¡Rayos¡Lo siento! Debía haber actualizado más pronto pero me enfermé, y luego volví a mis clases de violín y el tiempo se hacía menos. Bueno, en fin, aquí lo tienen, pero antes, las respuestas a sus review's.
maiv: ¡Ah! Que mal que te hayas cansado de los fics de Harry Potter, pero supongo que eso sucede, y un rato de descanso no te hará mal. Muchas gracias por seguir leyendo, espero que de éste no te canses. Bye!
Jenny / Jade: Muchas gracias por tu review (rayos, no sé si decirte Jenny / Jade o Draco girl¿cómo prefieres?). Y pronto leeré el capítulo nuevo, lo que pasa es que estoy sobre cargada de inspiración (no pasa todos los días) y tengo que usarla antes de que se acabe. No había pensado en eso del ángel y el demonio¡es más divertido pensar así! Jajajaja. ¡Te veo pronto!
Herm25: Jajaja, sí que se lo merecía, pero cobrará venganza como es de esperarse. ¡Gracias por tu review!
BB: ¡Claro que Hermione tuvo el control del momento¡Las chicas somos lo mejor! (carraspea) Gracias por tu review, y a ver qué te parece este capítulo donde el precioso rubio se vuelve más molesto aún.
Sabina Evans: ¡Wow¡Dos review's para mi¡Gracias! Sé lo que se siente no poder hacer ruido porque tienes a mil gentes dormidas a tu alrededor (cuando mis primos se quedan en mi casa pasa lo mismo). ¡Espero seguirte viendo por aquí!
cristalgirl: ¡Sí, venganza, venganza! Aquí hay mucha venganza, espero que te guste.
Jenny Anderson: ¿Con los brazos cruzados¿Quién puede esperar algo así de Draco¡Para nada! Sigue leyendo y verás a lo que me refiero (se ríe malvadamente). Gracias por tu review, y claro que voy a leer tu fic (solo necesito mantener a mi hermana alejada de la computadora suficiente tiempo).
anna15: Gracias otra vez por tu review; he hecho este capítulo un poco más largo, espero que te guste.
CoNnY-B: Hice este capítulo un poquito más largo para que tardes más en llegar al final u Ahora sabrás lo que trama Malfoy¡espero que te guste!
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Máscaras
Capítulo III: Guerra
Draco salió furioso de la sala común y corrió en dirección del comedor con una sola cosa en mente: vengarse. Si Hermione le había declarado la guerra, guerra tendría. Su mente trabajaba rápidamente pensando en la mejor manera de cobrársela. Su única duda, y quizá lo más importante, era saber lo que ella había hecho para conseguir que él cooperara.
Venganza, venganza, necesitaba tiempo para planearla; tiempo para saborearla, y finalmente tiempo para llevarla a cabo y poder reírse de ella en sus narices, sin que fuera capaz de hacer nada. Su cerebro actuaba más rápido que el del resto de la gente. Pronto tuvo una magnífica idea que no pudo resistir. Por primera vez, Draco Malfoy quiso saborear el platillo de la venganza sin dejarlo enfriar.
Así que, resuelto a declararle la guerra como ella había hecho, se dirigió a la cocina en vez del comedor.
ooo
Hermione no cabía en sí de felicidad. Cuando llegó a la mesa de Gryffindor, se sentó junto a Harry y lo saludó alegremente.
—Parece que te sientes mucho mejor hoy.
—Sí—respondió ella—, todo está saliendo de maravilla.
—No me malinterpretes, Herms—dijo Ron—, pero tienes cara de haber puesto una serpiente en la cama de Malfoy mientras dormía.
—Casi.—y obtuvo la atención de sus dos amigos.
—¡No me digas que le diste algo!—exclamó Ron, con una sonrisa de oreja a oreja.
Harry se veía fastidiado.
—Hermione, no debiste.
—Al contrario—respondió ella—. Ahora sabe quién manda. Lástima que no hiciera más poción, sería divertido volverlo a hacer.
Ron tomó una tostada del plato del centro y dijo entretenido:
—Eso te pasa por estar tanto tiempo con nosotros. ¿Qué le pasó a la Hermione santa y obediente?
—Sigo siendo la misma, Ron. No me vas a decir que Malfoy no se lo merecía.
—Bueno, supongo que tienes razón en eso—intervino Harry—. Pero solo es el segundo día de clases y mira lo que hiciste. A este paso lo vas a envenenar en Halloween.
—O la próxima semana.—murmuró Ron.
Los tres se rieron. Malfoy se merecía eso y más. Seis años de tortura ya ameritaban uno de venganza. Hermione no podía dejar de reírse al recordar la expresión de Draco aquella mañana, y temió que al verlo en clase de pociones estallaría en carcajadas. Pero en el fondo, sabía que él se desquitaría, y un escalofrío involuntario le recorrió la espalda de solo pensar la clase de maleficios que sabría.
—¿Qué hay de desayunar hoy?—preguntó mientras tomaba una tostada y esperaba a que en su plato apareciera mágicamente un delicioso platillo.
—Huevos con tocino, y papas ralladas. Muy americano.
Pero en vez de huevos con tocino aparecieron sobras de la cena de bienvenida, mismas que se guardaban como abono para las plantas de Hagrid.
—¡Que asco!—exclamó Hermione levantándose de la mesa y dando un paso hacia atrás— ¿Qué rayos es eso?
Los tres se cubrieron la nariz con la mano para evitar a toda costa que el "exquisito" aroma que provenía de la comida podrida quemara sus pulmones.
—¿Hiciste enojar a los elfos, Hermione?—preguntó Ron mientras se reía.
—¡Cállate¡Claro que no!
—Yo sugiero que tomes lo que puedas y salgamos de aquí.
Hermione guardó tostadas en una servilleta tan rápido como pudo y se alejó con paso apresurado. Mientras, de todas las mesas, provenían risas y burlas. Todos apuntaban a Hermione e imitaban la cara que había puesto al ver su "desayuno".
Una vez fuera del comedor, se destaparon la nariz y tomaron grandes bocanadas de aire. Hermione fue a sentarse en un escalón y sacó una tostada de la servilleta.
—¿Qué haces?—preguntó Harry— ¿No te dio suficiente asco como para comer?
—Tengo un día muy largo—respondió ella, mordiendo una esquina de la tostada—, y no voy a dejar que una estupidez como esa me detenga.
—¿Sabes qué fue lo que pasó?
—Claro—dijo Hermione—. Fue Malfoy. Se está vengando por lo que le hice. Supe que tiene sus medios para sobornar a los elfos de la cocina.
ooo
Aunque hubiera deseado que el día pasara sin más incidentes, no fue así. De hecho, parecía que Draco había tenido tiempo de sobra para echarle a perder el día a Hermione. En todas las clases que habían tenido juntos, se había encargado de robarle las respuestas de todas las preguntas, haciéndola perder su reputación de absorbe-libros. A la hora del almuerzo, Hermione ni siquiera se molestó en ir al comedor, sino que prefirió comerse otra de las tostadas que había guardado.
—Buen provecho, Granger.—había murmurado el Slytherin al pasar junto a ella y verla comiendo pan duro.
Después tuvo que disculparse una y mil veces con la profesora de Aritmancia por llegar tarde (un desfile de elfos le había cerrado el paso, obra de Draco), además de asegurarle que no estaba enferma ni delirante por haber comido alimentos putrefactos, tal como Draco le había dicho antes de entrar a clase.
Para cuando había llegado la hora de pociones, Hermione estaba a punto de convertirse en una asesina cuya primera víctima sería Draco. Se sentó en su banca sin siquiera verlo; ni le dirigió la palabra. Le frustraba no poder hacer nada al respecto. No podía defenderse porque no sabía con qué la atacaría la próxima vez. Además, su paranoia no le ayudaba mucho. Se escuchaban risitas burlonas por todo el salón, incluso Lavender se reía. No podía evitar pensar que era por ella.
Al finalizar la clase, el profesor Snape, que también había estado reprimiendo una sonrisa arrogante, le dijo:
—Señorita Granger, entiendo su amor por la moda, pero le pido que por favor que se abstenga de distraer a mis alumnos mientras doy clase.
Ella, al no entender, revisó su suéter, su falta, su túnica: no había nada mal; sin embargo, cuando miró hacia atrás para ver si era algo que tenía en la espalda, se dio cuenta que unos listones rosa chillón caían desde su cabello. Se llevó las manos a la cabeza y comprobó con horror que tenía algo. Se lo quitó y lo puso frente a sí para ver qué demonios era.
Un tocado enorme de listones rosa, rojo y naranja, digno de una reina del carnaval de perdedores había estado en su peinado las dos horas que duraba la clase. Cerró los ojos con fuerza, reteniendo lágrimas de coraje, y cerró sus manos en puños que deshacían el moño.
Los demás del salón se rieron un poco más al sonar el timbre, aprovechando que Snape se iba. Incapaz de levantarse, Hermione se quedó allí, sentada.
—Eh, Granger¿dónde lo compraste? Yo quiero uno igual para mi novia.—se burló un chico de Ravenclaw.
Ella no respondió.
—Si los listones hubieran estado rizados, te habrías visto más linda.—le dijo un Hufflepuff. Hermione apretaba más los puños.
—La próxima vez, Granger, que combine con tus zapatos.—le espetó una Sltyherin, de la que no recordaba el nombre. No quería recordarlo.
Miró sus zapatos rezando que no tuvieran nada de anormal. Deseó no haberlo hecho. Moños parecidos al que tenía en las manos brillaban en las puntas de sus zapatos. Azules. Perfecto. Aquello había sido demasiado.
Desapareció los moños de sus zapatos y el que había destruido con sus propias manos, y se levantó, sacando la varita y apuntando a la espalda de Draco, que se iba sin decir nada.
—¡Tú¡Esto fue demasiado!
Draco se volvió tranquilamente y metió su mano derecha en el bolsillo de su pantalón.
—¿Qué?
—¿Cómo pudiste hacer esto¡Fue demasiado!
—¿Demasiado? No—respondió apoyándose de costado en el marco de la puerta—. Nada es demasiado para ti¿no, Sangre Sucia? Estoy siguiendo tu juego. Tú lo empezaste, pusiste las reglas. Ahora tendrás que jugarlo.
—¡Esto es completamente distinto!—vociferó. Agradeció que ya no hubiera alumnos cerca y que Snape se hubiera ido hacía tiempo.
—¿Ah, sí¿Cómo es distinto?
—Yo-yo—la voz se le quebraba del coraje—... yo lo hice por que teníamos que terminar una tarea, juntos. Y tú no cooperaste.
—Yo no veo en qué manera es distinto el que me hayas hecho seguir tus—y lo escupió como si fuera la comida podrida que le había hecho servir— órdenes. Yo no sigo las órdenes de nadie, Granger. Ya deberías saberlo. No sabes en lo que te has metido.
Se dio media vuelta y siguió su camino. Hermione lo siguió con la vista y murmuró imperceptiblemente:
—Tú tampoco.
ooo
Hermione esperó hasta que todos estuvieran en el comedor para salir del salón. Caminó apresuradamente hacia su dormitorio, encorvada por la vergüenza y el peso de sus libros. Casi masticó la contraseña y entró. Aliviada, comprobó que no había nadie y entró a su habitación cargando aún su mochila. Echó el cerrojo, dejó caer la mochila al suelo y fue sentarse en un rincón cerca de la mesa de noche. Sacó su varita y se apuntó a la garganta.
—Silencio— susurró. Y su voz se extinguió. Lanzó la varita al suelo y dobló sus rodillas hasta su pecho, se recargó y escondió su cabeza entre sus brazos, llorando, gritando, maldiciendo, pero nunca emitiendo un sonido.
Tal vez sí se lo había ganado. Ella le había dado la poción, él le había dado comida podrida. Pero¿y los moños¿Lo de la poción había sido tan malo como para merecer eso¿La burla de todos no había sido suficiente para hacer sentir mal a cualquiera?
Se limpió la cara con las mangas de su suéter y se levantó, recogiendo la varita. Respiró hondo y dejó salir el aire con determinación. Debía tener alguna debilidad. Era su turno de encontrarla.
ooo
Crabbe y Goyle, así como todos los Slytherin de la mesa seguían riéndose. Solo Draco no se carcajeaba con los demás.
—Y entonces—dijo la chica que había insultado a Hermione en clase, llorando de la risa—¡Snape le dijo que no fuera una distracción por su atuendo!
Volvieron a estallar las carcajadas.
—Eh, Draco¿estás enfermo?—preguntó uno de los de sexto año— Pareciera que hubieras viso a Granger desnuda.
Se rieron aún más. Él sonrió despectivamente, como solía hacerlo, y respondió arrastrando las palabras:
—No lo hice por diversión, Keith.
—¿A, no¿Entonces?
—Por venganza. Uno no siempre se ríe cuando cobra venganza. Ahora, si me disculpan...—se levantó de la mesa.
—¿Cómo¿Te vas tan pronto?
—Mis profesores piensan que no tengo vida social, así que me dejaron tarea como para un año y la tengo que entregar esta semana.
ooo
Draco entró cansado en la sala común, encontrándose con que Hermione no estaba ahí. La puerta de su habitación estaba cerrada. Ni siquiera pensó en llamar.
Recordó cada palabra que le había dicho en el calabozo de pociones. Él tenía la razón, ella se lo merecía. Pero¿no habría ido su obsesión con ser el que manda, demasiado lejos? Lo pensó un segundo. No. Y quedó libre de culpa en la conciencia.
ooo
Esa semana fue un concurso de bromas pesadas, o más bien una guerra por mantener el mando del territorio, entre Draco y Hermione.
El día siguiente había sido el turno de Draco al quedarse sin voz a la mitad de la clase de Astrología. Aparentemente Hermione le había puesto algo en el jugo; siempre caía. El jueves Hermione llegó tarde a Historia de la Magia cuando la regadera de su habitación la había rociado de crema batida en vez de agua; le tomó más de cuarenta minutos revertir el hechizo y limpiarse del todo. El viernes Draco se había declarado ganador de la semana al convertir todos los libros de Hermione en ranas. Se pasó la hora del almuerzo persiguiéndolas.
Cuando por fin llegó el sábado, los dos estaban listos para atacarse uno al otro. No tener clases no significaba para ellos no estar en constante batalla. Harry y Ron se habían ofrecido a ayudar a Hermione; Ginny, al querer participar también, había contactado a sus hermanos Fred y George para que le enviaran las mejores y más nuevas bromas que hubieran diseñado.
Pero no habían llegado, y Hermione se quedaba sin ideas mientras veía con horror que a Draco siempre se le ocurrían más.
Optó por el último recurso y terminó gastándole las bromas más sucias que los muggles hubieran inventado. Desde la sencillísima cubeta con agua helada sobre la puerta, hasta atarle las cintas de los zapatos sin que se diera cuenta (obviamente, un poco de magia había ayudado a que lograra todo esto).
El problema: Draco siempre contraatacaba con una nueva y poderosa broma que acababa por conseguir que se fuera a su habitación, declarada derrotada, y llorando de coraje y desesperación por no encontrar la manera de ganarle.
Todo eso cambió un día, para su suerte. O perdición.
ooo
Habían pasado tres semanas desde que Draco había hecho su jugada más sucia: hacer que Hermione creyera que Harry se había caído en una práctica de quidditch y que estaba inconsciente en la enfermería. Ella se sintió más que aliviada cuando fue y comprobó que no era cierto, pero había logrado hacerla llorar frente a él, algo que se había prometido no volver a hacer desde hacía años.
Para entonces, habían encontrado la manera (ambos buscando su propio beneficio) de seguir siendo los mejores alumnos en clase de pociones, y ella mantenía su posición de mejor alumna del colegio a costa de las bromas que tuviera que gastarle a Draco, y de las que se tuviera que defender.
El proceso era bastante simple: el que atacaba no debía dejar rastro para no ser culpado. El acatado debía actuar rápido para borrar cualquier prueba que sugiriera que se encontraba a la mitad de una guerra de bromas pesadas.
Hermione llevaba la cuenta de los días de clase en un calendario que colgaba de su habitación. Por primera vez en años rezaba porque llegaran las vacaciones. Dos semanas sin Draco: El paraíso.
Aquella noche remojó la punta de su pluma en el tintero y se acercó al calendario. Ya llevaban un mes y una semana de clases. Tres semanas más y sería Halloween. Eso la animaba un poco, estaría ocupada haciendo otras cosas hasta entonces, y evitar a toda costa estar cerca de aquel demonio de cabello platinado y los días se irían volando.
A esa altura del juego, ambos sabían más de contra hechizos y métodos rápidos para desaparecer el desorden que cualquier otro alumno de Hogwarts. Y es que la práctica hace al maestro. El problema era que se estaban cansando del mismo cuento todos los días. La última semana había sido mucho menos dura. Y pareciera que sus ataques se suavizaban cada vez más. Por fin llegó el día en que ambos se quedaron sin ideas.
ooo
Hermione estaba sentada en uno de los sillones de la sala común cuando Draco entró. Sin quitar la vista de su libro, ella lo apuntó con la varita, preparada para defenderse de él. Y él, por su parte, la levantó en su dirección para defenderse de ella. Luego de dos segundos de silencio y tensión, Hermione rompió el hielo, sin despegar aún su mirada del libro.
—¿Qué¿No vas a atacar?
—Creí que tú lo harías.
—No—y bajó la varita para dar la vuelta a la página; no la volvió a levantar—. Es un día de descanso, pues.
—Supongo.—respondió fríamente.
—Ah, por cierto, ese cuervo horrible ha estado esperándote casi una hora.
Draco dirigió su mirada a la ventana más grande de la torre y vio el cuervo del que hablaba Hermione. Lejos de ser horrible, sus plumas despedían un brillo azulado cada vez que se acercaba a la luz de las lámparas, y se diferenciaba completamente de la oscura noche que hacía de fondo. Llevaba un pergamino amarillento atado a la pata derecha, que le presentaba con insistencia para que recogiera.
—¿Una hora, dices?
—¿Estás sordo o qué? Sí, eso dije.
Pero no se acercó a él, como si evitara tener que hacerlo.
—¿Porqué no recogiste el mensaje?
—Porque es tuyo, idiota, no tengo porqué leer tu correspondencia—miró al cuervo con extrañeza—. Quise darle agua cuando vi que se quedaba ahí, pero no me dejaba acercarme.
Después de un rato que estuvo de pie en la puerta, observando al ave con cierto temor, Hermione perdió la paciencia y preguntó irritada:
—Solo recoge la carta¿sí? Ya me está poniendo nerviosa. Siento que me va sacar los ojos.
—Vuelve a hablarme así—respondió— y seré yo quien te los saque.
—¿Le tienes miedo al pajarraco ese?
—No.—pero no se notaba seguro.
—¿Entonces porqué no te acercas? No me digas que eres supersticioso.
Los cuervos representan a la muerte. Para él, también lo que cargaban.
Con pasos largos y rápidos, se acercó al animal y arrancó el pergamino, luego echó al cuervo con un manotazo y cerró la ventana con seguro.
—No vuelvas a dejarlo entrar.—le dijo fríamente a Hermione.
—¿Porqué no¿Eres tan antisocial que ya ni siquiera quieres recibir cartas?
—¡No es asunto tuyo!—le espetó alterado— No lo vuelvas a dejar entrar. Si lo encuentro aquí otra vez, Granger, no solo dejaré que te saque los ojos, sino que no lo detendré si quiere desfigurarte la cara.—se dirigió rápidamente a su habitación sin mirar atrás.
—Amargado.
—Sangre Sucia.
—Mortífago, igual que tu padre.
Draco se detuvo en seco y se volvió hacia ella, apuntándola con la varita.
—¿Crees que soy un Mortífago?
—Sí.
—¿Crees que soy un asesino igual que esos idiotas¿Igual que ellos?
Hermione no respondió.
—¿Me has visto matar a alguien, Granger?
Ella negó con la cabeza.
—¿Me has visto actuar igual que mi condenado padre?
Negó nuevamente. Él bajó la varita con calma, pero seguía mirándola con odio.
—No saques conclusiones apresuradas, niñita. No sabes de lo que estás hablando—le dio la espalda y abrió la puerta de su habitación—. Más te vale que me dejes en paz; no vuelvas a llamarme así si no quieres que de verdad me haga un asesino y te mate.
Se fue sin más. Escuchó cuando echó el cerrojo y también cuando murmuró un hechizo para asegurarla. Así que realmente odiaba que lo compararan con Lucius. Así que los cuervos le daban escalofríos. Tal vez lo tenía.
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¡Oh¡Ya casi llegamos la parte que más me gusta! (hasta el momento u)
Gracias por haber leído, y no se pierdan el próximo capítulo. ¡Y no olviden dejar review's! Ya saben, el trato es justo, review's capítulo.
Oigan, aprovecho para hacer propaganda¿creen que podrían leer mi fic "Perder el Control"? Es angst, y sé que no a todos les gusta, pero a mi sí y quisiera que le dieran una oportunidad. ¡Lo agradeceré de aquí a la luna!
Eledhwen
