocimiento no sólo se enfocaba a las pociones, sino también al dolor.
-A veces… me siento muy sola – su voz fue un murmullo apenas audible, que Severus no estuvo seguro de haber escuchado. Pero al ver los bellos ojos verdes opacados por sombras, sintió un feroz estremecimiento, como si algo le estrujara las entrañas, causándole dolor.
-Yo también me siento solo – murmuró, sorprendiéndose asimismo por confesar algo tan íntimo ante una niña de cinco años. Inconcientemente se preparó para recibir una burla en respuesta.
-¿Podría… podría acompañarlo… en su soledad? – le preguntó con ojos suplicantes. Severus dejó escapar un suspiro de alivio, y sin poder evitarlo le sonrió a Desirée, una sonrisa dulce, sin rastros de ironía o maldad.
-Solo si me dejar acompañarte en tu soledad – le respondió a cambio, ganándose una sonrisa radiante
-¿Podemos seguir caminando? – preguntó Desirée y Severus comprendió que la niña no diría más.
-De acuerdo.
Severus comenzó a caminar, apenas había dado unos pasos cuando sintió una pequeña mano sujetando la suya. El contacto provocó un ligero escalofrío y rápidamente enfocó su vista en la pequeña que caminaba a su lado, entrelazando sus manos. Estuvo tentado a desprenderse de ese contacto, pero la calidez de esa manita era embriagante. Nadie, en muchos años, se había tomado la molestia de tomarle la mano para pasear, y el que después de tantos años esa pequeña lo hiciera, le hacía sentir una calidez inexplicable.
Tomados de las manos, continuaron con su camino, sin percatarse de que eran observados por otros ojos verdes.
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Harry observaba a la pequeña figura que en ese momento sonreía mientras ordenaba distintos envases con ingredientes para pociones.
Al observarla, no pudo evitar sentir una punzada de tristeza.
Había aceptado el puesto de Profesor en Hogwarts, más por intentar reconstruir su vida que por la paga, pues era de dominio público que no necesitaba dinero. Pero al paso de los días, y al ver que ella no mejoraba, pensó que de nada había servido dejar su casa para radicar ahí, ese pensamiento le taladraba el corazón cada que veía unos ojos verdes similares a los suyos, cubiertos de tristeza. Hubo algunos momentos en que la idea de renunciar era demasiado tentadora, pero luego vino un ligero cambio, imperceptible para alguien que no conociera a esa criatura, pero notable para él.
Ella volvió a interesarse en libros que habían sido olvidados desde hace año y medio, los había desempolvado y le pedía a Dobby o a él explicárselos, y por el elfo doméstico sabía que durante el día, a distintas horas, salía con su caldero y un equipo de ingredientes para regresar antes que él con una sonrisa que creía haber desaparecido.
No le fue difícil saber a donde iba ella, después de todo aún conservaba el Mapa de Merodeador, y si bien, al principio sentía un poco de ansiedad al respecto, con el paso de los días, al ver que esa sonrisa se hacía más frecuente, no pudo más que agradecer lo que hubiera ocurrido para provocar ese cambio, aunque tenía una ligera idea de quien había provocado ese cambio, y no por ello dejaba de sentirse inquieto y... confundido por las distintas emociones que todo ello causaba en él.
Observó la sortija en su dedo corazón.
Suspiró.
Severus tenía razón, esa sortija sólo significaba una cosa:
Matrimonio.
Y era cierto, estaba casado, o al menos, lo había estado hasta hacía un año y medio.
¿Cómo es que se había casado y cómo que ya no lo estaba?
Todo comenzó cuando ingresó a la Universidad Mágica Especializada en Auroría de Francia, el curso duraba tres años y el sistema de estudio era por parejas, la misma pareja que se le asignaba desde el inicio era con la que terminaría el curso, cabe decir que él no sabía nada de francés, así que pensaron que lo mejor sería emparejarlo con alguien que supiera el idioma y pudiera ayudarlo a comprenderlo.
Desgraciadamente para él, su pareja resultó ser alguien de su pasado además de desagradable. Lo que al inicio fueron sólo peleas y sanciones, al cabo de seis meses de convivencia pacifica, so pena de expulsión, inició una relación amorosa.
Al principio, acordaron que su relación sería un secreto, pues no sabían si era algo pasajero o llegaría a funcionar, pero al cabo de unos meses, estuvieron seguros de que el sentimiento que los mantenía unidos era real y fuerte, pero continuaron guardando silencio, pues uno de los integrantes de esa relación era Harry Potter, el Niño-Que-Vivió y el que estaba destinado a destruir a uno de los Magos Oscuros más poderosos de las últimas décadas, y lo menos que deseaban era atraer la atención sobre la pareja de Harry Potter, así que lo mantuvieron en secreto.
Su relación prosperó hasta el grado que al graduarse como Aurores, un bebé iba en camino, así que al término de sus estudios, contrajeron nupcias y decidieron radicar en Francia, donde él obtuvo empleo en el Ministerio de Magia Francés en el área de Planificación y Estrategias de Vigilancia Mágica.
Todo era como un sueño, tenía a su lado a la persona que amaba y un bello bebé, tenía un empleo y su situación económica era por demás desahogada al reunir ambos sus herencias, pero como en todo sueño, tarde o temprano se tiene que despertar.
Su esperado e indeseado encuentro con Lord Voldemort llegó, y pese a salir victorioso, en el proceso se perdieron vidas valiosas: Aurores, Mortifagos, sus amigos... y la persona que amaba...
Su bebé y él se habían quedado solos.
Fue algo doloroso y muy difícil de superar, por esa razón decidió quedarse en Francia, lejos de Inglaterra, alejado de todo lo que le recordara quien era y lo que había perdido.
Se ocultó de los medios publicitarios, y de sus conocidos, y continuó su vida como Auror en el área de Planificación y Estrategias de Vigilancia Mágica en el Ministerio, pidiendo al mismo que mantuviera su paradero en absoluto secreto. El único que lo sabía era Albus Dumbledore, y él prometió guardar su paradero y la existencia del de bebé.
Así fue como el Gran Harry Potter quedó viudo al perder a la persona que amaba.
Y aunque había transcurrido más de año y medio, aún seguía doliendo...
Había amado a esa persona como a nadie más. Por esa persona era lo que hoy era, un prestigiado Auror, respetable y admirado no por salvar al mundo mágico, sino por su propio esfuerzo y trabajo. Juntos habían superado muchos obstáculos, y habían hecho de su vida en común un hermoso sueño, todo lo que había deseado encontrar en el amor, lo encontró a su lado. Sabía que aún le amaba, pero también era conciente que era necesario seguir adelante, no sólo por él, sino por esa pequeña que ahora fruncía el ceño al notar que le hacía falta un ingrediente.
Eso era lo que aún le seguía doliendo.
El dolor de ella...
Pero afortunadamente, gracias a su esfuerzo y amor, y porque no decirlo, a cierto arisco Profesor de Pociones, esa pequeña estaba saliendo adelante, y eso era algo que no podía negarse a ver: el que Severus Snape tenía que ver en las recientes alegrías de Desirée.
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Desirée caminaba buscando a su papá, su abuelito Albus le había dicho que el aula donde estaba era por ese pasillo. Caminaba tranquilamente pensando en pedirle que le comprara nuevos ingredientes pues se le habían terminado algunos y los necesitaba, ya que no quería que el Profesor Snape se molestara con ella por no tener los ingredientes necesarios para hacer pociones.
Pero su camino se vio obstruido por tres Slytherin de quinto curso que le cerraron el paso. Ella los observó confundida y con un poco de temor.
-Vaya, miren a quien tenemos aquí – se mofó uno –, a la extraña niña que no sale del aula de pociones.
-¿Q... quiénes... son ustedes? – preguntó ella, dando un paso hacia atrás, pues no sabía porque pero sentía miedo de esos tres.
-Oh, somos quienes se divertirán un rato contigo.
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-¡¡Profesor Potter!! ¡¡Profesor Potter!! – lo llamó Nick Casi Decapitado, atravesando la puerta del aula de Defensa.
-¿Ocurre algo Nick? – preguntó un preocupado Harry, dejando el duelo de práctica que sostenía con un par de chicos de séptimo curso.
-¡¡Unos Slytherin están atacando a Desirée!!
-¡¿Qué?!
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-¡¿Qué sucede aquí?! – gritó Snape al ver al elfo doméstico de Potter atacar a tres de sus alumnos.
Dos de los chicos estaban contra la pared con sendas expresiones de terror, mientras otro era levitado por el elfo que al mismo tiempo protegía con su cuerpo un pequeño bulto, que al reconocer su voz, salió disparado contra él.
-¡¡Pro... fe... sor!! – balbuceó 'el bulto'.
Severus se dio cuenta que en realidad era Desirée aferrándose a sus túnicas mientras pequeños sollozos hacían temblar su pequeño cuerpo. Sorprendido por ese acto, Severus llevó inconscientemente su mano hacia el largo cabello de la niña. Desirée levantó su rostro, y Severus reprimió el impulso de gritar y maldecir al ver el pequeño y bonito rostro lleno de lágrimas y un hilillo de sangre bajando por su nariz.
-¡¡Desirée!! – gritó otra voz tras de Snape, voz que la niña reconoció enseguida.
-¡¡Papá!! – gritó, dejando a Severus para arrojarse a los brazos de su padre.
Severus vio incrédulo como Potter se arrodillaba para abrazar a la niña, aferrándola a su cuerpo y acariciando su espalda, cerciorándose de que no tuviera ninguna herida de gravedad. Cuando lo comprobó, los ojos verdes del Profesor de Defensa se levantaron, encontrándose con los suyos. El verde irradiaba tal fuego que pensó podría arder con sólo esa mirada.
-Dobby – llamó al elfo con voz neutra, tratando de no asustar a la pequeña que ahora se aferraba a su cuello.
-Señor, ellos atacaron a la niña, señor, Dobby no iba a dejar que lo hicieran, señor – respondió el elfo sin dejar de levitar al chico.
-Lo comprendo, ahora bájalo – al ser una orden directa, a Dobby no le quedó más que obedecer. Los tres chicos miraron horrorizados al Profesor Potter, acababan de atacar a su hija, y seguro eso les costaría mucho –. Severus, comprenderás que lo acaban de hacer tus chicos, amerita más que una sanción – le dijo al Profesor de Pociones.
Snape estaba tan sorprendido por saber que Potter era el padre de Desirée, que apenas alcanzó a asentir ante lo dicho por él. Harry desvió su vista del Profesor de Pociones, hacia los tres chicos que lo miraban con horror.
- No sólo han agredido a una niña mucho menor que ustedes sin motivo alguno, sino que además esa niña es hija de un Profesor suyo. Ayudarán a Flich en la limpieza de todo el castillo hasta después de año nuevo, al igual que a la Señora Pomfrey en lo que necesite.
-Además – continuó Severus, ya repuesto del reciente descubrimiento, y atrayendo la atención de todos –, serán restados veinte puntos – hizo una pausa para observar los rostros de sus alumnos – por cabeza – el poco color que les quedaba a los chicos desapareció por completo –. ¡Ahora váyanse antes de que decida quitar más puntos o ponerlos a lavar calderos!
Sin necesidad de que se los repitiera una vez más, los tres chicos se alejaron lo antes posible de los dos Profesores. Severus los observó hasta que desaparecieron de su vista, y sólo entonces escuchó que Potter le ordenaba algo al elfo.
-Dobby, adelántate a mis habitaciones y prepara lo necesario para curar la herida de Desirée – en el acto, el elfo doméstico desapareció, dejando a ambos profesores solos con la niña, que aún continuaba sollozando en los brazos de Potter.
De pronto, Severus se encontró sin saber que hacer en ese momento, por un lado, sentía todo tipo de emociones contradictorias al saber que Potter era el padre de esa pequeña: enojo, frustración, desilusión, tristeza... desesperanza. Tal vez lo mejor sería irse y dejar que el padre atendiera a su hija, estuvo a punto de hacerlo cuando sus ojos conectaron a los de Potter. Sin poder evitarlo y sintiendo que esos ojos le atraían como un imán, se acercó a ambos.
-¿Cómo se encuentra? – preguntó.
-Ma belle – la llamó Harry, y Severus no pudo reprimir un escalofrío al escucharlo hablar en francés –, el Profesor Snape está preocupado por ti, no querrás que él se preocupe, ¿verdad?
Desirée levantó su rostro, que hasta ese momento escondía en el cuello de su padre, mostrando un rostro manchado por las lágrimas y un poco de sangre.
-E... estoy... bien – balbuceó entre sollozos.
-Me alegra – le sonrió Severus, y en un impulso, Desirée se arrojó al cuello del Profesor de Pociones, pero su otra mano no dejo el cuello de su padre, lo que provocó que los rostros de ambos magos quedaran a un palmo de distancia.
Harry no pudo evitar sonrojarse al notar la cercanía de Severus. Podía sentir el aliento del hombre en su piel, rozándolo, acariciándolo, haciéndolo respirar el dulce aroma que desprendía, embriagándolo hasta sentir que su mundo daba vueltas.
-¿Papá? – la suave voz de Desirée sacó a Harry de su ensoñación.
-¿Si Ma belle? – preguntó viendo el rostro compungido de su hija.
-Duele – le dijo señalando su nariz.
-En un momento lo arreglaremos, Ma belle.
-¿El Profesor Snape… puede ir con nosotros?
-Sólo si así lo desea y no tiene algo más importante que hacer.
Severus se sintió abrumado por el bello fuego que veía en los verdes ojos del hombre que le miraba esperando su respuesta.
-Vamos – se limitó a decir, incapaz de unir dos palabras ante aquella mirada.
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Severus observaba las habitaciones en donde se encontraba, y contrario a lo que esperaba, la decoración no era típicamente Gryffindor. Los colores que predominaban eran el beige y el azul, lo que, junto con la chimenea y algunas flores, le daban una apariencia cálida y hogareña. Sus ojos continuaron vagando por la estancia hasta detenerse en las dos figuras frente a él, una arrodillaba junto a la otra.
Potter terminaba de limpiar la herida en el rostro de Desirée y ahora comenzaba a aplicar un ungüento para cerrar la herida.
-Listo – dijo al terminar.
-¿Ya? – preguntó ella, llevándose una mano hacia la herida. – ¿Va a quedar marca?
Harry no pudo reprimir una pequeña carcajada, lo que envió pequeños escalofríos al cuerpo de Severus.
-Igual de vanidosa – alcanzó a escuchar que murmuró Potter –. No, no quedará cicatriz.
-¿Seguro?
-Absolutamente – una sonrisa se formó en los labios de la pequeña. Harry se inclinó un poco más, quedando más cerca de su hija –. ¿Sabes? – le dijo en tono confidencial – Acabo de enterarme que el día de Halloween habrá salida a Hogsmeade, ¿te gustaría ir?
-¡¡Siiiiiii!! – gritó emocionada
-Pensé que sería bueno para comprar los ingredientes que te hacen falta.
-¡¡¡Siiiiiiiiiii!!!
Harry rió fuertemente ante el entusiasmo de su hija.
-¿Por qué no le pides a Dobby que haga una lista de lo que te hace falta? – sin necesidad de repetirlo, la niña salió corriendo hacia su habitación donde guardaba lo necesario para sus pociones.
-¿Y… dónde se encuentra… la madre de Desirée? – Preguntó Severus sin poder contenerse por más tiempo – ¿No debería ser ella quien la atendiera?
-La estás viendo Severus – la declaración, hecha con tanta simpleza tomó por sorpresa al adusto Profesor de Pociones.
-¿C… cómo?
-¿Imagino que habrás escuchado sobre los embarazos masculinos? Pues bien, eso fue lo que me pasó: Yo llevé a Desirée en mí por nueve meses.
-¿Entonces… el otro padre?
-Murió.
Ambos guardaron silencio, Harry guardó los remedios que había usado en su hija, ignorando el shock que sus palabras le causaron a Snape. Severus, por su parte, no sabía como reaccionar, demasiada información y demasiadas emociones en tan poco tiempo.
-Severus – lo llamó Harry, encarando al adusto hombre –, ahora que sabes que Desirée es mi hija, no la hieras.
Severus lo miró sin comprender.
-Ahora que sabes que es una Potter no le hagas lo mismo que a mi. Ella ha sufrido mucho, había estado sumida en una dolorosa oscuridad a raíz de la muerte de su padre, y hasta hace poco ha comenzado a salir, y eso se debe a ti – ante la mirada incrédula de Severus, aclaró –. No soy tan ciego ni tan estúpido para no ver que eres tú quien ha logrado sacarla de ahí.
-¿Cómo puedes estar tan seguro de que yo tengo que ver en eso? – preguntó en un murmullo, demasiado extasiado al verse envuelto en ese mar jade que le miraba.
-Por que ella ama las pociones, al igual que lo hacía su padre. Desde que era un bebé, su padre la llevaba al laboratorio de pociones, creció en un laboratorio, y cuando él murió, las pociones también lo hicieron junto con él, pero desde que asiste a tus clases, el amor a las pociones regresó, pasa la tarde investigando con ayuda de Dobby, me cuestiona sobre las distintas propiedades de las hierbas y cuando regresa de tus clases lo hace con una sonrisa, es por eso que te pido que no la humilles como lo hiciste conmigo ahora que sabes que es una Potter.
Severus iba a responder algo, pero la llegada de Desirée se lo impidió.
-¡Ya está! ¡Ya está! – Gritó con una sonrisa hasta acercarse a Harry – ¿El Profesor Snape puede ir con nosotros cuando vayamos a comprar los ingredientes?
-Sólo si él lo desea, Ma belle.
Ambas miradas verdes se posaron en él, una, mirándolo con ilusión, y la otra con una mezcla de ruego y advertencia. De pronto, se sintió abrumado por todo lo sucedido desde la llegada de Potter a Hogwarts.
-No… yo… tendré cosas que hacer – la desilusión en ambas esmeraldas fue desgarradora, tanto que Severus no pudo soportar estar más tiempo frente a ellos, así que sin perder tiempo, salió de ese lugar, dejando atrás a una niña con el corazón roto y a un hombre con las ilusiones destrozadas.
-¿Papi… hice algo malo? – preguntó Desirée, con los labios temblando ligeramente.
-No Ma belle… tu no hiciste nada malo – le dijo, a la vez que la abrazada, y permitía que sus lágrimas mojaran su túnica.
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María: ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! Nos va matar, nos va a matar
Sailor Earth: Cállate porque nos va a encontrar
María: Es que nos va a matar, y lo que es peor, ¡no nos va a dar pastel!
Sailor Earth: Ehh… creo que deberías reordenar tus prioridades, manis.
María: ¿Tu crees?
Sailor Earth: Sip.
María: ¡No nos mates mami! ¡Te aseguro que haré lo posible por meter en línea a Sailor! ¡El siguiente capítulo será tu regalo de cumpleaños!
Sailor Earth: Sipi, sipi, prometo hacer una buena acción y que no me saldré del reglamento… mucho.
(Una guadaña se incrusta contra el muro tras el cual se esconden María y Sailor)
Sailor Earth: ¡Nos va a matar!
María: No olviden sus comentarios. ¡¡Corre!!
