¡Hola otra vez¡Wow¡Aquí siguen! (aplaude de felicidad).
Por fin las cosas se ponen buenas, aunque un poco serias. Eso pasa después de
leer "X" toda la mañana. Ojalá que les guste. Respuestas a sus review's:
Anne M. Riddle: Yay! Pero aunque Hermione haya encontrado el punto débil de Draco no lo puede usar todavía, jeje, aquí verás porque. ¡Sí leí tu fic! Me encantó¡Te dejé reviews y todo! Tienes que seguirle¡me tienes con el alma en un hilo! Y acerca de lo del vaso, que bien que eres muy observadora, deja te explico: cuando se trata de molestar a alguien eso es lo último en lo que alguien pensaría¿no? Jajajaja. Solo se tomó su jugo para fregarle el alma!
Jenny Anderson: ¡Que bueno que te gustó! Y sí, verás, me matarías si supieras que me inspiré en la parte de los moños en una niña que toma clases conmigo en la tarde. Solo que los niños de mi salón le ponen coronitas de papel, no moños, jijiji
Draco Girl: ¡Ya he decidido cómo te diré! O será que así firmas cuando me dejas review, jeje. Que bueno que te gustó. Perdón que no pude actualizar antes, pero ya ves, espero a juntar más o menos 10 reviews por capítulo y aunque las primeras dos veces lo logré en una semana, pues... jejeje, como que la gente no leyó el fin pasado. Espero actualizar antes esta vez.
Angie-SBM: ¡Gracias por haber leído mi fic! Aunque ya no son precisamente bromas, sino más bien mantener el espíritu de molestar al otro, seguirán apareciendo de vez en cuando, jeje. ¡Gracias!
CoNnY-B: ¡A ti también te dan miedo los cuervos! Oo A mi me dan cosa, como que son malvadillos o algo así, jaja. Pues no sé si sacan los ojos o no, pero los que salen en este fic son más que cuervos de espantapájaros, si no en este capítulo, en el siguiente verás porqué.
Dark Raxiel: (Que nick más genial, jeje) ¡Gracias, gracias! Sí, a mi también me desespera un poco que solo se odien por un capítulo y el resto sea miel sobre hojuelas. Ojo, puede que aquí no se traten tan mal, pero siguen odiándose. Cada uno tendrá sus razones para no ser un ogro frente al otro, pero la realidad sigue siendo la misma. ¡Besos!
Alicia Malfoy: ¡Gracias por leer mi fic! Que bueno que te ha gustado. Ojalá sigas leyendo y no olvides dejar más reviews.
Catyfelton¡Hey¡Gracias! Pues aquí está el capítulo nuevo, ojalá que te guste.lily¡Oh¡Gracias por leer mi fic! Ojalá sigas por aquí y que te siga gustando la historia.
drian: ¡Gracias por leer mi fic! Que bueno que te gustó, no te olvides de seguir leyendo J
N / A: Muy importante. Estoy teniendo problemas al subir los archivos, al parecer sube con errores o algo así y me veo obligada a poner comillas a algunas cosas que van en cursiva, itálica, como lo conozcan Gracias por leer.
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Máscaras
Capítulo IV: Plumas negras
Draco se encerró en su habitación por costumbre. De todas maneras sabía que Hermione no entraría, así como él no irrumpía en su habitación. Ni siquiera era por respeto; nada que tuviera que ver con Hermione Granger le atraía en lo absoluto. Incluso el juego de las bromas ya lo había cansado.
Aún vacilante, abrió el pergamino que tenía en las manos, y temblando contra su voluntad, lo leyó.
Draco:
Asumo que te encuentras en un lugar cerrado y lejos de las miradas de curiosos. Como bien sabes, los mortífagos que quedamos nos estamos reuniendo y sopesamos la situación de desventaja en que nos encontramos. Obviamente necesitamos magos nuevos que estén dispuestos a seguir los pasos de Lord Voldemort. Te he propuesto como uno, y todos estuvieron de acuerdo en iniciarte durante tus vacaciones de Navidad. Les he hablado de tus habilidades con los maleficios y pociones y no consideraron necesario probarte antes. Por tanto, no regresarás a Hogwarts después de tu iniciación. Aún así, tus calificaciones deberán ser las mejores de la clase. Estaré pendiente. Esta misma noche, cuando termines de leer esta carta, debes enviar una respuesta con tu consentimiento y agradecimiento, como es obvio. La estaré esperando.
Lucius
Arrugó la carta entre sus manos, y cuando la hubo hecho una pelota, la lanzó al suelo. Apunto con su varita y murmuró:
—Siphos.— La pelota se retorció entre las llamas que la consumieron inmediatamente.
Al terminar, recogió las cenizas y las soltó desde su ventana, viendo cómo el viento las esparcía sobre las torres más bajas y el jardín. Para cuando llegaran al suelo, no serían más que polvo insignificante. Deseó que pudiera hacer lo mismo con el mensaje. Pretender que nunca había llegado y que carecía de importancia. Pero eso era imposible.
Claro que no quería enviar una respuesta. Aunque a fin de cuentas sabía que se encontraría frente al escritorio enviando su agradecimiento. Por arruinar mi vida, pensó amargamente.
ooo
Snape repartió entre los equipos un saquito de tela. Les dio las últimas instrucciones antes de que comenzaran y luego se retiró a su escritorio a observar cómo trabajaban. Una poción mortal simple. Solo tenía una caducidad de quince minutos, pero era lo suficientemente buena como para que funcionara igual que una fuerte. La razón: obviamente no quería alumnos muertos. Probaría las pociones con algunas alimañas que Hagrid había criado especialmente para eso.
Además, ellos carecían de los ingredientes necesarios para elaborarla. Para eso servía el saquito que les había dado. Dentro estaban los que no conseguirían por sí mismos.
—Comiencen—les ordenó—. Tienen media hora para entregármela.
Hermione colocaba frasquitos con diversas sustancias sobre el escritorio, mientras que Draco acomodaba el caldero y encendía el fuego debajo de él. Ambos revisaban la lista de lo que tenían que usar al tiempo que comprobaban tener todo listo.
—El resto debe estar en el saco, apresúrate.—dijo Draco con extrema frialdad.
—No me digas qué hacer, sé perfectamente el tiempo que tenemos—respondió ella secamente—. Deberías tener un poco más de confianza en tus habilidades, Malfoy.
—Cállate.
Esperaba que ella respondiera agrediéndolo, pero notó que ni siquiera le prestaba atención y que en vez de eso abría el saquito con cuidado para ver lo que había dentro.
—Bayas de belladona—y puso un pequeño bulto sobre la mesa—. Flores de acónito—agregó sacando una ramita con flores moradas como campánulas, junto a las bayas negras de la belladona—. Y... — metió la mano por última vez en el saco, y extrajo un par de garras afiladas de ave y una pluma negra y brillante.
Draco ahogó una exclamación y solo se hizo un poco hacia atrás.
—¿Qué te pasa?—preguntó ella, no como si le importara, sino para hacerle entender que estaba siendo estúpido— Son solo garras y una pluma. Como si nunca hubieras visto algo así.
Draco tragó saliva y desvió la mirada de esas cosas, vertiendo agua en el caldero y comenzando a partir las bayas en la tabla de picar.
—Oh, ya entiendo—dijo, esbozando una sonrisa maliciosa—. Son garras de cuervo¿no? Como el que entró a la torre ayer...
—¡Cállate!—le espetó en un susurro.
—No te preocupes, mira—tomó la pluma por la punta y se abanicó con ella—. No es más que pura superstición. El cuervo ya está muerto, así que no te puede hacer nada.
—¡Cállate, Granger¿Qué no entiendes?
—A ver, a ver—intervino Snape, quien se acercaba lentamente a ellos. Desgraciadamente, su escritorio estaba muy cerca. Seguro había escuchado todo—. ¿Qué es lo que pasa aquí¿Hay algún problema?
—No, Profesor, solo estábamos... —pero fue interrumpida por el mago de cabello oscuro.
—Draco—recalcó—¿hay algún problema?
Idiota, pensó Hermione, solo porque es de su casa.
—No, Profesor—respondió él con su acostumbrada seriedad, y mirándolo directamente a los ojos, desafiante—. No pasa nada. Nos estábamos repartiendo el trabajo, es todo.
—Bien—dijo Snape, caminando de vuelta a su escritorio—. Traten de no hacer tanto ruido. Sus demás compañeros están trabajando.
Ellos asintieron con la cabeza y volvieron a su trabajo. El tema no se volvió a tocar mientras hacían la poción, pero Hermione nunca logró que Draco tomara las garras o la pluma, mucho menos verter la poción lista en el frasco. Una vez más, ella había hecho la mayor parte del trabajo.
Cuando Snape les ordenó que se detuvieran, los alumnos se vieron forzados a levantar la vista de su caldero, no importaba si habían terminado o no. El profesor se paseó por entre las bancas recogiendo muy pocos frascos. El de Hermione fue el último. En sus manos no se veían más que cuatro. Aparentemente el tiempo no había sido suficiente para la mayoría.
—Es una lástima—comenzó— que habiendo escogido esta clase, la mayoría de ustedes sea tan incompetente para ella. Espero mejores resultados la próxima vez—les dio la espalda para dejar los frascos en el escritorio y luego se volvió para agregar—. Probaré sus pociones en un rato. El hecho de haberla entregado a tiempo les da derecho a la mitad de su calificación; si la hicieron bien, tendrán la otra mitad.
La tensión se sentía en el salón. Sin percatarse de ello, o ignorando el hecho, Snape revisó su reloj de bolsillo y les dijo:
—Salgan ya. Me decepcionan.
Todos se apresuraron a lavar, recoger, tomar sus cosas y salir de ahí lo más rápido posible. Solo habían conseguido unos diez minutos antes del timbre para la siguiente clase, que no era mucho; pero lejos de Snape, era suficiente.
ooo
—Me decepcionan—remedó Hermione tomando la postura de su profesor. Harry y Ron rompieron en risas al ver la cara de su amiga—. ¿Quién se cree que es para decirnos eso? Juro que la única razón por la que lo soporto es porque es miembro de la Orden.
—Y porque tu calificación depende de ello.—agregó Ron.
—Sí, por eso también, pero más porque es de la Orden.
—No intentes disfrazarlo, Herms—dijo Harry, con un bocado de carne en la boca—. Siete años no han sido en vano, sabemos que lo primero para ti son las calificaciones.
—Pero no dejo a mis amigos detrás, lo saben.
—Claro.—dijeron ellos, estando completamente de acuerdo. Sabían de sobra que ella se metería al fuego por ellos, así como ellos por ella.
La hora de la cena casi acababa. Hacía mucho que no se quedaba hasta el final, su excesiva carga de trabajo se lo impedía la mayoría de las veces. Pero ese día no había almorzado por terminar una tarea en la biblioteca, y tenía muchísima hambre. Pronto sería hora de regresar a la sala común.
—¿Irás a vernos a la práctica hoy, Hermione?—preguntó Harry— Ron ha mejorado su técnica de colgarse de la escoba.
—¿En serio?
Aún no olvidaba en quinto año, cuando por casualidad se había caído de la escoba, quedándose colgado, y había bloqueado una anotación. Luego se dieron cuenta de la efectividad de éste accidente y el equipo decidió utilizarlo a su favor. A este punto, Ron ya era todo un experto.
Ron se sonrojó un poco al escuchar el comentario de Harry, por lo que fijó su vista en el plato frente a él y siguió comiendo pretendiendo que no había escuchado nada.
—¿Entonces vendrás?
—No puedo—respondió ella, negando con la cabeza tristemente—. Tengo que terminar mi proyecto de Herbología. Si puedo escaparme un rato, voy. Pero no les prometo nada.
—Está bien—agregó rápidamente Ron, antes de vaciar su vaso de jugo—. Al cabo que no era algo tan bueno. Eso de la técnica, ya sabes. No es muy buena. No importa que no la veas.
Hablaba tan rápido que era difícil entenderle. Hermione no pudo menos que notar que había estado actuando extraño. Demasiado extraño, a decir verdad, desde hacía unas semanas. Sobre todo cuando ella andaba cerca. Se encogió de hombros y sacó su agenda. La hojeó un poco y luego levantó la vista..
—Tengo que irme ya, chicos. Lamento lo de la práctica, pero aún haré todo lo posible por ir.
Les sonrió a ambos a modo de despedida. Ron se sonrojó aún más y miró hacia otra parte.
—Si no los veo hasta mañana, que descansen.
Se levantó y recogió su mochila. Estaba a punto de irse cuando Ginny la alcanzó.
—¡Hermione!—llamó su atención, haciéndola mirar en dirección de su voz. Recuperando el aliento, Ginny le extendió un papel en forma de lista— Fred y George me escribieron ayer. Adjuntaron esta lista a la carta, es todo lo que te enviaron el último mes y la cuenta por ello—aparentemente los gemelos no perdonaban deudas—. Me pidieron que te la diera. Bueno, ya está hecho. ¡Hasta luego!—y se fue despidiéndose con la mano.
Hermione no pudo darle una ojeada siquiera: las miradas curiosas de Harry y Ron la acosaban. Ellos habían recibido todos los artículos de broma para Hermione y se habían dado cuenta que ella por lo general pedía las bromas más caras.
—Lo leeré en la torre.—se disculpó mientras guardaba la lista en su bolsillo y se iba.
Salió del comedor con paso decidido y subió las escaleras a su torre. Con la vista fija en la lista, que había sacado en cuanto hubo salido, dijo la nueva contraseña y entró sin prestar atención a lo que hacía.
—¿Qué!—exclamó para sí misma cuando terminó de leer la lista— ¡Esto no puede ser¡Es demasiado dinero!
Pensaba cómo arreglaría el problema mientras entraba de lleno a la sala común, y pisó algo que crujió como vidrio quebrado.
Con su atención de nuevo en el mundo, miró hacia abajo para ver qué había pisado. Resultó ser cierto, un pedazo de vidrio se encontraba hecho añicos en el lugar donde había estado su pie.
—¿Qué rayos?—murmuró. Levantó la vista y vio con horror que la sala común estaba hecha un caos.
Las cosas del librero estaban tiradas cerca de éste. Vasijas y adornos estaban regados por todas partes, la mayoría quebrados. Los sillones, arañados con furia, y el relleno caía de los lugares donde los rasguños habían alcanzado a abrir el tapiz. La ventana estaba abierta; uno de los vidrios, quebrado. Más marcas de garras en el tapiz de las paredes. Una de las hojas de la ventana se movía acompasadamente con el viento frío que entraba, moviendo hojas y pergaminos deshechos, revolviendo aún más el caos que reinaba en el lugar.
Recogió un libro encuadernado en piel y vio que tenía rasguños sobre el lomo, igual que todos los demás libros. Como si hubieran tenido que arañarlos para lanzarlos al suelo.
Cuando Hermione se acercó más, luego de ver el estado de los sillones y escritorios, encontró algo muy poco común en el suelo, debajo de la ventana. Plumas negras. Se llevó la mano a la boca para no gritar.
—¡Granger!—escuchó una voz familiar entrar en la sala— ¿Qué demonios pasó aquí?
Hermione se volvió lentamente hacia la puerta, y vio a Draco, quien se encontraba de pie frente a la puerta cerrada; había dejado caer la mochila al suelo al encontrar el desorden. En su mirada había desconcierto y confusión. Ella, peleando por retener las lágrimas que el temor le infundían, respiraba con dificultad. ¿Qué pudo haber hecho eso?
—¿Qué-pasó-aquí-Granger?—volvió a preguntar Draco, haciendo énfasis en cada palabra como si le hablara a un niño malcriado.
Ella negó con la cabeza sin poder contestar todavía.
—N-no sé—dijo al fin, viendo que Draco esperaba "pacientemente" su respuesta—. Cuando llegué, esto estaba así.
Con pasos largos y rápidos, el Slytherin se acercó viendo cómo todo estaba dañado o roto. Cuando llegó a donde estaba ella, vio las plumas negras. Levantó la vista, furioso, y exclamó:
—¡Te dije que no lo volvieras a dejar entrar¡Eres estúpida o qué¿Acaso no fui bastante claro?
—Yo n-no dejé entrar nada.—respondió con la voz temblorosa por la impresión.
Draco la tomó por los hombros, enterrando sus dedos, lastimándola. Ella cerró con fuerza los ojos y gimió de dolor, pero no gritó.
—¡Estúpida Sangre Sucia!
—¡Yo no hice nada!—exclamó— ¡Suéltame!—pero en vez de eso aplicaba más fuerza.
—¿Qué pasó, entonces?—demandó.
—¡No lo sé¡NO LO SÉ!
Draco la sacudió tratando de arrancarle una respuesta que le sirviera. Su cabello castaño y rizado se movía desordenadamente, cubriéndole el rostro y agitando su cabeza al punto que parecía que se le iba a salir. Indefensa, cerró los ojos e intentó resistirse. Su varita estaba en la mochila, y no podía competir contra la fuerza física de su oponente.
—¡Responde bien, imbécil¡Quiero saber lo que pasó aquí!
—¡Déjame, Malfoy!—alcanzó a decir entre sollozos de impotencia— ¡Por favor!
Pero él siguió, cegado por su ira, hasta que las imágenes se hicieron borrosas, y se vio forzado a recordar lo que siempre escondía hondo en su mente.
Un hombre alto y fuerte, con el cabello platinado y largo peinado hacia atrás, sacudía con fuerza a un niño de diez años. El niño guardaba silencio mientras el hombre le gritaba, escupiendo en su cara. Su cabello era platinado como el de su padre, corto, engominado hacia atrás de manera similar; sus ojos, grises, estaban enrojecidos por el llanto.
—¡Claro que lo sabes, idiota¡Contéstame¿Quién hizo esto?
—No lo sé, padre.—respondió el niño, luchando contra las lágrimas.
Y él seguía y seguía. Sacudiéndolo, golpeándolo, hiriéndolo. Hasta que el pequeño solo pudo gritar:
—¡Déjame, padre¡Por favor!
Se detuvo en seco, con la mirada perdida al frente, al bulto de persona que tenía aprisionada. Lentamente la soltó. Ella dio un paso atrás en cuanto se vio libre. Se llevó la mano al hombro derecho. Le dolía mucho.
—No sé que pasó aquí, Malfoy—dijo cuando se hubo calmado un poco—. Te juro que cerré la ventana cuando me fui, y acabo de llegar. Llegué un minuto antes que tú. Esto ya estaba así.
Draco miró fijamente las plumas negras que estaban en el suelo y luego a la ventana con el vidrio roto.
—No puedes decirle nada de esto a nadie.—dijo él, la mirada clavada en el suelo. Su tono no era de furia; esta vez estaba más tranquilo.
Se inclinó y comenzó a recoger los libros, colocándolos en uno de los escritorios. Ella observaba, aún recuperando el ritmo normal de su respiración, cómo él recogía todo y limpiaba el lugar.
—¿No podemos usar m...?
—No, no podemos usar magia, Granger—respondió él anticipándose a su pregunta. Suspiró resignado, volviendo a tener control de sí mismo, y prosiguió—. Lo que vino a destruir el lugar era hechicería demasiado poderosa para limpiarlo de la misma forma. Solo podemos reparar un poco los libros y los jarrones. No podremos dejar esto como estaba antes.
Hermione se sentó en el suelo y se recargó contra el sillón rasgado.
—Tú sabes lo que pasó aquí¿no?—le preguntó intrigada— ¿Qué fue¿Cómo sabes todo eso?
—No me hagas preguntas. No te las voy a responder. Y si eres lo suficientemente lista, te limitarás a hacer lo que te diga.
Ella, demasiado asustada para discutir, asintió cansadamente con la cabeza.
—Vete a tu habitación—le ordenó con voz tranquila—. Enciérrate y no salgas hasta que te diga que puedes hacerlo.
Hermione se levantó del suelo y fue a su habitación. Antes de entrar, miró sobre su hombro y le preguntó:
—¿No quieres que te ayude?
—No quieroque me ayudes—respondió entre dientes—. Nonecesito que nadie me ayude.
Entró, y cerró la puerta tras de sí. Una vez dentro, echó el cerrojo y apoyó su oído contra la puerta. Solo se escuchaba el sonido de pasos ligeros y lentos, de vidrio y cerámica siendo recogidos del suelo y arrojados todos juntos a un mismo lugar.
Pasó al menos una hora antes de que escuchara la voz de Draco desde el otro lado de la puerta.
—¡Granger!
Hermione asomó su cabeza antes de salir por completo. El lugar parecía en orden otra vez. Salió y cerró la puerta tras ella, como era su costumbre.
Todo excepto las vasijas y frascos rotos, estaba de nuevo en su lugar. La ventana estaba cerrada y el vidrio no tenía señas de haberse roto. Respiró hondo, tratando de recuperarse de las impresiones que había sufrido recientemente, y se sentó en una silla por miedo a los sillones que hacía un momento estaban en estado deplorable.
—No es para tanto—comentó él, secamente—. Ya está todo limpio. Luego veré cómo arreglo los frascos.
Pensando en una salida rápida para olvidarse de todo aquello, Hermione decidió concentrarse en su proyecto de Herbología y sacó del cajón de su escritorio unos rollos de pergamino, el tintero, y una pluma. Colocó todo en orden sobre el escritorio, y abrió uno de los rollos, disponiéndose a escribir.
Una hora después, había escrito casi dos metros de pergamino, deslizando la pluma sin detenerse más que para volver a sumergirla en la tinta. Sin embargo, y aunque su letra seguía siendo la de siempre, cada vez que remojaba la punta de su pluma, no podía evitar notar que seguía temblando. Primero el desorden, después las plumas, después Draco.
De vez en cuando le lanzaba una mirada de reojo, de la cual aparentemente no se daba cuenta.
Se encontraba a la mitad de una palabra, cuando la punta de la pluma se quebró. Estúpida pluma, se suponía que eras de buena calidad.No queriendo levantarse por otra de su habitación, sacó una pequeña pero filosa navaja del cajón, dispuesta a improvisar una nueva punta, como hubieran hecho cientos de años atrás. Acercó la navaja a la pluma, que seguía en su mano, y luchando contra su propio pulso inestable, presionó.
—¡Ay!—exclamó sin querer. Su grito sonó estridente en la sala silenciosa.
—¿Ahora qué te pasó?—preguntó mordazmente el Slytherin desde el sillón en el que estaba tumbado sin hacer nada, mirando fijamente al techo.
—Nada, un rasguño.—y se apresuró a limpiarlo en un pañuelo.
—No te creo—espetó—. Has estado temblando desde que pasó lo de...— dejó la frase al aire—. Déjame verlo.
Se levantó y fue hasta ella.
—Ya te dije que no es nada.
Draco la tomó rápidamente por la muñeca y acercó a su rostro la mano de Hermione, con la palma hacia arriba. Notó que ella se puso tensa cuando se acercó, y comenzó a temblar en el momento en que tomó su muñeca.
—Entiendo—le dijo, mirándola de reojo—, tienes miedo de que te vuelva a lastimar.
Ella desvió la vista hacia un lado, dándole la razón, pero sin dignarse a responder.
—Eso no volverá a pasar.—agregó él.
No estaba muy seguro de porqué le decía eso, pero tenía muy claro que no volvería a atacar a nadie en la misma manera que él había sido atacado de niño.
—Si lo metes en hielo, se quita rápido. Presionaste con demasiada fuerza, y el corte es profundo. Pero no es grave.
—Ya sé que no es grave, por eso te dije que no tenía nada, sordo.—sin embargo, en el fondo, le estaba en cierto modo agradecida.
—Entonces cúratelo tú misma. Y pensar que estaba a punto de hacerte un favor.
—No necesito favores tuyos, Malfoy.
—No—respondió; un leve halo de tristeza en sus palabras—. De eso ya me he dado cuenta.
La soltó y regresó al sillón, donde se dejó caer nuevamente, y entrelazó sus manos sobre su torso.
—Malfoy—comenzó ella, titubeante—. ¿Qué fue lo que causó el desorden?
—Te dije que no me preguntaras nada.
Prefirió no insistir; aún estaba asustada. Lo que fuera que pudiera haberse metido de esa manera en Hogwarts, y peor aún, a la torre de los Premios Anuales... Sentía el ensimismamiento de Draco recostado en el sillón, y por un momento deseó que le hubieran enseñado a leer los pensamientos de otros para saber lo que pasaba por su cabeza. Sin embargo, sabía que era mucho más seguro permanecer en la duda, por mucho que ella estuviera desesperada por saber. Quizá algún día él se lo diría.
Recordó la escena que horas antes había visto. Los cuervos simbolizan a la muerte¿no? Y recoger las plumas que han dejado era de mala suerte. Ella nunca creyó nada de esto, pero sabía que algo tenía que ver con lo que había pasado. Si no¿porqué un cuervo le entregaba una carta a Malfoy¿Porqué tenía que ser un cuervo el que lo pusiera tan nervioso, cuando hay aves más peligrosas de las que cuidarse?
Hermione le dio vueltas en la cabeza. Las garras, las marcas, el caos... las plumas...
Decidió no volver a preguntarle. Terminó de escribir, enrolló su pergamino, que con suerte no se había manchado de sangre, y guardó todo.
—Me voy a mi ronda.
Él asintió silenciosamente.
Salió al pasillo, que aún estaba siendo transitado por alumnos de todas las casas, y comenzó a caminar abriéndose paso por entre la gente.
Cuando había pasado casi una hora, Hermione ya había recorrido cada pasillo transitable del castillo y había regañado a al menos a veinte chicos que corrían y hacían "travesuras" (eso por que no conocían las que ella misma había hecho en sus siete años en el colegio). Se encontraba caminando de regreso cuando escuchó una voz familiar que la llamaba. Se detuvo y luego se volvió para ver quién era.
—¡Hermione!
—Ah, hola, Harry, hola Ron. Lamento no haber podido ir a la práctica.
—No te preocupes, supusimos que estarías ocupada. ¿Qué te pasó en el dedo?—preguntó señalando el dedo de Hermione, al que había puesto una simple y delgada bandita muggle.
—Ah, eso. Estaba tratando de arreglar una pluma—explicó—; la lección: la pereza solo trae problemas. Debí haber ido por una nueva desde el principio.
—¿Te duele?—preguntó Ron, titubeante.
—No—respondió ella, restándole importancia—. Lo metí en hielo y luego lo vendé. En unos días se quitará.
Pero Ron se quedó con sus dudas.
—¿Van a la torre?—les preguntó, refiriéndose a la torre de Gryffindor; ellos asintieron— Los acompaño. Hace mucho que no voy.
—¿Vas a entrar un rato?—dijo Harry.
—No—y negó con la cabeza—, pero quiero ir con ustedes si no les molesta.
—Para nada.
Caminó con ellos hasta el cuadro de la Señora Gorda y se despidió ahí. Harry y Ron la vieron cuando se alejaba, intranquilos. Cuando estuvo lejos de su alcance como para escucharlos, Harry comentó:
—Se le extraña¿no?—Ron movió la cabeza tristemente en una seña de afirmación— No es lo mismo si no es ella quien nos regaña. Tal vez deberíamos molestarla un poco, a ver qué se siente que un Premio Anual te reprenda.—y sonrió juguetonamente; a fin de cuentas, seguían siendo un par de niños.
—Sí, tal vez.—respondió Ron, cabizbajo.
—Oye¿qué te pasa? Has estado muy serio desde hace unos días. Hasta los del equipo me dijeron. Están preocupados por ti.
—Qué tontería—dijo él, sonriendo un poco—. No me pasa nada.
—¿La extrañas?—preguntó luego de un rato, sin entrar, pues eso no se podía hablar en la sala común, no se diga en los dormitorios. Quizá Hermione era muy afortunada al tener su propia habitación.
—Tú lo dijiste¿no? Se le extraña.
—Sí, pero... A lo que me refiero es...
—Sé a lo que te refieres—le interrumpió Ron, como si el sonido de las palabras fuera demasiado para soportar—. Pero estoy bien. Me molesta un poco que sea Malfoy el que tiene que compartir la sala común con ella.
—¿Nada más?—inquirió Harry, sintiendo que su amigo no le decía todo.
—Apuesto lo que quieras a que ese dedo no está lastimado por casualidad, Harry. Puedo jurarlo.
—Estás siendo paranoico, ven.—y empujándolo ligeramente, lo guió dentro de la torre. Sin embargo, en el fondo, temía que tuviera razón.
,¸¸,ø¤º°º¤ø °°º¤ø,¸°º¤ø,¸¸,ø¤º°°º¤ø,¸ °º¤ø,¸¸,ø¤º°°º¤ø,¸°º¤ø,¸¸,ø¤º°°º¤ø,¸ °º¤ø,¸¸,ø¤º°°º¤ø,¸
¡Llegaron hasta el fin! Gracias por haber leído, espero que me dejen un review y verlos aquí el próximo capítulo, que ya está escrito hasta la mitad. Así que de ustedes depende, respeten el trueque: muchos review's capítulo que sigue
Gracias,
Eledhwen