Sentí su mirada sobre mí. Unos ojos negros como la noche. Los ojos del último de los Black.

Levanté la mirada. Sirius sonreía al otro lado de la mesa en la que se hallaba reunida toda la familia Black.

Sonreí a mi vez. Sirius era un joven de unos dieciséis años, alto, muy atractivo. Con el pelo negro suelto y provocativo. El hombre perfecto. El hombre que cualquier chica desearía.

El problema era que yo, por aquel entonces, tenía sólo doce años.

Y que Sirius Black es mi primo. Me llamo Andrómeda Black, y voy a contarles una historia extraña. Mi historia.

Capítulo 1: El chico de los ojos negros

¿Cuándo empezó a atraerme Sirius, mi propia familia, sangre de mi sangre?

No lo recuerdo. Tal vez, un día me di cuenta de que me sonreía más que a Narcisa o a Bellatrix, o tal vez, al sentir su mirada sobre mi cuerpo, sentí que alguien me apreciaba. Algo que nunca había sentido hasta entonces.

La noble y ancestral casa de los Black, no es una familia cualquiera, nací en el seno de una familia en la que, para ser apreciado, debes ser como mínimo perfecto. Un perfecto mortífago.

Llevar la sangre de un Black, significa orgullo, respeto, incluso desde la propia cuna.

Eso es lo que debería significar, pro para Sirius, el orgullo de los Black no representaba nada. Estaba bien claro que hubiese preferido nacer en el seno de otra familia. Él no niega, que hubiera preferido incluso una familia muggle, antes que la nuestra. Si he de ser sincera, y lo seré a lo largo de esta historia, yo también lo hubiera preferido.

Y así estaban las cosas entra nosotros.

Creo que, en el fondo, a pesar de mi corta edad, yo sabía que Sirius sentía por mí algo más que simple cariño familiar. Pero nunca dije nada. Mi familia nos consideraba a Sirius y a mí las ovejas negras de la familia. Las que escaparon del rebaño, de la espiral de muerte y tortura que, como una sombra diabólica se cernía sobre toda mi familia. Sólo les habría faltado saber que nos queríamos.

Además… estaba la edad. Sirius tenía dieciséis años, Y yo doce.

De todas formas, sólo me sentía atraída por su cuerpo… al menos al principio… ya que Sirius y yo jamás habíamos cruzado más que un saludo. A pesar de llevar tres meses viviendo en la misma casa.

Sólo sabía que era un muchacho muy rebelde…

Mi rebelde de los ojos negros.